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martes, 15 de abril de 2025

La imagen de Nuestro Padre Jesús de la Humildad, de Juan Manuel Miñarro, titular de la Hermandad del Cerro, en la Iglesia de Nuestra Señora de los Dolores

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la imagen de Nuestro Padre Jesús de la Humildad, de Juan Manuel Miñarro, titular de la Hermandad del Cerro, en la Iglesia de Nuestra Señora de los Dolores, de Sevilla.  
     Hoy, 15 de abril, es Martes Santo, y que mejor día que hoy, para ExplicArte la imagen de Nuestro Padre Jesús de la Humildad, de Juan Manuel Miñarro, titular de la Hermandad del Cerro, en la Iglesia de Nuestra Señora de los Dolores, de Sevilla, que efectúa su estación de penitencia en la tarde del Martes Santo.
     La Hermandad del Cerro, tiene su sede canónica en la Iglesia parroquial de Nuestra Señora de los Dolores, que se encuentra en la calle Nuestra Señora de los Dolores, 72; mientras que la Casa-Hermandad, se encuentra en la misma calle (Nuestra Señora de los Dolores), pero en este caso, en el nº 33; ambas en el Barrio de El Cerro, del Distrito Cerro-Amate.
     La imagen de Nuestro Padre Jesús de la Humildad representa al Señor cargando con la Cruz al hombro, seguidora del extendido modelo iconográfico con el que, a lo largo de los siglos, se ha representado al Divino Nazareno. Fue realizada en los años 2003-2004 por n. h. Juan Manuel Miñarro López, profesor de Escultura de la Universidad de Sevilla. De talla completa, ha sido realizada en madera de cedro y presenta una altura de 1,83 m.
     Aunque sigue las líneas estéticas e iconográficas del barroco, la talla, de extraordinaria factura artística, presenta asimismo significativas novedades estilísticas. Según el autor, fue fuente de inspiración para su ejecución el tratamiento que de este modelo iconográfico desarrolla el pintor italiano Sebastiano Luciani el Piombo (1485-1537), concretamente su obra "Cristo con la Cruz", fechada en 1535 (Museo del Prado. Madrid). Con ella alcanzó su cenit este artista veneciano del Cinquecento, de decisiva influencia en el Renacimiento español, siendo el modelo iconográfico que figura en ella ampliamente repetido con posterioridad.
     En la imagen también ha plasmado el autor el resultado de sus diversos y amplios estudios sobre la Sábana Santa de Turín, realizados en el seno del Instituto de Sindonología. Así, la disposición de las heridas del rostro coincide sustancialmente con las que presenta el rostro de la Síndone. También en el tratamiento del cabello podemos apreciar la influencia de estos estudios. Afirma su autor que esta quizás sea su característica más importante porque "si algo define a la iconografía cristífera en Sevilla en los autores desde el siglo XVI al XVIII es la forma de mover los cabellos; […] este Nazareno es distinto en la forma de situar las esquejas del cabello, distinta de la de cualquier otro Cristo de Sevilla; […]. Incluso libera el pabellón auditivo derecho que siempre suele estar cubierto, y al mismo tiempo la parte trasera de la melena se recoge en una cola; que responde a una primera idea evidentemente inspirada en la Sábana Santa de Turín, pero a su vez responde también a un argumento histórico: Jesús era un rabí y los rabinos se recogían el pelo en dos pequeñas colas delanteras y una trasera que es la que la imagen refleja. […]. También el tratamiento de la barba es distinto. Se aparta de la barba bífida, para pasar a una barba cuatrilobulada como la del hombre de la Síndone; igualmente otros rasgos como el alargamiento del módulo facial, o el tramo de nariz a boca, no es reflejo del patrón que hasta ahora se venía siguiendo que podemos considerarlo bastante idealizado".
     Por otro lado, la imagen de Nuestro Padre Jesús de la Humildad no presenta al Señor encorvado hacia delante y con la mirada baja sino que, cargando con la cruz sobre el hombro derecho, presenta un acentuado giro del tronco y la cabeza de Jesús hacia el lado izquierdo, lo que provoca un dinámico contrapposto. Ello hace que la sagrada efigie, gracias además al minucioso tratamiento de la musculatura del cuello, presente una excelente intensidad dramática que se acentúa más aún, si cabe, al cruzar su mirada con la del fiel que lo contemple desde tal ángulo de visión. El estudio realizado por el escultor sobre el movimiento es así sobresaliente, quedando patente además de por la detallada anatomización del cuello, por la de las piernas y la espalda.
     También se desarrolla en la talla un acentuado estudio anatómico del "equilibrio, el movimiento y el funcionamiento de las articulaciones y la anatomía humana cuando un hombre se ve sometido al esfuerzo de cargar con un madero que podría pesar unos sesenta kilos". La cruz que porta el Redentor es plana, no arbórea, y al hacerlo sobre el hombro derecho retoma el modelo original del tema religioso representado, ya que "precisamente Sebastiano del Piombo incide mucho en esa iconografía". Además, "quiere entroncar así con las primeras representaciones de Jesús con la cruz a cuestas, con el origen de la iconografía de los Nazarenos… Esta cruz plana era frecuente en la pintura, e incluso en la imaginería hasta que en el Barroco se comienzan a sustituir por cruces arbóreas, y se eliminan prácticamente las otras."
     En definitiva, aunque en general sigue un modelo que responde al del Nazareno barroco sevillano, se aparta de la reiteración de los principales recursos y aspectos estéticos seguidos tradicionalmente en la imaginería de nuestra ciudad y todavía imperantes, introduciendo, como se ha expuesto, importantes novedades siempre respetuosas con la unción sagrada propia de una imagen del Señor.
     En palabras de Juan Manuel Miñarro, su idea de tallar una imagen de Jesús Nazareno para nuestra corporación "surge hace unos doce o trece años; concretamente el busto del boceto primitivo en madera está fechado en 1991. Pero la idea venía de tiempo atrás. Yo contacto con la Hermandad en 1981 […] para la restauración del Santísimo Cristo del Desamparo y Abandono, a raíz de lo cual me vinculo a la Hermandad y sus proyectos; entre estos, la Junta de Gobierno me comenta distintos avatares desde sus orígenes y cómo en su día tuvieron la idea de hacer un Nazareno, incluso habían visitado a Ortega Bru." Sin embargo, las distintas vicisitudes históricas por la que atravesó la Hermandad en las últimas décadas del siglo XX "[…] primeras obras del templo, después otra restauración y al final la iglesia derribada; la Hermandad trasladada a la capilla varios años..." llevaron a que la imagen de Jesús Nazareno, donada por el escultor a la corporación, no llegara a la parroquia hasta marzo de 2004.
     La donación de la imagen a la Hermandad, que había sido aceptada por acuerdo del Cabildo de Oficiales con fecha 21 de noviembre de 2003, se verificó documentalmente en contrato suscrito entre ambas partes el 1 de abril de 2004. Ese mismo día, nuestro párroco y director espiritual, Alberto Tena López, bendijo la talla en el transcurso de una Misa de Hermandad celebrada a las ocho de la tarde.
     El paulatino aumento devocional hacia esta bendita imagen de Jesús Nazareno llevaría, tiempo después, a que la corporación decidiese su incorporación como sagrado titular. Este hecho tendría finalmente lugar por acuerdo del Cabildo General en sesión extraordinaria celebrada en nuestra parroquia el 16 de septiembre de 2005, determinándose igualmente que lo hiciese con la advocación de Nuestro Padre Jesús de la Humildad. Como consecuencia de ello, se solicitó a la Autoridad Eclesiástica la modificación de aquellas Reglas que resultaba necesario para dar cumplimiento a dicho a dicho acuerdo, siendo finalmente aprobadas las nuevas con fecha 15 de noviembre de 2005.
     El jueves 9 de febrero de 2006, a las veinte horas, celebró la Hermandad el primer culto público consagrado en su honor, una solemne misa de acción de gracias, aunque no sería hasta finales de 2006 cuando tendrían lugar sus primeros cultos de Regla. Así, el sábado 11 de noviembre, a las veinte horas, se celebró solemne función predicada por nuestro párroco y director espiritual, "aplicándose las intenciones de la Eucaristía por nuestros hermanos difuntos". El domingo, 12 de noviembre, por primera vez, Nuestro Padre Jesús de la Humildad fue expuesto a la veneración de los fieles en devoto besamanos.
     Desde su bendición, la imagen de nuestro sagrado titular recibió culto bajo la advocación de Jesús Nazareno que, al tiempo que es la más extendida en la Cristiandad para las imágenes que plasman este momento de la Pasión de Nuestro Señor, se emplea tradicionalmente para describir este modelo iconográfico que representa a Jesús cargando con la Cruz al hombro. No obstante, son también muchísimas las imágenes de esta iconografía que, por distintas razones, son veneradas bajo multitud de advocaciones, con orígenes y significados de variado sentido y procedencia.
     Y, sin duda, la que para nuestro sagrado titular fue adoptada por el Cabildo General con fecha 16 de septiembre de 2005 posee un hermoso y profundo significado reflejado en numerosos pasajes evangélicos (p.e. Mt. 5, 3-9 ; 11, 29 y 18, 4)… Conocer nuestras propias limitaciones nos hace grandes, auténticos, verdaderos obreros del Reino. Eso es precisamente la humildad, y es mucho lo que Jesús nos habló de ella, tanto de palabra como de hecho. Ninguna bienaventuranza del Señor reza "bienaventurados los humildes...", sin embargo, en todas ellas queda reflejado el máximo exponente de este concepto, "bienaventurados los pobres de espíritu, los mansos, los que lloran, los pacíficos, los que tienen hambre y sed de justicia...". Con esta advocación para esta bendita imagen de Jesús Nazareno seguirá siendo siempre la Humildad que Él nos mostró un referente en nuestro camino.
     Tras su bendición, Nuestro Padre Jesús de la Humildad fue expuesto provisionalmente a la veneración de los fieles en la nave de la Epístola. Pero obviamente, era deseo de la Junta de Gobierno que, en cuanto fuera posible, tuviese un retablo propio que favoreciese la devoción y el culto a la sagrada imagen. Un deseo que sin duda se fortaleció tras su inclusión en las Reglas como titular de la corporación. Ello llevó a que el Cabildo de Oficiales, con fecha 29 de diciembre de 2005, aprobase finalmente su ejecución con lo que, además, se aprovecharía para recuperar uno de los retablos del antiguo templo parroquial, concretamente el que se situaba en la capilla sacramental.
     El retablo en cuestión era obra original de los talleres de José Montero Rodríguez, realizado para la parroquia en la década de los sesenta del pasado siglo, siendo desmontado de su primitivo emplazamiento a finales de los noventa, con ocasión de la demolición del templo. Su antigüedad hizo pues necesario que, antes de ser nuevamente instalado, se acometiese una restauración y dorado de sus piezas que le devolviese su antiguo esplendor.
     Fue necesario sustituir la estructura de sujeción, resanar la mayoría de las piezas arquitectónicas y ornamentales originales y realizar otras nuevas entre las que se cuenta un nuevo cuerpo sobre el basamento original aumentándose además así su altura. Finalizados estos trabajos se procedería a dorarlo íntegramente. Las labores de carpintería fueron realizadas, en los primeros meses de 2006, en los talleres de Carpintería y Ebanistería Manfredi mientras que la talla y el dorado fueron obra de Jorge Anillo Rodrigo.
     En agosto de 2006 se procedió a su montaje en el muro lateral de la nave de la Epístola, siendo bendecido por nuestro párroco y director espiritual el 15 de septiembre de dicho año, en el transcurso de la solemne función conmemorativa del IV aniversario de la coronación canónica de Nuestra Señora de los Dolores, quedando entronizado desde entonces en él nuestro sagrado titular.
      Poco después se culminaron estas labores con la colocación de una pintura en el ático del retablo, realizada al óleo sobre lienzo por Manuel Bayón Torres que, siguiendo la tradicional iconografía de un "paño de Verónica", muestra de modo original en su composición el rostro del Santísimo Cristo del Desamparo y Abandono (Hermandad del Cerro).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de la escena representada: Cristo camino del Calvario
     De la misma manera que solía ordenarse a los condenados a muerte cavar su propia tumba antes de la ejecución, en la crucifixión debían llevar ellos mismos su cruz hasta el lugar del suplicio.
El tema según la Biblia
     Los Evangelios ofrecen dos versiones diferentes de El Camino del Calvario.
     Según los sinópticos  (Mateo, 27: 31; Marcos, 15: 21; Lucas, 23: 26),  un tal Simón de Cirene (África), fue requerido por los soldados romanos para ayudar a Jesús, agotado por la Flagelación, a llevar la cruz hasta la cima del Gólgota.
     De acuerdo con Juan (19: 16), que desconoce a Simón de Cirene, fue Cristo solo quien llevó la cruz hasta el final.
     Los exégetas, comenzando por Orígenes, han intentado conciliar la versión de Juan con los sinópticos. Jesús habría comenzado por llevar su cruz de la misma manera que Isaac había llevado la madera de su sacrificio. Luego, al verlo en el límite de sus fuerzas, los soldados habrían requerido la ayuda de alguien que pasaba. Jesús y Simón se habrían relevado.
     Los racionalistas cuestionan la realidad del episodio de Simón. Extraen un primer argumento del silencio de Juan. Agregan que en el derecho romano, los condenados al suplicio de la cruz debían llevar el patibulum ellos mismos, que el requerimiento a Simón de Cirene habría sido ilegal, y que no se conocen ejemplos de soldados que obligaran a un testigo ocasional a llevar la cruz de un condenado.
     La escena habría sido imaginada para ilustrar la palabra de Jesús: «El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.» (Mateo, 16: 24; Marcos, 8: 34).
     Muchos de esos argumentos no se sostienen, puesto que es posible que después de la Flagelación Jesús haya estado físicamente imposibilitado de llevar el patibulum hasta el final, y una requisitoria ilegal no podía detener a Pilato.
     Los artistas optaron ya por la versión de los sinópticos, ya por la de Juan. El arte bizantino adoptó la primera: Simón lleva solo la cruz, adelante de Cristo que le sigue con la cuerda al cuello. El arte de Occidente, que tiene un sentido dramático más desarrollado, representa a Cristo sufriendo en solitario bajo el peso de la cruz o ayudado por Simón el cireneo.
Las prefiguraciones
     Los teólogos, naturalmente, han buscado -y encontrado- en el Antiguo Testamento las prefiguraciones que enmarcan a Cristo con la cruz a cuestas en las miniaturas y en las vidrieras. Son éstas:
     1. Isaac llevando sobre los hombros la madera del sacrificio.
     2. Aarón marcando con la tau cruciforme el dintel de las casas de los israel.
     3. El patriarca Jacob bendiciendo con las manos entrecruzadas a sus nietos Efraím y Manasés.
     4. La viuda de Sarepta que lleva al profeta Elías dos leños dispuestos en forma de cruz.
La iconografía primitiva
     En las realizaciones más antiguas, la iconografía de Cristo con la cruz a cuestas es muy simple.
     Cristo avanza, vestido con una túnica roja, la frente ceñida por la corona de espinas, a veces precedido por los dos ladrones. No padece por la carga de la cruz porque ella es pequeña, más emblemática que real. A finales de la Edad Media la cruz se vuelve desmesuradamente pesada, su carga es cada vez más aplastante, para apiadar a los fieles con los sufrimientos del Redentor.
El enriquecimiento del tema por los Evangelios apócrifos y el teatro religioso: la Virgen y santa Verónica
     Los artistas no se contentaron con la Biblia y los comentarios teológicos. Los Evangelios apócrifos y la puesta en escena del teatro de los Misterios les sugirieron numerosos agregados al tema inicial. Los más populares son el Desmayo de la Virgen y el Encuentro de santa Verónica.
El desmayo de la Virgen
     El Evangelio de Lucas indica que "Le seguía una gran muchedumbre del pueblo y de mujeres, que se herían y lamentaban por Él». Pero los Evangelios apócrifos están mejor informados: saben que la Virgen conducida y sostenida por el apóstol Juan, se detuvo ante el paso del cortejo y que al ver a su Hijo doblegado bajo la carga de la cruz, se desmayó.
     Esta escena accesoria, que tiene el inconveniente de crear un segundo centro de interés en detrimento de la escena principal, poco a poco fue adquiriendo tal importancia en la composición, que Cristo con la cruz a cuestas a veces se denomina Spassimo della Vergine o Pâmoison de la Vierge. Tal es el caso de un célebre cuadro de Rafael o de su escuela, procedente de un convento de olivetanos de Sicilia, que se llama Lo Spasimo di Sicilia. Un altorrelieve de Laurana en la iglesia de Saint Didier de Aviñón, se llamaba Notre-Dame du Spasme.
La Verónica 
     Por la influencia del teatro de los Misterios, hacia finales del siglo XV apareció una santa imaginaria, Verónica, que conmovida de piedad seca con un velo el sudor que corría por el rostro de Cristo: en recompensa por ese gesto piadoso, ella recogió en el sudario la impresión de la Santa Faz. De esta verdadera  imagen (vera icona)  procede el nombre Verónica.
     También a la puesta en escena de los Misterios deben atribuirse sin duda los detalles realistas que invadieron el arte de finales de la Edad Media. Cristo tiene un ronzal en el cuello, como una bestia conducida al matadero; niños despiadados le lanzan una lluvia de piedras. A veces va precedido por un heraldo que hace sonar una trompeta.
     En resumen, en Cristo con la cruz a cuestas pueden distinguirse tres episodios:
     l. Simón de Cirene ayuda a Jesús a llevar la  cruz (Gesù aiutato da Simone il Cirineo).
     2. El Desmayo de la Virgen. (Il Spasimo della Virgine.)
     3. Verónica seca el sudor de su rostro (Gesù asciugato dalla Veronica).
El Camino del Calvario
     La transformación  más importante que se opera a finales de la Edad Media en la iconografía de Cristo con la cruz a cuestas se debe a la aparición de una nueva devoción instituida y difundida por los franciscanos que habían recibido la guarda o «custodia» de los Santos Lugares, es lo que se denomina el Camino del Calvario.
     Es fácil reconstruir la génesis de esta devoción. Por el hecho de que Simón de Cirene había sido requerido para ayudar a Jesús a llevar su cruz, se concluyó que Cristo debió caer bajo la carga que superaba sus fuerzas no una sino muchas veces, que había sido obligado a detenerse para recuperar el aliento. La dolorosa Ascensión del Calvario habría sido medida por Estaciones, que los místicos, como el Pseudo Buenaventura y santa Brígida, se esforzaron en reconstruir por medio de la imaginación, como si hubiesen sido testigos.
     Esos altos o estaciones fueron puestos en escena por los autos sacramentales del teatro de los Misterios. Los artistas fijaron finalmente esos «cuadros vivos» en innumerables Caminos del Calvario que jalonaron las naves de todas las iglesias, o en Calvarios (Sacro Monte, Kalvarienberg), dispuestos sobre la pendiente de una colina, que los peregrinos ascendían a veces de rodillas, como era el caso en la Scala Santa de Letrán, entonando sus oraciones en cada «Caída de Cristo».
     ¿Cuántas eran esas Estaciones? El Camino del Calvario comportaba, en su origen, siete Estaciones: siete es un número sagrado. Tal es el número de los bajorrelieves de Adam Kraft en el Camino del Calvario del cementerio de San Juan, en Nuremberg. De acuerdo con su temperamento, los artistas han representado esas Caídas de Cristo durante el ascenso al Calvario con un realismo más o menos brutal, más o menos patético.
     Ya Jesús cae de rodillas (Andrea Sacchi), ya se derrumba de cara en toda su estatura, con las manos hacia adelante.
     (Dominichino): ese es el momento que eligió Verónica para secarle el sudor que le corría por la frente.
     En el siglo XVII, por la iniciativa de los franciscanos, y especialmente la del predicador italiano Leonardo de Porto Maurizio, el número de las Estaciones se duplicó, para llegar a catorce. Aunque esa cifra sea completamente arbitraria, se la mantuvo.
     La devoción del Camino del Calvario, que es una de las creaciones más populares de la orden de los franciscanos, nació del deseo de multiplicar el beneficio espiritual y material de una peregrinación a la colina del Gólgota, enclavada en la igle­sia del Santo Sepulcro.
Representaciones de Cristo con la cruz a cuestas, caído
     Después del Renacimiento, los pintores de la Contrarreforma y de la época romántica renovaron este tema conmovedor. En su Cristo ascendiendo al Calvario (Museo de Metz), Delacroix se inspiró, evidentemente, en el Cristo con la cruz a cuestas de Rubens, que había visto en el Museo de Bruselas. Pero le dio un carácter del todo diferente. La ascensión triunfal imaginada por el maestro flamenco se convierte en un avance lento y doloroso del condenado, a punto de desfallecer a cada paso, que se arrastra penosamente hasta el lugar del suplicio.
     En el arte popular polaco cuyas tradiciones perduran en nuestros días, el motivo patético de Cristo caído, sucumbiendo bajo el peso de la cruz, resume con frecuencia la tragedia del Camino del Calvario.
Versiones alegóricas y colectivas de Cristo con la cruz a cuestas
     Cristo con la cruz a cuestas no siempre ha sido concebido y representado como una escena histórica. Hacia finales de la Edad Media se multiplicaron las versiones alegóricas.
     No es sólo la Virgen quien, siguiendo el ejemplo de Simón de Cirene, levanta uno de los brazos de la cruz para aliviar la carga de su Hijo. Es la Iglesia, a la cual simboliza, y hasta la cristiandad entera, quien acude en su auxilio. Papa, cardenales, sacerdotes, laicos, quieren su parte en la carga, con la esperanza de asegurarse la vida eterna a causa de esta asistencia simbólica.
     Hay frescos de los siglos XV y XVI que ilustran este Cristo con la cruz a cuestas co­lectivo. En un manuscrito franciscano de la Biblioteca de Perusa, Jesús va seguido por una procesión de hermanos menores, stauróforos, que llevan una selva de cruces sobre los hombros.
     Según parece, en Francia, al menos en la capilla del castillo de Montriu, en Saint Aubin des Ponts de Cé, en Lion de Angers, y en Notre Dame de Chavigny en Poitou, este tema fue tomado de una endecha del rey Renato, donde éste asocia la humanidad entera con la Pasión de Jesucristo, desarrollando estas palabras del Redentor: «Qui vult venire post me, tollat crucero suam et sequatur me.» Mendigos, ladrones, enfermos, presos, peregrinos, campesinos, viudas, huérfanos, mal casados..., en suma, todos los desheredados de la tierra, acuden a su hora para ayudar a Cristo a llevar su cruz, más pesada que las suyas (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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