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Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero, para conmemorar los 800 años de la Torre del Oro

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lunes, 10 de junio de 2024

Los principales monumentos (Palacio del Marqués de las Escalonías, Basílica de Santo Domingo, Iglesia de San Agustín, Casa Bouderé, Iglesia Colegial de San Sebastián, y Convento de la Encarnación) de la localidad de Antequera (IV), en la provincia de Málaga

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Málaga, déjame ExplicArte los principales monumentos (Palacio del Marqués de las Escalonías, Basílica de Santo Domingo, Iglesia de San Agustín, Casa Bouderé, Iglesia Colegial de San Sebastián, y Convento de la Encarnación) de la localidad de Antequera (IV), en la provincia de Málaga.


Palacio del Marqués de las Escalonías

     A comienzos del siglo XVII se construye el palacio de la Marquesa de las Esca­lonías, incoado BIC, en la calle Pasillas, que fuera principal arteria de la ciudad hasta finales del siglo XVI; entre sus elementos más reseñables está la portada, ejemplar sobresaliente del ma­nierismo civil en Andalucía, y el patio, caso original en Antequera al presentar una única ala de galerías (Rosario Camacho Martínez [dirección], Aurora Arjones Fernández, Eduardo Asenjo Rubio, Francisco J. García Gómez, Juan Mª Montijano García, Sergio Ramírez González, Francisco José Rodríguez Marín, Belén Ruiz Garrido, Juan Antonio Sánchez López, y María Sánchez Luque. Guía artística de Málaga y su provincia. Tomo II. Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).  
     La casa-palacio de la Marquesa de Las Escalonias ocupa una parcela de trazado irregular en el punto de encuentro entre la calle Pasillas y la calle Cuesta Álvaro de Oviedo. La fachada principal se articula en dos plantas dividida en cinco calles verticales rematada en un cuerpo de ático o sobrado. La singular articulación de los vanos efectuada para guarnecer ventanas y balcones, la composición de los dos cuerpos, el primero con pilastras toscanas almohadilladas resaltadas y el segundo con un balcón de pilastras cajeadas coronado por un entablamento con grandes triglifos volados, rematado con un frontón triangular denticulado, le confiere una mayor entidad a la calle central, donde se inscribe la portada, enfatizando la verticalidad del edificio y configurando lo que posiblemente sea la muestra más antigua de «fachada armazón», tan característica de la arquitectura antequerana de los siglos XVII y XVIII.
     El edificio es de planta irregular casi triangular y consta de tres alturas. La planta baja se estructura a partir de un amplio zaguán rectangular cubierto por un interesante artesonado en cuyo lateral se abre la escalera de acceso a las habitaciones principales. A través de una cancela neorrenacentista se desemboca a un patio rectangular y descentrado, que presenta una única ala de galerías en la cara suroeste, en la crujía que se corresponde con la fachada principal. Este espacio es de tres plantas superpuestas articuladas mediante dos niveles de galerías abiertas a manera de «loggia» con arcos de medio punto sobre columnas toscanas de mármol muy estilizadas en los dos primeros pisos y de estructura adintelada en el último. En esta crujía es donde se ubican las habitaciones principales dispuestas a lo largo de un estrecho y largo corredor que abre al patio a través de la galería cerrada mediante ventanales de maderas con celosías. A la planta que se desarrolla mayoritariamente como ático se accede por una escalera de caracol que comunica con la zona de servicio.
     Directamente desde el patio se accede a un jardín, reconstruido a comienzos del siglo XX según el estilo romántico, con plantas trepadoras, setos, arriates geométricos, macizos de cipreses y otros arbustos, cuyo perímetro en el lado sur-suroeste se encuentra cerrado por una tapia almenada. La irregularidad del terreno obliga a franquear este recinto mediante estrechas escaleras dispuestas en ángulo que conducen a un pasillo perimetral a modo de barbacana. En esta zona se ubican dependencias para servicios, lavadero, etc..., y en un nivel superior una estancia para residencia de huéspedes. 
     La casa-palacio de la Marquesa de Las Escalonias, uno de los ejemplares más representativos de la arquitectura civil de Antequera, es considerada uno de los edificios mejor conservados con la tipología de antigua casa palaciega antequerana de principios del siglo XVII.
     La casa fue construida por la familia Chacón, una de los linajes de mayor raigambre de la nobleza antequerana, afincada en esta ciudad desde la conquista en 1410, a la que el 31 de agosto de 1680 el rey Carlos II concedió el marquesado de las Escalonias, produciéndose desde entonces un estrecho vínculo entre esta familia y Antequera.
     El palacio, por su emplazamiento en la calle Pasillas, una de las arterias principales de la ciudad, es un indicador interesante del urbanismo de la Edad Moderna en Antequera, ya que se trata de una de las arterias principales, espacio por el que la nobleza muestra una clara predilección al ubicarse en la parte baja de la ciudad y en llano. Pero además el inmueble revela su carácter emblemático como símbolo urbano jerarquizante del nuevo posicionamiento de la familia, convirtiéndose en seña de la identidad arquitectónica y urbanística de la ciudad, siendo ejemplo de los nuevos cambios que se produjeron en el sector frente a la aristocracia local.
     La casa-palacio de la Marquesa de Las Escalonias muestra en el exterior el gusto por el manierismo y por la influencia de la tratadística italiana, siendo su fachada principal deudora de un modelo previamente ensayado en la Real Chancillería de Granada, la típica «fachada armazón», considerándose un magnífico exponente de dicha estética aunque el uso de los materiales tradicionales, como el ladrillo y la mampostería, el diseño de sus alzados interiores, la planta, la composición de su fachada lateral o la fachada posterior, entroncan con la constructiva local de tradición mudéjar, plasmando con acierto las permanencias artísticas locales con la innovación, lo que hace que este palacio se constituya en un modelo de referencia para otros proyectos posteriores en la ciudad, asentando las bases de los rasgos definitorios del barroco antequerano (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Basílica de Santo Domingo

     El establecimiento de los Dominicos en Antequera, a partir de su llegada en 1586, estuvo vinculado a un espacio de la ciudad de continua­do uso religioso, desde que los arrabales y ejidos de la antigua medina, ahora ya cristiana, fueran acogiendo una progresiva ocupación conventual y ciudadana. La casa de la Cofradía de Niños Ex­pósitos de Nuestra Señora de la Concepción, y su iglesia, levantada en 1546, que ocupaban en origen el solar, resultaron ser la ilícita y polémi­ca instalación conventual dominica, con el consiguiente desplazamiento violento de la institución asistencial. Según convenio con la cofradía, la iglesia conservaría su título concepcionista, aun­que su nuevo destino y posiblemente también la escasa veneración de los dominicos a la Inmaculada Concepción, haría que fuera conocido po­pularmente como convento de Santo Domingo. A partir de 1590 y hasta 1660 la congregación pasó a ampliar y consolidar las dependencias conventuales y la iglesia, hasta darles su forma definitiva. De este momento se conservan la portada principal, la armadura de la nave central y el alfarje del sotocoro. En esta misma época, la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús, conocida popularmente como la de «Abajo», se instaló en una capilla a los pies de la nave del Evan­gelio, ampliada y redecorada en los años veinte del siglo XVIII, fecha en la que también se abrió una portada exterior. En 1717 Andrés Burgueño construyó el camarín de la Virgen del Rosario, abierto en la capilla del mismo nombre en el pri­mer tramo de la nave de la Epístola, siendo muy reformado en el último tercio del siglo XVIII. No obstante, aún habrían de sucederse dos grandes momentos en la historia del convento y la iglesia. La desamortización del siglo XIX avocó a la venta del convento y solar, mientras que la iglesia se salvó de la destrucción pero no de la ruina. En el último tercio del siglo XIX un nuevo impulso de la Cofradía de Abajo consiguió un Real Patronato, pues Isabel II fue nombrada Hermana Mayor efectiva; se obtuvo el título de Real para la Archicofradía y la cesión del templo a la misma, así como la designación papal como Basílica del Dulcísimo Nombre de Jesús y María Santísima de la Paz (1868) y un importante programa de reconstrucción y reformas llevado a cabo entre 1864 y 1865, responsable del sabor clasicista propiciado por la policromía al temple de muros, bóvedas y artesonado, y los retablos erigidos para las imágenes titulares. El último de estos grandes momentos, es fruto de la intervención conjunta de la Junta de Andalucía y la Hermandad, para la recuperación y consolidación del templo, un largo proceso, aún continuado, que ha permitido su apertura en 2004.
     La planta de la iglesia, en origen de una única nave y capilla mayor con presbiterio, se amplió con la adición de las naves laterales en los siglos XVII y XVIII. Cubre la central una armadura mudéjar policromada, mientras los espacios presbiteriales culminan con bóveda de media naranja y cuarto de esfera, respectivamente. Los ámbitos laterales reciben bóvedas vaídas, en el lado de la Epístola, y de media naranja y de crucería neogótica, el opuesto. La adyacente capilla de la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús cierra su nave con bóveda semiesférica decorada con ye­serías barrocas con símbolos pasionistas. Arquitectónicamente es muy interesante el camarín de la Virgen del Rosario cuya planta hexagonal con entrepaños cóncavos se cubre con cúpula gallonada y revestimiento orna­mental de yeserías y zócalo de ágata con símbolos marianos en piedra blanca.
     El exterior del templo resulta cuanto menos sorpresivo, en principio por su propio emplazamiento, en la confluencia de una doble cuesta cuyo desnivel se marca con la citarilla levantada en l766 por Martín de Bogas. A ello se suma el pintoresquismo de la recoleta plazuela que se crea por la disposición perpendicular de la portada de la capilla del Dulce Nombre con la principal de acceso a la nave, y la lateral practicada a los pies de la nave de la Epístola, abierta a finales del siglo XVIII.
     La sobriedad y sencillez de las fachadas sólo se rompe con las portadas mencionadas. La central, de estilo manierista, se abre con arco de medio punto con dovelas almohadilladas, entre pilastras montadas con el mismo sistema, coronado por una hornacina, rematada con frontón partido, que cobija una imagen en piedra de la Inmaculada Concepción, titular del templo. La portada de la Capilla del Dulce Nombre ha sido totalmente reconstruida. Para la abierta por la Cofradía del Rosario a los pies de la nave de la Epístola, se utilizaron ricos mármoles granadi­nos, con los que se levantó un arco de medio punto entre pilastras toscanas cajeadas sobre plintos, cuyo ático se abre con un hueco de ven­tana con ornamentación rococó.
     La iglesia guarda un rico patrimonio mueble, ornamental y procesional, fruto del gran fervor que han suscitado las imágenes titulares de las cofradías nombradas. Parte de estos bienes se encuentra depositada en el Museo Municipal. La capilla mayor, decorada con pintura al temple en el siglo XIX, ocupa su testero con un destacado retablo con estípites, del siglo XVIII, que emboca el camarín de la Virgen de la Paz, cuya fábrica ha sido rehecha en 1980. La imagen titular, una de las más bellas Dolorosas de vestir de Antequera, es una notable obra de Miguel Márquez García, de 1815; está flanqueada por las interesantes esculturas de San Francisco de Asís y Santo Domingo, posiblemente de Carvajal. A ambos lados del retablo mayor se alzan sendos retablos neoclásicos. El del lado del Evangelio está dedicado al Niño Jesús Perdido, destaca­da escultura de autor desconocido y cronología incierta, aunque probablemente a caballo entre los siglos XVI y XVII. El frontero está presidido por la imagen de Jesús Nazareno, más conocida como Dulce Nombre de Jesús Nazareno, talla de vestir, documentada recientemente, del escultor Diego de Vega de 1581. Estas imágenes, titulares de la «Cofradía de Abajo», son procesionadas el Viernes Santo, junto con el Cristo de la Buena Muerte y de la Paz, que se incorporó a la salida en el año 1971.
     Los muros de la nave central sirven de soporte para un Apostolado y cuatro padres de la Iglesia, contratados a Manuel Farfán en 1686. A los pies se levanta el retablo de San Cayetano, de finales del siglo XVIII, cuya imagen titular está atribuida a Miguel Márquez. La última restauración de la nave del Evangelio ha posibilitado la ordenación y reubicación de sus obras. En la capilla del Dulce Nombre de Jesús destacamos: una escultura de San José, de Juan Vázquez de Vega, del siglo XVII; la notable imagen del Cristo de la Buena Muerte y de la Paz, obra de Diego de Vega, de 1582, repolicromada en los años 80 del siglo XX -la llegada a esta iglesia, desde el convento de San Agustín, tuvo lugar en los años 60 del mismo siglo-; La alegoría de los sentidos, lienzo del XVIII y dos representaciones al óleo de la Virgen del Rosario. Entre los lienzos que decoran la nave del Evangelio en su primer y se­gundo tramo, destacan: Jesús flagelado, copia de Van Dyck y la Transverberación de Santa Teresa, de Farfán. El retablo del Cristo de la Humildad, en el testero del tercer tramo, cobija dos escultu­ras de interés: un busto de Virgen Dolorosa, de Miguel Márquez, de finales del siglo XVIII, y el Cristo de la Humildad y Paciencia, de cronología incierta.
     La cabecera de la nave de la Epístola se ocupa con el retablo dieciochesco de Santo Domingo, ensambladura con soportes de estípites, que alterna la decoración tallada y pintada, como las imágenes insertas en tondos de Santa Lucía de Narni y la Beata Lucía Francesa; reserva la hor­nacina central para la talla de vestir de Santo Domingo de Guzmán, del siglo XVII, flanqueado por óvalos con las imágenes del Beato Alberto de Bérgamo y una beata dominica; las calles laterales se ocupan con las esculturas de Santo Tomás de Aquino y Santa Catalina de Siena. A continuación, una simple embocadura neogótica da paso a una importante representación de la Inmaculada Franciscana, o Virgen Apocalíptica, notable talla flamenca anónima, fechada entre 1720 y 1730. Tras pasar el tramo, en el que se encuentra la imagen de vestir de la Virgen de la Salud, llegamos a uno de los espacios más destacados de la iglesia, por su antigüedad, significación y patrimonio artístico: la capilla y camarín de la Virgen del Rosario. La magnitud de la devoción hacia esta imagen como protectora del pueblo frente a las graves epidemias y cala­midades que azotaban a la población, llegó a su máxima expresión a partir del siglo XVII, cuando las virulentas epidemias de peste de 1679 y 1779 tuvieron funestas consecuencias. La intervención, protección y mi­lagros atribuidos a esta imagen aumentó la devoción hasta el punto de nombrarla copatrona de Antequera y mandar hacer réplicas escultóricas para las puertas de la ciudad. Estas circunstancias fueron «aprovechadas» por los dominicos para extender su influencia ideológica y religiosa sobre los fieles y su poder económico, a la vez que propició la dotación de un riquísimo patrimonio, en parte conservado en el Museo Municipal. La Pontificia y Real Archicofradía de Nuestra Señora del Rosario procesiona la imagen en su festividad de octubre. Los pilares del arco que marcan el acce­so a la capilla están revestidos de un panelado en madera, rematado en sinuosos penachos, cuyas superficies sirven de soporte para una decora­ción a base de molduras, golpes de talla y espejitos con pinturas populares de bustos de santos, aplicados de forma simétrica; en los rectángulos centrales aparecen las imágenes en relieve de San José con el Niño y San Rafael, de la última producción de Andrés de Carvajal. La bóveda y testero de la capilla están recubiertos con pinturas al temple coetáneas a la fábrica, restauradas en 2005. Precede el camarín una embocadura en forma de gran marco dorado. La escultura titular, la Virgen del Rosario, es obra muy notable realizada por Juan Vázquez de Vega en 1587, elevada sobre un destacado templete-baldaquino de perfil airoso, decorado con símbolos marianos policromados y una corte de ángeles suspendidos. Los muros se adornan con parte del ajuar de la Virgen, cornucopias y espejos de los siglos XVIII y XIX. A lo pies de la nave de la Epístola, hay un interesante lienzo votivo dedicado a la Virgen del Rosario, La Epidemia, documento de los efectos apocalípticos que causó la peste de 1679 en Antequera (Rosario Camacho Martínez [dirección], Aurora Arjones Fernández, Eduardo Asenjo Rubio, Francisco J. García Gómez, Juan Mª Montijano García, Sergio Ramírez González, Francisco José Rodríguez Marín, Belén Ruiz Garrido, Juan Antonio Sánchez López, y María Sánchez Luque. Guía artística de Málaga y su provincia. Tomo II. Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).  
     La planta original debió ser de una sola nave y capilla mayor bien diferenciada, cubriéndose la primera con armadura mudéjar policromada y la segunda con bóveda de media naranja y cuarto de esfera sobre el presbiterio. Las naves laterales se le fueron añadiendo paulatinamente, sobre todo durante el siglo XVIII y se cubren la mayoría con bóvedas vaídas (nave de la Epístola) y de media naranja y de crucería neogótica (nave del Evangelio). La capilla adyacente de la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús se levantó a los pies de la nave del Evangelio hacia 1.720; se compone de una pequeña nave, con puerta independiente a la calle, y de la capilla propiamente dicha, que se cubre con bóveda semiesférica decorada de yeserías barrocas. Esta capilla adyacente -con la bóveda de la "nave" hundida- está cerrada al culto y sirve de trastero. Pieza arquitectónica muy interesante es el camarín de la Virgen del rosario, abierto en uno de los tramos de la nave de la Epístola, que presenta planta hexagonal con entrepaños cóncavos y cúpula gallonada; su ornamentación está realizada en estuco (yeserías de la bóveda) y n ágata (zócalo añadido en el último tercio del siglo XVIII). La construcción de este camarín se hizo en 1.717 con el patronazgo de Fray Manuel de Santo Tomás.
     El exterior, actualmente muy reformado, destaca por su portada manierista y por lo muy pintoresco de su emplazamiento, en zona en cuesta y con una barroca citarilla levantada por Martín de Bogas en 1.766. La portada principal tiene pilastras almohadilladas, siendo igualmente almohadillado el dovelaje a monta caballo del arco de medio punto; el segundo cuerpo se compone de una hornacina rematada en frontón partido y guarnecida de bella ornamentación del vocabulario manierista, que alberga una imagen en piedra de la Inmaculada, antigua titular del templo. La portada de la capilla del Dulce Nombre, en ladrillo, es almohadillada y adintelada; se dispone perpendicularmente al frente de la fachada de la iglesia. La otra portadita, la de la nave de la Epístola, es obra de fines de siglo XVIII; tiene arco de medio punto flanqueado de pilastras toscanas cajeadas sobre plintos y ventana enrejada en el ático con ornamentación rococó, todo ello en mármoles granadinos. Las espadañas son dos -una mayor que otra- y carecen de interés; ambas presentan un sólo vano.
     Aunque los dominicos fundaron en Antequera el año 1.586, la actual iglesia no se construyó hasta comienzos del siglo XVII y aún en la centuria siguiente se harían importantes reformas (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     Obra de los siglos diecisiete y dieciocho, la nave central tiene un artesonado mudéjar policromado y en el camarín del retablo mayor de estilo barroco está la imagen de la Virgen de la Paz Coronada.
     Edificio del primer cuarto del siglo diecisiete en el que instalaron su convento los Dominicos gracias a una donación de doña Inés Fernández de Córdoba.
     Hoy día, el exterior de Santo Domingo resulta de una extrema sencillez exceptuando la portada principal que, junto a la armadura de la nave central y el artesonado del soto-coro, son los únicos elementos subsistentes primitivos. La portada referida, de estilo manierista, presenta pilastras almohadillas y un segundo cuerpo en el que está colocada la imagen en piedra de la Concepción, titular del Templo.
     Su interior es el resultado de múltiples transformaciones y añadidos. La armadura mudéjar que cubre la nave central es un ejemplo bastante singular pues presenta una vistosa policromía en blanco, azul y rojo.
     La capilla mayor, cubierta con bóveda de media naranja, alberga un retablo del siglo dieciocho en el que predomina como elemento de soporte y decoración el estípite. En el camarín central, rehecho en 1980,  está la imagen de la Virgen de la Paz, bella Dolorosa realizada por el antequerano Miguel Márquez García en 1815. Hoy día se procesiona el Viernes Santo suscitando gran devoción entre los antequeranos.
     En la Capilla Mayor también se encuentran dos enormes retablos de estilo neoclásico donde se sitúan la imagen del Niño Perdido y la antigua imagen de Jesús Nazareno, del siglo dieciséis, titular de la Pontificia y Real Archicofradía del Dulce nombre de Jesús y Nuestra Señora de la Paz.
     Debemos destacar la capilla de Nuestra Señora del Rosario, imagen de masiva devoción en Antequera durante los siglos diecisiete al diecinueve con un riquísimo patrimonio artístico.
     El capítulo pictórico es bastante amplio sobresaliendo obras como La Epidemia, La Alegoría de los Sentidos, o la Transformación de Santa Teresa.
     Entre los enseres procesionales destaca el palio de la Virgen de la Paz, cuya magnífica peana fue tallada en 1682 (Diputación Provincial de Málaga).

Iglesia de San Agustín - Museo

     La primitiva sede de los agustinos en Antequera se fundó en 1527 fuera de la muralla de la ciudad, en el llamado convento de Santa Catalina. La fábrica del templo actual, dirigida por el arquitecto Diego de Vergara, se construyó entre 1550 y 1556. La familia Narváez se hizo cargo de la capilla mayor. Sin embargo, la imagen que ha llegado hasta nosotros es el fruto de una se­rie de intervenciones importantes que afectaron tanto al exterior como al interior de la iglesia. Las obras de 1668 sustituyeron la armadura renacentista de la nave, traza de Diego de Siloe, con realización de Melchor de Arroyo, por una bóveda de medio cañón con lunetos. En los años cuarenta de ese siglo, se había redecorado su interior con un programa de yeserías manieris­tas que integraban lienzos pintados. La torre se completó entre el último tercio del siglo XVII y la centuria siguiente.
     La iglesia, sede de la Cofradía de Nuestro Señor a su Entrada en Jerusalén, «Pollinica», y María Santísima de la Consolación y Esperanza, consta de una nave con coro alto a los pies. El espacio de la capilla mayor es uno de los más destacados de Antequera: su planta rectangular, separada del resto de la nave por gran arco triunfal, recibe una bóveda de crucería gótica. La sacristía, cubierta con bóveda de crucería, se abre en el tramo del lado del Evangelio contiguo al presbiterio.
     El exterior, restaurado en los años ochenta del siglo XX, muestra algunos de sus elementos más singulares. El muro de la Epístola se articula a través de una serie de robustos contrafuertes que imponen cierto carácter de iglesia-fortaleza, mientras que la portada, abierta en los pies del mismo, ofrece un marcado  aspecto civil al recibir un balcón volado sobre el acceso, con medio punto coronado por un escudo de la orden; sendas hornacinas flanquean el balcón y cobijan las imágenes en piedra de Santa Catalina de Alejandría y San Agustín con inscripciones latinas; una gruesa moldura separa este cuerpo del siguiente, organizado en una composición tripartita: una escultura de la Virgen con el Niño, en el centro, enmarcado por pilastras coronadas por un frontón curvo, y un par de escudos, perdido el de la derecha, inscritos en marcos rematados por frontones triangulares. El ático, elevado sobre una gruesa línea de imposta, es un aña­dido del siglo XVII y aligera el muro con una ventana y frontón partido. La torre, de ladrillo, ceñida entre dos contrafuertes, compone su es­tructura cuadrada con cuatro cuerpos aligerados con huecos en sus frentes. La fisonomía de la torre se destaca entre los tejados del casco urbano en el que se inserta, ofreciendo como punto de referencia el singular contorno bulboso de su chapitel.
     El templo cuenta con un importante patrimonio pictórico, centrado su contenido, principalmente, en la orden titular, a través de un despliegue iconográfico que conforma los ejes didáctico-morales del perfil agustino. En el primer cuerpo del retablo mayor, tres tallas de vestir del último tercio del siglo XVII: la Virgen de la Salud, entre San Agustín y Santo Tomás de Villanueva. Centra el testero, a un nivel superior, un lienzo de enormes dimensiones con un Calvario. El eje argumental agustino continúa a través de doce lienzos situados en el testero, al nivel de las trompas, y en los muros laterales del presbiterio, con pasajes de la Vida de San Agustín, ceñidos por bellas molduraciones de estuco, del siglo XVII. Igualmente interesante es el programa decorativo de yeserías policromadas con racimos de frutos, escudos, mascarones y cabezas emplumadas que se combina con pinturas murales descubiertas parcialmente. Destaca también la importante talla de San Nicolás de Tolentino, del siglo XVII, situada en el lado del Evangelio de este ámbito presbiterial.
     Los muros laterales de la nave se articulan a través de un módulo organizador, conformado por la idéntica distribución de unos paneles, moldurados con yeserías, que se repiten en cada tramo o entrepaño. El nivel bajo se reserva para la colocación de retablos y la apertura de capillas; un primer cuerpo se destina a lienzos de temática agustina flanqueados por escudos; en un segundo cuerpo, se completa la serie hagiográfica del santo titular con ocho óleos; y el ático recibe una serie de retratos al óleo y símbolos cristianos y heráldicos. No obstante, el patrimonio mueble se encuentra disperso, estando inmerso en los últimos años en una labor de recuperación y reubicación del mismo.
     En el lado del Evangelio, en el tramo de sotocoro, se exhibe parte del importante fondo bibliográfico que posee el templo: misales del siglo XVIII con interesantes grabados. Al mismo siglo pertenecen los retablos que ocupan los siguientes tramos y capillas. El dedicado a la Virgen de la Consolación y Esperanza, cuyos repintes ocultan la policromía original, es de estilo rococó. La hornacina central está presidida por una imagen de vestir de la Virgen titular, flanqueada por las tallas de los Evangelistas. En este mismo ámbito se encuentran actualmente dos tallas del Niño Jesús, también del siglo XVIII, atribuidas a Andrés de Carvajal, imágenes que acompañan a San José -retablo del mismo nombre en el lado de la Epístola- y a San Cayetano -del grupo escultórico situado en el cuarto tramo-, respectivamente. En la capilla del tercer tramo, el retablo de San Antonio Abad cobija la imagen titular y una tabla de la Virgen del Rosario, el Niño y la Trinidad. En el cuarto tramo se levanta el retablo de San Roque, anteriormente en el lado de la Epístola, con su imagen, interesante talla del siglo XVI; en su frente muestra el sagrario, que perteneció al retablo de la capilla mayor; tam­bién en este espacio, destaca el interesante grupo escultórico, atribuido a Carvajal, de la Virgen entregándole el Niño a San Cayetano.
     En el lado de la Epístola, desde el tramo más cercano al presbiterio, destaca el retablo de Santa Bárbara, con su imagen titular e interesantes símbolos marianos en el intradós del arco de acceso a la hornacina que la sustenta; el retablo de Santa Rita de Casia, de comienzos del XVIII con columnas salomónicas, cuya imagen titular de vestir, ocupa el nicho central, flanqueada por las tallas de San Antonio y Santa Lucía. Junto a la puerta de ingreso de la iglesia, en el cuerpo bajo de la torre, se levanta la antigua capilla de don Diego Gómez de Escobar, de 1677. A esta fecha pertenece el programa de yeserías de la cubierta y el interior, y los lienzos de San Diego de Alcalá y Santo Tomás, del siglo XVII, y San José y San Miguel, del XVIII. La capilla presta su espacio para el sepulcro, con la imagen de Cristo yacente y la Virgen de la Soledad de San Agustín. En el sotocoro hallamos el retablo de San José con el Niño.
     En el coro se guarda el gran lienzo de San Agustín, del siglo XVII, que ocupaba el lugar del retablo mayor además de otras obras interesantes, como la caja del órgano, del siglo XVII y pai­sajes pintados al óleo enmarcados en yeserías. En la sacristía se encuentra una interesante imagen de Santa Catalina mártir, óleo del siglo XVIII y algunas piezas de plata del XVII, entre las que sobresalen un cáliz, un copón y un hostiario de­corado con espejos ovales y gallones planos (Rosario Camacho Martínez [dirección], Aurora Arjones Fernández, Eduardo Asenjo Rubio, Francisco J. García Gómez, Juan Mª Montijano García, Sergio Ramírez González, Francisco José Rodríguez Marín, Belén Ruiz Garrido, Juan Antonio Sánchez López, y María Sánchez Luque. Guía artística de Málaga y su provincia. Tomo II. Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).  
     El templo consta de una nave de cañón abierta con bóveda de cañón y capillas laterales en el lado del Evangelio entre los contrafuertes del muro (se accede a ellos por arcos de medio punto labrados en piedra arenisca con rica molduración).
     La Capilla Mayor es rectangular, de cerramiento superior poligonal, por medio de trompas. Su cubierta está formada por una bóveda de yeso estilo gótico, con nervios en estrella.
     Un arco toral, de piedra arenisca separa la acapilla mayor de la nave.
     La fachada, a los pies de la iglesia, tiene a su derecha una torre con tres cuerpos de estilo manierista y los últimos barrocos (culminándose con un chapitel bulboso).
     Después de la Desamortización de Mendizábal se cegaron los arcos de las capillas laterales, quedando iglesia y claustro aislados (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     Su iglesia tiene la segunda torre en importancia de Antequera y en su interior resalta una amplia y profunda capilla mayor, cubierta con una bóveda de crucería gótica remodelada en el siglo diecisiete con yeserías manieristas.
     San Agustín se construyó como un antiguo convento entre los años 1550 y 1566, dirigiendo las obras el arquitecto Diego de Vergara.
     El exterior, recientemente reformado, resulta singularísimo por la disposición de su fachada a los pies del muro lateral y torre. La primera, ofrece una composición muy manierista y en ella destaca el volado balcón que concede cierto aire civil al monumento. La torre, embutida entre dos contrafuertes, evidencia dos momentos constructivos diferenciados: los siglos diecisiete y siglo dieciocho.
     Muchas fueron las remodelaciones que esta iglesia sufrió habiendo que lamentar la desaparición de la armadura renacentista de la nave que había sido trazada por Diego de Siloé y que fue sustituida por la bóveda de medio cañón con lunetos que hoy día encontramos.
     La capilla mayor, remodelada en principio dentro del estilo manierista, resulta uno de los espacios arquitectónicos más bellos de Antequera. De planta rectangular y cubierta con bóveda gótica, interesa principalmente por su decoración de yeserías, pintadas y doradas por Francisco Rodríguez de Alarcón. En ella, los lienzos embutidos con paisajes de la vida de San Agustín contribuyen a conformar una unidad espacial muy equilibrada y vistosa.
     El capítulo de la pintura es interesantísimo en este templo agustino destacando obras como El Calvario que preside la capilla mayor, diez lienzos de la Vida de San Agustín enmarcados en estuco, o un gran lienzo de San Nicolás, centrado hoy día, en el lugar del retablo mayor (Diputación Provincial de Málaga).

Casa Bouderé
     También de comienzos del XX es la casa de los Bouderé, en la plaza de San Sebastián, del arquitecto Daniel Rubio, ejemplo de eclecticismo de corte francés (Rosario Camacho Martínez [dirección], Aurora Arjones Fernández, Eduardo Asenjo Rubio, Francisco J. García Gómez, Juan Mª Montijano García, Sergio Ramírez González, Francisco José Rodríguez Marín, Belén Ruiz Garrido, Juan Antonio Sánchez López, y María Sánchez Luque. Guía artística de Málaga y su provincia. Tomo II. Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).  
     Cuando uno llega a la Iglesia de San Sebatián, lo primero que sorprende es su alta torre, que se divisa en muchos puntos de la ciudad de Antequera, y junto a lado haciendo esquina, podemos ver esta casa-palacio, una maravillosa obra de la arquitectura civil de la época de pleno auge de la ciudad, la Casa Bouderé.
     A principios de este siglo, fue construida la Casa de los Bouderé, bajo planos del arquitecto Daniel Rubio. La casa tiene una estética de estilo eclecticista francés, y lo que mas llama la atención de su fachada son los grandes balcones con unas bonitas y trabajadas rejas de fundición (Ayuntamiento de Antequera).

Iglesia Colegial de San Sebastián

     Desde el inicio de su construcción en 1540, hasta los trabajos del siglo XVIII, este templo es ejemplo singular de las consecuencias histórico­ artísticas y estilísticas de numerosas intervenciones dilatadas en el tiempo. Además, su erección parroquial se vio transformada en 1692, cuando acogió las funciones colegiales, hasta entonces desarrolladas en Santa María. Respecto a su autoría, conocemos la actividad del arquitecto Die­go de Vergara como director de las obras, tracista de la portada y en actuaciones concretas. El trazado general, en tres naves separadas por pilares cruciformes y los arcos de medio punto de los primeros tramos, corresponden al diseño primitivo, pero la imagen interior ha sufrido profundas  transformaciones desde el siglo XVII, cuando las armaduras originales queda­ron ocultas por bóvedas de arista y de cañón, y tanto la capilla mayor como el crucero y su cúpula fueron totalmente rehechos en estilo neoclásico a comienzos del siglo XIX, desapareciendo el retablo mayor de 1622, diseño de Antonio Mohedano.
     El coro, levantado en el centro de la nave, ocupa su estructura con una sillería de madera tallada, procedente del convento de San Agustín y sendos órganos barrocos, realizados por Bernardo de Asencio en 1735.
     Los estilemas del esti­lo renacentista aparecen en esta iglesia colegial de un modo embrionario, fundidos con elementos goticistas, a los que habrá que unir los posteriores añadidos barrocos. Así, el efecto exterior de la fachada del edificio es el resultado del ensamble de estos distintos lenguajes y momentos. En la fachada, de trazo rectangular coronado por el piñón de la cubierta, destaca la portada plateresca dividida en tres cuerpos, separados por fuertes líneas de imposta. El primero, en el que se abre el acceso con arco de medio punto, está jalonado por dos pares de columnas corintias elevadas sobre plintos, mientras las enjutas soportan sendos clípeos con los bustos de Santiago y San Felipe; el  segundo cuerpo concentra una parte esencial del programa iconográfi­co del templo, al presentar las esculturas de San Pablo, San Sebastián y San Pedro en nichos coronados de veneras; el tercero, a modo de ático flanqueado por dos ventanas de arcos ligeramente apuntados, reserva su espacio para las armas imperiales de Carlos V, completando el conjunto y el esquema figurativo, las figuras alegóricas de Hércules niño, la Noche y el Crepúsculo.
     En el lado izquierdo de la fachada se alza una esbelta torre de ladrillo, obra destacada del barroco andaluz, diseñada por el alarife antequerano Andrés Burgueño (1701-1706), quien se incorporó al trabajo concluido el primer cuerpo de piedra por Ignacio de Urzueta; el chapitel que corona la pieza se construyó en 1928, viniendo a reemplazar el realizado por Nicolás Mejías en 1772, que sustituyó a su vez otro primitivo. Estilísticamente, participa tanto de la tradición barroca local como de los modelos mudéjares. Presenta una airosa y compleja estructura, que persigue la movilidad de sus perfiles a medida que se eleva. A partir del alto basamento cuadrado de sillería, se alza un cuerpo de contorno mixtilíneo, repetido por el potente entablamento; el cuerpo de campanas convierte su alzado en octogonal, al igual que el ático y el chapitel. Contribuye al carácter vibrante y dinámico de la obra, una profusa ornamentación en barro cocido.
     La riqueza patrimonial de la Colegiata, compuesta de numerosos retablos, esculturas, lienzos, ornamentos litúrgicos, piezas de platería y cantorales, no sólo se encuentra reunida en la propia iglesia sino también en el Museo de la ciudad. En el centro del espacio presbiterial se alza el Tabernáculo, de madera dorada y policromada, que Antonio Mohedano trazara en 1609 para la colegial de Santa María, con un doble templete y emblemas eucarísticos; preside el segundo cuerpo una interesante escultura en madera dorada y policromada de Santa María de la Asunción, fechada hacia 1610 y creada, originalmente, como imagen titular de la iglesia de Santa María. Una copia decimonónica de la Inmaculada de Pedro Atanasio Bocanegra, -el lienzo original se encuentra en el Museo-, preside el testero de la capilla.
     El acceso al templo se realiza a través de un cancel de madera, obra del siglo XVIII del taller de los Asencio, decorado con esculturas de Andrés de Carvajal. La obra cumbre de este artista es el Cristo del Mayor Dolor, de 1771. De gran devoción en la ciudad, ocupa la hornacina central del retablo neogótico del muro del trascoro, y es procesionado, junto a la Virgen del Mayor Dolor, el Miércoles Santo. En los nichos laterales se disponen las imágenes de la Virgen del Mayor Dolor, de talla completa, y la singular Magdalena penitente, cercana al modelo creado por Pedro de Mena, realizadas por Carvajal en 1776. Sendos lienzos con la representación de San Se­bastián y San Lucas, obras manieristas seguidoras de Mohedano, cuelgan en el lateral derecho o el trascoro, mientras en el izquierdo, se halla un Crucificado, talla local del último tercio del siglo XVII.
     En la nave del Evangelio encontramos algunas de las piezas artísticas más importantes. En el tramo de los pies, destaca el retablo de San Blas cuya traza e imagen titular son obras de Carva­jal. En el muro contiguo destaca el lienzo de la Virgen con el Niño, atribuido a Meneses Osorio y fechado a finales del siglo XVII. La capilla bautismal conserva la pila del siglo XVI. También singular, es el lienzo de San Francisco y San Antonio, de mediados del siglo XVII, obra anónima napolitana, coronando el retablo de San Luis Gonzaga. Muy destacadas son las piezas que ocupan el retablo rococó de San Pedro, de finales del siglo XVIII: en el camarín, una imagen de San Pedro entronizado, de escuela granadina del último tercio del siglo XVI, y en las hornacinas laterales, los bustos de Ecce Homo, de Pedro de Mena, y Dolorosa, firmada y fechada por Diego Márquez y Vega en 1757, considerada su obra maestra y una de las mejores obras del círculo escultórico antequerano del siglo XVIII. El testero de la capilla de Ánimas se ocupa con un retablo rococó cuya hornacina central presenta el Santo Crucifijo de la Salud, de inicios del siglo XVIII; las repisas laterales sostienen sendas esculturas del taller de Carvajal: San Rafael y San ]osé con el Niño. Tras la capilla, y de vuelta a la nave, una escultura de Santa Ana, del siglo XVI, con poli­cromía del XVIII, preside un retablo neogótico. En la sacristía y su antesala se conservan interesantes piezas de mobiliario litúrgico y de platería: la colección de relicarios de entre los siglos XV y XVIII, como el de San Sebastián y San Fabiano, ejemplar castellano de fines del siglo XV, con el relieve de Santa Catalina de Alejandría, o el de Santa Eufemia, muestra italiana de 1750. El espacio contiguo a la sacristía se encuentra presidido por el sepulcro de Rodrigo de Narváez, primer alcaide de la ciudad, un mausoleo y sarcófago, obra de 1850 con algunos elementos recuperados del original. En la última capilla de la nave del Evangelio, el señalado cuadro-retablo de La paciencia de Job, atribuido a Valdés Leal. Sin duda, una de las obras maestras que guarda el templo, por su arquitectura y las esculturas que lo completan, es el retablo de Santa María de la Esperanza del testero de la nave, del arqui­tecto y escultor antequerano Bernardo Simón de Pineda, contratado en 1693. Ocupa el nicho central la imagen titular, la Virgen de la Esperanza, destacada muestra de escultura gótica, fechada hacia 1410 y renovado el estofado en el s. XVII; igualmente reseñable es el ajuar de platería que la acompaña; la flanquean sendas imágenes de Santa Catalina, de Pedro Roldán, y de San Sebastián, vinculada al círculo granadino de Pablo de Rojas (1610); en el ático, las esculturas de San Pedro y San Pablo pertenecen a la producción final de Roldán con colaboraciones de taller. 
   En el testero de la capilla de la cabecera de la nave de la Epístola, encontramos otro de los retablos destacados, dado que sirve de soporte para una de las imágenes más importantes de la imaginería española: la Virgen de la Antigua, una extraordinaria escultura renacentista, atribuida a Jerónimo Hernández, realizada originalmente para Santa María. La maquinaria lignea del retablo está atribuida al taller de Carvajal, así como las esculturas de San Joaquín, San Cristóbal y Santa Eufemia, y los ángeles del ático. Entre las piezas situadas en las restantes capillas y tramos de la nave señalamos, junto al retablo neogótico de la Inmaculada, la Virgen de Guadalupe, óleo firmado por el mexicano Andrés de Barragán en 1721; una Dolorosa de vestir, arrodillada, de fines del siglo XVIII, atribuida a Miguel Márquez García; la Transfiguración en el monte Tabor, obra de Antonio Mohedano, de 1598, uno de los lienzos más famosos del artista; una escultura de San Juan Bautista, de Andrés de Carvajal, situado en el retablo que ocupa el muro de los pies, obra del mismo autor (Rosario Camacho Martínez [dirección], Aurora Arjones Fernández, Eduardo Asenjo Rubio, Francisco J. García Gómez, Juan Mª Montijano García, Sergio Ramírez González, Francisco José Rodríguez Marín, Belén Ruiz Garrido, Juan Antonio Sánchez López, y María Sánchez Luque. Guía artística de Málaga y su provincia. Tomo II. Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).  
     El primitivo estilo de San Sebastián es el de un Renacimiento todavía indeciso, que resulta evidente en aquellos elementos que aún se averiguan de la fábrica original.
     De su fachada lo más interesante es la bellísima portada renacentista. Presenta tres cuerpos, siendo de módulo más reducido los dos superiores con respecto al primero. Este cuerpo bajo se encuadra por pares de columnas de fuste estriado y capiteles de silueta corintia y composición algo fantástica.
     La disposición original del interior de San Sebastián -muy parecida a la actual- era de tres naves separadas por pilares de planta cruciforme y medias columnas jónicas adosadas, similares a los de la catedral italiana de Pienza.
     Sobre estos pilares descansaban arcos de medio punto cubriéndose las tres naves con armadura de madera, hoy ocultas por bóvedas de yeso.
     La Colegiata de San Sebastián es, en la actualidad, el resultado de las numerosas reformas y añadidos que ha venido recibiendo a lo largo de varios siglos. Comenzada su construcción en 1.540, sabemos que aún no estaba concluida en 1.548 (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     Aunque primitivamente fue concebida como simple parroquia de estilo renacentista, la Iglesia Colegial de San Sebastián es el resultado de numerosas reformas y añadidos a lo largo de los siglos. Su construcción comienza en 1540 encargándose en 1548 el arquitecto Diego de Vergara de revisar los trabajos y trazar las armas reales de la portada principal.
     De su fachada, lo más destacable, es la bella portada renacentista de tres cuerpos, siendo el segundo de ellos más plateresco.
     Algo distanciada del buque de la iglesia y recordando los modelos del mudéjar aragonés, se encuentra la esbelta torre de San Sebastián (datada entre 1701 y 1706), elemento bastante singular del barroco andaluz de compleja estructuración arquitectónica de cuerpos de ladrillo y decoración basada en aplicaciones a base de golpes de barro cocido. Está rematada por un chapitel con veleta que representa al "Angelote" en cuyo pecho se guarda una reliquia de Santa Eufemia.
     La disposición original del interior de San Sebastián era de tres naves separadas por pilares de planta cruciforme y medias columnas jónicas adosadas. Sobre estos pilares descansaban arcos de medio punto cubriéndose las naves con armaduras de madera, hoy ocultas por bóvedas de yeso. En 1690 una terrible explosión destruye la capilla mayor por lo que el crucero, cúpula y cabecera plana corresponden ya al siglo dieciocho dentro de un estilo neoclasicista.
     En el centro de la nave se alza el coro con interesante sillería tallada en madera procedente del desamortizado convento de San Agustín, y dos órganos de estilo barroco que realizó Bernardo de Asencio en 1735.
     El tabernáculo del presbítero traído desde la Colegiata es traza de Mohedano de 1609.
     Muy destacable resulta el retablo de Santa María de la Esperanza, de arquitectura manierista, que ocupa la nave del Evangelio. Obra del escultor antequerano Bernardo Simón de Pineda puede considerarse como uno de los más bellos de Antequera. En él se encuentran piezas tan interesantes como Santa María de la Esperanza, escultura gótica de comienzos del siglo quince que según una antigua tradición fue traída por el Infante Don Fernando "el de Antequera" al conquistar la ciudad en 1410.
     En la capilla del testero de la nave de la Epístola se encuentra el retablo de la Virgen de la Antigua, imagen renacentista de las más bellas de España atribuida a Jerónimo Hernández.
      Otras retablos destacables son el de San Blas, con escultura de Carvajal; el de San Pedro con dos bustos de Ecce Homo y Dolorosa, el primero de Mena y el segundo de Diego Márquez.
     Junto a la puerta de la sacristía se encuentra el sepulcro de Rodrigo de Narváez, primer alcaide de la ciudad, traído solemnemente desde Santa María en 1850.
     En el capítulo de las pinturas destaca La Virgen con el Niño; San Francisco y el hermano León atribuido a Alonso Cano; la paciencia de Job o la transfiguración de Cristo en el Monte Tabos de Antonio Mohedano.
     Frente a la puerta principal se encuentra un aparatoso retablo neogótico de finales del diecinueve cuyas hornacinas ocupan imágenes del escultor Andrés de Carvajal siendo su obra cumbre la del Cristo del Mayor Dolor (1771) (Diputación Provincial de Málaga).

Convento de la Encarnación

     Un beaterio en la ermita de la Vera Cruz, en el cerro  del  Infante, fue el primitivo establecimiento de las Madres Carmelitas de la Antigua Observancia, Calzadas, llegadas a Antequera en 1520. En 1536 recibieron licencia del obispo D. César Riario para fundar convento en la ciudad, instalándose en los años siguientes junto a la ca­pilla de Ánimas de la iglesia de San Sebastián. Las edificaciones conventuales que han llegado a nuestros días, dedicadas al misterio de la Encarnación, son fruto de ampliaciones, reformas y reconstrucciones llevadas a cabo a partir de la segunda mitad del siglo XVI. Entre 1580 y 1597 la iglesia se levantó de nueva planta, bajo la dirección del alarife y estuquista Francisco Gutiérrez Garrido, siendo contratada la ejecución de la puerta de acceso del templo y el mirador que la corona con el maestro cantero Francisco de Azurriola y el alarife Juan de Torres, respectivamen­te; en el coro alto trabajó el escultor y arquitecto Lorenzo de Medina, mientras que el complejo diseño de la portada del convento recuerda las obras de Melchor de Aguirre.
     La planta de la iglesia responde al modelo de una única nave, capilla mayor cuadrada elevada sobre gradas y coro alto a los pies. Especial aten­ción merecen las cubiertas mudéjares de los dos espacios. La armadura de la nave central, rela­cionada con la de Santa María, es la única de An­ tequera documentada hasta la fecha. Se trata de una compleja pieza profusamente decorada con estrellas y octógonos de mocárabes, realizada por los carpinteros de lo blanco Diego Vaquerizo y Juan Rivas. La de la capilla mayor muestra per­fil octogonal sobre trompas decoradas con yese­rías. Asimismo resaltan las zapatas y arquitrabes manieristas en que se apoya el coro alto.
     La sobriedad exterior queda interrumpida con la portada de ingreso al convento, de diseño manierista, y la portada del templo, rematada  con un curioso mirador de dos cuerpos y arco de ac­ceso con el tema de la Anunciación, compuesto por los relieves de la Virgen, San Gabriel y la ja­rra de azucenas; la espadaña es adición del siglo XVIII.
     La práctica totalidad del patrimonio mueble de la iglesia corresponde a los siglos XVIII y XIX. El retablo de la capilla mayor, obra de Antonio Palomo de 1790, combina el lenguaje rococó y neoclásico. Su camarín cobija el conjunto escultórico de la Anunciación, obra valen­ciana de Damián Pastor de 1897; sendas imáge­nes dieciochescas de vestir, Santa Teresa y Santa Magdalena de Pacis, flanquean este grupo. En el primer retablo del lado del Evangelio destacamos un Crucificado en madera policromada de fines del siglo XVI; el retablo de San Elías, que une elementos manieristas de yeso con otros rococó, está presidido por una imagen decimo­nónica del santo titular. En el lado de la Epístola se encuentra el retablo más interesante del templo, pieza rococó cuyo despliegue iconográfico se debe a la producción de Diego Márquez: la Virgen del Carmen, en el centro, notable imagen de movida composición, realizada en 1787, y las esculturas de San Antonio y Santa Margarita de Cortona, posibles obras del mismo autor. En el retablo inmediato a la puerta destacamos un San José, atribuido a Andrés de Carvajal (Rosario Camacho Martínez [dirección], Aurora Arjones Fernández, Eduardo Asenjo Rubio, Francisco J. García Gómez, Juan Mª Montijano García, Sergio Ramírez González, Francisco José Rodríguez Marín, Belén Ruiz Garrido, Juan Antonio Sánchez López, y María Sánchez Luque. Guía artística de Málaga y su provincia. Tomo II. Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).  
     Se trata de uno de los conventos de monjas más antiguos de la ciudad y pertenece a la orden de las Carmelitas Calzadas. 
     En el interior encontramos el modelo de iglesia morisca granadina de una sola nave de cajón y capilla mayor en alto sobre gradas cubriéndose ambos espacios de artesonados mudéjares. La armadura de la nave, presenta crucetas y estrellas en los faldones o laterales inclinados, mientras que el almizate o zona central se decora profusamente con estrellas y octógonos de mocárabes. La armadura de la capilla mayor, de planta octogonal, descansa sobre trompas aveneradas de yesería y muestra estrellas y cruceta en los faldones y limas mojamares en los ángulos.
     El exterior resulta de una enorme originalidad ya que sobre la fachada de los pies, coincidiendo con el espacio del coro alto, se eleva sobre el tejado un cuerpo de dos plantas de miradores con celosías, adosado a la espadaña barroca. La portada de acceso al templo, que fue de una gran elaboración arquitectónica según referencias escritas, solo conserva a su primitiva disposición los relieves manieristas de las enjutas que representan a la Virgen y a San Gabriel Arcángel, uno a cada lado del arco. De todo el conjunto monacal destaca la iglesia y fachada de la calle Tintes, donde se encuentra la puerta regla, que presenta un interesantísimo diseño manierista de comienzos del siglo XVII, destacando en su hornacina la hierática escultura en mármol blanco policromado de San Elías, fundador mítico de la orden del Carmelo.
     Ya avanzado el siglo el siglo XVIII se levantaron sobre la fachada dos cuerpos de curiosos miradores y una airosa espadaña (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     Edificación perteneciente a la comunidad de las Carmelitas Descalzas que se concluye en 1580.
     Presentando un exterior extremadamente sobrio, el interior responde al modelo de iglesia morisca granadina de una sola nave de cajón y capilla mayor en alto sobre gradas que se cubren con artesonados mudéjares.
     Los primitivos retablos de esta iglesia han desaparecido con excepción de algunos fragmentos. El actual, pintado de blanco y oro, es obra de 1790 realizada por Antonio Palomo con un estilo entre lo rococó y lo neoclásico.
     Obras escultóricas de interés son: el grupo de la Anunciación del camarín central, un San José de Andrés de Carvajal, un Crucificado de fines del siglo dieciséis y la preciosa Virgen del Carmen de claro acento rococó que realizó el escultor antequerano Diego Márquez y Vega (Diputación Provincial de Málaga).
     
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