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sábado, 26 de noviembre de 2022

La portada lateral de "Los Desposorios de la Virgen", en la Capilla de San José

     Por Amor al Arte,
déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la portada lateral de "Los Desposorios de la Virgen", en la Capilla de San José, de Sevilla.   
     Hoy, 26 de noviembre, Solemnidad de los Desposorios de Santa María Virgen con San José, en las iglesias hispanas, puesto que en el resto de la cristiandad se celebran el veintitrés de enero [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
     Y que mejor día que hoy, para ExplicArte la portada lateral de "Los Desposorios de la Virgen", en la Capilla de San José, de Sevilla
   La Capilla de San José [nº 18 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 46 en el plano oficial de la Junta de Andalucía]  se encuentra en la calle Jovellanos, 12; en el Barrio de la Alfalfa, del Distrito Casco Antiguo.
     El elemento que configura visualmente el muro del Evangelio la Portada de los Desposorios de la Virgen, de articulación plana y formas menos atrevidas que las observadas en el diseño interior, heredera de las viejas portadas seiscentistas y de algunos dibujos arquitectónicos, como los que publicara Antonio Sancho Corbacho, a pesar de que su planitud, cajeados y ciertos elementos decorativos, como los pinjantes, son dieciochescos, lo que unido a su disposición descentrada con respecto al segundo tramo de la nave y el estilo de sus relieves, parece marcar una ejecución anterior a la de la organización del alzado interior, que se realizó, como se ha dicho, a mediados del siglo XVIII. Si a ello se añade la presencia del reloj de sol, arriba a su izquierda, fechado en 1680, y las fechas que hemos documentado de reedificación de la nave, 1687-1691 y la intervención de Pedro Romero en la desaparecida capilla mayor corta, 1699-1700, nos permite deducir  que su factura debe ser del primer cuarto del XVIII, etapa en la que Sancho Corbacho documentó la realización de diversas intervenciones tras la conclusión de la nave, como fueron las tribunas de madera, los retablos colaterales y la escultura del San José de la portada de los pies, diseñada en 1716 por el pintor Lucas Valdés y realizada en 1717 por el escultor Juan de Dios Moreno, un discípulo de Pedro Duque Cornejo, lo que hace suponer al profesor Falcón Márquez que la decoración relivaria de la por­tada lateral bien pudo deberse a esa pareja artística por esos mismo años. Además, su sola presencia es llamativa, pues para nave tan corta resulta curiosa la existencia de una portada lateral en un ángulo recto bastante cercano con la de los pies, pues abre de frente a la actual calle General Polavieja, antaño Manteros, lo que se podría explicar por el deseo de favorecer el rápido desalojo en momentos de afluencia, como en los cabildos y grandes festividades, convirtiéndose en un escaparate visual a la citada calle.
     De cuerpo y ático de mortero de cal, el vano dintelado queda enmarcado por pilastras cajeadas de capitel de resalte para soportar la cornisa, que se desparrama en los ángulos por ancones estiliza­dos de biglifos y diminutas volutas enrolladas de perfil asimétrico, pues giran al revés en cada lado y el perfil de la moldura es ligeramente distinto, lo que denota talla manual y no plantilla. Su diseño es de recuerdo retablístico, como también su entablamento, resaltado por recuadro de lados menores curvos y su pinjante central de volutas recuerda labores textiles manieristas, como los adornos de escotes bordados con pedrería de la Santa Catalina y Santa Inés del pintor Francisco Pacheco, del Museo del Prado, y que en la capilla también vemos en los pinjantes sobrepuestos de los basa­mentos marmóreos de las pilastras de los torales del crucero, que nos muestran las relaciones de diseño entre las artes y el posible origen tipológico del adorno de obra. El ático, solemne, al recibir la carga plástica, se eleva sobre un pequeño banco de cuatro cajas horizontales, similares a las que hacían funciones de capiteles, y peana deprimida central, para lanzar hornacina de moldurado recerco y arco trilobulado. Todo el ático queda envuelto en una zigzagueante moldura mixtilínea que se enrolla en volutas en los extremos, sirviendo sus ramas curvas para que se recuesten pequeños altorrelieves, al igual que en el frontón curvo de triple inflexión desventrado. En cuanto a su decoración plástica, de barro cocido sin policromar, se halla imbuida en la estética y tipos del taller de Roldán, que se prolonga en los primeros años del XVIII, donde no olvidemos se trabajaba en este material. 
     En la hornacina se ubica un altorrelieve con los Desposorios de la Virgen y San José, cuya festividad se festeja desde el siglo XIV, que materialmente se dispone en dos bloques diferenciados, el casamiento, en la parte terrenal, formada por una composición lineal de siete personas, y un rompimiento de gloria en la parte superior, adaptada al arco trilobulado. Los Evangelios canónicos nada dicen al respecto, por lo que los artistas siguen los apócrifos y la Leyenda Dorada del dominico Jacobo de la Vorágine. María, criada en el Templo tras cumplir catorce años, sería casada por el sumo sacerdote Zacarías, representado como venerable anciano, que buscó sus pretendientes entre los descendientes del linaje del rey David, que portaron una vara que depositaron sobre el altar, donde oraron. Al devolverlas, floreció por voluntad divina la de almendro de San José, sobre la que se posó una paloma, símbolo del Espíritu Santo, señalándolo como el elegido, de ahí que el sacerdote eleve su mano para enlazar con el Dios Padre superior. 
     Es de destacar la propiedad de su atuendo judío, la túnica talar sobre la interior, el efod, ribeteada con una orla de campanillas tintineantes, algunas con forma de granadas, para escuchar su caminar en el templo, el racional sobre su pecho, que es una placa de orfebrería con doce gemas que representan las tribus de Israel, y una mitra bicorne, iconografía tomada de Aarón, hermano de Moisés. A su derecha la Virgen, con túnica y manto de amplios pliegues curvos paralelos, de humilde y juvenil rostro inclinado, de larga y sinuosa cabellera agrupada en mechones, que le dan el aspecto de una Inmaculada. San José posee el aplomo roldaniano, de rostro como los utilizados por el maestro para Cristo o nobles personajes secundarios, como el Santiago del retablo mayor del Hospital de la Misericordia, destacando la sencillez volumétrica del plegado del manto. Asisten como testigos dos hombres y dos mujeres. 
     En el rompimiento de Gloria, Dios Padre, de rostro monumental, asiste orgulloso junto a la paloma símbolo del Espíritu Santo, haciendo brotar la vara de José, en una teatral gesticulación, acompañado de una corte de ocho ángeles niños que sostienen las nubes y mueven juguetonamente su manto al modo de una teatral cortina. Completan las figuras recostadas sobre las volutas de un San Pedro, acéfalo y portando la llave del Cielo y un libro, como todos los apóstoles, y un San Pablo, identificado por el libro abierto con las Epístolas, recordándonos su rostro y posición al Padre crea­dor de la Capilla Sixtina de Miguel Ángel. Destacan el tratamiento ampuloso de los paños, de movidos pliegues, los gestos cotidianos de recoger los mantos, y el realismo de las manos, donde se perci­ben las venas cargadas de sangre. Sobre el frontón, y en la misma posición, dos alegorías de las virtudes que adornan a San José, la Castidad y la Mansedumbre, representadas por dos jóvenes muchachas, la primera a la que le falta un fragmento de la cabeza, identificada por el cordero que lleva sobre el regazo, dejando ver sus vellones la apariencia del barro cocido, y la otra, velada y de gran belleza, con las vestiduras rotas, mostrándonos su humildad al en­trecruzar los brazos sobre el pecho, destacando en ambas la postura de las piernas, que se perciben bajo la tela del manto, y el tratamiento de las manos, regordetas y femeninas.
     A la siniestra de la portada una lápida de mármol nos recuerda como la capilla de San José fue declarada tempranamente Monumento Nacional por Real Orden de 5 de septiembre de 1912 (Fernando Cruz Isidoro, La Capilla de San José del gremio de carpinteros de lo blanco. Diputación Provincial. Sevilla, 2015).
     La escena, que representa los desposorios de la Virgen, se sitúa en dos planos. En el inferior aparece el sacerdote bendiciendo a los esposos que se encuentran uno a cada lado con la mirada baja. San José ladea su cuerpo ligeramente hacia el sacerdote y la Virgen lo hace hacia el frente mientras extiende una mano hacia el sacerdote y con la otra recoge parte de su túnica. A cada lado de los esposos aparecen dos personajes que conversan entre ellos y son testigos de la escena. En el plano superior, un rompimiento de gloria, con la figura del Dios Padre que contempla la escena junto al Espíritu Santo. Todo rodeado por nubes, ángeles y querubines con mucho movimiento surgido mayoritariamente del manto del Dios Padre (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     Capillita de San José, en la hornacina superior de la puerta que mira a la calle General Polavieja. Hermosa escena escultórica, con figuras de barro cocido en su color, muy amena y simpáticamente dispuesta. Es de escuela sevillana del s. XVIII, y aunque no ha sido catalogada hasta hoy en su producción, a algunos les recuerda los tipos usados por Cristóbal Ramos. Para la altura donde está, ha sido labrada con bastante primor, más allá de un fin meramente decorativo, e incluso parece que este grupito seguiría teniendo plena validez y sentido artístico, si pudiera separarse de su marco arquitectónico para contemplarlo de cerca (Juan Martínez Alcalde. Sevilla mariana, repertorio iconográfico. Ediciones Guadalquivir. Sevilla, 1997). 
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de los Desposorios de Santa María Virgen;
   Los Evangelios canónicos no dicen nada acerca de este tema. Los artistas siguen el relato de los Evangelios apócrifos y de la Leyenda Dorada.
   Cuando María, criada en el Templo, alcanza la edad de catorce años, el sumo sacerdote quiere darle un esposo para cumplir con la ley de Moisés.
   Convoca al son de la trompa a todos los descendientes de David, solteros o viudos. Aquel a quién roce su vara será el esposo de María.
   Es José el designado por el roce de su vara, sobre la cual se posa, por añadidura, la paloma del Espíritu Santo. José aduce ser muy viejo y se niega, dice que ya tiene hijos y que no desea en absoluto ser objeto de burla de los israelitas. Pero el sumo sacerdote le explica que no debe transgredir la voluntad de Dios, claramente manifestada por un milagro. «Dios te ha elegido para esposo de la Virgen. Tómala.»
   El tema a veces aparece resumido, y otras desarrollado. Cuando alcanza su pleno desarrollo, como en los manuscritos bizantinos de las Homilías del monje Santiago (siglo XII) y en el ciclo de Giotto en la Arena de Padua, se divide en tres escenas: la Prueba de los pretendientes, los Desposorios celebrados por el sumo sacerdote y el Cortejo nupcial.
A) El florecimiento de la vara de San José
   La reunión de los solteros y de los viudos se convocó al son de la trompa. Sorprendido en plena faena, José, que trabajaba en el armazón de un techo, dejó caer el hacha y descendió precipitadamente por una escalera (Homilías del monje Santiago). Los pretendientes llevan al templo cada cual su vara que depositan so­bre el altar, y se arrodillan a esperar el signo divino que señalará al elegido.
   Es la rama de almendro del viejo José la que florece. El sumo sacerdote se la alcanza, a menos que no sea designado por una paloma que se posa sobre su vara o su cabeza.
   El despecho de los jóvenes despojados por ese vejete se expresa de manera más o menos violenta: uno de ellos parte su vara sobre la rodilla; otro se adelanta con el puño levantado para golpear a su rival, más confuso que triunfal.
   La Contrarreforma rechaza el milagro de la vara florecida, tomado del repertorio del Antiguo Testamento, y que honraba al sumo sacerdote Aarón. No obstante, ese tema legendario no desapareció totalmente del arte cristiano y pueden advertirse vestigios suyos en el siglo XVII, en los bajorrelieves de las sillas del coro de Notre Dame de París.
B) Los desposorios
   José que lleva vara florecida 
   Desposa a la Virgen María
   Entre los judíos, el matrimonio era un simple contrato civil y no un rito religioso. Pero la escena está adaptada a las costumbres de Occidente, y como éstas no eran las mismas en Francia y en Italia, la ceremonia se representa de dos maneras muy diferentes.
   En el arte francés, los novios, de pie o arrodillados, se dan simplemente la mano frente al sumo sacerdote que los bendice. Es lo que se llama en derecho romano Dextrarum junctio o Conjunctio manuum, gesto simbólico de la unión conyugal.
   En el arte italiano, por el contrario, San José que tiene como cetro su vara florecida rematada con la paloma del Espíritu Santo, coloca el anillo nupcial en el dedo de la Virgen. Dicho anillo se consideraba conservado en Perussa, Italia. Por esa razón los Desposorios de la Virgen se convirtieron en uno de los temas preferidos de la escuela de Umbría, como lo prueban los cuadros de Spagna y de Rafael.
   El anillo no es de oro ni de plata u otro metal, sino tallado en una piedra preciosa ahuecada: ónix o amatista.
   El rasgo común de todas estas representaciones es que la composición tiene como eje un grupo ternario, generalmente escalonado en pirámide, con tres actores principales: el sumo sacerdote, la Virgen y José.
   Aunque la leyenda no mencione la presencia de los padres de la Virgen, Joaquín y Ana, los artistas suelen invitarlos por su propia cuenta para que asistan a la ceremonia.
   Se les agregan las compañeras de María y los pretendientes despojados.
   Aunque la ceremonia concuerde con los usos de Occidente, el decorado permanece fiel a las costumbres de los judíos para quienes el matrimonio no era un sacramento. La escena no tiene lugar en una iglesia o capilla sino al aire libre, frente al templo de Jerusalén donde la Virgen se había criado.
C) El cortejo nupcial
   La Leyenda Dorada habla de un cortejo de siete vírgenes que llevan antorchas, y de músicos que tocan trompetas y violines, y conducen a la desposada a la casa de José.
   En las Homilías del monje Santiago se ve a la pareja, muy desigual, al llegar a la casa donde la esperan los cuatro hijos de José.
   Este tema, muy infrecuente, ha sido retenido por Giotto que lo representó en la capilla de la Arena de Padua. Los esposos van precedidos por los músicos que se dirigen hacia la casa sobre cuya ventana pende una gran palma (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Conozcamos mejor la Solemnidad de los Desposorios de Santa María Virgen
     Jean Charlier, llamado Gerson, discípulo de Pierre d'Ailly, Canciller de la Universidad de París (+1420), propagador de la devoción en honor de San José por influencia de su maestro, intentó instituir una fiesta votiva especial el jueves de témporas en Adviento para conmemorar los esponsales virginales de María y José, lo que parece que logró con un legado de un canónigo de la Catedral de Chartres, Henri Chicoti, para la cual compuso un Oficio. Tras este intento medieval, pasamos al primer dato seguro de esta fiesta que data del veintinueve de agosto de 1517, también en el ámbito francés, en que León X Médici la otorgó, junto a otras nueve fiestas marianas, a las monjas de la Anunciación, fundadas por Santa Juana de Valois. Se celebraba el veintidós de octubre como doble de segunda clase. Pero ya no está centrada, como la de Gerson, en la figura de San José, sino en la de la Virgen. Con este enfoque de fiesta mariana les fue concedida a los Menores el veintiuno de agosto de 1537 para el siete de marzo como doble mayor, y por el mismo tiempo a los servitas para el día siguiente, ocho de marzo. Se recitaba el Oficio de la Natividad sustituyendo la palabra nativitas por desponsatio. Arras fue la primera diócesis que la adoptó por decreto del veintitrés de enero de 1556.  Fue compuesto un Oficio propio por el dominico Pierre Doré (+1569), confesor del Duque Claudio de Lorena. En él, volviendo a la línea de Gerson, se exaltaba la figura de José junto a la de María. En 1546 suplicó sin éxito a Paulo III Farnese la extensión de esta fiesta a toda la Iglesia Latina. A pesar de todo se siguió extendiendo. Desde que el Papa San Pío V Ghislieri abolió el Oficio de Pierre Doré e introdujo el oficio moderno, es otra vez fiesta de María. 
     La conmemoración de San José en la Misa, laudes y vísperas sólo se puede hacer por un privilegio especial establecido en el decreto del 5 de mayo de 1736. Durante algún tiempo no se aprobó la adopción de la fiesta; así en 1655 se le negó al Rey de España. Pero se volvieron a aprobar peticiones en el último tercio del XVII: se le concedió a Austria el veintisiete de enero de 1678 para el veintitrés enero, a España el trece de julio de 1682 trasferida al veintiséis de noviembre (porque el veintitrés de enero estaba ocupado por San Ildefonso de Toledo), a todo el Imperio Germano en 1680, en 1689 a Tierra Santa, en 1702 a los cistercienses, en 1720 a la Toscana y en 1725 a los Estados Pontificios. En nuestros días se celebra el veintitrés de enero, y en los países hispanos el veintiséis de noviembre (Ramón de la Campa Carmona, Las Fiestas de la Virgen en el año litúrgico católico, Regina Mater Misericordiae. Estudios Históricos, Artísticos y Antropológicos de Advocaciones Marianas. Córdoba, 2016).
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