Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Huelva, déjame ExplicArte los principales monumentos (Iglesia de San Juan Bautista; Ermitas de la Cruz de Arriba, y de Abajo; y Ayuntamiento) de la localidad de Berrocal, en la provincia de Huelva.
Ubicación
Situado en la Comarca del Andévalo, al margen izquierda del río Tinto, entre las Sierras de Alabarderos, Sierra de Enmedio y Sierra de la Picota.
Reseña histórica breve
No se conoce el origen exacto de Berrocal. Los romanos explotaron las minas de Río Tinto y construyeron una calzada para su transporte, asentándose en un núcleo al que llamaron Loelia.
En el siglo V d.C. se adaptó la vida al pastoreo, las explotaciones agrícolas y la recolección de la miel de las colmenas.
En 1.348 fue repoblada por una familia del Reino de León. En 1658 consiguió su emancipación municipal por privilegio del rey Felipe IV. Sobre el año 1860 se reajustaron los términos municipales de la comarca y Berrocal vio recortada su extensión. Con la construcción en 1875 del ferrocarril minero de Río Tinto se abrió la localidad a la modernidad.
Patrimonio cultural y artístico
Iglesia de San Juan Bautista
Ermita de la Hermandad de la Santa Cruz de Arriba
Ermita de la Hermandad de la Santa Cruz de Abajo
Puente de Salomón
Dólmenes del Calcolítico
Picote el Drago.
Fiestas y tradiciones
Fiestas de la Santa Cruz de Mayo, Fiestas Patronales de San Juan Bautista, Fiesta de la Virgen del Rosario, Fiestas de San Lorenzo, Migas de Tosantos y Fiesta de los Sachos.
Recursos económicos y sociales
La industria del corcho, agricultura (olivar, tomates y cereales de invierno) y la apicultura.
Gastronomía
Ocupa el extremo oriental de la comarca del Andévalo, en el límite de la provincia de Sevilla, en medio de un paraje montañoso caracterizado por su densa masa forestal de pinos y por el curso del río Tinto, cuyas rojas aguas atraviesan su termino municipal. La pobreza agrícola de sus tierras, a las que ya Madoz en 1835 se refería como «de inferior calidad y poco fértil», han favorecido el desarrollo de grandes zonas de bosques, hoy algunas convertidas en reservas cinegéticas como, por ejemplo, el «Coto Nacional de la Pata del Caballo». Muy espectaculares resultan algunos de sus parajes, especialmente aquellos modificados por las cortas realizadas para la construcción del antiguo ferrocarril minero, con escarpados precipicios.
De época neolítica, datan los primeros vestigios de poblamiento de su territorio, vinculables a la cultura dolménica, tal y como lo atestigua la denominada popularmente «Tumba del Moro». Con posterioridad y hasta época romana, sus habitantes se vinculan con explotaciones mineras, como se ha podido comprobar, por ejemplo, en el yacimiento de «Las Navas». Durante la Edad Media fue un territorio dependiente de Tejada y tras su cristianización, en el siglo XIII, surge el actual topónimo, que hace referencia a las importantes formaciones graníticas de su entorno. La aldea alcanzó la condición de villa independiente en 1612, bajo el reinado de Felipe III, aunque su término municipal no quedó definitivamente configurado hasta el siglo XIX, cuando pasó del Partido Judicial de Aracena al de Valverde del Camino (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
Se trata de un edificio de tres naves, separadas por pilares rectangulares achaflanados, con testero formado por presbiterio de planta cuadrada y dos capillas colaterales. Se cubre la nave central con una bóveda de cañón rebajado con lunetos entre arcos fajones apeados en pinjantes, las laterales con tramos de arista y el presbiterio, con media naranja sobre pechinas.
Exteriormente, la fachada del hastial incluye una portada formada por un arco rebajado entre pilastras de orden toscano y frontón triangular con pináculos. Sobre ella se sitúa un óculo rodeado por tres paneles de azulejos polícromos, donde se representan respectivamente a San Francisco de Paula, San Juan Bautista y San Juan Nepomuceno y, coronando el conjunto, una monumental espadaña de un solo cuerpo y dos vanos entre pilastras, entablamento dórico, volada cornisa y piñón curvilíneo. A su izquierda se sitúa un cilindro con cupulilla, donde se alberga la caja de escaleras por la que se accede a las campanas.
Con independencia de la posible existencia de una primitiva iglesia medieval, el origen del actual templo se remonta a la primera mitad del siglo XVII, cuando la aldea alcanzó la condición de villa; entonces debió iniciarse una obra que debió concluir en el año 1646, fecha que apareció en una inscripción del presbiterio.
A finales del siglo XVII, se aprobaron otras para reparar las techumbres pero, en su lugar y sin licencia del Arzobispado, se remodeló casi por completo el templo. Así lo advirtió el arquitecto diocesano José Tirado, en una visita realizada al edificio en el año 1700. En su informe expresó que se habían reconstruido las tres naves desde cimientos -ciertamente con la misma extensión que tenían originalmente pero dotándolas de una mayor altura-, se habían labrado de nuevo las cubiertas -una artesa de lazo la central y simples colgadizos las laterales-, y se había pavimentado de nuevo el edificio haciéndose, además, todas las puertas. Sólo quedaron en pie la media naranja del presbiterio y la fachada del hastial, cuya espadaña, ante la nueva altura dada a la nave, quedó ahora por debajo del vértice del nuevo piñón. En el año 1706 continuaba el proceso, iniciándose entonces la construcción de una nueva sacristía y otras estancias de servicio tras el testero.
En 1716 Diego Antonio Díaz visitaba los trabajos y describía la sacristía aún sin terminar y la espadaña con los huecos cegados, para evitar así que las aguas de lluvia entraran en el edificio. Años después, en 1720, el maestro albañil Francisco Gutiérrez, realizaba una nueva espadaña y hacía la correspondiente escalera para acceder a ella.
A finales del siglo, en el año 1795, se decidió demoler la antigua fachada y levantar una nueva, ampliando dos tramos más las naves para que la iglesia ganara en capacidad. El arquitecto Santiago de la Llosa daría las trazas de la nueva portada, de la espadaña que coronaría su vértice y de la escalera de caracol cubierta con bovedilla para poder subir hasta ella. También por estas fechas, para «modernizar» la imagen interior del templo, se decidió ocultar las armaduras de madera que cubrían las naves con las actuales bóvedas encamonadas. Esta intervención, supuso dotar al edificio del lenguaje neoclásico propio de finales del siglo XVIII.
Respecto de sus bienes muebles, destacaremos en primer lugar, en el presbiterio, el escudo de yeso tallado que ocupa el centro de la media naranja, con los emblemas de Jesús, María, las llaves de San Pedro y la cruz de Malta, en una cartela de mediados del siglo XVII.
El retablo mayor, al igual que la escultura de San Juan Bautista, titular de la parroquia, son obras modernas, si bien el banderín y el libro que porta éste son de plata repujada barroca.
En la nave izquierda, próxima a la puerta de la sacristía, se encuentra una pintura mural enmarcada, donde se representa el tema de la Adoración de los Pastores, una interesante interpretación popular del siglo XVIII. En esta misma nave encontramos a continuación la imagen de vestir de la Virgen de los Dolores, realizada por Sebastián Santos Rojas en el año 1950, con corona y media luna de plata del siglo XIX; y un santo franciscano de madera tallada y policromada, del siglo XX, de buena factura.
En la nave derecha, próxima al presbiterio, se sitúa la Virgen del Rosario, imagen de candelero, obra de Antonio Castillo Lastrucci de 1940 y, próximo a los pies, un lienzo popular de la Trinidad, del siglo XX, y una pila bautismal en mármol rojo del siglo XVIII.
En la sacristía, entre las piezas de orfebrería, destaca un ostensorio de plata repujada y sobredorada, de finales del siglo XVIII, con decoración de transición entre el rococó y el neoclasicismo.
De interés etnográfico son las ermitas de la Cruz de arriba y de la Cruz de abajo, construidas a principios del siglo XX, con un lenguaje neobarroco muy popular y que cobran protagonismo durante las fiestas de la exaltación de la Veracruz durante el mes de mayo.
Para finalizar, como obra civil, cabe destacar el edificio del Ayuntamiento, de finales del siglo XIX (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
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