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sábado, 3 de julio de 2021

La pintura "La incredulidad de Santo Tomás", de un seguidor de Sebastián de Llanos Valdés, en la Catedral de Santa María de la Sede

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la pintura "La incredulidad de Santo Tomás", de un seguidor de Sebastián de Llanos Valdés, en la Catedral de Santa María de la Sede, de Sevilla. 
   Hoy, 3 de julio, Fiesta de Santo Tomás, apóstol, quien, al anunciarle los otros discípulos que Jesús había resucitado, no lo creyó, pero cuando Jesús le mostró su costado traspasado por la lanza y le dijo que pusiera su mano en él, exclamó: "Señor mío y Dios mío". Y con esta fe que experimentó es tradición que llevó la palabra del Evangelio a los pueblos de la India (s. I) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
   Y que mejor día que hoy para ExplicArte la pintura "La incredulidad de Santo Tomás", de un seguidor de Sebastián de Llanos Valdés, en la Catedral de Santa María de la Sede, de Sevilla.
   La Catedral de Santa María de la Sede  [nº 1 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 1 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la avenida de la Constitución, 13; con portadas secundarias a las calles Fray Ceferino González, plaza del Triunfo, plaza Virgen de los Reyes, y calle Alemanes (aunque la visita cultural se efectúa por la Puerta de San Cristóbal, o del Príncipe, en la calle Fray Ceferino González, s/n, siendo la salida por la Puerta del Perdón, en la calle Alemanes); en el Barrio de Santa Cruz, del Distrito Casco Antiguo.  
   En una de las estancias de la Catedral de Santa María de la Sede podemos contemplar la pintura "La incredulidad de Santo Tomás", atribuida a un seguidor de Sebastián de Llanos Valdés, siendo un óleo sobre lienzo, realizado hacia 1625-1700, de estilo barroco de escuela sevillana, y con unas medidas de 1'65 x 1'15 m. Se trata de una representación del episodio narrado en el Nuevo Testamento según el cual, cuando Cristo hubo resucitado tras su Pasión y Muerte, se le apareció a los discípulos que se encontraban reunidos; todos los apóstoles creyeron de inmediato en la resurrección de su maestro excepto Santo Tomás quien, para mantener su Fe, necesitó introducir sus dedos en las llagas de las manos y del costado.
   La escena muestra el momento de clímax del episodio. En él aparecen representados, de cuerpo entero y en un interior del que tan sólo se percibe una intensa penumbra, Jesús en el centro y cuatro apóstoles rodeándole; están ataviados con largas túnicas y mantos de colores brillantes -rojizos, verdes, anaranjados, violáceos- y se percibe a Santo Tomás cómo avanza para palpar la llaga que Cristo le muestra en su costado.
   El estudio intensamente naturalista que el autor ha otorgado a la ejecución de los rostros y de las expresiones de expectación y sorpresa constituyen una clara influencia del espíritu del pintor sevillano Sebastián de Llanos Valdés entre sus contemporáneos (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de Santo Tomás, apóstol
LEYENDA
   Pescador de Galilea que se convirtió en discípulo de Jesucristo, cuyo nombre, que en griego se tradujo Didymos, en arameo significa gemelo. Pero se ig­nora quién fuese su hermano gemelo.
   Los dos rasgos más populares de su vida novelesca en la Leyenda Dorada son su incredulidad y su apostolado en la India.
   Su incredulidad se puso de manifiesto en dos oportunidades: dudó, en principio, de la Resurrección de Cristo, quien para convencerle debió meterle el dedo en la llaga del costado, y luego dudaría de la Asunción de la Virgen, quien a la manera de Elías arrebatado al cielo, mientras ascendía le arrojó el cintu­rón como prueba.
   Cupo preguntarse si dicha incredulidad  pertinaz no sería, hasta cierto punto, la traducción de su nombre que en arameo como en griego (Didyme) comporta la idea de «doble», y en consecuencia, de «dudar» (lat.: dubitare; al.: zweifeln). Tomás y escéptico son vocablos sinónimos.
   Menos grave que la traición de Judas, la  incredulidad lo situó en el penúltimo puesto de los apóstoles, porque carece de la fe que san Agustín definió como «la virtud por la que creemos en lo que no vemos». En los Hechos de los Apóstoles es llamado Judas.
   En relación con la comadrona incrédula de la Natividad, cuya mano fue provisionalmente paralizada, y con María Magdalena, a quien se prohibió tocar a Cristo resucitado, santo Tomás gozó de un trato de favor. Mientras Magdalena se enfrentó con un Noli me tangere, Cristo dijo a Tomás: «Toca y cree».
   En cuanto a su apostolado en la India, se trata de un cuento de Las mil y una noches, una novela gnóstica que ya rechazaba san Agustín.
   Según Santiago de Vorágine, un enviado del rey de la India, Gondóforo, lo invitó en el foro de Cesarea a embarcarse con él para construir un palacio a su soberano. Cristo se le apareció para animarle a partir.
   En la primera ciudad de la India donde el bajel hizo escala, se celebraba la boda de la hija del rey. Invitado al banquete, Tomás se negó a comer plato alguno. El maestresala, que se sintió humillado, lo abofeteó; pero el castigo no se hizo esperar, puesto que mientras iba a buscar agua fue atacado por un león. Un perro llevó su mano arrancada a la sala del festín. Tomás se dirigió luego a la capital de Gondóforo, quien puso sus tesoros a su disposición para la construcción de su palacio. El apóstol le edificó un pa­lacio celestial distribuyendo el dinero entre los pobres. Cuando el rey regresó de un largo viaje y se puso al tanto de los hechos, que consideró un abuso de confianza, lo hizo encarcelar; pero lo perdonó cuando su hermano Gad, muerto poco antes, resucitó expresamente para anunciarle que en el Paraíso había visto con sus propios ojos el maravilloso palacio construido para él con la caridad de su arquitecto.
   Pero Tomás no se detuvo allí: persuadió a la reina a negarse al deber conyugal. Esta vez el rey no lo perdonó. Furioso, ordenó que hicieran padecer al consejero de su esposa una serie de suplicios. El apóstol caminó descal­zo sobre láminas de hierro calentadas al rojo, pero de inmediato, por un signo de Dios, brotó una fuente de la tierra que enfrió el metal calentado. Lo metieron en un horno encendido, pero se apagó; lo forzaron a arrodillarse ante el ídolo del sol, pero la estatua se fundió como si fuese de cera...Para terminar, los sacerdotes paganos lo ultimaron a lanzadas.
   Se ha supuesto que ese viaje fabuloso a la India se debía, simplemente, a una alteración del texto de san Epifanio, donde se habría leído India en lugar de Judea. La construcción del palacio real en el Paraíso tiene todas las caracte­rísticas de una parábola concebida según el estilo alegórico del Buen Samaritano.
CULTO
l. Lugares de culto
   La India, Portugal y Grecia.- Las pretendidas reliquias del apóstol de la India se veneraban en Meliapor, cerca de Goa, sobre la costa de Coromandel, donde su mano, que emergía de la tumba, podía decidir la suerte en los procedimientos judiciales.
   Puesto que Goa era una colonia portuguesa, el culto del santo pasó natu­ralmente a Portugal.
   Desde Meliapor las reliquias de santo Tomás fueron transportadas a Edesa en Asia Menor, y luego a la isla de Quíos.
   Italia.- Por último habrían encallado en territorio italiano, en Ortona (Mare), sobre la costa del Adriático.
   El dedo de santo Tomás que se había hundido en la llaga de Cristo se conservaba en Roma, en la basílica de la Santa Cruz de Jerusalén.
   Toscana se convirtió en uno de los principales centros del culto de santoTomás, gracias a la preciosa reliquia del Cinturón de la Virgen (Sacra Cintola), que la Assunta, mientras ascendía al cielo, había dejado caer en las manos del apóstol como prueba convincente. La colegiata de la pequeña ciudad de Prato, cerca de Florencia, había sido la heredera de ese tesoro. Se cuenta que en el sigloXII, un ciudadano de Prato, Michele di Dragomari, quien había viajado a Jerusalén, se casó con una joven que le regaló ese cinturón como par­te de la dote. Michele di Dragomari legó la reliquia al archipreste de la co­legiata (Pieve), y para exhibir el insigne objeto, en un ángulo de la fachada se edificó el célebre púlpito exterior decorado por Donatello.
   Además, santo Tomás fue adoptado como patrón por las ciudades de Parma y de Urbino.
   Los otros países de Europa se han mostrado menos devotos de este apóstol escéptico. No obstante citemos tres iglesias singularmente célebres, puestas bajo su advocación: Saint Thomas de Estrasburgo, cedida al culto luterano, que posee el mausoleo del mariscal de Sajonia, obra de Pigalle, la de Santo Tomé, de Toledo, donde se admira el Entierro del conde de Orgaz, de El Greco, y la de Santo Tomás de Leipzig, vibrante con los ecos de las fugas y oratorios de J. S. Bach. La iglesia de San Andrés, en Colonia, pretendía poseer la tibia del apóstol.
Patronazgos
   La incredulidad de santo Tomás le valió ser el patrón de los jueces quienes, a causa de su profesión, tienen la obligación de mostrarse desconfiados y de hacer la crítica de los testimonios. De ahí el famoso grupo de Verrocchio, encargado por la Universita dei Mercanti, el Tribunal de Comercio, para la capi­lla de la corporación en la basílica de Or San Michele, en Florencia.
   También es el patrón de los arquitectos, albañiles, agrimensores, carpinteros de obra y canteros.
   Lassus, quien restauró la Sainte Chapelle de París, se hizo representar en ella como santo Tomás, con la escuadra.
   Se le atribuía curar las afecciones oculares porque Cristo le había curado la ceguera del corazón.
ICONOGRAFÍA
   Sus atributos característicos son el Cinturón de la Virgen, una escuadra de arquitecto y la lanza que fue el instrumento de su martirio.
   A partir del siglo XVII la escuadra casi siempre se reemplazó por una lanza.
   Santo Tomás se convirtió en un santo doríforo (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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