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miércoles, 15 de abril de 2020

La Fachada del Palacio del Rey Don Pedro, en el Palacio del Yeso, del Real Alcázar


     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la Fachada del Palacio del Rey Don Pedro, en el Palacio del Yeso, del Real Alcázar, de Sevilla.    
   El Real Alcázar [nº 2 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 2 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la plaza del Triunfo, 5 (la salida se efectúa por la plaza Patio de Banderas, 10); en el Barrio de Santa Cruz, del Distrito Casco Antiguo
     En el Real Alcázar, en el Palacio del Yeso, se encuentra la Fachada del Palacio del Rey Don Pedro [nº 5 en el plano oficial del Real Alcázar].
     El Rey Don Pedro I de Castilla fue el constructor de este gran palacio al que se considera como el primer edificio civil de Sevilla y cuyas obras serían transcendentales para el desarrollo del mudejarismo. Es Don Pedro uno de los monarcas españoles más discutibles y discutidos, conociéndosele como "el Cruel" y "el Justiciero"; pero sin lugar a dudas sintió una especial predilección por Sevilla a la que escogería como capital de su reino, sirviendo ésta de escenario a sus múltiples amoríos y desafueros.

      Apoyándose en viejas estructuras anteriores y, con ayuda de carpinteros y alarifes granadinos, toledanos y sevillanos, construyó este espléndido palacio con factura y materiales que corresponden al gusto islámico. Su estilo es el mudéjar, fruto de la hibridación de elementos musulmanes con otros de cuño cristiano y que refleja la enorme sugestión que la cultura y la arquitectura del Islam ejercieron sobre los mo­narcas castellanos.
      Las obras se iniciaron en 1364, fecha inscrita en la portada y, finalizaron en 1366 como consta en las puertas del Salón de Embajadores.
     La fachada principal se alza al fondo del Patio de la Montería y ha sido considerada como el paradigma más bello, suntuoso y de­purado del mudejarismo. Este magnifico tapiz queda limitado en sus laterales por sendas pilastras de ladrillo alzadas sobre columnas de mármol y coronado por el espléndido alero de madera de pino policromada que es pieza fundamental entre los almohades de la Mezquita sevillana y los granadinos de la Alhambra.
      El primer cuerpo consta de sendos arcos ciegos de tradición almohade, prolongados en paños de sebka y apeados sobre columnillas marmóreas que flanquean la puerta de acceso, con dintel adovelado y decorado con pámpanos de uvas que denotan la intervención de artistas toledanos.
     Los almohadillados revelan el influjo de obras cordobesas y los encintados cerámicos su ascendencia oriental. Sobre el dovelaje de la puerta en el que se entrecruzan con los mocárabes de la tallada piedra. Los emblemas heráldicos de la realeza de Castilla, surge el cuerpo de luces conformado por ajimeces de bellos arquillos mixtilíneos, coronados por el dintel de descarga de influjo claramente granadino. En él queda inscrito en caracteres cúficos y con cerámica blanca y azul, el mote de los nazaríes "Y no es vencedor sino Alá".
      La huella castellana queda patente en la inscripción que enmarca este dintel en la que en caracteres gótico monacales se lee: "El muy alto y muy noble y muy poderoso y muy conqueridor Don Pedro, por la gracia de Dios Rey de Castilla y de León, mandó facer estos Alcázares y estos Palacios y estas portadas que fue hecho en la era de mil cuatrocientos y dos". Dicha fecha corresponde a la hégira musulmana, siendo la cristiana la de 1364, ya citada.
     A esta misma fecha corresponden también las arquerías bajas laterales aparejadas en ladrillo y apeadas sobre pilares del mismo material, descubiertas hace ya algunos años, pero que durante siglos habían permanecido empotradas en sendos muros lisos.
      La puerta de entrada también poseyó una verja, antecediéndola, colocada en época mo­derna. Las galerías superiores son obra del tiempo de los Reyes Católicos, ejecutadas después de la conquista de Granada, como lo prueban las granaditas labradas en yeso que sirven de marco a las ventanas y el aire tan sumamente granadino que poseen en su conjunto (Ana Marín Fidalgo, El Alcázar de Sevilla. Ed. Guadalquivir, 1992).
     El palacio, que debe su nombre al monarca castellano que lo mandó erigir, es una de las construcciones civiles más importantes del arte mudéjar español.
     Su relevancia no sólo le viene dada por ser, hasta ese momento, la primera empresa constructiva de tal proporción que realizaba un rey castellano, sino por ser el resultado de las diferentes corrientes artísticas de herencia musulmana que coexistían en la península. Ello es debido a que Pedro I, al construir el palacio,  recurre a artífices sevillanos y toledanos quienes, junto a los procedentes del reino nazarí de Granada enviados por el sultán Muhammad V, quien había recuperado el trono con la ayuda del monarca cristiano, dotan al edifico de un amplio repertorio ornamental de vital importancia para el conocimiento de la evolución de las artes entre los siglos XIII y XIV. Por otra parte, el palacio sevillano es un claro ejemplo de la fascinación que despertaba en los reinos cristianos la refinada cultura musulmana, siendo además un hito de la convivencia de ambas religiones, como demuestran las inscripciones cúficas que salpican sus paredes, dedicadas a ensalzar y alabar las grandezas del protegido de Alá, el "sultán don Pedro I". Construido entre 1364 y 1366, reaprovecha parte del antiguo Alcázar al- Mubarak o Alcázar de la Bendición, que había sido levantado en el siglo XI, por Al-Mutamid.
     El palacio de Pedro I, heredero de la tradición musulmana, organiza funcionalmente sus estancias en torno a dos patios claramente diferenciados por sus usos, el privado o de las Muñecas y el público o de las Doncellas. En esta última zona, de mayor superficie, es donde la decoración se hace más suntuosa, en especial en la sala del trono, el llamado Salón de Embajadores, símbolo de la magnificencia y del poder real. El primitivo palacio ofrecía un amplio desarrollo en horizontal, sobresaliendo por encima del mismo los volúmenes de su monumental fachada, del Salón de Embajadores y de dos dependencias, sobre grandes arcadas, construidas como planta alta. Estas dos algorfas, nombre con el que se designa a este tipo de estancias, será el núcleo sobre el que se organice el piso superior durante el reinado de los Reyes Católicos, destinándose a vivienda durante los períodos invernales.
     Con la llegada de la dinastía de los Austrias, el conjunto del palacio sufrirá nuevas reformas y remodelaciones con el fin de adaptarlo a las necesidades de la corte y de acomodar sus antiguos ambientes y elementos a las nuevas corrientes estéticas de los siglos XVI y XVII. Durante el siglo XVIII, las obras más importantes que se acometen en el palacio son las destinadas a reparar los estragos que causaron el terremoto, denominado de Lisboa, del 1 de noviembre de 1755 y el grave incendio iniciado en la tarde del 1 de diciembre de 1762. Las intervenciones que se realizan a lo largo del siglo XIX son algo confusas y, en ocasiones, contradictorias. Durante el ochocientos se realizarán una serie de obras destinadas, por un lado, a convertir el edificio en residencia de los Duques de Montpensier, dotando al palacio de una nueva organización y racionalización de los espacios, y construyéndose además nuevas galerías y dependencias en la primitiva zona privada. Por otra parte, se emprenden distintas obras de restauración encaminadas a devolver al palacio su antiguo esplendor. Dichas labores de restauración se continuarán e incluso se acrecentarán durante todo el siglo XX, ocasionando frecuentes polémicas en torno a los criterios bajo los que se emprendieron los trabajos.
     Al palacio de Pedro I se accede por la monumental fachada que ocupa el frente sur del Patio de la Montería. Esta fachada se halla divida en tres módulos, siendo los laterales el producto de diferentes reformas y modificaciones. Actualmente, estas zonas, realizadas en ladrillo, se encuentran dividas en dos cuerpos. El inferior presenta una galería de cuatro arcos peraltados, inscritos en alfiz y apeados sobre pilares ochavados. Tal organización, en forma de galería fue descubierta durante las restauraciones de mediados del siglo XX, procediéndose a desmontar la pared en la que se encontraban embutidas. Por encima de dicha galería corre un alto pretil en el que se asienta una segunda arcada construida tras la toma de Granada por los Reyes Católicos, como indican las granadas que decoran el alfiz de la ventana central del ala derecha. La galería tiene organización tripartita, ocupando el centro un arco peraltado sobre pilares y, los flancos, tres arcos peraltados sobre columnas de mármol e inscritos en un alto alfiz, desarrollándose entre éste y aquéllos una labor de sebqa. Sobre ellos, un friso de madera con los emblemas de Castilla y la frase, "la dicha, la paz, la gloria, la generosidad y la felicidad perpetua (para su dueño)". Rematan las cubiertas los volúmenes de las techumbres del piso alto, apareciendo al centro, sobre la portada mudéjar, el airoso cubo perteneciente a la Sala de Audiencias.
     La parte central de la fachada está ocupada por la espléndida portada del palacio mudéjar en el que a modo de tapiz, se anudan las diversas labores ornamentales debidas a artífices de diferente procedencia. Su composición sirvió, años más tarde, de inspiración para la construcción de la fachada dorada del Cuarto de Comares, en la Alhambra de Granada. El cuerpo inferior está realizado en sillares almohadillados, cuyo juego de claro-oscuro enriquece plásticamente el basamento. En los laterales de esta zona intervienen maestros sevillanos, autores de los arcos polilobulados ciegos sobre columnas y los paños de sebqa inscritos en alfiz, trasunto de los que decoran la vecina torre de la Giralda. Sin embargo, en la parte central, ocupada por la puerta de acceso, serán los toledanos quienes realicen las once dovelas que forman el dintel, adornadas con ricas labores de ataurique enmarcadas por cintas de aliceres verdes. En el cuerpo superior, compartimentada en tres registros rectangulares separados por bandas de lacerías realizadas en cerámica verde, blanca y negra, aparece multiplicado el mismo motivo de arco polilobulado sobre columnillas con paños de sebqa. La luz de estos arquillos se adornan con labores vegetales en alternancia con la inscripción, en caracteres cúficos, "el imperio para Alá". Los paños de sebqa son ocupados por los motivos heráldicos del monarca castellano, los leones, los castillos y los escudos de la Orden de la Banda. En el paño central se repiten los motivos anteriores, si bien su labra es menos profunda y sus trazos más elegantes.
     Sobre éstos se abre el cuerpo de luces formado por ajimeces, dobles en los laterales y triple en el central, sostenidos por columnas de mármoles de colores, decorándose las enjutas, inscritas en alfiz, con cerámica policroma de motivos de lacería que, vuelven a repetirse en las bandas que sirven de compartimentación. Rematando este cuerpo y a modo de un gran friso corrido, aparece una doble inscripción en caracteres góticos y cúficos. Esta última, que ocupa la parte central, repite ocho veces, cuatro de izquierda a derecha en azulejos de color azul y otras cuatro a la inversa e invertida en color blanco, el lema de los sultanes granadinos de la dinastía nazarí 'y no es vencedor; sino Alá". Rodeando a la misma se encuentra la leyenda que fecha la construcción del palacio, "El muí alto e muy noble et muí poderoso e muy conqueridor don Pedro por la gracia de dios rey de castiella et de leon mando facer estos alcazares e estos palacios e estas portadas que fue fecho en la era de mill et quatrocientos y dos". Dicha fecha se corresponde con la era conocida como "Española o del César" que toma como punto de partida el año treinta y ocho antes del nacimiento de Cristo. Por lo tanto, la datación de la fachada es el año 1364 de la era cristiana.
     Enmarcan la portada dos pilares de ladrillos apeados en columnas, y rematados por dos grandes mensulones que sirven de soporte al alero de madera. Realizado por carpinteros toledanos, presenta diferentes frisos con labores vegetales, estando formado el superior por pequeños arquitos con mocárabes. Dos nuevas inscripciones se sitúan en los intercolumnios, en caracteres cúficos, que rezan "en grandeza y ostentación (es) única esta casa" y "la felicidad cumplida" (Juan Carlos Hernández Núñez, Alfredo J. Morales. El Real Alcázar de Sevilla. Scala Publishers. Londres, 1999).
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