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jueves, 24 de noviembre de 2022

El Cortijo de los Aguado, en El Real de la Jara (Sevilla)

     Por Amor al Arte
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     El conjunto fue levantado en la década de los cincuenta del siglo XX por la familia Aguado.
     Pocas veces una construcción rural contemporánea reviste tanto interés como el presente ejemplo, habida cuenta de su meticulosa planificación, reutilización de esquemas y formas tradicionalmente aplicadas por la arquitectura de haciendas y cortijos, perfecta adaptación a la irregular orografía en la que se asienta, búsqueda de la funcionalidad, etc. Puede ser considerado un auténtico revival de la arquitectura rural sevillana, de forma que viene a conjugar las intenciones representativas y ennoblecedoras de aquélla, con las recientes necesidades productivas.
     Su monumentalidad, expresada de forma especial por la residencia, emplazada en lo alto del conjunto, es el hito más destacado en muchos kilómetros a la redonda y constituye una referencia que realza el animado paisaje serrano. Como ocurre en otras ocasiones, el modelo de las viejas haciendas y cortijos, así como algunas de sus pautas ornamentales, expresan la añoranza de la nueva clase de propietarios por el encumbramiento y glorias de otros tiempos, a la vez que denotan la extendida idea que tiende a identificar los viejos patrones como consustanciales, propios y definidores de la arquitectura agraria andaluza.
     Llama la atención, en primer lugar, el desarrollo de las distintas construcciones en sucesivas terrazas, de diferente altura, reforzadas exteriormente mediante muros de contención de cantería seca. Los distintos elementos constructivos, ubicados en cada una de ellas, se intercomunican mediante una ingeniosa y práctica red de rampas, que facilitan el tránsito de personas y animales. Desde un principio fue concebido como cortijo ganadero y residencial, centro de una extensa propiedad dedicada fundamentalmente a la cría de cerdos.
     Siguiendo un eje norte-sur, nos encontramos en primer lugar con la primera de las terrazas, en la que está ubicada una zahúrda, compuesta por una críadera rectangular en el centro, cubierta a dos aguas, y un muro perimetral de tendencia semicircular, que delimita dos patios a los lados.
     La siguiente terraza, a la que se puede acceder desde la zahúrda descrita mediante dos rampas, corresponde al núcleo de la zona de labor y de residencia de trabajadores. Se trata de un edificio cuadrangular, estructurado en torno a un patio.
     Presenta tres portadas de acceso, orientadas al norte, este y oeste, provistas de arcos de medio punto, pilastras y movidos remates a modo de espadañas, todo según las concepciones neobarrocas y los rasgos de muchas haciendas de olivar, mimetismo al que contribuye la bicromía del blanco y almagra. Sus cuatro crujías contienen un tinao (la que mira al norte), hoy sin uso, y, en las restantes, dependencias de almacenamiento y una humilde vivienda para los caseros o encargados. Rasgo peculiar de este edificio son las azoteas de su cubierta, disimuladas al exterior mediante un alero de tejas que recorre sus lados.
     Sendas rampas comunican el edificio citado con la terraza superior, la más elevada y en la que se alza la residencia señorial, hoy utilizada como vivienda de recreo. Ocupa el centro de un amplio terraplén cuadrangular y se distingue por su esbeltez y monumental presencia, casi emulando la impronta paisajística de una villa italiana. Sus tres crujías presentan tres plantas, las laterales, y cuatro la central, resultando así más elevada y adelantándose en la fachada principal, para contener la portada monumental del edificio, organizada de acuerdo a un orden apilastrado que enmarca la puerta inferior y el balcón superior. Otra vez resaltan los rasgos propios del regionalismo en los altos ventanales provistos de guardapolvo y rejería, en la combinación del blanco y almagra, presencia de miradores orientados al norte y sur en los extremos de la crujía central del edificio y otros aspectos. Sin embargo, la concepción del edificio en bloque y en altura responde a las nuevas necesidades habitacionales. Su compartimentación y gran capacidad interior hacen pensar en su utilización eventual como pabellón de caza.
     Las crujías laterales tienen cubierta a tres aguas y sobre sus cuatro extremos se alzan otras tantas chimeneas, que contribuyen a intensificar las verticales. El cuerpo central se cubre a cuatro aguas. Interiormente no ofrece detalles de especial relevancia. El espacio que rodea la casa está pensado como jardín, con árboles de considerable altura, una alberca rectangular al sur, hileras de columnas pétreas y pedestales para tiestos, algunas esculturas, etc. Todo ello contribuye a ornamentar y dignificar este sector, prestándole un carácter refinado, distanciado del núcleo productivo descrito.
     Por último, en un escalón inferior, situado al sur, otro par de rampas permiten salvar la pendiente, destacando en una terraza inferior un gallinero rectangular, provisto de celdas para las aves en los lados, sin ningún interés. En las proximidades del conjunto se conservan algunas zahúrdas que siguen los planteamientos habituales en la sierra para este tipo de construcciones. De forma particular destaca la situada a unos 300 m al este, compuesta por una nave longitudinal de escasa altura, casilla del porquero en un extremo y gran corralón.
     En definitiva, debemos considerar al Cortijo de los Aguado una auténtica intrusión en la Sierra Norte, distante en dimensiones y monumentalidad de las humildes edificaciones generadas por la ganadería tradicional de la comarca, pero fiel exponente de la revalorización que a lo largo del siglo XX ha experimentado la mejor arquitectura agraria del occidente andaluz, de acuerdo a unos patrones ideológicos más nostálgicos y representativos que funcionales (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
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