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martes, 10 de noviembre de 2020

El Salón del Techo de Felipe II, en el Palacio del Rey Don Pedro, del Real Alcázar

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Salón del Techo de Felipe II, en el Palacio del Rey Don Pedro, del Real Alcázar, de Sevilla.
     El Real Alcázar [nº 2 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 2 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la plaza del Triunfo, 5 (la salida se efectúa por la plaza Patio de Banderas, 10); en el Barrio de Santa Cruz, del Distrito Casco Antiguo.
   En el Real Alcázar, dentro del Palacio del Rey Don Pedro, junto a la Sala del Techo de Isabel la Católica  o de los Reyes Católicos, se encuentra el Salón del Techo de Felipe II [nº 16 en el plano oficial del Real Alcázar]; de la pieza anterior pasamos a este salón, nombrado así por haberse realizado su techumbre en tiempos de aquel monarca, concretamente entre 1589 y 1591. También es nombrada en los documentos como la "Sala de la Media Caña", en alusión a la forma de su techo. Se trata de u n salón rectangular y el mayor en longitud de los que componen el Palacio de Don Pedro. Por el testero de medio­día y en su centro, se abre un arco adornado de yeserías mudéjares que, a través de una verja comunica con el Jardín del Príncipe y dos ajimeces flanqueándolo, con puertas y yeserías modernas. Durante el siglo XVI, en las fechas antes citadas, se abrieron vanos en este testero que comunicaron el salón con la galería baja del Corredor del Príncipe.
   En el flanco frontero se halla un gran arco de ojiva túmida, muy rebajada, que enmarca a una triple arquería de herradura sobre bellas columnas de mármol y capiteles califales, que da paso al Salón de Embajadores. Es el llama­do Arco de los Pavones en alusión a los que adornan sus enjutas. También hemos de destacar el bellísimo friso que corre por encima de la triple arquería conformado por tallos serpenteantes formando círculos, en cuyo centro alternan siluetas doradas de águilas y otras aves, algunas picoteando las cabezas de otras más pequeñas. Tres celosías caladas ocupan el espacio superior. Se trata de un bellísimo conjunto de yeserías mudéjares cuya temática se ins­pira en los modelos de tejidos orientales, concretamente persas.
   El resto de las yeserías que componen el friso interior y los arrabaes fueron intensamente repintados en las restauraciones del siglo XIX, con anterioridad habían sido retocados en el siglo XVI. En este mismo testero y flanqueando el nombrado Arco de los Pavones se abren sendas puertas que comunican con las al­ cobas laterales del Salón de Embajadores; y en el flanco del fondo, otra tercera por la que se accede a una sala contigua a la nombrada del Comedor.
   Centrándonos en la bella techumbre que cierra este gran salón, hemos de decir que en cuanto a su traza la atribuimos al entonces Maestro Mayor de carpintería Martín Infante. Se compone de artesones cuadrados, interiormente tallados describiendo temas geométricos variados que se van alternando a lo largo de la superficie. Todo el conjunto fue originalmente pintado y dorado por el pintor Baltasar de Bracamonte (Ana Marín Fidalgo, El Alcázar de Sevilla. Ed. Guadalquivir, 1992).
     La última de las estancias que componen el conjunto de las dependencias dedicadas a las actividades oficiales se encuentra tras las tres anteriores, siendo la de mayor longitud de todo el palacio mudéjar. Conocida con los nombres de salón de la Media Caña o del Techo de Felipe II, claramente aluden a la curvatura del artesonado que la cubre o a su realización en tiempos de este monarca. Ejemplo indiscutible de techumbre manierista, se atribuye a Martín Infante, estando  formada por casetones cuadrados con relieves interiores cruciformes y cuadrangulares alternados. Baltasar de Bracamonte fue el encargado, originalmente, de pintar y dorar el conjunto.  Pero la parte más sobresaliente de la sala, debida a su particular belleza, es, sin duda alguna, la decoración del primitivo acceso a la sala central del conjunto de las Pléyades del antiguo palacio abbadí.
     Del siglo XI conserva, como queda dicho, la triple arquería de herradura y las columnas califales, mientras que la ornamentación es de la época de Pedro I.
     En su rica yesería se perfila el más original muestrario de motivos mudéjares, combinándose con los de origen musulmán, atauriques, inscripciones cúficas o labores de lacería, los de procedencia cristiana, pámpanos, roleos, siluetas de aves, con aquellos otros, mucho más orientalizantes, inspirados en los tejidos persas como los pavos reales que aparecen en las enjutas y que dan nombre al arco, de los Pavones. Tales figuras de aves, así como las que se disponen en el friso inferior se han relacionado con las representaciones de aves del Palacio de Tordesillas. Se completa la estancia con el zócalo de azulejos mudéjares y los restos de la solería original, restaurados ambos elementos en 1896 por José Gómez de Otero con cerámicas de los talleres de los Hermanos Jiménez. Durante la década de los ochenta del presente siglo se volvieron a restaurar algunos pavimentos con piezas de cerámica vidriada en blanco y verde (Juan Carlos Hernández Núñez, Alfredo J. Morales. El Real Alcázar de Sevilla. Scala Publishers. Londres, 1999). 
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