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Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero, para conmemorar los 800 años de la Torre del Oro

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martes, 24 de noviembre de 2020

La Capilla de la Virgen de la Antigua, en la Catedral de Santa María de la Sede

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte  Sevilla, déjame ExplicArte la Capilla de la Virgen de la Antigua, en la Catedral de Santa María de la Sede, de Sevilla.
   Hoy, 24 de noviembre, es el aniversario de la Coronación Canónica de Nuestra Señora de la Antigua (24 de noviembre de 1929), así que hoy es el mejor día para ExplicArte la Capilla de la Virgen de la Antigua, en la Catedral de Santa María de la Sede, de Sevilla.
   La Catedral de Santa María de la Sede  [nº 1 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 1 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la avenida de la Constitución, 13; con portadas secundarias a las calles Fray Ceferino González, plaza del Triunfo, plaza Virgen de los Reyes, calle Cardenal Carlos Amigo, y calle Alemanes (aunque la visita cultural se efectúa por la Puerta de San Cristóbal, o del Príncipe, en la calle Fray Ceferino González, s/n, siendo la salida por la Puerta del Perdón, en la calle Alemanes); en el Barrio de Santa Cruz, del Distrito Casco Antiguo.
     En la Catedral de Santa María de la Sede, podemos contemplar la Capilla de la Antigua [nº 048 en el plano oficial de la Catedral de Santa María de la Sede]; Cuando estaba dedicada a san Pedro albergó los altares de la Virgen de la Antigua (capilla de san Pedro) y de la Alcobilla, es decir, de la qubba que fue mihrab de la aljama. Sus patronos, entre otros muchos clérigos, han sido los arzobispos Hurtado de Mendoza, Zúñiga y Avellaneda y Salcedo y Azcona, que en ella están enterrados (Alfonso Jiménez Martín, Cartografía de la Montaña hueca; Notas sobre los planos históricos de la catedral de Sevilla. Sevilla, 1997).
     El Cardenal Diego Hurtado de Mendoza había tenido la iniciativa de ampliar la Capilla de la Virgen de la Antigua, obra de Alonso Rodríguez. Tras su fallecimiento en 1502, las obras continuaron para concluirse en 1504. Hasta que Doménico Fancelli labró el sepulcro en 1508, sus restos estuvieron depositados delante de la Virgen (Teodoro Falcón Márquez, El edificio gótico, en La Catedral de Sevilla. Ediciones Guadalquivir, Sevilla, 1991).
   En 1533, las halagüeñas perspectivas de la edificación aumentaron el interés constructivo de los capitulares, decidiéndose entonces convertir el postigo de la Capilla de la Antigua «en una puerta tan granbde quanto se pue­ da abrir e que sea muy bien fecha y obrada por traza de maestro».
   Un mes después se decidió «fazer el escalera de la sacristía de la Antigua» y romper «la pared por donde parescio que noavia ruina». Aunque no está claro que las mencionadas obras fuesen en realidad una sola, si es seguro que en todas ellas intervino Diego de Riaño. Cabe pensar que la finalidad de dichas obras fuese eminentemente funcional, aunque no puede descartar­ se la posibilidad de que se pretendiese una renovación estilística del recinto, tendente a emular el sepulcro del cardenal Hurtado de Mendoza, instalado por Fancelli algunos años atrás. De esta posible operación renovadora, en la que habría que incluir la construcción de una nueva reja, nada se ha conservado, debido a las muchas transformaciones efectuadas desde fines del siglo XVI y especialmente en el XVIII, a excepción de la portada lateral. El diseño de esta correspondió indudablemente a Riaño, aunque en la construcción debió participar Martín de Gainza. Las fechas precisas de la obra se desconocen, aunque gracias a Luis de Peraza puede asegurarse que se trabajaba en ella en 1535. Este historiador sevillano indica que las columnas «de fino jaspe verde» que figuran en la portada «solían estar debajo de los púlpitos del Evangelio y Epístola del altar mayor». Esta noticia -probablemente cierta habida cuenta de la finalización por aquellos años de los nuevos púlpitos del citado altar explica el reducido fuste de las columnas, lo que obligó al arquitecto a elevarlas sobre un doble pedestal y a situar sobre los capiteles dados de entablamento. De enlace cromá­tico con las columnas funcionan los tondos de las enjutas. En el ático de la portada, además de los temas figurativos -San Pedro y San Pablo en los extremos, la Adoración de los Pastores y el Padre Eterno, en el centro, es de destacar la utilización de volutas que permiten enlazarlo con el cuerpo inferior. El vano de ingreso es un arco abocinado por sus dos frentes, cuyos intradoses se decoran con grutescos y con imágenes de los apóstoles. Compositivamente la portada es de una gran novedad, si bien muchos de sus elementos son si­milares a los utilizados por Riaño en otras ocasiones. Además hay que considerar la incidencia de esta portada en las obras de Martín de Gainza, especialmente en la Capilla Real. El esquema de aquella pudo ser tenido en cuenta a la hora de diseñar las hornacinas en que hoy se encuentran los sepulcros de Alfonso X y Beatriz de Suabia. De la misma manera, la presencia de los apóstoles cubriendo el intradós pudo dar lugar a los Reyes de Judá del arco de ingreso a la Capilla. Como idea general pudo servir, asimismo, de base para una de las credencias que figuran en las capillas laterales del mismo recinto. Pasando ya a analizar individualmente los elementos pueden establecerse conexiones entre los capiteles de esta portada y los de las hornacinas antes citadas; entre las ménsulas en que descansan los apóstoles del intradós y las que sirven de apoyo a las tribunas altas de la Capilla; entre las veneras que cubren a los apóstoles y las que coronan a las figuras situadas en los grandes balaustres que articulan el interior de la misma (Alfredo J. Morales, La arquitectura de la Catedral de Sevilla en los siglos XVI, XVII y XVIII, en La Catedral de Sevilla. Ediciones Guadalquivir, Sevilla, 1991).
   El Sepulcro del Cardenal Dº Diego Hurtado de Mendoza, se halla en el paramento, lado del Evangelio, de la Capilla de la Virgen de la Antigua.
   Es del tipo de mausoleo parietal, marmóreo alabastrino, y se compone de varias partes: un gran arco de medio punto, apilastrado y decorado con candelieri, rematado por una robusta imposta surmontada por flameros abalaustrados y cabecitas de ángeles alados a manera de acróteras; en las enjutas los escudos del Prelado.
   Inscrita en él, otra ordenación también en arco semicircular, casetonado en su intrados, sobre dos columnas con fustes retallados. Entre estas dos composi­ciones, seis pequeñas hornacinas aveneradas con estatuas de dos Apóstoles (Santiago el mayor y San Felipe?), los Santos Pedro, Pablo, Juan Bautista y un mitrado.
   Bajo este arco, un opulento catafalco, con la escultura yacente del cardenal arzobispo, revestido de pontifical, según costumbre litúrgica, con Mitra, Casulla, Tú­nica y Tunicela; las manos unidas oracionalmente.
   En el muro del fondo, varias escenas; en el tímpano alto relieve de la Ascensión del Señor y bajo él otros tres más pequeños representando la Resurrección, Santa Ana maestra de la Virgen y la Madonna con el Niño en brazos; en un pequeño friso, guirnaldas y dos bajorrelieves con figuras angélicas?, de busto.
   En un podio bajo, el epígrafe dedicatorio y dos medias imágenes femeninas, también un relieve efigiando la Justicia y la Caridad (la Templanza?, la Providencia?), además de escudos.
   Enjoyando todo el conjunto, una profunda decoración con sentido de «horror vacui», matizada por los referidos candelieri, flores, frutas, etc.
   Consta que el sepulcro fue encargado por el Conde de Tendilla, D. Íñigo López de Mendoza, hermano del Cardenal, fallecido este en 1502; y que se ejecutó en Génova entre 1508-9, asentado un año después.
   Según Ceán Bermúdez, fue construido por el maestro Miguel Florentín, afirmación aceptada por Gestoso y duramente rebatida por Gómez Moreno, quien lo asigna a Doménico Alesandro Fancelli de Settignano, autorizado juicio que ha sido admitido unánimemente por la crítica histórico-artística, por las calidades finísimas del plateresco toscano y por comparación con varias obras suyas análogas en Castilla y Andalucía. Se le ha puesto en relación con el mausoleo que Mino da Fiesole y Giovanni Dalmata ejecutaron en el Vaticano, para el Papa Paulo II.
   La huella artística y la categoría estética del sepulcro sevillano fue extraordinaria en los ambientes local, regional y aún nacional; era la presencia del renacimiento italiano, de carácter clásico, para relacionar con el otro renacimiento norteño, epílogo de la evolución de lo medieval, representado en la propia Catedral por Lorenzo Mercadante de Bretaña, que laboraba cincuenta años antes. Así, pues, los sepulcros de los cardenales Cervantes y Hurtado de Mendoza, situados en capillas vecinas, fueron algo más que vanidad humana: hitos fundamentales en dos polos de la cultura europea.
   Estatuaria de la Portada lateral de la Capilla de la Virgen de la Antigua: esta portada, labrada por Martín de Gainza o Hernán Ruiz II, contiene un importante programa iconográfico.
   Se compone de cuerpo y  ático. El primero  inscribe un vano en arco de medio punto, en cuya entrada se sitúan en altorrelieve seis figuras de los Apóstoles, Santos Juan Evangelista, Santiago el Menor, Tomás, Santiago el Mayor, Andrés y Felipe.
   En el amplio y elegante ático, relieve de la Natividad del Señor, situado sobre el entablamento y flanqueado por las estatuas de San Pedro y San Pablo.
   En el tímpano del frontón, el Padre Eterno y, como acróteras, tres flameros abalaustrados, sostenidos por dos figuras masculinas desnudas a manera de atlantes.
   Según Ceán Bermúdez todo ello lo labró el escultor y rejero Juan López, rematándolo su hijo y su yerno en 1568-71. 
   Retablo y esculturas de la Capilla de la Virgen de la Antigua; es de mármoles y jaspes. Documentalmente sabemos que se había de «... labrar y fabricar de nuevo un retablo de piedra siguiendo el que está», según diseño y trazas de Pedro Duque Cornejo y Roldán, «... de piedra de­ jaspe... a  imitación  de la que hoy tiene lo que está puesto en el altar de dicha santa imagen».
   El retablo en lo que ahora se hiciera, parece lo ejecutó Juan Fernández Iglesias y las esculturas marmóreas quedaron a cargo de Duque Cornejo. Está distribuido horizontalmente en dos cuerpos con hornacinas y parejas de columnas corintias acanaladas verticalmente, de indudable gusto clasicista. Ángeles sobre los frontones y unas cartelas de remate que recuerdan las de Duque. Es poco expresivo de la tarea de este maestro, en el momento cumbre de su producción  (1733-34-38), posiblemente un arreglo, mejora o adaptación de algo ya existente.
   Allí se veneran varias imágenes pétreas, originales de Duque Cornejo. A derecha e izquierda de la efigie de la Titular, los Santos Joaquín y Ana, padres de la Virgen; sobre las respectivas hornacinas, sendas cartelas con medias figuras de las Santas Justa y Rufina. El segundo cuerpo contiene las esculturas del Salvador y de los Santos Juanes Bautista y Evangelista. Ángeles alados sobre el frontón triangular, con cuernos de la­ abundancia y rematando las Virtudes Teologales. Destacan las estatuas del Salvador, Santa Ana y el Bautista, inspiradas -ropaje y expresión- en lo sevillano; las de San Joaquín y el Evangelista, son inferiores. Las Virtudes no han podido ser analizadas por falta de luz ¿Modelaría también Duque la Santa Faz de plata de la portada del Sagrario de este retablo?. El Crucifijo de marfil se atribuye a Cortezo, pero Ceán (Descripción...) no dice sino correcto (José Hernández Díaz, Retablos y esculturas, en La Catedral de Sevilla. Ediciones Guadalquivir, Sevilla, 1991).
   Antón Pérez actuó sobre la Virgen  de la Antigua desde finales de julio de 1547 hasta mediados de mayo del año siguiente este maestro restauró el retablo de la Virgen de la Antigua. Con tal motivo intervino a fondo sobre el mural de la Virgen, situado todavía en su primitivo emplazamiento. Al­ poco tiempo de iniciar este trabajo, en la segunda semana de agosto, le pagaron el importe de los setecientos panes de oro que destinaba al retablo y a la corona­ de la Virgen. Unos meses después, el  16 de noviembre, recibe 5.625 maravedíes «en quenta de lo que se adereza en la ymagen de Nuestra Señora El Antigua", abonándosele el 8 de diciembre 30 ducados por ese mismo concepto. Tasadas sus actuaciones en el retablo y en el mural la cuarta semana de mayo del año siguiente, al pagársele el 27 de ese mismo mes los 28.125 maravedíes que aún se le debían, expresamente se dice que se los abonaban, entre otras cosas, «por lo que pintó en la ymagen de Nuestra Señora El Antigua..." 
 Trasladado el mural la noche del 7 al 8 de noviem­bre de 1578 a su actual emplazamiento, con tal motivo es de suponer que «refrescarían» de nuevo la pintura, que sin duda volverían a «renovar» cuando en 1734 se le adicionó un nuevo retablo. Aunque de haberse efectuado esas restauraciones lo lógico es que se hubiera alterado, aunque fuera parcialmente, lo realizado en el siglo XVI, en algunos sectores del mural aún se detecta con toda claridad la intervención llevada a cabo en 1547 por Antón Pérez. De éste son, creo, los tres ángeles de la parte superior; figuras típicas de mediados del siglo XVI que nada tienen que ver estilísticamente con el resto del mural y que presentan, por el contrario, grandes similitudes con las que aparecen en obras de Antón Pérez. Constando que éste intervino sobre la corona de la Virgen -oculta en la actualidad por la de pedrería con la que la coronaron canónicamente el 24 de noviembre de 1929- no  debe resultar extraño que hiciera lo mismo con los ángeles situados a su alrededor, que más que restaurar, pintó de nuevo de acuerdo a su estilo, no al del mural. Incorporadas rápidamente, no obstante, estas figuras de Antón Pérez a la iconografía de la Virgen de la Antigua, la fidelidad con que se reproducen en las numerosas copias que a partir de mediados del siglo XVI se hacen de la Virgen testimonia su armoniosa e irreversible fusión con el resto del mural (Juan Miguel Serrera, Pinturas y pintores del siglo XVI en la Catedral de Sevilla, en La Catedral de Sevilla. Ediciones Guadalquivir, Sevilla, 1991).
   Una réplica de la Virgen de Belén, de Alonso Cano, que preside la Capilla del mismo nombre de la propia Catedral, la encontramos en la sacristía de la Capilla de la Antigua.
   Un San Fernando que se encuentra en la Sacristía de la capilla Virgen de la Antigua es obra interesante que pertenece a un desconocido pintor que sin embargo posee un estilo muy característico y personal. Puede situarse la ejecución de esta pintura en los últimos años del siglo XVII o en los primeros del XVIII.
   La capilla de la Virgen de la Antigua de la Catedral aparece revestida en sus muros por un amplio conjunto pictórico de gran formato, realizado por Domingo Martínez entre 1734 y 1738. Nació en Sevilla Martínez en 1688 y en esta ciudad murió en 1749. Se formó en la tradición del arte de Murillo, aunque hacia 1730 su estilo recibió influencias de los pintores franceses de la Corte de Felipe V, que en aquella fecha residía en Sevilla. El espíritu murillesco y la elegancia de la pintura francesa configuraron en Martínez un arte perso­nal y atractivo con el que dominó el panorama pictórico sevillano a lo largo del segundo cuarto del siglo XVIII.
   La realización de las pinturas de la capilla de la An­tigua se llevó a cabo a expensas del entonces Arzobis­po de Sevilla D. Luis de Salcedo y Azcona, quien por devoción a la Virgen mandó construir en la capilla su sepulcro. El conjunto pictórico que recubre las paredes de este recinto narra la leyenda de la Virgen de la An­tigua estando realizados los principales episodios en composiciones de gran formato horizontal. Por otra parte estas pinturas se encuentran situadas a gran altura por lo que, unido a la escasa iluminación de la capilla, no han podido ser nunca bien estudiadas. De todas formas en aquellas a las que se ha podido acceder directamente a su contemplación se advierte una técnica apresurada y débil, muy inferior en calidad a la que normalmente alcanza ese pintor. Por otra parte parece ser cierta la afirmación de Ceán Bermúdez cuando señala que en la realización de este conjunto pictórico participó el pintor Andrés Rubira como colaborador de Martínez.
   En el muro izquierdo de la capilla se encuentra, en su parte alta, La aparición de la Virgen de la Antigua a los musulmanes a través de un muro que la ocultaba. Representa esta pintura el momento en que, al levantar los musulmanes un muro en la mezquita sevillana para tapiar la imagen de la Virgen, percibieron aterrados cómo dicha imagen se transparentaba con grandes resplandores a través del muro.
   Debajo de esta obra anterior se encuentra La Traslación de la imagen de la Virgen de la Antigua, escena que plasma la ceremonia acaecida en 1578 en la que la pintura de la Virgen fue instalada en su actual emplazamiento en la Catedral. Con ayuda de un ingenio accionado con poleas la imagen fue colocada en su capilla en presencia del arzobispo Cristóbal de Rojas y Sandoval, el Duque de Medina Sidonia y del Conde de Barajas, entre otras gentes principales. En el rostro del arzobispo parece que Martínez  ha captado el retrato de D. Luis Salcedo y Azcona, patrono de la capilla.
   Otras pinturas de tamaño menor figuran también en este muro, representándose en ellas a San Leandro, San Laureano, Sor María de Ágreda, y El Venerable Contreras presentando cautivos redimidos a la Virgen. Esta última pintura es totalmente ajena al estilo de Martínez y por otra parte de muy escasa calidad; debió de se colocada con posterioridad a la realización de este conjunto pictórico con la intención de completar su iconografía.
   Cuatro pequeñas tablas con formato ovalado que re­presentan Santos que llevan el nombre del arzobispo patrono de la capilla completan la decoración de este muro. Son San Luis de Francia, San Luis de Tolosa, San Luis Gonzaga y San Luis Beltrán.
   En el lateral derecho de la capilla figura en la parte alta La caída del muro que ocultaba a la imagen de la Virgen de la Antigua, donde se representa el hecho prodigioso del derrumbamiento del muro que los musulmanes habían levantado para sepultar la imagen, quedando ésta al descubierto. Este suceso acaeció cuando Sevilla estaba sitiada por las tropas de San Fernando, lo que según la leyenda fue interpretado por los musulmanes como un mal presagio. 
 Debajo de la anterior pintura se encuentra La visita nocturna de San Fernando a la Virgen de la Antigua en la cual se describe el episodio sucedido durante el cerco de  Sevilla por las tropas cristianas. San Femando logró burlar por la noche la vigilancia de los musulmanes, consiguiendo entrar en la ciudad e introducirse en la mezquita para orar ante la imagen de la Virgen la Antigua, allí custodiada.
   El resto de las pinturas que figuran en el muro derecho de la capilla efigian a San Carpóforo, San Isidoro y el Doctor Duns Scoto. Otras dos obras pictóricas que se encuentran en este muro y que representan a San Diego de Alcalá curando enfermos y Cristo curando al ciego, son obras ajenas al estilo de Martínez. Igualmente hay que precisar  que las representaciones en óvalo que figuran en la parte baja de este muro y que efigian a San Fernando, Santa Florentina, San Hermenegildo y San Abundio, son obras de finales del siglo XIX , puesto que fueron pintadas en sustitución de los originales de Martínez que se perdieron en un incendio producido en la capilla en el año 1889.
   En la Sacristía de esta capilla de la Virgen de la Antigua se conservan otras dos pinturas de Domingo Martínez, formando pareja. Representan un Milagro de la Virgen de la Antigua, en el que un niño es salvado al caerse por un balcón y un Milagro de San Diego de Alcalá, en el que este santo salva a un niño de morir abrasado en un horno. Ambas son obras típicas del estilo de Domingo Martínez, aunque de secundaria calidad.
   Francisco Preciado de la Vega fue un pintor sevillano nacido en 1712; realizó su formación en su ciudad natal en el taller de Domingo Martínez y una vez concluida, a los veinticinco años, marchó a  Roma en 1737, donde residió ya el resto de su vida hasta 1789 , fecha de su fallecimiento.
   En la Sacristía de la Virgen de la Antigua se conserva una buena pintura de este artista, realizada en Roma y regalada a la Catedral por el arzobispo D. Alonso de Llanes. Se representa en ella al Venerable Contreras en calidad de proteger a unos niños cautivos. Las figuras que protagonizan esta escena muestran las fisonomías amables y delicadas, habituales en la producción de este artista, que adolecen claramente de fuerza expresiva. La escena se enmarca en la dere­cha con solemnes elementos arquitectónicos, mientras que a la izquierda se abre a un paisaje arbolado que enmarca una profunda perspectiva.
   Una  pintura que se conserva en la sacristía de la Virgen de la Antigua, que representa a San Blas y que se encuentra atribuida a Vicente Carducho. Fue este pintor el más importante de cuantos estuvieron activos en Madrid a lo largo del primer tercio del siglo XVII. Nació Carducho en Florencia en 1576, llegando muy joven a España, donde se formó al lado de su hermano Bartolomé, que era pintor del rey Felipe III, cargo que él mismo ostentó desde 1609 hasta su muerte acaecida en Madrid en 1638. En esta pintura de San Blas destaca el buen dibujo de la figura del Santo Obispo, cuya presencia solemne y monumental contrasta con la amable presencia del niño que aparece a su lado recibiendo su protección.
   De la escuela flamenca del siglo XVII, en la Sacristía de la Virgen de la Antigua se encuentran dos cobres que narran La partida del hijo pródigo y El regreso del hijo pródigo, obras pertenecientes a un artista anónimo de segundo orden, fechables en la segunda mitad del siglo XVII. En la misma Sacristía se localizan una serie de seis cobres que narran episodios de la vida de la Virgen, obras anónimas de desigual calidad de mediados del siglo XVII (Enrique Valdivieso, La pintura en la Catedral de Sevilla, siglos XVII al XX, en La Catedral de Sevilla. Ediciones Guadalquivir, Sevilla, 1991).
   En la Capilla de la Virgen de la Antigua encontramos una vidrieras, en la que se representa a San Fernando, según diseño de José Gestoso, realizada por la casa Zettler, en un vano alargado, terminado en forma de medio punto con unas dimensiones de 7'50 x 2'20 m. realizada en el último 1/4 del siglo XIX (Víctor Nieto Alcaide, Las vidrieras de la Catedral, en La Catedral de Sevilla. Ediciones Guadalquivir, Sevilla, 1991).
   No sobresalen por sus valores escultóricos las puertas del presbiterio de la Capilla de la Antigua. Son los materiales en que están ejecutadas las que les otorgan especial significación. Las puertas de la Capilla de la Antigua, en comunicación con la sacristía de la misma y con una alacena, son de ébano, carey e incrustaciones de bronce. Su construcción hay que situarla en tomo a 1738, año en que se completó la decoración de la capilla a expensas del arzobispo Don Luis de Salcedo y Azcona, quien la había elegido como lugar de su enterramiento. 
   Un origen civil tiene otra serie de sillas utilizadas también por el arzobispo. Algunas se colocaban ante el altar mayor durante las ceremonias que presidía el prelado, otras, sin embargo, figuraban en las procesiones a las que el arzobispo asistía. Estas últimas reciben el nombre de sillas de respeto, identificándose por las cuatro asas que permitían a los servidores su traslado. De estas sillas se conserva un ejemplar, en bastante mal estado, en la sacristía de la Capilla de la Antigua. Corresponde a comienzos del siglo XIX, presentando asiento y respaldo de tela blanca bordada en oro. Las patas son cabriolé y el respaldo con caída se corona por un copete de hojarasca rodeado por una mitra. En los laterales del asiento presenta las cuatro asas de bronce características.
   De mayor interés es otra silla, también conservada en la sacristía de la Antigua. Su estructura  corresponde a la de un frailero, pero sus líneas son más movidas y su decoración más abundante. Por fortuna existe en el Archivo de la Catedral un dibujo coloreado de dicha silla, pero sin firma ni fecha. A pesar de ello creo que puede identificarse con la que se documenta como de Pedro Gómez en 1682. La nota documental, demasiado escueta, nada indica sobre la forma y características de dicha silla, por lo que me baso para la identificación en razones de estilo. La estructura básica del frailero se ha complicado en esta silla al curvar­se algunos elementos, tales como los brazos, patas y chambranas. Asimismo la ornamentación se ha incrementado tanto en las chambranas como en los apoyos de los brazos, en donde figuran sirenas, y en el copete. En el dibujo éste presenta una mitra, báculo y cruz patriarcal, que la obra definitiva no tiene. Por el contrario, la silla cuenta con una chambrana posterior que en el dibujo no existe. Tanto ésta como la delantera se organizan mediante carnosos tallos vegetales rodeando una amplia cartela, en similar esquema al del copete. La parte inferior de las cuatro patas se decora con una hoja de acanto, mientras el resto de su superficie presenta una labor imitando escamas. En el dibujo aparecen asiento y respaldo almohadillados y decorados por bordados florales, pero ninguno de los dos se conserva. En la actualidad presentan un tejido de seda en color celeste, a la manera de las sillas de cadera. En el proceso de sustitución se eliminarían las cuatro asas, que sí figuran en el dibujo, y que permitían transportar la silla en la forma y circunstancias anteriormente comentadas.
   Son muchas las rejas existentes en la catedral sevillana. Algunas poseen un indudable valor artístico producto de su estructuración y ornamentación y de proporciones monumentales, como las del altar mayor y la principal de la Capilla de la Antigua. 
   La reja más interesante de la segunda mitad del siglo XVI, por las numerosas incidencias de su construcción, es la principal de la Capilla de la Antigua. Existe un gran confusionismo sobre ella, debido a las numerosas referencias documentales que se conservan. Las primeras noticias corresponden a 1533, cuando fray Francisco de Salamanca solicitó permiso al Cabildo  para regresar a su tierra y éste acordó darle más trabajo, siendo uno de ellos el de la reja de la Antigua. Dos años más tarde se encargó a varios canónigos que vieren «el debuxo questa fecho de la rexa» para que iniciaran los trámites de su construcción. Nada se debió resolver, pues  en 1553 se insiste en la idea de revisar las trazas y mode­los de la citada reja. Al siguiente año se solicitó un nuevo diseño a un tal «Miçer Antonio», que Gestoso supone sea Antonio Florentín. Tampoco en esta ocasión debió iniciarse la obra, pues ninguna noticia documental existe al respecto. Al fin, en junio de 1565, se firmó contrato con el rejero Juan López, vecino de Granada, para que construyese la reja conforme al modelo de Hernán Ruiz el cual es posible que guardara alguna relación con el dibujo del folio 113 del manuscrito de arquitectura del maestro cordobés. Lo más interesante del contrato es una de las cláusulas finales en que señalaba que la reja cerraría «todo el arco dende el suelo hasta arriba... apartada de la pared espasio de un pie... y.... a... las espaldas del tabernáculo de la ymagen de nuestra señora donde esta pintado el bienaventurado san Christoval... cubriendo todo lo hueco de todo el arco como si el dicho tabernáculo no estuviera en el dicho arco». Con ello se indicaba que la reja se situaría por delante del muro en que ambas imágenes estaban pintadas, dejando una distancia pru­dencial entre ambos.
   La construcción de la reja debió iniciarse de inme­diato, pues en los Libros de Fábrica, a partir de 1568, se suceden los pagos a Juan López y a diversos mercaderes suministradores de hierro y de otros metales. Las noticias correspondientes a 1570 y 1571 indican que buena parte de los elementos estructurales se habían ya realizado. Pero al llegar 1572 las noticias escasean y las pocas existentes no hablan ya de Juan López, sino de Juan Barba y Francisco López. Este cambio de artistas hace suponer que el primero de ellos hubiera fallecido o regresado a su tierra y que los dos últimos tuvieron que continuar la tarea interrumpida. Esta circunstancia retrasaría el proceso constructivo y sería causa de las numerosas dudas respecto a la obra, por lo que en la reunión capitular de 14 de octubre de 1573 se encargó a varios canónigos que tratasen con "maestro y officiales" sobre las trazas de la reja y encargasen un modelo. No hay constancia del resultado de tales charlas, si es que estas se produjeron, lo único cierto es que las noticias sobre la reja desaparecen en los años siguientes, prueba inequívoca de la paralización de su construcción. Mientras tanto se encargó al rejero Juan Barba la adaptación de un arca de hierro como cepillo y la construcción de otra, con idéntica finalidad. Para la primera hizo un balaustre, que serviría de soporte, y otros aparejos con que asegurarla a la pared. En la segunda repitió el modelo anterior, con diferentes proporciones, incorporándole un balaústre, unos canes y tornapuntas para reforzarla. Todas estas labores, efectuadas en el segundo semestre de 1572, se construyeron en hierro, siendo posteriormente doradas y policromadas por el pintor Antón Pérez. Nada que­ da, sin embargo de estas labores pictóricas, pues aunque ambos cepillos se conservan próximos a los altares de la Asunción y de Santa Bárbara, junto a las puertas de Palos y de Campanillas, aparecen actualmente pin­tados de negro.
   Posiblemente por estas mismas fechas estuviese ya sopesando el Cabildo la posibilidad de efectuar el traslado del muro en que estaba pintada la Virgen de la Antigua, operación que se produciría en 1578. Curiosamente en abril de este año se acuerda que no se haga la reja "hasta que se pase la ymagen y se bacie el pilar donde esta y se ponga lo questa hecho de dicha reja". Así se debió hacer, pues una vez concluido el traslado vuelven las referencias a la obra de la reja. Una que corresponde a fines del citado año cita a Juan Barba en un pago por "una traviesa de hierro para hazer fuerte lo alto de la rexa". En 1586 se asentaron los dos cuerpos bajos de la reja, a la que aún faltaban muchos elementos. El aspecto de lo construido, una vez en su emplazamiento, no debió agradar al Cabildo, que decidió pedir a su maestro mayor Asensio de Maeda una rectificación del diseño. Así se hizo, y en junio de 1591 se ordenó a Juan Barba deshacer algunos elementos y construirlos nuevamente, según las trazas actualizadas. La operación fue rápida y dos años más tarde se labraba el jaspe que había de servir de pedestal al primer cuerpo, el cual fue trasladado desde el taller a la iglesia en mayo del mismo año. Allí fueron limpiadas las piezas antiguas, con objeto de que no existiesen diferencias con las nuevas, que aún se continuaban elaborando. Pero la obra fue nueva­ mente paralizada cuando se labraban los balaústres del tercer cuerpo. Al parecer falleció Juan Barba y se hizo preciso buscar un nuevo maestro rejero, lo cual parece que aún no se había resuelto en 1598, cuando el Cabildo acordaba, una vez más, que se con­tinuase la reja. El artista encargado de completarla fue Rodrigo de Segovia, quien fallecería en 1601, cuando se iniciaban las tareas de dorado y pintura por Juan de Salcedo. Así pues, la construcción de la reja principal de la Capilla de la Antigua duró más de setenta años. De ella hubo, al menos, cuatro proyectos correspon­dientes a Fray Francisco de Salamanca, Miçer Antonio, Hernán Ruiz II y Asensio de Maeda, siendo la obra final el resultado de las reformas introducidas por el último en las trazas de su antecesor. En la construcción intervinieron Juan López, Juan Barba, Francisco López y Rodrigo de Segovia, además de los oficiales, ayudantes, peones y demás personas de sus respectivos talleres.
   En la misma capilla de la Antigua hay una reja, de menores proporciones, correspondiente a la portada lateral que comunica con el crucero del templo. Es una obra concertada en 1605 por Hernando de Pineda y diseñada por Miguel de Zumárraga, en aquel tiempo aparejador y maestro mayor interino de la Catedral. Lo más interesante de ella es que en la misma se aprovecharon elementos de una obra anterior, tal es el caso de los balaústres lisos de las puertas y de los cuatro ba­laústres del coronamiento. En esta ocasión, en vez de fundirse las piezas antiguas y aprovechar el hierro en la obra nueva, como era frecuente, se prefirió reutilizarlas después de limarlas y pulirlas hasta dejar­ las con el aspecto de las recién construidas (Alfredo J. Morales, Artes aplicadas e industriales en la Catedral de Sevilla, en La Catedral de Sevilla. Ediciones Guadalquivir. Sevilla, 1991).
   De entre el mecenazgo artístico por parte de la bur­guesía sevillana, entre otros ejemplos se pueden recordar la araña de plata que el mercader Juan de Ochoa regala a la Capilla de la Antigua. 
   Como ejemplo de la fundición de piezas de plata antigua, el 26 de junio de 1769 el Cabildo metropolitano  acordaba que todas las alhajas de plata inservibles de la Capilla de Nuestra Señora de la Antigua se refundiesen en otras nuevas. Cuando el donante toma conciencia de esta costumbre tratará por todos los medios de defender la permanencia de sus legados y a partir del siglo XVIII impuso como condición a los Cabildos que las obras que costeaba no podían deshacerse ni consumirse (Jesús M. Palomero Páramo, La platería en la Catedral de Sevilla, en La Catedral de Sevilla. Ediciones Guadalquivir. Sevilla, 1991).
   Se remonta a los primeros años del Templo catedralicio actual la existencia de un órgano en la Capilla de Ntra. Señora de la Antigua, si bien el tama­ño de los instrumentos de esta capilla fue siempre sensiblemente inferior a los de las dos capillas anteriores. Desde que en 1486 se encarga a fray Juan (el organero que construyó en 1478 el órgano del Coro) el «reparo de los órganos pequeños de la Antigua», hasta 1903, año en que, D. Aquilino Amezua regala un nuevo «Positivo» para esta capilla y lo coloca en la cadereta exterior lateral del mueble del órgano del Coro del Sr. Deán que da frente a dicha capilla, pasando por el que en 1640 realizarán Francisco Franco y Claudia Ossorio y otros posteriores, siempre se acompa­ñarán con órgano, entre otros actos, los organizados ahí por el Cabildo, como determinadas misas, las «Salves» de los sábados, etc. (José Enrique Ayarra Jarne, La música en el culto catedralicio hispalense, en La Catedral de Sevilla. Ediciones Guadalquivir. Sevilla, 1991).
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