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lunes, 28 de noviembre de 2022

Los principales monumentos (Ermita de Ntra. Sra. de Piedras Albas, e Iglesia de Ntra. Sra. de Guadalupe) de la localidad de El Almendro, en la provincia de Huelva

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte la provincia de Huelva, déjame ExplicArte los principales monumentos (Ermita de Nuestra Señora de Piedas Albas, e Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe) de la localidad de El Almendro, en la provincia de Huelva.
Ubicación
     El territorio de El Almendro, ubicado en el Andévalo más occidental de la provincia de Huelva, ocupa una estrecha franja de terreno que toca en su extremo oeste con la frontera Portugal. Al norte limita con el término municipal de Puebla de Guzmán, al este con Alonso, sureste con Villanueva de los Castillejos y suroeste con El Granado. Su extensión alcanza los 171 Km2, dedicándose 660 Ha de las mismas a cultivos herbáceos, y en un porcentaje mucho menor a la fresa y el fresón, y 227 Has. a cultivos leñosos destacando el olivar y los cultivos del melocotón.
     Sus coordenadas geográficas son; latitud 37º 30´, longitud –7º 16´. La altitud del núcleo urbano sobre el nivel del mar es de 229 metros y dista de la capital de la provincia, Huelva, a 47 Km.
     Su población de derecho actual es de 852 habitantes con un incremento relativo de la población de –1,28 y con un porcentaje de población inmigrante es de 1,85. A sus habitantes se les llama almendreros.
Breve reseña histórica
     Tenemos constancia desde época romana de la existencia de este municipio. En la época islámica surge en el emplazamiento conocido como cabeza del Buey, el poblado denominado Osma, el cual será el precedente del actual El Almendro que surgirá en 1519. Desde mediados del s. XV pasará a formar parte del Condado de Niebla y será el Conde de Niebla y Duque de Medina Sidonia el que decida el traslado de Osma al actual El Almendro, por razones meramente estratégica y a su rivalidad con el Marquesado de Gibraleón. El Almendro siempre ha tenido una gran importancia en el Camino de la Raya hacia Portugal.
     Durante 1640-1668 la guerra con Portugal este municipio va a estar castigado con las continuas incursiones que provocaron una gran emigración y muerte de muchos de sus vecinos.  El Almendro siempre se ha caracterizado por ser un pueblo de jornaleros y por sus relaciones económicas con Portugal va ser un factor muy importante.  Durante la Guerra de la Independencia El Almendro se convirtió en cuartel general de las tropas españolas que actuaban en la frontera con Portugal.
     A principios del siglo XIX El Almendro sale del señorío de Niebla y pasar a formar parte de la nueva provincia que se crea Huelva.
     En el siglo XX se produce una cierta recuperación económica, auspiciada por la actividad minera que generó abundante mano de obra y permitió que se produjera un considerable crecimiento poblacional. Finalizada esta etapa y con el desmantelamiento de las minas y la ausencia de movimiento económico produce una emigración masiva hacia países como Alemania, que culminará con el retorno de gran parte de los emigrados en los últimos años de la década de los ochenta y siguiente.
Patrimonio cultural y artístico
     Molino Pie Castillo: Molinos rehabilitados del s. XVIII, que se utilizaban para moler trigo.
     Ermita de Ntra. Sra. de Piedras Albas, iglesia del s. XV situada en el paraje de Osma.
     Iglesia de Ntra. de Guadalupe, iglesia de finales del s. XVI.
     Peña Maya, formación geológica de época cuaternaria y de unos 100 metros de altura y abrupta configuración.
     Sierra Abuela, una de las cumbres más elevadas del Andévalo Occidental.
     Minas La Isabel, Las Cantinas y Parador, tres pequeñas aldeas mineras situadas a 15 km de El Almendro.
     Vía Verde del Guadiana, se ha utilizado la antigua vía del ferrocarril minero para crear una vía para recorrerla tanto a pie, como a caballo, bicicleta… Se prolonga desde La Isabel (El Almendro) hasta Puerto de la Laja (Huelva).
Fiestas y tradiciones
     Fiestas Patronales en Honor a S. Sebastián, se celebra el fin de semana más próximo al 20 de enero.
     Romería de Ntra. Sra. de Piedras Albas, desde el domingo de Resurrección al martes de pascuas.
     Judas, el sábado de Gloria a las 00:00 horas.
     San Juan, se celebra el fin de semana más próximo al 24 de junio.
     San Antonio se celebra el fin de semana más próximo al 13 de junio en la aldea Mina La Isabel
     Semana Cultural, se celebra a mediados de agosto durante toda una semana.
     Misa de la Paz, fin de semana más próximo al 24 de septiembre.
     Feria Gastronómica, se celebra a finales de marzo o principios de abril.
Recursos económicos y sociales
     Las principales actividades empresariales que se desarrollan son la agricultura y ganadería, construcción, comercio, industria de la alimentación (cárnicas) y la hostelería, consolidándose como los pilares fundamentales del desarrollo económico del municipio.
     El sector económico predominante es el de servicios, vinculado a la construcción y al comercio, También hay que destacar la industria cárnica del cerdo ibérico.
Gastronomía
     Los platos típicos del municipio son la caldereta de cordero, revoltillos, arroz con turma, revuelto de turmas, revuelto de gurumelos, conejo en salsa, dulce de cidra, bollo de pascua, torta de chicharrones, pestiños, coscaranes, rosas, gañotes (Diputación Provincial de Huelva).
   Se localiza en la zona suroeste del Andévalo, en un paisaje montañoso de escasa altura, poblado en su mayor parte de encinas y alcornoques. La constitución geológica del terreno ha generado algunos topónimos singulares de la comarca, como «Piedras Albas» . La base económica de la población es la actividad agro-ganadera. Los primeros testimonios de la presencia humana en la zona se remontan a la Edad del Bronce, vinculados a la minería, quedando como testimonio algunos enterramientos en cistas en el lugar de "Valderrodrigo". En época romana, la población estuvo en la ruta que unía el sur de la provincia con Mérida, vía por la que se conducía el mineral de la comarca hacia los puertos. Durante el periodo islámico perteneció a la cora de Niebla, hasta su Reconquista a mediados del siglo XIII. En el siglo XV existía un núcleo de población, llamado Osma, en torno a la ermita de Piedras Albas que, en 1519, por mandato don Alonso Pérez de Guzmán, duque de Medina Sidonia y conde de Niebla, fue trasladado a un nuevo emplazamiento llamado «El agua del Almendro», dando lugar al municipio actual. 
     Con esta medida, el duque intentó proteger su señorío de posibles pretensiones territoriales del marqués de Gibraleón, señor de la inmediata población de Castillejos. El siglo XVII será un periodo de prolongada crisis, consecuencia de las sucesivas guerras con Portugal, detectándose los primeros síntomas de recuperación a mediados del siglo XVIII, cuando aumentó significativamente su población. El siglo XIX, abre una nueva coyuntura negativa provocada por la Guerra de la Independencia y los procesos desamortizadores. La recuperación se inició a principios del siglo XX, con un crecimiento demográfico sostenido hasta la década de 1960, cuando la tendencia de la población a trasladarse a las grandes ciudades está causando un notable descenso (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
     Formando continuidad urbana con Villanueva de los Castillejos se alinean las casas de El Almendro, localidad que conserva una iglesia de transición del barroco al neoclásico. La ruina que actualmente amenaza al edificio impide contemplar un interior de agradables armonías cromáticas, así como las pinturas murales que adornan las bóvedas y paramentos del crucero. Dos cosas singulares ofrece El Almendro al visitante: el paraje llamado Peña Maya, conjunto de rocas de época cuaternaria que se agrupa al norte de la población, y el molino Pie de castillo, uno de los escasos ejemplares de la zona que, desde el siglo XVIII, ha podido resistir el paso atroz del tiempo. Desde el cerro donde está subido se goza de espléndidas vistas.
     Aunque pertenece al término municipal de Puebla de Guzmán, antes de tomar la desviación a Alosno conviene acercarse a la ermita de la Virgen de la Peña. Corona el llamado Cerro del Águila, que se eleva a considerable altura sobre el entorno configurando un inmejorable mirador sobre el Andévalo. Desde allí se contempla la sucesión de cumbres que modula el horizonte y los bosques que recubren las ondulaciones del terreno. Al pie de los peñascos y rodeada de cal resplandeciente, levanta su blanca arquitectura la fábrica armoniosa de la ermita. Aunque quizás de origen medieval, el santuario que hoy ve­mos es fruto de las reformas introducidas a mediados del siglo XX. Alberga la Virgen de la Peña, imagen de madera policromada tallada en el siglo XVI (Pascual Izquierdo, Un corto viaje a Huelva. Guíarama compact. Anaya Touring. Madrid, 2012). 

Ermita de Nuestra Señora de Piedras Albas
     La ermita de Nuestra Señora de Piedras Albas, a unos 4 kms. de El Almendro, está situada en medio de una hermosa dehesa de encinas, sobre una suave loma, en el lugar denominado «Campo de Osma». No se sabe la fecha exacta de su construcción, aunque ya debía existir a finales del siglo XV, cuando las fuentes documentales recogen la existencia del citado poblado asentado en sus alrededores. El primitivo edificio medieval, debió ser reformado en numerosas oca­siones, destacando la obra efectuada en 1869, cuando fue construida la actual bóveda de medio cañón rebajado con lunetos que cubre la nave y otra reforma efectuada en 1977, en que se derribó el primitivo presbiterio, siendo sustituido por el que hoy existe. La actual Virgen de Piedras Albas fue realizada por Sebastián Santos Rojas en 1956, sustituyendo a una antigua imagen de tradición gótica destruida en la Guerra Civil. Junto al camarín, de la cúpula de crucero, cuelga una lámpara de plata de época barroca.
     Finalmente, la importancia alcanzada por la romería en las últimas décadas ha supuesto una fuerte intervención en la ermita y su entorno, construyéndose los actuales pórticos y las numerosas casas de hermandad (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
     El manuscrito titulado Noticia histórica, geográphica y coronológica del santuario de N. M. y. S. de Piedras Albas, que existe en el lugar del Almendro, de la jurisdicción y condado de la villa de Niebla (hoy de propiedad municipal), firmado en 1786 por Andrés Barba Roxo, da cuenta precisa de éste y del resto de edificios religiosos de la localidad, narrando los sucesos tenidos por sobrenaturales que dan origen a la devoción y aportando importantes pormenores históricos, de manera que, según el manuscrito, la traslación en el siglo XVI del antiguo emplazamiento de los vecinos de Osma a uno nuevo que se habría de llamar El Almendro, permitida y propiciada por el señor del lugar, conde de Niebla y duque de Medina Sidonia, tiene, merced a este documento, una razón más que la justifica: lo insalubre del lugar, aunque la documentación aporta razones para asentar que lo fue por decisión señorial.
     La ermita de Nuestra Señora de Piedras Albas está situada en el bello paraje de Prado de Osma, una hermosa dehesa de encinas sobre una suave loma, a 5 km del núcleo de la población de El Almendro. No se sabe la fecha exacta de su construcción, aunque ya debía de existir a finales del siglo XV, cuando las fuentes documentales recogen la existencia del citado poblado asentado en sus alrededores. El primitivo edificio medieval debió ser reformado en numerosas ocasiones, destacando la obra efectuada en 1869, cuando fue construida la actual bóveda y otra reforma efectuada en 1977 en que se derribó el primitivo presbiterio y se sustituyó por el actual.
     Es un edificio de una sola nave cubierta con bóveda de cañón con cuatro lunetos y un presbiterio escasamente diferenciado. El presbiterio se cubre con media naranja sobre pechinas, mientras la nave está cubierta con bóveda de cañón con cuatro lunetos. En el arco toral de medio punto se lee la fecha de 1869.
     El cuerpo del templo queda arropado, y enmascarado, por un porche en cada costado y unas dependencias por parte de la cabecera. El presbiterio remata al exterior por nos extraños adornos de fábrica y decora la puerta de los pies una portada en línea con las de la arquitectura popular de El Almendro.
     En su interior se encuentra la imagen de Nuestra Señora de Piedras Albas que fue tallada en el siglo XX por el escultor Sebastián Santos para sustituir a otra imagen anterior que resultó destruida en los sucesos que tuvieron lugar al inicio de la Guerra civil española de 1936. Destacar que la ermita está rodeada de montes, cañadas y al frente se alza el cerro denominado Cabeza del Buey, que en su día albergó el primer asentamiento localizado en el municipio.
     La importancia alcanzada por la romería en las últimas décadas ha supuesto una fuerte intervención en la ermita y su entorno, construyéndose los actuales pórticos y las numerosas casas de hermandad (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía). 

Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe
     El origen del actual edificio se remonta al año 1762 cuando las autoridades eclesiásticas de El Almendro solicitaron del Arzobispado de Sevilla la ampliación de su iglesia parroquial, pues se había quedado insuficiente en relación al crecimiento demográfico experimentado por el vecindario
     El Provisor, atendiendo la petición, envió al arquitecto Pedro de Silva, quien el 17 de mayo de  1762, emitía el correspondiente informe. En él describía el antiguo templo como un edificio de tres naves, compartimentado por columnas de cantería, cubierta la central con un artesonado y las laterales mediante simples colgadizos. Al exterior, presentaba dos portadas en sus flancos y una en el hastial, coronada por una espadaña. Pedro de Silva encontró, pues, un edificio de planta basilical de tipología mudéjar­ clasicista, probablemente levantado en la última década del siglo XVI y vinculable con proyectos de Hernán Ruiz II o sus sucesores.
     Para su ampliación propuso demoler el testero, a partir del arco toral, añadiéndole un crucero abovedado; la capilla mayor con media naranja y las colaterales, de cañón con lunetos. El diseño fue aprobado en 1763, nombrándose para la ejecución de las obras a los maestros Joaquín de Herrera, en lo tocante a albañilería, y Manuel Nicolás Vázquez, para los trabajos de carpintería. No obstante, poco tiempo después, Pedro Pérez de Medina, en nombre de la fábrica del Almendro, solicitó al provisor un nuevo proyec­to a cargo del arquitecto Ambrosio de Figueroa, argumentando que la propuesta de Silva no solucionaba de forma satisfactoria y con previsión de futuro las carencias de espacio.
     Tal denuncia, en realidad, podría estar en relación con el hecho de que en la vecina población de El Granado también se estaba renovando la iglesia parroquial, en la cual, tras un primer proyecto de Pedro de Silva, sin concesiones a la monumentalidad, se había logrado un nuevo plan de mayor prestancia ideado por Ambrosio de Figueroa, resultando la comparación inevitable. Así, el cabildo eclesiástico del Almendro, vista la mejora experimentada en la parroquia de sus vecinos por el nuevo proyecto, no pudo por menos que intentar la revisión del suyo, planteando para ello la excusa de su escasa capacidad. Informado el Provisor, accedió a la revisión.
     El proyecto de Figueroa para El Almendro proponía ampliar longitudinalmente la nave central con dos tramos más subiendo al mismo tiempo su altura, mediante la inserción de pedestales en las bases de las columnas y, en la cabecera, levantar un crucero abovedado análogo a la propuesta de Silva. Además, a los pies de la nave central disponía un coro alto y, finalmente, al exterior una portada en el hastial flanqueada por una torre rematada en un campanario de orden tosca­no con chapitel piramidal.
     En 22 de diciembre de 1763 el Provisor autorizó la ejecución del nuevo diseño, trayéndose las nuevas columnas necesarias y los pedestales desde Tavira (Portugal). Las obras quedaron concluidas en julio de 1764.
     A finales del siglo XVIII, de nuevo se tuvo que intervenir en el templo, debido al mal estado de conservación que presentaba el primitivo artesonado mudéjar de la nave central. Ante la imposibilidad de su renovación, por motivos económicos, el maestro Santiago de la Llosa propuso, como solución poco costosa, el simple arreglo de los tejados y su ocultamiento mediante una bóveda encamonada. Esta operación se realizó entre los años 1800 y 1801. Así quedó la iglesia configurada con su actual aspecto.
     Del edificio, en general, podemos destacar, las armónicas proporciones del espacio interior, la portada del hastial que revela el lenguaje característico de Ambrosio de Figueroa, donde las formas barrocas van dejando paso a las neoclásicas, y el habitual campanario con huecos de medio punto entre dobles pilastras, rematado con chapitel de azulejos en azul y blanco.
     La iglesia se encuentra, en la actualidad, en proceso de restauración, planteándose la duda entre man­tener la citada bóveda encamonada o dejar vista la artesa mudéjar aún oculta tras ella.
     La mayor parte de los bienes muebles que contenía el interior del templo fueron destruidos en 1936. No obstante, aún se conservan algunas piezas que merecen ser destacadas.
     En primer lugar, son interesantes las pinturas murales que decoran las bóvedas y paramentos del crucero, resueltas con decoración vegetal estilizada y otros motivos de intenso sabor popular. Gran parte de ellas se encuentran ocultas por la cal, precisando de una restauración que deje a la vista el conjunto en su integridad.
     En el presbiterio recibe culto la Virgen de Guadalupe, titular de la parroquia, imagen de vestir, realizada por Juan Abascal Fuentes en el año 1963.
     Preside el testero de la capilla Sacramental un cuadro de altar, donde se representa a la Virgen de Piedras Albas, firmado por Sebastián García, con una inscripción que alude a su donación por un hermano de la cofradía al Sagrario en el año de 1940. No obstante, en este ámbito, las obras de mayor interés iconográfico son dos grandes lienzos de medio punto, pintados al óleo con temas alegóricos. El primero representa el Triunfo de la Inmaculada sobre el pecado, donde María, sobre un carro tirado por ángeles, aparece acompañada por San Ildefonso, San Bernardo, Santo Tomás de Aquino y San Buenaventura. Los emblemas de la monarquía, a sus pies, manifiestan la defensa del dogma por los reyes de España. El segundo lienzo muestra el Triunfo de la fe católica sobre las herejías. En este caso el carro va tirado por Santo Tomás de Aquino y San Buenaventura y sobre él, en los extremos, aparecen el Sumo Pontífice y una alegoría de la fe, portadora de un ostensorio y, en la parte central, los cuatro Padres de la Iglesia latina: San Gregorio, San Ambrosio, San Jerónimo y San Agus­tín. Completan la escena dos herejes cautivos y otros dos aplastados bajo las ruedas. Ambas pinturas son fechables en la segunda mitad del siglo XVIII. Adosado al pilar izquierdo del crucero, se encuentra un púlpito de forja barroca sobre un desproporcionado vástago, quizás en relación con el aumento de altura de la nave en la refor­ma de 1763. Dispersos por las naves, dos lienzos que representan a Santa Lucía y a la Virgen de los Dolores, ambos mal conservados y de carácter popular, al igual que algunos bancos de carpintería barroca.
     En la sacristía, se guardan varios fragmentos de antiguas imágenes, como la cabeza de un Cristo crucificado, del siglo XVI, la de una Virgen, del XVIII, y la de un Santo, del siglo XIX, además de algunas piezas de orfebrería, entre las que citaremos una Cruz parroquial de latón, de la primera mitad del siglo XVII, y un cáliz rococó de plata sobredorada, de la segunda mitad del siglo XVIII, con la marca del platero sevillano Alexandre (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
     La iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe en El Almendro, municipio situado en la zona occidental del Andévalo onubense, comienza su historia con la fundación en 1519 de la localidad de El Almendro, fruto del traslado de la población que existía previamente desde una zona cercana llamada Osma, lugar en el que hoy se ubica la ermita de Nuestra Señora de Piedras Albas.
     Su origen se remonta al año 1762 cuando las autoridades eclesiásticas de El Almendro solicitaron del Arzobispado de Sevilla la ampliación de su iglesia parroquial, pues se había quedado insuficiente en relación al crecimiento demográfico experimentado por la población. Esta iglesia es la edificación más antigua del municipio, remontándose los orígenes de su construcción al siglo XVI. Desde entonces las diferentes aportaciones en los correspondientes estilos de cada época han dado lugar a este edificio representativo de toda la historia de El Almendro.
     En el transcurso de los años la iglesia ha sido remodelada y ampliada en diferentes momentos, principalmente en el siglo XVIII, por lo que posee los rasgos que representan los gustos artísticos de cada época, aunque su estructura original corresponde a la de una iglesia de tipología de tres naves con columnas y cubierta mudéjar de madera de la que no se encuentran ejemplos similares en la provincia de Huelva. Su estilo ecléctico es el resultado de elementos mudéjares, renacentistas, barrocos y neoclásicos, destacando entre sus componentes la armadura de madera, ejemplo espléndido de la arquitectura mudéjar, aun cuando se encuentre parcialmente velada por la bóveda encamonada del siglo XVIII.
     El templo es un referente urbanístico primordial para la población, un elemento simbólico insustituible y que caracteriza al municipio. Su entidad es muy destacada, pudiendo considerarse como el inmueble de mayor entidad arquitectónica de su casco urbano. Asimismo, y dada su antigüedad, se constituye como el lugar de reunión de la población, siendo testigo de ceremonias, fiestas, etc., razón por la que su valor etnológico es incuestionable.
     La iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe de El Almendro es actualmente fruto de las diferentes reformas efectuadas desde su origen hasta la actualidad. Las primeras referencias documentales de la misma datan de 1638 y por ello la historia constructiva anterior a estas fechas es difícil de concretar aunque, atendiendo a los elementos arquitectónicos que presenta, su configuración primitiva podría situarse en el último tercio de siglo XVI.
     El templo se localiza en la zona central de la población, entre las dos calles principales del viario, la calle Grande y la calle Fuente, presidiendo la plaza de la Constitución. Su privilegiada situación y sus dimensiones lo convierten en el principal referente urbanístico del municipio. El inmueble se encuentra exento del caserío circundante. Por el oeste lo delimita la plaza de la Constitución, por el norte la calle San Sebastián, por el este la calle Fuente y por el sur la calle San Marcos. A pesar de ello, las distancias con los inmuebles circundantes son, por lo general, escasas. El único flanco por el cual su contemplación resulta más airosa es su frente, debido a que la plaza de la Constitución, aunque de reducidas proporciones, permite la visión completa de la fachada de la iglesia.
     El inmueble posee un volumen definido y compacto que destaca sobre los demás debido a la altura que alcanza. Los elementos más sobresalientes son la torre y el crucero, aunque en líneas generales el edificio presenta un aspecto unitario. 
     La planta es de tres naves separadas por columnas, de mayor anchura la central que las laterales, con crucero amplio que no sobresale de la línea de los muros aunque sí en desarrollo ya que ocupa la extensión de dos tramos de la nave. La cabecera se resuelve con un cerramiento plano, tanto en la nave principal como en las laterales. El desarrollo longitudinal se compone de ocho tramos entre los que se incluye el citado crucero y el presbiterio, flanqueado en ambas naves laterales por capillas. A ellos hay que añadirles, fuera ya de la zona litúrgica, las estancias parroquiales y el espacio situado a los pies del templo, que en el caso de la nave principal lo ocupa un vestíbulo, en el de la nave de la Epístola la torre, y en la del Evangelio una capilla bautismal. La entrada principal se encuentra a los pies de la iglesia, completándose con otras dos menores situadas a ambos lados del tercer tramo.
     La fachada principal se dispone de modo asimétrico. La portada responde a un estilo ecléctico, con formas barrocas y neoclásicas datables en el siglo XVIII. El vano de acceso es de arco rebajado flanqueado por pilastras toscanas sobre pedestal, rematado con un frontón partido que alberga un óculo enmarcado. La torre es de escasa altura. Las portadas laterales se abren a la altura del tercer tramo y son prácticamente idénticas a la principal. Las cubiertas se disponen a dos aguas y con buhardillas a ambos lados. El inmueble está totalmente encalado por lo que su aspecto es blanco intenso y su textura lisa.
     El interior presenta tres naves separadas por columnas, alcanzando las laterales más altura que la central. Los tramos son ocho, tanto en la nave principal como en las laterales, presentando los seis primeros una disposición uniforme hasta el crucero que ocupa aproximadamente el doble de extensión que cada uno de los anteriores, alcanzando mayor desarrollo en altura y donde los soportes utilizados son pilares cruciformes. El último tramo lo forma la cabecera, con ábside y dos capillas laterales separadas del crucero por arcos transversales de medio punto, y finalizada en testero plano. Los elementos sustentantes son columnas de orden toscano sobre pedestales, con dados entre el capitel y los
arcos. Sobre las columnas apean los arcos formeros, con trazado de medio punto y enmarcados en alfiz en sus flancos exteriores. En la nave central se dispone como cubrición una bóveda encamonada estructurada por arcos fajones rebajados, terminados en pinjantes y bóvedas de aristas que dan lugar a lunetos sobre los arcos formeros. La composición de esta estructura no es de fábrica, sino de materiales ligeros, madera y tablazón, recubierta interiormente mediante enfoscado. Oculta por dicha bóveda se encuentra la estructura que realmente ejerce las funciones de sustento, una armadura de par y nudillo sin limas que recorre todos los tramos desde los pies hasta el crucero. Especial interés presenta el arrocabe, así como algunos tirantes que aún conservan la decoración. Las naves laterales se resuelven con colgadizos de madera sencillos.
     La presencia de pinturas murales le otorgan una peculiaridad más y contribuyen a la originalidad de la iglesia. Estas pinturas se concentran principalmente en el crucero, concretamente en los tramos laterales, aunque se encuentran fragmentos repartidos por todo el interior. Es de destacar la variedad tipológica, estilística e iconográfica de las mismas. Se diferencian tres tipos de pinturas murales: las que se localizan en la zona alta del crucero sur, superpuestas a las originales, de torpe factura, escaso valor artístico o estético y presumiblemente más recientes; las que cubren el entablamento y la bóveda del crucero norte, de gran riqueza iconográfica y compositiva; y las que se hayan en su mayor parte en los arcos de este mismo tramo, así como repartidas en forma de restos por diversas zonas del templo, con el
colorido más variado y mejor conservadas que las demás.
     En el sexto tramo de la nave central, adosado al pilar que comparte con el crucero en el lado del Evangelio, se encuentra el púlpito, una singular pieza realizada en hierro forjado y madera. Se apoya sobre un pequeño pedestal de fábrica adornado con azulejos en color azul sobre fondo blanco. La balaustrada circular recibe toda la carga decorativa, con flores de lis en la zona baja y flores con abundantes pétalos dorados sobre tallos estilizados como fondo, dispuestos en tres flas horizontales repartidas regularmente. El tornavoz, de madera y de corte octogonal, es una pieza añadida, ya que la original se perdió en la Guerra Civil.
     La armadura lignaria mudéjar situada tras la bóveda de la nave central corresponde, tanto por su estructura como por sus elementos decorativos, con la utilizada en torno a fines del siglo XVI y principios del XVII, aunque las reformas de épocas posteriores son evidentes a tenor de lo conservado, de modo que no se puede hablar de una armadura mudéjar renacentista en sentido estricto.
     La estructura original del inmueble quedaría conformada con una planta que correspondería a los cuatro primeros tramos y con una cabecera de menos desarrollo. La cabecera actual fue ejecutada en la ampliación del templo efectuada en el siglo XVIII, junto con el crucero y dos nuevos tramos. Las columnas con pedestales, la pieza cúbica a modo de cimacio y los arcos formeros actuales, que estarían enmarcados por alfiz a ambos lados, sirven de apoyo a la armadura mudéjar de par y nudillo sin limas de la nave central y de colgadizo en las laterales que soporta el tejado.
     En el siglo XVII probablemente se hallaba finalizado el templo. Los dos hechos documentados más relevantes en este siglo son los que tuvieron lugar el 28 de octubre de 1665, en el que el ejército portugués entró en la villa y la saqueó. En 1698 se ordenó «desenvolver los techos de esta iglesia», lo que se tradujo posiblemente en algunos arreglos puntuales.
     Ya en pleno siglo XVIII, en 1778, aparece un informe que asegura que la iglesia «se concluyó sacada de cimientos, habrá once años». La hipotética construcción, que se fecharía en 1762, corresponde más bien a la profunda reforma efectuada en el edificio a lo largo de esta década, probablemente debido a los efectos que el terremoto de Lisboa de 1755 produjo en su fábrica, aunque de ello nada se sabe, pero resulta significativo que apenas siete años más tarde se acometan intervenciones tan importantes y que afectaban a elementos tan básicos como los muros, la cubrición o la torre. En estos años la fisonomía del templo cambió notablemente, se amplió la planta del templo hacia levante, concretamente se derribó la cabecera y se alargaron las cuatro naves dotándolas de dos tramos más, un crucero y un presbiterio. La realización de las portadas que hoy existen corresponde a este momento, con la factura a medio camino entre el barroco y el neoclasicismo, según las características propias de los maestros de obras Pedro de Silva y Ambrosio de Figueroa.
     El siglo XIX continúan las intervenciones añadiéndose la bóveda de la nave central. Los maestros de esta época ordenan el «blanqueado del cañón de la nave mayor», concretamente en 1802, por lo que el interior pierde su original configuración espacial y se modifica sustancialmente, colocándose ahora la bóveda encamonada con pinjantes bajo la estructura mudéjar, cegando visualmente ésta aunque conservándose entre aquella y los tejados. La estructura de dicha bóveda no fue realizada en fábrica, sino de tablazón de madera enfoscado hacia el interior del templo. Sendas bóvedas de aristas rebajadas cubrirán cada uno de los tramos de la nave central, estructurándose mediante arcos fajones carpaneles terminados en pinjantes decorativos.
     Sobre las pinturas murales del interior no se conoce ninguna referencia documental, aunque por sus características pertenecen a la primera mitad del siglo XIX. Durante todo este siglo y en el siglo XX el interior destacó por tener la mayor parte de sus muros cubiertos por frescos cargados de decoración menuda, con sus tonalidades aún vivas como telón de fondo para los correspondientes retablos y cuadros. Como consecuencia de la Guerra Civil la iglesia perdió la totalidad de sus bienes muebles.
     Es pues un edificio diseñado y ejecutado originalmente como renacentista, con elementos del estilo mudéjar representado en el artesonado. La fase de ampliación de la iglesia en el siglo XVIII le añade las formas barrocas, las cuales prevalecieron debido también a la fuerte corriente popular representada por los maestros locales y a las que se unieron las neoclásicas o academicistas que postulaban la pureza de líneas y la sobriedad de formas, por lo que en su desarrollo constructivo hay una larga lista de maestros mayores y de maestros locales, entre los que caben destacar Pedro de Silva, Joaquín de Herrera, Manuel Nicolás Vázquez, Ambrosio de Figueroa y Santiago de Llosa (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

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