Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero

Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero, para conmemorar los 800 años de la Torre del Oro

   Otra Experiencia con ExplicArte Sevilla :     La intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla" , presentado por Ch...

viernes, 22 de julio de 2022

Un paseo por la plaza de la Magdalena

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la plaza Alameda de Hércules, de Sevilla, dando un paseo por ella.
     Hoy, 22 de julio, Memoria de Santa María Magdalena, que, liberada por el Señor de siete demonios, se convirtió en su discípula, siguiéndole hasta el monte Calvario, y en la mañana de Pascua mereció ser la primera en ver al Salvador retornando de la muerte y llevar a los otros discípulos el anuncio de la resurrección (s. I) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
   Y que mejor día que hoy, para ExplicArte la plaza de la Magdalena, de Sevilla, dando un paseo por ella.  
   La plaza de la Magdalena es, en el Callejero Sevillano, una vía que se encuentra en el Barrio de la Alfalfa, del Distrito Casco Antiguo, entre las calles O'Donnell, José de Velilla, Rioja, Méndez Núñez, San Pablo, Pedro Campaña, Murillo, y Josefa Reina Puerto.
   La plaza responde a un tipo de espacio urbano más abierto, menos lineal, excepción hecha de jardines y parques. La tipología de las plazas, sólo las del casco histórico, es mucho más rica que la de los espacios lineales; baste indicar que su morfología se encuentra fuertemente condicionada, bien por su génesis, bien por su funcionalidad, cuando no por ambas simultáneamente. Con todo, hay elocuentes ejemplos que ponen de manifiesto que, a veces, la consideración de calle o plaza no es sino un convencionalismo, o una intuición popular, relacionada con las funciones de centralidad y relación que ese espacio posee para el vecindario, que dignifica así una calle elevándola a la categoría de la plaza, siendo considerada genéricamente el ensanche del viario.
     La vía, en este caso una plaza, está dedicada a la desaparecida iglesia que se encontraba ubicada en el mismo solar.
     El topónimo actual debió usarse ya muy probablemente desde el s. XIII, en que se establece la parroquia, aunque en la segunda mitad del s. XV se conocía también como plaza de la Iglesia. En 1866 se rotuló como plaza del Pacífico, en homenaje a la campaña que la escuadra española protagonizaba en aquellos años en aguas americanas. Ese nombre se sustituyó en 1936 por el de General Franco (1892-1975), que ese año encabezaba el levantamiento militar y luego sería Jefe de Estado. En 1980 volvió a recupe­rar el de plaza de la Magdalena, denomina­ción que, a pesar de los cambios oficiales, había estado vigente a lo largo de los siglos en el uso popular.
     El espacio actual es resultado de una amplia operación urbanística realizada entre los años 1840 y 1850, sobre la antigua plaza y el solar de la vieja parroquia. El templo derribado bajo la dominación francesa, se comenzó a reconstruir en 1816, abandonándose definitivamente en 1840. Tras la demolición de lo reconstruido, se puso en marcha el proyecto de ensanche y remodelación de la zona. La ordenación del perímetro de la plaza se hizo prolongando la actual José de Velilla y formando una nueva manzana que enrasaba ese lado con el final de la actual Rioja. El reciente ensanche de la calle Josefa Reina Puerto ha contribuido a cambiar la perspectiva de la plaza, que aparece más despejada de lo que fue antaño. En el centro del espacio se trazó un paseo elíptico, que en un principio se concibió como elevado pero que finalmente se dejó al nivel del acerado. Se completaba con bancos, árboles y una interesante fuente central, fechada en 1844, que venía a sustituir a otra que se nutría de los Caños de Carmona y que al menos desde el s. XVI suministraba agua a toda la zona de San Pablo. La fuente se hizo, al parecer, con restos de otras, probablemente procedentes de la Alameda  de Hércules, y en su basamento se emplearon mármoles del viejo palacio arzobispal de Umbrete. El proyecto recoge que la figura central "representa a una mujer vestida a la griega con una corona de laurel en la mano izquierda", tal como puede verse actualmente.
     Este trazado romántico se alteró por un proyecto de 1882, que contemplaba la creación de amplias aceras laterales, para facilitar el tránsito peatonal, y la sustitución de los naranjos y otros árboles por palmeras, tam­bién la eliminación de los cuatro puntos de agua que habían dado carácter a la plaza y que ponderó el barón de Davillier en su viaje a Sevilla: "La plaza de la Magdalena, con sus puestos de agua, es una de las más pintorescas y más animadas de Sevilla. Los puestos de agua con pequeñas tiendas del mismo género que los acquaioli napolitanos, donde venden refrescos de todas clases por poco precio" En la actualidad conserva ese trazado de mediados del siglo pasado, rectangular y espacioso. Varias alineaciones parciales, consecuencia de derribos, han ido acentuando su rectitud en los últimos años. Posee también una amplia zona central, con la mencionada fuente, palmeras, frondosos naranjos y bancos de fundición. Hay noticias históricas de su empedrado desde 1578. Se adoquinó en 1876. Más tarde (1917) se la dota de "adoquín  pequeño rejuntado con asfalto", y en 1921 de "asfalto comprimido". Hoy su pavimento es de chino lavado, losas de Tarifa y losetas en la parte central, y de asfalto en las calzadas laterales, con aceras de losetas. En el siglo pasado era uno de los puntos mejor iluminados de la ciudad, con unos "candelabros"  de gas  instalados en 1862 que se encendían sobre todo en las noches veraniegas. En la actualidad tiene bellas farolas de pie de diseño decimonónico en el paseo central, y báculos metálicos adosados a las fachadas de las casas.
     El caserío de la plaza ha sufrido una de las más radicales transformaciones del centro histórico de Sevilla, hasta el punto de alterar sustancialmente, a partir de la década de los 60, la bella fisonomía de este espacio. Los viejos edificios de la segunda mitad del XIX han sido íntegramente sustituidos por otros de reciente construcción, de cuatro y cinco plantas, con funciones exclusivamente comerciales y mercantiles y fachadas de diseño rectilíneo y dudoso gusto  El de más interés arquitectónico es el de la esquina con San Pablo, obra racionalista de Rafael Arévalo Carrasco (1938) conocida popularmente en Sevilla como "Cabo Persianas", por hacer esquina y tratarse de uno de los primeros edificios sevillanos construidos sin balcones. En el XVI se hacían allí almonedas, que se prohibieron en los días festivos. A principios del XVIII se vendía también carbón, y en 1828 se solicita la instalación de "cajones" o puestos para la venta del pan, hortalizas, recova, etc. La vida de la plaza gravitaba en torno a la parroquia, que tenía su cementerio junto a sus muros, y una casa de niñas huérfanas instalada allí desde finales del XVI. Más tarde, después de mediados del XIX, se convirtió este lugar en uno de los puntos más elegantes de la ciudad, muy frecuentado como paseo nocturno, con sus puestos de agua, la parada de carruajes de alquiler y las famosas fondas de Madrid y de París, dos establecimientos hoteleros de gran nombre. En el paseo central se daban serenatas a cargo de bandas de música. Desde finales del XIX tuvo paradas de tranvías y gran trasiego de gente. Como espacio noble, desfilaron por él cabalgatas, entierros de la sardina y procesiones cívicas y religiosas. En la actualidad cumple una función eminentemente mercantil y comercial (bancos, grandes almacenes, tiendas y oficinas). La parte central está en buena parte ocupada por un quiosco de prensa, un puesto de flores, cabinas telefónicas y tenderetes provisionales de venta ambulante (objetos de cuero, metal etc.) que agobian notablemente este espacio y lo convierten en un lugar incómodo. Hay un continuo trasiego de coches y de peatones, acentuado por las paradas de autobuses. En las horas comerciales es un lugar bullicioso y agitado. 
   En la antigua parroquia de la Magdalena, construida en el s. XIII, estuvo enterrado el imaginero Martínez Montañés, como reza una lápida situada en una de las fachadas. En esta plaza sitúa el poeta Antonio Machado su recuerdo infantil de la caña de azúcar, que relata bellamente en Los complementarios: "No recuerdo bien en qué época del año se acostumbra en Sevilla a comprar a los niños caña de azúcar, cañas dulces, que dicen de paisanos. Mas sí recuerdo que, siendo yo niño, a mis seis o siete años, estábamos una mañana de sol sentado, en compañía de mi abuela, en un banco de la Plaza de la Magdalena, y que tenia una caña dulce en la mano. No lejos de nosotros, pasaba otro niño con su madre. Llevaba también una caña de azúcar. Yo pensaba: la mía es mucho mayor. Recuerdo bien cuán seguro estaba yo de esto. Sin embargo, pregunté a mi abuela: ¿no es verdad que mi caña es mayor que la de ese niño?. Yo no dudaba de una contestación afirmativa. Pero mi abuela no tardó en responder, con un acento de verdad y de cariño, que no olvidaré nunca: al contrario. hijo mío, la de ese niño es mucho mayor que la tuya.
     Parece imposible que este trivial suceso haya tenido tanta influencia en mi vida. To­do lo que soy -bueno y malo-, cuanto hay en mí de reflexión y de fracaso, lo debo al recuerdo de mi caña dulce.
     Escrita esta nota pregunto a mi madre por la época del año en que los niños de Sevilla chupan la caña de azúcar. Es en Pascua -me dijo- en la época de las batatas y los peros. También caigo ahora en que las cañas de azúcar deben venderse y chuparse en muchas localidades de España. Pero la Sevilla de mis recuerdos estaba fuera del mapa y del calendario" [Rogelio Reyes Cano, en Diccionario histórico de las calles de Sevilla, 1993]. 
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de Santa María Magdalena, discípula del Señor;
LEYENDA
   La primera pregunta que se plantea a propósito de María de Magdala, la Magdalenense, que con el tiempo se convirtió en la Magdalena, es saber si se trata de la pecadora anónima de quien habla el Evangelio según san Lucas (7: 37), o si es María de Betania, hermana de Marta y de Lázaro. Es lo que se denomina el problema de las tres Marías.
   Los teólogos han publicado numerosas disertaciones acerca de este tema: De tribus aut unica Magdalena sin que llegaran a ponerse de acuerdo. Bossuet creía en tres Magdalenas, y efectivamente, parece que la Magdalena santificada por la Iglesia sea una amalgama de tres personalidades diferentes que la leyenda fundió en una sola. 
   Lo que sí es seguro es que no pertenece a la casta legión de las vírgenes ni a la de las mártires. Un sermón del  siglo XIII habla de la doncella santa Magdalena, pero aclarando: quae non virgo, sed puella dici potest.
   Ya hemos hablado a propósito de la iconografía de Cristo, de las escenas en las que Magdalena (una o trina) se encuentra en relación con Jesús. Limitémonos a recordarlas brevemente.
   Aparece por primera vez en la Comida en casa de Simón el leproso (o el fariseo), donde unge con preciosos perfumes los pies de Cristo y los seca con sus cabellos.
   Desde entonces se apega al maestro que ha elegido y lo recibe junto a su hermana Marta en su casa de Betania. Ambas obtienen del taumaturgo la resurrección de su hermano Lázaro.
   Asiste a la Crucifixión y Jesús la favorece con su primera Aparición, pero conminándola a no tocarle (Noli me tangere), aunque algo más tarde invite a Santo Tomás a palpar la herida de su costado.
   ¿En qué se convierte ella después de la Ascensión de Cristo?
   Según la versión greco-oriental, se habría retirado con la Virgen y san Juan en Éfeso, donde murió, para que luego sus reliquias fueran transportadas a Constantinopla.
   De acuerdo con otra leyenda forjada en Borgoña en el transcurso del siglo XI y cuyo objeto era justificar la presencia y la autenticidad de las reliquias de santa Magdalena en la iglesia de peregrinación de Vézelay, María Magdalena se habría embarcado junto a su hermana Marta y su resucitado hermano Lázaro, en compañía del obispo Maximino y de las santas Marías, en una barca sin vela ni timón que llegó hasta las costas de Provenza, o al puerto de Marsella. Después de haber convertido a la fe cristiana al príncipe pagano del lugar, se retiró para hacer penitencia en las soledades de la Sainte Baume, es decir, la santa gruta, donde vivió aún treinta años más. En ese lugar se muestra una fuente alimentada por sus lágrimas. Todos los días los ángeles la arrebataban al Paraíso para hacerle oír un concierto ce­lestial. Cuando estuvo a punto  de morir, la transportaron hasta Aix en Provence, donde san Maximino le administró la última comunión.
   Todo ese suplemento provenzal de la penitencia de María Magdalena en Sainte Baume fue copiado de la leyenda de santa María Egipcíaca, de manera que Magdalena, que ya en los primeros tiempos del cristianismo estaba compuesta por tres personas diferentes, en la Edad Media se transformó en una amalgama de cuatro mujeres diferentes, puesto que la Magdalena provenzal sería una religiosa del siglo VIII, llamada sor santa Magdalena, quien, después de la destrucción de su convento por los sarracenos, habría vivido diecisiete años en la gruta de Sainte Baume y habría muerto en Saint Maximin.
   Los monjes borgoñones de Vézelay no forjaron esta novela en beneficio del santuario provenzal de Saint Maximin, como se puede imaginar, sino que, junto con ella, difundieron el rumor del traslado a Borgoña de las reliquias de santa Magdalena. Los provenzales protestaron contra ese rapto imaginario. En 1279 hicieron saber que el príncipe Carlos de Salerno, que además era conde de Provenza, había sido gratificado con una aparición de santa Magdalena, en cuyo transcurso ésta le reveló que su cuerpo nunca había abandonado Saint Maximin, y que por temor a los piratas sarracenos, se lo ha­bía sustituido en la tumba por los restos de san Cedonio de Lindisfarne, cuyas reliquias habían sido llevadas a Aix por los monjes irlandeses de Lérins; y que eran esos huesos, infinitamente menos preciosos, los que se habían llevado a su tierra los borgoñones.
   Después de esta revelación, Carlos de Salerno hizo abrir la tumba de la santa y allí encontró, como por azar, el nombre de Magdalena escrito por el propio san Maximino sobre un trozo de corteza. Todos los desvergonzados alegatos de los monjes de Vézelay se derrumbaron en el acto. Y los peregrinos, desengañados, abandonaron Vézelay para regresar a la gruta de la Sainte Baume, de nuevo centro de culto y veneración de la santa. Esta guerra de monjes a golpes de falsificación, que buscaba asegurarse la explotación de los huesos de una santa ficticia, oscurece las bases de la devoción medieval; pero pese a todo le debemos las admirables iglesias de Saint Maximin y de Vézelay, lo cual no es poco.
CULTO
   Aunque la historicidad de santa Magdalena sea tan indemostrable como la de Santa María Egipcíaca, Thais y Pelagia, es, con gran ventaja, la más po­pular de todas las pecadoras arrepentidas y santificadas. Dicha popularidad se debe a que se le atribuyó haber conocido, amado y servido a Jesús, quien habría tenido por ella la misma predilección que por san Juan.
   En la Edad Media se la llamaba la muy santa Señorita pecadora e incluso, la bienaventurada  amante de Cristo (beata Dilectrix Christi). Y se la veneraba como un modelo de penitencia.
Lugares de culto
   En Francia, los dos centros principales del culto de santa Magdalena eran Provenza y Borgoña, o más precisamente, la gruta de la Sainte Baume, cerca de Saint Maximin y la acrópolis cluniacense de Vézelay. Se contaba que las reliquias habían sido llevadas a Vézelay por Girard de Roussillon, cuñado de Carlomagno, en el siglo IX. Los acólitos del Tour de Francia siempre se detenían al pasar frente a la gruta de la Sainte Baume.
   Como centros secundarios pueden citarse Marsella, en Provenza, y Vernon y Vemecuil, en Normandía.
   La Iglesia de Sainte Madeleine, en París, pretendía poseer un fragmento de la piel de su frente retirado en el sitio donde la tocara Cristo resucitado. En el siglo XVIII se puso bajo su advocación otra iglesia en el barrio de LaVille l'Évèque, que Napoleón transformó en Templo de la Gloria y que Luis XVIII devolvió al culto católico y consagró a la memoria de Luis XVI. La pecadora arrepentida, en los tiempos de la Restauración se convirtió en el símbolo de Francia arrepentida del martirio de su rey.
   Desde Provenza, el culto de santa Magdalena pasó a Italia, gracias a los príncipes de la Casa de Anjou, que también eran condes de Provenza y reyes de Nápoles. Se la veneraba muy especialmente en Sinigaglia, cerca de Ancona. En Inglaterra hay  numerosas iglesias puestas bajo su advocación. Y en Alemania, hacia 1215 se creó la orden de las penitentes de Santa María Magdalena.
Patronazgos
   Los patronazgos de santa Magdalena eran extremadamente numerosos.
   En memoria de los preciosos perfumes con que ungiera los pies de Cristo en casa de Simón el leproso, o el fariseo, es la patrona de los perfumeros. Raban Maur la llama la devota perfumadora de Jesucristo.
   Por la misma razón la reivindican los fabricantes de guantes, porque la gente elegante en la Edad Media, y hasta el siglo XVI, usaba guantes perfumados con benjuí o franchipán. A este título se la ha representado con guantes, incluso al pie de la Cruz.
   A causa de la forma del vaso de perfumes, que se asemeja a un aguamanil, en Chartres era la santa patrona de los aguadores, quienes le dedicaron una vidriera en la catedral.
   Sus cabellos rubios que enjugaron los pies de Jesucristo, la hicieron elegir como patrona por los peluqueros y los peinadores.
   Los hortelanos, porque no olvidaron que después de la Resurrección, Cristo se le apareció con el aspecto de un hortelano.
   Los presos recurrían a su intercesión. Una vez liberados, iban a colgar sus cadenas ante su tumba, a la manera de un exvoto.
   Pero sobre todo, ella era la patrona de las mujeres arrepentidas o prostituta confiadas a una orden de religiosas que en Italia se llamaban las Donne Convertite della Maddalena, y en Francia, con mayor brevedad y gentile­za, las Madelonnettes. Auténtico espejo de la penitencia (speculum poenitentiae), ella, como dijo santa Brígida, había lavado todas sus faltas en los «arroyos de sus lágrimas». Además, era el refugio de las pecadoras a quienes su ejemplo animaba a no perder la fe en la salvación. A las vírgenes ne­cias, que desgraciadamente ignoraban el latín, dirigía esta exhortación inscrita en una filacteria: «Ne desperetis vos,qui peccare soletis: exemploquc meo vos reparate Deo.»
   Un predicador,cuando se dirigía a sus parroquianas, las exhortaba a seguir el ejemplo de esta santa, quien se había redimido mediante la penitencia de sus pecados de juventud: «Mujeres mundanas, y acaso voluptuosas, apren­ded a volver de vuestros extravíos igual que la Magdalena.»
   En el Tirol, el nombre de pila Magdalena se daba a las hijas naturales, nacidas fuera del matrimonio.
   No era una santa curadora. No obstante, su almohada de piedra de la gruta de la Sainte Baume, que se conserva en la abadía de Saint Víctor de Marsella, se consideraba eficaz para curar la fiebre.
   A diferencia de muchas santas que se eclipsaron después de la Reforma, su persistente popularidad en el siglo XVII está probada por una abundante literatura magdalenense en prosa y en verso. Los poetas devotos rimaron Magdaleidas y Magdalíadas, según los modelos de la Ilíada o de la Francíada.
   Fue celebrada por el austero cardenal de Bérulle, fundador del Oratorio, como la amante mística  cuyo corazón fue a fundirse a los pies de Jesús como una bola de nieve al sol.
   No obstante, la Iglesia de París se dejó ganar por el escepticismo de los teólogos del Siglo de las Luces que ya no aceptaban la identidad de la pecadora de Magdala con la hermana de Marta y de Lázaro. El Breviario del cardenal de Noailles establece dos fechas diferentes, una el 19 de enero, para María de Betania, y la otra el 22 de julio para María Magdalena.
ICONOGRAFÍA
   Las características y los atributos de santa Magdalena permiten reconocer­la fácilmente, aunque a veces pueda confundírsela con santa María Egipcíaca, quien le ha copiado ciertos rasgos de su leyenda. Así, por ejemplo, la larga cabellera suelta que le sirve de vestido en la Sainte Baume, la tiene en común con la cortesana penitente de la Tebaida.
   Su atributo más antiguo, típico y constante es el vaso de perfumes de alabastro u orfebrería, cuyo contenido esparce sobre los pies de Jesucristo, o el que llevara al Santo Sepulcro con las otras dos Santas Mujeres. Dicho vaso está cerrado, pero a veces ella levanta la tapa.
   Su vestimenta varía naturalmente, según se la represente antes o después de la penitencia. En su período de vida mundana, se exhibe con ropas de cortesana (in habitu meretricio). En el rico atavío que le concediera la puesta en escena de los autos sacramentales o teatro de los Misterios, llevaba un peinado llamativo, pendientes en las orejas, mangas cuchilladas y guantes, que el Maestro de Colonia del retablo de san Bartolomé, le hace llevar incluso al pie de la Cruz.
   Retirada en la Sainte Baume, se la ve acostada  y semidesnuda o vestida sólo con el manto dorado de su largo pelo rubio, de manera que a pesar de la calavera ante la cual medita, generalmente resulta menos casta en penitencia que en sus extravíos. A partir del Renacimiento, la mayoría de los pintores encontraron en el tema de Magdalena, desprovisto de todo carácter religioso, un pretexto para excitar la hastiada sensualidad de los lectores de La Religiosa de Diderot, o las Memorias eróticas de Casanova (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
     Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la plaza de la Magdalena, de Sevilla, dando un paseo por ella. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.

Más sobre el Callejero de Sevilla, en ExplicArte Sevilla.

La plaza de la Magdalena, al detalle:
Edificio Cabo Persianas
Placa conmemorativa a Martínez Montañés

No hay comentarios:

Publicar un comentario