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viernes, 22 de julio de 2022

La Iglesia de Santa María Magdalena, en Dos Hermanas (Sevilla)

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte la Iglesia de Santa María Magdalena, en Dos Hermanas (Sevilla).     
     Hoy, 22 de julio, Memoria de Santa María Magdalena, que, liberada por el Señor de siete demonios, se convirtió en su discípula, siguiéndole hasta el monte Calvario, y en la mañana de Pascua mereció ser la primera en ver al Salvador retornando de la muerte y llevar a los otros discípulos el anuncio de la resurrección (s. I) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
     Y que mejor día que hoy, para ExplicArte la Iglesia de Santa María Magdalena, en Dos Hermanas (Sevilla).  
   La Iglesia de Santa María Magdalena se encuentra en la plaza de la Constitución, s/n; en Dos Hermanas (Sevilla).
     Iglesia de tres naves con crucero, edificada en el segundo tercio del siglo XVIII sobre otra anterior de tipo mudéjar de la que se conservan, en la actualidad ocultos tras las restauraciones de 1939, la estructura ojival del arco toral y de algunos de los arcos de las naves laterales. La nave central se cubre con bóveda de medio cañón con arcos fajones y lunetos; el crucero con bóveda semiesférica y las naves laterales con bóvedas de aristas. La portada principal se sitúa a los pies, encontrándose la torre a su derecha. A principios del siglo XIX la iglesia se remodeló profundamente, restaurándola en 1939 el arquitecto Gómez Millán.
     El gran retablo mayor se realizó entre 1741 y 1742, siendo sus autores Tomás Guisado el viejo y Miguel de Gálvez. El retablo procede del desaparecido con­vento de Carmelitas Descalzos de Carmona y presenta una superficie muy articulada. En las calles laterales, compartimentadas por estípites, aparecen esculturas del momento del retablo. En la cabecera de la nave izquierda se sitúa un retablo sin dorar de un solo cuerpo de la primera mitad del siglo XVIII con una imagen de candelero de la Virgen del Rosario del XIX. En el crucero, se halla un retablo de un solo cuerpo con hornacina central entre estípites realizado en el segundo cuarto del XVIII y que alberga una imagen moderna. En uno de los pilares se halla un retablo de un solo cuerpo con tres calles de mediados del XVIII con escul­turas, en los laterales, de San José y Santa Bárbara, de la época del retablo. En la hornacina central se sitúa una escultura de la Virgen de las Virtudes de Pedro Duque Cornejo de hacia 1740. En la capilla sacramental hay un reta­blo del segundo cuarto del XVIII que se ha relacionado con la producción de José Maestre y Tomás Guisado, con escultura, en las calles laterales, de San Juan Evangelista y San Antonio de Padua, y en el ático de San Francisco de Paula, todas de la época del retablo. En la hornacina central, reposa una escultura de la Virgen de Valme del siglo XIII que fue restaurada en 1894. En la capilla siguiente se localiza un retablo de tres calles separadas por estípites del segundo tercio del XVIII con esculturas de Jesús Cautivo, ejecutada en 1939 por Antonio Illanes, y de la Dolorosa, moderna.
     En la cabecera de la nave derecha, se halla un retablo sin dorar compañero al de idéntico emplazamiento de la otra nave y, como él, de la primera mitad del siglo XVIII. En el muro, cuelga un lienzo de la Aparición de la Virgen de Valme a San Fernando, pintado por Luis de Oñate en 1894. En el crucero se ubica un retablo de un solo cuerpo con hornacina central entre estípites, similar al frontal, con imagen moderna del Sagrado Corazón. Sobre el arco de ingreso a la capilla de Ánimas puede verse un lienzo de la Virgen del Rocío firmado y fechado en 1917 por García Rodríguez. En dicha capilla se encuentran un lienzo de las Ánimas del Purgatorio firmado y fechado en 1860 por Francisco Cabral Bejarano y un retablo de un cuerpo con tres calles separadas por columnas salomónicas del tercer tercio del XVII con una imagen moderna de candelero de la Dolorosa. En la capilla contigua, hay un retablo de mediados del XVIII, recompuesto en el tercer tercio del XIX con imágenes procesionales modernas.
     En la sacristía se encuentran dos lienzos de Cristo y la Samaritana y Cristo y la mujer adúlte­ra de finales del siglo XVII y un azulejo del XVIII con una alegoría eucarística. En el despacho parroquial hay que destacar un lienzo de Santa Ana, la Virgen y el Niño pintado por Juan de Espinal en el último tercio del XVIII. Entre los objetos de orfebrería debe mencionarse la cus­todia de hacia 1770 con el punzón del platero Cárdenas y una cruz de plata dorada con peana de cristal de roca de principios del XVII (Alfredo J. Morales, María Jesús Sanz, Juan Miguel Serrera y Enrique Valdivieso. Guía artística de Sevilla y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2004).
  Espacioso edificio de tres naves, con crucero y capillas adosadas. En el hastial, la portada, y a su costado la torre. El orden toscano impone norma y severidad expresiva a un bello conjunto enjalbegado, que pertenece en sus elementos originarios al segundo tercio del siglo XVIII, en su mayor parte.
     Durante la revolución de julio de 1936, se incendió el templo, apareciendo una ojiva cubierta por el arco toral que comunica el crucero con la nave central y el aparejo de dos arcadas en los ingresos de la capilla sacramental y la frontera, al parecer también ojivales, reconstruidas en forma semicircular. Ello abonaría por una obra probablemente mudejárica, sustituida luego por la iglesia barroca actual. La orientación de la iglesia, este-oeste, según costumbre medieval asociada a las edificaciones sagradas y poco frecuente en la Edad Moderna, sería otro dato a favor de dicha hipótesis.
     El año 1939, bajo la dirección del arquitecto D. Aurelio Gómez Millán, se llevó a cabo la reconstrucción del templo, respetando su disposición en planta y alzado, e introduciendo algunas novedades (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     Su antigüedad no consta, si bien fue remodelada en el siglo XVIII con intervención del Maestro Pedro Benítez y la colaboración del Maestro local Juan López, y restaurada en 1940 según proyecto del Arquitecto Aurelio Gómez Millán. En ella se conserva la imagen de Nuestra Señora de Valme (siglo XIII), juntamente con los restos del Pendón de Ab-Xataf, último Rey moro de Sevilla. Existen imágenes y cuadros de interés, destacando entre las primeras la Virgen de las Virtudes (Escuela de Duque Cornejo), la Divina Pastora (Montes de Oca), Santa María Magdalena (Álvarez Duarte), Redentor Cautivo (Antonio Illanes), San Pedro (Buiza), etc. Entre los cuadros encontramos obras de Juan de Espinal (Santa Ana), García Ramos (Virgen del Rocío), Cabral Bejarano (Ánimas),pinturas de Escuela Italiana del siglo XVIII del período romántico de la Pintura Sevillana (San Fernando ante la Virgen de Valme) y frescos de Braulio Ruiz Sánchez decorando la Capilla del Sagrario (Ayuntamiento de Dos Hermanas).
     Se trata de un amplio templo de antigüedad no documentada, que fue ampliamente remodelado bajo la estética del barroco entre los años 1733 y 1765. En el siglo XX, y durante violentos incidentes ocurridos en 1936, la iglesia sufrió importantes daños debido a los efectos de un incendio provocado, por lo que hubo de ser reconstruido posteriormente.
     Su reconstrucción se llevó a cabo en el año 1939 bajo la dirección del arquitecto sevillano Aurelio Gómez Millán, en una intervención que respetó su anterior composición, tanto en planta como en alzado, aún cuando le fueron introducidas algunas modificaciones. En la ejecución de las obras intervino el maestro Pedro Benítez y la colaboración del maestro local Juan López. 
   En su interior se conserva la imagen de la Virgen de Valme, obra del siglo XIII, junto con los restos del pendón de Ab-Xataf, último rey musulmán de Sevilla. Existen imágenes y cuadros de interés, destacando entre las primeras la Virgen de las Virtudes (escuela de Duque Cornejo), la Divina Pastora (Montes de Oca), Santa María Magdalena (Álvarez Duarte), Redentor Cautivo (Antonio Illanes), San Pedro (Buiza), etc.
     Entre los cuadros encontramos obras de Juan de Espinal (Santa Ana), García Ramos (Virgen del Rocío), Cabral Bejarano (Animas), pinturas de escuela italiana del siglo XVIII y del período romántico de la pintura sevillana (San Fernando y la Virgen de Valme) y frescos de Braulio Ruiz Sánchez decorando la capilla del Sagrario (Turismo de la Provincia de Sevilla).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de Santa María Magdalena, discípula del Señor;
LEYENDA
   La primera pregunta que se plantea a propósito de María de Magdala, la Magdalenense, que con el tiempo se convirtió en la Magdalena, es saber si se trata de la pecadora anónima de quien habla el Evangelio según san Lucas (7: 37), o si es María de Betania, hermana de Marta y de Lázaro. Es lo que se denomina el problema de las tres Marías.
   Los teólogos han publicado numerosas disertaciones acerca de este tema: De tribus aut unica Magdalena sin que llegaran a ponerse de acuerdo. Bossuet creía en tres Magdalenas, y efectivamente, parece que la Magdalena santificada por la Iglesia sea una amalgama de tres personalidades diferentes que la leyenda fundió en una sola.
   Lo que sí es seguro es que no pertenece a la casta legión de las vírgenes ni a la de las mártires. Un sermón del  siglo XIII habla de la doncella santa Magdalena, pero aclarando: quae non virgo, sed puella dici potest.
   Ya hemos hablado a propósito de la iconografía de Cristo, de las escenas en las que Magdalena (una o trina) se encuentra en relación con Jesús. Limitémonos a recordarlas brevemente.
   Aparece por primera vez en la Comida en casa de Simón el leproso (o el fariseo), donde unge con preciosos perfumes los pies de Cristo y los seca con sus cabellos.
   Desde entonces se apega al maestro que ha elegido y lo recibe junto a su hermana Marta en su casa de Betania. Ambas obtienen del taumaturgo la resurrección de su hermano Lázaro.
   Asiste a la Crucifixión y Jesús la favorece con su primera Aparición, pero conminándola a no tocarle (Noli me tangere), aunque algo más tarde invite a Santo Tomás a palpar la herida de su costado.
   ¿En qué se convierte ella después de la Ascensión de Cristo?
   Según la versión greco-oriental, se habría retirado con la Virgen y san Juan en Éfeso, donde murió, para que luego sus reliquias fueran transportadas a Constantinopla.
   De acuerdo con otra leyenda forjada en Borgoña en el transcurso del siglo XI y cuyo objeto era justificar la presencia y la autenticidad de las reliquias de santa Magdalena en la iglesia de peregrinación de Vézelay, María Magdalena se habría embarcado junto a su hermana Marta y su resucitado hermano Lázaro, en compañía del obispo Maximino y de las santas Marías, en una barca sin vela ni timón que llegó hasta las costas de Provenza, o al puerto de Marsella. Después de haber convertido a la fe cristiana al príncipe pagano del lugar, se retiró para hacer penitencia en las soledades de la Sainte Baume, es decir, la santa gruta, donde vivió aún treinta años más. En ese lugar se muestra una fuente alimentada por sus lágrimas. Todos los días los ángeles la arrebataban al Paraíso para hacerle oír un concierto ce­lestial. Cuando estuvo a punto  de morir, la transportaron hasta Aix en Provence, donde san Maxirnino le administró la última comunión.
   Todo ese suplemento provenzal de la penitencia de María Magdalena en Sainte Baume fue copiado de la leyenda de santa María Egipcíaca, de manera que Magdalena, que ya en los primeros tiempos del cristianismo estaba compuesta por tres personas diferentes, en la Edad Media se transformó en una amalgama de cuatro mujeres diferentes, puesto que la Magdalena provenzal sería una religiosa del siglo VIII, llamada sor santa Magdalena, quien, después de la destrucción de su convento por los sarracenos, habría vivido diecisiete años en la gruta de Sainte Baume y habría muerto en Saint Maximin.
   Los monjes borgoñones de Vézelay no forjaron esta novela en beneficio del santuario provenzal de Saint Maximin, como se puede imaginar, sino que, junto con ella, difundieron el rumor del traslado a Borgoña de las reliquias de santa Magdalena. Los provenzales protestaron contra ese rapto imaginario. En 1279 hicieron saber que el príncipe Carlos de Salerno, que además era conde de Provenza, había sido gratificado con una aparición de santa Magdalena, en cuyo transcurso ésta le reveló que su cuerpo nunca había abandonado Saint Maximin, y que por temor a los piratas sarracenos, se lo ha­bía sustituido en la tumba por los restos de san Cedonio de Lindisfarne, cuyas reliquias habían sido llevadas a Aix por los monjes irlandeses de Lérins; y que eran esos huesos, infinitamente menos preciosos, los que se habían llevado a su tierra los borgoñones.
   Después de esta revelación, Carlos de Salerno hizo abrir la tumba de la santa y allí encontró, como por azar, el nombre de Magdalena escrito por el propio san Maximino sobre un trozo de corteza. Todos los desvergonzados alegatos de los monjes de Vézelay se derrumbaron en el acto. Y los peregrinos, desengañados, abandonaron Vézelay para regresar a la gruta de la Sainte Baume, de nuevo centro de culto y veneración de la santa. Esta guerra de monjes a golpes de falsificación, que buscaba asegurarse la explotación de los huesos de una santa ficticia, oscurece las bases de la devoción medieval; pero pese a todo le debemos las admirables iglesias de Saint Maximin y de Vézelay, lo cual no es poco.
CULTO
   Aunque la historicidad de santa Magdalena sea tan indemostrable como la de Santa María Egipcíaca, Thais y Pelagia, es, con gran ventaja, la más po­pular de todas las pecadoras arrepentidas y santificadas. Dicha popularidad se debe a que se le atribuyó haber conocido, amado y servido a Jesús, quien habría tenido por ella la misma predilección que por san Juan.
   En la Edad Media se la llamaba la muy santa Señorita pecadora e incluso, la bienaventurada  amante de Cristo (beata Dilectrix Christi). Y se la veneraba como un modelo de penitencia.
Lugares de culto
   En Francia, los dos centros principales del culto de santa Magdalena eran Provenza y Borgoña, o más precisamente, la gruta de la Sainte Baume, cerca de Saint Maximin y la acrópolis cluniacense de Vézelay. Se contaba que las reliquias habían sido llevadas a Vézelay por Girard de Roussillon, cuñado de Carlomagno, en el siglo IX. Los acólitos del Tour de Francia siempre se detenían al pasar frente a la gruta de la Sainte Baume.
   Como centros secundarios pueden citarse Marsella, en Provenza, y Vernon y Vemecuil, en Normandía.
   La Iglesia de Sainte Madeleine, en París, pretendía poseer un fragmento de la piel de su frente retirado en el sitio donde la tocara Cristo resucitado. En el siglo XVIII se puso bajo su advocación otra iglesia en el barrio de LaVille l'Évèque, que Napoleón transformó en Templo de la Gloria y que Luis XVIII devolvió al culto católico y consagró a la memoria de Luis XVI. La pecadora arrepentida, en los tiempos de la Restauración se convirtió en el símbolo de Francia arrepentida del martirio de su rey.
   Desde Provenza, el culto de santa Magdalena pasó a Italia, gracias a los príncipes de la Casa de Anjou, que también eran condes de Provenza y reyes de Nápoles. Se la veneraba muy especialmente en Sinigaglia, cerca de Ancona. En Inglaterra hay  numerosas iglesias puestas bajo su advocación. Y en Alemania, hacia 1215 se creó la orden de las penitentes de Santa María Magdalena
Patronazgos
   Los patronazgos de santa Magdalena eran extremadamente numerosos.
   En memoria de los preciosos perfumes con que ungiera los pies de Cristo en casa de Simón el leproso, o el fariseo, es la patrona de los perfumeros. Raban Maur la llama la devota perfumadora de Jesucristo.
   Por la misma razón la reivindican los fabricantes de guantes, porque la gente elegante en la Edad Media, y hasta el siglo XVI, usaba guantes perfumados con benjuí o franchipán. A este título se la ha representado con guantes, incluso al pie de la Cruz.
   A causa de la forma del vaso de perfumes, que se asemeja a un aguamanil, en Chartres era la santa patrona de los aguadores, quienes le dedicaron una vidriera en la catedral.
   Sus cabellos rubios que enjugaron los pies de Jesucristo, la hicieron elegir como patrona por los peluqueros y los peinadores.
   Los hortelanos, porque no olvidaron que después de la Resurrección, Cristo se le apareció con el aspecto de un hortelano.
   Los presos recurrían a su intercesión. Una vez liberados, iban a colgar sus cadenas ante su tumba, a la manera de un exvoto.
   Pero sobre todo, ella era la patrona de las mujeres arrepentidas o prostituta confiadas a una orden de religiosas que en Italia se llamaban las Donne Convertite della Maddalena, y en Francia, con mayor brevedad y gentile­za, las Madelonnettes. Auténtico espejo de la penitencia (speculum poenitentiae), ella, como dijo santa Brígida, había lavado todas sus faltas en los «arroyos de sus lágrimas». Además, era el refugio de las pecadoras a quienes su ejemplo animaba a no perder la fe en la salvación. A las vírgenes ne­cias, que desgraciadamente ignoraban el latín, dirigía esta exhortación inscrita en una filacteria: «Ne desperetis vos,qui peccare soletis: exemploquc meo vos reparate Deo.»
   Un predicador,cuando se dirigía a sus parroquianas, las exhortaba a seguir el ejemplo de esta santa, quien se había redimido mediante la penitencia de sus pecados de juventud: «Mujeres mundanas, y acaso voluptuosas, apren­ded a volver de vuestros extravíos igual que la Magdalena.»
   En el Tirol, el nombre de pila Magdalena se daba a las hijas naturales, nacidas fuera del matrimonio.
   No era una santa curadora. No obstante, su almohada de piedra de la gruta de la Sainte Baume, que se conserva en la abadía de Saint Víctor de Marsella, se consideraba eficaz para curar la fiebre.
   A diferencia de muchas santas que se eclipsaron después de la Reforma, su persistente popularidad en el siglo XVII está probada por una abundante literatura magdalenense en prosa y en verso. Los poetas devotos rimaron Magdaleidas y Magdalíadas, según los modelos de la Ilíada o de la Francíada.
   Fue celebrada por el austero cardenal de Bérulle, fundador del Oratorio, como la amante mística  cuyo corazón fue a fundirse a los pies de Jesús como una bola de nieve al sol.
   No obstante, la Iglesia de París se dejó ganar por el escepticismo de los teólogos del Siglo de las Luces que ya no aceptaban la identidad de la pecadora de Magdala con la hermana de Marta y de Lázaro. El Breviario del cardenal de Noailles establece dos fechas diferentes, una el 19 de enero, para María de Betania, y la otra el 22 de julio para María Magdalena.
ICONOGRAFÍA
   Las características y los atributos de santa Magdalena permiten reconocer­la fácilmente, aunque a veces pueda confundírsela con santa María Egipcíaca, quien le ha copiado ciertos rasgos de su leyenda. Así, por ejemplo, la larga cabellera suelta que le sirve de vestido en la Sainte Baume, la tiene en común con la cortesana penitente de la Tebaida.
   Su atributo más antiguo, típico y constante es el vaso de perfumes de alabastro u orfebrería, cuyo contenido esparce sobre los pies de Jesucristo, o el que llevara al Santo Sepulcro con las otras dos Santas Mujeres. Dicho vaso está cerrado, pero a veces ella levanta la tapa.
   Su vestimenta varía naturalmente, según se la represente antes o después de la penitencia. En su período de vida mundana, se exhibe con ropas de cortesana (in habitu meretricio). En el rico atavío que le concediera la puesta en escena de los autos sacramentales o teatro de los Misterios, llevaba un peinado llamativo, pendientes en las orejas, mangas cuchilladas y guantes, que el Maestro de Colonia del retablo de san Bartolomé, le hace llevar incluso al pie de la Cruz.
   Retirada en la Sainte Baume, se la ve acostada  y semidesnuda o vestida sólo con el manto dorado de su largo pelo rubio, de manera que a pesar de la calavera ante la cual medita, generalmente resulta menos casta en penitencia que en sus extravíos. A partir del Renacimiento, la mayoría de los pintores encontraron en el tema de Magdalena, desprovisto de todo carácter religioso, un pretexto para excitar la hastiada sensualidad de los lectores de La Religiosa de Diderot, o las Memorias eróticas de Casanova (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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