Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Córdoba, déjame ExplicArte los principales monumentos de la localidad de Lucena (I), en la provincia de Córdoba.
Flota en un mar de olivares y renueva la fisonomía de sus calles céntricas sin mancillar su rico patrimonio artístico. Flota el casco urbano en un mar de olivares, mientras la madonna de Araceli vela por sus hijos desde el elevado balcón de su santuario. La segunda ciudad cordobesa después de la capital renueva la fisonomía arquitectónica de sus calles céntricas sin mancillar su rico patrimonio artístico, que siembra de rotundas cúpulas y altivas torres el perfil urbano. Mientras tanto, el simbólico velón alumbra el esfuerzo de esta urbe industriosa.
Desde la Alta Edad Media existía en esta zona un destacado núcleo de población judía. Conocida por los musulmanes como al-Yusana, las primeras referencias a la villa son de 886, en relación con la revuelta de Umar ben Hafsún. Fue enclave relevante de la cora de Cabra y tras el Califato pasó al reino de Granada. Conquistada en 1240, se cedió al obispado de Córdoba; en 1342 pasó a Leonor de Guzmán y en 1371 Enrique II la dio a Juan Martínez de Argote. Al casar su heredera, María Alfonso de Argote, con Martín Fernández de Córdoba, alcaide de los Donceles, pasó el señorío a la casa de Córdoba. En 1512 Fernando el Católico concedió a Diego III Fernández de Córdoba el título de marqués de Comares. En el siglo XVII recibió título de ciudad y en 1680 se integró en el ducado de Medinaceli. Tras años de enfrentamiento y pleitos, en 1767 la Chancillería de Granada ordenó la devolución de Lucena a la Corona (Alberto Villar Movellán, María Teresa Dabrio González, y María Ángeles Raya Raya. Guía artística de Córdoba y su provincia. Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
Flota en un mar de olivares y renueva la fisonomía de sus calles céntricas sin mancillar su rico patrimonio artístico. Flota el casco urbano en un mar de olivares, mientras la madonna de Araceli vela por sus hijos desde el elevado balcón de su santuario. La segunda ciudad cordobesa después de la capital renueva la fisonomía arquitectónica de sus calles céntricas sin mancillar su rico patrimonio artístico, que siembra de rotundas cúpulas y altivas torres el perfil urbano. Mientras tanto, el simbólico velón alumbra el esfuerzo de esta urbe industriosa.
Villa situada al sur de la provincia, junto a las carreteras A-45 y A-318.
Distancia a Córdoba: 72 Km.
Altitud: 483 m.
Extensión: 348,8 Km2
Habitantes: 42.248.
Gentilicio: Lucentinos.
Mancomunidad: La Subbética Cordobesa.
No hay vestigios suficientes que permitan asegurar la existencia de una ciudad antigua en el emplazamiento actual de Lucena. La primera cita documental es de finales del siglo IX, a raíz de las incursiones realizadas por el rebelde Umar ben Hafsún a «los castillos de la cora de Cabra y al-Yussana, cuyos habitantes eran judíos». Perteneció a la cora de Cabra hasta el fin del Califato, en 1010, en que pasó a formar parte del reino zirí de Granada; a su caída en manos de los almorávides en 1090, los judíos lucentinos entregaron la ciudad a su caudillo, Yusuf ben Tashufin. Según el profesor R, Córdoba, Lucena alcanzó bajo el dominio almorávide prosperidad económica y esplendor cultural. Tras conquistarla en 1240, Fernando III la donó a la Catedral cordobesa, que evidenció incapacidad para defender la frontera, pues volvió a poder de los árabes en 1333. En 1371 Enrique II la entregó a Juan Martínez de Argote, de quien pasará a su hija, María Alfonso de Argote, que poco después traspasaría el señorío a su esposo, Martín Fernández de Córdoba; con él la ciudad queda vinculada a los señoríos de este apellido, rama Alcaide de los Donceles. En 1483, uno de los señores de este linaje, Diego III Fernández de Córdoba, derrotó y apresó a Boabdil rey de Granada en la batalla de Lucena; más tarde obtuvo el título de Marqués de Comares, concedido por Fernando el Católico. En 1618 Lucena alcanzó el título de ciudad. Durante la Edad Moderna Lucena estuvo sometida al dominio señorial de los marqueses de Comares, vinculados al Ducado de Medinaceli desde 1680. Las imposiciones y abusos señoriales desataron el malestar y la protesta de los lucentinos, que tras un largo pleito obtuvieron en 1767 la devolución de la ciudad a la corona.
Oficina de Turismo de Lucena
+34 957 513 282
http://www.turlucena.com (Diputación Provincial de Córdoba).Desde la Alta Edad Media existía en esta zona un destacado núcleo de población judía. Conocida por los musulmanes como al-Yusana, las primeras referencias a la villa son de 886, en relación con la revuelta de Umar ben Hafsún. Fue enclave relevante de la cora de Cabra y tras el Califato pasó al reino de Granada. Conquistada en 1240, se cedió al obispado de Córdoba; en 1342 pasó a Leonor de Guzmán y en 1371 Enrique II la dio a Juan Martínez de Argote. Al casar su heredera, María Alfonso de Argote, con Martín Fernández de Córdoba, alcaide de los Donceles, pasó el señorío a la casa de Córdoba. En 1512 Fernando el Católico concedió a Diego III Fernández de Córdoba el título de marqués de Comares. En el siglo XVII recibió título de ciudad y en 1680 se integró en el ducado de Medinaceli. Tras años de enfrentamiento y pleitos, en 1767 la Chancillería de Granada ordenó la devolución de Lucena a la Corona (Alberto Villar Movellán, María Teresa Dabrio González, y María Ángeles Raya Raya. Guía artística de Córdoba y su provincia. Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
El núcleo urbano se asienta en una suave ladera orientada hacia el norte, en la zona más alta del Valle del Arroyo del Rigelo. Sus altitudes más significativas son: la Plaza. del Coso, 489,5 m.; la Plaza Nueva, 487,0 m.; la Iglesia de San Juan, 496,5 m.; El Carmen, 501,5 m.; La Ronda de S. Francisco., 463,0 m.; el Paseo de Rojas (frente Centro de Salud), 482,0 m.
Su casco urbano está claramente delimitado por las rondas. Su interior, con una trama poco diferenciada, se organiza en torno al Coso (Plaza de España), de cuyo núcleo parte un viario radial, y alrededor del cual existe un viario más o menos concéntrico, que va conectando los ejes radiales.
Desde el punto de vista de la estructura urbana se pueden distinguir en el núcleo de Lucena tres zonas claramente diferenciadas; El casco, delimitado claramente por las Rondas, su interior ha venido absorbiendo el lento crecimiento de la ciudad a lo largo de su historia. La zona de ensanche constituida por la parte de la ciudad que queda al otro lado del anillo de circunvalación que rodea el casco, donde junto a urbanizaciones de reciente construcción están los arrabales de la ciudad de los siglos XVI-XVII. La zona industrial está situada en el sector norte de la ciudad, desde la Ronda de San Francisco y Carretera de Loja, hasta el límite de red ferroviaria.
Vivienda unifamiliar tradicional entre medianeras en parcelas estrechas y profundas (las de las clases más elevadas tienen fachadas más anchas, existiendo también ejemplos de Casas-Palacio), y vivienda plurifamiliar en casa de pisos. 3 plantas (o 2 más "cámara" en viviendas tradicional); 4 plantas en bloques.
Amplio casco con desarrollos recientes apoyados en carreteras y caminos, fundamentalmente hacia oeste, norte y este (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
La antigua Perla de Sefarad, ciudad industriosa y monumental, capital indudable de la campiña cordobesa, se alza mansamente en el valle del río Nice o Lucena, rodeada de lomas de olivar y a los pies del monte Aras, en el que se ubica el santuario de Nuestra Señora de Araceli. Lucena se encuentra a 72 km de la capital.
Historia
Hallazgos arqueológicos localizados, entre otros lugares, en la Sierra de Aras, prueban el poblamiento humano del territorio desde el Musteriense, hace unos 80.000 años. No obstante, de la actual Lucena no se tienen noticias fidedignas hasta la época árabe, periodo en que fue conocida como al-Yussana o Eliossana y, a decir de las crónicas, era ya una ciudad judía.
Entre los siglos IX y XII Lucena gozó de un gran esplendor. Su yeshiva o Academia de Estudios Talmúdicos fue la más importante de España, en ella se reunían estudiosos del Talmud, poetas, médicos e intelectuales que hacían notar su influencia en todo el mundo conocido, especialmente en el oriental. Mercaderes judíos de Lucena comerciaban regularmente con las ciudades españolas, tanto cristianas como islámicas, y con todo el Oriente Medio, de maneral especial con Egipto.
Grandes figuras judías nacieron en Lucena, entre ellas Ishaq ibn Mar Saul, cultivador de la poesía litúrgica; Ibn Llana, médico y poeta; Isaac ibn Chiquitilla, filólogo, Joseph ibn Migash ha-Leví, poeta; o Ishaq ibn Gayyat, poeta, talmudista y gran maestro sefardí. Otros vivieron en ella a partir de la caída del califato de Córdoba, entre ellos los célebres poetas Ibn Gavirol y Jehuda Leví. Todo aquel esplendor desapareció con la llegada de los almohades y su conocida intolerancia. La obligatoriedad de islamizarse empujó a los judíos lucentinos a una nueva diáspora por las cortes españolas y los países de África y el Oriente Próximo, circunstancia que fue cantada de modo excepcional por el extraordinario poeta granadino Abraham ibn Ezra, que había conocido las excelencias de la ciudad.
Lucena fue conquistada por Fernando III en 1240, entregándosela un año después el cabildo catedralicio de Córdoba. La ciudad se convirtió entonces en territorio fronterizo.
En 1371, Enrique II se la entregó a Juan Martínez de Argote, a cuya muerte la heredó su hija María de Argote, a través de la cual, mediante su matrimonio con Martín Fernández de Córdoba, los derechos señoriales pasaron a esta última familia cordobesa. En 1483, Diego III Fernández de Córdoba derrotó y llevó preso a Lucena a Boabdil el Chico, último rey de Granada, quien permaneció cautivo en su castillo durante algunos meses. A partir del siglo XVI, tras la conquista de Granada y en paz el territorio, Lucena conoce una extraordinaria expansión basada en la agricultura y también en una incipiente industria. Este dinamismo, no hizo más que acrecentarse a lo largo del tiempo y así, en el siglo XIX, a pesar de las vicisitudes de la Guerra de la Independencia, de la Revolución de 1868, de la Primera República y de los contratiempos que estos hechos traían consigo. Lucena se había convertido en un centro económico agrícola e industrial, con una fuerte producción de cereales y de aceites, fábricas de muebles, de alfarería, de loza vidriada y de bronce, situación que se mantiene presente en la actualidad, si a todos estos productos se añaden los vinos y el turismo y se tiene en cuenta que la fabricación de muebles ocupa ahora el primer lugar entre sus actividades económicas.
El aceite, el vino -algunas marcas de alta fama- y, en general los productos del campo y de las huertas próximas constituyen las bases de la cocina lucentina. Entre sus recetas, que han ido pasando de generación en generación, sobresale por su peculiaridad la roña de habicholones, que se elabora con las habichuelas sobrantes de un potaje, machacadas y regadas con aceite, vinagre y sal. Otros platos muy populares son la ensalada de coliflor, el potaje de castañas, las albóndigas de espinacas, los tomates rellenos de arroz o las alcachofas rellenas.
En Lucena, por otra parte, se domina como en pocas lugares de la provincia el arte de esparragar las verduras. En cuanto a los postres, además de hojaldres, alegrías y molletes, en Lucena existe una larga tradición turronera que firmas como la de Primitivo Picó y otras han convertido en industria de fama supranacional.
Artesanía
¿Quién no ha oído hablar de los famosos velones de Lucena? Autores diversos los citan con frecuencias en sus obras. Pertenecen a una artesanía del bronce que a día de hoy no sólo no ha dejado de practicarse, sino a la que se le han añadido lámparas, morillos para chimeneas, palmatorias, braseros, etc. Lo mismo que sigue practicándose aquella alfarería vidriada de utensilios de uso común tan característica e, igualmente, tan conocida.
La industria del mueble reúne un importante número de artesanos de la madera. Y son todavía significativos en número los que trabajan el mármol, la piedra, la escayola y la piel.
Fiestas y tradiciones
La Semana Santa* reúne peculiaridades que la distinguen profundamente de las del resto de la provincia. La principal de estas peculiaridades es el conocido fenómeno de la santería, concepto bajo el que se agrupan una cuadrilla de santeros -22 ó 36, dependiendo de la entidad del paso a procesionar-, comandados por el manigero, que es, al mismo tiempo, jefe del grupo y guía de la procesión, y la forma de mecer los pasos en los desfiles -cada uno con su movimiento particular-. La santería encierra todo un cúmulo de ritos que van desde la elección de los santeros por el manigero -elegido a su vez por la cofradía-, a las comidas de hermandad, las saetas que se dirigen los unos a los otros, etc.
En torno al primer domingo de mayo tienen lugar las Fiestas Aracelitanas, en honor de la Virgen de Araceli, patrona de la la ciudad y del campo andaluz. El santuario de Aras, donde permanece la Virgen durante todo el año, se encuentra en el monte del mismo nombre, a uno seis kilómetros al sur del pueblo. La Virgen es bajada al templo de San Mateo el penúltimo domingo de abril. El sábado anterior al primer domingo de mayo hay una abundantísima ofrenda de flores. El domingo es la procesión por las calles del pueblo y el primer domingo de junio, la Virgen regresa a su santuario.
Todo el mes de mayo constituye un periodo festivo en la ciudad, con numerosos actos y celebraciones, tanto de carácter religioso como culturales y lúdicos, siendo uno de los más interesantes la Semana Santa Infantil, en la que participan más de 1.500 niños, que sacan a la calle los mismos pasos, aunque en miniatura, que, poco antes, han sacado los mayores.
Del 8 al 10 de septiembre tiene lugar la conocida como Feria del Valle.
Vida urbana
Lucena es una ciudad activa, comercial y profundamente religiosa, circunstancias que, al menos aquí, no encierran contradicción alguna. La santería, el amor a la Virgen de Araceli, la afición al cante flamenco, uno de cuyos fandangos lleva el nombre de la ciudad, porque en ella tiene su origen, y el gusto por una copa de buen vino llenan buena parte de la existencia cotidiana del lucentino.
Pero lo primero es el trabajo. En este sentido, cabe mencionar que a Lucena entran a trabajar todos los días más de 3.000 trabajadores procedentes de los pueblos circundantes. En las afueras se suceden los polígonos con todo tipo de industrias, principalmente del mueble, en tanto el comercio se concentra de modo especial en el centro, por la plaza Nueva y sus alrededores.
Tiene Lucena muy buenos servicios, estupendos hoteles y restaurantes, parques y lugares de ocio para los jóvenes y los menos jóvenes. La terminación de la autovía Córdoba-Antequera, que la ha acercado tanto a Córdoba como a Málaga, ha servido, sin duda, para potenciar aún más sus cualidades.
El paseo de Rojas, un añoso parque bien conservado que se encuentra en la que fue travesía de la N 331, Córdoba-Málaga, hoy avenida del Parque, es, por su proximidad a la carretera, un buen sitio para iniciar la visita a la ciudad. Desde aquí, la calle de San Pedro, lleva hacia el centro. Es calle ancha, con buenas casas, algunas solariegas, como la que hoy ocupa el Palacio de Justicia, antiguo domicilio de los Mora Saavedra, condes de Santa Ana.
Hacia el final de esta calle, en una plaza ajardinada con el busto en bronce de Luis Barahona de Soto (1548-1591), gran poeta lucentino alabado, entre otros, por Cervantes, aparece la gozosa estampa del templo de San Martín, perteneciente al convento de Agustinas Recoletas, con su gran fachada en hastial y la mole de la cúpula, cuya cubierta octogonal de teja sobresale ampliamente sobre el caserío de los alrededores. La construcción del edificio se inició en 1669 y es barroco en su totalidad. Al exterior, además de la cúpula, sobresalen las dos potentes portadas, obra del lucentino Hurtado Izquierdo. En el interior, es de destacar la planta elíptica, uno de los escasos ejemplos de esta solución arquitectónica que existe en Andalucía.
Pasada la iglesia, por Juan Valera, se llega a la plaza del Coso, ajardinada y luminosa. A ella da, en un sugerente contraste que pone de relieve la voluntad lucentina de conciliar el pasado con el presente, la notable fachada principal de la Telefónica y el costado del castillo del Moral, en el que estuvo preso Boabdil. Hoy, convenientemente restaurado, es sede de la Oficina de Turismo y de un más que interesante Museo Arqueológico y Etnológico.
Prácticamente al lado de la del Coso, está la plaza Nueva, centro geográfico, administrativo, comercial y vital de la población. Aquí se encuentra el Ayuntamiento, en un edificio moderno escasamente afortunado. Y aquí se encuentra también la joya más preciosa con que Lucena cuenta: la iglesia de San Mateo*, no en vano denominada Catedral de la Campiña. Su construcción se inició en 1498 por Hernán Ruiz I, en el solar de lo que había sido primero sinagoga y luego mezquita. Es mitad gótica, mitad renacentista. Y en ella destaca la crucería de la cabecera y, sobre todo, el retablo del altar mayor*, uno de los más valiosos del renacimiento andaluz. Se compone de una serie de tallas en relieve y bulto redondo que cuentan la vida de Cristo desde la Anunciación a la Resurrección, todas ellas enmarcadas en un conjunto arquitectónico sumamente fiel a los cánones establecidos por Palladio. En el siglo XVIII, se construyó en la nave de la Epístola la singular capilla del Sagrario*, ejemplo de un barroco exuberante que sólo encuentra parangón en la sacristía de la cartuja de Granada.
Detrás de esta plaza, a través de la escalinata de la de San Miguel, se llega a las plazas Alta y Baja, rincón de mucho sabor, donde de nuevo asoma el castillo y en el que se encuentra el mercado. Bajando por Ballesteros y Álamos, se alcanza, en la calle de su nombre, la iglesia de Santiago*, declarada Monumento Nacional. La fundó en 1503 Santiago Garci Méndez de Sotomayor, tío del primer Marqués de Comares. Tiene tres naves góticas de remembranzas mudéjares, separadas por arcos en ojiva sobre pilares poligonales y cubierta de madera. La portada de los pies pertenece al gótico humanista. En la torre resulta llamativa la espadaña en ángulo, ya neoclásica con pervivencias barrocas. En el barrio de Santiago se situaban las antiguas alfarerías, algunas de las cuales pueden verse todavía en funcionamiento bajando por la calle Álamos. Entre las imágenes que guarda la iglesia es altamente reseñable el Cristo atado a la columna*, obra del sevillano Pedro Roldán.
Esta misma calle Álamos sube hasta la plaza de la Barrera, irregular, escalonada y también ajardinada, con una fuente -el decir popular afirma que romana- a cuyos pies -cuenta también el decir popular- platicaban San Juan de Ávila y San Juan de Dios cuando se encontraban en Lucena. Es posible que así fuera, porque aquí mismo se encuentra la iglesia de Nuestra Señora del Carmen, que perteneció al antiguo convento de Carmelitas Descalzos. Es templo barroco construido en 1630. Tiene planta de cruz latina, con capillas laterales. En el retablo mayor sobresale una colección de lienzos atribuidos a Sebastián Martínez Domedel.
Algo más abajo de esta plaza se localiza la de la Calzada, en la que se levanta la iglesia de San Juan Bautista, perteneciente al hospital de San Juan de Dios. En la iglesia destaca la magnífica portada barroca en mármol de distintos colores, con su planta mixtilínea, sus columnas dóricas, el juego de cornisas y el remate a manera de templete adosado al muro. En el interior es interesante, junto a la sencillez de su traza, la cúpula del crucero y el retablo del altar mayor, suntuosa pieza de la retablística lucentina. Bajando por Molino y siguiendo por Agua, tras cruzar San Pedro, aparece, en primer lugar, el antiguo convento de Nuestra Señora de la Victoria, hoy convertido en hotel, y a su lado la iglesia de San Francisco de Paula, conocida como parroquia de Santo Domingo. Formó parte de un convento de Mínimos y fue edificada entre 1730 y 1745. Tiene planta de cruz latina con capillas laterales y es de destacar el sobresaliente retablo barroco junto a las yeserías que decoran la cúpula del crucero, ambas obras de Francisco José Guerrero. Sólo un poco más abajo, entre las calles San Francisco y Contador, se sitúa el convento Madre de Dios con su iglesia del mismo nombre. En el convento, de la Orden franciscana, es resaltable el claustro, ajardinado, con su fuente barroca y la doble arquería de medio punto. La iglesia tiene portada manierista y, en su interior, presenta planta de cruz latina con cúpula semiesférica en el crucero y capillas laterales. Es muy hermoso el retablo mayor, obra del granadino José Matías Sánchez, y entre sus imágenes la de San Pedro de Alcántara, salida más que probablemente de las gubias de Pedro de Mena.
Mientras se camina por sus calles, formadas, casi a partes iguales, por círculos concéntricos que se van ampliando desde la plaza Nueva y por radios que, desde ésta, se alejan hacia las afueras, se descubren en Lucena numerosos palacios y casas solariegas de pomposas fachadas, muchas de ellas adornadas con sus correspondientes escudos nobiliarios. Así, en la calle Quintana, la casa solariega de los Polo de Lara, de la segunda mitad del siglo XVIII; en Ancha, la de los Ortiz-Repiso; en Cabriñana, la de los Valdecañas, de la primera mitad del XVIII; en Santa Marta Baja, la de los Guzmán y Cárdenas y la de los Valenzuela Curado. Casi no existe una calle en el casco histórico que no cuente al menos con una de estas casonas de notable arquitectura andaluza y señorial.
ALREDEDORES
A sólo seis kilómetros de Lucena, en la cumbre del monte Aras, se encuentra el santuario de Nuestra Señora de Araceli. Desde la cumbre se divisa un panorama que alcanza, además de la campiña, por el norte, la serranía Subbética, hasta Sierra Nevada, por el sur. La existencia del santuario se remonta a 1562, fecha en que don Luis Fernández de Córdoba, segundo Marqués de Comares trajo de Roma la imagen de la Virgen. La ermita actual, sucesora de la que se construyó de forma inmediata, es de 1603. Tiene tres naves separadas por arcos formeros de medio punto sobre columnas de mármol y, en el crucero, cúpula de media naranja sobre pechinas. Todo el templo se encuentra muy decorado de yeserías barrocas, cuya ejecución se debe al antequerano Antonio de Ribera. En el altar mayor se abre el fastuoso camarín de la Virgen, imagen coronada que porta en el brazo izquierdo al Niño, igualmente coronado, y en la mano derecha, muy enjoyada, un cetro de oro. El camarín tiene cúpula, está revestido de yeserías y en sus muros aparecen ángeles pintados por el granadino Tomás Ferrer.
A unos quince kilómetros al suroeste, se sitúa la pedanía de Jauja, cuna del famoso bandolero José María el Tempranillo, un encantador lugar, rodeado de huertas y con el embalse de Malpasillo en sus cercanías, sitio en el que anidan gran cantidad de especies salvajes y de manera sobresaliente el calamón, cuya población es una de las más importantes de la provincia. En Jauja se ha inaugurado recientemente un museo dedicado a José María el Tempranillo y en ella se vienen celebrando desde hace varios años, en el mes de octubre, unas importantes jornadas dedicadas al bandolerismo durante las que tienen el lugar, al mismo tiempo, visitas a los lugares más significativos de la Ruta del Tempranillo, exposiciones y conciertos (Rafael Arjona. Guía Total, Córdoba. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2009).
Industriosa ciudad de la campiña cordobesa cuyo trazado se localiza en un estratégico cruce de caminos, en el valle que forman los cerros Hacho, Mataosos y San Cristóbal.
Historia
Lucena ha sido desde muy antiguo y hasta al menos el siglo XII una ciudad judía, aunque en ella llegaron a convivir armoniosamente judíos, árabes y cristianos. Fue llamada la Perla de Sefarad por geógrafos e historiadores medievales y durante el califato cordobés formó una república judía independiente, a cuyo asilo se acogían judíos que se veían obligados a huir de territorios musulmanes. Este hecho dio lugar a la aparición de la Academia de Estudios Talmúdicos, en la que se reunieron grandes poetas e intelectuales judíos, entre los que sobresale Ishaq ibn Gayyat, y fue en su tiempo importante avanzada de la cultura europea.
El dominio de los almorávides, entre el 1090 y el 1148, supuso para Lucena su época de mayor esplendor durante el periodo musulmán. Después, la llegada de los almohades con su conocida intolerancia trajo consigo la destrucción de la aljama y la huida de la mayoría de los judíos a Toledo. En 1240, la ciudad fue conquistada por Fernando III, manteniéndose como villa fronteriza casi hasta la conquista de Granada. A partir del siglo XVI se produce una rápida recuperación basada en la paz cristiana y en la agricultura a la que muy pronto se le añade también la industria.
En el siglo XIX, la ciudad contaba con una extraordinaria producción de cereales y aceitunas, y fábricas de alfarería, muebles, loza vidriada y bronce.
Gastronomía
Es una cocina rica en sabores e imaginación, en la que predominan los productos del campo. Platos de honda tradición son la roña de habicholones, que se hace con las habichuelas sobrantes de un potaje, machacadas y aliñadas, y se sirve frío; la ensalada de coliflor, las albóndigas de espinacas y el potaje de castañas. La repostería, formada principalmente por hojaldres, mostachones y turrón, es de gran calidad.
Artesanía
Se siguen haciendo tinajas, lebrillos y cántaros de cerámica vidriada, así como los famosos velones de bronce. A esto se ha unido una industria del mueble que cuenta con una gran variedad de labores de artesanía.
Fiestas
La Semana Santa reviste un gran interés por la calidad de las imágenes y por la forma peculiar de llevar los pasos, con los costaleros -que aquí se llaman santeros- a la vista del público y caminando al ritmo de los tambores. En torno al primer domingo de mayo se celebran fiestas en honor de la Virgen de Araceli, patrona de la ciudad. Se baja a la virgen de su ermita, situada en el monte Aras, a 6 km de la ciudad, y se la pasea por el pueblo en procesión. Durante estas fiestas tiene lugar la Semana Santa Chiquita, reproducción de la grande, pero hecha por niños.
Vida urbana
Es una ciudad muy activa. El lucentino es un hombre abierto, sencillo y trabajador. La devoción a la Virgen de Araceli y la afición al flamenco son dos de sus más íntimas características. La ciudad, de abundante trasiego, concentra lo mejor de su comercio en el centro, en torno a la Plaza Nueva. La potente actividad industrial de las últimas décadas la han convertido en un poderoso foco económico: hoy día entran diariamente 4.000 trabajadores de los pueblos de los alrededores.
VISITA
El trazado urbano de la ciudad se va desarrollando en círculos concéntricos alrededor de la Plaza Nueva, corazón de la misma. En esta plaza, de las denominadas de salón, se levanta la parroquia de San Mateo, hermoso templo gótico renacentista que, si en su exterior resulta poco atractivo, posee un bellísimo interior, con tres naves separadas por delicados arcos apuntados de ladrillo que descansan sobre pilares de piedra. Prácticamente al lado de esta plaza se encuentra la del Coso, en la que está el castillo, famoso por haber sido prisión de Boabdil, el último rey de Granada, tras su captura en la batalla de Martín Gonzalo. Es ésta, la del Coso, una gran plaza ajardinada, una de cuyas bocacalles, la de Juan Valera se prolonga por San Pedro donde, en otra bonita plaza, se localiza la iglesia de San Martín, perteneciente al convento de las Agustinas y terminada en 1726. Destaca su monumental fachada, la planta, ovalada, y la cúpula.
Desde aquí, por Palacios, se llega a la plaza de la Calzada, donde se encuentra la iglesia de San Juan Bautista, con su soberbia portada barroca. Subiendo por Jiménez Muriel se desemboca en la plaza escalonada de la Barrera, con su pilar, tal vez romano, en el centro. Cerca de aquí, yendo por la calle de La Demora, se localiza la iglesia de Santiago, corazón del barrio de su nombre, edificio gótico mudéjar de 1503 (Rafael Arjona. Guía Total, Andalucía. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2005).
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