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lunes, 25 de julio de 2022

La Capilla de Santiago, en la Catedral de Santa María de la Sede

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la Capilla de Santiago, en la Catedral de Santa María de la Sede, de Sevilla.          
   Hoy, 25 de julio, Solemnidad del apóstol Santiago, hijo del Zebedeo y hermano de San Juan Evangelista, que con Pedro y Juan fue testigo de la transfiguración y de la agonía del Señor. Decapitado poco antes de la fiesta de Pascua por Herodes Agripa, fue el primero de los apóstoles que recibió la corona del martirio (s. I) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
     Y que mejor día que hoy, para ExplicArte la Capilla de Santiago, en la Catedral de Santa María de la Sede, de Sevilla
       La Catedral de Santa María de la Sede  [nº 1 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 1 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la avenida de la Constitución, 13; con portadas secundarias a las calles Fray Ceferino González, plaza del Triunfo, plaza Virgen de los Reyes, y calle Alemanes (aunque la visita cultural se efectúa por la Puerta de San Cristóbal, o del Príncipe, en la calle Fray Ceferino González, s/n, siendo la salida por la Puerta del Perdón, en la calle Alemanes); en el Barrio de Santa Cruz, del Distrito Casco Antiguo.  
     En la Catedral de Santa María de la Sede, podemos contemplar la Capilla de Santiago [nº 061 en el plano oficial de la Catedral de Santa María de la Sede]; Ha tenido la misma advocación desde 1477, o la variante de "Santiago Matamoros", aunque alojó a las santas Justa y Rufina y al "Jesús de la Columna con la Virgen y San Pedro llorando", grupo que también rodó mucho antes de desaparecer en el siglo XIX y que había dotado el canónigo Luis de Soria en 1512; hoy muestra el relieve de la "Virgen del Cojín", una Piedad y un san Lorenzo en el ático del retablo; también fue su patrono Gonzalo Sánchez de Córdoba. En ella se enterraron los arzobispo don Alonso de Toledo y don Gonzalo de Mena, en la catedral mudéjar, y también don Femando Tello (concretamente ante el altar de santa Bárbara), por lo que también se la denominó "de los Arzobispos", como su simétrica en el costa­do meridional (Alfonso Jiménez Martín, Cartografía de la Montaña hueca; Notas sobre los planos históricos de la catedral de Sevilla. Sevilla, 1997).
     En el Muro del Evangelio se sitúa la Capilla de Santiago, realizada por Jean Norman entre 1436 y 1453, con un retablo marco de Bernardo Simón de Pineda que rodea la representación de Santiago en la Batalla de Clavijo, pintado por Roelas en 1605. En su ático aparece el Martirio de San Lorenzo, obra de Valdés Leal (1663). En el interior se encuentra el sepulcro de alabastro del arzobispo Gonzalo de Mena (1401). En el muro la Virgen del Cojín del taller de Andrea della Robbia.
     La Capilla de Santiago la preside un Marco-Retablo labrado por Bernardo Simón de Pineda en 1663 para las pinturas de Roelas y Valdés Leal, con la gracia y dinamismo del barroco de dicho autor 
El Sepulcro del Arzobispo Don Gonzalo de Mena.
     Está situado en la Capilla de Santiago, adosado al paramento, ocultando verosímilmente cinco relieves en el segundo frente.
     Es el sepulcro gótico tumuliforme, yaciendo la figura del Prelado en el aparato funerario, a modo de la liturgia de «corpore insepulto».
     Iconográficamente tienen interés los nueve relieves del túmulo que son: En la cabecera el decreto de Herodes para la degollación de los inocentes y la propia degollación; en el frente, la Anunciación, el Bautismo de Jesús, Asunción (con mandorla formada por figuras angélicas), Dormición y huida a Egipto; en la zona de los pies, la Resurrección y el Calvario (con cinco figuras, además del Crucificado). Sin duda, en el frente adosado irían otros cinco, completando el ciclo iconográfico, pues, incomprensiblemente faltan escenas como la Natividad del Señor, la Epifanía, el Sepulcro, la Ascensión y la Coronación de la Virgen.
Virgen del Cojín.
     En la Capilla de Santiago se halla un relieve en barro cocido y policromado (azul cobalto el fondo, blanco lechoso las figuras), que representa a la Virgen con el Niño.
     Iconográficamente tiene indudable interés, pues la Madre y el Hijo se miran tiernamente, en deliquio amoroso, con gravedad en sus rostros, como acusando la melancolía de la Pasión. Como rasgos de ternura, Jesús juega con la toca de María y Esta acaricia su pie derecho. El Niño parece deificado, al asentar sobre un almohadón, colocado en la falda de la Señora, de ahí su titulación.
     El grupo tiene dimensiones figurativa de tres cuartos y está situado en esta misma posición.
     Es de estirpe italiana y se considera como obra del taller florentino cuatrocentista de Andrea della Robbia (José Hernández Díaz, Retablos y Esculturas, en La Catedral de Sevilla. Ed. Guadalquivir, 1991).
     Inmersas ya en el clasicismo renacentista están, por el contrario, las tablas que a lo largo de 1547 y 1548 pinta Antón Pérez para el retablo de las reliquias de la Sacristía Mayor. No son éstas las únicas tablas que Antón Pérez ejecuta para el Cabildo, ya que en 1548 pinta cuatro tableros para el retablo de la capilla de San Clemente, la antigua Capilla Sacramental, y en 1548 un retablo para la sacristía de la Capilla de la Virgen de la Antigua. Sí son, por el contrario, las únicas que se conservan, constituyendo con la Virgen con el Niño que en 1557 pinta para una capilla de la parroquia sevillana de San Pedro los únicos testimonios del hacer pictórico de uno de los maestros del XVI sevillanos con mayor número de obras documentadas, pero por desgracia desaparecidas.
     Situadas originalmente, como describen Espinosa de los Monteros, primero, y Ceán Bermúdez, después, en las puertas del altar de las reliquias de la Sacristía Mayor, que al abrirse dejaban ver el velo de seda carmesí tras el que aparecían las reliquias, allí figuraron hasta que en 1814 se desmembró el conjunto, situándose en su lugar el Descendimiento de Campaña. Una vez separadas de su enmarque original, se situaron en los muros de la Sacristía Mayor, donde en 1892 Gestoso, que ignoraba que procedían el retablo de las reliquias, cuyas pinturas manifiesta eran de Antón Pérez, las reseña como del inexistente Frutet. Con posterioridad se trasladaron a la capilla de Santiago, su actual e inadecuado emplazamiento, perdiéndo­se para la crítica su relación con el retablo de las reliquias hasta que en 1977 las documenté como de An­tón Pérez y procedente de ese altar.
     Pintadas al mismo tiempo que el Descendimiento de Campaña y las tablas de Esturmio del retablo de la antigua Universidad de Osuna y en una etapa en la que Vargas se encontraba todavía en Italia y Villegas Marmolejo no había iniciado aún su producción, estas tablas son, por ahora, las primeras obras de un maestro sevillano que reflejan sin ningún tipo de regresión hacia fórmulas pretéritas el clasicismo renacentista. Dato éste que explica la rápida evolución de los pintores sevillanos de la segunda mitad del siglo XVI, cuyas obras en algunos casos, como en éste de Antón Pérez, se muestran más avanzadas que las de algunos de los maestros flamencos que tradicionalmente se dice renovaron la pintura local, en especial Esturmio. Punto éste que se pone claramente de manifiesto en el caso de El alma cristiana acepta su cruz, una de las tablas procedentes de este retablo; de las primeras obras en testimoniar el manierismo que practicarán los maestros locales durante la segunda mitad del XVI.
     No es posible a saber si su sucesor en el cargo de pintor de fábrica de la Catedral, Juan de Salcedo, adoptó o no este estilo, ya que el único retablo que pintó para el Cabildo, el de San Laureano, ejecutado en 1593, ha desaparecido (Juan Miguel Serrera, Pinturas y pintores del siglo XVI en la Catedral de Sevilla, en La Catedral de Sevilla. Ed. Guadalquivir, 1991).
     En un arcosolio, la imagen de Santa Ángela de la Cruz, talla de 2010 (bendecida durante la vigilia de pentecostés, el 22 de mayo de 2010), obra de José Antonio Navarro Arteaga (nacido en 1965), realizada en madera de cedro y que muestra a la santa sosteniendo la Biblia y la Cruz, dos grandes símbolos de los católicos, y ha sido donada a la Catedral por devotos de Santa Ángela. Reseñar que esta imagen participa desde entonces en el cortejo procesional del Corpus Christi.

     El introductor del naturalismo en la pintura sevillana fue Juan de Roelas, el cual es el principal maestro de esta escuela en el primer cuarto del siglo XVII. Na­ció Roelas en Sevilla hacia 1558-1560. En esta ciudad realizó estudios eclesiásticos y debió de completar su formación artística en Italia, concretamente en Venecia, donde pudo haber estado entre 1585 y 1595. En 1597 aparece en Valladolid, donde estuvo con la Corte hasta 1603, año en que se trasladó a Olivares, ejerciendo como capellán de la Colegiata. Desde 1604 comenzó a pintar en Sevilla, convirtiéndose en pocos años en el principal pintor de la ciudad. En 1616 se trasladó a Madrid, donde pretendió sin conseguirlo obtener el cargo de pintor del rey, por lo que en 1621 regresó a Olivares, donde continuó ejerciendo como capellán hasta su fallecimiento en 1625. La obra de Roelas se nos muestra en su tiempo como renovadora y audaz, plena de trascendencia y grandiosidad espiritual. Al mismo tiempo supo introducir en sus pinturas aspectos y sentimientos que proceden de la vida popular. Su técnica, de filiación veneciana, es suelta, ligera en su pincelada, empleando siempre un cromatismo cálido y vibrante.
     La Catedral de Sevilla posee un importante conjun­to de obras de Roelas. En 1609 realizó Roelas otra importante pintura para la Catedral de Sevilla. Es la monumental representación de Santiago en la batalla de Clavijo, que se conserva en la capilla de la advocación de este santo. Para la composición de esta obra el artista parece haber tomado como punto de partida una pintura con el mismo tema que figura en el retablo de la capilla del Mariscal de la propia Catedral, realizada por Pedro de Campaña en 1555. En la figura del santo y del caballo se advierten grandes paralelismos con la pintura citada, aunque Roelas ha invertido el dibujo de la composición.
     Independientemente de esta coincidencia iconográfica, que también podría proceder de un mismo grabado como fuente de inspiración común, es necesario precisar que Roelas consigue en esta obra realizar una de sus mejores creaciones. El ímpetu y la sensación de movimiento que refleja la composición son totalmente inéditos en el panorama de la pintura sevillana y española hasta aquella fecha. El efecto naturalista con que el pintor describe el terror y el dramatismo que invade al confuso tropel de sarracenos que yacen bajo las patas del caballo es otro de los grandes logros de esta pintura. A la izquierda de la composición se abre un paisaje en profunda perspectiva, en la que aparecen los ejércitos combatientes, mientras que sobre el horizonte se recortan quebrados picachos cuyo perfil resalta a contraluz sobre la incierta luz del ocaso.
     Otro de los grandes maestros de la escuela sevillana de la segunda mitad del siglo XVII fue Juan de Valdés Leal, nacido en Sevilla en 1625. Realizó su aprendiza­je en Córdoba, pero desde 1656 residió en Sevilla, donde en años sucesivos y hasta la fecha de su muerte, acaecida en 1690, realizó una intensa producción. Poseyó siempre Valdés Leal una técnica decidida y suelta, que confiere a sus obras una acusada personalidad, merced sobre todo a la intensa expresividad que otorga a sus personajes.
     En la capilla de Santiago y sobre el monumental lienzo de Santiago en la batalla de Clavijo que en 1609 realizara Roelas, se encuentra el Martirio de San Lorenzo. Su composi­ción está presidida por la figura del santo, que aparece en primer plano con los brazos abiertos y en actitud expectante del martirio. Al fondo de la escena y en las figuras de pequeño tamaño se representa el martirio del santo en la parrilla. Es ésta una pintura que puede fecharse hacia 1663, teniendo en cuenta que en este año se hicieron las molduras que enmarcan el lienzo principal del retablo.
     Es copia de buena calidad de un original de Sassoferrato conservado en la Galería Pallavicini de Roma, La Dolorosa, que se conserva en la capilla de Santiago. En la misma capilla figura una cabeza de La Virgen, que está tomada de La Anunciación conservada en el Palacio Real de Madrid, realizada por Antonio Rafael Mengs en Roma en 1779.
     En  la capilla de Santiago se conservan otras dos pinturas de escuela italiana fechables en el primer tercio del siglo XVIII. Representan La Visitación y Cristo entre los doctores, siendo su anónimo autor clasificable entre los seguidores y discípulos de Carlo Maratta, dado que ambas obras muestran derivaciones­ del estilo de este maestro.
     Formando parte de una serie se conservan en la Ca­tedral seis pinturas con representaciones del Génesis pertenecientes a Simón de Vos. Este pintor nació en Amberes en 1603 y a partir de 1620, cuando obtuvo el grado de maestro pintor, realizó una dilatada carrera artística hasta la fecha de su muerte, acaecida en su ciudad natal en 1676. Su dedicación pictórica fue muy diversa, destacando especialmente en la realización de escenas de costumbres y temas religiosos.
     La aludida serie presenta en la mayor parte de las pinturas la firma de este artista y en una de ellas añade el año 1644, que sirve para fechar todo el conjunto; esta serie quizás pudo ser más amplia, puesto que en ella faltan algunas escenas fundamentales del ciclo de la creación. En todas las pinturas se reconoce el característico estilo del artista, minucioso y descriptivo y en ellas aparecen multitud de detalles ambientales. Las figuras humanas y los animales que protagonizan las escenas están captados con un dibujo suelto y vivaz, mientras que movidos paisajes sirven de fondo a las representaciones. De este conjunto las pinturas que describen La creación del mundo, La separación de la luz de las tinieblas, La separación de las aguas de la tierra, y Caín dando muerte a Abel, figuran en la capilla de San Antonio, mientras que La creación de los animales y La Creación de Adán están expuestos en la capilla de Santiago (Enrique Valdivieso, La Pintura en la Catedral de Sevilla siglos XVII al XX, en La Catedral de Sevilla. Ed. Guadalquivir, 1991).
     La obra realizada por Vicente Menardo­ ofrece esta importación súbita de soluciones del manierismo italiano filtrado por el tamiz flamenco. Este vidriero es el último con personalidad y formación interesantes que trabaja en las vidrieras de la catedral. La primera mención que tenemos acerca de su actividad data del 28 de junio de 1560 en que había terminado la vidriera de La Conversión de San Pablo de la Capilla de Santiago.
     La obra realizada por Menardo en la catedral es representativa de la labor de un vidriero que se encuentra con un programa de vidrieras casi concluido y para el que solamente puede realizar algunas obras que faltaban o reparar los daños y pérdidas que se iban produciendo en las existentes. Su vidriera de La Conversión de San Pablo denota una asimilación particular del manierismo romano y la utilización de arquitecturas manieristas, como en la vidriera de San Isidoro, San Laureano y San Leandro, bien distintas de los grutescos empleados por Arnao de Flandes.
     De Enrique Alemán es la vidriera que representa a Santa Justa, Santa Rufina, Santiago el Mayor y Santa Bárbara, que encontramos en la nave lateral del Evangelio, sobre la Capilla de Santiago. Realizada en 1478, se dispone sobre cuatro vanos alargados terminados en forma de arco lobulado con sus claraboyas, y unas medidas de 7'75 x 3'25 m.
   De Vicente Menardo es la vidriera La Conversión de San Pablo (1560), en la Capilla de Santiago. Se dispone en un vano terminado en forma de arco apuntado, y unas medidas de 7'00 x 3'25 m (Víctor Nieto Alcaide, Las Vidrieras de la Catedral, en La Catedral de Sevilla. Ed. Guadalquivir, 1991).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de Santiago apóstol;
HISTORIA Y LEYENDA
   Hijo del pescador galileo Zebedeo, era el hermano primogénito de san Juan Evangelista y no de Santiago el Menor, a quien se suele tomar por su hermano pequeño. Junto con Juan fue llamado por Cristo para convertirse, jun­to a Pedro y Andrés, en uno de los apóstoles. El epíteto el Mayor significa que fue uno de los primeros llamados. Junto a san Pedro y san Juan asistió a la Transfiguración, o Agonía de Cristo en el Monte de los Olivos. No se sabe nada de su actividad apostólica después de la Ascensión. Se suponía que había predicado la fe en Siria y en Judea, y que cuando regresó a Jerusalén, en el año 44, habría sido decapitado por orden de Herodes Agripa. De esa manera, uno de los primeros apóstoles convocados por Jesús habría sido el primer llamado por Dios.
   El principal milagro que se le atribuía era la conversión del mago Hermógenes, evidentemente copiado de la historia de Simón el Mago, derrotado por el apóstol Pedro.
   Hermógenes envió a su discípulo Fileto para que empleara sus sortilegios contra Santiago. Pero éste, al ver que Santiago curaba a los enfermos e incluso resucitaba a los muertos, se convirtió, y de vuelta junto a Hermógenes, intentó convertir a éste. El mago, enfurecido, lo dejó paralítico, y Fileto pudo recuperar el uso de sus miembros gracias al apóstol, quien le prestó su manto milagroso.
   Entonces Hermógenes pidió a los demonios que le entregaran a Santiago y a su neófito encadenados. Pero Santiago ordenó a su vez a los demonios que hicieran a su enemigo el daño que éste quisiera infligirles. Los a gentes de Satanás, subyugados por una fuerza superior, encadenaron a Hermógenes y lo entregaron atado de pies y manos.
   Entonces el mago reconoció su error, y prosternándose a los pies del apóstol Santiago, quien le hizo desatar, solicitó el bautismo y arrojó los libros de magia al mar.
   De acuerdo con la tradición española, que contradice a la leyenda palestina, el apóstol Santiago habría viajado a España para predicar el Evangelio, desembarcó en Cartagena, y luego, en Zaragoza, se le habría aparecido la Virgen en lo alto de una columna de jaspe (Virgen del Pilar), rodeada por un coro de ángeles. Tal sería el origen de la célebre basílica de peregrinación de Nuestra Señora del Pilar, en Zaragoza. En Lérida debió detenerse durante la noche a causa de una espina en el pie. Habría conseguido quitarse dicha espina gracias a los ángeles descendidos del cielo. Más tarde, el cuerpo del apóstol, después de su martirio, habría navegado hasta Galicia en una barca conducida por un ángel.
   Esta leyenda tardía se explica por el ardiente deseo que animó a todos los países de la cristiandad de vincular la fundación de sus iglesias locales con uno de los discípulos de Cristo. Roma vindicaba a san Pedro, Grecia y Rusia a su hermano san Andrés. La España cristiana quiso atribuirse al apóstol Santiago, orgullosa de asegurarse de esa manera el patronazgo de un discípulo directo de Cristo, mientras que Francia debía contentarse con san Dionisio, confundido con san Dionisio Areopagita, e Inglaterra con san Jorge.
   En realidad, el apóstol Santiago nunca estuvo en España y sus reliquias jamás fueron trasladadas a Galicia. Esta leyenda nació de la cruzada contra los moros (Reconquista) y de la peregrinación a Santiago de Compostela.
   Dicha peregrinación, organizada por los monjes de Cluny para socorrer a los cristianos de España en su cruzada contra los moros, se remonta al siglo X. Por tanto, fue en esa época cuando se forjó la leyenda española del apóstol Santiago. Se pretendió antidatarla. Un documento apócrifo, presentado como un texto del siglo VII, afirma que el apóstol Santiago había llegado a España para evangelizarla. Hacia 830 circuló un rumor acerca del descubrimiento de la tumba del apóstol en Galicia, y para exaltar el valor de los cruzados, se contó que en 834, en la batalla de Clavijo, el apóstol Santiago montado en un caballo blanco, había derrotado a los infieles blandiendo su estandarte. Por último, en 860, el Martirologio de Adón certificó que la tumba del santo, que acogió sus huesos enviados desde Jerusalén, se en­cuentra en Galicia.
   Gracias a las investigaciones fundamentales realizadas por Monseñor Duchesne y a excavaciones arqueológicas  recientes (1955), que permitieron a René Louis precisar las indicaciones suministradas por los textos his­tóricos o legendarios, en la actualidad estamos en condiciones de seguir casi paso a paso la génesis de un culto tardío y forjado íntegramente entre los siglos IX y XI.
   Es necesario distinguir entre dos leyendas, que aparecieron sucesivamente: la del apostolado de Santiago en España y la de su Sepultura en Galicia. En vano se buscaría un texto que mencionara el apostolado de Santiago en la penínsulai bérica con anterioridad al siglo VII. Los poetas latinos Prudencio y Fortunato, Isidoro de Sevilla y san Martín de Braga (Galicia), no lo mencionan. La leyenda tiene su fuente fuera de España, en el Breviarum Apostolorum. En España apareció a finales del siglo VIII, en el Comentario del Apocalipsis, del Beato de Liébana.
   En cuanto a la leyenda de la sepultura de Santiago en Galicia, la primera mención apareció en 806, en el Martirologio de Florus de Lyon. La iglesia de peregrinación construida bajo los pretendidos huesos del Apóstol ya existía en 874, puesto que ese año el rey Alfonso III de León,y su esposa Jimena ofrendaron una magnífica cruz de oro. A partir de ese momento los pere­grinos afluyeron hacia la  tumba del apóstol, convertido en el patrón de la España cristiana en guerra contra los moros.
   Textos apócrifos y tradiciones orales al margen de toda prueba contribuyeron, como es natural, a enriquecer y embellecer la leyenda forjada por los clérigos. Era necesario explicar la traslación de las reliquias del apóstol desde Palestina hasta Galicia, y su invención en un sarcófago de mármol (arca marmorica) descubierto en medio de un antiguo cementerio romano. Fue del nombre de dicho cementerio, Compostum ubi ossa componuntur que en el siglo XI se creó el nombre Compostela, que la etimología popular, a base de juegos de palabras, convirtió en Campus stellae (Campo de la Estrella).
   Algunas de estas leyendas de peregrinación o de cruzada deben recordarse aquí, porque han inspirado gran número de obras de arte.
   La primera es la traslación del cuerpo del apóstol desde Joppe (Jafa, Palestina) hasta Santiago de Compostela, en Galicia.
   Conducido por un ángel, el cuerpo santo, transportado sobre un navío, o bien en un sarcófago de mármol flotante, cruzó las Columnas de Hércules o Estrecho de Gibraltar, y recaló en las costas gallegas. La reina Lupa (o Luparia) ordenó uncir al sarcófago toros salvajes, para que se rompiese contra las ro­cas, pero los toros, al punto domesticados con una señal de la cruz, se volvieron mansos como corderos, y arrastraron las reliquias hasta el patio del palacio de la reina, quien se convirtió y transformó su castillo en monaste­rio: ese edificio sería la cuna de la célebre peregrinación de Santiago de Compostela.
   Santiago era el patrón de los peregrinos y de los caballeros: se necesitaban le­yendas especiales para uso de una y otra categoría de devotos.
   Los peregrinos no se cansaban de oír el Milagro de la horca o del Ahorcado desahorcado. A decir verdad, dicho milagro, como el del mago Hermógenes, es un plagio. Pertenece a la leyenda de otro santo Domingo, Domingo de la Calzada, quien había merecido el reconocimiento de los peregrinos com­postelanos porque mejoró el «Camino de Santiago».
   Dos esposos devotos se dirigían en peregrinación a Santiago de Compostela desde Toulouse. Una tarde se alojaron en una posada donde la hija del posadero se enamoró del jovencito. Rechazada por este nuevo José, la mujer, para vengarse, discurrió introducir secretamente en el zurrón de peregrino del joven desdeñoso una copa de plata, para luego acusarle de robo. El juez, convocado de inmediato, comprobó el flagrante delito y condenó a la hor­ca al presunto ladrón.
   Sus padres, consternados, siguieron la ruta hasta Santiago de Compostela, y en su aflicción, rogaron con ardor al apóstol Santiago que demostrase la inocencia de su hijo. En el camino de regreso, cuando pasaron por el sitio donde el joven fuera ahorcado, lo encontraron colgado, pero milagrosamente vivo: él les contó que lo habían sostenido la Santísima Virgen y el apóstol Santiago, quienes le salvaron la vida.
   Los padres fueron a buscar al juez, a quien encontraron sentado a la mesa, cortando un gallo y una gallina asados. Le dijeron que el hijo de ambos, suspendido en la horca desde hacía varias semanas, aún estaba vivo. El juez se negó a creer y respondió con una burla: «Vuestro hijo está tan vivo como el gallo y la gallina que están sobre la mesa». Las aves aludidas echaron a cantar al punto.
   Estupefacto, el juez aceptó entonces seguir a los padres del salvado hasta el cadalso. Luego liberó al inocente, e hizo colgar en su lugar al posadero y a su hija. El gallo y la gallina resucitados se enjaularon y condujeron a la igle­sia donde se los cuidó con mimo hasta que murieron de viejos.
    Al mismo tiempo que la leyenda de la peregrinación se difundió la de la cruzada, que popularizó la orden de Los Caballeros de Santiago. En vísperas de una batalla contra los musulmanes que se libró en Clavijo, en 930, el rey Ramiro I de Asturias, como lo hiciera antes el emperador Constantino, vio aparecer en sueños al santo patrón de España, quien montado en un caballo blanco derrotó a los moros y los puso en fuga. Asistido por el santo Matamoros, Ramiro consiguió la victoria. Fue a partir de entonces que ¡Santiago! se convirtió en el grito de guerra de los ejércitos españoles.
CULTO
   Así, aunque no contase con prueba histórica alguna, Santiago el Mayor se convirtió en el santo nacional de España (lux et decus Hispaniae), y enseguida pasó a la categoría de los santos universales que en la Edad Media ve­neraba toda la cristiandad. En España se le dedicaron centenares de iglesias de las cuales, sólo en la diócesis de Compostela hay cincuenta y cinco.
   Su popularidad se funda en la peregrinación a Santiago de Compostela, que seguía en dignidad a la de Jerusalén y a la de Roma, y que rivalizaba con éxito con San Martín de Tours y con San Nicolás de Bari, y atraía multitu­des comparables a las de Lourdes en la actualidad.
   Todos los caminos conducían a Santiago. Como los Reyes Magos, a quienes guiara la estrella, los peregrinos sólo debían seguir la dirección de la Vía Láctea que señalaba la ruta de Compostela (Campus Stellae: el Campo de la Estrella). La geografía hagiográfica y monumental se abocó a precisar los itinerarios y las principales etapas de los peregrinos. Los franceses pasaban por Tours, Limoges, Conques, Blaye, o salían de Notre Dame du Puy para reunirse en el puerto de Roncesvalles. Los alemanes se daban cita en la abadía de Einsiedeln, en Suiza, y seguían la ruta por Ginebra, Lyon y Saint Gilles. Ya pacíficas, ya guerreras, estas cruzadas internacionales  tuvieron enorme influencia en la literatura de la Edad Media.
   En cada etapa los viajeros encontraron centros de hospedaje ya cogida: capillas, posadas y hospitales organizados por las cofradías de peregrinos de Santiago que pululaban en todos los países de Europa.
   Como la peregrinación a Galicia había sido lanzada por la orden borgoñona de Clun y cuyos abades llevaban en el blasón una concha de Santiago, y como los peregrinos procedentes del norte debían atravesar Francia por fuerza, no debe sorprender que Francia haya sido, después de España, el país donde el culto de Santiago adquirió la mayor extensión.
   En la catedral de Arras se veneraba la cabeza de Santiago (saint Jacques), que Carlos el Calvo habría traído desde Santiago de Compostela y donado a la abadía de Saint Vaast. En la catedral de Amiens existía un altar del mentón de Santiago, llamado así a causa de la reliquia del apóstol que se exponía en dicha basílica.
   París tenía al menos tres iglesias puestas bajo la advocación de Saint Jacques, patrón de los peregrinos (Apostolus Peregrinus): Saint Jacques l'Hopital, Saint Jacques la Boucherie (la Carnicería) de la cual sólo subsiste una torre, y Saint Jacques du Haut Pas, situada en la ribera izquierda del Sena, sobre el camino que a través de Orleans y Cléry, conducía a Galicia.
   Las iglesias dedicadas a Santiago abundan en todas las provincias francesas, se las encuentra en Dieppe, Lisieux, Compiegne, Saint Jacques des Guérets, cerca de Vendome, y Chatellerault, en Poitou. No obstante, no se puso bajo su advocación ninguna catedral. En la iglesia de Saint Pantaléon de Troyes se le dedicó una magnífica capilla.
   Los Países Bajos compartieron esta devoción. Basta recordar a la iglesia de Santiago, en Lieja, que pretendía poseer un brazo del apóstol, enviado a Bruselas desde Santiago de Compostela, y la iglesia de St. Jacques de Coudenberg, en la cima de la Montaña de la Corte, sobre la Plaza Real, al igual que las iglesias flamencas de Amberes, Brujas, Gante, Lovaina e Ypres. En Holanda, Santiago era el patrón de La Haya.
   Inglaterra se había asegurado la posesión de una mano del apóstol y el palacio real de Saint James, en Londres, fue edificado sobre el antiguo emplazamiento de un hospital dedicado a Santiago. A causa de la concha, que es su atributo, se esperaba su fiesta para comer las primeras ostras.
   Alemania pretendía poseer la otra mano de Santiago, una donación del emperador Enrique IV a la ciudad de Bremen, cuyos magistrados formularon la promesa de enviar un peregrino a Santiago de Compostela cada año, y hacerse cargo de los gastos. La devoción germánica al apóstol Santiago también está probada por la fundación de la basílica de Santiago de los Escoceses en Ratisbona y de la Jakobkirche de Rothenburgobder Tauber, en Franconia. También en los países de Europa meridional abundan las pruebas de la devoción a Santiago. En Portugal, San Thiago era el patrón de Coimbra. En Italia, las ciudades de Pesaro y Pistoia se encomendaban a San Giacomo que tenía iglesias puestas bajo esa advocación, generalmente acompañadas por un hospital, en Roma (San Giacomo del Colosseo, detrás del Coliseo, y San Giacomo degli Spagnuoli, sobre la plaza Navone), Bolonia, Venecia y Nápoles. El duque Juan Galeazo Visconti, en 1362 fundó en Milán el hospicio de San Giacomo de'Pellegrini, para recibir a los peregrinos que se dirigían a Santiago de Compostela o que regresaban de allí.
   Desde España, la devoción a Santiago pasó, como es natural, a las colonias de las Antillas y de América del Sur, como lo prueban los nombres de Santiago de Cuba y Santiago de Chile.
   Es patrón de los peregrinos y de los caballeros, que en la Edad Media constituían dos categorías extremadamente numerosas de fieles ambulantes y militantes. Santiago también era el santo a quien invocaban los agoni­zantes.
   Además, lo vindicaban como protector las corporaciones de farmacéuticos y droguistas y los sombrereros, a causa de su sombrero de peregrino, de ala ancha.
   Los enfermos lo invocaban para la curación del reumatismo y los fruticultores le agradecían la abundancia de las manzanas, cuyas primicias madura­ban para la fiesta de Santiago.
   El culto de Santiago alcanzó su apogeo en los siglos XIV y XV, para disminuir rápidamente a medida que decaía la popularidad de la peregrinación a Santiago de Compostela y el espíritu caballeresco de la cruzada, que eran sus mejores bases.
ICONOGRAFÍA
   Deben diferenciarse tres tipos iconográficos muy diferentes: el apóstol, el pe­regrino y el caballero.
A) El Apóstol (Apostolus)
   En los monumentos más antiguos Santiago está representado como apóstol. Cubierto con una toga y descalzo, lleva un rollo (volumen) del Nuevo Testamento.
   A veces se presenta entre dos troncos de árboles podados (Toulouse, Santiago de Compostela) o dos palmeras (Horas del Mariscal de Boucicaut).
   Sus atributos son la cruz primacial de doble travesaño, porque según la leyenda habría sido el primer arzobispo de España, y la espada con la cual fuera decapitado.
B) El Peregrino (Peregrinus)
   A causa de la influencia de la peregrinación a Santiago de Compostela, a partir del siglo XIII casi siempre Santiago fue representado con ropas de peregrino. En este caso está calzado, en vez de ir descalzo, como los apóstoles. Está tocado con un sombrero de ala ancha guarnecido de conchas, apoyado en un bordón, con el habitual equipaje de los peregrinos, con lo justo para comer y beber: el zurrón y la cantimplora.
   Se lo representa, ya de pie, ya sentado.
   Este tipo fue popularizado por las insignias de peregrinación de azabache (azabache compostelano) que los peregrinos traían desde Santiago de Compostela. Por un curioso fenómeno de contaminación iconográfica con los tipos de la Virgen de la Misericordia y de santa Úrsula, Santiago ha sido representado abrigando a los peregrinos bajo su manto protector.
C) Santiago Matamoros
   Un tercer tipo, más tardío, difundido por la cruzada de la Reconquista y la orden de Santiago, es el tipo ecuestre. Santiago está representado cargando en el aire sobre un caballo blanco, y derrotando a los moros en la batalla de Clavijo. En esta tercera encarnación aparece como «Matamoros».
   En España se ha producido una confusión entre Santiago Matamoros ecuestre y las imágenes del emperador Constantino triunfando sobre los paganos, tan frecuentes en las fachadas de las iglesias del Poitou y de Saintonges (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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