Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero

Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero, para conmemorar los 800 años de la Torre del Oro

   Otra Experiencia con ExplicArte Sevilla :     La intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla" , presentado por Ch...

domingo, 2 de noviembre de 2025

La desaparecida Puerta del Osario

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la desaparecida Puerta del Osario, de Sevilla.
     Hoy, 2 de noviembre, Conmemoración de todos los Fieles Difuntos. La Santa Madre Iglesia, después de su solicitud en celebrar con las debidas alabanzas la dicha de todos sus hijos bienaventurados en el cielo, se interesa ante el Señor en favor de las almas de cuantos nos precedieron con el signo de la fe y duermen en la esperanza de la resurrección, y por todos los difuntos desde el principio del mundo, cuya fe sólo Dios conoce, para que, purificados de toda mancha del pecado y asociados a los ciudadanos celestes, puedan gozar de la visión de la felicidad eterna [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
     Y qué mejor día que hoy para ExplicArte la desaparecida Puerta del Osario, puesto que en dicho lugar existió un cementerio (osario).
      La Puerta del Osario, se encontraba en la calle Puñonrostro; en el Barrio de Santa Catalina, del Distrito Casco Antiguo, de Sevilla.
     Se encontraba situada al inicio de la calle Puñonrostro, en su con­ fluencia con la calle que conserva en su nombre el recuerdo de la existencia de la puerta.
     Este topónimo no aparece documentado en las fuentes musulmanas, aunque sí en el Libro del Repartimiento y en otros documentos castellanos de los siglos XIII, en alguno de los cuales figura con el nombre árabe de Bib Alfat, XIV y XV.
     En cuanto a su origen, la historiografía sevillana se muestra prácticamente unánime al considerarlo relacionado con la existencia de un cementerio en sus inmediaciones durante la dominación islámica y, por tanto, servirle la puerta de acceso. Tan sólo un autor rechaza esta explicación, al considerar que este nombre procedería del término latino "unciario", puesto que allí debió estar el peso de la harina. En este sen­tido, hemos de decir que tenemos documentada la existencia de dicho peso al menos desde 1513.
     Además, la historiografía sevillana adscribe a esta puerta el topónimo Bib Alfar, es decir, "puerta de Alfar", nombre de quien la edificaría o repararía.
     Acerca de la primitiva estructura de la puerta islámica sabemos, a través de referencias contenidas en los Papeles del Mayordomazgo fechadas en 1386 y 1404, que tenía "alcaçarejo". Sabemos, también a través de este último documento, que sobre esta puerta se alzaba una torre en cuyo interior se encontraban dos bóvedas. Por otra parte, la puerta del Osario figura en el documento de 1560 en la relación de accesos que tenían puertas por las que "se ba rodeando para salir"  y "rebellines" .
     Por lo tanto, creo que se trataba de una torre-puerta con acceso en recodo único y protegida por barbacana y no, como sostiene algún investigador, flanqueada por dos torres y de acceso directo, puesto que el único indicio que permitiría suponer que se trataba de una puerta de esta tipología sería el testimonio de González de León, quien la describe en los siguientes términos "defendida por dos castillos bajos que la coronan" y un dibujo de Tovar, aunque cómo veremos ambos tienen extraordinarios problemas de interpretación.
     Por otra parte, si bien ya he señalado que ésta era una de las puertas a las que Hernán Ruíz debía eliminar el acceso en recodo y la barbacana, la intervención fundamental se realizó por mandato del conde de Barajas y concluyó en 1573. Creo que estas obras consistieron, al igual que en la puerta del Sol, en la eliminación de la barbacana y el acceso en recodo, y su sustitución por un gran arco de medio punto, tal y como parece intuirse en el dibujo de R. Ford.
     Sin embargo, ya hemos visto cómo el testimonio de González de León y el dibujo de Tovar coinciden en que la puerta estaría flanqueada por dos torres. A partir de esta contradicción, M. Valor considera que esa sería su primitiva estructura, la cual habría servido "de soporte a la nueva decoración" de la nueva puerta del Osario, construida por Balbino Marrón a mediados del siglo XIX. Ahora bien, tanto el proyecto de la nueva puerta del Osario como la descripción de Álvarez-Benavides "(...) arco de medio punto con dos tableros de resalto á cada lado, imposta y cornisa y sobre esta un frontispicio (...)" demuestran que la nueva puerta no estaba flanqueada por torres.
     En lo que a la epigrafía se refiere, sobre esta puerta se colocó una lá­pida con inscripción en castellano, en conmemoración de las obras de 1573. A través de la historiografía, sabemos que estuvo situada sobre su arco, al exterior de la ciudad.
     Por otra parte, sabemos que la nueva puerta del Osario se concluyó en enero de 1849 con la colocación de un escudo de piedra con las armas de la Ciudad y una inscripción en letras de bronce.
     Carezco de noticias acerca del destino de ambas inscripciones, por lo que es lógico pensar que la de 1573 desaparecería cuando se procedió a reconstruir la puerta en el XIX, y la de 1849 cuando en el mes de diciembre de 1868 se concluyó su derribo (Daniel Jiménez Maqueda, Estudio histórico-arqueológico de las puertas medievales y postmedievales de las murallas de la ciudad de Sevilla. Guadalquivir Ediciones. Sevilla, 1999).
     Noviembre siempre anda entrando y saliendo de la ciudad a través de esta puerta, cuya existencia es, desde hace más de siglo y medio, meramente virtual. La Puerta Osario es, en rea­lidad, un distribuidor que da acceso a varias Sevillas, una vez dije que todas y humildes y moribundas, pero hoy en día no esta­ría tan seguro.
     Inexorablemente, el principio y el fin acaban siempre encontrándose. En las órbitas de los planetas y en la historia de los hombres, de todos y cada uno. El sol sale cada mañana para poner fin a una historia y dar comienzo a otra nueva y, en apariencia, diferente; y ambos acontecimientos suceden al mismo tiempo, provocados por el mismo gesto: el despuntar de una luz en el horizonte. Aquel rayo que vimos asomar en la lejanía y que, recorriendo campiñas, montes y caminos, saltando aldeas, reflejándose en lagunas, despertando pájaros y descubriendo alimañas, vino a clavarse en la puerta de la muralla que llamaron del Sol, hace rato ya que se perdió tras la raya de poniente y el vacío que dejó su luz ahora lo ocupan las sombras tenebrosas de la noche. Sombras que prefieren entrar en la ciudad por otra puerta, más funesta, pero también más concurrida. Una puerta inmediata a la anterior, pues el principio y el fin necesariamente han de lindar. A menos de quinientos metros al sur de donde estuvo la olvidada Puerta del Sol, sigue vigente el recuerdo de la Puerta Osario. Por la una entraba la luz, por la otra salían los muertos.
     Hablan las crónicas, revestidas de especulación y leyenda, de la existencia de un moro que, apostado junto a la Puerta Osario -cuando la Puerta Osario era, en efecto, una puerta y no una reminiscente invocación del nomenclátor- exigía un tributo por cada difunto que pasaba camino del inmediato cementerio islámico que le daba nombre. Explican los autores medievales que eso de enterrar fuera de las ciudades era algo de lo que los musulmanes "tenían costumbre"; cosa con la que se debe reconocer que demostraban un grado de civilización algo más desarrollado que el de sus enemigos infieles. De todos modos, más curioso aún es que aquella costumbre ya la tuvieron antes los romanos, quienes solían enterrar a sus difuntos en las orillas de los caminos, a las afueras de las ciudades. Es de suponer, por tanto, que la necrópolis musulmana existente a las afueras de la Puerta Osario pudiera haber tenido un antecedente romano.
     La historia de aquel moro que extorsionaba a los contritos deudos de los difuntos que cruzaban la Puerta Osario ha sido repetida hasta la saciedad por los cristianos en un escasamente riguroso corta y pega que fue transmitiéndose papiro a papiro, pergamino a pergamino, un siglo detrás de otro, de cronista en cronista. Desde Ortiz de Zúñiga hasta, cómo no, Álvarez-Benavides (de quien, por cierto, aquí nos despedimos), y seguramente también lo habrá reite­rado alguno más, contemporáneo aún, dando todos por cierto lo que seguramente fue interesada invención o tergiversada interpretación de algún hecho real. Del moro en cuestión dice la histórica leyenda que venía a ser una suerte de gorrilla funerario, pues el estipendio que cobraba lo hacía sin respaldo legal alguno, al modo de los guardacoches de Bami, con una suerte de amenaza que no precisaba palabras; bastando acaso el aspecto y actitud adecuados, para que la víctima se sintiera severamente advertida, aviniéndose al pago de la mordida en evitación de males mayores; quién sabe si de conver­tirse en el próximo en salir a hombros por esa Puerta del Príncipe, que en todo caso era el de las Tinieblas. Los mismos cronistas cuentan, o mejor dicho, repiten, que tales abusos dieron lugar a que sobre el frontispicio de la que entonces aún se llamaba puerta de Vib Alfar se labrara en caracteres arábigos una inscripción que decía: "Esta es la ciudad de la confusión y el mal gobierno", la cual quizá hubiera estado bien mantenerlo, aunque la puerta se tirase.
     Lo que no se plantearon nunca los prejuiciosos y políticamente incorrectos cronistas castellanos es la posibilidad de que aquel moro no fuera en realidad sino Caronte, el de la barca. Y ese óbolo que por cada difunto exigía, la mitológica moneda con la que cobraba sus servicios como barquero para cruzar el río Lete, el río de los muertos, hasta la otra orilla, donde el pasajero habrá de decidir si bebe de las ácidas aguas del río para olvidar lo vivido y volver a ser de nuevo, transformado en otra cosa o, simplemente, se entrega al descanso eterno hasta el final de los tiempos. En rigor (rigor mortis), puesta una frente a la otra, se antoja mucho más verosímil la hipótesis legendaria que la mitológica. Porque, tratándose al fin y al cabo de Sevilla, lo lógico, vista la facilidad con la que aquí proliferan los caras, es que aquel moro no fuera una sombra espectral salida de la Teogonía de Hesíodo, sino más bien un adelantado agareno de la novela picaresca.
     Los cronistas también repiten, copiándose unos a otros, que antes de llamarse del Osario, la puerta en cuestión llevó el nombre ya dicho de Vib Alfar. Dice Ortiz de Zúñiga que lo de Vib es porque significa puerta y Alfar, supone, debió de ser el que la hizo. Presunción que todos los demás han mantenido a lo largo de los siglos sin que nadie la discuta. Y no habremos de ser nosotros, meros aficionados, legos en la ciencia de la paleografía, quienes lo hagamos. Sigamos, pues, adelante.
     A mediados del siglo XIX, durante una de las guerras carlistas, el ataque de las tropas de aquel general que ya dijimos que tenía por apellido el nombre de un grupo de heavy metal (Van Halen) destruyó la Puerta Osario; aunque esta sería reconstruida en 1849 según proyecto del arquitecto Manuel Galiana cuyo presupuesto ascendió a veintidós mil trescientos reales de vellón; todo un dineral en aquellos tiempos. Tan costosa inversión no impediría que, solo veinte años después, durante la revolución de 1868, se decidiera otra vez su demolición, esta vez definitiva, dilapidando la pequeña fortuna que costó reconstruirla, en un ominoso ejemplo más del escaso celo con el que los gobernantes acostumbran a administrar el dinero que el pueblo pone en sus manos. Algo que acaso ocurra porque raras veces el pueblo les pide cuentas por ello. Al menos, aquí.
     Hace ya más de un siglo que de la Puerta Osario no queda piedra sobre piedra. Solo su nombre permanece en ese cruce de caminos que se abre al final de la calle Puñonrostro. Calle que, con sus locales cerrados, su supermercado chino, su bar de los caracoles, que también cerró, su taberna Joaquín, a la que sustituyó una franquicia, y esa peña ajedrecística, Los 25, que cualquiera tomaría por una suerte de logia esotérica, se antoja una especie de cementerio de recuerdos; el osario donde se apilan los esqueletos de una Sevilla desde hace mucho difunta. Aquí yace la memoria de los corrales de vecinos, de los parroquianos de la taberna El Punto, de la cuadrilla de costaleros de Angelillo, donde estuvieron Vicente Pérez Caro, el Moreno, el Kiki y Villanueva: la cuadrilla de la Puerta Osario. La puerta por donde entraba el Pegaso trayendo desde los barrios levantados en las huertas allende el Tamarguillo a los exiliados que la ruina y la especulación expulsó de la ciudad antigua. Sevillanos que pagaron un caro óbolo de amargura y desarraigo al cruzar, muertos por dentro, el arco de la Puerta Osario en un viaje sin retorno hacia otra vida en otro lugar.
     Once son las calles a través de las que fluyen los espasmos desata­dos en la Puerta Osario; once dendritas, once tentáculos que hurgan en lo más intrincado de la ciudad, y en ella se adentran como hilos endoscópicos en busca tal vez de un hálito de vida que despertar entre la piedra muerta, ingenuamente ajenos al estigma que para ellos representa el fúnebre lugar desde el que partieron. Once cami­nos, once destinos que en realidad son solo uno, pues todos llevan inevitablemente a la niebla del final. Once sendas hacia la incertidumbre que partieron de un lugar que ya no existe (Juan Miguel Vega, Veintitantas maneras de entrar en Sevilla. El Paseo. Sevilla, 2024). 
        Se encontraba en la confluencia de las .actuales calles Muro de los Navarros y Jauregui. Su nombre original fue Vib (puerta en árabe) Alfar, sin que esté muy claro el significado de este nombre. La denomi­nación de Osario tiene una explicación basada en la legendaria existencia de un cementerio mahometano a extramuros de esta zona de la ciudad. La puerta era baja y sin ornamentación, estando flanqueada por dos torres almenadas. En su interior había un altar dedicado a la Virgen del Rocío, con una pintura donde se representaba a la misma. Su reconstrucción tuvo lugar en 1573 y también fue obra del Conde de Barajas. Probablemente debido a su mal estado, tal vez a consecuencia de los bombardeos durante las guerras carlistas, la Puerta Osario fue derribada en 1848 y reconstruida algunos años más tarde. Sin embargo, la nueva puerta tendría una existencia breve, pues sería demolida definitivamente en 1868 (Exposición Puertas de Sevilla, ayer y hoy. Sevilla, 2014).
      Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la desaparecida Puerta del Osario, de Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.

Más sobre el Recinto Amurallado de Sevilla, en ExplicArte Sevilla.

Más sobre la calle Puñonrostro, en ExplicArte Sevilla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario