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jueves, 1 de diciembre de 2022

Los principales monumentos (Castillo, Ermitas del Cristo de la Humildad y Paciencia, de Sta. Eulalia, y de la Trinidad, Iglesia de San Martín, y Mezquita) de la localidad de Almonaster la Real, en la provincia de Huelva

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Huelva, déjame ExplicArte los principales monumentos (Castillo, Ermitas del Cristo de la Humildad y Paciencia, de Santa Eulalia, y de la Trinidad, Iglesia de San Martín, y Mezquita) de la localidad de Almonaster la Real, en la provincia de Huelva.
Ubicación
     Situada al Noroeste de la provincia de Huelva, en las estribaciones de la Sierra de Aracena. Limita al Norte con Cortegana y Jabugo; al Este, con Sta. Ana la Real, Alájar y Aracena; al Oeste, con Cortegana, Aroche y el Cerro del Andévalo; al Sur, con El Campillo, Zalamea, El Cerro y Cortegana.
Reseña histórica breve
     A la Edad del Bronce (3.000 a.C.) se remontan los primeros vestigios de poblamiento en esta zona de la Sierra.
     Pero los más abundantes corresponden a la época romana. Al decir del Profesor Luzón, los cimientos de la propia Villa de Almonaster se levantarían sobre un yacimiento romano. En la cerca del viejo Castillo pueden apreciarse numerosos sillares romanos, aunque todo ha quedad muy oculto bajo las obras medievales, y son romanos algunos de los restos arquitectónicos (columnas, capiteles y sillares), reutilizados en la construcción de la Mezquita. De la misma época es el notable yacimiento -aún por excavar- de Santa Eulalia, en el que destacan los muros que sirven de base al ábside de la Ermita. Se trata de los restos de un sepulcro turriforme del S. I, similar a la torre de los Escipiones de Tarragona.
     La población mantuvo su vigencia en la época visigoda, periodo en el que se edificó un monasterio en el solar de la Fortaleza. Los restos religiosos de esta etapa son muy interesantes, destacando el dintel de entrada , parte del iconostasis de la Iglesia, restos de un ara y un cimacio , todos ellos datables entre los S. V y VII. Según Alfonso Jiménez, restaurador y estudioso de la Mezquita, el actual nombre de la población procedería del topónimo árabe Al–munastyr , trascripción casi literal de su anterior nombre latino monasterium.
     El primer testimonio escrito de la existencia de Almonaster, corresponde al geógrafo musulmán Abu Ubaid al Bakri, en el 822 de nuestra era : “… el iqlin de al – Munastyr y los demás de la Kora de Isbilya recaudaron más de 35.000 dinares de la gibaya…” .
     Al llegar los musulmanes a España se cree que fue ocupada por Abd al Aziz, como toda la provincia de Huelva, cuando desde Sevilla realiza una campaña hacia tierras del Algarve, capitulando sin lucha la población y pasando a depender de los Walíes de Córdoba. En esta zona se asentaron beréberes, mientras que las zonas llanas fueron ocupadas por muladíes y mozárabes hispanos. En época del emirato de Córdoba, era Al-Munastyr una población importante de la comarca. Buena prueba de ello es la existencia de su cerca murada y, en su interior, la mezquita de la medina islámica, levantada sobre el antiguo edificio cristiano. Tras la descomposición del Califato, la Sierra de Huelva quedó bajo el domino del Reino de Taifas de Badajoz
     La invasión almorávide en su intento de unificar los reinos divididos, encontró fuerte resistencia en la Sierra onubense que se mantendrá independiente hasta que, en 1.111, cae en manos africanas. A mediados del XIII, toda la Sierra, está ya bajo dominio cristiano. Hacia 1.230, la Orden militar del Hospital incorpora Almonaster y otros pueblos de la comarca a la corona portuguesa, produciéndose durante el reinado de Alfonso III una importante repoblación que dejará huella en la gente del lugar.
      Al problema fronterizo surgido entre Portugal y Castilla por las “tierras del Algarbe” se pone fin con la intervención del Papa, decidiéndose en 1. 253, que estos territorios pasen a Castilla con la condición de que sean entregados en dote a la Infanta Beatriz, prometida en casamiento a Alfonso III, a excepción de los situados en la margen izquierda del río Guadiana, como línea fronteriza entre los dominios castellanos y los portugueses . Almonaster fue incluido en el alfoz o "tierra" de Sevilla.
     El 16 de diciembre de 1.279, en privilegio dado por Alfonso X El Sabio y confirmado posteriormente por su hijo Sancho IV El Bravo, el concejo de Sevilla cedió los lugares de Almonaster la Real y Zalamea al Obispo Don Remondo y al Cabildo hispalense a cambio de Puebla de Cazalla. Poco después, el 24 de mayo de 1.285, las dos ciudades quedaron como posesión exclusiva del Arzobispo. Aparece, por tanto, constituido un señorío episcopal en el territorio de realengo de la Sierra de Huelva, situación que se prolongará hasta 1.574.
     En este año, el Rey Felipe II, mediante Bula extendida por el Papa Gregorio XIII, separa a Almonaster de la Sede sevillana, ratificación que es otorgada por Real Cédula de 1.579. En 1.580, Felipe II dio una provisión para que el licenciado Álvaro de Santander se posesionara de la Villa y su Castillo, produciéndose la incorporación a la jurisdicción real. Poco tiempo después era vendida al príncipe de Salerno, Nicolao Grimaldo, quien a su vez pretendió vender la jurisdicción al marqués de La Algaba. No obstante los vecinos, mediante el servicio pecuniario conveniente, interpusieron recurso pidiendo a la Corona quedase realenga la Villa. Por Real Cédula de 10 de mayo de 1.580 es aceptada la petición vecinal, estipulándose el servicio y forma de pago, autorizándose al Concejo de la Villa para la recaudación por derrama y para empeñar bienes de propios en préstamos con los que atender a los pagos con la Real Hacienda. Al quedar realenga, la Villa tomó el sobrenombre de la Real, denominándose desde entonces Almonaster la Real.
     En el XVIII pierde de nuevo el carácter de realengo para transformarse en Villa de Señorío, perteneciendo a mediados de esta centuria a Don Gregorio del Valle Clavijo, ajeno a cualquier tipo de nobleza. A finales de este siglo, recupera de nuevo su condición realenga.
     Por Decreto de 27 de enero de 1822 se crea el marco administrativo de las Provincias, quedando Almonaster la Real integrada en la de Huelva.
     Durante el S. XIX, la localidad gozará de un periodo de expansión económica y social propiciado por la puesta en valor y explotación de sus importantes recursos mineros. La actividad minera decayó sensiblemente a lo largo de la segunda mitad del S. XX. En la actualidad, sólo el yacimiento de Aguas Teñidas presenta ciertas expectativas de futuro y parece inminente su puesta en explotación.
     El éxodo rural de los 60 y 70 afectó al Municipio que vivió durante esa época una crisis demográfica significativa en cuya salida final tiene mucho que ver la reciente creación del Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche. Su aparición ha dado lugar a una vía de escape en el aspecto económico en la que se conjugan el desarrollo notable en materia de infraestructuras para el turismo rural y la proliferación de explotaciones ganaderas e industrias vinculadas al cerdo ibérico, con el mantenimiento de tradiciones ancestrales en festividades, costumbres populares o gastronomía. Igualmente, la gestión y dinamización del patrimonio histórico artístico, como reclamo turístico y cultural, están contribuyendo al despegue económico de esta zona.
Patrimonio cultural y artístico
     Una de las principales señas de identidad de Almonaster la Real es su patrimonio etnológico, representado por su importantísimo ciclo festivo y por las expresiones folclóricas y musicales que en él tienen lugar.
     Las cruces de Mayo: Se celebran, desde tiempo inmemorial, en torno al primer domingo de mayo y suponen una manifestación cultural de primer orden que se concreta en la puesta en marcha de unos ritos ancestrales que, año tras año, se repiten con gran lucidez. El pique existente entre las dos Hermandades, el Llano y la Fuente , hace que la Fiesta esté muy arraigada entre los hermanos de cada Cruz y que cada vez sea mayor el esfuerzo por engrandecerla y por mantener más viva que nunca esta histórica festividad.
     Los momentos de la Fiesta: Abril, mes de las flores, Domingo de Chubarba (Último domingo de Abril), Tarde de las flores (Sábado de Cruces), Noche de los pinos (noche y madrugada del sábado), El Romero (Domingo de cruces), Lunes de Cruces (Romero Infantil), La Jira (Martes de Cruces).
     Las Aldeas de Aguafría y las Veredas celebran también esta ancestral fiesta durante los fines de semana anterior y posterior, respectivamente, a Almonaster. Ambas aldeas realizan una aportación importante y singular al folclore de estas Fiestas, manteniendo matices propios en los rituales y en los fandangos cruceros. Aguafría, además, aún coloca el “mayo” , símbolo de la antigua fiesta pagana, junto al monumento de la cruz.
     La Fiestas de la Cruz de Almonaster la Real están declaradas de Interés Etnológico e incluidas en el Catálogo General de Bienes Patrimoniales de Andalucía.
     El traje de  Serrana es una de las joyas etnológicas de este pueblo. Se utiliza casi de modo exclusivo en estas fiestas y son las mujeres las auténticas protagonistas de su lucimiento. Hace unos años, se recuperó el traje típico del Mayordomo y Diputados.
     Romería de Santa Eulalia: Es una de las manifestaciones religioso - festivas con mayor arraigo en toda la comarca serrana. De las más antiguas de España, según atestigua un documento de 1606 que se conserva en el Archivo Municipal, se celebra en Pascuas de Pentecostés, en torno al tercer sábado de mayo .
     El Fandango: Constituye la expresión musical por excelencia de este pueblo. Es Almonaster cun a d e seis estilos de este palo flamenco; estilos que se han guardado, como oro en paño, en las arcas del saber popular y que se manifiestan esplendorosamente en las dos fiestas antes reseñadas: el fandango de la Cruz, el de la Noche de los Pinos, el fandango repicao de las Veredas, el de Santa Eulalia (en sus dos modalidades: corto y largo) y el fandango aldeano, nacido en las aldeas de Calabazares y la Escalada. Estos dos últimos, bailables.
Recursos económicos y sociales
     La economía de los vecinos de Almonaster la Real ha estado marcada tradicionalmente por el medio físico. El aprovechamiento del terreno en materia forestal (extracciones de corcho y madera de pino y eucalipto), agrícola y ganadero (cerdo ibérico, ganado caprino, lanar, vacuno e incluso de lidia), han sido la base esencial de la economía de la localidad, que se ha visto apoyada en determinadas épocas, desde la antigua Roma hasta fechas cercanas, por la explotación de numerosos yacimientos mineros. En la actualidad, el aprovechamiento forestal, junto con el de la dehesa para la cría de cerdos ibéricos, son dos de los pilares de la economía local, fuertemente marcada, además, por el avance del turismo rural en la última década. Este hecho ha dado lugar a una expansión constante del sector servicios, tanto en materia de restauración como en la oferta hotelera, habiéndose convertido Almonaster en referente obligado en la Sierra en materia turística. El sector industrial se encuentra representado por pequeñas o medianas empresas, dedicadas, en gran parte, al cerdo ibérico y sus derivados cárnicos. Asimismo, el comercio se desarrolla a través de pequeñas empresas de índole familiar.
Gastronomía
     La situación geográfica de Almonaster la Real, el respeto y el mantenimiento de tradiciones culinarias ancestrales y los productos de primera calidad que se utilizan en los fogones, han dado lugar a un extenso abanico de posibilidades gastronómicas para los amantes del buen comer que se acercan por estos lares.
     El rey de la mesa, al igual que en todo el Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche, sigue siendo el cerdo ibérico. El jamón ibérico, la caña de lomo ibérica, así como todo tipo de carnes y sabrosas chacinas caseras, están presentes en las cartas de tapas y comidas de bares y restaurantes.
     El guiso de pobre, los adobados, la ensalada de orégano, la ensalada fina de Los Llanos, la sopa de olores, la sopa de Carnaval , … son algunos de los múltiples ejemplos de la aportación que este Municipio hace a la gastronomía serrana. La riqueza micológica de la zona hace que se haya extendido el consumo de setas en revueltos, tortillas o asadas, un manjar al alcance de pocos y del que los vecinos de toda la Sierra disfrutan periódicamente, gracias a la generosa Naturaleza.
     En el capítulo de los postres, las populares tortas del cura, los roscos, pestiños, rosas, magdalenas, quesos de cabra, miel,... son los principales atractivos en la mesa. Por último, añadir la singular contribución de los licores que, históricamente, se han fabricado y consumido en la localidad: el aguardiente, elaborado de forma totalmente artesanal en un alambique del principios del XIX, y los licores de guinda, de bellota, de castaña, etc. (Diputación Provincial de Huelva).
     Los primeros testimonios de poblamiento del término municipal de Almonaster la Real se remontan a la Edad del Bronce, a fines del III milenio a.C. y fueron hallados en el Cerro de San Cristóbal. Es importante la necrópolis de El Becerro, al sur de la población. Son abundantes y de gran interés los vestigios de época romana, destacando el yacimiento de Santa Eulalia, asentamiento protegido por una serie de fortificaciones en su perímetro, como la que se conserva al pie de la Sierra de Colmenar. Igualmente interesantes son los testimonios de época visigoda relacionados con un monasterio ubicado en el interior de la actual fortaleza, de donde vendría el topónimo actual de la población.
     De época musulmana datan ciertos lienzos de la muralla del castillo, así como la mezquita, de principios del siglo X. Las fuentes historiográficas árabes citan un Iqlim o distrito administrativo denominado al-Munastir, perteneciente a la Cora de Isbiliya (Sevilla), que podría corresponder con la actual población.
     A mediados del siglo XIII, Almonaster pasó a dominio cristiano. Sancho IV el Bravo, confirmando un privilegio dado por su padre Alfonso X al arzobispo don Remondo, dio a la Iglesia de Sevilla «el castiello e la villa que ha nombre Almonaster»; quedando así, desde ese año, la población en manos del Arzobispo y Cabildo de la Catedral Hispalense.
     Esta situación llegó hasta el año de 1574 en que Felipe II, desvinculó Almonaster de la Sede sevillana para incorporarla como tierra de realengo al alfoz de Sevilla y tomando desde entonces el sobrenombre de la Real. En 1580 fue enajenada del dominio real, pasando a manos de don Nicolás de Grimaldo, príncipe de Salerno. Sus vecinos lograron recuperarla en 1583 para jurisdicción real. La villa perdió de nuevo su carácter realengo a mediados del siglo XVIII, cuando pasó a propiedad de don Gregorio del Valle Clavija, recuperando de nuevo su condición realenga a finales de dicha centuria (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
           Es en Cortegana donde nace la carretera A-470 que, entre curvas, vistas panorámicas y masas forestales, conduce a Almonaster la Real. Es éste uno de los pueblos mejor conservados y más interesantes de todo el Parque Natural, que incrementa su atractivo con la larga y cambiante historia que atesora y con su disposición a ser frontera abierta a otras culturas. En Almonaster hubo un asentamiento romano, un monasterio visigodo, una comunidad islámica de cierta relevancia y, a partir del siglo XIII, una población cristiana sometida a diversas jurisdicciones, pues comenzó siendo señorío episcopal dependiente de la mitra sevillana, se convirtió luego en enclave nobiliario y terminó titulándose villa realenga. Con sus 2.000 habitantes, vive del aprovechamiento forestal, el turismo y la cría del cerdo ibérico.
     Se aconseja al visitante adentrarse a pie en el recinto urbano, para así poder admirar la armonía de las casas y el bello empedrado de las calles. Lo primero que aparece es la iglesia gótico-mudéjar de San Martín, templo del siglo XIV cuyas singularidades se concentran en la bóveda de cañón apuntado que recubre las tres naves y la portada del Perdón. Esta última surgió en 1530 como insólita muestra en la sierra de Aracena del estilo manuelino presente en las iglesias rurales del Alentejo. El escudo del cardenal don Alonso Manrique de Lara y un gran arco flanqueado por pináculos enmarcan el despliegue de frondas, figuras y signos.
     Desde el atrio de la iglesia se tiene la oportunidad de examinar la configuración del caserío. Y también la mezquita y el castillo ubicados en lo alto del cerro y la geometría ascendente de tejas y fachadas. Las calles Real y Jacinto Navas permiten contemplar algunos de los edificios de interés que se hallan dispersos por la villa e integran un rico patrimonio de viviendas populares (que exhiben en dinteles y ventanas adornos mudéjares, renacentistas y barrocos) y mansiones señoriales de diferentes épocas y estilos, que rematan sus tejados con chimeneas de inspiración oriental. Todos contribuyen a realzar la belleza y la armonía de un casco urbano que recibió la declaración de Conjunto Histórico Artístico en 1982.
     En la plaza de la Constitución se levanta el edificio del Ayuntamiento (siglo XIX), la capilla de la Trinidad, inmueble barroco de finales del XVIII, y también el palacio decimonónico que perteneció a don Miguel Tenorio de Castilla, secretario personal de la reina Isabel II. Cerca abre sus puertas en Centro de Interpretación Al-Ánda­lus y la Sierra, que informa sobre las manifestaciones del legado cultural árabe presentes en la comarca.
     Es preciso subir por una calle de pendiente pronun­ciada para llegar a la mezquita y al castillo. La mezquita, levantada a finales del siglo IX sobre los restos de una antigua basílica visigoda, confirma la importancia que tuvo en la comarca la población islámica asentada en la villa. Se inspira en modelos califales para organizar la distribución de los espacios interiores, entre los que destaca el oratorio, que posee cinco naves orientadas al muro de la qibla y un mihrab considerado como uno de los más antiguos de la península Ibérica. En la construcción de la sala se reutilizaron materiales de otras épocas: restos visigodos, así como columnas y capiteles romanos. Tras la conquista cristiana, se produjo un cambio de orientación del templo y se añadió un ábside y un pórtico con arcos de ladrillo. Asimismo, se alzó, junto al aljibe, una torre que aprovechó la fábrica del alminar islámico para configurar tres cuerpos rematados con balaustrada.
     También se reutilizaron restos romanos y visigodos en el castillo, que fue levantado en el siglo IX, reforzado por los almohades y reconstruido por los cristianos. Estaba circundado por una cerca amurallada que no sólo encerraba dentro de sus muros la medina, la aljama y el alcázar, sino que abarcaba toda la población. La actual planta dibuja un polígono irregular de 313 m de diámetro, con torres en las esquinas y en los lienzos más largos. Hoy el bastión parece como ensimismado en su propio letargo.
     Otros elementos relevantes reúne Almonaster: la fuente del Concejo (siglo XVIII), la plaza de toros alzada junto a la mezquita (siglo XIX) y una antigua tenería decimonónica a la que se accede por un puente de origen romano.
     A orillas del Odiel, en la dehesa de la Aguijuela, tiene Almonaster otro foco de interés artístico, centrado en la ermita de Santa Eulalia, que se sitúa a 22 km del caserío y a la que se llega siguiendo la carretera N-435 con dirección a la capital y desviándose a la altura del km. 184. Se edificó a finales del siglo XV aprovechando las ruinas de un edificio funerario romano del que se conservan, formando el ábside, los tres muros. Los sillares de granito pertenecen a la época imperial (siglo I d.C.) y componen un conjunto similar a la torre de los Escipiones de Tarragona. Se registra en los paramentos interiores de la ermita la presencia de pinturas murales del gótico tardío. Un coso taurino del siglo XVII y el yacimiento romano que se extiende alrededor del edificio religioso motivaron que el conjunto fuera declarado Bien de Interés Cultural.
     Pero Almonaster descuella también por las Jornadas de Cultura Islámica que se celebran en octubre y por la defensa de su rico patrimonio etnológico, expresado en la romería de Santa Eulalia y en la fiesta de las Cruces de Mayo, que pone de manifiesto la fuerza popular y la riqueza de las expresiones musicales y folclóricas. En las citadas jornadas, que fijan la mezquita como foco de discusión y análisis, se profundiza en el estudio de la presencia musulmana en la zona y se entablan diálogos sobre el acercamiento de culturas (Pascual Izquierdo, Un corto viaje a Huelva. Guíarama compact. Anaya Touring. Madrid, 2012).     
     El conjunto monumental, las fiestas de la Cruz y la romería de Santa Eulalia constituyen los grandes alicientes de este precioso pueblo de la sierra de Aracena.
Historia y visita     
     El nombre de Almonaster procede del árabe Al-munia, que significa "la fortaleza", aun­que su origen puede remontarse a la época de la dominación romana.
     En 1267, tras el Tratado de Badajoz firmado entre Castilla y Portugal pasó, como todas las poblaciones de la margen derecha del Guadalquivir, a depender de la corona de Castilla. Perteneció más tarde al arzobispado de Sevilla, volviendo a la corona en el año 1579. La plaza del Llano es el centro geométrico de una población que conserva abundantes elementos arquitectónicos de origen medieval.
     La plaza de la Constitución, donde se encuentra el Ayuntamiento, es el centro adminis­trativo. Pero el foco a partir del cual creció el pueblo tras la conquista cristiana está en la plaza de San Cristóbal, donde se alza la iglesia parroquial de San Martín.
     Es éste un hermoso edificio del siglo XIV y terminado durante el XVI, de estilo gótico mudéjar. Consta de tres naves separadas por arcos apuntados y en él sobresale la magnífica puerta del Perdón, de estilo manuelino.
     Desde esta iglesia, por el Camino Real que atraviesa la plaza de la Constitución, se asciende al castillo, en cuyo solar se encuentra la mezquita, una de las poquísimas mezquitas rurales que existieron en Andalucía y bellísimo ejemplo de la arquitectura árabe. Su origen se remonta al siglo V, tiempo en el que fue ermita visigótica, ya que los musulmanes aprovecharon los materiales de una construcción anterior. Tanto el mihrab como el alminar y las cinco naves siguen los cánones de la mezquita cordobesa. En el siglo XIII se cristianizó, añadiéndosele el ábside.
Fiestas
     Las fiestas de la Cruz se celebran durante el primer fin de semana de mayo y de su organización se encargan dos hermandades rivales, la de La Fuente y la de El Llano. Ambas hermandades dividen el pueblo en dos mitades, la de los pobres y la de los ricos, y a lo largo del día y de la noche del sábado rivalizan en sus cantes, en el montaje y en el adorno de su propia cruz..., entablándose entre ellos continuas disputas que toman cuerpo en los fandangos deno­minados justamente de la Cruz, entre los que sobresalen el de las flores y el del pique. El atuendo que se viste para la ocasión, en el caso de las mujeres y la mayordoma, es el traje de serrana, que consta de mantón de manila, enaguas, delantal y blusa de terciopelo negro, borlón rojo en el zapato y grandes lazos de cuadros en pelo y cintura. El atuendo del mayordomo es el traje de vestir que ha sido sustituido por el traje corto andaluz. Los actos de cada cruz los presiden el mayordomo y la mayordoma. El tercer sábado y domingo de mayo tiene lugar la romería de Santa Eulalia, que viene celebrándose, al menos, desde 1700. El cortejo romero, al que los vecinos lla­man El Poleo, parte poco después de amanecer hacia el lejano santuario. Las pare­jas a caballo visten el traje tradicional de la zona, corto el hombre y de serrana la mujer. Por la tarde se corren vaquillas en la plaza de toros que hay junto a la ermita y al comienzo de la noche sale por el encinar la procesión del rosario, bajo la misteriosa luz de las bengalas.
     A continuación, durante toda la noche, se bailan los fandangos de Santa Eulalia hasta que llega la hora de la Misa de Alba.
     El domingo se designa al mayordomo del año siguiente y se regresa al pueblo a la caída de la tarde.
Alrededores
     A 22 km de Almonaster la Real, en la dehesa de la Aguijuela, a orillas del río Odiel, se encuentra la ermita de Santa Eulalia, en cuyo lugar se celebra la famosa romería citada anteriormente. Se trata de un bello edificio construido durante el siglo XV, declarado Monumento Nacional.
     Se levantó sobre los restos de una antigua construcción romana y en él destacan, además del paisaje que lo rodea, los interesantísimos frescos de su interior con escenas del apóstol Santiago (Rafael Arjona. Guía Total, Andalucía. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2005).

El Castillo
     Emplazado en la cima del cerro que domina la población, el castillo de Almonaster la Real conserva en la actualidad sólo su cerca perime­tral que describe un polígono irregular protegido con torres de planta rectangular y circular macizas hasta el arranque del adarve. La altura de los lienzos es muy irregular. Se conserva, aunque parcialmente, un postigo en la vertiente sureste consistente en un acceso abovedado generado por un desdoblamiento de la muralla. El análisis de su construcción denota varias etapas. La presencia de lienzos de mampostería refor­zada con sillares romanos en las esquinas se ha interpretado como testimonio de época tardocalifal, mientras que otros sectores de tapial de tierra roja se han datado en el período almohade. Finalmente, aparecen lienzos de mampostería de época medieval cristiana (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
     En el solar de la fortaleza, o en el valle donde hoy se asienta la población, existió una población romana de cierta entidad, como lo acreditan los mármoles aprovechados en los muros y soportes de la ermita; precisamente la continuidad cronológica que se deduce de tales restos confirma la creencia de que el lugar ha sido entidad de población muy significativa desde el siglo I d. C. hasta nuestros días.
     El primer testimonio cierto, y fechado, de la existencia de Almonaster, es el que nos refiere el geógrafo musulmán Abu Ubaid al bakri: durante el emirato de al-Hakan B. Hisam, que murió en mayo de 822 d. C. Según parece la sierra no fue reconquistada como antecedente o consecuencia de la toma de Sevilla, sino por las repetidas incursiones de las órdenes militares portuguesas en tiempos del rey D. Sancho, aunque hemos de pensar que no se procedió a repoblar el territorio ocupado, ya que D. Alfonso III, su hermano y sucesor, hubo de ocuparlo en 1251 ante la amenaza de inmediata intervención castellana. El dominio castellano se ratificó por el Tratado de Badajoz, que se firmó en febrero de 1267; la sierra pasó a formar parte del alfoz de Sevilla, al que pertenecía Almonaster.
     En el Archivo de Simancas se guarda un documento de especial significación para la historia del castillo; se trata de la valoración del edificio ordenada por Felipe II en 1583. En el documento se describe someramente la ermita, recordando su uso como mezquita en tiempos de moros, se menciona el aljibe, la torre y por la forma de hacerlo parece indicarse la relativa proximidad de su construcción a la fecha de la tasación. A la relación se acompañaba una planta del castillo, la mezquita y unas habitaciones que completaban el conjunto. El edificio, pese a su alejamiento y escaso relieve histórico, cuenta hoy con una bibliografía de cierta extensión, sin embargo, hemos de señalar cómo la mayoría de los autores que lo citan no lo han visitado. Madoz menciona el arruinado castillo y la ermita en una sucinta descripción. Amador de los Ríos repite casi exactamente sus mismas palabras. J. Paz publicó, en 1911, el documento que hemos mencionado anteriormente, sin añadir nada sobre el edificio, ni comentario alguno.
     En 1931 se editó la "Arquitectura mudéjar sevillana de los siglo XIII, XIV y XV", de Angulo Iñiguez: allí se describe el edificio y las circunstancias de su abandono, y por vez primera se menciona el mihrab y las piezas visigodas. Chueca Goitia, apoyándose en las conclusiones de los autores anteriores, incluye el edificio en un capítulo de "Mezquitas y oratorios del siglo XI"; esta referencia es la última que conocemos en la que, con intención científica, se haga mención del edificio como mezquita. Las publicaciones más recientes son las de F. Requena y la más extensa y fundamentada de J. M. Luzón Nogué, quien estudia las piezas preislámicas que contiene la mezquita, salvo las descubiertas en las restauraciones más recientes.
     Con respecto a la época de construcción del conjunto se puede señalar, que el lugar ha sido una entidad de población muy significativa desde el siglo I d. C. La mezquita debió levantarse en los primeros decenios del siglo X, según indica el estudio del mihrab. En febrero de 1267 ya existía la fortaleza, por lo que su construcción se puede datar en tiempos de la dominación musulmana. La Plaza de Toros fue inaugurada en 1821 y reformada setenta años más tarde.
     La planta del recinto dibuja un polígono de lados rectos del que podemos reconocer su trazado, aunque los lienzos de poniente están destruidos y soterrados en parte. Las torres no siempre refuerzan los ángulos de la fortaleza, ya que existen algunos quiebros del muro que no están cubiertos, mientras varias torres ocupan puntos intermedios en tramos rectos. En total hay seis torres adosadas a la muralla: cuatro semicirculares y dos cuadrangulares. Una de estas últimas es la Torre del Alcaide, que no se conserva en su totalidad. Las murallas se encuentran exentas en todo su perímetro exterior. El acceso al castillo se realiza, en la actualidad, por la parte más cercana al núcleo urbano, junto a la que fue la Torre del Alcaide. La Puerta Falsa está formada por un desdoblamiento de la muralla de tal manera que, en el estrecho pasillo que los lienzos paralelos dejan, existió un arco de tapial y otros elementos defensivos.
     La mezquita tiene planta cuadrada algo deformada en los ángulos. Consta de cinco naves orientadas de Noroeste a Sureste, las extremas son las más estrechas, siendo las interiores casi iguales, pues la central es ligeramente más ancha.
     Al Suroeste, se accede a un porche con cuatro arcos rebajados sobre pilares. En este mismo costado y en el extremo Sur, se sitúa la torre cuya planta es rectangular y consta de tres cuerpos. El más alto es un campanario con seis arcos, dos en cada lado mayor, y otro en cada uno de los pequeños, rematado por un chapitel cónico. En el lateral Noroeste se encuentra la sacristía, el ábside y un pórtico, éste de planta trapezoidal y una parte adintelada por la que se accede a un tramo descubierto en el interior del oratorio, haciendo las veces de sahn. El ábside consta de un tramo rectangular y otro semicircular. El mihrab tiene planta rectangular rematada en semicírculo y se manifiesta al exterior en forma cilíndrica. La mezquita fue levantada reutilizando algunos elementos arquitectónicos romanos y visigodos; otras piezas quedaron embutidas en los muros y han sido rescatadas en la restauración efectuada.
     Uno de los aspectos con más interés de la Plaza de Toros reside en haberse construido apoyada en los lienzos del recinto militar, mantiene ciertos vínculos con la ermita. Su proximidad a ésta nos muestra la compatibilidad de las fiestas de toros con las romerías y celebraciones religiosas. Se utilizaron sillares de piedra del castillo para configurar una plaza circular de 32 metros de diámetro interior y unos graderíos que se disponían aprovechando la acentuada topografía y la masa ciclópea bajo ella excavada. Los burladeros, que se parapetan con una barrera de madera cuando se celebran corridas, están regularmente repartidos con las puertas; la principal bajo la presidencia, orientada hacia el interior de la fortaleza, y la de toriles, enfrentada, da paso a los corrales situados en el perímetro de la muralla. El palco de la presidencia se eleva un metro sobre los tendidos para aumentar el gálibo de la puerta. Pintada de cal en el interior, al exterior se muestra como un lienzo de muralla: una alta tapia de mampostería rematada con un alero de teja árabe, sobre la que se eleva ligeramente la puerta enfoscada y encalada. Su aforo se calcula en 5000 localidades. En la actualidad se celebra un festejo anual en los días centrales de agosto, coincidiendo con la feria de la población.
     El sitio arqueológico engloba restos de distintos periodos culturales. Restos de una posible basílica paleocristiana (canceles, jambas, y altar), una fortificación islámica remozada en época Bajomedieval y una mezquita transformada en iglesia en el s. XIII. Todos estos restos están ubicados en el interior del Castillo (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Ermita del Cristo de la Humildad y Paciencia
     A la salida del pueblo, en el camino hacia Cortegana, se localiza este humilladero de reducidas dimensiones pero de gran complejidad estructural, datable en el siglo XIX (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).

Ermita de Santa Eulalia
     Se trata de un peculiar edificio de una sola nave con presbiterio rectangular y rodeado al exterior por un pórtico de arcos mixtilíneos y de medio punto. La capilla mayor está construida con sillares hasta una altura de dos metros y se completa con mampostería, aparejo también utilizado junto al ladrillo para el resto de la edificación. Los muros de arranque del ábside parecen ser restos de un sepulcro turriforme romano de época imperial, enterramiento relacionado con la existencia de diversas villas rurales en la zona, dedicadas a la explotación minera. Tras la Re­conquista, el edificio fue utilizado como ermita, construyéndose la bóveda de crucería en ladrillo y posiblemente se amplió su espacio interior añadiéndose la nave. Posteriormente, a finales del siglo XVIII, se agregaron al templo, el porche, los pórticos y la espadaña, quedando configurado con su actual fisonomía.
     El presbiterio se encuentra decorado interior­mente con un conjunto de pinturas murales datables a mediados del siglo XV, descubiertas en 1972 y restauradas con dudoso rigor  histórico. Se representan dentro de una serie de hornacinas, diversos santos: San Jorge, Santa Julita, Santa Eulalia, San Miguel, Santiago, San Sebastián y San Vicente además de la Virgen con el Niño y varias escenas de la Vida de Santa Eulalia (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
     En relación con la Ermita de Santa Eulalia es poco lo que se conoce. Su ábside, que parece ser un sepulcro turriforme de época imperial (primera mitad del siglo I d. C), y diversos restos de edificaciones encontrados próximos a la ermita, se deduce que sería parte de un asentamiento romano, quizás dedicado a la minería. En las ruinas del edificio romano se levantó el ábside de la ermita, a mediados del siglo XV. A finales de dicho siglo se decoró su interior al fresco. Durante el siglo XVI se construyó una bóveda de estilo gótico tardío, quedando ocultas las pinturas. A esta misma época corresponde también la actual nave de la ermita. Posteriormente, a finales del siglo XVIII, se agregaron al templo, el porche, los pórticos y la espadaña, quedando configurado con su actual fisonomía.
     La Ermita de Santa Eulalia, dedicada a la mártir de Mérida, se encuentra situada en el término municipal de Almonaster la Real, a unos veinte kilómetros de la villa y a tres kilómetros al nordeste de la aldea de El Patrás. Situado en el centro de un valle, el edficio se encuentra exento y en torno a él ha ido surgiendo un pequeño núcleo de casas. La Ermita de Santa Eulalia responde al tipo de las iglesias mudéjares de arcos transversales de una sola nave, muy frecuente en la Sierra de Aracena y que posee la particularidad de que su ábside perteneció a un mausoleo romano de época imperial.
     El templo consta de una nave formada por tres espacios rectangulares abovedados, separados mediante arcos ojivales que descansan sobre pilastras ochavadas adosadas al muro. El ábside, de planta rectangular, se cubre con bóveda gótica de nervios diagonales, mientras que los otros dos tramos se cubren con bóveda de aristas.
     A la Ermita se accede a través de un porche barroco de arcos mixtilíneos situados en el mismo eje que los espacios antes descritos y que se prolonga por los costados del edificio.
     La fachada se remata con una pequeña espadaña de dos cuerpos, también barroca.
     Al exterior, Santa Eulalia presenta una volumetría clara remarcada por su situación exenta siendo claramente perceptible la composición interna del templo, a excepción del costado derecho, en el que sobresale la Sacristía, a la que se accede por el segundo tramo de la nave. Su fachada principal, situada a los pies de la iglesia, se caracteriza por un gran atrio delimitado por un pequeño muro corrido en el que se abren tres entradas. La fachada primitiva de la iglesia desapareció en la remodelación que el edificio sufrió en el siglo XVIII, momento en el cual se añade el porche que conocemos. La fachada es muy sencilla y no posee elementos decorativos. La fachada lateral del muro del evangelio comparte de igual modo la sencillez de la principal, apreciándose en ella la continuidad de los arcos mixtilíneos de la principal. En cuanto a la fachada de la epístola, ésta repite el mismo esquema con el recurso del porche, sobresaliendo en ella la sacristía.
     En el interior destacan sus pinturas murales de época medieval que decoran tres lienzos del presbiterio. En ellos se representa a la Virgen con el Niño, a Santa Eulalia, San Jorge, Santa Julia, Santa Leocadia, San Miguel y San Sebastián. En el muro del Evangelio se representa un caballero y un grupo inmediato formado por dos damas. En el lado de la Epístola, sin duda el más importante de todos, se representa a Santiago a caballo y a San Sebastián, a cuyos pies hay dos orantes que algunos identifican con los Reyes Católicos. Estas pinturas, de notable valor histórico y artístico, pertenecen al estilo gótico de la escuela sevillana del siglo XV. Debe hacerse mención también de las pinturas barrocas que decoran la bóveda del ábside, que constituyen un buen ejemplo del arte popular del siglo XVIII. En ellas se representan a San Tadeo, a Sor Juana de la Cruz, San Ildefonso y el Calvario.
     La Ermita de Santa Eulalia es un claro exponente de la superposición de estilos. Se trata de una obra tardomedieval con añadidos barrocos, con la particularidad de incorporar a su fábrica los restos de un mausoleo romano.
     La ermita de Santa Eulalia se ha convertido en el epicentro de celebración de la Romería en honor de la Santa. Miles de romeros llegados desde toda la Sierra y de otros puntos de la geografía nacional, acuden cada tercer fin de semana de mayo al paraje, para participar en una de las fiestas con mayor historia y tradición de toda la comarca (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Ermita de la Trinidad
     Situada en la Plaza de la Constitución, se trata de un edificio de estilo barroco fechable a finales del siglo XVIII que consta de una sola nave. Su único acceso se realiza por la fachada del hastial, donde se sitúa una interesante portada barroca. En su interior no se conservan objetos de interés (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).

La iglesia de San Martín
     Este templo presenta una gran complejidad tanto en su proceso constructivo como en sus peculiaridades estilísticas. Posiblemente, el edificio comenzó a construirse en el siglo XV, dentro de los parámetros del gótico-mudéjar comarcal. De este periodo se conservan las dos portadas laterales y, en la fachada sur una pequeña ventana de ladrillo del mismo estilo, hoy convertida en una hornacina que alberga un panel de azulejos modernos de la Virgen del Rocío. No obstante, la cubrición de sus naves con bóvedas de cañón apuntado resulta anómala y única en la comarca.
     Durante el primer tercio del siglo XVI se re­modeló el muro del hastial labrándose el coro, la torre y la Puerta del Perdón, elemento igualmente singular en la arquitectura eclesiástica de la zona. Dicha portada responde a esquemas de­corativos del llamado estilo Manuelino. Realizada en piedra caliza gris, su composición sigue un tipo muy repetido de este estilo portugués. Aunque su autor y fecha exacta de realización son desconocidos, por el escudo que la preside perteneciente al cardenal don Alonso Manrique de Lara, es posible datarla entre 1523 y 1538. La conexión del cuerpo de la iglesia con el presbiterio resulta igualmente anómala. Algunos rasgos estilísticos permitirían datar esta parte en la segunda mitad del siglo XVI. Las portaditas almohadilladas que flanquean el presbiterio son ya de un momento posterior, posiblemente de principios del siglo XVII; mientras que la actual capilla Sacramental es un añadido barroco de mediados de esa centuria. Tras el Terremoto de Lisboa de 1755, el edificio fue intervenido por el arquitecto Pedro de Silva.
     El templo fue incendiado en el verano de 1936, perdiéndose la mayor parte de sus retablos, pinturas y esculturas. En la actualidad, sólo restos fragmentarios de estos objetos litúrgicos aparecen dispersos por algunos de sus altares.
     Las piezas escultóricas de mayor interés de la parroquia son dos bajorrelieves de madera do­rada y policromada que representa a San Juan Evangelista y a San Martín Obispo, hoy en el retablo de la Virgen del Carmen, en el testero de la nave izquierda, que, al parecer, proceden de un sagrario que realizaron Francisco Martínez y Gaspar del Águila hacia 1576. Los tres pulpitos de forja de su interior son de estilo barroco del siglo XVII.
     En la capilla Bautismal, a la que se accede por una reja de forja barroca del siglo XVII, hay una pila de mármol grisáceo local con pie abalaustrado de la misma época. En la capilla simétrica, dedicada a la Santa Cruz, en una vitrina en su lado derecho, puede verse un estandarte de la Hermandad servita de la Virgen de los Dolores, fundada en 1779, con una pintura al óleo de la imagen titular del siglo XVIII sobre fondo de terciopelo moderno.
     En la nave derecha, lo único de interés artístico es un simpecado de la Hermandad de Santa Eulalia.
     En la sacristía encontramos una mesa de madera con decoración tallada barroca de hacia 1700 y restos de una cajonería rococó de finales del siglo XVIII.
     Finalmente, de su orfebrería destacan un copón de plata sobredorada de estilo manuelino y un cáliz gótico con elementos platerescos, ambos del primer cuarto del siglo XVI, que por su calidad artística y finura de detalles son piezas muy destacadas en la platería comarcal (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
     Este templo presenta una gran complejidad tanto en su proceso constructivo como en sus peculiaridades estilísticas.
     Posiblemente, el edificio comenzó a construirse en el siglo XV, dentro de los parámetros del gótico-mudéjar comarcal. De este periodo se conservan las dos portadas laterales y, en la fachada sur, una pequeña ventana de ladrillo del mismo estilo, hoy convertida en una hornacina que alberga un panel de azulejos modernos de la Virgen del Rocío. No obstante, la cubrición de sus naves con bóvedas de cañón apuntado resulta anómala y única en la comarca.
     Durante el primer tercio del siglo XVI se remodeló el muro del hastial labrándose el coro, la torre y la Puerta del Perdón, elemento igualmente singular en la arquitectura eclesiástica de la zona. Dicha portada responde a esquemas decorativos del llamado estilo Manuelino. Realizada en piedra caliza gris, su composición sigue un tipo muy repetido de estilo portugués. Aunque su autor y fecha exacta de realización son desconocidos, por el escudo que la preside perteneciente al cardenal don Alonso Manrique de Lara, es posible datarla entre 1523 y 1538. La conexión del cuerpo de la iglesia con el presbiterio resulta igualmente anómala. Algunos rasgos estilísticos permitirían datar esta parte en la segunda mitad del siglo XVI. Las portaditas almohadilladas que flanquean el presbiterio son ya de un momento posterior, posiblemente de principios del siglo XVII; mientras que la actual capilla Sacramental es un añadido barroco de mediados de esa centuria.
     Tras el terremoto de Lisboa de 1755, el edificio fue intervenido por el arquitecto Pedro de Silva.
     Este templo fue incendiado en el verano de 1936, perdiéndose la mayor parte de sus retablos, pinturas y esculturas.
     La planta de la iglesia presenta tres naves separadas por pilares cruciformes. La nave central es el doble de ancha que las laterales culminando en una cabecera poligonal de cinco lados delimitados por cuatro contrafuertes. A los pies de la nave central se encuentra el coro y la portada de acceso al templo. Este tramo aparece cerrado para formar los muros de las capillas que se abren a los pies de las naves laterales. El presbiterio, que ocupa todo el ancho de la nave central, aparece elevado sobre una plataforma. A él se accede a través de una escalinata poligonal, que repite a la inversa la forma del ábside. Esta, en planta se flanquea por dos semicírculos que ejercen la función de púlpito. A la izquierda se encuentra la sacristía.
     La nave de la Epístola se compartimenta en cinco tramos, siendo ocupados el primero y el último por capillas. La nave del Evangelio consta también de cinco tramos, presentando una disposición similar a la anterior. Rodeando el presbiterio se encuentran la sacristía y la vivienda parroquial.
     La iglesia se cubre de varias formas. Tanto en la nave central, con los arcos que la compartimentan, como en las naves laterales, con sus arcos fajones apuntados, se forman bóvedas de horno que le dan a la cubierta de la iglesia una configuración extraña. La capilla mayor se cubre con bóveda de nervios dividida en cinco paños.
     El templo posee tres portadas, una en la fachada principal y dos en las laterales. La portada principal es la que posee un mayor interés siendo un elemento de gran importancia artística. Esta se puede inscribir en el llamado estilo manuelino portugués. Realizada en piedra gris, posee un gran arco conopial que descansa en dos baquetones con pináculos laterales y que alberga al verdadero arcos con sus jambas y arquivoltas propias. Con respecto a la portada lateral derecha, de estilo gótico- mudéjar, presenta un arco apuntado. La portada lateral izquierda, similar a la anterior, está realizada con sillares de piedra muy regulares.
     La torre de la iglesia se encuentra situada en el flanco izquierdo de la fachada principal. Posee planta cuadrada y se accede a ella mediante una escalera situada en el interior del templo (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

La Mezquita
     Del período de dominación islámica cuenta Almonaster la Real con un notable edificio, único en la comarca. Se trata de una mezquita erigida durante el reinado de Abd al-Rahman III, en los primeros decenios del siglo X, que ha llegado al presente en buen estado de conservación.
     El oratorio se compone de cinco naves perpen­diculares al muro de la quibla, conformadas por arcos originalmente de herradura con rosca de ladrillo que apean sobre columnas de mármol o granito y pilares con distintas formas y tamaños. El muro de la quibla presenta orientación sur y en su centro se abre un mihrab de planta rec­tangular rematado en semicírculo y cubierto con una bóveda de horno. Su frente se compone del típico arco de herradura enmarcado en un alfiz, todo ejecutado con ladrillos.
     El patio es un pequeño espacio de planta bas­tante irregular, aunque tendente al rectángulo, en cuyo centro se halla colocada una tosca pila de granito alimentada por un aljibe próximo que recoge las aguas de lluvia. Se completa el edificio con el alminar que sólo conserva de época islámica su tercio inferior. Se advierte en este edificio el empleo de materiales reutilizados de construcciones anteriores como varios fragmen­tos de fustes y capiteles de época romana jun­to con un cimacio y un dintel visigótico, situado éste último sobre la puerta de acceso y decora­do en relieve con una cruz flanqueada por flores de lis.
     Tras la Reconquista, el edificio fue reutilizado como iglesia cristiana dedicada a Santa María, añadiéndosele un ábside en el centro del muro noreste, lo cual supuso un giro de la orientación litúrgica del edificio en 45°, transforman­do totalmente su concepción espacial. El nuevo presbiterio, de planta semicircular con ventana mudéjar, responde al estilo característico desarrollado por los repobladores cristianos durante los siglos XIII y XIV. 
   A comienzos del siglo XVI, reinando los Reyes Católicos, el edificio fue remozado. En su interior, algunas arquerías, posiblemente desestabilizadas con el paso del tiempo, fueron parcialmente desmontadas y reconstruidas; todos los arcos de herradura fueron recortados quedando así transformados en arcos de medio punto peraltados, haciéndose una puerta en el eje del muro meridional y un porche, formado por arcos escarzanos; y finalmente se levantó la sacristía. Al exterior, al antiguo alminar se le añadió un cuerpo de campanas. En el siglo XVIII se construyó la bóveda semiesférica que cubre el presbiterio y se reformó el campanario.
     En la actualidad, a partir de la restauración realizada en el año 1975 por el arquitecto Alfonso Jiménez, el edificio ha sido destinado a actividades culturales y, además, alberga un conjunto de piezas arqueológicas, de diversos períodos y estilos. Entre ellas, cabe destacar un ara funeraria romana de pequeñas dimensiones; un epitafio de mármol blanco de época paleocristiana y restos de un cancel de iconostasis visigótico con decoración vegetal y geométrica estilizada.
     Especialmente interesantes son varios fragmentos de un ara también visigótica labrada en piedra caliza, actualmente colocada como mesa de altar en el presbiterio. Todas estas piezas pro­ceden, en su mayor parte, del propio edificio (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).

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