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Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero, para conmemorar los 800 años de la Torre del Oro

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sábado, 18 de febrero de 2023

Los principales monumentos (Edificios civiles; Edificios rurales de Alcalá, Torralba y Genís; e Iglesias de Nuestra Señora de la Estrella, y de la Inmaculada Concepción (Ermita de la Divina Pastora)) de la localidad de Chucena, en la provincia de Huelva

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Huelva, déjame ExplicArte los principales monumentos (Edificios civiles; Edificios rurales de Alcalá, Torralba y Genís; e Iglesias de Nuestra Señora de la Estrella, y de la Inmaculada Concepción (Ermita de la Divina Pastora)) de la localidad de Chucena, en la provincia de Huelva.
Ubicación
     Situado en el Condado de Huelva, región vinícola de la campiña onubense
Reseña histórica breve
     El origen de Chucena estuvo muy relacionado con los antiguos asentamientos de Tejada la Vieja y Tejada la Nueva, situados en el municipio de Escacena del Campo. El primero fue, desde el inicio del primer milenio hasta su desaparición, a mediados del siglo IV a. C., un importante centro comercial y metalúrgico de cultura tartésica y fenicia.  Posteriormente, hubo un cambio de especialización hacia las actividades agrarias en Tejada la Nueva, conocida en los textos romanos como Ituci, y emplazada en una feraz campiña.
     El progreso de Chucena se produce lentamente desde la Edad Media, por el despoblamiento de Tejada.  La conquista de Tejada se produce en 1253, bajo el reinado del rey castellano Alfonso X. En un principio, Chucena forma parte, como tierra de realengo, del Concejo de la ciudad de Sevilla.  Existe unos Archivos Municipales de gran amplitud, valor y que facilitan conocer la historia de esta villa y del Marquesado desde mediados de siglo XVI hasta la actualidad. Estos archivos pueden ser completados con los de la Casa de Medinaceli, que se remontan a mediados del siglo XIII para el caso de Chucena, y recogen la historia desde el inicio de la conquista cristiana. También sobre Chucena, a diferencia de otros muchos pueblos, existen dos libros de carácter histórico y que hoy suponen una referencia obligada: Apuntes históricos de la villa de Chucena (1958), del padre Jacinto, y Estudio histórico del Marquesado de Alcalá de la Alameda (1975), de Martín Sánchez Franco.
     La historia de Chucena queda íntimamente ligada a la de Alcalá de la Alameda, un antiguo núcleo, con similar y coetáneo origen histórico, situado a medio kilómetro del primero, y que hoy se halla deshabitado y con un caserío prácticamente desaparecido. Sin embargo, esta pequeña villa dio nombre, quizás por tener una toponimia de mayor resonancia, a un importante Marquesado desde el siglo XVI, con jurisdicción señorial en este núcleo y en el de Chucena.
     Estas dos villas recibieron el 10 de octubre de 1568 sus primeras Ordenanzas, que no sólo son las mismas, sino que se obligaba a un cumplimiento en común. Estas permitían al señor o Marqués intervenir en asuntos militares y defensa, en justicia y administración política y hacendística. De esta manera, a través de sus facultades administrativas nombraba las autoridades locales, regulaba los asuntos internos de la ciudad y cobraba determinadas rentas (González Gómez, A., 1987). Estas Ordenanzas privaron a sus habitantes de numerosos usos y costumbres que habían sido asumidos cuando eran tierras de realengo.
     A pesar de su pertenencia a la familia de los Portocarrero y a un mismo Marquesado y su similitud en los aspectos socioeconómicos, la villa de Chucena cobró mayor actividad que la de Alcalá.
     Al ser una comunidad básicamente agrícola, sus habitantes tuvieron en ocasiones enfrentamientos con el Consejo General de la Mesta por plantar viñas y cercar tierras, lo que estaba en contra de los intereses de los ganaderos. Sin embargo, la influencia del Marqués hizo que siempre se consiguieran dictámenes favorables para los agricultores por parte de la Chancillería de Granada.
     Durante el reinado de Felipe III, el Marquesado se ligará al Ducado de Medinaceli hasta la supresión del régimen señorial en 1837, al casarse doña Ana María Ribera de Portocarrero, hija y heredera de la segunda marquesa doña Antonia de Portocarrero, con don Antonio Luis de la Cerda, duque de Medinaceli.
     Durante el siglo XVIII se asiste a un progresivo despoblamiento de Alcalá de Alameda en favor de Chucena a causa de una epidemia de peste. Alcalá de Alameda se convierte en dependiente de ésta.  En 1783, Chucena, en Cabildo abierto, reclamó la jurisdicción del rey en contra de la de su señor, el Marqués de la Alameda y Duque de Medinaceli. Pero estas reivindicaciones no llegaron a buen puerto, y éste siguió nombrando las autoridades locales, principalmente la del alguacil mayor, hasta 1812.
     El Marquesado tendrá una primera caída de poder a partir del 24 de mayo de 1812, cuando se constituye el primer Ayuntamiento constitucional de Chucena y que englobará a la casi despoblada Alcalá de la Alameda, además de a las dehesas de Torralba, Genís y Garruchena. En este momento se le privará al pueblo de la dehesa de Purchena, que pasará a la jurisdicción de Villalba. Ello suponía perder su autoridad en la composición de las nuevas autoridades y gestión municipal (Sánchez Franco, M., 1975).
     En 1833, Chucena pasa a depender de la provincia de Huelva y del partido judicial de La Palma del Condado, en detrimento de la de Sevilla, con la cual había tenido intensas relaciones económicas e históricas.
     Desde sus inicios hasta la actualidad, Chucena ha sido un núcleo eminentemente agrícola y algo ganadero. Pascual Madoz, para mediados del siglo XIX, nos dirá : “la producción de granos es muy escasa; la de aceituna es la más abundante; hay algunas viñas, ganado vacuno y muy poco de lanar....”.  Ligada a la historia de Chucena, hay que recordar la existencia hasta 1988, cuando hubo de ser talado, de un gran pino de varios siglos de antigüedad, que fue declarado en 1954 Monumento de Interés Local y conocido como el Pino del padre Jacinto. Fue tal su importancia, que figura actualmente en el escudo heráldico del pueblo. De su madera se construyó una gran cruz.
Patrimonio cultural y artístico
     Ayuntamiento
     La Cruz Chiquita
     Iglesia de Nuestra Señora de la estrella
     Templo de Alcalá Alameda (Ermita de la Divina Pastora)
     Hacienda de Xenís
     Hacienda de Torralba
     Hacienda de Alcalá de la Alameda
Fiestas y tradiciones
     “En Chucena quien no lleva pan, no cena, y uno que lo llevó, el cura se lo comió.”
     En Chucena existen algunos refranes que expresan su filosofía y manera de vivir “Porque aquí le hacemos una fiesta hasta a una gavilla de sarmiento” . El calendario festivo chucenero se abre en el mes de febrero en el que es tradicional, "la fritá" desde hace unos años la jornada que la "Hermandad del Rocío de Chucena" celebra, en el sitio conocido como la Dehesa del Perú, en un paraje envidiable entre encinas y alcornoques, para recaudar fondos.
     LA FRITÁ: El calendario festivo chucenero se abre en el mes de febrero en el que es tradicional, la fritá. Dicha “fritá” es, desde hace unos años, una jornada campera que la Hermandad del Rocío de Chucena celebra para recaudar fondos, en el sitio conocido como la Dehesa del Perú, un paraje natural de incomparable belleza, poblado de encinas y alcornoques.
      DÍA DE ANDALUCÍA, se celebra de forma muy especial. Este día festivo se cierra con una degustación del típico tostón, en el lugar conocido como la explanada de la Iglesia de Alcalá.
     SEMANA SANTA: tiene lugar la Estación de Penitencia (el jueves santo) de la única cofradía de la localidad: La Hermandad del Santísimo Cristo de Burgos y Ntra. Sra. de los Dolores, que, previamente, el Martes Santo celebra un Vía Crucis con la imagen
     Ya en la madrugada tiene lugar una de sus más antiguas tradiciones “El Juego de las Chapas” en el que viejas monedas de cobre (de Alfonso XII y XIII o anteriores guardadas en las casas como reliquias) son lanzadas al aire entre las apuestas económicas de distintos grupos de personas frente al llamado banquero que cubre sus apuestas a la espera del caprichoso caer de las monedas, cara-cara, cara-cruz, cruz-cruz. La antigüedad de esta tradición, que recuerda el pasaje evangélico en el que los soldados romanos se reparten las ropas de Jesús, nos explica que, pese a la prohibición del juego durante al anterior régimen, en esta localidad siempre fue autorizado, aunque eso sí, solamente durante esa madrugada hasta el mediodía y siempre bajo la supervisión de la autoridad.
     ROMERÍA DE SAN ISIDRO LABRADOR Y LA DIVINA PASTORA: llegando a la Primavera , desde hace unos 50 años, se viene celebrando en Chucena una romería para honrar a la Divina Pastora y a San Isidro Labrador. Lo que antaño fue un día de campo es hoy una celebración cercana al concepto de feria.
     CORPUS CHRISTI: esta festividad siempre ha sido muy celebrada en este municipio, tanto que llega a tener una segunda jornada festiva pasados 8 días, la llamada Octava, en la que los vecinos se vuelcan instalando bellísimos altares llamados “cordeles” .
     FIESTAS PATRONALES, durante los días 14 -17 de Agosto, celebra Chucena su Fiesta Grande en honor de su Patrona la Virgen de la Estrella, que tiene como marco las Plazas de Andalucía y de la Iglesia, en pleno centro. En esta fiesta tienen lugar diversas actividades lúdicas: deportes, concursos infantiles y actuaciones artísticas tales como lluvia de caramelos, camiones de agua, carreras de cinta, toros de fuego.... así como el Concurso Morfológico del Caballo. La noche del 15 la Virgen recorre en procesión todas y cada una de las calles del pueblo hasta el amanecer.
     DÍA DE TODOS LOS SANTOS, siempre ha tenido mucha acogida la celebración del 1 de Noviembre. Para cerrar el año recordemos las matanzas de cerdos en las que se elaboran embutidos y se degustan los crujientes y sabrosos chicharrones.
     NAVIDAD, se cuenta con una recién recuperada tradición, se trata de los pastores, coro de campanilleros al más puro estilo andaluz, que recorren las calles de madrugada, alegrando con villancicos los días navideños.
Recursos económicos y sociales
     La base es la agricultura, principalmente el cultivo de la vid.
Gastronomía
     La gastronomía de Chucena, como buen pueblo andaluz, apegado a sus tradiciones y especialmente a las culinarias, por la exquisitez de sus platos, resulta rica, variada y extensa. El visitante puede degustar típicos y sabrosos platos en los que encontrar el placer de la buena mesa, sobre todo, porque, tratándose de Chucena, el buen aceite y el buen vino son parte fundamental de todos los platos y de su acompañamiento.
     Siguiendo con este repaso a los platos más propios de Chucena y en relación con el calendario festivo de la localidad, tenemos la Fritá, elaborada con patatas, huevos, tocino, chorizo, morcilla y panceta, y plato de antigua tradición en el ambiente cotidiano rural, se erige en el centro de la celebración del mismo nombre, que un día de convivencia en el campo, en beneficio de la Hermandad del Rocío de Chucena.
     A la misma familia de delicias y a una larga tradición, aparece la caldereta, guiso elaborado con pedacitos de carne de cordero o de cerdo aderezados con tomate, zanahorias, cebolla, ajo y acompañado con patatas. Otros platos destacados son la asadura en “colorao”, la "sangre con tomate": un refrito de sangre en taquitos al que se le añade salsa de tomate casera, el pollo con almendras y, por último, los sabrosos caracoles y las cabrillas y las habas cochas, estos últimos excelentes aperitivos. A todo ello habría que añadir todos los productos derivados de la matanza del cerdo, entre los que destacan los chicharrones.
     Ni qué decir tiene que para acompañar todas estas comidas no hay nada mejor que el vino procedente de la Cooperativa Virgen de la Estrella, excelente caldo y muy apreciado tanto entre los chuceneros como entre los muchos visitantes al pueblo que compran este apreciado líquido.
     Durante la época de la vendimia, aprovechando los primeros mostos, es costumbre elaborar unos postres exquisitos: el arrope, la “espoleá” de mosto, los “correores”, y el "sancoche".
     Durante los días de Semana Santa se suelen comer los "hornazos", dulces muy característicos confeccionados con harina, aceite de oliva y el toque árabe del ajonjolí. También se consume las exquisitas "peladillas", los "gañotes", “agüelas”, "pestiños" y "rosas", donde el azúcar y la miel son fundamentales, sin olvidarnos de las sabrosas tortas de almendras molidas conocidas en Chucena como “ canelones”. Otros dulces típicos chuceneros son el Piñonate y los roscos fritos (Diputación Provincial de Huelva).
       El topónimo Chucena ha sido considerado por Menéndez Pidal como un ejemplo más de la onomástica hispana como Aracena, Escacena o Lucena. Podría tratarse de la palatización de Susena, derivándose del nombre propio Sucius o Sussius. La villa de Chucena se halla situada a 62 km. de la capital, al pie de la autopista del Quinto Centenario entre Huelva y Sevilla, con una altitud de 140 m. y 2.044 habitantes, dedicados fundamentalmente a la agricultura, la vid y el olivo.
     Chucena y Alcalá de la Alameda forman parte del entorno geográfico e histórico del Campo de Tejada. Si bien en época musulmana dependían de aquella plaza fuerte, después del repartimiento posterior a la Reconquista de Sevilla, pasaron a ser tierra de señorío: Alcalá de Rui Sánchez en 1268, y de Alfonso Fernández Marmolejo y su esposa Juana Dorta en 1387; Chucena, de Juan Martínez Barrasa en 1374. Chucena se convierte en Mayorazgo para el tercer hijo de Pedro Portocarrero y Juana de Cárdenas en 1514, al que se une en 1552 la propiedad del heredamiento de Alcalá. Alcalá, junto con Chucena, a partir del 30 de enero de 1574 se transforma en Marquesado y, por enlaces matrimoniales, llega en el s. XVII a la casa ducal de Medinaceli. Chucena presenta un urbanismo denominado de estrella (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).

Edificios civiles
     En cuanto a la arquitectura civil destaca el edificio del Ayuntamiento, que preside la Plaza de Andalucía. Su fachada, armoniosa composición popular de elementos clásicos, se desarrolla horizontalmente, con ventanas de arco de medio punto, flanqueadas por pilastras cajeadas en ladrillo moldurado, rematadas por frontones, y decoradas con elementos de azulejería. El templete del reloj, cubierto con bóveda semiesférica y rematado por la veleta, pone el acento vertical y el simbolismo de poder. La fachada actual fue construida por el maestro albañil de la localidad, Joaquín Guzmán Tirado, en 1944.
     Entre los edificios domésticos urbanos hay que señalar algunas casas, construidas sobre modelos barrocos, como una de la calle Virgen del Carmen, la casa nº 33, o la de la calle Manzanilla, nº 52, tosca composición del conjunto, ya consagrado a fines del Setecientos. De los edificios industriales queda un molino aceitero en la antigua calle de Santa Ana. Actualmente se usa como bodega. Debe ser de finales del siglo XVIII (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).

Edificios rurales de Alcalá, Torralba y Genís
     No podemos cerrar nuestro recorrido artístico sin aludir a las edificaciones rurales de Alcalá y de los cortijos de Torralba y Genís, en término de Chucena. En ellos encontramos la blanca arquitectura andaluza, que se expresa en el lenguaje de los órdenes clásicos del barroco purista. En la desaparecida villa de Alcalá de la Alameda, despoblada en el siglo XIX, hay dos haciendas. Una de ellas, llamada La Hiniesta, conserva la torre del viejo molino aceitero. A mediados del siglo XVIII, según refleja el Catastro de Ensenada, ya estaba en funcionamiento.
     Descendiendo del montículo en que se halla enclavada la población de Chucena, hacia el camino real de Sevilla, se encuentra el cortijo de Torralba, antiguo heredamiento de los marqueses de las Torres. Su pequeña capilla se encuentra en el extremo contrario a la torre. La preside un retablito decimonónico, en cuya hornacina acristalada se expone un Niño Jesús Salvador en madera policromada, de principios del siglo XVII.
     La hacienda de Genís se encuentra al nordeste de Chucena, en la ladera que desciende hasta la carretera de Sevilla. De la antigua población de Genís, de origen altomedieval, hoy tan sólo se conserva la hacienda, cuyo complejo de edificios se debe cronológicamente a la segunda mitad del siglo XIX. Está presidida la capilla por un retablo del s. XIX. A los lados, dos esculturas: un Niño Jesús pasionario y un San Juanito, de factura decimonónica. La Virgen de la Zarza, escultura del s. XVI, muy repintada, aparece sedente con el Niño sentado sobre la pierna izquierda. La corona, es de plata, de la primera mitad del s. XVIII. El Niño tiene tres potencias, también de plata.
     Al lado del evangelio se exponen los cuadros en lienzo, que reproducen modelos de los siglos XVI y XVII, de San Cristóbal, inspirado en el de Mateo Pérez de Alesio, de la Catedral de Sevilla; San Juan Bautista, y Santa Ana Maestra, seguidor directo del modelo de Juan de Roelas, en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. En el lado opuesto, el Nazareno, Ecce Homo, Virgen de los Reyes, y la  Deposición del cuerpo  de Jesús en el sepulcro. Sobre la puerta hay un lienzo de la Purificación, anónimo sevillano del s. XVIII. En la estancia funeraria, hay ocho lápidas fechadas entre 1842 y 1891. En las paredes se encuentran enmarcadas diversas concesiones de indulgencias, fechadas en el año 1877. Hay dos lienzos: de San Francisco Javier, y la cabeza mitrada y degollada de San Blas. En el armario hay dos pequeñas esculturas en madera policromada, de la segunda mitad del siglo XVI: Santa Bárbara y Santa Lucía (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
Hacienda de Genís. Hacienda de olivar que cuenta con un patio central en torno al cual se distribuyen las distintas partes del edificio; hay una separación marcada entre la vivienda de los dueños y el resto de las partes, a pesar de que una de las puertas de la vivienda da al mismo patio y la existencia de algunas construcciones exentas dedicadas al ganado porcino y al ovino o caprino.
     La hacienda conserva la torre de viga y la torre de contrapeso del antiguo molino; el salón comedor conserva un mobiliario de finales del siglo pasado. En la capilla de la hacienda encontramos un retablo que reproduce el escudo de los de Ponce de León (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Iglesia parroquial de Ntra. Señora de la Estrella
     El templo, del último tercio del siglo XVI, con planta de cruz latina, consta de una sola nave, crucero apenas iniciado y capilla mayor en testero plano. Se cubre la nave a tres aguas con tejas curvas. Al exterior presenta tres sencillas portadas. La principal, abierta a los pies del templo; las otras dos puertas laterales se sitúan, una frente a otra, en el tercer tramo del cuerpo de la iglesia. El crucero, poco acusado al exterior, sin cúpula central, se cubre a cuatro aguas con tejas árabes. En sus extremos hay sendas mansardas con frontón curvo. Los paramen­tos laterales ostentan sus correspondientes ventanales. Precisamente, en la conjunción del cuerpo de la iglesia con el brazo izquierdo del crucero queda adosada la pequeña y escueta torre parroquial. La torre, según la moda imperante en la Baja Andalucía durante el Setecientos, se inspira en el prototipo de la Giralda. Se compone, pues, de caña y campanario.
     Durante el siglo XVIII hay que reseñar algunas intervenciones, como las iniciadas en 1722-1723, cuando el Cabildo hispalense, patrono de la iglesia, decide ampliarla. Las obras reprodu­cen modestamente el modelo de la iglesia de las Capuchinas de Sevilla. En ellas trabajaron el arquitecto diocesano Diego Antonio Díaz y el maestro alarife Andrés de Silva. Avanzado el siglo, en 1772, José Álvarez reconoció el templo y ejecutó planos del estado en que se encontraba y de cómo debía quedar tras una reforma del mismo, debido al mal estado de conservación del edificio y al aumento de población. Pero no será hasta el año siguiente cuando el Cabildo autorice la demolición del buque del templo y su ree­dificación. Por último, en 1791, el entonces ar­quitecto diocesano, Fernando Rosales, informó sobre las obras que necesitaba la parroquia de Chucena.
     En 1973 el edificio experimentó una profunda reforma, que afectó fundamentalmente al arre­glo de bóvedas, tejas, escalera de la torre y ordenación del tesoro artístico. Dicha restauración y consolidación del inmueble fue ejecutada, bajo la dirección del arquitecto Ricardo Anadón Frutos, por el maestro de obras de Chucena Manuel Gutiérrez León.
     Flanqueando el cancel de entrada, realizado en madera en 1975, se sitúa en una ménsula la figura de San Sebastián, escultura anónima de fines del siglo XVI. A continuación, en el muro del evangelio, se abre la antigua capilla de Bautismo, ocupada hoy por los titulares de la Hermandad del Stmo. Cristo de Burgos y Ntra. Sra. de los Dolores, que aparecen sobre una mesa de altar fechada en 1783, con sagrario de madera dora­da en cuya portezuela puede verse un pelícano y fuente de gracia de la primera mitad del XVII.
     El Crucificado, de estilo roldanesco, de fines del Seiscientos, sobre dosel de terciopelo rojo,  ha sido restaurado en 1988 por Juan Abascal Fuentes. La Virgen  Dolorosa, también obra antigua, tal vez de fines del XVI, era originariamente una Inmaculada, titular de la iglesia parroquial de Alcalá de la Alameda. Fue modificada para esta nueva iconografía, sucesivamente, por Ceronés en 1956, Martínez Cerrillo en 1960 y por León Ortega en 1978. Le acompaña la imagen de San Juan Evangelista, también de vestir con túnica verde y manto rojo, obra de Pedro García, de 1943. Dos lienzos decoran la capilla, siendo de especial interés el que representa los Despo­sorios Místicos de Santa Catalina, con marco de época, obra anónima sevillana de la segunda mi­tad del XVII, derivado de estampas italianas. El otro es un Nazareno, de factura popular.
     A la primera pilastra se adosa una pileta de agua bendita, recibida por una concha a modo de hornacina, y, sobre ella, una placa de mármol blanco con una cruz. Le sigue, en el segundo tramo del lado del evangelio, el altar de San Antonio, retablo de madera de hacia 1740 con policromía posterior como puede verse en los motivos chinescos de pájaros y florecillas sobre los fondos verdes y oro. Consta de un solo cuerpo, estípites y hornacinas en el ático y en los la­terales. La imagen del santo franciscano ocupa el nicho central. A ambos lados, un pequeño San Nicolás de Bari, de fines del s. XVI, y un San Juan Nepomuceno, obra del último tercio del s. XVIII. La Virgen de los Reyes, en barro cocido, obedece a la extensión de su devoción por toda la archidiócesis de Sevilla, a raíz de su declaración como patrona de la misma por el cardenal Segura en 1946.
     En el crucero se halla el retablo del Sagrario, obra de hacia 1720. Hay una Inmaculada en el ático, de escuela sevillana, del s. XVII. En la hornacina central, que desde 1922 estuvo ocupada por la imagen del Sgdo. Corazón, se venera un San José con el Niño en brazos, de la primera mitad del s. XVIII. En las repisas laterales, dos Niños Jesús: el de la derecha, de raíz montañesina, sobre peana decorada con costillas; el de la izquierda, de inferior calidad. Sobre la mesa de altar un tabernáculo de plata repujada, de época reciente, cuya puerta representa al Cordero místico sobre el libro de los siete sellos. A los lados del retablo hay dos lienzos: un San Francisco penitente, firmado por M. García Díaz, y una Divina Pastora, de P. Martínez.
     La cabecera plana de la iglesia se rehunde con poca profundidad, formando el presbiterio. Queda presidido por el retablo mayor dedicado a la titular y patrona canónica del pueblo, la Virgen de la Estrella. Se divide en banco, cuerpo central de tres calles y dos amplios intercolumnios, con cuatro estípites, y ático semicircular sobre movido cornisón, decorado todo él por roca­llas y motivos propios de la segunda mitad del s. XVIII. Es de Julián Jiménez, de 1788. Comenzando por el eje central: en el cuerpo principal, sobre el plan de altar, se encuentra un sagrario con el Cordero Místico, y un manifestador. En la hornacina central, focalizando la atención del templo, es venerada la imagen de la Virgen de la Estrella. Es imagen de vestir de fines del si­glo XVI. El pequeño Jesús es obra dieciochesca, del círculo de los Roldanes. Tan sugerente título, de hondas raíces bíblicas, encuentra una ex­plicación popular en las tradiciones de la aparición de la imagen. Sobre la hornacina camarín se abre el manifestador alto, que serviría para los cultos más solemnes del Santísimo Sacramento, pero que habitualmente debía ocupar una imagen del Niño Jesús itinerante, de tosca factura, que hoy vemos en la sacristía. En la actualidad es ocupado por un Crucificado, muerto, sobre cruz arbórea: obra renacentista, del segundo tercio del XVI, con brazos articulados, paño de pureza ajustado y lazo con caída vertical a la izquierda.
     A ambos lados del eje central del retablo, de abajo arriba y de dentro afuera, aparecen, flanqueando la hornacina de la Virgen de la Estrella, en los intercolumnios, los relieves de la Visitación y de la Anunciación, en medallones mixtilí­neos. Tras los estípites, en las calles laterales, las esculturas de San Pedro y San Pablo. En el nivel alto del cuerpo principal, a los lados del manifestador, los relieves de las santas mártires Justa y Rufina, y los de los doctores de la Iglesia San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino. En el copete del ático, una gran moldura envuelve el relieve de la Asunción de la Virgen, y a sus lados, en la vertical de las calles laterales, dos hornacinas con las esculturas de San Joaquín y Santa Ana. Todo el conjunto se corona con una cartela de rocallas, en cuyo interior aparece la estrella de ocho puntas.
     La bóveda de la cabecera y su arco toral se hallan decorados con pinturas murales del último decenio del XVIII. Motivos de hojarasca, rocallas, veneras, querubines y flores, rodean los ton­dos que representan a varios santos. En las pilastras de los arcos formeros del crucero, se hallan dos lienzos de la Inmaculada Concepción, de factura popular dentro de la tradición murillesca, con marcos dorados de rocallas, obras sevillanas de fines del siglo XVIII.
     En el lado de la epístola, y sin salir del crucero, nos encontramos con el retablo de la Virgen del Rosario, de estructura similar al del Sagrario. Un cuerpo único con tres calles separadas por estípites y ático semicircular. En la hornacina cen­tral, la Virgen del Rosario, bellísima talla policromada del último tercio del siglo XVI, cercana a los modelos de Bautista Vázquez el Viejo. En el ático, un San Agustín, del siglo XVI. En ambas repisas laterales, las tallas de Santo Domingo y de San Francisco, de la misma época del retablo, segundo cuarto del siglo XVIII. La frontelera de altar, en cambio, puede ser de fines del XVI.
     El retablo está flanqueado por dos lienzos. A la derecha, una Virgen con Niño, con marco ondulado y penacho de rocallas del fines del s. XVIII, y a la izquierda una Inmaculada de factura popular, del s. XIX. Debajo hay sendas ménsulas con dos interesantes bustos de escuela granadina del s. XVIII: un Ecce Homo y una Soledad, dotados de conmovedor realismo.
     Ya en la nave, en el muro de la epístola, hay una repisa con una Inmaculada moderna, de taller valenciano, en madera policromada. Le sigue una pila de agua bendita sobre la pilastra, la puerta lateral sur, y el altar de Ánimas, de fines del s. XVIII. Es obra sevillana de fines del s. XVIII, restaurada por Mario Díaz en marzo de 1985. Sobre la mesa, una cruz de altar, de madera de ébano con incrustaciones de marfil, de hacia 1800.
      Adosada a la pilastra del último tramo, una pileta de agua bendita, simétrica a la del muro del evangelio. Frontera a la capilla bautismal se abre la capilla penitencial. Se ha instalado en ella el simpecado y las insignias de la Hermandad de Ntra. Sra. del Rocío. El simpecado fue realizado en  1991 en los talleres del artesano local Rafael Polo Gil, bordado en oro sobre terciopelo azul; en el óvalo central figura una pintura al óleo de la Virgen, obra del sevillano José Romero. En la pared de los pies, junto al cancel, un San Ginés, patrono de los viñadores, del mismo siglo XVI.
     En la Sacristía, situada tras el altar mayor, se encuentra en su centro la pila bautismal, de mármol blanco. En un ángulo, se halla una pila aguamanil, de mármol rojo veteado, de perfiles mixtilíneos de fines del s. XVIII. Sobre una repisa, un Niño Jesús itinerante, procedente del retablo mayor, con graciosos borceguíes.
     De la orfebrería, de uso litúrgico, destaca un cáliz de plata dorada, con nudo oval y decoración de espejos ovales y motivos geométricos a buril, de fines del siglo XVI. De la misma épo­ca, unas crismeras de plata con ornamentación manierista. Un ostensorio de plata  de  comienzos del s. XVII, de rayos agudos y flameantes, y base preparada para procesionar en paso. Del s. XVIII, dos cálices: uno liso, y el otro decorado con motivos eucarísticos y pasionarios. Un copón sevillano de fines del s. XVIII, con motivos pasionarios en la base y en la copa, y los punzones de García y de Fernández. Otro copón neoclásico del s. XIX, con punzón sevillano de Flores. La cruz parroquial, que puede remontarse en su estructura al s. XVII, presenta decoración propia de reformas del rococó. Dos ciriales, a juego, fueron realizados recientemente.
     El Salón Parroquial se halla adosado al edificio, a continuación de la caña de la torre. Es presidido por un Crucificado, imagen en madera policromada del segundo tercio del siglo XVI, similar al que se encuentra en el retablo mayor. Fue adaptado a Cristo de descendimiento, articulando los brazos. Queda flanqueado por dos lienzos de factura popular, que representan a San José sedente, con el Niño, y el martirio de San Arcadio, del siglo XVII. También está una hermosa cajonera, trabajada en madera con decoración de taraceas formando dibujos de estrella, del s. XVIII. Sobre el mueble, un lienzo de la Stma. Trinidad, con marco español, de hacia 1700 (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
     Construida sobre una iglesia anterior muy modesta del siglo XII, fue ampliada en el año 1.724, según proyecto del arquitecto diocesano Diego A. Díaz. Es de una nave, cubierta con bóveda de medio camón y crucero de bóveda vaída.
     En los muros se señalan pilastras dóricas a las que corresponden cuatro arcos fajones.
     Cada una de las tres portadas que tiene la iglesia consta de un vano de medio punto flanqueado por pilastras, entablamento, frontón y remates. En el caso de la portada principal situada a los pies de la iglesia el frontón aparece partido. La torre, de silueta similar que trata de imitar la Giralda de Sevilla, está localizada al comienzo del crucero y posee adornos de azulejos en sus tres cuerpos superpuestos. Es curiosa la duplicidad de aleros que aparecen en el tejado de la nave principal, consecuencia de una reparación efectuada en la que se quiso salvar la cornisa existente (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Iglesia de la Purísima Concepción (Ermita de la Divina Pastora). Alcalá de la Alameda
     La antigua iglesia parroquial de Ntra. Sra. de la Concepción y Santa Ana, de Alcalá de la Alameda, tras la despoblación del siglo XIX, se transformó en ermita rural de Chucena. Entre 1957 y 1958, fue restaurado todo el inmueble por suscripción popular. Los trabajos fueron di­rigidos por el arquitecto Illanes del Río, y realizados por el maestro Joaquín Guzmán Cobos, natural de Chucena. La Divina Pastora recibió culto en este templo, después de la referida res­tauración promovida por fray Jacinto de Chu­cena, apóstol ferviente de esta devoción particularmente extendida por la Orden Capuchina. En homenaje a fray Jacinto se levantó, en 2001, un monumento ante la ermita, obra del escultor Francisco Parra García.
     El templo se compone de una sola nave, crucero, capilla mayor y sacristía. La disposición in­terior del edificio se manifiesta al exterior gracias a la ordenada precisión de sus volúmenes. El cuerpo del templo se cubre a dos vertientes de tejas curvas. El crucero lo hace a cuatro aguas y la capilla mayor a tres. En el costado izquierdo se disponen  las dependencias del  ermitaño.
     Preside el presbiterio, sobre retablo neogótico, la imagen de la Divina Pastora, que actualmente da nombre a la ermita. La Virgen aparece con el Niño, rodeados de ovejas, en grupo escultórico tallado por el artista cordobés Juan Martínez Ce­rrillo en 1959.
     En el interior de los arcos rehundidos a modo de capillas, que articulan los muros de la única nave, se encuentran diversos lienzos de factura popular, pero de interesante iconografía algunos de ellos. Comenzando por los pies del lado del evangelio, un cuadro de Ánimas. También de esa época es el lienzo de la Anunciación. Una Dolorosa, con ráfaga pintada, popular, del s. XVIII. Parejo al cuadro de la Anunciación, una hermo­sa composición del Sueño de San José. Por úl­timo, otro cuadro de Ánimas, en este caso con Santo Domingo como intercesor ante la Virgen del Rosario. En la sacristía, dos lienzos populares con Santa Catalina de Alejandría y un Cristo Redentor (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
     Su nombre antiguo es el de Iglesia Parroquial de la Inmaculada Concepción y Santa Ana perteneciente a Alcalá de la Alameda. Situada a la salida de Chucena aparece documentada por primera vez en el año 1574. Tiene una nave central con bóveda de cañón, un pequeño crucero con cúpula sobre pechinas y tambor, y tres vanos con arcos de medio punto a especie de capillas en cada lateral. De gran vigor y belleza es la cornisa perimetral del interior. Posee una nave lateral adosada y mas baja que estuvo ocupada como vivienda.
      Resulta interesaste la fachada exterior, con portada barroca apilastrada, con frontón recto partido, remates, adornos, así cono la espadaña de dos vanos de medio punto entre pilastras y un tercero superior que acoge la campana (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

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