Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Templete - Humilladero de San Onofre, de Sevilla.
Hoy, 12 de junio, en Egipto, Memoria de San Onofre, anacoreta, que en el vasto desierto llevó vida religiosa por espacio de sesenta años (400) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
Y que mejor día que hoy para ExplicArte el Templete - Humilladero de San Onofre, de Sevilla.
El Templete - Humilladero de San Onofre, se encuentra en el Barrio de San Jerónimo, del Distrito Norte; en la prolongación de la calle Medina y Galnares - carretera A-8002 (Sevilla - Castilblanco de los Arroyos).
Ubicado junto a la ronda norte de circunvalación de Sevilla se puede observar un templete o humilladero que perteneció a las huertas meridionales del Monasterio de San Jerónimo de Buenavista, y que aparece en el grabado de G. Díaz de 1869 y la fotografía de 1851 del vizconde de Vigier que presentan vistas del Monasterio desde el Sur (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
El templete de San Jerónimo, o humilladero de San Onofre, es un monumento religioso construido junto al camino real que unía a la metrópolis de Sevilla con Córdoba. Se encuentra en el barrio de San Jerónimo. Existen varias hipótesis sobre su ubicación. Alguna roza la leyenda y dice que fue el lugar donde se detuvo el caballo del rey Fernando III de Castilla antes de su entrada a la Isbiliya. Otras fuentes apuntan al vía crucis del leprosario del lazareto de San Lázaro, tal como se hacía con el de la Cruz del Campo. También se ha sugerido que fuera hito apotropaico del Monasterio de San Jerónimo de Buenavista.
Aparecido dentro de otro edificio derribado en 1914. Fue el catedrático de historia del arte Diego Angulo Íñiguez quien lo describió y documentó, datándolo de fines del siglo XV durante el reinado de los Reyes Católicos dentro del estilo el gótico mudéjar todavía imperante en Andalucía Occidental en esa época. Se trata de un edificio a cuatro aguas con arcos góticos apuntados rematados con puntas de diamantes y un baquetón que los recorre enmarcándolo. En el interior, cuatro semicolumnas adosadas con basa y capitel de mocárabes, donde terminan las nervaduras de un arco de crucería que sostienen un "pinjante de muqarnas" a la manera granadina. Se corona con una doble cruz papal, expresamente traída del chapitel de la torre mirador derruida, del monasterio de San Jerónimo de Buenavista. La efigie que en la actualidad lo adorna no es original, que se supone fue un San Onofre o una cruz de camino en mármol como la que tiene su par en la Cruz del Campo. Un Corazón de Jesús, en hierro fundido, preside el humilladero sobre un pedestal no original desde la década de 1920. De la coloración protectora de la pintura, deriva el nombre con el que se le conoce en la barriada limítrofe de San Jerónimo: "el santo negro".
Se inició la restauración por ADIF, propietaria de parte del terreno donde está ubicado el Humilladero. Comenzando la obra en abril de 2013 y siendo finalizada en mayo del mismo año.
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de San Onofre, anacoreta:
Supuesto hijo de un rey de Persia (o de Abisinia) que en el siglo IV se hizo ermitaño en la Tebaida.
Su padre oyó las pérfidas insinuaciones del demonio disfrazado de peregrino, quien le dio a entender que el niño que pariría la reina sería un bastardo y que sería fácil probarlo exponiéndolo al fuego.
El niño, arrojado a un brasero encendido, salió incólume del fuego, y con esta ordalía probó que era un hijo legítimo. Un ángel ordenó al rey hacerlo bautizar con el nombre Onofre.
Criado en un convento egipcio, el joven Onofre fue amamantado durante tres años por una cierva blanca (cerva alba).
Ofreció un pan a la imagen del Niño Jesús que ingenuamente se quejaba de no tener qué comer; en cambio recibió un pan tan grande que se necesitó la fuerza de numerosos monjes para llevarlo.
Dejó el convento donde lo criaran para convertirse en ermitaño. Una columna de fuego guió su marcha. El anacoreta Hermeo le condujo a una gruta cerca de la cual corría una fuente a la sombra de una palmera.
Vestido sólo con sus largos pelos que cubrían completamente su cuerpo descarnado de asceta, y por su desmesurada barba, con un ceñidor de hojas atado en la cintura, el nuevo Adán, durante sesenta años vivió de los dátiles de su palmera y del pan que le llevaba un ángel quien, cada domingo, le administraba la santa comunión.
El ermitaño Pafnucio, al ver a Onofre por primera vez, más parecido a un chimpancé que a un hombre, lo tomó por un animal feroz y huyó espantado. Pero Onofre lo tranquilizó y le contó su vida.
Cuando murió, un coro de ángeles le tributó los honores fúnebres. Su alma ascendió al cielo en forma de paloma blanca (subspecie columbae candidae). La mayoría de estas circunstancias se copiaron de la leyenda de san Pablo ermitaño y de santa María Egipcíaca.
CULTO
La ciudad de Munich se jactaba de poseer las reliquias de san Onofre. Venerado por los jerónimos que le dedicaron un monasterio en Roma, sobre el Janículo, san Onofre era invocado, igual que santa Bárbara, contra la muerte repentina sin confesión, a causa del ángel que regularmente le llevaba el Santo Viático, de ahí su popularidad durante la Edad Media. Como se había tejido una túnica con hojas de palmera, era el patrón de los tejedores. En Florencia, la corporación de los tintoreros (tintori di lana, Fürberzundt) se había puesto bajo su protección.
ICONOGRAFÍA
Se lo representa como un salvaje (wilder Mann), y con los rasgos de un anciano descarnado, cubierto de pelos de pies a cabeza, con una larga barba bífida que desciende entre sus piernas.
Se asemeja a un viejo orangután, tanto más por cuanto a veces anda a cuatro patas perseguido por perros. Como toda vestimenta tiene un ceñidor de hojas de palmera trenzadas, y a veces sólo un simple sarmiento de vid. Es el equivalente masculino de santa María Egipcíaca con quien forma pareja.
Los hombres salvajes (uomini selvatici; wild men), es decir, los hombres de los bosques y selvas, vestidos con pieles, como los faunos y los sátiros de la mitología griega, son un tema muy frecuente en el arte de finales de la Edad Media.
San Onofre, junto a san Juan Crisóstomo, el tipo más popular de los anacoretas hirsutos o velludos (pilosi, hairy men) de Oriente.
Se lo ha representado con una corona tirada a sus pies, que recuerda su pretendido origen real, y una calavera que recuerda su penitencia. Pero su atributo característico, que comparte con santa Bárbara, es el cáliz rematado en una hostia que simboliza su comunión dominical. Un cuervo le lleva a diario un pan en el pico (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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