Hoy, 25 de junio, se celebra el Día Mundial de la Gente de Mar (según resolución de la O.N.U.), así que hoy es el mejor día para ExplicArte la pintura "La Pescadora" de Rafael Senet, en la sala XIII del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
El Museo de Bellas Artes (antiguo Convento de la Merced Calzada) [nº 15 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 59 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la Plaza del Museo, 9; en el Barrio del Museo, del Distrito Casco Antiguo.
En la sala XIII del Museo de Bellas Artes podemos contemplar la pintura "La Pescadora", de Rafael Senet, pintada en 1885 en óleo sobre lienzo, en estilo romántico, con unas medidas de 2,26 x 1,46 m., procedente de la Donación de Dº Fernando Ybarra Llorente (1944).
Senet, en la obra La pescadora, capta el momento de la vuelta de la mujer de recoger los frutos de su trabajo. La figura aparece a contraluz sobre un fondo de marina y en un instante que podríamos considerar casi fotográfico. La pincelada es rápida pero de trazos firmes, destacando por los contrastes lumínicos.
En el hombro lleva una caracolera, o pulpera de mimbre, con la mercancía que luego venderá. Avanza con paso firme, actitud enérgica, y ataviada con la indumentaria propia de la mujer de mar de la costa napolitana.
La representación de tipos populares responde a su etapa de formación en Sevilla, no obstante, el cuadro fue realizado durante su estancia en Roma y, tanto por la técnica como por el tema, revela las influencias de la pintura italiana del momento (web oficial del Museo de Bellas Artes de Sevilla).
No tuvo nunca Senet la suerte que mereció su continuo trabajo y su buen hacer pictórico. Fue siempre un paisajista sensible que vivió de ordinario sometido a la estrechez económica y por ello estuvo condicionado a pintar para vivir y no al contrario, como a él le hubiera gustado. Su nacimiento tuvo lugar en Sevilla en 1856 y su formación, como es normal en esta época, la realizó en la Escuela de Bellas Artes de su ciudad. Huérfano desde los diez años, encontró en su padrino el necesario protector para sobrevivir en difíciles circunstancias y sobre todo la persona que le permitió, muy a su pesar, iniciarse en los dominios del arte pictórico.
Desde sus comienzos su subsistencia profesional fue difícil, por lo que hubo de someterse a pintar obras de escasa entidad a bajo precio en medio de una vida despojada de cualquier complacencia material. La aparición de esporádicos mecenas y la consecución de premios de cierta entidad en exposiciones provinciales fueron ensanchando favorablemente la fama de Senet, lo que le permitió salir de Sevilla y recorrer parte de España en busca de nuevos horizontes pictóricos. Ello le llevó a marcharse a Madrid, donde en 1881 estudió en el Museo del Prado, las pinturas de los grandes maestros especialmente de Velázquez, del que copió algunas de las obras más importantes. Su meta sin embargo era acudir a Roma y como carecía de recursos para ello solicitó una pensión a la Diputación de Sevilla que nunca le concedieron. Pero no desistió de su empeño y a Italia se fue Senet sin recurso alguno, pensando en poder sobrevivir de sus habilidades artísticas. En Roma le ayudaron otros colegas sevillanos como Villegas, Jiménez Aranda y Rico Cejudo, quienes le facilitaron préstamos y le pusieron en contacto con una clientela a la que pudiera vender sus obras.
La estancia de Senet en Italia fue decisiva en la configuración de su pintura. Sus viajes a Venecia y Nápoles le proporcionaron motivos de inspiración para la creación de pinturas que se integraron en exposiciones colectivas que recorrían las principales ciudades europeas en las que iban vendiéndolas progresivamente. Sin embargo no obtuvo los suficientes recursos para solucionar con holgura su subsistencia, motivo que le llevó a vincularse a través de un contacto exclusivo con una galería inglesa para vender a precio fijo todas las pinturas que realizaba, circunstancia que le llevó a pintar mucho descuidando la calidad. En 1890 regresó a Sevilla y a partir de esa fecha se vinculó a los pintores que frecuentaban la población de Alcalá de Guadaira, al frente de los cuales se encontraba Sánchez Perriet, iniciándose así en la ejecución de la pintura de paisaje local en la que obtendría notorios resultados artísticos.
Posee el Museo una de las obras más relevantes realizadas por Senet, es La pescadora, pintada en 1885 en Nápoles y expuesta posteriormente en Madrid. Con tal motivo la pintura obtuvo la segunda medalla ante la protesta general que aclamó la obra como digna de obtener una primera medalla. La obra fue adquirida por el gobierno español y depositada posteriormente en el Museo de Sevilla (Enrique Valdivieso González, La pintura en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. Ed. Galve, Sevilla, 1993).
En la sala XIII del Museo de Bellas Artes podemos contemplar la pintura "La Pescadora", de Rafael Senet, pintada en 1885 en óleo sobre lienzo, en estilo romántico, con unas medidas de 2,26 x 1,46 m., procedente de la Donación de Dº Fernando Ybarra Llorente (1944).
Senet, en la obra La pescadora, capta el momento de la vuelta de la mujer de recoger los frutos de su trabajo. La figura aparece a contraluz sobre un fondo de marina y en un instante que podríamos considerar casi fotográfico. La pincelada es rápida pero de trazos firmes, destacando por los contrastes lumínicos.
En el hombro lleva una caracolera, o pulpera de mimbre, con la mercancía que luego venderá. Avanza con paso firme, actitud enérgica, y ataviada con la indumentaria propia de la mujer de mar de la costa napolitana.
No tuvo nunca Senet la suerte que mereció su continuo trabajo y su buen hacer pictórico. Fue siempre un paisajista sensible que vivió de ordinario sometido a la estrechez económica y por ello estuvo condicionado a pintar para vivir y no al contrario, como a él le hubiera gustado. Su nacimiento tuvo lugar en Sevilla en 1856 y su formación, como es normal en esta época, la realizó en la Escuela de Bellas Artes de su ciudad. Huérfano desde los diez años, encontró en su padrino el necesario protector para sobrevivir en difíciles circunstancias y sobre todo la persona que le permitió, muy a su pesar, iniciarse en los dominios del arte pictórico.
Desde sus comienzos su subsistencia profesional fue difícil, por lo que hubo de someterse a pintar obras de escasa entidad a bajo precio en medio de una vida despojada de cualquier complacencia material. La aparición de esporádicos mecenas y la consecución de premios de cierta entidad en exposiciones provinciales fueron ensanchando favorablemente la fama de Senet, lo que le permitió salir de Sevilla y recorrer parte de España en busca de nuevos horizontes pictóricos. Ello le llevó a marcharse a Madrid, donde en 1881 estudió en el Museo del Prado, las pinturas de los grandes maestros especialmente de Velázquez, del que copió algunas de las obras más importantes. Su meta sin embargo era acudir a Roma y como carecía de recursos para ello solicitó una pensión a la Diputación de Sevilla que nunca le concedieron. Pero no desistió de su empeño y a Italia se fue Senet sin recurso alguno, pensando en poder sobrevivir de sus habilidades artísticas. En Roma le ayudaron otros colegas sevillanos como Villegas, Jiménez Aranda y Rico Cejudo, quienes le facilitaron préstamos y le pusieron en contacto con una clientela a la que pudiera vender sus obras.
Conozcamos mejor la Biografía de Rafael Senet, autor de la obra reseñada;
Rafael Senet Pérez, (Sevilla, 7 de octubre de 1856 – 1926). Pintor.
Más sobre el Museo de Bellas Artes, en ExplicArte Sevilla.
Nacido en el seno de una modesta familia sevillana en 1856, queda Senet huérfano de padre a los diez años de edad, perdiendo posteriormente a su madre cuando aún era alumno de enseñanza media. De su sustento y educación se encargaría su padrino, sencillo empleado de banca que encauza su profesión hacia administrativo hasta lograr que ejerciera como tenedor de libros en una institución financiera. No obstante, ante sus deseos de estudiar pintura su protector le lleva al estudio de Teodoro Aramburu, donde pronto destaca en las clases de dibujo que aquél le impartía.
A continuación, ingresa en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla mientras vende algunos cuadritos de género con tipos populares de Sevilla y alrededores, actividad que apenas le daba para vivir en la habitación alquilada, casi vacía de muebles, a la que se había trasladado en búsqueda de plena independencia para centrarse plenamente en lo pictórico.
Expone algunas obras en Sevilla, como Olvidando penas, en 1869, y sintoniza con los miembros de la Academia Libre de Sevilla, por lo que sus nuevas escenas costumbristas a pequeño formato mostrarán ahora un realismo muy fortunyano. Al respecto, podrían destacarse Paseo por una calle soleada, de 1877, Regando Macetas, de 1878, o Campesinas y Patio andaluz, ambas de 1879. Ese mismo año retrata a Alfonso XII con motivo de su visita a la ciudad apenas llegado al trono, efigie que Senet regala al Monarca.
En paralelo, la compra por el banquero Ramón de Ybarra de algunos de sus lienzos y el premio recibido en la Exposición Provincial de Cádiz con su Recuerdo de Sevilla, obra que compra el conde Morphy, cambia su fortuna, lo que le permite viajar hasta Galicia y tomar numerosos apuntes de Santiago, La Coruña, Vigo y Pontevedra.
En 1880 se desplaza a Madrid para copiar en el Prado a los grandes maestros, Velázquez sobre todo, aunque, tras participar en la Sociedad de Acuarelistas de 1881 con Pensativa, marcha acto seguido a Roma sin apenas recursos económicos. Allí acude al estudio de su paisano José Villegas, quien le relaciona con los miembros de nuestra colonia artística y le influye especialmente en el tratamiento de los temas orientalistas.
A continuación inicia sus visitas a Venecia, ciudad donde acudirá repetidamente para plasmar sus edificios y canales bajo un luminoso cielo mientras su pincel define con minuciosidad los brillos y reflejos del agua, el frondoso arbolado asomando tras las tapias o las casas y palacios en todos sus detalles. Alguna de sus obras, como Puerto de Venecia, es adquirida por el duque de Sajonia-Weimar. También acude a Nápoles, donde esboza La vuelta de la pesca y entra en contacto con Eduardo Dalbono, destacado paisajista del grupo Portici.
Sus periplos por Italia hacen que su innato gusto por lo popular siga encontrando constantes motivos de inspiración, ya en la campiña del Lazio, en las playas de Nápoles o en los canales venecianos. Así, en 1882 presenta en Sevilla La pesca y remite a la Exposición Hernández de Madrid Campesinas romanas, Barcas pescadoras en las lagunas Pontinas y Recuerdos de Venecia, obras en donde la crítica ya pudo observar las cualidades del joven pintor. En 1883 retorna al mismo certamen y a la sociedad denominada La Acuarela con Un árabe en oración, Una odalisca y Una limosna por amor de Dios, mientras, en paralelo, vende diversos tipos costumbristas en Londres a excelente precio.
A comienzos de 1884, año decisivo en su carrera, Senet participa, junto a otros artistas de prestigio, en la elaboración de sendos álbumes que, a instancias de Romero Robledo, presidente de la Academia de Legislación y Jurisprudencia, regalaría dicha institución a la reina María Cristina y a la princesa imperial de Alemania, de visita en la capital. Las dos acuarelas aportadas por Senet, Verja y jardín de la casa de Pilatos y Pelando la pava, serían muy elogiadas por la crítica.
Poco después se inaugura en la Academia de España en Roma la exposición con los trabajos de pensionados y otros artistas invitados, como Senet, que irían a la próxima Nacional de Madrid. El sevillano aporta, en efecto, La vuelta de la pesca, óleo a gran formato en el que llevaba trabajando varios años y que pronto atraería la atención de la prensa, ya fuera por el verismo, no exento de poesía, de las jóvenes pescadoras protagonistas, o por la brumosa atmósfera de amanecer junto al mar que las envolvía. El numeroso público presente en la apertura del evento, la reina Margarita de Italia incluida, también haría excelentes comentarios de la obra del sevillano.
Con tan buenas referencias, no es de extrañar que la tela, remitida acto seguido a la Exposición Oficial de Madrid, recibiera casi unánimes comentarios sobre la corrección del dibujo y el discreto pero acertado uso de los colores, como la transparencia grisácea, propia de una playa del Adriático, que enmarcaba a unos personajes captados de forma pintoresca en su tarea habitual. El óleo obtendría una segunda medalla, aunque, a excepción de Fernanflor, quien, sin negar el talento del autor y el encanto de la escena, opinaba que el tamaño del cuadro, de más de cinco metros de largo, era exagerado para mostrar un simple asunto de género, el resto de la prensa calificaría el galardón de insuficiente. Este fructífero año se cerraría con su participación en la Exposición Artístico-Literaria de Madrid con Un ángulo del palacio ducal de Venecia, obra igualmente valorada de forma excelente por los críticos de la capital.
Durante 1885 participa en la Exposición de Bellas Artes organizada por el centro de acuarelistas de Barcelona en el Museo Martorell, donde su L’hora della Polenta es calificada como un trabajo digno del propio Fortuny. En paralelo, varios de los temas enviados al certamen de Berlín, como Un vendedor de gallinas, son rápidamente adquiridos. Firma a continuación un contrato con el marchante y galerista inglés Tooth, quien difunde especialmente sus vistas venecianas por Estados Unidos e Inglaterra y le convierte en artista de éxito. La fama de su Vuelta de la pesca le invita, por otro lado, a la realización de escenas similares, como Pescadoras de almejas en Venecia o Pescadoras del mar Tirreno, ambas reproducidas en La Ilustración Artística, o cuadros protagonizados por personajes femeninos similares a los de su famoso lienzo, aunque ahora en solitario, tal que la Pescadora napolitana del Museo de Bellas Artes de Sevilla.
En torno a 1890 deja definitivamente Italia para volver a Sevilla, enviando desde allí telas a la Exposición del Círculo de Bellas Artes de Madrid de 1891 o a la muestra de la Sala Parés de Barcelona de 1892, aquí con lienzos como Rebaño o La Pescadera, obras aún protagonizadas por personajes femeninos italianos similares a las Campesinas Romanas que ya le habían proporcionado segunda medalla en Múnich. En 1899 participa en la segunda Exposición de pintura española organizada por José Artal en Buenos Aires, aunque sus nuevos envíos a Sudamérica serán a través de las muestras de José Pinelo, como en la de 1904. Asimismo, en 1907 presenta Plegaria de la mañana en la V Exposición Internacional de Bellas Artes de Barcelona.
Tras su extensa tarea como paisajista en Italia, Senet se acerca a la estética practicada por Sánchez Perrier y seguidores en el entorno de Alcalá de Guadaira, ayudando él mismo, con una factura más suelta que el realismo casi fotográfico con que plasmaba sus diversos rincones venecianos, al impulso de dicha escuela paisajística. A través, por tanto, de ese naturalismo renovador del paisajismo andaluz propio del grupo, Senet reflejará los pintorescos pinares de la localidad, las riberas del río o los caminos entre otoñales árboles dentro de una atmósfera reposada y serena. Fallecerá en Sevilla durante 1926, a los setenta años de edad (Ángel Castro Martín, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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