Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la Puerta de Castilla (Capitanía General), en la Plaza de España, de Sevilla.
Hoy, 7 de noviembre, es el aniversario de la entrada de Fernando III en la ciudad de León (7 de noviembre de 1230), donde fue proclamado Rey. De este modo volvían a reunirse bajo un único Monarca los dos reinos (Castilla y León) separados setenta y tres años atrás, así que hoy es el mejor día para Explicarte la Puerta de Castilla (Capitanía General), en la Plaza de España, de Sevilla.
La Plaza de España [nº 62 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; nº 31 en el plano oficial de la Junta de Andalucía; nº 1 en el plano oficial del Parque de María Luisa; y nº 11 al 21 en el plano oficial de la Exposición Iberoamericana de 1929], se encuentra en el Parque de María Luisa [nº 64 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla]; en el Barrio de El Prado-Parque de María Luisa, del Distrito Sur.
La plaza de España consta de cuatro tramos de catorce arcos cada uno, en cuya parte inferior se sitúan bancos de cerámica dedicados a cada provincia española. Flanquean el conjunto dos torres, denominadas Norte y Sur, intercalándose tres pabellones intermedios, que corresponden a la Puerta de Aragón, la Puerta de Castilla y la Puerta de Navarra. El central o Puerta de Castilla es de mayor envergadura y alberga la Capitanía General Militar.
La estructura de cada banco provincial consiste en un panel frontal representando un acontecimiento histórico representativo de la provincia en cuestión, incluyendo por lo general escenas con los monumentos más representativos de la ciudad o provincia. Flanquean el conjunto anaqueles de cerámica vidriada, destinados originalmente a contener publicaciones y folletos de la provincia en cuestión. Rematando el banco aparece un medallón cerámico en relieve con su escudo. En el suelo se reproduce en azulejos el plano de la provincia y sus localidades más destacadas. Entre los arcos figuran los bustos en relieve de los personajes más importantes de la historia de España. La ejecución de la mayoría de los mismos corrió a cargo del escultor ceramista Pedro Navia Campos.
La Exposición Iberoamericana tuvo sus motivaciones políticas y propagandísticas, y éstas influyeron en algunos detalles. Respecto a las escenas históricas representadas en los bancos de las provincias, algunos de ellos fueron retirados precipitadamente en los meses previos a su inauguración por sus incorrecciones históricas o su inconveniencia política, ya que se consideró que no sintonizaban con la idea de unidad y paz que pretendía proyectar el recinto monumental.
Dos torres se sitúan en los extremos del conjunto monumental, que son denominadas como Torre Norte y Torre Sur, en atención a su situación geográfica en el plano de la ciudad. Miden setenta y cuatro metros de altura, y su visión detallada permite recrear la vista admirando la perfección geométrica de sus volúmenes, la perfecta conjunción de los paneles cerámicos entre las composiciones de ladrillo tallado, los revestimientos cerámicos de sus cúpulas, y la proyección de su esbeltez en la ría de la Plaza. Los azulejos de las cúpulas de las torres fueron ejecutadas originalmente en la fábrica Mensaque Rodríguez y Cía. Salvo las reposiciones por desprendimientos, se conservan los originales.
La continuidad del semicírculo que vertebra la Plaza de España se ve truncada por tres pabellones intermedios, el central o Puerta de Castilla, que alberga fundamentalmente la Capitanía General. En la parte superior de la fachada, rematada por un frontón triangular, encontramos la única concesión que se hizo el arquitecto Aníbal González: entronizar una imagen de Santa Catalina de Alejandría realizada en barro modelado y vidriado, en recuerdo del nombre de su madre, Dña. Catalina Álvarez-Ossorio.
Los pabellones restantes son las Puertas de Aragón y de Navarra, cuya decoración historicista recoge los personajes históricos, los símbolos, escudos y paneles cerámicos de cada una de ellas y su contribución a la rica historia de España.
Aníbal González supo conjugar el equilibrio entre los espacios, aprovechando los edificios para diversos usos administrativos al servicio del Estado, que lógicamente a lo largo de su existencia han ido experimentando cambios.
No es nuestra intención repasar pormenorizadamente las distintas dependencias oficiales que desde su construcción se han albergado en su interior, para fijar nuestra atención en dos que guardan una estrecha relación con la cerámica y la azulejería. La más importante, Capitanía General, cuya sede es el pabellón central de la Plaza de España o Puerta de Castilla, que a lo largo de los años ha ido variando su denominación en función de las reestructuraciones del ejército español.
Son espléndidas las dos fachadas del pabellón, tanto el interior a la plaza como la exterior al Prado de San Sebastián y actual avenida de la Borbolla. El interior, vetado lógicamente al público, es igualmente sorprendente en la decoración de sus patios, galerías y estancias. Espléndidos paneles cerámicos con alusiones historicistas proporcionan un ambiente especial a las diversas estancias. Perteneciente a una producción posterior a la construcción del edificio, citaremos un mural de azulejos de grandes dimensiones que preside el salón principal, obra del ceramista Antonio Hermosilla Caro en la Fábrica Mensaque Rodríguez y Cía. a finales del siglo XX, reproducción del óleo de la Rendición de Granada, que pintó para el Senado en 1882 el pintor Francisco Pradilla.
Otro organismo que desde hace unos años tiene su sede en la Plaza de España es el Museo Militar Regional, quizás un espacio expositivo poco conocido por los visitantes, que encierra en diferentes salas una muestra interesante de la historia militar española. Los acuartelamientos militares andaluces, y en especial los de Sevilla, han sido edificios en los que la decoración cerámica ha jugado un papel importante, máxime teniendo en cuenta la cercanía de los talleres productores. Con la reestructuración de los cuarteles muchos motivos cerámicos han desaparecido en las últimas décadas. Algunas piezas ha podido ser recuperadas y se pueden contemplar en este Museo (www.retabloceramico.org).
Al tratar de una parte substancial de la monumental Plaza de España, como es el edificio central, es obligado bucear en lo que significa y contiene como creación arquitectónica y artística, tanto desde sus formas como desde el sentido profundo de su lenguaje. Las repetidas manifestaciones de Aníbal González de haberse inspirado en el Renacimiento español, facilita la comprensión total de la Plaza de España, y naturalmente de esa parte tan significativa como es el edificio central, que precisamente por esa centralidad, resume y sintetiza lo que significa la arquitectura de la Plaza de España.
Esta afirmación no es hueca de significado, sino contundente al contemplar sus formas diferenciadas y su protagonismo arquitectónico tal como podemos apreciar desde una visión aérea.
La elección del Renacimiento por parte del arquitecto como inspiración, no fue casual, sino intencionada. Se trataba de realizar una arquitectura que estuviera acorde con el lugar y simbólicamente con la historia. El Renacimiento período del que la ciudad guarda valiosos testimonios, fue la etapa más gloriosa de nuestro país, y el lugar elegido no podía ser otro que éste, el de la ciudad asentada a un lado y otro del río más hispanoamericano, a través del cual, unas naves partieron para dar la vuelta al Mundo y certificar la esfericidad del planeta.
Para un historiador de arte, es prioritario indagar en el significado profundo de las formas, en lo que pretenden encerrar desde sus estructuras y elementos decorativos; ello es lo que nos ha movido a indagar en todo esto.
El ideario de la Exposición Iberoamericana de 1929, tendía por una parte homenajear a España a través de sus personajes y de la unidad de sus pueblos y por otra, tender un puente de encuentro a los países hermanos hispanoamericanos.
Ya citarnos anteriormente, cómo en cuanto a los aspectos estilísticos, el conjunto de la Plaza de España, ofrecía para Víctor Pérez Escolano y Alberto Villar Movellán, determinadas referencias palladianas en su diseño. Ambos creen que esas influencias del arquitecto veneciano, se podrían deber a la atracción por las fórmulas manejadas por éste. Siendo conocidos "Los Cuatro Libros de la Arquitectura" de Palladio, Aníbal González como otros arquitectos, podían recurrir siempre a ellos como elemento de inspiración.
Tal como fue elaborado el diseño espacial de la Plaza de España, las influencias palladianas que algunos han querido ver en la arquitectura de la Plaza de España de Sevilla enclavada conjuntamente con un gran parque, es una circunstancia que avala la cercanía a las premisas de lo que fueron las villas renacentistas de la Italia septentrional. Palladio planteaba de manera clara, cómo insertar una estructura arquitectónica en un espacio natural, en cómo establecer una relación de armonía entre unas formas creadas expresivas de la civilización en un momento determinado, y una naturaleza abierta; algo por otra parte propio de las interrogaciones renacentistas: relación entre ciudad y campo. Las alusiones de la curvatura de las alas en el conjunto de la Plaza de España, la integración paisajística con el parque y conjuntamente con la ría y los puentes, son metáforas que nos aproximan al lenguaje del arquitecto veneciano, aunque nacido en Padua.
Pérez Escolano y Villar Movellán polemizan también sobre las supuestas influencias palladianas, en la obra de Aníbal González. El primero partiendo de este supuesto, suponía que ello era una traición a los .programas nacionalistas, opinión no compartida por el segundo, considerando que la planta de un edificio más que ser un elemento artístico tiene un cometido funcional y utilitario que no nos debería llevar a establecer rigurosos condicionamientos históricos, al responder más bien a necesidades planteadas en el momento de su construcción. Y añade, lo artístico constituye la totalidad, el conjunto y el lenguaje de su apariencia externa, para terminar afirmando, que tanto las arcadas sobre columnas, la alternancia de frontones curvos y triangulares, la combinación del módulo dintel-arco-dintel sobre cuatro columnas y los tondos en las enjutas son efectivamente temas de Palladio presentes en la Basílica de Vicenza y en el Palazzo Chiericatti, elementos que más tarde pasarán al manierismo a través de los libros de Palladio o de Serlio, y que del mismo modo Aníbal González los pudo encontrar en toda España, y en la misma Andalucía a través de las obras de Machuca, Francisco del Castillo o Herrera.
Citando a Kubler, señala como primer ejemplo andaluz de columnas pareadas el pórtico del convento sevillano de Santa Clara, e igualmente el piso alto del convento también sevillano de San Clemente los dos del siglo XVII, lo que no impide que esa continuidad se mantenga en los arcos de la Plaza de Toros de la Maestranza ya en el siglo XVIII.
En la estructura global de la Plaza de España, el edificio central adquiere una destacada presencia no sólo en el aspecto estilístico sino en el simbólico, a través de los cuales Aníbal González nos transmite sus intenciones artísticas e ideológicas.
No parece casual la orientación sensiblemente este-oeste de la estructura cóncava de la Plaza de España con relación al río Guadalquivir. Un abrazo simbólico España-América, encarnado por las dos alas de esa "semielípse" hacia el río más hispanoamericano. Arquitectónicamente representa en un lenguaje metafórico, una alusión al viejo río nexo de comunicación de Sevilla con el continente americano, en el que la Plaza de España encarnaba muy bien el sentido de la Exposición; se buscaba también establecer unas relaciones más estrechas con aquellos pueblos con los que seguíamos compartiendo lengua, cultura y costumbres, algo que también formaba parte del espíritu del Certamen.
El Certamen quería rendir un homenaje a España, y tal como Villar Movellán afirma, es lógico que el repertorio ornamental que utiliza prioritariamente Aníbal González se base en la herencia de la arquitectura española: las obras españolas más conocidas del Renacimiento y -lo más interesante- del barroco español es, desde la portada de Alonso de Covarrubias en el Alcázar de Toledo hasta las Torre del Reloj, de Casas Novoa en la catedral de Santiago de Compostela.
Actuando no sólo como arquitecto director, sino también como ideólogo artístico, Aníbal González se inclina por desarrollar una estructura arquitectónica sintetizadora de los estilos más representativos de un regionalismo de base "sevillana'', con una destacada presencia del componente artesanal.
Eclécticamente refunde elementos de tradición mudéjar en techumbres, taujeles, de techo plano con decoración geométrica, introduce elementos barrocos, pero sobre todo la base principal es renacentista-plateresca. Unos trabajos que se prolongaron quince años trabajando mil obreros, y en los cuales el "regionalismo sevillano" mostró hasta que punto acabó siendo estilo nacional.
Pero lo que verdaderamente resume la intencionalidad de aquella Exposición, lo encontramos sintetizado en el palacio neorenacentista que alberga el edificio central. La cerámica allí, alcanza su mayor intencionalidad, en el gran zócalo que rodeando el patio, acoge los bustos en relieve de personajes mitológicos, clásicos e históricos, tratando de reescribir el lenguaje de los ideogramas de los palacios renacentistas, en los que la decoración de los patios aludían a un Palacio de la Fama, en el que se rememoraban los hechos del dueño del Palacio tratando de entroncarlo con supuestos personajes clásicos y mitológicos.
La planta del edificio central en el que el patio se convierte en el centro de simetría del conjunto, con dos grandes pórticos que dan entrada al edificio desde el Prado de San Sebastián y desde la Plaza de España, de modo que el patio interior porticado, aparece como el eje distribuidor de espacios del edificio.
La visión evocadora que nos produce la contemplación del edificio central, nos lleva a recordar la figura del famoso tratadista italiano Antonio Averlino, conocido como Filarete, autor de un fantástico tratado escrito entre 1460 y 1464 dedicado a su mecenas Francisco Sforza duque de Milán; tratado que contrasta con el de Alberti, en elaboración imaginativa, texto y dibujos.
La referencia a Filarete, está motivada por el hecho de haber sido considerado el promotor de lo que se denominaría "arquitectura parlante", tipo de construcciones que contenían un claro sentido pedagógico para el cual se valía de esculturas, bajorrelieves y pinturas, algo que también constataremos en el exterior e interior de la actual Capitanía General.
El duque de Calabria trajo de Nápoles a España el que luego sería conocido como Codex Valencianus, copia del original tratado de arquitectura de Filarete, para formar luego parte de la Biblioteca Central de la Universidad de Valencia, su contenido sería luego divulgado por nuestro país.
En la dedicatoria del tratado dedicada a su mecenas, Filarete describe la grandiosidad regia de un palacio, dos salas de columnas en las que aparecen complejas historias inspiradas en la mitología, apareciendo como la representación del Templo de la Fama.
El acceso principal al edificio central o Capitanía General, se hace actualmente desde la fachada del Prado de San Sebastián. Exteriormente presenta tres cuerpos, el central aparece adelantado y compuesto de dos plantas rematadas por una tercera conformada por un hastial central y dos torreones laterales. El acceso se efectúa a través de tres arcadas de medio punto sobre pilares de ladrillo que nos conducen a un pórtico abierto en sus partes laterales. Compuesto de cinco naves y cuatro tramos, cubierta por bóvedas de arista con plementería de ladrillo. Superado este pórtico, unos escalones nos sitúan ante un gran arco de medio punto, traspasado el cual, penetramos en un vestíbulo cubierto por bóvedas de arista y plementería igualmente de ladrillo apoyados en pilares cruciformes.
Si nos fijamos en las enjutas del arco central, hallaremos dos tondos de cerámica vidriada con los rostros y nombres de Cristóbal Colón a la izquierda y Juan Sebastián Elcano a la derecha, la primera alusión a dos personajes relacionados con las efemérides que se trata de rememorar: el descubrimiento de América y la primera vuelta al Mundo. Sus rostros pasan así a ser los primeros testimonios de "arquitectura parlante".
Rememorando la ideología artística del Renacimiento, Aníbal González introduce en su patio neorrenacentista el papel de la Fama. Adaptando los hechos memorables de la unidad de España, el descubrimiento de América y la vuelta al Mundo en un coherente programa iconográfico. En el mismo aparecen los personajes que hicieron posibles aquellos hechos tan trascendentales, a los que entronca con los grandes personajes del mundo clásico. Con lo cual, rememoraba el espíritu y sentido de la Exposición Iberoamericana.
Superado el vestíbulo, encontramos una espectacular escalera de doble tiro y tres tramos que conduce al piso superior. Al fondo aparece el patio cuadrangular de dos plantas, compuesto cada lado de cinco arcadas de medio punto peraltadas apoyadas en columnas corintias de mármol blanco a las que luego nos referiremos con detalle. Las dos fachadas del edificio central presentan una apariencia muy diferente. En la del Prado de San Sebastián, más austera, en la primera planta el acceso se hace a través de tres vanos. En la segunda planta cinco ventanas de medio punto verticalmente alargadas, cortadas en su parte central por un muro ciego, están enmarcadas lateralmente por pilastras de ladrillo coronadas por capiteles de volutas y estrías verticales rehundidas con una variada decoración de cerámica vidriada.
Sobre esta segunda planta, en su parte central encontramos, un frontón o hastial triangular rematado por tres remates cerámicos, cuyo tímpano decorado con cerámica vidriada, se enmarca lateralmente por grandes ovas o volutas de ladrillo. En los laterales destacan dos torreones con cúpula y linterna decoradas con cerámica vidriada. Bajo estos tres elementos existe en un espacio rectangular enmarcados también de cerámica vidriada, conteniendo el central un gran medallón cerámico en relieve con el escudo heráldico de Alfonso XIII, y en los laterales, sendos escudos cerámicos de Carlos V.
Aníbal González utiliza la cerámica decorada para configurar cada uno de los espacios. La utilización masiva del ladrillo basada en una lógica inspiración tradicionalista de nuestra arquitectura avalada con siglos de existencia, es complementada con la introducción de la presencia constante de los elementos cerámicos y la inclusión de otros materiales que compensan la posible monotonía colorista del ladrillo. Por tanto la cerámica vidriada y sin vidriar, el mármol blanco y la rejería aportan el adecuado equilibrio de formas y colores. Dentro de todo ello, se resalta la gran variedad de vanos, balaustradas, hierro forjado en balcones y ventanas, heráldica, junto a la omnipresente variedad cerámica en lienzos, frisos, arquitrabes, acanaladuras de las pilastras, etc., y la presencia clasicista de las níveas columnas marmóreas, imponen un acertado contrapunto final de sorprendente policromía.
La decoración neorrenacentista-plateresca, reproduce angelotes, floresta, grifos, personajes con apariencia vegetal, putti, roleos y guirnaldas, que se alternan con grutescos, heráldica y personajes históricos, solución a la recurre Aníbal González para mostrarnos su reinterpretación regionalista de base historicista.
En las directrices a pintores y ceramistas, recurriendo a un variado repertorio decorativo renacentista-plateresco y barroco, Aníbal González nos da las claves de su "estilo sevillano".
La fachada a la que venimos refiriéndonos, aparece adelantada gracias al pórtico sobre el que se sustenta. En los cuerpos laterales presenta una disposición de dos y tres plantas, donde podemos reconocer una gran variedad de ventanas de medio punto adinteladas, coronadas alternativamente por frontones triangulares o curvos con remates cerámicos.
La terraza superior, las balaustradas, balcones y ventanas de medio punto, enmarcadas por columnas, recuerdan mucho a la fachada de la Universidad de Alcalá de Henares e igualmente al edificio de la antigua Real Audiencia de Sevilla, cuya fábrica original -muy restaurada- procedía del siglo XVI.
En este caso no parece ser casual dichas similitudes, sabiendo que la Real Audiencia de Sevilla, afectada en 1918 por un incendio que alcanzó a gran parte de la planta alta y baja, fue rehabilitada por Aníbal González, quien conservando las partes más nobles: fachada y patio, trabajó desde 1918 a 1924, coincidiendo por tanto estos trabajos con los de la Exposición Iberoamericana.
Apreciamos también referencias inspiradas en la fachada de la Universidad de Alcalá de Henares, en la reforma a la que aludíamos de la antigua Real Audiencia, tanto en el frontón triangular, el emblema heráldico de Carlos V o la balaustrada superior, elementos que encontraremos igualmente en el edificio central de la Plaza de España.
Mucho más movida y variada que la del Prado de San Sebastián, la fachada que da a la Plaza de España, viene precedida de un gran pórtico abierto lateralmente, que llega a cubrir perpendicularmente al "gran peatón" al adelantarse hacia la ría. La parte superior da lugar a una gran terraza, lo cual contribuye a que la fachada ofrezca una visión estructural mucho más movida.
La parte central de la fachada constituida por tres plantas, se ve recrecida por un espacio mural tras el cual se encuentra la gran terraza superior del edificio, cerrada por una balaustrada cerámica, interrumpida en su parte central por un frontón triangular y un tímpano cerámico, rematado por tres remates de cerámica vidriada y dos águilas cerámicas sin vidriar en los laterales.
Este espacio mural acoge tres grandes escudos heráldicos, los dos laterales de la ciudad de Sevilla, y el central el escudo real de dinastía Borbón-Anjou: corona real, los cuarteles de los cuatro reinos de España y la granada, lises, bordadura de gules (rojo), acolado todo ello con el collar del Toisón de Oro.
El pórtico, está compuesto de una arquería de tres naves de cinco tramos de arcos peraltados de medio punto, apoyados en columnas de mármol blanco sobre base de pilares de ladrillo. En el interior del mismo, la cubierta plana es de madera con motivos geométricos y tonalidades doradas de referencia mudéjar-renacentista. Destaca el contraste entre la arquería de ladrillo y el blanco marmóreo de las columnas, síntesis clasicista de la herencia renacentista de Sevilla.
Destaca en esta segunda planta, la gran terraza adelantada a consecuencia del pórtico, y las balaustradas cerámicas de su frente y laterales, interrumpidas en las esquinas por dos pilastras de sección cuadrada de diferente tamaño, que acogen en sus dos caras exteriores decoraciones cerámicas, rematadas por remates cerámicos.
El acceso desde la terraza al interior, se hace a través de un pórtico de tres vanos descansando sobre pilastras, el arco central carpanel y de medio punto los laterales, a continuación bajo un arco de medio punto apoyado en pilastras de ladrillo nos adentramos en una sala rectangular, actualmente denominada Sala de Planos.
En la parte central de la tercera planta, destaca un balcón con arco de medio punto enmarcado por columnas de ladrillo tallado, que se apoyan en pilastras que sirven de anclaje a la balaustrada cerámica. Omnipresentes como en el resto del edificio están los motivos renacentistas de cerámica vidriada tanto en las pilastras rehundidas y enjutas como en los frisos superiores de las puertas.
En los cuerpos centrales de la segunda y tercera plantas, destaca la presencia permanente de lo decorativo, ostensible tanto en el balcón central, como en el muro superior que acoge el escudo real, en ambos casos enmarcado por blancas columnas marmóreas.
En los paramentos laterales de esta fachada adelantada, hallamos dobles ventanas enmarcadas en tres pilastras con fustes de cerámica vidriada, capiteles jónicos, dos frontones y entablamentos con tímpanos vidriados, bajo las que aparecen cinco espacios rectangulares de cerámica vidriada.
En la tercera planta destacando el balcón central con arco de medio punto encuadrado en dos columnas de mármol blanco, sobre él se halla un gran escudo real, y en los espacios laterales sendos escudos heráldicos de Sevilla.
Para el historiador de arte es esencial reparar en el significado de los símbolos por lo que pueden portar de mensajes, algo a los que Aníbal González suele acudir en su arquitectura inspirada en el humanismo clásico. Formando parte de su intimidad personal, la imagen de Santa Catalina de Alejandría, nos indica un sentimiento materializado.
En el conjunto de la Plaza de España, la galería porticada que sirve de basamento a esta fachada articulada en arcos de medio punto peraltados, está siempre presente la cerámica vidriada o sin vidriar, en vanos, balaustradas, frisos y enjutas, y como impacto visual impactante, el blanco inmaculado de las columnas de mármol; el resultado es una bellísima policromía.
Aquí se hace presente la idea del arquitecto de exponer la calidad del trabajo artesanal tan importante para él, realizando no una copia sino una extraordinaria reinterpretación de motivos decorativos.
Si nos detenemos a observar detenidamente todo el gran trabajo artesanal, encontraremos también columnas de ladrillo labrado de tres fustes, decoradas en su parte inferior por estrías verticales, la central más corta con decoración heráldica y la superior con éntasis y hojas de acanto, coronadas con capitel de hojas, igualmente de acanto y volutas, todo ello formando parte de un eclecticismo estético neorrenacentista. Hallamos en la parte interior de la galería porticada, ventanas de arcos de medio punto protegidas con rejas de forja con motivos heráldicos, enmarcadas en las pilastras rehundidas con motivos cerámicos en multitud de variantes.
La Plaza de España símbolo fundamental de la Exposición Iberoamericana, es el espacio en que reelabora sus ideas neorrenacentistas adaptadas a aquel gran momento de esplendor histórico y artístico. ¡Cómo no elucubrar sobre un espacio en el que conviven jardines y arquitectura! Las influencias de las villas palladianas, entronca en su reelaborada adaptación cronológica, extrayendo el espíritu de una época en la que humanistas toscanos supieron integrar aquellas hermosas villas en un ámbito en el que naturaleza, palacios y jardines buscaban la recreación de visiones paradisíacas.
La integración en el paisaje de los arquitectos renacentistas haciendo que arquitectura y naturaleza, arquitectura y jardines fuesen un todo, es lo que hoy podemos experimentar paseando por la Plaza de España y el Parque de María Luisa. Contribución a la que prestó también su colaboración, el famoso conservador parisino del Parque de Boulogne, diseñador igualmente del parque de Montjuich en la Exposición Universal de Barcelona de 1929.
Rescatamos algunas otras opiniones de Aníbal González, gracias a Pérez Escolano, quien recogiendo manifestaciones de Aníbal González acerca de determinados criterios urbanísticos del momento, expresa su personal visión del urbanismo y construcciones de su tiempo, a las que achaca su monotonía arquitectónica: el antiestético efecto en muchas de las modernas calles, en las que rige la frialdad, la pretensión de conseguir igualdad de alturas totales y de pisos, buscando hallar una analogía en la construcción de huecos, desde la simetría de elementos, algo que finalmente redunda en la ausencia de pintoresquismo.
Opinión incardinada en el proyecto Plaza de España, donde al margen de la obligada simetría global, se hace gala de una gran diversidad de elementos, rompiendo con la planitud de fachadas, y desde la omnipresente y variada labor artesanal con el tallado de ladrillos, los diseños de pilastras y columnas, las motivaciones renacentistas en cerámica vidriada en arcos, pilastras, balaustres, remates, heráldica y demás elementos decorativos, configura artísticamente, algo cercano al horror al vacío tan presente en los lugares de mayor dignidad o significación en nuestra herencia artística.
Penetrar en el interior del edificio, conlleva por una parte violar la apariencia exterior y consecuentemente el volumen, para adentrarse en un recorrido y experimentar una nueva dimensión. Hemos venido afirmando, hasta que punto la arquitectura tiene la posibilidad de sugerir, transmitir y comunicar ideas, algo muy presente en el caso de la Plaza de España y de manera específica en el edificio central.
En este caso, la arquitectura impresiona por su grandiosa belleza, insinuaciones y sugerencias. Los que en un intento quizás de critica no bien intencionada, concedieron mayor dimensión artística que arquitectónica a sus obras, nos llevaría a debatir entre qué se entiende por "arquitectura" y qué por "construcción", un debate que supondría adjudicar a la primera un matiz diferenciador con capacidad de utilidad, lenguaje y valor artístico respecto a la segunda.
En el sincretismo estilístico del proyecto de Aníbal González, siempre está presente una intencionalidad basada en sugerencias y alusiones simbólicas, en este caso referida al significado ideológico de la Exposición. La espléndida escalera que precede al patio, es un alarde de arquitectura palaciega. Consta de dos tiros y tres tramos en cada uno, apareciendo la caja de escalera en su parte superior cubierta por una bóveda rectangular rebajada, decorada con pinturas murales alusivas a las Artes y las Ciencias.
Para la construcción de la escalera, en su integridad, escalones, zócalo y remates esféricos se ha empleado mármol rojo. Los dos tramos conducen al piso superior de manera desahogada y cómoda. Adjuntamos el dibujo del diseño realizado por Aníbal González de la escalera, fechado y firmado el 9 de marzo de 1926, un año antes de su dimisión como Arquitecto-Director. Sin embargo la construcción se demoró hasta junio de 1928.
En la correspondencia cruzada entre el Comité y la empresa encargada de su montaje, hemos podido apreciar nerviosismo y urgencia por la demora que se estaba produciendo. Fue encargada a la empresa "Marmolera Valenciana", y dado el escaso tiempo disponible para la conclusión de los trabajos, se percibe desasosiego en el Comité de la Exposición, el cual se ve obligado a amenazar con penalizaciones económicas, mientras que por su parte la empresa aducía la imposibilidad para abordar los trabajos al impedírselo el andamiaje instalado para los trabajos de pintura y decoración de la bóveda.
En aquellos momentos se estaba procediendo a finalizar la mayor cantidad de trabajos pendientes en la Plaza, cubriéndose espacios, ornamentando las fachadas exteriores, y teniendo que hacer frente a innumerables problemas tales como el suministro de columnas de mármol y demás elementos decorativos.
Pese a la salud cada vez más precaria de Aníbal González, un año antes de su dimisión se hallaba diseñando detalles como las armaduras de madera.
El nuevo Comisario Regio tratando de impulsar los trabajos retrasados, incomodaba la posición de muchos. En un intento de corregir los problemas, decidió reestructurar el sistema y aminorar la influencia sevillana desligándose de posibles influencias negativas.
Las pinturas que decoran la gran bóveda, aluden al uso inicial del edificio central como pabellón de Actos y Escuela de Artes y Oficios. Las pinturas realizadas por el pintor Manuel de la Cuesta y Ramos, sitúan simétricamente alrededor del escudo central de España, una serie de figuras masculinas y femeninas rememorando grutescos complejamente enzarzados, torsos humanos y extremidades inferiores en formas vegetales. Todo ello enmarcado en guirnaldas y cuatro cartelas simétricamente situadas, que acogen las palabras: Bellas Artes y Oficios, Ciencias, Sevilla y EIA (Exposición Iberoamericana).
La bóveda se sustenta en un tambor rectangular que rodeándola acoge veinte ventanas con lunetos, a través de las cuales penetra la luz exterior que permite una espléndida visión de las pinturas y de la decoración de un conjunto que constituye una grata y sublime visión escenográfica, completada en las esquinas de los lados mayores, por unas cartelas en las que aparecen inscritas las palabras "Agricultura, Industria, Comercio y Navegación".
Las repetidas afirmaciones de Aníbal González sobre sus bases de inspiración en el Renacimiento español, nos incita a buscar posibles referencias próximas de las que pudo extraer elementos sobre los que trabajar para adaptarlos a la bóveda de la Capitanía General. Una de estas pudo ser la bóveda que culmina la escalera renacentista del Hospital de Santiago de Úbeda, en la que hallamos ciertas evidencias estilísticas y estructurales que no decorativas, con la de Capitanía.
El módulo central de la planta del edificio central o Capitanía, es sin duda el patio cuadrado, que en su bella recreación renacentista el arquitecto consigue de manera acertada resumir el espíritu palatino de la arquitectura renacentista. En el primer piso, las cinco arcadas de medio punto de cada lado asentadas en columnas de mármol blanco con bellos capiteles corintios cincelados todos con motivos diferentes, es reproducida en la logia del piso superior como si se tratara de un prototipo del Renacimiento peninsular.
Dentro de la interminable lista española de patios renacentistas, hemos incluido un ejemplo primerizo, el del castillo de La Calahorra (Granada), el que en su doble piso de arcadas, balaustradas etc., representa los inicios italianos importados a España, el cual en tan amplio repertorio, nos ofrece la posibilidad de reflexionar sobre el planteamiento estilístico de Aníbal González.
Sobre esa estructura básica, Aníbal González desarrolla una intensa decoración neoplateresca sobre ladrillos minuciosamente labrados, mármol blanco y cerámica vidriada. El meticuloso trabajo sobre el ladrillo, desarrolla una decoración con un rico repertorio de temas platerescos, extendido a frisos y roscas de arcos, espacios donde angelotes, festones, seres fantásticos, bichas, combinan escenas seriadas únicamente interrumpidas de trecho en trecho, por los correspondientes escudos heráldicos de los cuatro reinos: Castilla, León, Aragón y Navarra.
Complementando a todo ello, ocupa un importante papel la cerámica vidriada de tonos blancos, azulados, ocres y verdosos, que ocupando balaustradas, enjutas, comisas y zócalos, dan en conjunto una matizada policromía, con la que el "arquitecto-artista", interpreta el espíritu de una época.
En la Plaza de España, lleva a cabo una reinterpretación idealizada de la arquitectura del siglo XVI, en un con texto actualizado.
Además de convertir el edificio central en centro y eje de la estructura global de la Plaza de España, sintetiza sus planteamientos convirtiéndole en edificio palaciego neorrenacentista.
Jorge de Montemayor autor de La Diana, obra que publicara a mediados del siglo XVI, nos aporta un valioso testimonio para interpretar la esencia de un palacio renacentista. Dice que lo más expresivo del templo o palacio de Diana, era un gran patio, donde aparecían labrados personajes heroicos de la antigüedad junto a héroes españoles. Como afirmara Gustavo Correa, "el palacio renacentista en la interpretación de Jorge de Montemayor, es un Templo de la Fama", en el cual, la representación de una serie de héroes, tenían por finalidad, una honrosa misión: recordar a los hombres del Renacimiento los ciclos históricos más relevantes desde el punto de vista de las hazañas ejemplares. En esa exposición de figuras notables, desfilan personajes amorosos (Orfeo), junto a otros heroicos (Marte), y enlazados con ellos personalidades históricas españolas.
La entronización que Aníbal González hace del recordatorio hacia quienes contribuyeron a escribir nuestra mejor historia, tiene en la Plaza de España y particularmente en su edificio central, un afortunado relato iconográfico. En recuerdo orgulloso hacia aquellos, hizo recaer en Sevilla esa representatividad como heredera de tantas culturas acumuladas. La elección del Renacimiento como hito de conexión con tradiciones e imágenes del mundo clásico, personajes, hazañas y epopeyas, venía a restablecer una base de continuidad que parecía rota. Se trataba por tanto de hacer encajar la significativa grandeza de Sevilla y España en aquel pasado renacentista, con la aspiración de exaltación histórica que el Certamen se había propuesto representar. Para ello, la arquitectura debía ser acorde con esas premisas, mostrando una grandeza arquitectónica y estética que resultase ser un discurso laudatorio para España y Sevilla cara al futuro.
Esa exaltación histórica aparece relatada exteriormente en la Plaza de España, a través de los cincuenta y dos grandes medallones cerámicos que exhiben los bustos de aquellos grandes personajes históricos, narrativa que continuará en el interior del edificio central, a través de los medallones con los bustos de personajes clásicos, míticos e históricos, entroncados a modo de árbol genealógico con los que hicieron posible la gesta de descubrir un Nuevo Mundo. De ese modo, aquella epopeya que encabezaran los Reyes Católicos, y continuada con descubridores y conquistadores, es conectada iconográficamente con la más remota antigüedad.
No deja de sorprender el cuidadoso sentido iconográfico que se aloja en el patio de la Capitanía General, magistralmente adaptado al sentido y presupuestos ideológicos de la Exposición Iberoamericana.
Tal como definiera J.J Martín González, el Arte en general, alberga dos vertientes: la formal y la espiritual. Cuando profundizamos en las disquisiciones teóricas de Wölfflin precisa mente sobre los conceptos formales del Arte, podemos apreciar cómo recibieron el respeto sin fisuras de los críticos de arte. Pero serían luego autores como Panofsky, Rosenthal o Taylor, quienes en una amplia bibliografía se atreverían a adentrarse en el ámbito del Significado. Estos y otros autores, se sintieron atraídos en muchas ocasiones por los monumentos españoles. Sería luego un autor español, Santiago Sebastián, quien aportaría su propia doctrina personal referida a estos estudios.
Aníbal González preocupado por adecuarse a las ideas renacentistas, trató de dotar a sus obras de un interesante contenido de significados. Recurriendo al trabajo de escultores ceramistas como Pedro Navia Campos, plasmó esa espléndida galería de personajes que personifican formal y espiritualmente, la idea matriz de la Exposición: la empresa descubridora, conquistadora y colonizadora de América, adaptada a un ambiente humanístico que es concebida como una gran etapa de prestigio histórico, a la que es preciso relacionar con las imágenes de personajes históricos, legendarios o mitológicos de la Antigüedad.
De esta manera se rinde homenaje así a la más extraordinaria singladura histórica de nuestro país, que comenzada con la unificación de España, fue continuada dentro de ese espíritu renacentista, completando el conocimiento geográfico de nuestro planeta, revelando la existencia de un nuevo e inmenso continente, para después desde Sevilla circunnavegarle.
En esta reinterpretación neorrenacentista, Aníbal González, acude a recrear en efigie la contribución de aquellos personajes a una historia gloriosa.
Formalmente, tanto la estructura de la Plaza de España como su edificio central se acomodan a una serie de condiciones simbólicamente resaltadas y que se concretan en:
- La posición física de las estructuras arquitectónicas.
- Su orientación geográfica.
- Los programas decorativos. Gracias a las fotografías aéreas, podemos visualizar las condiciones reseñadas y el destacado papel que el edificio central representa dentro de la totalidad como eje y centro del conjunto.
Programa iconográfico complementado interiormente en el edificio central, plasmado en el zócalo de cerámica vidriada que rodea el patio central. Penetrando en el patio desde la zona noreste -Prado de San Sebastián-, a un lado y otro de la puerta de entrada aparecen las efigies de los Reyes Católicos: Isabel y Fernando, responsables de la feliz conjunción de hechos tan memorables. Frente a ellos en la zona suroeste, los escudos de Castilla y León y las efigies de los artífices más destacados de su política en América: Colón y Magallanes, Hernán Cortés y Pizarro. Situados en los zócalos a izquierda y derecha de estos, rodeando el patio descubrimos los bustos de personajes históricos y mitológicos del mundo clásico: Hércules, el mítico fundador de Sevilla y Julio César, su fundador histórico, amén de otros identificables como Baco, Venus, Medusa etc., y otros no claramente identificados. Al igual que encontramos en algunos palacios renacentistas españoles, hay un intento de hacer entroncar la monarquía española con sus raíces clásicas, lo que significa la escenificación de un verdadero Palacio de la Fama.
A diferencia de la escultura exenta o de bulto redondo, independizada físicamente del marco arquitectónico, las imágenes a que nos referimos, aparecen enmarcadas en relieve en los medallones, lo que dada su tridimensionalidad y estar adheridas a un plano, físicamente supone que no estando liberadas del marco arquitectónico están más próximas a la pintura que a la escultura, y por tanto constituyen una narrativa de historia, gestas y mitologías.
Decía Bruno Zevi, que realmente podemos percibir la esencia de la arquitectura cuando nos encontramos en el interior de un edificio, afirmación compartida por Pevsner y Giedion, al considerar que el interior de la arquitectura es la dimensión propia del arquitecto.
En la parte sur de la zona porticada del patio, se encuentra una estancia habilitada posteriormente a la Exposición como capilla, en la que destaca un retablo del siglo XVII procedente de la Desamortización, que acoge una bella imagen de la Inmaculada, probablemente del siglo XVII atribuida a Juan de Oviedo, con la particularidad de aparecer en estado de gravidez.
El Salón de Planos forma un amplio espacio en la planta que comunica directamente con la gran terraza alta. Consiste en un salón rectangular denominado "salón de planos'', se utiliza actualmente para recepciones. En el mismo se hallan dos grandes cuadros de la reina Isabel II y su esposo Francisco de Asís, retratados ambos de pie vistiendo trajes de gala. Sus dimensiones son 143 x 221 cms, obras del pintor Joaquín Berguer, aparecen firmados y fechadas en 1857.
El Salón de Trono, destinado a acoger las solemnidades y actos propios de la milicia, es el lugar de recepción del Capitán General cuando ostenta la representación del Jefe del Estado. El techo está decorado con pintura al temple, y orlado decorativamente. Simétricamente al centro se encuentran dos paisajes que recogen dos imágenes representativas de la Andalucía occidental y oriental: por una parte una vista del Guadalquivir y la torre del Oro, y por otra la visión de Alhambra de Granada.
El Salón de Actos - Teatro, es un espectacular y desconocido espacio para la mayor parte de los sevillanos. Planteado durante la Exposición como Salón de Actos o Teatro, difiere en su aspecto decorativo de los criterios neorrenacentistas que Aníbal González imprimió al conjunto de la Plaza de España. Destaca sobre todo una extraordinaria y espectacular vidriera circular que ocupa la parte central de la bóveda del teatro.
Centrada en la bóveda de este Salón de Actos, la correspondencia es de marzo de 1929, por tanto hacía dos años que Aníbal González había dimitido. Es por tanto una de las últimas obras finalizadas poco tiempo antes de inaugurarse la Exposición. La decoración del Teatro o Salón de Actos, llevó a cabo el pintor Manuel de la Cuesta Ramos, quien posiblemente sin la presencia de Aníbal González, se permitió ciertas licencias personales en unos momentos en que el Art Déco estaba imperante.
Son igualmente importantes las obras de los hermanos Mauméjean en otros lugares de España, concretamente en Málaga, con motivo de la reconversión del antiguo cine Echegaray en teatro, la prensa daba la noticia de haberse autentificado allí una vidriera Art Decó, de Mauméjean. La sede del Banco de España en Madrid, cuenta con vidrieras emplomadas Mauméjean, e igualmente un bello edificio de arquitectura indiana existente en el Concejo de Salas del municipio de la Malleza en Asturias, existe otra obra de Mauméjean. La lista en el extranjero haría interminable la relación.
El proyecto para instalar una vidriera artística en la bóveda del teatro del edificio central, se remonta al 13 de julio de 1927, sin embargo será en abril de 1929 cuando finalmente será la empresa The Decorative Art" de J. Mauméjean la encargada de realizar y montar la misma, por un importe de 24.000 pts., según factura emitida el 26 de marzo de 1928. (H.M.S.E.I.A. Caja 50. Plaza de España).
En aquellas fechas como lo atestiguan diversas facturas, se realizaban a marchas forzadas los trabajos pendientes en el edificio central. En una de ellas de fecha 7 de mayo de 1928, el pintor y contratista Eloy Zaragoza daba cuenta al Ingeniero Jefe de la Exposición, de la finalización de los trabajos de pintura y decoración en el Teatro, momentos en que se estaba procediendo también a la instalación de la vidriera.
La colocación de la misma, exigió la fabricación de unos perfiles metálicos especiales en forma de medios arcos formeros. Este singular lucernario central, exigió hacer unos cálculos de resistencia del armazón que debería contar con ventana de acceso a la misma. La colorista decoración, en una primera banda muestra la heráldica de los reinos españoles de Castilla, León, Navarra y Aragón, y en una segunda el Toisón de Oro enmarcando el escudo del Rey Felipe V.
El espacio teatral sensiblemente elipsoidal, consta de patio de butacas y anfiteatro o piso alto, con una capacidad total de seiscientas butacas.
El escenario teatral se enmarca en un rectángulo en el que se abre un arco carpanel, cuyas enjutas acogen enfrentadas los rostros en relieve de unos personajes masculino uno y femenino el otro, enmarcados en sendos tondos de sinuosa ornamentación. El tambor que rodea la bóveda, ofrece una labor decorativa en yeso en el que figuran sucesivas ventanas, rectángulos y elipses, y sobre el tambor se aprecia una decoración pictórica a base de rectángulos que en sucesión ascendente disminuyen de tamaño (Pedro Mora Piris, Capitanía General de Sevilla. Estudio Histórico-Artístico de un edificio singular. Edantur. Sevilla, 2007).
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