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domingo, 25 de diciembre de 2022

Los principales monumentos (Iglesia de Ntra. Sra. de la Asunción; Museo Arqueológico Municipal; y Turóbriga) de la localidad de Aroche (y II), en la provincia de Huelva

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte la provincia de Huelva, déjame ExplicArte los principales monumentos (Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción; Museo Arqueológico Municipal; y Turóbriga) de la localidad de Aroche (y II), en la provincia de Huelva.

La iglesia de Nuestra Señora de la Asunción
     La iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción es un edificio del máximo interés. La parte más antigua, datable en el siglo XIV, es la que forman los restos de su hastial: la portada de estilo gótico-mudéjar, conocida como Puerta de las Limosnas y la ventana superior, de doble arco de herradura. A fines del siglo XV, se produjo una total renovación arquitectónica. El nuevo edificio debió plantearse siguiendo la tradicional tipología constructiva gótico-mudéjar y ha venido atribuyéndose a Juan de Hoces. A esta fase constructiva correspondería toda la fábrica que hoy reconocemos al exterior por estar realizada únicamente en ladrillo que incluye el presbiterio, la torre y el primer tramo de las naves.
     Una vez terminada la torre y los muros perimetrales de este primer tramo, parece que se produjo un cambio en el plan de obras al iniciarse, desde entonces, una fase constructiva en la que van a predominar las labores de cantería. Los arquitectos relacionados con esta fase fueron sucesivamente: Alonso Rodríguez y Diego de Riaño. Entonces fueron levantados los pilares góticos y las bóvedas nervadas del primer tramo, así como la sacristía cuya bóveda vaída acasetonada manifiesta un nuevo cambio de estilo.
     La tercera fase constructiva se iniciaría en la segunda mitad del siglo XVI, centrándose en la continuación del edificio, ya en el nuevo lenguaje renacentista que resulta evidente en el diseño de diversos elementos constructivos y ornamentales. Se labraron en granito las portadas laterales: la del Sol, al Sur y la de Flores, al Norte, ambas con frontones y remates aún de tradición «plateresca» pero sin la profusa decoración propia de ese estilo. Las gárgolas góticas del primer tramo fueron sustituidas por otras en forma de ménsula y las ventanas de arcos apuntados dieron paso a vanos rectangulares con molduras cajeadas y óculos. También en el interior se transformó el diseño de los pilares ya que en los tramos que ahora se levantan, cambiaron su estructura gótica por otra seudocolumnaria.
     Por último, las bóvedas también acusan cambios en la nave central empleándose nervaduras diagonales y concéntricas en lugar de las estrelladas. Probablemente, la mayor parte de estas novedades se debieron a la intervención de Hernán Ruiz II. A comienzos del siglo XVII, las obras transcurrieron con gran lentitud, realizándose en estos momentos las bóvedas del tercer tramo y sus correspondientes ventanas, actuaciones que cabría relacionar con el arquitecto Miguel de Zumárraga. Poco después de 1609, fe­cha que aparece en el reloj de sol del último contrafuerte del flanco Sur, las obras quedaron definitivamente paralizadas.
     Preside el presbiterio un retablo mayor, de estilo neoclásico y orden corintio, realizado en estuco policromado imitando jaspes entre 1835 y 1845 por el portugués Francisco Fernández, como consta por una inscripción.
     En su hornacina central, aparece Nuestra Señora de la Asunción, del siglo XIX. En las calles laterales San Juan Evangelista y San Mateo que, junto a San Marcos y San Lucas del ático, completan los Cuatro Evangelistas, todas ellas, imágenes re­aprovechadas de un retablo del siglo XVII. Com­pleta el programa iconográfico un Cristo crucificado, datable en la primera mitad del XVI. Junto al arco toral, en el flanco izquierdo, se halla una pequeña pila de agua bendita, del siglo XVI.
     Ocupa el testero de la nave de la izquierda, el Retablo de Jesús Nazareno diseñado y realizado entre 1782 y 1789 por Manuel Barrera y Carmona y policromado por Pedro Vidal. Su banco está presidido por un Sagrario. A su derecha e izquierda aparecen dos relieves, procedentes de un retablo anterior, datables hacia 1600, que representan la Visitación de la Virgen a Santa Isabel y el Bautismo de Cristo. Su cuerpo contiene un profundo camarín donde se encuentra una imagen de vestir de Jesús Nazareno, obra anónima de finales del siglo XVIII, flanqueada por óvalos con altorrelieves de pasajes pasionistas. Finalmente, su ático contiene una imagen de San Sebastián, del siglo XVI, junto a dos relieves alusivos a Santo Tomás de Aquino y San Buenaventura.
     En el primer tramo de esta nave se encuentra el Retablo de la Virgen de los Remedios, datable en el segundo tercio del siglo XVIII y sin dorar. Está presidido por una imagen de la Virgen de los Remedios y en el ático, una pintura de la Virgen de Guadalupe, ambas de la época del retablo. Detrás de esta estructura se conservan restos de una pintura mural que representa a San Cristóbal.
     Adosado al primer pilar se encuentra el púlpito, realizado en forja, que conserva un tornavoz de madera tallada y dorada, rematado por una figura de la Fe y, bajo él, un dosel con un Cristo de la Expiración, de pequeño tamaño, todo ello datable hacia 1700.
     El Retablo de San Antonio data de mediados del siglo XVIII y está decorado con estípites y roleos. La imagen de San Antonio de Padua es de la misma época.
     En la nave, la imagen sedente de San Pedro Pontífice fue realizada en el año 1634 por Juan de Remesal, repolicromada por Juan de Armida en 1772. El retablo marco de San Cristóbal fue ejecutado por Manuel Barrera y Carmona entre 1781 y 1783 y dorado por Pedro Vidal y contiene un enorme lienzo pintado en 1781 por Juan de Espinal y restaurado en 1883.
     El órgano fue realizado en el año 1752 por Francisco Pérez de Valladolid y terminado una década después por el portugués Gonzalo de Sousa Mascareña.
     En la nave derecha, se encuentra el retablo de la Virgen del Rosario, que contiene una Santa Ana del siglo XVI y un Cristo crucificado, de pasta de papel, de mediados del mismo siglo.
     La pila bautismal es de estilo gótico, con decoración de perlas, vinculable a canteros portugueses que la fabricaron hacia 1502 según leemos en una inscripción hecha sobre el labio de la pieza. El retablo de las Animas Benditas del Purgatorio, realizado en 1688 por el maestro tallista portugués Francisco Coello contiene un lienzo, de autor anónimo y fue regalado a la iglesia por los primeros marqueses de Valdeloro.
     El Cancel de la puerta del sol fue realizado en­tre 1778 y 1780 por el carpintero Francisco del Valle.
     El retablo de la Inmaculada, de orden salomó­nico fue realizado por el tallista sevillano Cristóbal Ramírez Prieto en 1679 y dorado en 1771 por orden de don Alonso Boza, marqués de Valdeloro y gobernador de Llerena. En su hornacina central aparece una escultura de la Inmaculada Concepción, de la época del retablo, al igual que el resto de las esculturas y pinturas que incluye, a excepción de la interesante talla de San Juan Bautista, en el ático, datable en el siglo XVI.
     En el testero de esta nave, está situado el retablo de la Virgen de los Dolores, que forma pareja con el citado de Jesús  Nazareno y, como aquél, fue ejecutado por  Manuel  Barrera y Carmona y policromado por Pedro Vidal. Presenta su misma estructura a excepción del banco en el cual, en lugar del Sagrario, aparece una urna con una imagen de Cristo yacente. Se trata de una escultura articulada de madera policromada, de escuela sevillana datable a fines del siglo XVII o principios del XVIII. La hornacina central está ocupada por la Virgen de los Dolores, obra del escultor sevillano Benito de Hita y Castillo, del año 1768, que fue titular de la antigua hermandad de servitas, fundada este mismo año. Ésta flanqueada por dos relieves con la Asunción y la Visitación, de época del retablo. Adosado al primer pilar de esta nave una pila de agua bendita, de mármol blanco local, del siglo XVI.
     La Sacristía contiene una cajonería de madera de castaño, del siglo XVIII y, respecto a su ajuar litúrgico, uno de los más importantes de la provincia, destacaremos su cruz parroquial gótica con el escudo del Arzobispo don Diego Hurtado de Mendoza, fechable en el último cuarto del siglo XV. De finales del siglo XVI y de estilo manierista, son un portapaz con un relieve del Ecce-Homo y un cáliz de plata sobredorada. Respecto a los ornamentos, destacaremos una casulla de terciopelo negro con banda central de imaginería bordada en oro y sedas de colores con los Apóstoles, datable en el siglo XVI y un juego de dalmáticas del siglo XVII (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
     Es un edificio de planta basilical, de tres naves y cuatro tramos, el último del hastial inconcluso al encontrarse sin cubrir.
     La nave central se corona con ábside poligonal, poco profundo, que contiene un camarín para albergar la imagen titular del templo. Las naves laterales, de igual anchura que la central, terminan en testeros planos.
     Se adosan a la cabecera la sacristía, en el lado del evangelio, y la torre en el de la epístola; y a los pies, en el tercer tramo, se encuentra un coro alto al que se accede por una escalera emplazada en el tramo contiguo del lado del evangelio. El cuarto tramo, inconcluso, fue aprovechado a comienzos del siglo XIX para habilitar distintos espacios para dependencias parroquiales y la casa rectoral.
     Todo el interior de la iglesia es abovedado, si bien se advierte entre las distintas capillas una clara evolución estilística que va desde bóvedas de fisonomía gótica a otras más avanzadas seudorenacentista. La nave central, en su primer tramo, se cubre con una bóveda de crucería estrellada, con terceletes que se prolongan hasta el fondo achaflanado del presbiterio; por contra, en los tramos segundo y tercero, sobre la crucería base se disponen nervios radiales concéntricos.
     Por su parte, las naves laterales, en los tres tramos, presentan bóvedas de crucería sexpartita. La sacristía se cubre con una bóveda vaída con casetones; y el aljibe, emplazado bajo su pavimento, lo hace con bóveda vaída lisa. Las dos estancias que posee la torre se cubren con bóvedas esquifadas.
     El edificio se encuentra exento por lo que son visibles sus cuatro fachadas. La fachada principal, situada a los pies del templo, llega a la actualidad inconclusa, presentando restos de una primera iglesia gótico-mudéjar, de mediados del siglo XIV. Esta primitiva fachada presenta un esquema muy sencillo: un piñón triangular que, partiendo de las naves laterales, hallaba su vértice en la central, lugar coronado probablemente por una espadaña hoy desaparecida. La portada, conocida como Puerta de las limosnas, se compone de tres arquivoltas apuntadas de cantería encuadradas por un alfiz tangente a la rosca del arco, y se decora mediante bolas en su trasdós. Encima de ésta, se sitúa un vano de doble arco de herradura en rosca de ladrillo enmarcado por un rectángulo. La fachada lateral de la nave de la epístola consiste en un muro liso articulado por la disposición, a intervalos regulares, de los estribos en correspondencia con los pilares del interior del templo. En el segundo tramo se labra su portada conocida como Puerta del Sol, en relación con su orientación meridional. Está concebida a modo de gran arco de triunfo con vano central de medio punto, entre pedestales, y rematada por un entablamento, frontón triangular y pináculos. La fachada del lado del evangelio presenta características similares a las del lado de la epístola.
     La torre, adosada al testero del lado de la epístola, presenta planta rectangular y, constructivamente, asume también la función de contrafuerte de la propia cabecera del templo. En su alzado se advierte la superposición de dos cuerpos. El inferior, que alcanza hasta la altura de las cubiertas, contiene la caja de escaleras, varias estancias y la caja del reloj. El superior se remata en el campanario, compuesto por cuatro huecos de medio punto enmarcados por alfiz. El conjunto se remata con un chapitel piramidal.
     El perímetro del edificio se remata, a la altura de la cornisa, con nueve gárgolas de cantería que representan diferentes motivos inspirados en el bestiario medieval: un cañón, un personaje cabezudo, un águila y otras figuras zoomorfas de gran expresividad.
     El origen de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción posiblemente hay que situarlo en el siglo XIV, momento en que, superados los turbulentos años de la Reconquista y definitivamente pacificada la comarca al final de la guerra con Portugal, debió plantearse la conveniencia de erigir un nuevo templo de escala algo mayor que las modestas ermitas románicas que habían constituido los primeros lugares de culto de los repobladores cristianos. Sólo conocemos de tal construcción los restos de su hastial con una portada y ventana superior que han quedado integradas en el muro de cerramiento actual. Aunque carecemos de datos sobre aquel edificio, es muy probable que su tamaño fuese menor que el actual.
     A fines del siglo XV, teniendo como referencia la colosal construcción de la Catedral de Sevilla, se produjo la renovación arquitectónica de numerosas parroquias del Arzobispado. En esta coyuntura de economía en alza, Aroche también decidió erigir un templo de mayor envergadura. El nuevo edificio debió de plantearse siguiendo la tipología constructiva gótico-mudéjar entonces dominante en el ámbito territorial de la diócesis hispalense. A esta fase constructiva correspondería toda la fábrica que hoy reconocemos al exterior por estar realizada únicamente en el rojo ladrillo local y que incluye el presbiterio, la torre y el primer tramo de las naves. Una vez realizadas la torre y los muros perimetrales de este primer tramo de la iglesia, parece que se produjo un cambio respecto en el plan de obras, al iniciarse desde entonces una fase constructiva en la que van a predominar las labores de cantería de piedra sobre las de ladrillo anteriores.
     Diríase que a un primer proyecto de alarife de intenso sabor mudéjar hubiera sustituido un nuevo proyecto hecho ahora por un maestro cantero de formación más nórdica. Fueron levantados en esta fase los pilares góticos del primer tramo del edificio y los semipilares del mismo tipo adosados a los muros de todo el perímetro.
     Una nueva fase constructiva se iniciaría en la segunda mitad del siglo XVI. Debió centrarse en la continuación del edificio gótico, pero resultó decisiva en el diseño de diversos elementos constructivos y ornamentales. Respecto a los motivos decorativos, a continuación de las gárgolas góticas de los primeros tramos fueron instaladas cuatro más en forma de ménsula típicamente renacentista y correspondientes a los dos últimos. Además, la gola de cantería que remata el muro superiormente, de perfil gótico en el primer tramo, adquiere ahora una fisonomía clasicista en el resto del edificio.
     Finalmente, los huecos de molduras dieron paso en los últimos tramos a unos vanos rectangulares con abras cajeadas manieristas. Las bóvedas también acusaron cambio en la nave central.
     A comienzos del siglo XVII las obras quedaron paralizadas, quedando sin terminar el cuarto tramo y la fachada principal, que aun cuando se hicieron numerosos intentos en los siglos siguientes por concluirlos nunca se llevaron a cabo (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Museo Arqueológico Municipal
     La abundancia de restos romanos hallados desde antiguo en el término municipal de Aroche llevó en tiempos recientes a la creación de este pequeño pero atractivo museo cuyo contenido fundamental está compuesto por piezas halladas en el valle del río Chanza, al pie de la actual localidad de Aroche y donde se hallan los restos de las dos poblaciones romanas de importancia que debieron surgir al calor de las posibilidades de explotación agrícola que ofrecía el propio valle y las buenas condiciones climáticas de la zona para el cultivo de olivo y de cereal. Ambos yacimien­tos, ubicados en los antiguos emplazamientos de las localidades Turóbriga y Arucci, han proporcionado abundante material arqueológico -monedas, inscripciones, fragmentos escultóricos y arquitectónicos-, que se conserva hoy en el mu­seo arqueológico de Aroche.
     Cuenta Aroche, pues, con los dos yacimientos arqueológicos romanos más importantes de la comarca. Turóbriga estuvo emplazada en los Llanos de la Belleza, en los alrededores de la ermita de San Mamés. Su fundación se produjo en época Julio-Claudia y pudo consistir en un simple foro rural con basílica, macellum y templo para una población rural dispersa en una comarca que carecía de núcleos urbanos.
     Recientes excavaciones han descubierto el centro religioso de este foro, presidido por un tem­plo tetrástilo de planta rectangular, dedicado al culto del emperador Adriano y tras él un pequeño edificio de la misma forma, identificado como la Curia, sede del gobierno municipal. Las construcciones que se han empezado a excavar en el lado Norte, probablemente correspondan a una fila de capillas para el culto a los empera­dores divinizados.
     Otros restos emergentes de gran importancia en el solar de esta ciudad son: al Oeste, los muros de un castellum aquae, de cuyas inmediaciones proceden fragmentos de mosaicos y una tubería de plomo y, al Norte, una palestra consagrada al dios Marte. La interpretación de este espacio podría confirmarse por el ara de sacrificios conservada en la colección municipal y que muestra la inscripción MARTI AUG SACRUM, alusiva a dicho personaje.
     Más  problemática ha sido la ubicación de la ciudad de Arucci, yacimiento de la finca de Fuente Seca. Posiblemente, Arucci fue una ciudad formada a partir del siglo I d.C. por población autóctona procedente, en su mayoría, del antiguo castro de la Solana del Torrejón, que, a lo largo del siglo III d.C., fue adquiriendo una mayor importancia al absorber también la población de la vecina Turóbriga (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
     Construcción de grandes dimensiones con partes dedicada a viviendas, molinos de aceite, lagar de cera, patio, etc. Ocupa casi la manzana entera, apareciendo restos visibles, como pináculos, en los muros de los distintos edificios que se han ido construyendo sobre ella.
     En el edificio hay un patio en torno al cual se desarrollan las distintas dependencias Se accede a la cilla por el patio,
mediante rampa empedrada y una portada de vano adintelado, flanqueado por pilastras de remates pinaculares y hornacina superior.
     Destacan en el edificio dos torres de almazara y la galería en alto con arquerías al aire libre del patio. Una de estas torres aparece ricamente decorada con molduras de líneas movidas, rematándose en un chapitel de azulejería blanco y añil.
     Tiene estructura de fuertes muros de carga y arquerías de ladrillo. Las cubiertas son de madera con tablazón en espina de pez.
     Parece ser que data del siglo XVII, y se le denominaba "Convento Cillería de Frailes Jerónimos". Se utilizó como hospital para las tropas españolas durante la Guerra de la Independencia y, tras ser abolidos los diezmos, se ocupó con varias viviendas. Estos usos han modificado el edificio tanto en el exterior como en su distribución interna (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Ciudad romana de Turóbriga
     La ciudad hispanorromana de Turóbriga es el único asentamiento romano de la Sierra de Huelva que puede calificarse como núcleo urbano, de ahí su interés para establecer las pautas de funcionamiento de una ciudad romana en la zona.
     Se trata de una fundación “ex novo” de mediados del siglo I d. C., merced a un proceso de concentración de los núcleos preexistentes de origen céltico. Supone la culminación de un proceso que comienza a partir del siglo II a. C. de ocupación y control generalizado de un sector del territorio conocido como Baeturia Céltica, ubicado al noroeste de la Bética. Su función era pacificar el territorio de la Baeturia y generalizar el control romano sobre una zona conflictiva que había participado intensamente en las rebeliones lusitanas contra la política de explotación romana y desde la que se amenazaba continuamente las explotaciones de la cuenca minera situada algo más al sur. Se pretendía pues arraigar a estas poblaciones en la Bética, consiguiendo así su rápida romanización. Para ello emigraron a la zona ciudadanos latinos cuyos nombres conocemos gracias a la epigrafía, algunos de los cuales aparecen en los citados epígrafes como benefactores de la ciudad.
     El grado de romanización de la ciudad, que parece conservar perfectamente su planta, queda de manifiesto en su foro, termas y en el resto de edificios excavados como una gran área porticada interpretada como un Campus Martius, espacio que en Roma servía principalmente como lugar de esparcimiento y de usos militares. Allí acampaban los ejércitos, se efectuaban ejercicios militares y de instrucción y se hacían ejercicios fisicos de cualquier índole. Se celebraban también carreras de carros, de manera informal, como entrenamiento. Había mercados de plantas y parques públicos para solaz de las gentes, etc.
     Los trabajos desarrollados hasta la fecha han permitido elaborar una hipótesis acerca de su desarrollo urbanístico y monumental. Estas actuaciones arrojan una datación del inicio del asentamiento en época de Nerón y un programa de monumentalización en época Flavia, así como el abandono del lugar a partir del s. III d.C. sirviendo de cantera para otras construcciones  como el castillo de Aroche o la ermita de San Mamés.
     El  yacimiento se ve potenciado por la presencia en el mismo lugar de la citada ermita hoy conocida como de San Mamés, uno de los pocos ejemplos de arquitectura de repoblación del siglo XIII, que conserva un interesante conjunto de pinturas murales del siglo XV. A estos valores patrimoniales hay que añadir los valores paisajísticos, naturales y medioambientales que posee, en un entorno de dehesas propio de la Serranía de Huelva. 
     El Bien en cuestión, tiene la máxima protección que otorga la ley 14/2007, de 26 de noviembre, de Patrimonio Histórico de Andalucía, que mediante Decreto 407/2008, de 8 de julio, inscribió en el Catálogo General del Patrimonio Histórico de Andalucía, el Bien de Interés Cultural, con la tipología de Zona Arqueológica, denominado Ciudad Hispanorromana de Turóbriga y con la tipología de Monumento, el Bien denominado Ermita de San Mamés, en Aroche (Huelva) (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     La ciudad hispanorromana de Turobriga se localiza a escasos kilómetros al norte de Aroche, en una fértil llanura a orillas del río Chanza. El lugar forma parte de una explotación agropecuaria consistente en una dehesa de encinas, cuyo paisaje se complementa con un bosque galería formado por chopos, alisos y adelfas. Más hacia el norte el paisaje cambia de forma brusca, ya que se alcanzan las primeras estribaciones de los Picos de Aroche.
     La existencia de este sitio arqueológico puede enmarcarse dentro de la romanización de la zona de Aroche. La ciudad de Turobriga aparece citada en la Naturalis Historia de C. Plinio como oppidum de la Baeturia Celtica, en el Conventus Hispalensis.
     Los elementos más significativos del conjunto arqueológico han aparecido hasta ahora en la zona más próxima a la ermita, donde se han centrado las excavaciones arqueológicas. Aunque esa área no está completamente excavada, se han exhumado una serie de restos que permiten su identificación con el foro de la ciudad. En él es posible identificar un porticus duplex, el templo, la plaza y las capillas de culto imperial. Otro segundo elemento en importancia de las estructuras emergentes es el edificio termal, construido en la parte más alta de la ciudad, del que se ha excavado la natatio, así como la infraestructura hidráulica. Un tercer elemento es un gran edificio cuadrangular descubierto, que ha sido identificado como un Campus Martius, edificios consagrados a Marte y, por lo general, vinculados a collegia iuvenum. También se ha podido documentar una posible línea de muralla así como parte del área doméstico-artesanal de la ciudad.
     En Turobriga no existe por ahora ningún elemento prerromano, arrancando este yacimiento en el siglo I d.C., momento en el que se asiste a su monumentalización. Tras el declive romano, el lugar no volverá a ser ocupado hasta época medieval, con la construcción de la ermita de San Mamés, que además de lugar de culto funcionaría como área funeraria.
     Además de sus valores ya conocidos, posee un notable interés para las futuras investigaciones arqueológicas, ya que no se trata de un yacimiento agotado, sino que posee una potencialidad arqueológica de suma importancia.
     Aunque este sitio arqueológico es conocido por el mundo científico desde los años 70, gracias a los trabajos de Luzón, no se había realizado sobre esta ciudad ningún tipo de investigación hasta las intervenciones que han llevado a cabo, a partir de 1996, el área de arqueología de la Universidad de Huelva. Ello ha originado varios artículos, publicados en congresos o revistas científicas, así como los preceptivos informes y memorias con los resultados de las intervenciones arqueológicas. Las diferentes actuaciones realizadas en el asentamiento han ido definiendo un panorama en el que se puede dar un primer esbozo de las distintas áreas que conformaron este yacimiento en los distintos periodos históricos.
     En época romana se pueden diferenciar varias áreas:
     Una primera de carácter público que vendría marcada por los restos documentados en el Huerto de la Ermita (doble hilada de pilares, solería de ladrillo, monumento central, restos de estatua monumental, muro de grandes dimensiones documentado bajo el ábside de la ermita, abundante material constructivo,...) que han llevado a pensar que este lugar es el Forum de la ciudad.
     En segundo lugar, un área marcada por la presencia del Castellum Aquae.
     En tercer lugar, la zona en que se encuentra el gran edificio del Campus Martius y que sería el lugar de reunión política y militar de los ciudadanos.
     Finalmente, el área de hábitat que vendría delimitado por estos tres sitios (Forum, Castellum Aquae, Campus Martius) y que se extendería entre estos edificios y la margen izquierda de la Rivera del Chanza. La zona de necrópolis se encuentra al otro lado de la Rivera del Chanza, en las inmediaciones de la ermita de Santa María.
     La técnica edilicia de las construcciones, así como otros índices cronológicos del registro arqueológico (cerámicas, monedas), ubican el inicio del asentamiento en época de Nerón y su programa de monumentalización en época flavia. La estructura urbana se formalizaría definitivamente en época antonina, teniendo su declive en el siglo III d.C.
     En época medieval sería la zona utilizada mediante la construcción de la ermita, que además de lugar de culto funciona como área funeraria, como lo demuestran las inhumaciones documentadas en las distintas campañas de excavación, tanto al interior del edificio como en el propio huerto.
     Finalmente, en época moderna se sigue amortizando este mismo espacio. Se construyó la cerca que cierra el huerto y una instalación hidráulica para riego (pozo de noria, alberca y lieva) (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

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