Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la desaparecida Puerta de la Carne, de Sevilla.
La Puerta de la Carne, se encontraba en la confluencia de las calles Santa María la Blanca, Cano y Cueto, y Puerta de la Carne; en el Barrio de San Bartolomé, del Distrito Casco Antiguo, de Sevilla.
Estaba situada al final de la calle Santa María la Blanca -antigua calle Açuayca-, en su confluencia con la calle Cano y Cueto -anteriormente muro de la Puerta de la Carne y calle del Retiro.
La Puerta de la Carne, se encontraba en la confluencia de las calles Santa María la Blanca, Cano y Cueto, y Puerta de la Carne; en el Barrio de San Bartolomé, del Distrito Casco Antiguo, de Sevilla.
Estaba situada al final de la calle Santa María la Blanca -antigua calle Açuayca-, en su confluencia con la calle Cano y Cueto -anteriormente muro de la Puerta de la Carne y calle del Retiro.
Este topónimo no aparece documentado en las fuentes musulmanas y ni siquiera en el Libro del Repartimiento y otros documentos castellanos de los siglos XIII y XIV, en los que se la denomina de la Judería. En el siglo XV, esta puerta recibe los nombres de Minjoar, desde 1403, y de la Carne, desde 1426, que será el que finalmente prevalezca en el XVI.
Por lo general, se ha identificado la puerta de la Carne con la bab Yahwar que las fuentes musulmanas sitúan frente a los palacios de la Buhayra, dando acceso al cementerio de los emires y en relación a la construcción del muro homónimo, a partir del capítulo 1.107 de la Primera Crónica General, aunque también hay quien considera que este topónimo designa a la puerta que estaría al pie de la torre del Agua, en la medida en que estaría frente a la Buhayra y constituiría un acceso directo al Alcázar.
Por mi parte, creo que efectivamente la bab Yahwar de las fuentes musulmanas no es la puerta de la Carne cristiana, la cual debe identificarse con la que se situaba al pie de la torre del Agua, identificada erróneamente por R. Valencia con la bab al-Najil de las fuentes islámicas.
En relación a este punto, creo que la confusión entre los historiadores sevillanos a la hora de adscribir el topónimo Bib Johar/Minjoar -que parece una corrupción del bab Yahwar islámico- a la puerta de la Carne debe relacionarse con la ambigüedad del pasaje del capítulo 1.107 de la Primera Crónica General.
En este sentido, otro elemento que contribuyó a dicha confusión lo constituye el cierre de una puerta entre el Alcázar y la puerta de la Carne -y que creo que debió de tratarse de la que estaba emplazada al pie de la torre del Agua-, puesto que algunos autores tienen sus dudas a la hora de identificar los topónimos de la Carne, de la Judería y Minjoar con una misma puerta, sugiriendo que la de la Carne no sería la misma que la de Bib Johar/Ahoar/Minjoar, ya que ésta se localizaría más cercana al Alcázar y se habría cerrado, opinión con la que, como ya he señalado, coincido con A. Jiménez.
En cuanto al origen del topónimo de la Carne, la historiografía sevillana coincide en relacionarlo con la existencia en sus inmediaciones del Matadero.
Además, la historiografía ha aplicado a esta puerta otros dos topónimos, como son el de la Judería y el de Bib Johar/Ahoar/Minjoar. En cuanto al primero, todos los autores que vengo citando coinciden en que por esta puerta se accedía a la antigua Judería. En cuanto al segundo, también es unánime la opinión de que con este topónimo de filiación islámica se designaría al individuo que la construyó, aunque hay quien sostiene un origen judío para el mismo. Acerca de la primitiva estructura de la puerta islámica, en el grabado de Hoefnagle, que representa la ciudad vista desde el este, figura flanqueada por dos torres, tal y como lo hacen la práctica totalidad de las puertas que figuran en él, por lo que creo que se trata de una representación convencional. En relación a este punto, creo que la puerta que figura en uno de los relieves del retablo mayor de la Catedral, en el que se representa a la ciudad desde el sur, debe identificarse con la que se emplazaba al pie de la torre del Agua, aunque tradicionalmente se identifica con la de la Carne.
Por el contrario, al figurar en el documento de 1560 entre los accesos que tenían puertas por las que "se ba rodeando para salir desta ciudad" y "rebellines", creo que se trataría de una puerta con acceso en recodo protegida por barbacana.
Por otra parte, figura en ese mismo documento en la relación de puertas a las que Hernán Ruíz debía eliminar el acceso en recodo y la barbacana, extremo que no me es posible determinar si llegó a realizar. En este sentido, sabemos, puesto que así nos lo dice Benvenuto Tortelo en un memorial autógrafo de servicios realizados por encargo del Cabildo en 1571, que este arquitecto realizó unas trazas para esta puerta: "antes que moriese hernán Ruis, predecessor mio, por su ausencia me mandaron que yo fiçiese una traça de la puerta de la Carne; y fue diputado eneste negocio el señor don Manrique de Zuniga".
De cualquier manera, la intervención fundamental en esta puerta se realizaría bajo el mandato del conde de Barajas, puesto que figura en el memorial presentado por el Mayordomo Diego de Postigo en el que se recogen las intervenciones que se realizaban en 1576. Las obras consistieron en la construcción de una nueva puerta, cuya traza pertenecía a Asensio de Maeda -aunque hay quien la atribuye erróneamente a Hernán Ruíz-, y cuyo aspecto conocemos gracias a diversas representaciones que de ella conservamos. A través de la inscripción que se colocó en ella, sabemos que se concluiría en 1577, aunque todavía en 1579 se pagaron 200,623 maravedís.
Todavía debió producirse otra intervención, que algunos historiadores fechan en 1696 y otros en 1796.
En lo que a la epigrafía se refiere, en esta puerta se colocaron en 1577 varias lápidas con inscripciones. Una de ellas, que honraba en latín la memoria del Asistente don Francisco de Zapata, se colocó al interior de la ciudad.
En la fachada exterior se colocaría otra inscripción latina en honor de Felipe II que, según Espinosa y Cárcel, estaría situada "en dos targetas quadrilongas" y, según González de León, "en dos obalos que forman las labores del adorno". En este sentido, una observación detallada de una fotografía de la puerta de la Carne demuestra que en uno de los óvalos de la fachada exterior se leía una inscripción latina que no recoge la historiografía, por lo que el emplazamiento correcto sería el que indica Espinosa y Cárcel.
Además, en la fachada interior estaba situada otra inscripción latina en honor de San Leandro y San Isidoro, "en dos obalos iguales a los anteriores" según González de León.
Por último, se procedió también a renovar la inscripción que contenía los versos más típicos de nuestra ciudad, en los que se glosa en latín la historia de Sevilla, y que, a través de la historiografía, tenemos la certeza que se colocó en el frontispicio de la puerta, al exterior.
No he localizado ninguna noticia acerca del paradero de estas inscripciones, por lo que es muy probable que desaparecieran cuando en junio de 1864 se concluyó el derribo de la puerta.
En lo que a los escudos se refiere, también la puerta de la Carne figura, en el documento de 1560, en la relación de accesos a los que Hernán Ruíz debía decorar con escudos de piedra con las armas de la Ciudad y las reales, los cuales desaparecieron cuando se procedió a la construcción de la puerta en 1577. Sin embargo, a través de su fotografía sabemos que un escudo con las armas reales decoraba el segundo cuerpo de su fachada exterior, el cual debió colocarse aquél año (Daniel Jiménez Maqueda, Estudio histórico-arqueológico de las puertas medievales y postmedievales de las murallas de la ciudad de Sevilla. Guadalquivir Ediciones. Sevilla, 1999).
Aquí sí que no hay lugar para las elucubraciones. La Puerta de la Judería, durante los años que la judería de Sevilla existió como tal, fue esta puerta que entonces daba a una ciudad encerrada dentro de otra ciudad. Aunque, en realidad, más que otra ciudad era otro mundo. Uno de los infinitos mundos que Sevilla oculta dentro de sí. A varios de ellos conducía la Puerta de la Carne. Para contar la historia de esta puerta, mejor no empezar por el principio, sino por donde la curiosidad más pica. "Intelijencia -con jota de Judería y de Jiménez- dame el nombre de las cosas", dejó escrito Juan Ramón. Así que a eso vamos, a detallar las razones por las que la Puerta de la Carne fue así llamada, que a buen seguro es la primera pregunta que se hará el lector, como también fue la primera que se hizo quien esto escribió. La puerta se alzaba frente a donde hoy sigue -gracias al celo de la Hermandad de San Bernardo- el puente mal llamado de los bomberos. Si bien es cierto que el puente y la puerta jamás se encontraron pues para cuando Juan Talavera erigió el elegante viaducto que salvaba las antiguas vías del ferrocarril, hacía ya muchos años que la puerta no existía. Una pena, pero bueno, estamos en Sevilla y no es raro que estas cosas pasen aquí.
La Puerta de la Carne comenzó a recibir tal denominación en el siglo XVI, cuando el Ayuntamiento instala frente a ella el matadero municipal. Tenía el Consistorio en aquellos tiempos el monopolio de la carne, a consecuencia de lo cual, y a decir de Blanco White, que es quien lo cuenta, el Ayuntamiento era el único carnicero que había en la ciudad. Sin embargo, también cuenta Blanco White que por culpa de ello la carne que se consumía en Sevilla era la peor de toda España, lo cual a estas alturas de la historia no debería extrañar a nadie, vistos los resultados que han solido arrojar los monopolios públicos de ese tipo.
Mas, insistamos en el relato del ilustre ilustrado, pues también nos cuenta Blanco que la instalación del matadero cerca del barrio de San Bernardo hizo que muchos vecinos de este arrabal extramuros encontrasen en él una entretenida diversión. Cada vez que llegaba una partida de ganado, allí se congregaba un buen número de gente que agitaba sus capas y silbaba para separar de la manada la res más brava y torearla. Detalla B. W. que aquel juego, al que eran muy aficionados «todos los vecinos de San Bernardo, hombres, mujeres y niños", fue denominado el "capeo", de lo que cabría colegir que de ahí también provenga el término "capea". Como para que alguien ose poner en duda que San Bernardo sea la cuna de la tauromaquia. Quizá esto, junto a otras razones, también explique por qué Joselito quiso levantar a pocos metros de aquí su Plaza Monumental de toros, de la cual hoy en día apenas queda una puerta cegada. En fin, lo de antes. Estas cosas pasan en Sevilla.
Ya en el interior del matadero también se daba cierta actividad toreril, pues en sus corrales se entrenaban los matadores profesionales, bajo la supervisión, eso sí, de un capitular del Ayuntamiento, quien solía invitar a sus amistades a contemplar el espectáculo; y entre esas amistades no habrían de faltar señoras, acaso de buena posición y rancio abolengo, a pesar de las inmundicias que se acumulaban en un recinto a buen seguro de higiene discutible. Blanco White abunda en el caso, explicando, para rematar la faena, que la consideración del matadero como escuela de tauromaquia estuvo tan asentada que acabó siendo conocido entre el pueblo como el Colegio. Resuelta la cuestión de la denominación de la puerta que ha llegado hasta nuestros días, rebobinemos en el tiempo para viajar, ahora sí, hasta el principio del todo. La Puerta de la Carne fue una de las que se abrieron en la muralla erigida por los almorávides; es decir, fue una de las puertas originales de la cerca, recibiendo en su tiempo el nombre de Bah Yahwar, aunque también aparece citada en algunos textos con el de Bib Johar, denominación esta que, en opinión del arabista Rafael Valencia, obedecería a una derivación dialectal del nombre original. Valencia explica que la palabra árabe bab, que significa puerta, se pronunciaba bib en el dialecto hablado en el siglo XIII por los musulmanes de Isbiliya. En cuanto al significado del nombre de la puerta, Yahwar, la opinión más extendida es que sería el del nombre de su autor, aunque el profesor Valencia se decantaba por la teoría de que fuera el nombre de una familia noble sevillana. Valencia considera una confusión la traducción que algunos han hecho del nombre Bah Yahwar como «Puerta de las Perlas». Algo que a su juicio obedecería a un error ortográfico. Perlas en árabe se escribe Yawhara no Yahwar. Palabras que se parecen, pero no significan lo mismo. De modo que debe descartarse el nombre de Puerta de las Perlas como traducción del nombre original.
Sucedió que, con el paso de los años, el nombre original experimentó una singular evolución, especialmente cuando el idioma que se comenzó a hablar en la ciudad dejó de ser el árabe. Así, de Bab o Bib Yahwar y Bib Johar, pasó a Minjoar y, finalmente, a Minjao. Aunque mucho más curiosa que esta evolución fonética es la explicación que a la última versión del nombre le daría la leyenda, tan inherente e imbricada en la historia de Sevilla. Cuentan Justino Matute y José María Montero de Espinosa que eso de "Minjao" era en realidad el nombre de un judío rico que vivía cerca de allí. Ya hemos visto que no, pero, claro, si consideramos la hipótesis del profesor Valencia que se citaba más arriba, se comprueba que la leyenda no iba del todo descaminada. El nombre de la puerta correspondería al de una familia de buena posición, si bien no exactamente judía. Y ya que hablamos de judíos, vamos con otro de los momentos estelares, quizá el que más, de esta historia.
La Puerta de Yahwar, luego de la Carne, tuvo, entre una y otra denominación, un tercer nombre que llevó durante gran parte de la Edad Media: el de Puerta de la Judería. Y es que, durante casi un siglo, esta puerta de la muralla no condujo exactamente al interior de la ciudad, sino a un mundo aparte que existió dentro de ella. Tan aparte que estaba separado del resto por otra muralla: se trataba del gueto donde vivían los judíos; es decir, la aljamía o judería de Sevilla.
La relación entre los judíos y Sevilla es larga y antigua. Y su huella, aunque imperceptible para muchos, ha permanecido indeleble en algunas de las señas de identidad de la ciudad, incluso siglos después de que tuviera que irse el último de los hebreos que en el Medievo la habitó. Según la investigadora de la Universidad de Sevilla Isabel Montes, la presencia de este colectivo en la península ibérica se remonta a tiempos inmemoriales. Tanto que aquí ya había judíos antes incluso de que existiera el cristianismo. Se cree que su llegada coincidió con la diáspora de 586 a. C. cuando Nabucodonosor destruyó el templo de Salomón, obligando a la población de Judea a exiliarse a Mesopotamia, aunque algunos parece que cogieron otro camino en sentido opuesto. En la Biblia parece haber una referencia a ello. Libro de Abdías I, 20:
La multitud de los deportados de Israel ocupará Canaán hasta Sarepta, y los deportados de Jerusalén que están en Sefarad ocuparán las ciudades del Negueb.
Sefarad es precisamente el nombre con el que el pueblo judío identifica la península Ibérica, a la que, más de quinientos años después, en torno al año 70 d. C., llegaron más judíos, esta vez a causa de una nueva diáspora decretada en tiempos del emperador Tito. El hecho de que llevasen más de mil años habitando en estas tierras no facilitó su convivencia con sus vecinos cristianos. Ya en el año 694, los visigodos, que definitivamente habían abjurado del arrianismo, sometiéndose a Roma, promulgaron leyes antijudías para lograr la unificación religiosa de la península Ibérica, tras haber conseguido, en tiempos de Leovigildo, su unificación política. Estas leyes moverán a la comunidad hebrea a apoyar a los musulmanes cuando estos invadan la península tres lustros más tarde: el año 711.
Los judíos que habitaban en Sevilla colaboraron en efecto con los musulmanes en la conquista de la ciudad. Según la versión más sólida, los árabes llegaron a Sevilla en torno a julio o agosto del 712, provocando que los defensores de la ciudad huyeran en gran número. Tras tomar Sevilla sin apenas esfuerzo, continuaron avanzando por la península dejando la ciudad confiada precisamente a los judíos. No obstante, los huidos regresaron para enfrentarse a los árabes y estos enviaron un ejército al mando de Abd al Aziz que sofocó el contraataque a sangre y fuego en torno a julio del 713. Consumada al fin la conquista, los judíos permanecieron en la ciudad, dedicándose al comercio de exportación y actividades artesanas. Conformaban entonces una comunidad con fuerza económica, que alguna vez contribuyó al resurgir del esplendor de la Sevilla islámica tras períodos de crisis. No estuvieron integrados en la sociedad, pero sí intervinieron activamente en su vida diaria a todos los niveles, incluso en el campo de la música y la poesía. Además, su dominio de los idiomas hebreo, hispanoárabe y romance, hacía que los gobernantes recurriesen a ellos como intérpretes en las relaciones diplomáticas con los reinos cristianos. Lo que no se sabe es en qué zona de la ciudad estaban asentados. Se conoce muy poco, por no decir casi nada, de cómo era Sevilla en tiempos de la conquista musulmana. De ella, lo único que sabemos es lo que las crónicas refieren y que es algo muy parecido a lo que se dice de la Sevilla actual: que era de las ciudades más importantes y hermosas de la península. Así que importante y hermosa, pero ¿cómo? ¿Cuánto? No se sabe.
La convivencia entre árabes y judíos en la entonces llamada Isbiliya solo duró hasta las invasiones de almorávides y almohades, que eran pueblos bastante más fundamentalistas. Los primeros expulsarán de Sevilla a los judíos, que tendrán que irse a otros puntos de la península, preferentemente Castilla, la sierra de Huelva o Portugal.
Los judíos vuelven a Sevilla con la reconquista, enrolados esta vez en el otro bando, aunque siempre bajo sospecha. Fernando III y Alfonso X el Sabio les otorgan un distrito donde instalarán la aljamía o judería. Se estima que en ella llegaron a vivir entre tres mil y cuatro mil personas. Tras la de Toledo, era la principal judería de Castilla. Se le cedieron tres mezquitas para que instalasen en ellas sus sinagogas, si bien, el número de estas parece que acabó siendo bastante mayor. Los judíos de Sevilla estaban protegidos por el rey, del que eran sus tesoreros. Se ordenó respetar la práctica de su religión y se les autorizó a tener jueces propios que entendiesen de los asuntos internos de la comunidad.
La judería ocupaba los actuales barrios de Santa Cruz y San Bartolomé, extendiéndose desde el Alcázar a la Puerta de Carmona. Estaba separada del resto por una muralla de la que todavía se conserva un lienzo en la calle Fabiola. Dicha muralla discurría por la plaza de la Alianza, Mateos Gago, Federico Rubio, Conde de Ibarra, plaza de las Mercedarias y Vidrio. Tenía tres puertas, una estaba delante de la actual iglesia de San Nicolás, y daba a su calle principal, la actual de San José. Otra estaba en Mesón del Moro y la tercera era la Puerta de la Carne, que daba al exterior de la ciudad, lo cual constituía todo un privilegio para la comunidad. Estaba también la puerta de las cadenas, que todavía existe, y daba al recinto del Alcázar. La judería de Sevilla contaba con unos baños públicos, que estaban frente a la sinagoga de Santa María la Blanca y de los que se conservan restos en el sótano de un local actualmente ocupado por un restaurante. En esta calle estaba también el mercado o azucaica, palabra de la que deriva "zoco", usada por los árabes.
En la judería de Sevilla vivieron figuras relevantes como Zulema Pintadura, almojarife (una especie de ministro de Hacienda ) de Alfonso X, Yucaf Pichón, de Juan II y Solomon Ibn Radock, almojarife del Reino, embajador y dueño del Cortijo el Judío en Carmona. Otro judío sevillano ilustre fue Samuel Leví, tesorero de Pedro I, que poseía un gran palacio en la calle donde vivía y que hoy aún lleva el nombre de su saga familiar: los Levíes. Eso sí, no todos los judíos de Sevilla eran influyentes potentados, como los citados. La mayoría de ellos se dedicaba a la artesanía. Abundaban los médicos, sastres, tejedores, plateros, sederos, mercaderes y artesanos de diverso tipo. Propia de la judería era un tipo de edificación que se acabaría convirtiendo en una seña de identidad de la ciudad: los corrales. Se trataba de construcciones cerradas con una única entrada donde se vivía en torno a un gran patio. Este diseño buscaba la seguridad de los moradores, algo muy necesario en una comunidad permanentemente amenazada como la hebrea.
La historia de la judería de Sevilla terminó de forma sangrienta en 1391 cuando, a consecuencia de las predicaciones antisemitas del arcediano de Écija Fernando Martínez, la aljamía es asaltada por una turba sedienta de sangre y venganza que mata a un número considerable de sus vecinos y expolia buena parte de sus bienes. La mortandad tal vez no fuera tan grande como algunas fuentes aseguran, eso al menos dicen otras fuentes, pero la consecuencia fue rotunda y demoledora: la judería, como tal, desapareció. Los judíos se marcharon. O, más exactamente, huyeron. Primero a otros lugares de la ciudad y, posteriormente, lejos de ella.
A partir de ahí, comenzó otra historia para la puerta que siglo y medio después, como ya quedó dicho, comenzó a ser llamada por el nombre con el que aún se conoce el lugar donde se hallaba. Su derribo tuvo lugar en 1864. Cosas del progreso. El mismo alcalde, García de Vinuesa, que años antes había ordenado hacerle una costosa reparación, dada su catalogación como importante monumento, decretó su demolición. La causa fue la decisión de levantar no muy lejos de ella la estación de Cádiz. Hubo quienes pensaron que la puerta constituiría un estorbo para el trasiego que originaría el tráfico ferroviario en la zona, así que mejor tirarla. En corto y por derecho. De nada sirvieron las quejas del entonces teniente de alcalde Francisco Pagés del Corro, que protestó por la decisión, tan inútilmente como siempre suele ocurrir cuando se protesta por estas cosas en Sevilla. Así que dicho y hecho. La Puerta de la Carne fue demolida y sus hojas, esas hojas que nunca cerraban por el mucho entrar y salir de gente que diariamente bajo su arco pasaba, fueron a parar al Asilo de Capuchinos, donde se les perdería la pista para siempre. El símbolo que alguna vez representó aquella puerta vino a ser sustituido años más tarde por el puente de San Bernardo -nunca el de los Bomberos, por favor- que diseñó Juan Talavera; puente que también el progreso quiso derribar en vísperas de la Exposición Universal de 1992, aunque en esa ocasión, excepcionalmente, primó la cordura y el buen gusto.
No obstante, la Puerta de la Carne sobrevive aún incorrupta en el imaginario colectivo, a través del nomenclátor popular, ese ente extraoficial que muchas veces se impone al rigor ortopédico del oficialismo otorgando victorias morales a los derrotados. No importa que ya no exista ni la puerta, ni el matadero, ni el monopolio de la carne. Ni siquiera el mercado que se levantó donde estuvo el "Colegio" de los toreros. La Puerta de la Carne sigue en pie y cada Miércoles Santo espera al Cristo de la Salud y a la Virgen del Refugio que, acompañados de su extensa comitiva de elegantes nazarenos, continúan entrando y saliendo de la ciudad a través de ella en uno de esos pequeños milagros sevillanos que vencen al tiempo, al espacio y a lo incomprensible (Juan Miguel Vega, Veintitantas maneras de entrar en Sevilla. El Paseo. Sevilla, 2024).
La puerta antiguamente llamada de Vib Ahoar recibió el nombre de Puerta de la Carne a raíz de haberse establecido frente a ella y extramuros de la ciudad el mercado de la Carne que, monopolizado por el Ayuntamiento, abastecía de este producto a la ciudad. Se dice que debido a ese monopolio, la carne que se consumía en Sevilla era la de peor calidad del reino. La puerta fue reconstruida en 1577 por orden del Asistente D. Francisco de Zapata, Conde de Barajas. Así lo proclamaba en ella una placa de mármol con la siguiente inscripción en latín: "QVOD FOELIX FAVSTVMQUE SIT PORTAM CARNARIAM VETUSTATE RVINOSA IN MELIOREM FORMAN V.C. FRANCISC ZAPATA COMES ILLVSTRISS PRAEF. VRG. INSTAVRANDAM CVRAVIT A DLXXVIL
"O fausto y feliz suceda: el varón clarísimo Don Francisco Zapata, Conde ilustrísimo, Asistente de Sevilla, cuidó de restaurar a mejor forma la puerta de la Carne, arruinada de la antigüedad en el año de 1577". No sin que se opusiera a ello el concejal Francisco Pagés del Corro, la Puerta de la Carne sería demolida por decisión municipal en 1864 (Exposición Puertas de Sevilla, ayer y hoy. Sevilla, 2014).
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