Hoy, 14 de junio, Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, quien, con estos alimentos sagrados, ofrece el remedio de la inmortalidad y la prenda de la Resurrección [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
Y que mejor día que hoy para ExplicArte la Custodia de asiento, de Andrés Osorio, de la Hermandad de la Esperanza de Triana, en la Iglesia de Santa Ana, de Sevilla.
La Iglesia de Santa Ana [nº 86 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 29 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la plazuela de Santa Ana, s/n (también tiene acceso por las puertas laterales en las calles Párroco Don Eugenio -antigua Vázquez de Leca-, y Bernardo Guerra); en el Barrio de Triana Casco Antiguo, del Distrito Triana.
En una hornacina abierta en el muro del Evangelio de la Iglesia de Santa Ana, podemos contemplar la llamada Custodia de asiento, procesional trianera.
En una hornacina abierta en el muro del Evangelio de la Iglesia de Santa Ana, podemos contemplar la llamada Custodia de asiento, procesional trianera.
Se trata de una custodia de asiento que presenta una peana elevada, una torre de dos cuerpos y numerosos elementos aplicados y figurativos. La peana es una obra de la segunda mitad del siglo XVIII, realizada por los plateros sevillanos Blas José Amat y Raimundo Garay. La pieza es cuadrangular con chaflanes en los ángulos y su alzado es bulboso. Se inicia en una pestaña recta cubierta por una cadeneta de rosas y florecillas, sobre la que aparece un amplio tramo saliente y convexo. La ornamentación de este tramo se compone de tres frisos con una decoración de rocalla con motivos enroscados y avenerados entre florecillas y hojitas alargadas. En los ángulos aparecen cabezas de querubes y en el centro de los lados mayores encontramos cartelas con iconografía eucarística (el Cordero Místico sobre el libro de los siete sellos, un ramo de uvas, un ramo de espigas y un ostensorio). La peana finaliza con varios escalones cubiertos de rica decoración foral y vegetal, además de elementos de rocalla, con el último escalón de perfil cóncavo sobre el que se asienta el primer cuerpo arquitectónico de la torre eucarística.
Éste presenta planta octogonal, con ocho columnas corintias de fustes estriados, colgaduras pendientes de los capiteles y el tercio inferior con motivos de frutos, flores y hojas. Sobre las columnas se levantan grandes arcos de medio punto, siendo más pequeños los de las esquinas. Sobre los arcos aparece un entablamento que en los lados mayores se eleva de forma semicircular, siguiendo la línea de los arcos, con carnosos y turgentes roleos vegetales de los que surgen flores de múltiples pétalos. En las claves de los arcos mayores aparecen medallones eucarísticos con una cornisa curva sobre la que muestran unos querubines alados en enérgica gesticulación. Este primer cuerpo se cubre con una bóveda repleta de motivos vegetales, delimitada por una balaustrada con ocho plintos sobre los que aparecen pequeñas figurillas del apostolado, y en su interior, sobre una peana bulbosa con gallones, encontramos una arqueta eucarística. Esta última es rectangular de planta cuadrada y ángulos achaflanados, con una cubierta cupuliforme. Las paredes son ricamente decoradas con una trama de elementos vegetales que enmarcan nuevos motivos eucarísticos (el pelícano, racimos de uvas, un copón y racimos de espigas).
El segundo cuerpo mantiene el mismo esquema estructural que el anterior, con planta octogonal, ocho columnas que soportan arcos de medio punto, entablamento con cornisa volada y cubierta cupuliforme decorada en su interior con una rica decoración vegetal. En su interior aparece, sobre una peana bulbosa, el grupo sedente de Santa Ana, la Virgen y el Niño. Se trata de una excelente escultura de bulto redondo de movida gesticulación y fuerte expresividad, todas ellas coronadas. Este segundo cuerpo se corona con una balaustrada y ocho pirindolas que enmarcan la cubierta cupuliforme con nervios radiales, levantándose en su cúspide una linterna de planta octogonal, con estípites soportando arcos de medio punto en los lados mayores, y otros tantos en las esquinas sobre los que aparece un óculo. Dentro de esta linterna se sitúa una figura de bulto redondo del Cordero Místico sobre el libro de los siete sellos. El entablamento de esta linterna es muy ancho y moldurado, con cajeado central y florones superiores. Una especie de montaña bulbosa superior es rematada por la figura de la Fe, de hechura muy movida, brazos desplegados y portando el cáliz y la cruz, además de coronarse con una diadema gallonada.
Conocemos que esta custodia fue finalizada en 1726 por el platero sevillano Andrés Osorio, el cual había utilizado para su hechura una custodia anterior que realizaron los plateros Manuel Duarte y Mateo Ximénez. Con posterioridad se realizaron varios añadidos, como la peana realizada por los plateros Raimundo Garay y Blas José Amat y Lázaro en la segunda mitad del siglo XVIII, y restauraciones actuales como la que en 1988 se llevó a cabo en los talleres de Fernando Marmolejo (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Conozcamos mejor la Historia y Leyenda de la Solemnidad del Corpus Christi:
Un milagro eucarístico del siglo XIII fue el origen de la Fiesta del Corpus Christi, que la Iglesia celebra el jueves siguiente a la Solemnidad de la Santísima Trinidad; aunque en algunos países las Iglesias locales deciden trasladarla para el domingo por una cuestión pastoral (en Sevilla se mantiene la festividad en el jueves). En esta solemnidad la Iglesia tributa a la Eucaristía un culto público y solemne de adoración, gratitud y amor, siendo la procesión del Corpus Christi una de las más importantes en toda la Iglesia Universal. A mediados del siglo XIII el P. Pedro de Praga dudaba sobre la presencia de Cristo en la Eucaristía y realizó una peregrinación a Roma para rogar sobre la tumba de San Pedro una gracia de fe. Al retornar, mientras celebraba la Santa Misa en Bolsena, en la Cripta de Santa Cristina, la Sagrada Hostia sangró manchando el corporal.
La noticia llegó rápidamente al Papa Urbano IV, que se encontraba muy cerca en Orvieto, y mandó que se le lleve el corporal. Más adelante el Pontífice publicó la bula “Transiturus”, con la que ordenó que se celebrara la Solemnidad del Corpus Christi en toda la Iglesia el jueves después del domingo de la Santísima Trinidad. El Santo Padre encomendó a Santo Tomás de Aquino la preparación de un oficio litúrgico para la fiesta y la composición de himnos, que se entonan hasta el día de hoy: Tantum Ergo, Lauda Sion. El Papa Clemente V en el Concilio general de Viena (1311) ordenó una vez más esta fiesta y publicó un nuevo decreto en el que incorporó el de Urbano IV. Posteriormente Juan XII instó su observancia.
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