Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Retablo de Nuestra Señora de Lourdes, en la Iglesia de Santa Cruz, de Sevilla.
Hoy, 11 de febrero, Memoria de Nuestra Señora la Bienaventurada Virgen María de Lourdes. Cuatro años después de la proclamación de su Inmaculada Concepción, la Santísima Virgen se apareció en repetidas ocasiones a la humilde joven Santa María Bernarda Soubirous en los montes Pirineos, junto al río Gave, en la gruta de Massabielle, cerca de la población de Lourdes, en Francia, y, desde entonces, aquel lugar es frecuentado por muchos cristianos, que acuden devotamente a rezar (1854) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
Y que mejor día que hoy para ExplicArte el Retablo de Nuestra Señora de Lourdes, en la Iglesia de Santa Cruz, de Sevilla.
La Iglesia de Santa Cruz [nº 23 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 11 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la calle Mateos Gago, 32; en el Barrio de Santa Cruz, del Distrito Casco Antiguo.
En el chaflán del presbiterio de la Iglesia de Santa Cruz, correspondiente al lado del Evangelio existe un modesto retablo en el que se venera una imagen de la Virgen de Lourdes, traída de Francia en 1.879, lo que convierte a Santa Cruz en una de las feligresías de la ciudad que más pronto rindió culto a esta advocación de la Virgen.
Imagen en tamaño académico, con gruta y altar adosado a uno de los machones del crucero. Aunque se resiente de su "modernidad", tiene un rostro bastante bonito y aceptable, que -por lo menos- se antoja ligeramente superior al de otros productos de serie.
1º) El nombre de la vidente. Aunque nos hemos acostumbrado a decir "Bernardita" (y es algo que no queda mal, porque ella era "el más vivo ejemplo de humildad que ha dado el mundo del siglo XIX"), ya que en su día hubo confusión entre la partida de bautismos y el registro civil: en aquélla se la llamó María Bernarda, en ésta se la inscribió como Bernarda María. Por otra parte, el nombre original francés no implica necesariamente diminutivo, y Bernardita sería más bien "la petite Bernardette" (otra traducción harto incorrecta es la de "Canal de la Mancha", que en realidad debía ser en español "Canal de la Manga"). Así pues, a la niña la llamaban sus contemporáneos Bernarda, y luego, al hacerse religiosa, recobró su hermoso nombre de María Bernarda. Por respeto a la santa, en la familia Soubirous no se volvió a usar el nombre de Bernardette, que ha quedado como denominación exclusiva de la afortunada niña que vio a la Virgen.
2º) La primera imagen de Nuestra Señora en la gruta. Hecha de mármol de Carrara en 1863 por el profesor de escultura de la escuela de Bellas Artes de Lyon, José Fabisch (en otra parte hemos leído Fabioch), bendecida e inaugurada solemnemente en 1864. Costeada por las hermanas Lacour, las castellanas de Chasselay. El artista trató de seguir las indicaciones de la Soubirous, pero no lo hizo al pie de la letra, pues si bien atiende a no poner la cabeza levantada, "sino sólo los ojos vueltos hacia el cielo", no tiene en cuenta que la Señora "era más bien pequeña que grande, y parecía muy joven", así como tampoco el detalle de que cuando juntaba las manos lo hacía "adaptando por completo una a otra toda la longitud de las dos palmas". Cuando María Bernarda contempló estatua, dijo estas significativas palabras: "Es muy hermosa... muy hermosa... pero... ¡No es Ella!".
3º) Las rosas. Nuestra Señora se dejaba ver por la chiquilla en la gruta de Massabielle junto a un rosal silvestre. En la primera aparición la describe así: "Sobre cada pie vi una rosa amarilla".
4º) El título iconográfico. Así como la Virgen de Fátima, propiamente hablando, es "Nuestra Señora del Rosario de Fátima", la de Lourdes, sin dejar de ser tampoco del Rosario (que la misma Señora portaba como emblema identificador y que Santa Bernarda le rezaba), es realmente una Inmaculada, pues con ese nombre se definió Ella: "Yo soy la Inmaculada Concepción". (Diríase que allí, en aquel departamento francés de los Altos Pirineos, junto al río Gave, la propia Reina de los Cielos quiso confirmar de forma definitiva el título de Inmaculada, tan querido para el pueblo católico en general y para el sevillano en particular). (Juan Martínez Alcalde, Sevilla Mariana. Repertorio Iconográfico. Ediciones Guadalquivir. Sevilla, 1997).
Conozcamos mejor el significado de la festividad de Nuestra Señora de Lourdes;
En este día, once febrero, del año 1858, la Virgen se apareció a Santa Bernardette Soubirous, cuando ésta tenía catorce años, la primera de las dieciocho apariciones que tuvieron lugar durante los seis meses siguientes, hasta el dieciséis julio de ese mismo año. El mensaje de Lourdes es un mensaje para la conversión de los pecadores que, estando apartados de Dios, se encuentran fuera de su amor y, por consiguiente, no pueden ser objeto de la bondad divina. La Virgen repitió continuamente a Bernardette que había que hacer penitencia y orar por los pecadores, y le pidió que hablara con los sacerdotes para que construyeran una capilla en aquel mismo lugar, adonde la gente acudiera en procesión para rezar por los pecadores. El sacerdote del lugar, el Padre Peyramale, no quiso dejarse engañar y reclamó a Bernardette que preguntara a la Visión su nombre: “Soy la Inmaculada Concepción”, responde la Santísima Virgen. Ante esta respuesta, considerando el sacerdote que Bernardette, sin ninguna instrucción, no podía comprender el significado de las palabras pronunciadas por la Virgen, quedó plenamente convencido del carácter sobrenatural divino de las apariciones. Es necesario recordar que el dogma de la Inmaculada Concepción había sido definido por el Beato Pío IX Mastai-Ferretti sólo cuatro años antes, mediante la bula Ineffabilis Deus del ocho diciembre 1854. El carácter sobrenatural de las apariciones se puso de manifiesto casi de inmediato con la realización de milagros. Pero lo decisivo del mensaje de Lourdes es la necesidad de penitencia y oración por los pecadores. Esta fiesta fue concedida por León XIII Pecci a Francia y a algunos lugares y familias religiosas en 1891, con misa y Oficio propios con el título Aparición de la Bienaventurada Virgen María Inmaculada.
Su celebración se extendió a la Iglesia Latina el trece de noviembre 1907 por San Pío X Sarto, con ocasión del L aniversario de las apariciones de Lourdes (1858), y se fijó el once de febrero, fecha de la primera aparición. En el calendario actual es memoria libre y se le ha mudado el título a Nuestra Señora de Lourdes. Es, por un lado, una fiesta menor de la Inmaculada, en que junto a su perfección ejemplar como prototipo de la criatura de la Nueva Creación, une su mensaje de la necesidad de oración y penitencia para una auténtica conversión (Ramón de la Campa Carmona, Las Fiestas de la Virgen en el año litúrgico católico, Regina Mater Misericordiae. Estudios Históricos, Artísticos y Antropológicos de Advocaciones Marianas. Córdoba, 2016).
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