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miércoles, 15 de febrero de 2023

Los principales monumentos (Colegio de las Hermanas de la Cruz; Ermitas de San Benito, de la Trinidad, y de la Virgen del Mayor Dolor; e Iglesia de Santa María de Gracia) de la localidad de El Cerro del Andévalo, en la provincia de Huelva

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Huelva, déjame ExplicArte los principales monumentos (Colegio de las Hermanas de la Cruz; Ermitas de San Benito, de la Trinidad, y de la Virgen del Mayor Dolor; e Iglesia de Santa María de Gracia) de la localidad de El Cerro del Andévalo, en la provincia de Huelva.
Ubicación
     El Cerro de Andévalo es una localidad de la provincia de Huelva. En el año 2.007 según el Instituto Nacional de Estadística contaba con 2522 habitantes, de los cuales 1.120 eran hombres y 1.302 mujeres. Su extensión superficial es de 287 km² y tiene una densidad de 9,2 hab/km².  Se encuentra situada a una altitud de 296 metros. Su gentilicio es “Cerreño/ña”.
Patrimonio cultural y artístico
     En la Plaza de España la Iglesia de Santa María de Gracia se alza como edificio principal y más importante. Construida por Hernán Ruiz, en el siglo XVI, arquitecto que diseñó el remate de La Giralda de Sevilla, reúne elementos de diferentes estilos. Hubo de ser reformada en dos ocasiones para cubrir las necesidades de culto de la población que crecía. Edificio majestuoso, interior y exteriormente, su esbelta torre, permite divisar desde su altura gran parte del campo de El Cerro.
     Junto a la Iglesia se sitúa la Ermita de la Trinidad. Construida en el siglo XVI. Contiene en su interior una bóveda de horno y dos de cañón muy bien conservadas.  Desde mucho tiempo atrás este edificio dejó de tener fin religioso y en la actualidad se ha convertido en el centro de las actividades culturales de la villa.  Mantiene una programación constante de exposiciones, conferencias y conciertos, que le confieren una gran importancia en la vida de los cerreños.  El Ayuntamiento y el Convento de las Hermanas de la Cruz se unen al conjunto de edificios remarcables hallados en la principal plaza de la población.
     La Plaza del El Cristo, de la que se tienen datos de principios del siglo XVIII, está rodeada por casas de construcción típica en el Andévalo.  Su nombre deviene de otra de las ermitas que tuvo El Cerro, la del Cristo de la Humildad, desaparecida antes de la Guerra Civil.
     Punto cumbre de la Semana Santa cerreña, en ella se encuentran la Madre y su Hijo, en un Jueves Santo lleno de emoción y estética puesta en escena. A finales de Agosto se celebra en esta plaza la Verbena de San Bartolomé, en honor al santo al que se ha guardado gran devoción en El Cerro desde siglos. La verbena cierra el verano de la villa reuniendo a los cerreños, que conviven durante dos noches.
      Junto al Cementerio Municipal, la Ermita de la Virgen de los Dolores, con sus muros encalados, es otro de los lugares más visitados y con más importancia religiosa en la población. Aunque no está claramente determinada la fecha de su construcción, pudo ser esta a principios del siglo XVI, bajo la advocación de San Sebastián.
La imagen de la Virgen de los Dolores, que todos los años es subida hasta la iglesia para ser procesionada durante la Semana Santa, se halla en esta ermita y es venerada con gran devoción por los cerreños. Su talla actual data de 1938, obra de Lastrucci, en sustitución de la anterior imagen, desaparecida durante la guerra civil.
     Fuera de la población, y viajando hacia el sur, nos encontramos con El Regente.  Esta construcción, del siglo XVIII, alberga lo que en su día fue un molino de aceite y junto a este estuvo una ermita en honor a la Virgen de Andévalo.  Su nombre proviene del que fuera su propietario, D. Jacinto Márquez, un destacado vecino de El Cerro, nombrado por Felipe V Regente de la Audiencia de Sevilla.
     Ermita de San Benito. Se tiene constancia de la edificación de esta Ermita en 1435, porque el edificio se convierte en centro medidor de Campo de Andévalo, con motivo de los pleitos sevillano-ducales por la posesión de este campo (Rico, 1995).  Imaginada pequeño eremitorio que se asola, fábrica importante después, albergará, desde 1667, la fiesta y función de la boda patronal de los cerreños con San Benito y, desde mucho antes, el jubileo que se ganaba en la vigilia de marzo, a este mismo Santo.  Lugar de privilegiada situación, rodeada de un halo de sincretismo religioso, próxima al lugar árabe de Andévalo, envuelta en toponimia romana, se acentúa, hoy, su importancia por el descubrimiento de una ciudad Turdetana, a escasos metros de ella.
Fiestas tradicionales
     La Semana Santa de El Cerro de Andévalo parte con la Subida de la Virgen de los Dolores desde su ermita del Prado de San Sebastián hasta la Iglesia de Santa María de Gracia. El Viernes de Dolores.
     El Jueves Santo sale en procesión la imagen de Jesús el Nazareno, y tras de El, la Virgen de los Dolores, acompañados por sus hermanos penitentes, hasta la llegada a la Plaza de El Cristo, donde se encuentran las dos imágenes.
     El Viernes Santo procesiona la Hermandad del Santo Entierro, que junto a la Virgen de los Dolores.
     Una de las tradiciones más antiguas de El Cerro es la quema de el Judas Culmina la Semana Santa con la Mañana de Albricias, en la que, al amanecer del Domingo de Resurrección, es procesionada la Virgen de Albricias entre salvas de cohetes, al son del tamboril que anuncia la romería, acompañada de los lanzaores. Al término de la procesión, da comienzo el Aviso General de la Romería.
     Vigilia de San Benito. Se celebra el tercer fin de semana de Marzo el más cercano al día 21 de Marzo.
     Jueves de Lucimiento o de "faltas". El jueves anterior a la Romería. La Mayordoma (mujer del Mayordomo) recorre las calles del pueblo engalanada con el traje típico, y acompañada por las jamugueras
     Romería de San Benito Abad. El primer fin de semana de mayo, comienza el camino a la ermita el sábado, el domingo La mayordomía acoge a los romeros desde muy temprano con un trozo de dulce de membrillo y un trago de vino de pasas, con la tradicional procesión y bailes típicos, el camino de vuelta se inicia el lunes, una vez se haya elegido el mayordomo nuevo.
     Miércoles del dulce. El miércoles siguiente al domingo de romería, llamado «Miércoles del Dulce», el Mayordomo viejo, agradecido por las atenciones que los cerreños han tenido con él, recorre calle tras calle y casa tras casa ofreciendo un trozo de dulce de membrillo y un trago de vino de pasas
     Las fiestas del verano constituyen otro atractivo al visitante. En el mes de agosto se concentran la Feria, el primer fin de semana y la Verbena de San Bartolomé, el tercer fin de semana de este mes. Ambas fiestas son la excusa para el encuentro entre los vecinos residentes en El Cerro y aquellos que tuvieron que marchar de su pueblo por diversos motivos y que regresan durante el tiempo.
Gastronomía
     Migas. Ensalada de orégano y reboltillos.
     Dulces: Pestiños. Anjuelas. Rosas. Roscos de Andévalo (Diputación Provincial de Huelva).
      El Cerro del Andévalo se sitúa al norte de la comarca que lleva su nombre, en un paisaje montañoso al sur de la Sierra Pelada. Los primeros signos de poblamiento en su término se remontan al Calcolítico, en el yacimiento de «Las Mingorreras». Durante la Antigüedad, las explotaciones mineras constituyeron la base de la economía de sus pobladores, como así lo confirman los escoriales de «La Lancha». En el periodo musulmán el territorio formó parte de la Cora de Niebla y, tras la Reconquista, quedó como tierra de realengo, perteneciente al alfoz de la ciudad de Sevilla, en su límite sur, en contacto con los dominios señoriales del Conde de Niebla. Esta situación fronteriza causó siempre a los habitantes continuos conflictos jurisdiccionales. En 1309 la Corona concedió una dehesa boyal a los nuevos pobladores de «Cabeza de Andévalo», topónimo que parece ser la primera referencia a la fundación del actual municipio. Durante los siglos XIV y XV las guerras con Portugal y distintas epidemias, impidieron el crecimiento del núcleo urbano, que incluso llegó a quedar deshabitado en varios momentos. En el siglo XVI comienza un periodo de bonanza económica y crecimiento sostenido, situación que quedó interrumpida en el siglo siguiente debido, de nuevo, a la guerras con Portugal. A partir del siglo XVIII se detectan nuevos momentos de recuperación económica, lo que se potenció más aún a mediados del siglo XIX, como consecuencia de reactivación de la actividad minera (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).

Colegio de las Hermanas de la Cruz
     Se trata de un edificio moderno, sin interés arquitectónico, fundado en el año 1925, en cuya capilla se conservan una escultura de la Inmaculada Concepción, de madera policromada, datable hacia 1900, y la Virgen de la Salud, imagen de candelero para vestir, obra de Sebastián Santos Rojas, del año 1953 (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).

Ermita de San Benito
     Los orígenes de esta ermita podrían remontarse al periodo de la repoblación castellana, en la segunda mitad del siglo XIII, cuando se convertiría en un lugar de culto para grupos dispersos de pastores transhumantes que llevaban allí sus ganados buscando los pastos tempranos.
     La primera mención documental que se con­serva de esta ermita, data del año 1491 y se trata de un pleito entre la ciudad de Sevilla y el señorío de Medina Sicionia por el dominio de la zona.
     En 1594 los vecinos del Cerro fundaron una Hermandad para el cuidado y culto del santo coincidiendo con la definitiva consolidación del dominio real sobre este territorio y la consiguiente bonanza económica y demográfica de la villa. Curiosamente, San Benito no fue considerada nunca como ermita sino como capilla de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de Gracia, correspondiendo, pues, su control a la Hermandad sin sometimiento al priorato de ermitas, asunto que generaría en los siglos siguientes numerosos pleitos que siempre se resolverían a favor de la Hermandad.
      La primitiva ermita de repoblación respondía al repetido esquema arquitectónico de ábside semicircular y nave única de arcos transversales.
     Desde mediados del siglo XVII fue sistemá­ticamente ampliada añadiéndosele, en primer lugar, un tramo más en el año 1650 y las dos naves laterales en 1653. Estas obras se com­pletaron entre 1660 y 1664 con los pórticos del lado derecho, la sacristía, la espadaña y un atrio a los pies que habría de proporcionar una mejor defensa del edificio, utilizado como refugio por los habitantes del entorno, en relación con los repetidos conflictos fronterizos con Portugal.
     A mediados del siglo XIX, perdidos los terrenos comunales y valdíos para el pastoreo, la ermita debió quedar aislada y apenas sin culto, por lo que se planteó trasladar definitivamente la imagen del Santo a El Cerro. Por ello la Hermandad, en el año 1860, llegó a solicitar permiso para construir una capilla o altar propio en la parroquia. Tal petición, sin embargo, no llegó a tener efecto, permaneciendo San Benito en su ermita.
     Su interior carece de obras de especial interés artístico, siendo la imagen titular una escultura de madera policromada realizada en 1954.
     En la actualidad, la romería de San Benito es una de las más concurridas de la comarca, con­servando sus ritos y celebraciones un alto valor etnográfico (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
     Se tiene constancia de la edificación de esta ermita en 1435. Alberga desde 1667 la fiesta y función patronal que los cerreños ofrecen a San Benito. Desde mucho antes se venia realizando en ella la vigilia de marzo en honor a este mismo santo.
     La primitiva ermita de repoblación respondía al repetido esquema arquitectónico de ábside semicircular y nave única de arcos transversales.
     Desde mediados del siglo XVII fue sistemáticamente ampliada añadiéndosele un tramo más en 1650 y las dos naves laterales en 1653.
     Las modificaciones que se aprecian hoy, de su original trazado son:
        - Se corta la nave central dejándola más pequeña y haciendo lo que actualmente se le llama patio de caballo, en el que con posterioridad se hace una cocina y comedor sobre la parte izquierda, y a la derecha un salón para acoger a la mayordomía en época de romería.
        - Al destruirse la cúpula de la nave central, junto al altar mayor, no se levanta, dejándola a la misma altura que la nave, aunque se dejan unos testigos que parten de las columnas frontales del altar mayor, pudiendo verse en la actualidad.
        - Se cancela una puerta lateral que estaba frente a la puerta que en la actualidad comunica la ermita con los portales.
        - Se hacen unos subportales que recorren todo el largo de la ermita y la casa colindante.
        - Se reduce la sacristía a un cuarto que comunica con otro mucho más pequeño que es utilizado por el sacerdote como dormitorio en tiempo de romería.
        - Se modifica parte de la sacristía, haciendo una vivienda que es utilizada por el ermitaño.
        - Los demás aposentos, no mencionados, se van construyendo con el tiempo y según las necesidades que el ermitaño o la hermandad iban teniendo.
     Sobre el año 1985 se pican todas las paredes de la ermita y se revisten con arena y cemento. Se sustituye el suelo de ladrillería por losa de mármol, se suprime una hornacina de madera que estaba en muy mal estado y se coloca al Santo sobre un pedestal de columna de mármol.
     En la romería del 1993 se inaugura un nuevo retablo con diseño y construcción de Don Antonio Díaz Fernández, con camarín central presidiendo la ermita para acoger la imagen del santo titular, San Benito de Nursia.
     La Romería de San Benito Abad se celebra cada año el primer fin de semana de mayo, y está considerada como la romería más antigua de la provincia de Huelva. Es una de las romerías más concurridas de la comarca conservando sus ritos y celebraciones un alto valor etnográfico.
     La ermita construida en honor a san Benito Abad, patrón de El Cerro de Andévalo, está enclavada al Sur-Oeste de dicha villa, a unos veinte kilómetros de distancia por carretera y a unas tres leguas por el camino viejo de herradura.
     El origen del Santuario no se conoce al no haber ningún documento que lo acredite, aunque se cree que fue construido en el siglo XIII como priorato de alguna orden medieval que siguiera como norma de vida las reglas de san Benito, (como la Orden de Santiago), para dar servicio religioso a las personas que pertenecían a la encomienda.
     Los orígenes podrían remontarse al periodo de la repoblación castellana, en la segunda mitad del siglo XIII, cuando se convertiría en un lugar de culto para grupos dispersos de pastores trashumantes que llevaban allí sus ganados buscando los pastos tempranos.
     La primera mención documental que se conserva de esta ermita, data de 1491 y se trata de un pleito entre la ciudad de Sevilla y el señorío de Medina Sidonia por el dominio de la zona.
     En 1594 los vecinos del Cerro fundaron una Hermandad para el cuidado y culto del santo coincidiendo con la definitiva consolidación del dominio real sobre este territorio y la consiguiente bonanza económica y demográfica de la villa (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Ermita de la Trinidad
     Situada junto a la iglesia parroquial, se trata de una pequeña capilla de planta rectangular con dos tramos y presbiterio cubiertos con bóvedas vaídas. Su única portada se abre en el lado derecho y consiste en un vano de medio punto en­ marcado por dobles pilastras de orden toscano y rematado en un frontón triangular decorado con un panel de azulejos de la Trinidad, pintado en azul cobalto, del siglo XVIII. En el muro del hastial, hoy oculto por distintas construcciones civiles, se sitúa una espadaña de un solo vano.
     El edificio debió construirse a lo largo de los siglos XVII y XVIII. Sin culto desde 1930, de su interior sólo podemos destacar un conjunto de pinturas murales de la segunda mitad del siglo XVIII que debieron enmarcar originalmente el desaparecido retablo mayor.
     Ha sido restaurado en 1997, dedicándose desde entonces a actividades culturales (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
     Situada Junto a la Iglesia parroquial, se trata de una pequeña capilla de planta rectangular con dos tramos y presbiterio cubierto con bóvedas vaídas. Contiene en su interior una bóveda de horno y dos de cañón muy bien conservadas.
     Su única portada se abre en el lado derecho y consiste en un vano de medio punto enmarcado por dobles pilastras de orden toscano y rematado en un frontón triangular decorado con un panel de azulejos de la Trinidad, pintado en azul cobalto, del siglo XVIII.
     En el muro del hastial, hoy oculto por distintas construcciones civiles, se sitúa una espadaña de un solo vano.
     El edificio debió construirse a lo largo de los siglos XVII y XVIII. Sin culto desde 1930, ha sido restaurado en 1997, dedicándose desde entonces a actividades culturales. Mantiene una programación constante de exposiciones, conferencias y conciertos, que le confieren una gran importancia en la vida de los cerreños (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Ermita de la Virgen del Mayor Dolor
     En las afueras de la población, junto al cementerio municipal, se sitúa esta ermita, constituida por una sola nave, amplio presbiterio de planta cuadrada y varias estancias de servicios adosadas al costado izquierdo. Su fachada principal, muy deteriorada, ha perdido la portada de ingreso de la que sólo se conserva el frontón triangular que constituiría su remate y se corona mediante una sencilla espadaña de un solo vano con cruz de forja.
     Aunque carecemos de noticias documentales, el templo, en origen, debió ser una sencilla ermi­ta de arcos transversales de tradición medieval, que debió ser ampliada por la cabecera en la segunda mitad del siglo XVIII, coincidiendo con el auge de las cofradías de los Siervos de María, vulgo Servitas, en el Arzobispado de Sevilla.
     Hoy el edificio, tras décadas de abandono, se encuentra en proceso de restauración, habiéndose ya reconstruido el presbiterio y trabajándose, en la actualidad, en la cubrición de los dos primeros tramos de la nave y en su fachada prin­cipal.
     De su interior, sólo podemos mencionar la Virgen del Mayor Dolor, imagen de vestir realizada por Antonio Castillo Lastrucci en 1938 (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
     En las afueras de la población, junto al cementerio municipal, se sitúa esta ermita, constituida por una sola nave, amplio presbiterio de planta cuadrada y varias estancias de servicios adosadas al costado izquierdo.
      Su fachada principal, muy deteriorada, ha perdido la portada de ingreso- de la que solo se conserva el frontón triangular que constituiría su remate y se corona mediante una sencilla espadaña de un solo vano con cruz de forja.
      Aunque carecemos de noticias documentales, el templo, en origen debió ser una sencilla ermita de arcos transversales de tradición medieval, que debió ser ampliada por la cabecera en la segunda mitad del siglo XVIII.
      Hoy el edificio tras décadas de abandono, se encuentra en proceso de restauración, habiéndose ya reconstruido el presbiterio y trabajándose actualmente en la cubrición.
      La imagen de la Virgen de los Dolores, que todos los años es subida hasta la iglesia para ser procesionada durante la Semana Santa, se halla en esta ermita y es venerada con gran devoción por los cerreños. Su actual talla data de 1938, obra de Lastrucci, en sustitución del la anterior imagen desparecida durante la guerra civil (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Iglesia de Santa María de Gracia
     El origen de la actual iglesia parece remontarse a la segunda mitad del siglo XVI, vinculándose sus trazas con el arquitecto cordobés Hernán Ruiz II. De este primitivo templo se conserva el cuerpo de la nave con sus tres tramos cubiertos con bóvedas vaídas, las dos capillas de los pies y las tres portadas del exterior. Las dos laterales se forman con vanos de medio punto entre columnas toscanas y frontón de triple inflexión y responden al tipo habitual empleado por Hernán Ruiz en los templos del Arzobispado, siendo más rica en molduración decorativa la del lado derecho.
     La del hastial, de mayor complejidad compo­sitiva, posee también vano de medio punto, en este caso, entre columnas pareadas que albergan hornacinas y está rematada en un frontón triangular. Ésta conserva gran parte de su enlucido original, donde destaca la decoración esgrafiada polícroma y la incrustación de fragmentos de escoria y pasta vítrea a modo de mosaico, dentro de un lenguaje claramente manierista. La puerta conserva los batientes y la clavazón original de bronce.
     A comienzos del siglo XVIII debió conside­rarse insuficiente la capacidad del templo y por ello, entre 1732 y 1738, Andrés de Silva dirigió una importante ampliación que se efectuó por la cabecera. Consistió en el derribo del primitivo presbiterio -cuya clave de cantería, decorada con el escudo del arzobispado de Sevilla, aún se conserva en un rincón del patio trasero- y en su sustitución por un amplio crucero con media naranja, un nuevo presbiterio, sacristía y torre. Esta ampliación, a pesar del momento en que se efectuó, se resolvió con un lenguaje muy sobrio, sin apenas concesiones decorativas, limitadas a la simple molduración en los capiteles de las pi­lastras y en el arranque de las bóvedas. De estas mismas características participan la sacristía y la torre con esbelta caña y cuerpo de campanas con vanos de medio punto entre dobles pilastras toscanas y chapitel piramidal revestido de azulejos.
1      A finales del siglo XVIII, entre 1783 y 1784, informes presentados por José Álvarez y Antonio de Figueroa, subrayaban la necesidad de hacer algunos reparos en la iglesia, principalmente en las cubiertas y en la torre, e incluían el proyecto de otra sacristía. Un año después, en 1785, los cabildos eclesiástico y secular de El Cerro solicitaron al Arzobispado una nueva ampliación del templo, argumentando el aumento de población experimentado por la villa, que en ese año alcanzaba los tres mil habitantes, junto a la construcción de un cementerio. Para informar sobre el asunto se desplazó a la villa el arquitecto diocesano Antonio de Figueroa quien, tras medir el edificio, lo encontró suficiente para la población, si bien para aumentar su capacidad propuso trasladar el Sagrario desde el crucero a una nueva capilla abierta en el lado derecho de la nave y el coro, que al parecer se encontraba en medio de la nave, al último tramo de los pies, cegan­do la portada del hastial y abriendo en su lugar un óculo y disponiendo una tribuna de madera en alto para el órgano. Respecto al cementerio propuso ubicarlo junto a la iglesia, comprando para ello una casa que se habría de derribar y dándole comunicación con la iglesia por una puerta abierta en el lado derecho del crucero.
     En 1791 estaban terminadas la capilla Sacramental, de planta cua­drada con media naranja sobre pechinas, y la tribuna del coro, aunque ésta no de madera, como inicialmente proponía Figueroa, sino de fábrica, resuelta mediante dos grandes volutas que sostienen un gran arco rebajado. El lenguaje empleado en esta intervención fue más barroco, más profuso en elementos decorativos con un complejo ingleteado.
     Tras esta intervención quedó el templo concluido con su actual configuración, donde se conjugan sin estridencias los elegantes lenguajes manieristas y barrocos de sus dos principales fases constructivas.
     Al igual que los demás templos de la comarca, los bienes muebles de la parroquia se perdieron durante la Guerra Civil.  
     Hoy lo más interesante de su presbiterio es un conjunto de pinturas murales rococó de la segunda mitad del siglo XVIII que decoran el intradós del arco de triunfo y la bóveda. Representan escenas alusivas a la Virgen María. El retablo mayor, neobarroco, está presidido por la Virgen de Andévalo, escultura de madera policromada realizada por Antonio León Ortega en 1953, autor también del Calvario situado en el ático.
     En el crucero se conservan las imágenes de Jesús Nazareno y de la Virgen de Albricias, ambas obras de vestir y realiza­das por el imaginero Antonio León Ortega, la segunda con corona imperial y media luna de plata rococó del XVIII. También en este ámbito y perteneciente a la Hermandad Sacramental, se sitúa un Cristo atado a la columna, obra de hacia 1640, que recuerda la labor del escultor Francisco de Villegas, con potencias de plata repujada barrocas.
     La capilla del Sagrario está presidida por un retablo de finales del siglo XVIII, con distintas imágenes de serie, modernas, salvo una pequeña escultura de San Nicolás de Bari, de la misma época.
     En la capilla Bautismal se conserva una pila de mármol grisaceo tallada por el cantero de Aroche Miguel de Castro a finales del siglo XVII.
      En la sacristía encontramos dos bancos y dos arcas de carpintería  popular  barroca  y una casulla de tisú de plata bordada en oro, de finales del siglo XVIII. Respecto a la orfebrería, destacan un cáliz manierista del último cuarto del siglo XVI, la cruz parroquial barroca de la primera mitad del siglo XVII y un interesante conjunto de piezas rococó del platero sevillano Alexandre, datables en la segunda mitad del siglo XVIII, formado por un ostensorio, dos cálices y seis candelabros (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
     La Iglesia Parroquial de Santa María de Gracia, de El Cerro de Andévalo (Huelva), es una perfecta conjunción de los dos estilos artísticos correspondientes a las dos etapas básicas de su historia constructiva: el manierista de la segunda mitad del siglo XVI y el barroco de la segunda mitad del siglo XVIII. La planta es de cruz latina, con única nave de tres tramos, crucero y capilla mayor elevada sobre gradas y de testero recto. Los tres tramos de la nave se cubren por medio de bóvedas vaídas de gran tamaño separadas por arcos fajones, el sector central del crucero se cierra mediante cúpula semiesférica de ocho paños sobre pechinas, mientras que los brazos del mismo y el presbiterio lo hacen con bóveda de cañón con lunetos. Presenta tres portadas, la principal está situada a los pies y las otras dos en los muros laterales en cada uno de los flancos del segundo tramo de la nave; corresponden a la primera fase constructiva del edificio y han sido atribuidas al arquitecto maestro mayor del Arzobispado de Sevilla, Hernán Ruiz II, quien posiblemente las diseñara y construyera entre 1562 y 1569. La portada del hastial es la más destacable de las tres, se caracteriza por seguir el esquema clásico de arco triunfal. Se compone de un gran vano de medio punto, con la rosca y las jambas cajeadas, con la clave resaltada mediante ménsula y con sendos discos lisos en las enjutas. Lo flanquean dos parejas de semicolumnas dóricas acanaladas sobre pedestales con hornacinas aveneradas en los intercolumnios. Se remata con entablamento dórico y frontón recto. Adosada al crucero de la iglesia, en el sector correspondiente al lado del Evangelio, se encuentra la torre, construida en el siglo XVIII. Estilísticamente ha de conectarse con las realizadas en Andalucía siguiendo el modelo de la Giralda sevillana, aunque según el estilo barroco y según prototipo que se reproduce en otras torres de la provincia, como la de la Iglesia de San Pedro, de Huelva, o las de las parroquias de La Palma o Bollullos del Condado. Presenta planta cuadrada y consta de tres secciones, caña, cuerpo de campanas y chapitel. La caña es completamente lisa y su limpio volumen sólo aparece alterado por un sencillo vano de iluminación que lo horada en su tercio superior. Un austero listel separa la caña del cuerpo de campanas, abriéndose en cada uno de sus flancos un hueco de medio punto flanqueado por dos parejas de pilastras toscanas. Una potente cornisa señala la transición al último sector, constituido por un chapitel piramidal con decoración de azulejos en colores azul y blanco. Diversos jarros de cerámica se colocan alrededor de la cornisa y en el contorno del chapitel el cual a su vez se corona con una veleta metálica. Situado a los pies de la nave se encuentra el coro, al que se accede a través de una puerta abierta en el muro del Evangelio y cuyo volumen rectangular sobresale en planta. En el muro de la Epístola sobresalen también en planta dos capillas, la bautismal, de planta cuadrada y bóveda vaída, en el primer tramo de la nave, y la sacramental, de mayores dimensiones, en el tercer tramo, con cúpula semiesférica de ocho paños. La capilla mayor se encuentra totalmente rodeada por las dependencias parroquiales, la sacristía y un pequeño patio. Los elementos sustentantes son básicamente los muros de carga perimetrales de gran espesor y los pilares donde apean las bóvedas. Los cuatro pilares, que separan los tramos de la nave sirviendo de apoyo a los arcos fajones, son de sección cuadrada y achaflanados en sus esquinas. Los cuatro del crucero tienen una disposición similar aunque son de mayor tamaño. Una potente cornisa recorre y une los muros y pilares a lo largo de todo el perímetro del templo. Los muros son de mampostería con verdugadas dobles de ladrillo macizo. Igualmente en ladrillo están realizadas las tres portadas, las uniones entre los muros y el zócalo corrido que rodea el templo externamente. Actualmente las fábricas aparecen vistas al exterior, mientras que el interior se encuentra enfoscado, pintado en blanco y en distintos tonos de ocre. La capilla sacramental y las bóvedas de las dependencias parroquiales contienen decoración de pinturas que imitan materiales pétreos.
      Las intervenciones llevadas a cabo durante el siglo XVIII son debidas principalmente a los arquitectos del Arzobispado hispalense, Andrés de Silva y Antonio Matías de Figueroa. A ellos corresponde el trazado de la capilla sacramental, el coro, la torre, la sacristía y el salón parroquial, todo con una gran riqueza ornamental según el estilo barroco, siendo consecuencia de una las épocas más fructíferas de la construcción onubense.
     El origen de la actual iglesia parece remontarse a la segunda mitad del siglo XVI, vinculándose sus trazas con el arquitecto cordobés Hernán Ruiz II. De este primitivo templo se conserva el cuerpo de la nave con sus tres tramos cubiertos con bóvedas vaídas, las dos capillas de los pies y las tres portadas del exterior. Las dos laterales responden al tipo habitual empleado por Hernán Ruiz en los templos del Arzobispado.
     A comienzos del siglo XVIII debió considerarse insuficiente la capacidad del templo y por ello, entre 1732 y 1738, Andrés de Silva dirigió una importante ampliación que se efectuó por la cabecera. Consistió en el derribo del primitivo presbiterio y en su sustitución por un amplio crucero con media naranja, un nuevo presbiterio, sacristía y torre. Esta ampliación, a pesar del momento en que se efectuó, se resolvió con un lenguaje muy sobrio.
      A finales del siglo XVIII, entre 1783 y 1784, informes presentados por José Álvarez y Antonio de Figueroa, subrayaban la necesidad de hacer algunos reparos en la iglesia, principalmente en las cubiertas y en la torre, e incluían el proyecto de otra sacristía. Un año después, en 1785, los cabildos eclesiásticos y secular del El Cerro solicitaron al Arzobispado una nueva ampliación del templo. Para informar sobre el asunto se desplazó a la villa el arquitecto diocesano Antonio de Figueroa quien, tras medir el edificio, lo encontró suficiente para la población, si bien para aumentar la capacidad propuso trasladar el Sagrario desde el crucero a una nueva capilla abierta en el lado derecho de la nave y el coro, que al parecer se encontraba en medio de la nave, al último tramo de los pies, cegando la portada del hastial y abriendo en su lugar un óculo y disponiendo una tribuna de madera en alto para el órgano.
     En 1791 estaba terminada la capilla Sacramental. El lenguaje empleado en esta intervención fue más barroco. Tras esta intervención quedó el templo concluido con su actual configuración, donde se conjugan los lenguajes manieristas y barrocos de sus dos principales fases constructivas (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

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