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sábado, 12 de noviembre de 2022

La Capilla de San Millán, en la Iglesia del Sagrario, de la Catedral de Santa María de la Sede

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la Capilla de San Millán, en la Iglesia del Sagrario, de la Catedral de Santa María de la Sede, de Sevilla.
   Hoy, 12 de noviembre, en los montes de la región de la Cogolla, no lejos de la ciudad de Logroño, en España, Memoria de San Millán o Emiliano, presbítero, que después de llevar vida eremítica y clerical abrazó la monástica, y se hizo famoso por su generosidad para con los pobres y el don de profecía (574) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
     Y que mejor día que hoy para ExplicArte la Capilla de San Millán, en la Iglesia del Sagrario, de la Catedral de Santa María de la Sede, de Sevilla.
     La Iglesia del Sagrario, que pertenece a la Catedral de Santa María de la Sede  [nº 1 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 1 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la avenida de la Constitución, 13; con portadas secundarias a las calles Fray Ceferino González, plaza del Triunfo, plaza Virgen de los Reyes, y calle Alemanes (aunque la visita cultural se efectúa por la Puerta de San Cristóbal, o del Príncipe, en la calle Fray Ceferino González, s/n, siendo la salida por la Puerta del Perdón, en la calle Alemanes); en el Barrio de Santa Cruz, del Distrito Casco Antiguo.
    En la Iglesia del Sagrario, de la Catedral de Santa María de la Sede [nº 154 en el plano oficial de la Catedral de Santa María de la Sede], que ocupa dos naves de ocho tramos de las galerías de Poniente del patio de la aljama, concretamente la que se llamó "claustra de los Caballeros", "nave de la Granada" y las capillas que abrían a ella, podemos contemplar la Capilla de San Millán [nº 149 en el plano oficial de la Catedral de Santa María de la Sede]; Contiene también una imagen de San Roque y durante un tiempo albergó la de San José y la Virgen del Madroño. En 1845 tenía una imagen de "Ntra. Sra. de las Virtudes" (Alfonso Jiménez Martín, Cartografía de la Montaña hueca; Notas sobre los planos históricos de la catedral de Sevilla. Sevilla, 1997).
     En la Iglesia del Sagrario, de la Catedral de Santa María de la Sede, la capilla dedicada a San Millán, con retablo del siglo XVIII donde aparecen las tallas de Santa Catalina y la rueda de su tormento, la Inmaculada, San Roque y Santa Gertrudis la Magna. En el ático aparece un relieve de la Trinidad y en el banco un relieve con el martirio de San Pedro de Arbués. Del siglo XVIII es la imagen del santo titular que preside el retablo (Manuel Jesús Roldán, Iglesias de Sevilla. Almuzara, 2010).
     Las estructuras compositivas y la articulación espacial del Sagrario apenas cuentan con la integración de las capillas laterales en el efecto de conjunto. Relegadas a los espacios compartimentados por los grandes pilares compuestos de sustentación, se mantuvo a toda costa la jerarquía espacial dominante de la nave única. La indudable grandeza del Sagrario deriva de las nobles proporciones de sus dos cuerpos, de la espaciosa cúpula del crucero y de la elegante curvatura de arcos y bóvedas. El cuerpo de las capillas laterales es fundamentalmente el sustento de los muros que cargan, sin conexiones visuales que alivien la acusada oclusión de aquéllas. A subrayar esta impresión, además, contribuye el uniforme trazado de las rejas, cuya compacta malla lineal anula cualquier sugestión de ensanche lateral. 
     Los espacios interiores asignados a los laterales son muy bajos y en los arcos del cubrimiento aparecen decorados con tramas geo­ métricas de monótona regularidad, claramente afines al restante sistema ornamental del cuerpo bajo. Al ser tan reducidos los espacios, y al carecer de iluminación natural directa, difícilmente pudieron acoger las capillas ensambladuras elevadas o desarrollar vistosos procedimientos orna­ mentales (yeserías o pinturas) acordes con el pleno barroco. Así pues, los tipos de retablos de casi todas las capillas se repiten; casi siempre son arcosolios poco profundos en los cuales se insertan hornacinas centrales flanqueadas por soportes. La mayor parte de éstos son columnas salomónicas y estípites; sólo en una de las capillas se construyó un buen retablo neoclásico de mármoles. 
     Como es habitual, la evolución de las necesidades devocionales motivaron las con­ sabidas transformaciones de las ensambladuras, de manera que prácticamente todos los retablos del Sagrario fueron transformados —preferentemente en su calle central— para enriquecer anteriores hornacinas o para tratar de forzar el escaso espacio disponible y habilitar nuevos huecos en los cuales alojar imágenes. Por ello el trasiego de éstas ha sido frecuente; recientemente hemos presenciado cómo en el retablo de la capilla de las Santas Justa y Rufina se trasladó a las titulares al crucero para acomodar en su altar a un Sagrado Corazón de Jesús anteriormente en la vecina catedral.
    La segunda capilla del costado izquierdo es la dedicada a San Millán. Se trata de un retablo de madera en su color, sin policromar, de hacia 1740, con buenos estípites y notables detalles ornamentales de acantos escarolados y flores; repertorio ornamental nacido en el retablo mayor de este templo. Abundan las esculturas, de mediano interés, en la ancha calle central. Desde el banco hacia arriba aparecen: el martirio de San Pedro de Arbués, el titular San Millán, Santa Catalina y Santa Gertrudis y San Roque. Debe notarse que una Dolorosa arrodillada de mediados del siglo XVIII se encuentra en la actualidad sobre la mesa de altar, delante del citado relieve de San Pedro de Arbués (Emilio Gómez Piñol y María Isabel Gómez González. El Sagrario de la Santa Iglesia Catedral de Sevilla. Cuadernos de restauración de Iberdrola VIII. Madrid, 2004).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de San Millán, presbítero
   Santo Español del siglo VI cuya Vita ha sido escrita por san Braulio, obispo de Zaragoza.
     Nació hacia 474 en Logroño (Rioja), y habría muerto centenario en 574. Aragón y Castilla se disputan el honor de haber sido su cuna.
     Antes de convertirse en ermitaño, en una montaña llamada Cuculle (Cogolla o Cogulla), porque se asemejaba a la cogulla de un hábito monástico, era un simple pastor. Mientras cuidaba el ganado tocaba el laúd para sobreponerse al sueño.
     Se le atribuían numerosos milagros: bendijo una jarra que se llenó de vino; predijo la rendición de Cantabria; igual que el apóstol Santiago, habría combatido a caballo contra los moros; unos malhechores que pretendía incendiar su cama acabaron matándose; quienes robaron su caballo perdieron la vista; el aceite de la lámpara encendida ante su relicario curaba la ceguera.
CULTO
     El culto de San Millán de la Cogolla, que se difundió mucho en el norte de la península ibérica, tiene dos centros principales: el monasterio de San Millán de la Cogolla (o de la Cogulla) en La Rioja, y la localidad de Torrelapala en la provincia de Zaragoza.
ICONOGRAFÍA
     Las principales obras de arte donde aparece representado, proceden del monasterio de San Millán (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Conozcamos mejor la Biografía de San Millán de Cogolla, presbítero;
     San Millán de la Cogolla, Emiliano (Berceo, La Rioja, c. 470-473 – San Millán de la Cogolla, La Rioja, 12 de noviembre de 574). Sacerdote, eremita, santo.
     La vida de este santo ermitaño es conocida únicamente por un relato hagiográfico, la Vita Sancti Emiliani, compuesta por Braulio, obispo de Zaragoza, hacia el año 640. En realidad, la Vita se compone de dos partes bien diferenciadas; la primera es una carta de Braulio a su hermano Fronimiano, en la que explica las vicisitudes por las que pasó para componer la obrilla.
     Según dicha carta, Braulio supo del eremita a través de sus hermanos Juan y Fronimiano. Éste le envió un memorial donde testificaban el abad Citonato, los presbíteros Sofronio y Geroncio y la virgen Potamia acerca de la vida de Millán. Con este material, Braulio puso manos a la obra, pero al poco perdió las notas y no pudo continuar su trabajo. La casualidad quiso que tiempo después, hojeando un códice, tropezara con ellas y así dio remate a la Vita con la intención de que pudiera ser usada en los divinos oficios del que ya era venerado como santo. Sin embargo, no contento con su trabajo, pidió a Fronimiano que corrigiera la obra y la mostrara a Citonato y Geroncio, que aún vivían, para que comprobaran su exactitud.
     La Vita propiamente dicha es una biografía de san Millán intercalada, como era lo propio del género hagiográfico, con reflexiones piadosas y relatos milagrosos efectuados durante su vida y post mortem. Millán (Emilianus en latín) era un pastor que, a los veinte años de edad, decidió dejarlo todo y ponerse bajo la dirección de un venerado ermitaño, de nombre Félix, que vivía in castellum Bilibium. Convenientemente informado de la vida solitaria, se retiró a un lugar no lejos de su villa natal, villa Vergegio, pero pronto la gran afluencia de devotos le obligó a adentrarse en lo más profundo del monte, ad remotiora Dircetii montis secreta, donde consumió en la soledad casi cuarenta años de su vida. La fama de su santidad llegó finalmente al obispo Dídimo de Tarazona, en cuya diócesis se encontraba, y fue ordenado obispo, encargado de la parroquia de Vergegio. Movido por su radicalidad evangélica distribuyó los bienes de la iglesia entre los pobres, por lo que fue denunciado al obispo por los otros clérigos y desprovisto de su parroquia, acusado de dilapidar sus riquezas. Se retiró entonces de nuevo a la soledad, pero esta vez a un lugar no muy lejano, viéndose pronto rodeado de hermanos y hermanas deseosos de llevar su misma forma de vida.
     Cuidado por ellos murió ya centenario, no sin antes haber profetizado la destrucción de la ciudad de Cantabria, que llevaría a cabo Leovigildo.
     San Millán fue enterrado en su propio oratorio, germen de lo que posteriormente fue el célebre monasterio que lleva su nombre. Sin embargo, la topografía de la Vita plantea problemas de difícil solución ya que si, por un lado, exige un ambiente riojano, por otro la dependencia de este territorio del obispo de Tarazona, y no del de Calahorra, como hubiera sido lo más lógico, está lejos de resolverse, aunque todo parece indicar que, inexplicablemente, Braulio cometió un error de atribución de jurisdicción eclesiástica.
     Las reliquias de san Millán permanecieron en su oratorio hasta el año 1076, en que fueron trasladadas al Monasterio de San Millán de Yuso. La magnífica arca de oro, marfil y piedras preciosas, fabricada en 1067, fue destruida por las tropas francesas en 1809, aunque muchos de sus marfiles pudieron ser recuperados.
     El culto a san Millán se generalizó ya en época visigoda, convirtiendo posteriormente su sepulcro en un concurrido lugar de peregrinación (Miguel C. Vivancos Gómez, OSB, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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