Hoy, 31 de marzo de 2021 (Miércoles Santo), es el mejor día para ExplicArte la calle Sierpes, de Sevilla, dando un paseo por ella, puesto que forma parte de la llamada Carrera Oficial (itinerario obligatorio que recorren todas las Hermandades de Penitencia durante la Semana Santa, para realizar la estación de penitencia a la Santa Iglesia Catedral.
La calle Sierpes es, en el Callejero Sevillano, una vía que se encuentra en el Barrio de la Alfalfa, del Distrito Casco Antiguo, y va de la calle (plaza) de la Campana, a la plaza de San Francisco.
La calle, desde el punto de vista urbanístico, y como definición, aparece perfectamente delimitada en la población histórica y en los sectores urbanos donde predomina la edificación compacta o en manzana, y constituye el espacio libre, de tránsito, cuya linealidad queda marcada por las fachadas de las edificaciones colindantes entre si. En cambio, en los sectores de periferia donde predomina la edificación abierta, constituida por bloques exentos, la calle, como ámbito lineal de relación, se pierde, y el espacio jurídicamente público y el de carácter privado se confunden en términos físicos y planimétricos. En las calles el sistema es numerar con los pares una acera y con los impares la opuesta. También hay una reglamentación establecida para el origen de esta numeración en cada vía, y es que se comienza a partir del extremo más próximo a la calle José Gestoso, que se consideraba, incorrectamente el centro geográfico de Sevilla, cuando este sistema se impuso. En la periferia unas veces se olvida esta norma y otras es difícil de establecer.
La vía, en este caso una calle, está dedicada, según la leyenda a la quijada de una serpiente, colgada en un mesón existente en dicha vía.
La vía, en este caso una calle, está dedicada, según la leyenda a la quijada de una serpiente, colgada en un mesón existente en dicha vía.
Desde el s. XIII fue conocida como calle de la Sierpe; a fines del s. XVIII empieza a hacer su aparición en la forma plural, de las Sierpes. En la segunda mitad del s. XIX, coincidiendo en esto con otros muchos topónimos, comienza a verse afectada por un proceso de pérdida del artículo, quedando en la forma actual, aunque durante dicha centuria subsisten las dos variantes. Sobre el significado del nombre, la versión más antigua conservada es la que ofrece L. Peraza (Historia de Sevilla), que escribe en el s. XVI, es decir, casi tres siglos después de la aparición del nombre: "Llamáronla así por una quijada, que dicen ser de sierpe, que está colgada en un mesón que está en medio desta calle, el cual, por la quijada, llaman de la Sierpe". En el s. XIX, mientras Próspero Merimée lo relaciona metafóricamente con las vueltas que, a manera de serpiente, dice tener la calle, hace su aparición la segunda versión que ha llegado hasta la actualidad. Se atribuye su denominación a un caballero Gil de Sierpe, en cuyo nombre no se ponen de acuerdo los autores, que allí tuvo su residencia tras la conquista de la ciudad. Sin embargo, estos apellidos no se encuentran en el "Libro de Repartimiento". Según Arana y Varflora (Compendio histórico... de Sevilla...), que escribe en el s. XVIII, y al que seguirán autores posteriores, con anterioridad a Sierpes se denominó Espaderos, por los fabricantes de estas armas que en ella residían. Aparte de que el topónimo Sierpes ya existe en el s. XIII, en toda la documentación manejada no ha aparecido este topónimo ni en una sola ocasión. Cuando se confecciona el plano de Olavide (1771), el espacio en el que confluye Rioja es conocido como sitio de la Cruz de la Cerrajería, por estar en ella ubicada la conocida cruz de forja, hoy en la plaza de Santa Cruz. A partir de 1640, una vez retirada definitivamente ésta, se denomina sitio o plaza de la Cerrajería hasta finales de la centuria. La confluencia de Sagasta y Jovellanos también es conocida a mediados del s. XVIII por las Cuatro Esquinas, posteriormente Cuatro Esquinas de San José, por la proximidad de la capilla de esta advocación.
Sierpes formaba parte, todavía en la antigüedad, de un antiguo brazo del Guadalquivir, el que atravesaba desde la Alameda de Hércules, Trajano, Amor de Dios y Campana, hasta desembocar a la altura de lo que más tarde sería la Puerta del Arenal, y quedaría integrada en el espacio urbano en época musulmana. Con frecuencia la literatura ha insistido en describir esta calle como irregular, estrecha y con vueltas; "estrecha y retorcida" la considera Rubén Darío, y es "estrecha y tortuosa", a decir de Pío Baroja. Es cierto que su condición de vía estrecha es reflejada en la cartografía histórica, particularmente en algunos tramos como el comprendido entre Sagasta y Cerrajería, pero no ocurre así con su calificación de sinuosa, a pesar de la frecuencia con la que se ha querido explicar su denominación en función de un supuesto trazado serpenteante. Ya en 1586-91, a raíz del derribo de una casa esquina a la actual Pedro Caravaca, se pidió que la ciudad comprase un saliente que la casa hacia y que estrechaba considerablemente el lugar. Sin embargo, no será hasta mediados del s. XIX cuando se acometa su alineación y ensanche; de l854 data un primer proyecto de alineación, que es seguido por otros varios, bien parciales o que afectan al conjunto de la calle, en la década de 1860, en 1873, 1890, 1911, 1926-1931, y finalmente un proyecto de urbanización y reforma interior fechado en 1941 para la manzana comprendida entre Sierpes, Almirante Bonifaz, General Polavieja y Granada. Al final de la calle, en la acera de los impares, a raíz de un proyecto de urbanización de 1927, fueron derribadas tres casas, en el lugar en que hoy se encuentra instalado un quiosco de prensa.
Actualmente es una calle relativamente larga y rectilínea, pero de desigual anchura, que presenta frecuentes entrantes y salientes, sobre todo en la acera de los impares, en el tramo comprendido entre Rafael Padura y Rivero, al no haberse llevado a término los proyectos de alineación anteriormente mencionados. Confluyen, por la acera de los pares, Pedro Caravaca, Rioja, Jovellanos y Almirante Bonifaz, y por la de los impares, Rafael Padura, Azofaifo, una barreduela sin nominar y cerrada por una cancela en el primer recodo, Rivero, Cerrajería, Moreno López, Gallegos, y Entrecárceles. Hasta principios del s. XVII, cuando se solicita su cerramiento (1611-1614), existió una calleja, aproximadamente enfrente de la actual Rivero. Como contraste, en las últimas décadas han sido abiertos varios pasajes, total o parcialmente cubiertos, que comunican Sierpes con Tetuán o Cuna, con una función eminentemente comercial; tres de ellos se localizan en la manzana comprendida entre Rioja y Jovellanos: pasaje del Ateneo, uno sin nominar en el núm. 46, y pasaje de las Delicias; en la acera opuesta la barreduela Moreno López ha sido prolongada hasta comunicar con Cuna, y recientemente se ha abierto otro pasaje a comienzos de la calle, que tras un largo recorrido y haciendo ángulo desemboca en Vargas Campos.
Como queda dicho, Sierpes formaba parte de un antiguo brazo del Guadalquivir, lo que se ponía de manifiesto en las grandes avenidas, cuando el río recuperaba sus viejos cauces. Por esta misma razón es una calle de baja cota, por la que corrían las aguas de lluvia, resultando intransitable con frecuencia; en 1725 los vecinos se quejaban de que se habían quitado unas pasaderas que allí había, por lo que era imposible atravesar la calle en tiempos de lluvia. Todavía a finales del s. XVIII eran vertidas libremente aguas fétidas en Sierpes, que corrían hacia la Campana; en 1850 fue aprobada la construcción de un primer trozo de cloaca, desde ésta a la actual Pedro Caravaca; pero no sería definitivamente completada hasta 1676-78.
Hay noticias del enladrillado de esta calle desde 1522; desde finales de la misma centuria se indica que debe ser enladrillada o empedrada y en 1597 se empiedra por vez primera; desde entonces son continuas las referencias a su empedrado, al tratarse de una vía principal y de mucho tránsito; por esta razón en algunas ocasiones se insiste en que el empedrado "quede fuerte", "y porque es calle pasajera haga echar en el empedrado que se hiziere encadenados y cal de manera que quede con la fortaleza que conviene..." (Sec. 10, 29-VII-1616). La procesión del Corpus Christi era siempre ocasión para que se limpiara y empedrara la calle, así como en acontecimientos especiales, como el desfile del estandarte real en 1666 o la venida de Carlos IV en 1790. Se continúa empedrando hasta mediados del s. XIX y en 1844 hay una propuesta de utilizar un empedrado especial: "Se leyó el dictamen de la comisión de empedrado en que, deseosa de que se principiase a establecer en esta ciudad un empedrado que reúna todas las condiciones de duración, comodidad, buen aspecto, etc. y de dejar consignado durante la administración del actual Ayuntamiento un ejemplar que sirva de estímulo a los sucesivos, proponía que se procediese en la subasta a la contrata del corte y conducción de veintidós mil cincuenta pirámides truncadas de la piedra de salipez de un pie cuadrado de base y otro de altura que son las necesarias para dos mil cuatrocientas cincuentas varas superficiales de empedrado que tienen la calle de la Sierpe designada por la comisión para este encargo..." (Sec. 10, 10-V-1844). En 1852 se acordó que se empedrase "de cuñas", y más tarde con losas de Canarias (1854) y losas de Tarifa (1859); es adoquinada en 1892 y cubierta con una capa de cemento en 1904; tras sucesivas reparaciones a lo largo de la primera mitad de la presente centuria, en 1948 se acordó una nueva pavimentación de losetas de cemento con bandas rojas y negras; por último, en 1973, tras ser renovadas las instalaciones de agua, alcantarillado, teléfono, gas y electricidad, fue dotada con la pavimentación que hoy conserva, con losetas en tonos rojizos, grisáceos y blancos formando dibujos geométricos.
Fue dotada con farolas de gas en 1854, renovadas en 1888; en 1894 se colocaron de forma excepcional focos eléctricos durante los días de Semana Santa; actualmente la iluminación pública se apoya en farolas de báculos adosadas a las fachadas, que se encuentran reforzadas por la cantidad de luminosos comerciales que reclaman la atención del viandante, colocados bien directamente sobre las fachadas, o en banderola. Durante los días de Navidad la asociación de comerciantes (Asociación Sierpes) adorna la calle con luces con motivos navideños, y en los meses de verano estos mismos comerciantes, recuperando una tradición del siglo pasado, cubren la calle con toldos para darle sombra; en 1851 la prensa recogía la noticia de que los vecinos estaban procediendo "a ponerla cómoda y fresca para los ardorosos días del próximo estío..." (El Porvenir, 28-V-1851); desde entonces, bien como iniciativa de los comerciantes o como servicio municipal, es cubierta durante los meses de calor con estos toldos que le dan sombra y una luz particular, que sorprenden a quienes la visitan por vez primera y luego elogian tan original iniciativa. Sierpes es ahora una calle peatonal, pero en el siglo pasado, a pesar de su mayor angostura y siendo ya una vía de intensa actividad comercial y lugar de paseo, registraba tráfico de carruajes; ello ocasionó algunos accidentes y frecuentes protestas, de forma que se sucedieron períodos alternativos de apertura y cierre al tráfico rodado en el XIX, hasta que definitivamente quedó como calle peatonal. Cuenta con varias cabinas de teléfono, dos quioscos de prensa, y algunos bares instalan veladores en la calle.
Desde el s. XIV hay noticias de la existencia de una cruz en la confluencia de Sierpes y Cerrajería; en 1692 se encargó a Sebastián Conde la construcción de una de hierro con destino a este punto, que vendría a sustituir a otra ya deteriorada. Esta cruz era desmontada cuando algunos cortejos oficiales recorrían la calle, y desde 1840 no volvió a ser instalada. También contó esta calle con soportales o "portales"; en 1633 y 1668 hay referencias al estado ruinoso de los existentes, y en 1832 se acordó el derribo de los que quedaban.
De las construcciones ya desaparecidas es de destacar, en primer lugar, la cárcel, situada al final de la calle desde los siglos medievales y que subsistió, tras diversas reformas, como la de 1563, hasta 1840; en ella estuvieron presos Cervantes y Mateo Alemán, y su peculiar ambiente fue descrito por el autor del XVI Cristóbal de Chaves (Relación de la cárcel de Sevilla) y el jesuita Pedro de León (Grandeza y miseria de Andalucía). Tras su derribo, en el solar fueron instalados unos baños, más tarde un hotel y un café; actualmente en su lugar se levanta el edificio del Banco Hispano Americano (hoy Caixa Bank), sobre cuya fachada una lápida, mandada colocar por la Real Academia de Buenas Letras de Sevilla en 1905, recuerda que allí estuvo preso Cervantes, y un azulejo reproduce el grabado de Gonzalo Bilbao que representa la fachada de la Cárcel Real con el antiguo retablo de la Visitación, existente en aquel lugar desde finales del s. XVI hasta principios del XIX. Esquina a la actual Moreno López hubo otro retablo que representaba a la Virgen del Carmen, trasladado en 1816 a la entrada de la iglesia del Salvador. Estuvo también en esta calle, a la altura de Azofaifo, el Jardín Botánico de Nicolás Monardes y Alfaro, famoso médico del s. XVI que vivió allí, como recuerda un azulejo colocado en 1989 en la fachada del núm. 19.
En época moderna se instalaron en Sierpes algunas instituciones monásticas, todas ellas desaparecidas en el siglo pasado. En 1594 lo hicieron las monjas dominicas de la Pasión, en el primer tramo de la acera de los impares; tras la exclaustración en 1837, sus dependencias fueron ocupadas por El Diario Sevillano y la primera litografía que existió en Sevilla, la de Vicente Mamerto Casajús y Espinosa, como recuerda el azulejo colocado en la fachada del núm. 15. Casi frontero a este convento, con entrada por la actual Pedro Caravaca, desde comienzos del s. XVII se instaló el de San Acasio, de padres agustinos; tras su expulsión por los franceses, fue ocupado por la Academia de las Tres Nobles Artes, posteriormente por la Biblioteca Pública, luego por Correos, con su célebre cabeza de león como buzón, y hoy acoge al Círculo de Labradores y Propietarios de Sevilla, donde todavía se conservan restos del antiguo convento. Finalmente, a la altura de la actual Rioja, se encontraba el convento de Nuestra Señora de la Consolación, de monjas mínimas de San Francisco de Paula, en cuya Iglesia, también tras la exclaustración, se estableció el Círculo Republicano Federal, y más tarde el cine Lloréns.
Llama la atención de esta calle que, a pesar de su importancia comercial, o precisamente por esa misma razón, predomine la vivienda popular e incluso modesta del s. XIX y no se haya procedido a la renovación de su caserío en los últimos decenios, como ha ocurrido en el sector más dinámico del casco histórico. Puede añadirse que la tipología y características de la edificación de esta calle quedan en buena medida desdibujada por la importancia de la actividad comercial localizada en las plantas bajas; ello se traduce, por un lado, en que parte del caserío se encuentra desocupado en las plantas altas, en el mejor de los casos utilizadas como almacén, y con cierto grado de deterioro en fachada, y por otro, en una acusada ruptura entre la planta baja, readaptada a las necesidades de la actividad comercial, con grandes huecos en fachada y predominio del cristal y materiales metálicos en su decoración, frente a las plantas superiores, ocupadas o no, en mejor o peor estado de conservación, y que en algunos casos cuentan con azulejos que anuncian los negocios allí instalados, como en el núm. 9, en que se representa a Velázquez y su obra la "Rendición de Breda", de una casa de seguros que lleva el nombre del pintor, y los que anuncian la armería y tienda de Deportes Z; toldos, voladizos, reclamos publicitarios y luminosos contribuyen a marcar la separación entre la planta baja comercial y el resto. En conjunto, predomina la edificación de tres y cuatro plantas, pero no faltan algunas de dos y otras de cinco, originando rupturas de escalas y dejando una impresión de desorden urbanístico, precisamente en una de las vías más significativas y emblemáticas de la ciudad de Sevilla. Al haber sido afectada por procesos de alineación en la segunda mitad del siglo pasado, muchos de sus edificios construidos a partir de entonces responden a los cánones estilísticos del modernismo y regionalismo de comienzos de esta centuria. De su edificación merece ser destacada la casa núm. 1, esquina a la Campana, del s. XVIII; la núm. 6, donde estuvo situado el teatro cine Palacio Central, obra de Balbino Marrón; la núm. 16, de dos plantas, actual sede del Círculo de Labradores, en la que se conservan restos del antiguo convento agustino de San Acasio, al que ya se ha hecho alusión; el edificio La Catalana en el núm. 20, obra regionalista de José Espiau y Muñoz. A este arquitecto se debe también la reforma efectuada en el salón Lloréns para readaptarlo a cine en 1913-15, y que hoy ha sido profundamente alterado en su estructura original al haber sido reutilizado sucesivamente como almacén comercial y ahora como salón de juegos. La casa núm. 22, de tres plantas, fachada de ladrillo con pilastras rematadas por capiteles formando calles, ha sido recientemente restaurada por una entidad de ahorros. En el núm. 40, esquina a Rioja, se localiza una obra modernista de José Gómez Millán (1910-11), con interesante cierro; también de este arquitecto es la casa núm. 60, de cuatro plantas, originariamente construida en 1910 como sede de los almacenes comerciales El Águila y hoy ocupada por una entidad bancaria; por último, en la esquina a la plaza de San Francisco ha de citarse la casa núm. 90, que lleva varios años en restauración, de cinco plantas, fachada de ladrillo visto y decoración de azulejos, fechados entre 1927 y 1930. De la edificación más reciente hay que destacar. en el núm. 41, las oficinas del Banco de Granada, obra de J. M. García de Paredes (1972-73), si bien su estilo moderno y los materiales utilizados en la fachada contrastan con la tipología y estilos dominantes en la calle.
Por lo que se refiere a las actividades que a lo largo de los siglos se han desarrollado en esta calle, las relacionadas con el comercio y la producción son las primeras en aparecer, pues los documentos más antiguos, del s. XIII y primeros años del XIV, se refieren a tiendas y almacenes. En el siguiente hay noticias de personas que son multadas por sacar sus mesas y tableros de trabajo a la calle, estorbando el tránsito por ella; y a fines del mismo debían tener allí sus talleres la mayor parte de los espaderos y freneros, y bastantes herreros, ya que es donde se pregonan las ordenanzas de los respectivos oficios. En los siglos XVI y XVII se encuentran artesanos del calzado (zapateros y "xervilleros"), guarnicioneros y talabarteros, espaderos y cuchilleros, cerrajeros e impresores, algunos de naipes, de ahí que Cervantes sitúe en ella a un maestre Pierre Papin, al que hace destacado fabricante de éstos, y, según Peraza, en ella residía un famoso armero llamado micer Guillo, cuyos servicios solicitaba con frecuencia Carlos I. Según ordenanzas del s. XVIII, era una de las calles en las que los plateros podían tener talleres, en el tramo hasta las Cuatro Esquinas; a comienzos del mismo se alude a las dependencias del estanco de la pólvora.
Sin embargo, en la citada centuria se debe producir un cambio en las actividades de la calle: el aparente predominio de las artesanales será sustituido por el comercio. Los viajeros extranjeros que vienen a Sevilla desde las primeras décadas del s. XIX resaltan su condición de centro comercial, comparándola con otras similares en Londres o París; R. Ford destaca las numerosas tiendas de moda femenina, "tiendas a la moda para todo cuanto necesitan las damas; el barón Davillier el que allí están las tiendas más elegantes. Los periódicos, como El Porvenir (1854), la califican de "la más principal de Sevilla". Es decir, en esta centuria se ha convertido ya en el eje comercial que es en la actualidad, con la apertura de tiendas especializadas.
Entre éstas hay varias que se fundan en el s. XIX, como los almacenes El Águila, bazar de ropa hecha, Casa Damas, dedicada a la música, Papelería Ferrer (1856), o la confitería La Campana (1885). Algo posteriores son El Cronómetro (l901), la sombrerería Maquedano (1910) o Casa Rubio, dedicada a paraguas y abanicos, y Deportes Z. Allí se levanta la primera tienda de souvenirs, el Palacio de Novedades (1900). La tradición de los impresores, entre los que se pueden citar Alonso de Coca, Fernando Díaz o Francisco de Lyra, que tienen taller en los siglos XVI y XVII, se continuó con algunas librerías en el s. XIX, como la de Geofrín, lugar de tertulias, y la de Sanz, que hace pocos años se trasladó a una calle próxima y que recientemente ha cerrado sus puertas. Entre las de más reciente instalación se encuentran tiendas de joyas y bisutería, zapaterías, tiendas de bolsos y otros accesorios, "boutiques", como la de los destacados modistos sevillanos Vitorio y Lucchino. Recientemente proliferan las de cerámica y souvenirs, así como las casas de juegos electrónicos. Completan este panorama numerosos establecimientos bancarios.
En relación con estas actividades y con el movimiento de personas que generaban, adquirió gran importancia la hostelería. Varias fondas y hoteles acogen a los visitantes extranjeros en el siglo pasado (XIX), como el Europa, en el que se aloja Alejandro Dumas, el Imperial y el Suizo. Pero, sobre todo, destaca la proliferación de cafés, centros de tertulias políticas, literarias y de otro tipo. Entre ellos destaca el del Turco o de la Cabeza del Turco, luego América, Europeo y Madrid, y hoy salón de juegos, aprovechando una casa-palacio, lugar de tertulia de liberales; se dice que Zorrilla se inspiró en uno de los empleados para crear uno de los personajes del Tenorio; el Rezo, centro carlista; el Iberia, en el solar de la antigua cárcel; el Emperadores (1867), cerca de éste, con numerosas tertulias de comerciantes e industriales; el Colón, luego Royal; el Universal, cuya tertulia literaria fue retratada por Gonzalo Bilbao; el Central, que también acogía tertulias; el Suizo, en el que tuvo lugar la primera sesión cinematográfica en la ciudad (1896); otros fueron el Correo, Burrero, la Campana (1850), París (1879), la Flor Cubana, el Pasaje Andaluz o el Nacional, en el que se reunían los poetas de la revista Mediodía, cuya tertulia es retratada por uno de ellos, Romero Murube, en los siguientes términos: "Reuníanse además elementos ajenos a la literatura, tipos pintorescos de la madrugada y el trasmundo del orden, que unas veces traídos por el inquieto Sánchez Mejías, otras por el sorprendente Villalón, llenaban de incidencias raras e insospechadas las alegres reuniones de nuestro cenáculo literario. No faltaron, como es natural, princesas orientales, espiritistas, rancios académicos de Buenas Letras, deportados portugueses, eruditos cavernosos, lánguidos poetas de la meliflua Suramérica, pollos modernistas, esperpentos, pamplinosos del surrealismo, niños impertinentes, sabios hueros, sablistas y charlatanes, sin que también algunas poetisas de inspiración y hechos más o menos amables" (Sevilla en los labios). Algunos de ellos fueron casas de comida y restaurantes; otros, cafés cantantes o cafés teatros, que contribuyeron poderosamente a la difusión del flamenco. En los últimos años de la pasada centuria (s. XIX) aparece el cine en Sevilla (1896), y lo hace en esos cafés, hasta que poco a poco van surgiendo locales en los que las variedades dan cabida al séptimo arte, y se levantarán en esta calle y en las colindantes teatros y las primeras salas cinematográficas, como Imperial (1906), Lloréns (1911), Sierpes (1934). En este apartado de actividades recreativas hay que incluir el frontón Sierpes, en el solar del antiguo convento de Pasión.
También comenzaron a proliferar a partir del pasado siglo los casinos y círculos recreativos, culturales, sociales o políticos: el Republicano Federal (1868), el Mercantil (1870), el Español (1875), el Ateneo (1879), Militar (1881), Unión (1886), el Sevillano de Clases Pasivas (1893), Español, Labradores, que se instala en el solar de la antigua cárcel (1905) y posteriormente se traslada a su sede actual, y el de la Juventud Conservadora (1912). De todos ellos, hoy subsisten el Mercantil, el Militar y el Labradores. También algunas casas regionales, como las de Castilla la Vieja y Extremadura.
Todo esto contribuyó a que se convirtiese en calle muy concurrida, como resalta González de León, y lugar de paseo nocturno, con una gran animación hasta altas horas de la noche, como recogen los periódicos a lo largo del pasado siglo XIX. Lo que, a su vez, propiciaba la proliferación de vendedores ambulantes, en algunos casos extranjeros, que comercian con perfumes y jabones, y, sobre todo, de vendedores de cerillas, a pesar de las prohibiciones para su instalación, que en los años cincuenta de este siglo XX eran vendedores de tabaco, y, en fin, mendigos. En las primeras décadas de esta centuria del siglo XX el agraz del célebre puesto de Dolorcitas, en la esquina de la actual Rafael Padura, atraía a numerosa concurrencia. Su lugar sería ocupado en las décadas centrales de este siglo por otro personaje famoso, Curro, con su puesto de periódicos.
El ambiente y la funcionalidad de Sierpes han experimentado en los últimos años un notable cambio, en claro contraste con los rasgos que la definieron a lo largo del s. XIX y primera mitad del XX. En términos generales puede decirse que se ha venido restringiendo su función recreativa en favor de un uso casi exclusivamente comercial y mercantil. Ello ha alterado en buena medida su carácter y ha reducido, sin duda, su anterior atractivo. Antes no era sólo lugar de compras sino también, y muy principalmente, de tratos comerciales, de esparcimiento (por sus numerosos bares, cafés y tabernas) y hasta de paseo de los sevillanos. Ofrecía por igual un ambiente urbano y campesino, ciudadano y taurino, sin duda por la fuerte nota de ruralismo que hasta nuestros días ha venido impregnando la vida sevillana. Su intensa vida nocturna, sus tertulias, los grupos humanos improvisados ante los establecimientos, sus abundantes betunerías, los sillones de mimbre que casinos y círculos instalaban en la misma calle, y sobre todo los corrillos de tratantes y corredores junto al Círculo Mercantil y en los aledaños de las Cuatro Esquinas de San José, daban a Sierpes un ambiente muy singular y contribuían, con el ajetreo de compradores y paseantes, a crear una sugestiva atmósfera hoy desaparecida casi en su totalidad. A ello había que añadir sus salas de cine, las más lujosas de la ciudad, animadoras de su gran ambiente nocturno. Era, por tanto, no sólo una vía comercial y de continuo tránsito entre dos enclaves tan importantes como la Campana y la plaza de San Francisco, sino también una calle para "estar", un lugar en el que muchos sevillanos pasaban bastantes horas del día, protegidos del sol veraniego por un grato entoldado, o de la noche, en sus numerosos locales de recreo. Transitar por ella podía tener para no pocos habitantes de Sevilla algo de rito periódicamente renovado, de encuentro con reales o supuestas esencias de la ciudad y con uno de sus espacios públicos que mejor la definen. Tal vez también con toda una forma genuinamente sevillana de entender la vida. Y para los viajeros un lugar de obligada visita, estimulada por la fama universal de la calle.
La transformación de ese ambiente se ha ido acentuando desde la década de 1960, como una consecuencia más del cambio de función del centro histórico de Sevilla, cada vez menos residencial y más orientado a la vida comercial y mercantil. Sierpes puede considerarse un claro exponente de esa tendencia y el mejor reflejo -en sus usos públicos e incluso en la decoración y carácter de sus establecimientos- de la superposición de criterios sociales y estéticos que sucesivamente van dominando en la ciudad. Han desaparecido algunas de sus salas de cine; se ha reducido el trajín de tratantes y corredores y también la nota campera y taurina asociada a ese mundo; han cerrado importantes locales recreativos y han surgido otros más sujetos a la demanda actual, como hamburgueserías y juegos electrónicos. También se ha intensificado la actividad bancaria. No obstante, la calle conserva todavía un curioso equilibrio entre lo viejo y lo nuevo, pues se mantienen en pie varios establecimientos de solera que son testigos de su antiguo carácter: librerías y papelerías; tiendas de recuerdos, dado el papel emblemático de este espacio; relojerías, deportes, sombrererías, discos y objetos musicales, etc. También siguen abiertos, aunque mucho menos proyectados a la calle de lo que antaño estuvieron, los tradicionales círculos de Labradores, Mercantil y Militar. Todo ello convive con negocios más recientes y variados ("boutiques", zapaterías, joyerías, artículos electrónicos, administraciones de lotería y algunos bares) que aseguran la gran animación de la calle en las horas de comercio. Ese carácter comercial sigue dando a Sierpes una intensa vida, con gran trasiego de peatones y la consiguiente concentración de actividades marginales que de ello suelen derivarse: vendedores ambulantes, tenderetes de grupos políticos, charlatanes, músicos y pintores callejeros, "peristas" y "trileros", mendigos, y sobre todo vendedores de lotería que hoy como antaño hacen resonar sus pregones en las proximidades de las Cuatro Esquinas. Durante el mes de mayo es frecuente encontrar cruces infantiles que remedan las procesiones de Semana Santa. Y en Navidad coros de campanilleros que interpretan villancicos ante el público. Tal vez la nota funcional de Sierpes que más disuene de su pasado sea el marcado contraste, como ocurre en otras calles del centro, entre la animación del día y la tranquilidad de la noche, una vez que se acaba la vida comercial y se reduce considerablemente el tránsito humano.
Esa condición de espacio emblemático y simbólico de la ciudad que caracteriza a Sierpes está también históricamente confirmada por el hecho de haber sido siempre escenario casi obligado de desfiles y procesiones religiosas, cívicas. políticas y militares, manifestaciones populares y en general de cuantos sucesos de carácter público se han sucedido en Sevilla. Fue testigo de motines, como el famoso del Pendón Verde de 1521, y de manifestaciones espontáneas, entre ellas la que se produjo en 1860 a raíz de la ocupación de Tetuán por las tropas españolas; de entradas de reyes y grandes personajes (Felipe II, Felipe V, Carlos IV, el duque de Angulema...); de cabalgatas carnavalescas (entierros de la sardina, comitiva del Domingo de Piñata...); de rogativas de lluvias, sequías u otras calamidades; de paradas de tropas; de tránsito de los presos que iban a ser ajusticiados en la vecina Audiencia, etc. En 1771 pasó por ella la solemne procesión cívica organizada con motivo del traslado de la Universidad a la antigua casa profesa de los jesuitas en Laraña. Pero sin duda los dos acontecimientos públicos más significativos en la calle han sido siempre el paso de la procesión del Corpus y los desfiles cofradieros. Desde el s. XV el Corpus ha venido recorriéndola parcialmente (desde la plaza de San Francisco al cruce con Cerrajería); y desde el XVI hay documentos que hablan de la erección de arcos triunfales, exornas de colgaduras, alfombrado de juncia y romero y honores de la tropa que cubría la carrera. En los últimos años se ha introducido la costumbre de instalar altares y exornar los escaparates, visitados por mucho público en la víspera de la gran fiesta eucarística. También son seculares los desfiles procesionales de Semana Santa y la costumbre del vecindario de colocar sillas a las puertas. A lo largo del s. XIX y buena parte del XX era frecuente la práctica, ya desaparecida, de alquilar balcones. Casi todos los escritores y viajeros que la visitaron fijaron su atención en ésos y otros detalles de Sierpes durante el paso de las cofradías, hecho que altera radicalmente su ambiente habitual. La calle forma parte de la llamada Carrera Oficial, por la que los pasos se dirigen a la Catedral. En esas horas se paraliza la vida comercial, se ocupan sus numerosas sillas y todo se concentra en los desfiles procesionales. La abundante cera que se acumula en el pavimento es otra de las notas características de Sierpes en Semana Santa. En 1880 se situaba en la confluencia de Cerrajería un tribunal eclesiástico "para evitar incidentes desagradables que han ocurrido algunos años en dicho lugar" entre diferentes hermandades.
Como muestra de su importancia histórica, Sierpes ha tenido siempre una activa presencia en la literatura. Su fama trascendió fronteras locales y hasta nacionales para convertirse en uno de los espacios urbanos más celebrados del mundo. Para artistas, literatos y viajeros ha venido siendo un símbolo vivo de Sevilla, escenario de usos sociales y formas de vida muy distintivos y particulares. Ya en el Siglo de Oro Cervantes, que sufrió prisión por dos veces en la Cárcel Real, se hace eco en El rufián dichoso de esa cárcel y de la cercana casa del comerciante francés Pierre Papin, que fabricaba naipes para el juego, como recuerda un azulejo en la fachada del Círculo Mercantil:
"Lugo.- ¿En la cárcel?¡pues por qué le llevaron?
Uno.- Por amigos de aquel Pierre Papin, el de los naipes.
Músico 1.- ¿Aquel francés jiboso?
Uno.- Aquese mismo que en la cal de la Sierpe tiene tienda".
Tirso de Molina, en El Burlador de Sevilla, alude, entre otras noticias de la calle, a su ambiente de prostitución:
"Don Juan.- ¿Dónde viven?
Mota.-En la calle
de la Sierpe, donde ves
Dan envuelto en portugués,
que en aqueste amargo valle
con bocados solicitan
mil Evas que, aunque en bocados,
en efecto son ducados,
pues el dinero nos quitan.
Catalinón.- lr de noche no quisiera
por esa calle cruel,
pues lo que de día en miel
de noche lo dan en cera.
Una noche por mi mal
la vi sobre mi vertida,
y hallé que era corrompida
la cera de Portugal".
Pero fueron sobre todo los viajeros y literatos decimonónicos los que, atraídos por su pintoresquismo y su vitalidad, más contribuyeron al renombre universal de Sierpes, celebrándola en guías turísticas, libros de viajes y memorias. Richard Ford habla de sus fondas, casas de comidas y comercios, y la describe como "la Bonal Street" de Sevilla.
Próspero Merimée sitúa en ella una conocida escena de Carmen, aquélla en la que la gitana, al decir del protagonista, "empezó por dejarse caer la mantilla sobre los hombros, para enseñarme sus cautivadores encantos", mientras era conducida a la cárcel. Antoine de Latour la compara con varias calles parisinas: "Tout a la fois la rue de Richelieu et la rue du Bac". Davillier con el bulevar parisino de los Italianos. También la ponderan Alejandro Dumas, Teófílo Gautier y Pierre Löuys en La mujer y el pelele, y en general todos los viajeros europeos que tienen ocasión de describirla desde una óptica de signo romántico. Más tarde hablaron de ella Rubén Darío, que recuerda a "los toreros calipigios que se entretienen en la estrecha y retorcida calle de las Sierpes" (Tierras solares), Henry de Montherland (Los bestiarios), Reyles (El embrujo de Sevilla), Uslar Pietri, etc.
Es también nutrida la nómina de autores españoles. Juan Ramón Jiménez, que vivió en Sevilla a fines del siglo pasado (XIX), asocia Sierpes con el corazón de la ciudad: "Es como si todos los corazones de sus mujeres se hubieran hecho un solo clavel, este clavel que yo tengo en mi mano, del puesto verde de la calle Sierpes. Este clavel es el mundo, que se ha hecho del tamaño de un clavel, digo, de Sevilla, que está prendida, clavel único, madre de claveles, sobre el pecho izquierdo de las naturaleza" (Diario de un poeta recién casado). Luis Montoto dejó en un hermoso libro (La calle de la Sierpes) la semblanza más completa y mejor informada de este espacio. Chaves Rey recogió el ambiente de sus cafés, sobre todo las curiosas lecturas públicas del de La Cabeza del Turco (Cosas nuevas y viejas) en los años veinte del siglo pasado. Mas y Prat el bullicio de los días de Semana Santa. Blasco Ibáñez (Sangre y arena) el mundillo taurino de sus esquinas y establecimientos. Pío Baroja la menciona en varias novelas (El mundo es ansí, Los visionarios...) y comenta la tendencia de los sevillanos a exhibirse en ella como en un escaparate y la escasa presencia de mujeres. Rafael Laffón elogia el famoso puesto de agraz de Dolorcitas, con "su celestial licor". José María Izquierdo hace notar, como signo de su ambiente divertido y ligero, que "cada noche que circula es una borrachería que se abre" en la calle. El novelista José Mas (La orgía) repara en la agradable penumbra de sus toldos. Y el periodista Chaves Nogales ve en ella "un oculto sentido de la ciudad, una manera de ser que no perciben los extraños y se manifiesta sólo a lo iniciados" (La ciudad). A. Núñez de Herrera la describe jocosamente en la imaginación de "un personaje de su conocido libro sobre la Semana Santa: "Mr. Smith recuerda sus fábricas de embutido, e imagina metáforas infames: la calle de las Sierpes es el grifo que desembuta ese picadillo extraño de oros, luces, esculturas, músicas, colorines y bordados". Sánchez del Arco repara y celebra la permanencia del nombre de Sierpes a través de los siglos, caso raro en una ciudad en la que los avatares políticos y las modas han cambiado con harta frecuencia los topónimos de sus calles y plazas más importantes. Poemas específicamente dedicados a ella han escrito, entre otros, Isaac del Vando, Rogelio Buendía y Aquilino Duque, que ha recogido con gran precisión el ambiente de la calle en la década de 1960:
entre asientos de mimbre,
y de pronto un reloj te para en seco.
Cuántas veces no habré en ti naufragado,
que me sé tus bajíos de memoria:
tu botica, tu estanco, tus casinos,
tus barberías y tus cines,
tus márgenes de mimbre y tu cielo de lona,
y esos corrillos de sombreros anchos
donde se confabula la mentira.
¿Por qué no eres como eras?
¿Por qué aparentas rectitudes
siendo toda revueltas y recodos
en el fondo del alma?
¿Te arrastras por el polvo
porque han taladrado el árbol de la ciencia
del bien y del mal, ángel caído,
Sierpes en el corazón de la ciudad?".
Con nostalgia la define M. Diez Crespo como "el más bello de los imperios", la antigua calle Mayor de España. Mercedes Fórmica (Visto y vivido) la evoca en los primeros momentos de la Segunda República, y Antonio Burgos (Guía secreta de Sevilla) habla de su peculiar ambiente comercial, de los corrillos y la proverbial resistencia de las mujeres sevillanas a pasar solas por ella, "porque eran asaeteadas a piropos" por quienes estaban sentados en los sillones de círculos y casinos. A fines de los años 60 Camilo José Cela dejó también constancia de la singularidad de esta "sevillanísima y entoldada calle"; "La calle de la Sierpes es bulliciosa y perezosa, urbana y campesina, lenta y sacudida -a veces· por el viejo y dialéctico latigazo del toma y daca. En la calle de la Sierpes -no hay baluarte inexpugnable- han entrado ya las cafeterías. Lope llamó a Sevilla, entre otras cosas, soberbio teatro del mundo. Los afortunados espectadores de este soberbio teatro sevillano -socios del Mercantil, de la Montaña, del casino Militar, clientes del Café Madrid, parroquianos de Los Corales, del bar de La Perla, del Catunambú, de Laredo, del Platino, de casa Calvillo, del Pasaje Andaluz...- asisten a las representaciones sentándose en el escenario y fundiéndose con los autores en una indolencia -y también rara e imprevista- democracia" (Primer viaje andaluz) [Antonio Collantes de Terán Sánchez, Josefina Cruz Villalón, y Rogelio Reyes Cano, en Diccionario histórico de las calles de Sevilla, 1993].
Sierpes, 35. Patio de columnas con capiteles corintios, algunos de ellos con escudos de armas.
Sierpes, 37. Hay que destacar en este número la colección de herrajes de su fachada.
Sierpes, 39, acc. Como en el número precedente, hay que reseñar los herrajes [Francisco Collantes de Terán Delorme y Luis Gómez Estern, Arquitectura Civil Sevillana. Excmo. Ayuntamiento de Sevilla, 1984].
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Más sobre el Callejero de Sevilla, en ExplicArte Sevilla.
La calle Sierpes, al detalle:
El edificio (Confitería La Campana) de la c/ Sierpes, 1
El edificio (antigua sede del cine teatro Palacio Central) de la c/ Sierpes, 6
El azulejo publicitario de la compañía aseguradora "Velázquez", en el edificio de la c/ Sierpes, 9
El edificio de la calle Sierpes, 8
El edificio (El Cronómetro) de la c/ Sierpes, 19
El azulejo conmemorativo del Jardín Botánico Medicinal, en el edificio de la c/ Sierpes, 19
El Convento de San Acasio (desaparecido), de la c/ Sierpes, 16
La placa conmemorativa de la Hermandad del Gran Poder en la fachada del edificio de la c/ Sierpes, 16
El edificio (antigua sede de la compañía aseguradora "La Catalana") de la c/ Sierpes, 20
El escaparate de "Blasfor" del edificio de la c/ Sierpes, 33
El edificio de la c/ Sierpes, 35
El edificio (sede de Unicaja) de la c/ Sierpes, 22
El edificio de la c/ Sierpes, 37
Los azulejos cerámicos de los titulares de la Hermandad del Calvario, en el edificio de la c/ Sierpes, 37
El edificio de la c/ Sierpes, 39 acc.
El azulejo publicitario de la tienda "Deportes Z" (desaparecida), de la c/ Sierpes, 39
El desaparecido cine "Lloréns", de la c/ Sierpes, 26
El edificio de la antigua sede del Banco de Granada, de la c/ Sierpes, 41
El edificio (Maquedano), de la c/ Sierpes, 40
El azulejo conmemorativo de la casa de Pierres Papin, en el edificio de la c/ Sierpes, 65
Los balcones de forja de "El Paraguas", en el edificio de la c/ Sierpes, 56
El edificio de los almacenes (desaparecido) "El Águila", de la c/ Sierpes, 60
Las Cuatro Esquinas de San José
El azulejo de Jesús del Gran Poder, en el edificio de la c/ Sierpes, 75
El edificio de la c/ Sierpes, 81
El edificio (antigua Joyería Ruiz), de la c/ Sierpes, 68
El edificio (antigua Cárcel Real y actual sede de Caixa Bank), de la c/ Sierpes, 85
El azulejo conmemorativo de la "Cárcel Real", en el edificio de la c/ Sierpes, 85
La placa conmemorativa a Cervantes, en el edificio de la c/ Sierpes, 85
El azulejo conmemorativo de "Estilográficas Herrera", en el edificio de la c/ Sierpes, 84
El edificio "Laredo" de la c/ Sierpes, 110
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