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domingo, 2 de marzo de 2025

Un paseo por el Barrio Pío XII

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Barrio Pío XII, de Sevilla, dando un paseo por él.
     Hoy, 2 de marzo, es el aniversario (2 de marzo de 1939) del inicio del pontificado de Pío XII como papa de la Iglesia Católica, así que hoy es el mejor día para ExplicArte el Barrio Pío XII, de Sevilla, dando un paseo por él.
     El Barrio Pío XII es, en el Callejero Sevillano, un barrio que se encuentra en el Distrito Macarena, delimitado por las vías calle Orquídea, calle Begonia, avenida Ronda de Pío XII, avenida de Miraflores, calle Manuel Rodenas, calle Amante Laffón, calle Llerena, calle Albaida, calle Doctor Jiménez Díaz, y calle Madreselva.
     El Barrio Pío XII lo componen las vías siguientes: c/ Albaida, c/ Algámitas, c/ Alhelí, c/ Almensilla, plaza La Autonomía, c/ Azahar, avda. La Barzola, c/ Begonia, c/ Conde de Halcón, c/ Crisantemo, c/ Doctor Jiménez Díaz, plaza Fernando Barquín, c/ Flor de Lis, c/ Francisco Moraga, plaza La Fuente, c/ Gardenia, c/ Geranio, c/ Girasol, c/ Gladiolo, c/ José Maluquer, c/ Llerena, c/ Madreselva, c/ Manuel Rodenas, c/ Margarita, avda. Miraflores, c/ Orquídea, c/ Pensamiento, plaza Pío XII, c/ Previsión, y avda. Ronda de Pío XII.
     El Barrio, desde  el punto de vista urbanístico, y como definición, aparece perfectamente delimitada en  la  población  histórica  y en  los  sectores  urbanos donde predomina la edificación compacta o en manzana, siendo el conjunto de vías urbanas con características homogéneas, y constituye el espacio libre, de tránsito, cuya linealidad queda marcada por las fachadas de las  edificaciones  colindantes  entre  si. En  cambio, en  los  sectores  de periferia donde predomina la edificación  abierta,  constituida  por  bloques  exentos,  la  calle,  como  ámbito  lineal de relación, se pierde, y  el espacio jurídicamente público y el de carácter privado se confunden en términos físicos y planimétricos. 
     Recibe esta denominación en 1958, cuando se ha iniciado su construcción, en homenaje al papa Pío XII (1876-1958), en el año de su defunción. Esta barriada se levanta entre 1956 y 1962, sobre los terrenos de las antiguas huertas del Lavadero Grande y de la Cofradía, y en parte de las de la Yesca y del Lavadero Chico. Fue su promotor el Real Patronato de Casas Baratas y los arquitectos que la diseñaron R. Arévalo Camacho y F. Barquín Barón, de quien lleva el nombre una de las plazas. No se estructura sobre un viario regular, sino que en su composición predominan los conjuntos de bloques que se disponen dejando espacios abiertos y calles peatonales entre ellos; las vías perimetrales canalizan el tráfico de acceso a la barriada, y en ellas se ha ido instalando un comercio de base diaria por readaptación de las viviendas de las plantas bajas, a medi­da que el vecindario lo ha ido demandando; las calles interiores son en general tranquilas y de escaso movimiento, unas están asfaltadas y dotadas de arbolado, mientras que las transversales a éstas son peatonales, que al permanecer sin asfaltar ofrecen un aspecto descuidado: en algunos casos los espacios interiores se resuelven a modo de plazas sin salida, dotadas de árboles, zonas ajardinadas y mobiliario, como es el caso de la plaza de la Fuente. La edificación está constituida por bloques, con predominio de las de cuatro plantas, de escasa calidad constructiva y viviendas de reducidas dimensiones; es frecuente que las terrazas de las fachadas hayan sido cerradas por los vecinos al objeto de ganar espacio. La barriada cuenta con escasos equipamientos, y la escuela pública no se terminó hasta finales de la década de los setenta; posee una parroquia, la de Santa María de las Flores, que es nombre que llevan la mayoría de sus calles, rotuladas oficialmente en 1962 [Josefina Cruz Villalón, en Diccionario histórico de las calles de Sevilla, 1993].
     Conozcamos mejor la Biografía del papa Pío XII, a quien está dedicado este Barrio de la ciudad;         
     Eugenio Maria Giuseppe Pacelli, que se convertiría en papa con el nombre de Pío XII, nació en Roma el 2 de marzo de 1876, hijo de Virginia Graziosi y Filippo Pacelli. Se trataba de una familia muy familiarizada con los oficios jurídicos de la Curia Romana, ya que su padre era decano de los abogados consistoriales y su hermano, Francesco, era jurista de la Santa Sede y miembro de la Comisión Vaticana que preparó la redacción de los Pactos de Letrán.
     Estudiante de la Universidad Gregoriana y del Ateneo Pontificio del Seminario Romano de Apolinar, por motivos de salud vivía con su familia y no en los Colegios. Licenciado con honores en teología y utroque iure, ordenado sacerdote el 2 de abril de 1899, fue inmediatamente contratado como minuteman por la Secretaría de Estado de la Santa Sede y utilizado en la Congregación para los Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios, de la que llegó a ser subsecretario en 1911 y secretario en 1914, y donde fue apreciado como colaborador del cardenal Pietro Gasparri en la elaboración del Código de Derecho Canónico, promulgada en 1917 por el Papa Benedicto XV.
     Ese mismo año, mientras se libraba la Primera Guerra Mundial, fue nombrado arzobispo titular de la sede de Sardis (Anatolia) y nuncio apostólico en Múnich, donde se encargó de asistir a los prisioneros y a la población alemana agotada por las dificultades del conflicto y la derrota militar.
     En 1920 fue nombrado nuncio en la nueva República de Alemania decretada por la Asamblea de Weimar, y en este cargo trabajó para concluir acuerdos de la Santa Sede con Baviera (1925) y Prusia (1929).
     Creado cardenal el 16 de diciembre de 1929 por Pío XI y llamado a Roma, el 7 de febrero de 1930 fue nombrado secretario de Estado como sucesor del cardenal Gasparri. En nombre del Papa, que entre otras cosas apreciaba el notable conocimiento de numerosas lenguas de su colaborador, Pacelli intervino como Legado Papal en los Congresos Eucarísticos de Buenos Aires (1934) y Budapest (1938), en las celebraciones de Lourdes (1935) y Lisieux (1937) y en varias misiones particulares, entre las que cabe mencionar la de 1936 en los Estados Unidos. donde tuvo conversaciones con el presidente Roosevelt. Su profundo conocimiento de la lengua alemana lo comprometió a realizar el Concordato de la Santa Sede con la Alemania de Hitler (1933), aunque temió el fracaso del acuerdo desde el principio. Lo cual, sin embargo, sirvió para proteger al mundo católico de alguna manera en el Reich nazi.
     Tras la muerte de Pío XI el 10 de febrero de 1939, el 1 de marzo de 1939 se inauguró el Cónclave, que al día siguiente eligió al nuevo Papa: Pío XII. Este es el nombre elegido por Eugenio Pacelli, que inició así su largo pontificado (19 años, de 1939 a 1958), uno de los pontificados más difíciles y dramáticos de los muchos que la Iglesia recuerda a lo largo de dos milenios.
     Hombre de gran experiencia diplomática, advierte que le espera uno de los periodos históricos más convulsos. Desde su primera intervención, el radiomensaje Dum gravissimum del 3 de marzo de 1939, dirigido al mundo entero, expresó su preocupación por lo que se temía: "En estas horas de ansiedad, mientras tantas dificultades parecen obstaculizar el logro de la verdadera paz, que es la aspiración más profunda de todas, elevamos, en súplica a Dios, una oración especial por todos aquellos que tienen el más alto honor y la carga más grave de guiar a los pueblos por el camino de prosperidad y progreso civil".
     Si bien se interesó por numerosas figuras políticas, entre ellas Franklin Delano Roosevelt y Benito Mussolini, para evitar la guerra, el 2 de junio ante el Sacro Colegio renovó su súplica a Dios para que el soplo de paz obrara en el corazón de los gobernantes y de los pueblos.
     Desgraciadamente, el peligro de un sangriento conflicto internacional se hizo más acuciante, hasta el punto de que el 24 de agosto de 1939 Pío XII dirigió al mundo entero el mensaje radiofónico "Hora de la tumba", en el que invocaba una vez más la paz: "Es con la fuerza de la razón, no con la de las armas, que la justicia se abre paso... La política emancipada de la moral traiciona a quienes así lo quieren. El peligro es inminente, pero aún es tiempo. Nada se pierde con la paz. Todo puede ser con la guerra".
     Incluso la exhortación dirigida el 31 de agosto a los gobiernos de Inglaterra, Francia, Alemania, Italia y Polonia para reducir la tensión actual seguirá sin ser escuchada. Al día siguiente, el 1 de septiembre de 1939, comenzó la Segunda Guerra Mundial con la invasión de Polonia por parte de la Alemania nazi. El 3 de septiembre, Gran Bretaña y Francia declaran la guerra a Alemania. En los próximos meses, el conflicto afectará a casi todos los países de Europa: Finlandia, Dinamarca, Noruega, Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Albania, Grecia, Bulgaria, Yugoslavia. El 10 de junio de 1940, Italia, aliada de Alemania, declaró la guerra a Francia y Gran Bretaña. Cuatro días después, las flotas inglesa y francesa bombardearon Génova desde el mar. El 7 de diciembre de 1941, las fuerzas aéreas y navales japonesas atacaron la base naval estadounidense de Pearl Harbor. El conflicto tiene ahora dimensiones mundiales.
     En la dramática y trágica situación que se fue produciendo, Pío XII utilizó los muy nobles, pero insuficientes, instrumentos de que disponía. El 20 de octubre de 1939 dirigió a los prelados su primera encíclica, Summi Pontificatus, en la que expresaba su angustia por los sufrimientos que iban a sobrevenir a las personas, a las familias y a la sociedad. En la "hora de las tinieblas" que ha descendido sobre la humanidad, nos invita a rezar para que la tormenta se calme y para que los espíritus de discordia que han provocado el sangriento conflicto sean desterrados.
     Los medios de que dispone para la comunicación social son pocos. Los tradicionales, es decir, los escritos utilizados para las Encíclicas, Epístolas y Bulas, superan con dificultad la censura y las fronteras de los Estados, en guerra entre sí. Con feliz intuición, el Pontífice (siguiendo el ejemplo inaugurado por Pío XI el 12 de febrero de 1931 con el Mensaje radiofónico Qui arcano Dei, dirigido a toda la humanidad a través de Radio Vaticano), utiliza con loable frecuencia el medio radiofónico que la nueva técnica ha puesto a disposición. Casi 200, incluidos los de Navidad, son los Mensajes de Radio que transmite a todo el mundo en diferentes idiomas: latín, español, francés, italiano, inglés, alemán, portugués. Si tenemos en cuenta que la difícil tarea de Pío XII, además de los textos orales antes mencionados, contempla la redacción de exigentes documentos escritos como las Encíclicas (¡hasta 41!), las Epístolas, los Breves, los Motu Proprio, las Bulas, es evidente la impresionante cantidad de actividad a la que se dedicó durante tantos años.
     Fiel ejecutor de la Palabra de Cristo, en la terrible tormenta que ha azotado al mundo entero, el Papa Pacelli trabaja con todos los medios a su alcance para aliviar las miserias de los desplazados, de los refugiados, de los bombardeados, de los hambrientos, de los perseguidos, de los judíos, tanto en Italia como en el extranjero. Como obispo de Roma, fue en persona en julio y agosto de 1943 a los populosos distritos de San Lorenzo y San Giovanni para llevar consuelo a las víctimas de los bombardeos angloamericanos.
     Pero los problemas político-ideológicos también le interesan decisivamente. Contra el nazismo despótico y violento, ya duramente condenado por Pío XI el 14 de marzo de 1937 con la Encíclica Mit brennender Sorge, Pío XII intervino también varias veces con diversos mensajes, en particular con el mensaje de Navidad de 1942 (como él mismo recordó el 2 de junio de 1945 hablando en el Sacro Colegio). En aquella ocasión, había calificado de inexplicable cómo en algunas regiones "múltiples disposiciones se cruzan en el camino del mensaje de la fe cristiana, al tiempo que dan rienda suelta y libre a una propaganda que la combate. Alejan a los jóvenes de la influencia benéfica de la familia cristiana y los alejan de la Iglesia; la educan en un espíritu opuesto a Cristo, inculcándole concepciones, máximas y prácticas anticristianas; hacen ardua y perturbadora la obra de la Iglesia en el cuidado de las almas y en las acciones caritativas; reniegan y rechazan su influencia moral sobre el individuo y la sociedad". La amargura del Papa se ve agravada por el hecho de que estas disposiciones angustiosas, lejos de haber sido mitigadas o abolidas durante la guerra, se han exacerbado a veces. A menudo interviene para denunciar la infamia del conflicto en curso. En la alocución En la desolación del 12 de marzo de 1944, dirigida a los refugiados vagabundos y sin hogar, subraya las consecuencias desastrosas del flagelo de la guerra que "no conoce leyes ni restricciones". Y en la Alocución Ya pasado, del 2 de junio de 1944, repite su grito de "guerra contra la guerra", contra la inmensa tragedia que "ha alcanzado grados y formas de atrocidades que sacuden y horrorizan todo sentido cristiano y humano". En favor de los judíos, golpeados por el odio insensato, a una doctrina racista insensata, llevó a cabo una valiosa obra de caridad, de la que dieron testimonio los ochenta delegados de los campos de concentración alemanes que, en la audiencia especial celebrada en el Vaticano el 29 de noviembre de 1945, agradecieron "personalmente al Santo Padre la generosidad que mostró hacia ellos, perseguidos durante el terrible período del nazifascismo".
     Sólo la paz y la seguridad basadas en la justicia podrán garantizar a los pueblos un orden público conforme a las exigencias fundamentales de la conciencia humana y cristiana. Estos son los conceptos que Pío XII repetiría el 9 de mayo de 1945 en el Mensaje radiofónico Ecco alfine con el que, al final de la guerra, arrodillado "en espíritu ante los sepulcros, los barrancos revueltos y rojos de sangre, donde descansan los innumerables restos de los que han caído víctimas de los combates o de las matanzas inhumanas, del hambre o de la miseria", recomienda a todos a Cristo en sus oraciones. Y nos invita a reanudar el camino: "Una vez que la muerte amenazante ha huido de la tierra, del mar y del cielo, la vida de los hombres, de las criaturas de Dios, y lo que queda de sus bienes privados y comunes, ha sido asegurada por la ofensa de las armas, los hombres pueden abrir su mente y su alma a la construcción de la paz". Pero ya en ese fatídico día vislumbró el camino que Europa tendría que afrontar: problemas y dificultades gigantescas, "sobre los que hay que triunfar si queremos allanar el camino para una paz verdadera, la única que puede ser duradera". Ya en 1940, en la Alocución Gracias, Venerables Hermanos, del 24 de diciembre, había afirmado que después del final de la guerra Europa ya no sería la misma que antes del conflicto, con una visión absolutamente anticipatoria, y había indicado detalladamente los requisitos indispensables para el nuevo orden, basado en las normas de la moral. Evidentemente había adivinado lo que sucedería entonces.
     La conclusión de la guerra de 1939-1945, en la que la Unión Soviética fue una de las potencias vencedoras, abrió el camino para la propagación del comunismo entre las naciones de Europa Central y Oriental y China, así como en otros países, como Francia e Italia. Ya en su Alocución En la recepción del 5 de junio de 1945, el Papa denunció la violencia brutal ejercida sobre las naciones pequeñas y medianas a las que quería imponer un nuevo sistema político o cultural que la gran mayoría de sus poblaciones rechazaba firmemente: "Desgraciadamente hemos tenido que deplorar en más de una región el asesinato de sacerdotes, las deportaciones de civiles, la matanza de ciudadanos sin juicio o por venganza privada; no menos tristes son los informes que Nos han llegado desde Eslovenia y Croacia". El paso del tiempo no mejoró la situación, hasta el punto de que el 24 de diciembre de 1946, dirigiéndose al Sacro Colegio, Pío XII constató que, en lugar de avanzar hacia una verdadera paz, en amplias regiones, especialmente en Europa, los pueblos se encontraban en un estado de agitación constante, "de la que podrían surgir en un tiempo más o menos reciente las llamas de nuevos conflictos".
     De hecho, Europa parece estar dividida en dos: ha nacido la "guerra fría" que el Papa Pacelli describiría con tanta eficacia en el Mensaje Ecce ego declinabo del 24 de diciembre de 1954: "Es una impresión común que el fundamento principal, sobre el que descansa el actual estado de relativa calma, es el miedo. Cada uno de los grupos en que se divide la familia humana tolera la existencia del otro, porque no quiere perecer él mismo. Evitando así el riesgo fatal, ambos grupos no coexisten, sino que coexisten. No es un estado de guerra, pero tampoco es paz: es una calma fría". Es un entendimiento tácito en el que el comunismo también tiene responsabilidades precisas, como declara explícitamente el Pontífice en el Radiomensaje de Navidad con corazón abierto de 1955: "Rechazamos el comunismo como sistema social en virtud de la doctrina cristiana, y debemos afirmar en particular los fundamentos de la ley natural". Tampoco, prosigue el Papa, el comunismo puede ser considerado como una etapa necesaria en el curso de la historia y, por lo tanto, aceptarlo casi como lo decretó la Providencia.
     Mientras tanto, en Hungría ha madurado un caso dramático que ha afectado a todo el mundo. El primado de la Iglesia católica, el cardenal Giuseppe Mindszenty (ya encarcelado durante unos meses por los nazis en el otoño de 1944 por su actitud autónoma y antirracista), fue detenido por los comunistas húngaros el 27 de diciembre de 1948 acusado de traición y conspiración contra la República. El 8 de febrero de 1949 fue condenado a cadena perpetua. Pío XII protestó enérgicamente en varias ocasiones. En particular, se dirigió al episcopado húngaro el 2 de enero de 1949; al Cuerpo Diplomático, reunido en sesión plenaria el 16 de febrero de 1949, después de la sentencia del Tribunal de Budapest; a una multitud de católicos reunidos en la Plaza de San Pedro el 20 de febrero de 1949. No se rinde. Por decreto del Santo Oficio del 1 de julio de 1949 excomulgó al comunismo ateo, y el 29 de junio de 1956 dirigió a la jerarquía católica de Europa del Este la epístola apostólica Dum maerenti animo, en la que denunciaba una vez más las dolorosas condiciones en las que se encontraba el mundo católico en esas regiones: derechos pisoteados, asociaciones suprimidas y dispersas, obispos y sacerdotes encarcelados, exiliados o impedidos, incitaciones al cisma. La acusación del Papa contra los acontecimientos más tristes que han golpeado a Hungría fue incesante, hasta el punto de que el 28 de octubre de 1956 llegó a dirigir una encíclica al Episcopado de todo el mundo pidiendo que se proclamaran oraciones públicas para que "el amado pueblo húngaro, afligido por tanto dolor y bañado en tanta sangre, así como los demás pueblos de Europa oriental, privados de su libertad, pueden dar feliz y pacíficamente un orden justo a sus asuntos públicos". La invocación del Papa, confiada a un documento de tanto valor internacional, llevó a las autoridades húngaras a conceder la libertad, el 31 de octubre de 1956, al cardenal Mindszenty, que había cumplido ocho años de prisión. El Papa se alegra y expresa su gran alegría enviando un telegrama al cardenal que ha regresado a su misión.
     Aunque comprometido con las mil exigencias espirituales, políticas y organizativas de su ministerio, Pío XII también siguió atentamente los acontecimientos científicos de su tiempo. En el radiomensaje De aurora y luz, pronunciado el 24 de diciembre de 1941, en medio de la guerra, exalta el progreso como un "don de Dios" y recuerda que la Iglesia, madre de tantas universidades europeas, sigue exaltando y convocando a los maestros de las ciencias más preparados. Del mismo modo, en la Alocución Nel ritrovarci del 8 de febrero de 1948, elogia calurosamente los esfuerzos de los científicos que, superando mil dificultades y mil obstáculos, han llegado a un conocimiento más profundo de las leyes relativas a la formación y desintegración del átomo, dando origen a la llamada "era atómica". Y en el Mensaje radiofónico de Navidad del 24 de diciembre de 1953, ensalza la tecnología moderna, que conduce al hombre hacia una perfección nunca alcanzada en la dominación del mundo material: "Abrazando con una mirada los resultados de esta evolución, parece percibir en la naturaleza misma el consenso de satisfacción con lo que el hombre ha trabajado en ella, y la incitación a avanzar en la investigación y el uso de posibilidades extraordinarias".
     De acuerdo con estas convicciones, Pío XII dedicó también su aguda atención a los medios de comunicación social. Experto en el uso de los mensajes radiofónicos, que había utilizado ampliamente durante la guerra para sustituir a los textos escritos tradicionales, cuando la televisión italiana estaba a punto de comenzar sus emisiones regulares, el 4 de enero de 1954 envió una exhortación a los obispos de Italia en la que ensalzaba los nuevos "maravillosos medios que la ciencia y la técnica ofrecen a la humanidad", pero al mismo tiempo les invita a vigilar atentamente los daños que podrían derivarse de ello. Del mismo modo, cuando el 6 de junio de 1954 se constituyó el organismo "Televisión Europa", que incluía las emisoras de radio y televisión de Italia, Francia, Alemania, Bélgica, Holanda, Dinamarca y Gran Bretaña, el 6 de junio de 1954 el Papa saludó el acontecimiento con alegría en varios idiomas: el espectador podrá así percibir en vivo en los rostros de los hablantes y protagonistas hasta los más mínimos matices de sus sentimientos. Y estaba tan convencido de la importancia de los nuevos medios de comunicación social que el 16 de diciembre de 1954 instituyó la Comisión Pontificia para la Cinematografía, la Radio y la Televisión, a la que confió la tarea de estudiar los problemas de estas actividades que tienen que ver con la fe y la moral.
     A pesar de sus numerosos compromisos, el 21 de junio de 1955 concedió una audiencia solemne a los representantes de la industria cinematográfica italiana para subrayar la extraordinaria importancia del nuevo arte, que sesenta años después de la primera proyección había asegurado el poder de atraer a muchos miles de millones de personas a la oscuridad de los cines, con evidentes responsabilidades para los productores; el 11 de octubre de 1955, con motivo del 60º aniversario del descubrimiento de la radiotelegrafía, envió un mensaje radiofónico en homenaje a Guglielmo Marconi a los científicos que participaron en Génova en el III Congreso Internacional de Comunicaciones; el 21 de octubre de 1955 recibió en audiencia a los participantes en la Asamblea General de la Unión Europea de Radiodifusión, a los que, deteniéndose en la evolución de los nuevos medios de comunicación, les recordó los criterios y normas de un orden moral y social que deben animar a todos los que trabajan en el sector; el 28 de octubre de 1955 recibió a un nutrido grupo de operadores de cine procedentes de Italia, Austria, Bélgica, Francia, Alemania, Inglaterra, Holanda, España, Estados Unidos, Suecia y Suiza, a los que recomendó utilizar la película como herramienta de elevación, educación y mejora.
     La necesidad de iluminar al mundo católico sobre los problemas que plantean los nuevos medios de comunicación social llevó a Pío XII a dirigir a la Jerarquía de la Iglesia una larga y articulada Encíclica, la Miranda prorsus del 8 de septiembre de 1957, dedicada íntegramente al cine, la radio y la televisión. En este solemne documento, el Pontífice examina específicamente los tres medios de comunicación y sus relaciones con la sociedad. Las elogia como "invenciones maravillosas de las que se jacta nuestro tiempo", pero vuelve a expresar su preocupación por los peligros que un uso incorrecto de las técnicas audiovisuales puede suponer para la fe y la integridad moral del pueblo cristiano.
     Pastor de un período histórico extremadamente turbulento y difícil, hasta el punto de ser llamado "el Papa de la humanidad sufriente", Pío XII se dedicó generosa y totalmente a las tareas apostólicas, como lo demuestra también la lectura y el estudio de todas sus encíclicas y de sus principales documentos publicados en esta obra.
     Abierto a los problemas universales, tan pronto como terminó la Segunda Guerra Mundial, el 18 de febrero de 1946 creó treinta y dos cardenales de todas las partes del mundo (incluida China), con la intención de manifestar el "carácter sobrenatural de la Iglesia y su unidad universal".
     Muy devoto de la Virgen, durante el Año Santo, con la Constitución Apostólica Munificentissimus Deus del 1 de noviembre de 1950, definió como dogma de fe que la Virgen María, Madre de Dios, fue asunta al Cielo en cuerpo y alma.
     Aunque su salud era débil, desarrolló su actividad con gran compromiso y absoluta generosidad. Murió en Castel Gandolfo el 9 de octubre de 1958, después de nueve horas de agonía. Su cuerpo fue trasladado a Roma, a San Pedro, y enterrado en las grutas del Vaticano [www.vatican.va].
     Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Barrio Pío XII, de Sevilla, dando un paseo por él. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.

Más sobre el Callejero de Sevilla, en ExplicArte Sevilla.

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