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miércoles, 12 de junio de 2024

La Capilla de la Virgen de la Granada, o de San Onofre, de la Catedral de Santa María de la Sede

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la Capilla de la Virgen de la Granada, o de San Onofre, de la Catedral de Santa María de la Sede, de Sevilla.      
     Hoy, 12 de junio, en Egipto, Memoria de San Onofre, anacoreta, que en el vasto desierto llevó vida religiosa por espacio de sesenta años (400) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
     Y que mejor día que hoy, para ExplicArte la Capilla de la Virgen de la Granada, o de San Onofre, de la Catedral de Santa María de la Sede, de Sevilla
     La Catedral de Santa María de la Sede [nº 1 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 1 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la avenida de la Constitución, 13; con portadas secundarias a las calles Fray Ceferino González, plaza del Triunfo, plaza Virgen de los Reyes, y calle Alemanes (aunque la visita cultural se efectúa por la Puerta de San Cristóbal, o del Príncipe, en la calle Fray Ceferino González, s/n, siendo la salida por la Puerta del Perdón, en la calle Alemanes); en el Barrio de Santa Cruz, del Distrito Casco Antiguo.
      En la Catedral de Santa María de la Sede, podemos contemplar la Capilla de la Virgen de la Granada, o de San Onofre [nº 115 en el plano oficial de la Catedral de Santa María de la Sede]; Su advocación antigua fue de San Cristóbal, siendo sustituida a partir de la construcción de la parroquia del Sagrario por la actual, que fue titular de una hermandad. Fue dotada en 1369 de la Era; en 1607 la dotó nuevamente doña María de Guzmán, viuda de Lázaro de Cózar. En alto, existe una representación del Calvario, llamada "Cristo de los Escobones". Esta Capilla tiene varios ámbitos superpuestos a los que se accede por dos tortuosos caracoles, situados en el ángulo Sureste (Alfonso Jiménez Martín, Cartografía de la Montaña hueca; Notas sobre los planos históricos de la catedral de Sevilla. Sevilla, 1997).
     En el Patio de los Naranjos en sí, es decir la parte descubierta, apenas si ha sufrido cambios en el transcurso de los siglos pero sí sus galerías. En los primeros momentos esta fueron colmatándose por medio de capillas de las que, permanece la de la Virgen de la Granada, al pie de la Giralda, y restos de otras (Alfonso Jiménez Martín, El Patio de los Naranjos y la Giralda, en La Catedral de Sevilla, Ed. Guadalquivir, 1991).
     En 1638, se hizo nuevo acceso a la biblioteca desde el patio de los Naranjos, con amplia escalera de ladrillo y puerta principal de entrada en la planta alta al terminar el último tramo de escalera; de esta manera se suprimió la antigua y estrecha puerta de ingreso que estaba junto a la capilla de la Granada en el indicado patio de los Naranjos (Jorge Bernales Ballesteros, La Biblioteca Capitular y Colombina, en La Catedral de Sevilla, Ed. Guadalquivir, 1991).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de San Onofre, anacoreta:
LEYENDA
   Supuesto hijo de un rey de Persia (o de Abisinia) que en el siglo IV se hizo ermitaño en la Tebaida.
   Su padre oyó las pérfidas insinuaciones del demonio disfrazado de peregrino, quien le dio a entender que el niño que pariría la reina sería un bastardo y que sería fácil probarlo exponiéndolo al fuego.
   El niño, arrojado a un brasero encendido, salió incólume del fuego, y con esta ordalía probó que era un hijo legítimo. Un ángel ordenó al rey hacer­lo bautizar con el nombre Onofre.
   Criado en un convento egipcio, el joven Onofre fue amamantado durante tres años por una cierva blanca (cerva alba).
   Ofreció un pan a la imagen del Niño Jesús que ingenuamente se quejaba de no tener qué comer; en cambio recibió un pan tan grande que se necesitó la fuerza de numerosos monjes para llevarlo.
   Dejó el convento donde lo criaran para convertirse en ermitaño. Una columna de fuego guió su marcha. El anacoreta Hermeo le condujo a una gruta cerca de la cual corría una fuente a la sombra de una palmera.
   Vestido sólo con sus largos pelos que cubrían completamente su cuerpo descarnado de asceta, y por su desmesurada barba, con un ceñidor de hojas atado en la cintura, el nuevo Adán, durante sesenta años vivió de los dátiles de su palmera y del pan que le llevaba un ángel quien, cada domingo, le administraba la santa comunión.
   El ermitaño Pafnucio, al ver a Onofre por primera vez, más parecido a un chimpancé que a un hombre, lo tomó por un animal feroz y huyó espan­tado. Pero Onofre lo tranquilizó y le contó su vida.
   Cuando murió, un coro de ángeles le tributó los honores fúnebres. Su alma ascendió al cielo en forma de paloma blanca (subspecie columbae candidae). La mayoría de estas circunstancias se copiaron de la leyenda de san Pablo ermitaño y de santa María Egipcíaca.
CULTO
   La ciudad de Munich se jactaba de poseer las reliquias de san Onofre. Venerado por los jerónimos que le dedicaron un monasterio en Roma, sobre el Janículo, san Onofre era invocado, igual que santa Bárbara, contra la muerte repentina sin confesión, a causa del ángel que regularmente le llevaba el Santo Viático, de ahí su popularidad durante la Edad Media. Como se había tejido una túnica con hojas de palmera, era el patrón de los tejedores. En Florencia, la corporación de los tintoreros (tintori di lana, Fürberzundt) se había puesto bajo su protección.
ICONOGRAFÍA
   Se lo representa como un salvaje (wilder Mann), y con los rasgos de un anciano descarnado,  cubierto de pelos de pies a cabeza, con una larga bar­ba bífida que desciende entre sus piernas.
   Se asemeja a un viejo orangután, tanto más por cuanto a veces anda a cuatro patas perseguido por perros. Como toda vestimenta tiene un ceñidor de hojas de palmera trenzadas, y a veces sólo un simple sarmiento de vid. Es el equivalente masculino de santa María Egipcíaca con quien forma pareja.
   Los hombres salvajes (uomini selvatici; wild men), es decir, los hombres de los bosques y selvas, vestidos con pieles, como los faunos y los sátiros de la mitología griega, son un tema muy frecuente en el arte de finales de la Edad Media.
   San Onofre, junto a san Juan Crisóstomo, el tipo más popular de los anacoretas hirsutos o velludos (pilosi, hairy men) de Oriente.
      Se lo ha representado con una corona tirada a sus pies, que recuerda su pretendido origen real, y una calavera que recuerda su penitencia. Pero su atributo característico, que comparte con santa Bárbara, es el cáliz rematado en una hostia que simboliza su comunión dominical. Un cuervo le lleva a diario un pan en el pico (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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