Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero

Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero, para conmemorar los 800 años de la Torre del Oro

   Otra Experiencia con ExplicArte Sevilla :     La intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla" , presentado por Ch...

jueves, 20 de junio de 2024

Los principales monumentos (Capilla-Tribuna de la Cruz Blanca, Iglesia de San Pedro, Convento de la Trinidad, Ermita de la Vera Cruz, Convento de Madre de Dios de Monteagudo, y Palacio del Marqués de Villadarias) de la localidad de Antequera (VIII), en la provincia de Málaga

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Málaga, déjame ExplicArte los principales monumentos (Capilla-Tribuna de la Cruz Blanca, Iglesia de San Pedro, Convento de la Trinidad, Ermita de la Vera Cruz, Convento de Madre de Dios de Monteagudo, y Palacio del Marqués de Villadarias) de la localidad de Antequera (VIII), en la provincia de Málaga.


Capilla Tribuna de la Cruz Blanca

     La sacralización de los ámbitos públicos de la ciudad, tiene en Antequera varios hitos tremendamente significativos, que la convierten en un escenario de exaltación cristiana como paradas teatrales de los recorridos procesionales y, durante todo el año, manifestación abierta y permanente de la permeabilidad del sentimiento religioso barroco. 
     Otra parada del Viernes Santo se efectuaba ante la capilla-tribuna de la Cruz Blanca, dedicada a la Virgen del Socorro, financiada por la propia ciudad y construida por Martín de Bogas en 1774. Más sencilla que la del Portichuelo o la de Santiago, que hemos incluido como pórtico de la iglesia, plantea una estructura trapezoidal y cuerpo doble con triple arcada en cada uno y sencilla decoración (Rosario Camacho Martínez [dirección], Aurora Arjones Fernández, Eduardo Asenjo Rubio, Francisco J. García Gómez, Juan Mª Montijano García, Sergio Ramírez González, Francisco José Rodríguez Marín, Belén Ruiz Garrido, Juan Antonio Sánchez López, y María Sánchez Luque. Guía artística de Málaga y su provincia. Tomo II. Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).  
     Se trata de una construcción abierta de tipo callejero, que se utilizaba como punto de parada de teatral en el desarrollo de la Procesión de la Virgen del Socorro en la tarde del Viernes Santo. Desarrolla un tríptico de dos plantas superpuestas con arcos carpaneles, en planta baja los arcos descansan sobre pilares de caliza roja "El Torcal de Antequera" y en alta sobre pilastras almohadilladas con estilizados estípites sobrepuestos. Se remata en pesadillas a tres aguas hacia delante.
     Esta construcción que es toda de ladrillo visto salvo los pilares del pórtico, se levantó hacia 1.774 por el alarife antequerano Martín de Bogas (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     Sobre 1774, el maestro alarife de la ciudad, Martín de Bogas, construye, con no pocos elementos manieristas, esta capilla de planta trapezoidal que fue dedicada a la Virgen del Socorro y se usó como vehículo permanente de difusión devocional.
     Consta de dos cuerpos con triple arcada en cada uno de ellos. La decoración es de la máxima sencillez limitándose en la planta baja, a finos baquetones que dibujan las enjutas del pórtico. En la planta superior encontramos arcos carpaneles de rosca de almohadilla al igual que las medias pilastras sobre las que descansan aquellos (Diputación Provincial de Málaga).

Iglesia parroquial de San Pedro
     La primitiva y pequeña parroquia, construida en 1522 en el arrabal norte de la ciudad, pronto resultó insuficiente, y en 1574 comenzaron las obras de un nuevo templo. Las ambiciosas pretensiones, patentes en las dimensiones casi catedralicias, toparon con graves problemas económicos, por lo que los trabajos se prolongaron hasta 1731. La autoría del proyecto es una incógnita, únicamente conocemos el nombre de Pedro Díaz de Palacios, maestro mayor de la Catedral de Málaga, y director de la fábrica de San Pedro entre 1627 y 1636. Su esquema. responde a la tipología de iglesias columnarias renacentistas antequeranas, de la que participan Santa María y San Juan. El grandioso salón, articula su espacio en tres naves separadas por columnas de fuste liso y pilares de planta cuadrangular en el tramo más cercano a la cabecera. El módulo gótico se hace patente no sólo en la altura de los soportes, sino también en las cubiertas de crucería de las tres naves, cuyas aplicaciones de yeserías, que ocupan los tramos de la cabecera y el inmediato del presbiterio, se realizaron a comienzos del siglo XVIII. La imagen interior es resultado, a su vez, de intervenciones de mediados del siglo XX, como la supresión del coro bajo. Al carácter macizo del exterior, con poderosos contrafuertes que perfilan su silueta, se suma la sobriedad de la fachada de los pies, en la que se practica el único acceso del templo, con un medio punto coronado por tres hornacinas aveneradas. La torre, elevada en su cuerpo de cam­panas en los inicios del XVIII, aligera su alzado con arcos de medio punto.
     La mayor parte del patrimonio mueble que contiene la iglesia responde al lenguaje barroco. Al mismo proyecto de redecoración, pertenece el retablo de yeserías policromadas que ocupa la totalidad del testero de la capilla mayor. La maquinaria, de dos cuerpos gigantes, ático y tres calles, sirve de marco al discurso temático de la venida del Espíritu Santo, desarrollado en trece lienzos con las representaciones de la Virgen y los Apóstoles; completan el programa sendas representaciones escultóricas de la Virgen de la Rosa y San Pedro Pontífice, en las hornacinas laterales, y una segunda imagen del apóstol, en el nicho superior, todas del primer tercio del XVIII.
     Adosado al retablo, en su parte central, se dispone el baldaquino, procedente de Santa María, de autoría anónima y en el que intervinieron el cantero Francis­co de Azurriola y el pintor Juan Vázquez de Vega, a quien se adjudica la realización de los ocho óleos sobre tabla que despliegan el esquema iconográfico del interior de su cúpula dorada y policromada: El Salvador, La Virgen, San Pedro, San Pablo y los cuatro Evangelistas. La imagen actual se completó con la ensambladura del testero, añadida en el siglo XVIII, y el manifestador procedente de San Zoilo, colocado en el siglo XX.
     Sobre el muro del cancel de entrada se sitúan dos interesantes óleos de grandes dimensiones, representaciones de temas alegóricos: La exaltación de la Fe y La exaltación de la orden franciscana, ambos anónimos del último cuarto del siglo XVII. En el primer tramo de la nave del Evangelio, destaca un interesante lienzo del siglo XVIII de La Virgen del Silencio, situado en un pequeño retablo rococó suspendido. Igualmente señalada es la capilla de Nuestra Señora del Consuelo, con embocadura arquitectónica de yeserías policromadas, posible traza del arquitecto José Martín de Aldehuela, cuyo proyecto de ampliación del templo para trasladar la colegial está documentado en 1791; el retablo, de columnas salomónicas, cobija la escultura dieciochesca de vestir de la Virgen del Consuelo. En el último retablo del muro del Evangelio, obra de acarreo procedente de la desaparecida iglesia de San Isidro, se sitúan dos imágenes de vestir de sabor popular de mediados del siglo XVIII: San Isidro y Santa María de la Cabeza. La capilla del testero de esta misma nave la ocupa un reta­blo con estípites, en el que encontramos sendas esculturas de San Antonio y San Francisco Javier en las hornacinas laterales, quedando la hornacina-camarín central reservada para la excelente imagen en madera policromada de la Inmaculada, de escuela napolitana rococó, vuelta a estofar en el siglo XIX.
     En el retablo del muro del testero de la nave de la Epístola, destaca un Niño Jesús Pasionario, de tamaño natural, atribuido a Antonio del Castillo; lo flanquean dos pequeñas imágenes de San Cayetano y San Felipe Neri, posibles obras de Miguel Márquez.  El resto de piezas de interés de este espacio son un Niño Jesús, de fines del siglo XVIII, situado en el ático del retablo neoclásico de la Magdalena, y un lienzo de Cristo difunto adorado por ángeles, de escuela sevillana del siglo XVII, en el mismo testero. Desde este ámbito se accede a la sacristía: en los medios puntos destacan las curiosas grisallas al temple con los cuatro Evangelistas y el Martirio de San Pedro, del siglo XVIII. En el siguiente tramo, la pequeña capilla se ocupa con el importante reta­blo de la Virgen de los Afligidos, cuya imagen titular es una Dolorosa arrodillada de vestir. Espacio arquitectónico señalado es la contigua capilla de las Ánimas, cuya bóveda y embocadura están decoradas con elegantes yeserías; es contenedor de varios retablos de distintos tamaños, entre los que destaca el del lateral derecho, dedicado a la Virgen de la Antigua, imagen del siglo XVI, y en el testero frontal, obra del maestro José Ignacio de Ortega de 1727, una simple enmarcación con una gran hornacina rectangular, cuajada de ingenuas figuras del Purgatorio, entre las que se alza el Cristo de la Misericordia, de la escuela de Mena. Antes de llegar a la capilla bautismal, bajo un dosel de damasco rojo, está la notable escultura del Cristo de las Penas, crucificado del siglo XVII, posible representación jansenista a juzgar por la disposición vertical de sus brazos. En la capilla bautismal, piezas reseñables son la pila, del siglo XVI, y El Bautismo de Cristo, óleo del siglo XVII.
     El templo es la sede canónica de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Misericordia y Nuestra Señora del Consuelo, cuyas imágenes titulares se procesionan el Jueves Santo (Rosario Camacho Martínez [dirección], Aurora Arjones Fernández, Eduardo Asenjo Rubio, Francisco J. García Gómez, Juan Mª Montijano García, Sergio Ramírez González, Francisco José Rodríguez Marín, Belén Ruiz Garrido, Juan Antonio Sánchez López, y María Sánchez Luque. Guía artística de Málaga y su provincia. Tomo II. Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).  
     Este magno templo parroquial de San Pedro de Antequera hay que insertarlo dentro de lo que se ha dado en llamar grupo antequerano de iglesias columnarias renacentistas, al que también pertenecen los templos de Santa María la Mayor y San Juan Bautista. Sin embargo, el que ahora estudiamos presenta la variante de cubrirse con bóvedas de crucería gótica y no con armaduras de madera. Las naves de San Pedro presentan seis tramos -incluida la capilla mayor- y bastante menor altura en los dos primeros tramos de las naves laterales. Los apoyos internos de apeo de las bóvedas responden a un módulo más gótico que renacentista a pesar de su inequívoca traza renaciente.
     El exterior del templo resulta impresionante en sus dilatadas proporciones, pero de una enorme sencillez. En el buque general solo destacan los grandes contrafuertes laterales y el inmenso paño liso de los pies en ele que apenas destaca la embocadura de la puerta y un destrozado escudo del obispo de Málaga, Cardenal de la Cueva.
     La primitiva iglesia de San Pedro se construyó en el año 1522. Pronto este templo quedó pequeño comenzando de nuevo las obras en el año 1574 aunque, la escasez de medios y lo ambicioso de la obra, se prolongó durante bastante tiempo. 
     Nada sabemos de su proyectista inicial, aunque en los años 1627 y 1636 las obras fueron dirigidas por el arquitecto de la Catedral de Málaga, Pedro Díaz de Palacios (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     Templo que se comienza a construir en 1574 y que debido a la escasez de medios y lo ambicioso de la obra, no se concluye hasta 1731.
     Pertenece al llamado grupo antequerano de iglesias columnarias renacentistas; sin embargo, presenta la variante de cubrirse con bóvedas de crucería gótica. 
   El salón del columnario resulta imponente en la magnitud de sus proporciones. Las naves presentan seis tramos con bastante menos altura en los dos primeros de las laterales. Los apoyos internos de las bóvedas son enormes pilares y altísimas columnas de fuste liso. Las bóvedas de crucería están decoradas con yeserías de estilo barroco que se deben a un proyecto de remodelación inconcluso.
     El retablo de la capilla mayor, a base de yeserías policromadas, se debe al siglo dieciocho y enmarca un total de trece lienzos sobre la venida del Espíritu Santo.
     El cimborrio procedente de Santa María la Mayor y de estilo manierista aparece sobrepuesto sobre el citado retablo. Posiblemente sea obra de Mohedano y está inspirado en el que hiciera Siloé para la catedral granadina.
     Entre las obras de arte repartidas en la iglesia, la mayoría barrocas, podemos destacar el lienzo de la Virgen del Silencio en la nave del Evangelio; la imagen de la Virgen del Consuelo y la capilla que la acoge; una magnífica Inmaculada de acento rococó situada en la hornacina-camarín del eje central; un Niño Jesús de fines del dieciocho o un lienzo de Cristo Difunto rodeado de ángeles de la escuela sevillana.
     Desde el punto de vista arquitectónico es muy interesante la capilla de las Ánimas decorada con elegantes yeserías, obra de José Ignacio de Ortega que data de 1727.
     En la nave de la Epístola, cobijada bajo dosel de damasco rojo, encontramos la escultura del Cristo de las Penas, Crucificado del siglo diecisiete de elaborada anatomía y brazos casi verticales.
      Finalmente resulta interesante la sacristía, de planta rectangular, cubierta con bóveda de medio cañón y dividida en tres tramos por arcos fajones (Diputación Provincial de Málaga).

Convento de la Trinidad
     La fundación conventual de los Trinitarios Calzados tuvo lugar en 1637, pero habría que esperar a 1672 para que empiecen las obras del templo, prolongadas hasta 1683, según trazas de fray Pedro del Espíritu Santo, miembro de la orden. Desarrolla un esquema de cruz latina, con coro alto a los pies y tres naves, cubierta la cen­tral con bóveda de medio cañón con fajones y lunetos y los tramos de las laterales con cúpulas de variadas formas. En el crucero se eleva bóveda de media naranja sobre pechinas. Interesante espacio es el de la sacristía, relacionado con el estilo de Madre de Dios, y traza de Cristóbal García, quien ideó una planta rectangular cubierta por una compleja bóveda con fajones trilobulados, y decoración de placas recortadas, cordones y bolas de fuerte protagonismo.
     Precedida de una citarilla o mentidero, la fachada sigue el modelo marcado por las iglesias madrileñas del siglo XVII, aunque introduce cambios. Dos pilastras lisas encajan el rectángulo que se corona con frontón triangular horadado con un óculo. El panel se organiza en una disposición manierista: el acceso adintelado, enmarcado por dos pares de pilastras y gruesa moldura, sostiene un potente entablamento con triglifos y metopas sobre cuya volada cornisa se eleva el segundo cuerpo, organizado en tres hornacinas, aveneradas las de los laterales, y rematadas con frontones curvos, estando el central partido para cobijar una cruz; bolas y pirámides se alzan sobre estos últimos para dar paso al último cuerpo ocupado por una sobria ventana rodeada de anchas molduras planas, flanqueada por escudos embutidos en profun­dos listones.
     El retablo mayor es obra del escultor anteque­rano Francisco Palma García, realizado en 1935 para sustituir al original del siglo XVIII destruido en un incendio, al igual que todas sus imá­genes. De mayor interés son las imágenes de talla del XVIII de los intercolumnios: San Juan de Mata y San Félix de Valois, patriarcas fundadores de la orden, traídas del convento de Córdoba.
     Entre los retablos de la nave del Evangelio des­taca el de los pies, realizado por Antonio Rivera, dedicado en origen a Santa Bárbara y actualmente a la Virgen de la Piedad, Dolorosa de vestir del siglo XVIII, muy restaurada. La siguiente ensambladura, que parece obra del mismo autor, cobija la imagen de Cristo atado a la columna o de la Piedad, del siglo XVII, flanqueado por sendas obras de Diego Márquez: San Ildefonso y San Bernardo.
     En la última capilla, se encuentra el grupo escultórico del Martirio del beato Marcos Criado, obra de Damián Pastor de 1899. Los retablos de la nave del Evan­gelio son piezas del último tercio del siglo XVIII y comienzos del XIX. Entre las esculturas que los ocupan debemos señalar: la imagen del beato Juan Bautista de la Concepción, obra de Miguel Márquez de 1818; San Miguel de los Santos, de Andrés de Carvajal, y un Niño Jesús Pasionario, atribuido a Miguel Márquez; San José, San Joaquín y Santa Ana, del estilo de Carvajal; San Cayetano, obra de 1819 de Márquez; y la Virgen de Gracia; escultura policromada del siglo XVII, copia de la del convento de Granada, y Niño Jesús, renovados en el siglo siguiente.
     La sacristía custodia algunas piezas de interés, entre las que resaltan los lienzos de Santa Inés y la alegoría de la Virgen Madre de la orden Trinitaria, curioso óleo granadino del siglo XVIII (Rosario Camacho Martínez [dirección], Aurora Arjones Fernández, Eduardo Asenjo Rubio, Francisco J. García Gómez, Juan Mª Montijano García, Sergio Ramírez González, Francisco José Rodríguez Marín, Belén Ruiz Garrido, Juan Antonio Sánchez López, y María Sánchez Luque. Guía artística de Málaga y su provincia. Tomo II. Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).  
     La fachada se forma de un rectángulo enmarcado por dos pilastras lisas coronado de frontón triangular, articulándose el panel central en tres zonas horizontales y tres ejes o calles. A ambos lados del cuerpo principal de fachadas se extienden dos amplios aleones, que subrayan la importancia de aquel. La espadaña es de ladrillo y algo posterior.
     El interior, que resulta amplio y diáfano, tiene planta de cruz latina, cúpula en el crucero y capillas laterales comunicadas entre sí conformando naves; a los pies, en alto, se sitúa el coro que es de gran capacidad.
     El templo actual se levantó entre los años 1.672 y 1.683, siendo su tracista el fraile Fray Pedro del Espíritu Santo. El modelo de iglesia que se sigue es el típico madrileño del siglo XVII, que deriva de la Encarnación de Madrid (1.611), obra del arquitecto Juan Gómez de Mora, aunque en el templo antequerano se operan importantes cambios en el cuerpo bajo (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
    Templo perteneciente a la orden de los Trinitarios Descalzos. Construido entre 1672 y 1683, fue su tracista el arquitecto de la propia orden Fray Pedro del Espíritu Santo. Responde al modelo de Iglesia típico madrileño del siglo diecisiete.
     La fachada está formada por un rectángulo enmarcado en dos pilastras y coronado por un frontón triangular.
     En el interior resulta amplio y diáfano, con planta de cruz latina, cúpula en el crucero y capillas laterales. El alzado resulta de una elegante sobriedad.
     En 1935, un incendio destruye el retablo mayor. El actual es obra diseñada por el escultor antequerano Francisco Palma García.
     Situándonos en las capillas laterales, que afortunadamente no resultaron afectadas, podemos destacar el retablo a los pies de la del Evangelio del siglo dieciocho o el Cristo atado a la columna, traído al convento en 1669.
     La amplia sacristía de esta iglesia, obra de Cristóbal García, es pieza arquitectónica fundamental del barroco antequerano. Tiene planta rectangular y bóveda de compleja estructura dividida en varios tramos mediante arcos fajones trilobulados. En ella, la decoración añadida adquiere una importancia particular por la inspiración oriental que en ella encuentran diversos críticos.
     En esta misma pieza se guardan obras interesantes como un lienzo de Santa Inés o un curioso cuadro de la Virgen Madre de la Orden Trinitaria de comienzos del dieciocho (Diputación Provincial de Málaga).

Ermita de la Vera Cruz

     Este templo, la Ermita de la Veracruz, que corona una de las partes más altas de la ciudad, desde donde se puede divisar toda ella y la Vega antequerana, se levantó en un estilo renacentista mezclado con elementos manieristas y pequeños detalles barrocos de yeserías en algunas capillas.
     La Ermita de la Veracruz se levantó por una devota a la Santa Vera Cruz y con el tiempo, se convirtió en el lugar en el cual las cofradías antequeranas, y muy especialmente la Hermandad de la Vera Cruz y Sangre de Cristo hacían su estación de penitencia. Éstas se sucederían hasta el siglo XIX. Desde este momento, la transformación y el escaso uso, así como su abandono, llevarían a los dueños a cederla al Ayuntamiento a finales de los años 70, deteriorándose poco a poco, encontrándose a finales de los años 80 casi destruida en su totalidad. En 1997, el templo se ha vuelto a levantar, basándose en la planta original y añadiéndosele nuevos cuerpos (Andalucia.org).

Convento Madre de Dios de Monteagudo
     Las monjas agustinas fundaron convento en 1520, trasladándose ocho años después al emplazamiento actual de calle Lucena. En 1745 la primitiva iglesia que labrara en 1547 Diego de Vergara fue destruida en un incendio, y entre 1747 y 1761 se procedió a la construcción de la nueva iglesia, obra del alarife Cristóbal García, quien daría cuerpo a una de las iglesias de monjas más bellas de España. El arquitecto trabaja con un modelo muy sencillo, el habitual para los templos de religiosas, con una única nave de gran desarrollo longitudinal que desemboca en la capilla mayor, tratada como un ámbito bien definido, más coro alto y bajo a los pies. A partir de aquí se consigue hacer de los elementos arquitectónicos los verdaderos protagonistas del conjunto espacial, definido por una virtuosa articulación de rectas y curvas, con lo que se imprime una elegante y dinámica secuencia rítmica que no se interrumpe con adiciones ornamentales. Este bello espacio se estructura en alzado con un orden de pilastras toscanas estilizadas sobre las que apoyan arcos trilobulados y entrepaños cóncavos, resultando cuatro tramos cubiertos con bóveda de medio cañón con fajones y lunetos. El programa decorativo, de ricas y rizadas yeserías, angelitos y escudos, se concentra en la airosa cúpula que corona la capilla mayor otra de las joyas arquitectónicas; sobre un anillo mixtilíneo se alzan tres cuerpos enmarcados, en los que gradualmente la plementería va perdiendo solidez para dejar protagonismo a la luz, haciendo de este ámbito la culminación del conjunto.
     Al exterior se impone en altura la impresio­nante fábrica de ladrillo a la que se suma la potencia vertical del elevado cimborrio, cuya estructura octogonal de paños amplios se ocupa con arcos ciegos, nichos, óculos cuadrifoliados y molduras mixtilíneas, y la bellísima torre, de base estrangulada, que se levanta a los pies del lado del Evangelio. En el segundo tramo de este mismo lado se labra la portada con mármoles jaspeados de variados colores. El acceso abierto con arco de medio punto se encaja entre pilas­tras corintias cajeadas que sostienen un potente entablamento en cuya clave se inserta el anagrama mariano inscrito en una movida moldura rodeada de jugosa vegetación; desde el centro del frontón se alza un dinámico peinetón formado por superposición de placas de contornos mixtilíneos en cuyo centro se coloca el emblema de la orden. Destaca junto a la portada una hornacina de pared con un lienzo del siglo XVIII dedicado a la Huida a Egipto.
     La comunidad agustina atesora un valioso pa­trimonio artístico que no podemos contemplar, ya que desde 2004 la iglesia y el convento permanecen cerrados por la salida de Antequera de la comunidad de religiosas. Entre las ensambladuras y piezas escultóricas destacamos: la magnífica Virgen de Monteagudo, en el camarín del re­tablo mayor, realizada por José Medina en 1746 y una notable Inmaculada atribuida a Miguel Márquez, en el retablo colateral del presbiterio. En el lado del Evangelio: el grupo escultórico de Santa Ana maestra de la Virgen, posible obra de Diego Márquez del último tercio del XVIII, obra de calidad del retablo del tramo de los pies, San Agustín, en el primer tramo, también magnífico, de José Medina, fechado en 1747, y la pequeña escultura de la Transverberación de Santa Teresa, del estilo de Miguel Márquez, en el segundo tramo. En el de la Epístola sobresalen un San José, atribuido a Andrés de Carvajal, en el retablo más cercano al presbiterio y, en el primer tramo, el retablo de la Virgen del Rosario del último tercio del XVIII, posible obra del escultor antequerano Miguel Rodríguez Guerrero, ocupado por la talla de la Virgen del Rosario, importante pieza del XVIII. El capítulo pictórico está formado por numerosos lienzos de los siglos XVII y XVIII, que se distribuyen por los muros altos de la nave. El convento y la iglesia, desde 2005, tienen incoado expediente BIC (Rosario Camacho Martínez [dirección], Aurora Arjones Fernández, Eduardo Asenjo Rubio, Francisco J. García Gómez, Juan Mª Montijano García, Sergio Ramírez González, Francisco José Rodríguez Marín, Belén Ruiz Garrido, Juan Antonio Sánchez López, y María Sánchez Luque. Guía artística de Málaga y su provincia. Tomo II. Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).  
     El convento de las agustinas de Antequera se dedicó a la devoción de Nuestra Señora de Monteagudo a principios del siglo XVII cuando recibió la donación de una imagen de dicha advocación, originaria de Scherpenheuvel o Montaigu en los Países Bajos, difundida por la infanta Isabel Clara Eugenia, gobernadora de esos territorios, como símbolo del triunfo del cristianismo sobre el protestantismo. 
     Destruido en el incendio de 1745 buena parte del convento levantado en el siglo XVI, se llevó a cabo entre 1747 y 1761 la reestructuración del inmueble actual siguiendo el proyecto del alarife Cristóbal García. 
     La zona conventual, caracterizada por una gran sobriedad, contiene un jardín y un patio trasero y organiza sus dependencias en torno a un claustro. Puede considerarse preexistente a las reformas dieciochescas, aunque ciertamente dentro del perímetro histórico que interesa cautelar se han producido nuevas construcciones sin valores patrimoniales. Al convento se entra traspasando una portada de ladrillo aplantillado con frontón roto, que alberga una vitrina de cristal en la que se dispone una pequeña imagen de Santa Rita. El espacio del compás constituye un ámbito de especial carácter, destacando el tratamiento de los paños murarios y el tramo cubierto que precede a la puerta de acceso a clausura, decorada con yeserías manieristas que enmarcan los lienzos de formato apaisado de Jesús Nazareno y la Virgen de Monteagudo con adorantes. 
     El claustro, centrado por una fuente barroca de caliza roja de El Torcal, presenta en sus cuatro frentes arquerías de rosca de ladrillo sobre columnas toscanas, también de caliza roja local. En la planta superior se desarrollan galerías abiertas con pilares ochavados de ladrillo aplantillado con arquitrabe de madera. Elemento singular es el acceso al coro alto de la iglesia, al que se llega por medio de una escalera, con peldaños de mamperlanes de madera y amplia huella, que parte de la galería superior. 
     La iglesia constituye un espléndido y rico ejemplar del Barroco andaluz, desarrollando en su interior un singular programa tanto estructural como decorativo de progenie rococó. Posee una sola nave con coro alto y bajo a los pies, cuatro tramos y presbiterio cuadrangular junto al que se abre la sacristía. Los tramos, con muros cóncavos hacia el interior, se demarcan por pilastras toscanas cajeadas muy estilizadas, sobre las que voltean fajones de perfil trilobulado. La capilla mayor está cubierta con cúpula gallonada sobre pechinas, en las que yeserías con motivos de rocalla y angelitos, enmarcan escudos con coronas. La cúpula- linterna se eleva en tres casquetes de tamaño decreciente con anillos mixtilíneos en los que se van intercalando claraboyas de di- versos formatos con nervaduras, angelitos, macollas de hojarasca, placas recortadas, etc. 
     En el centro del testero del presbiterio se dispone el camarín de la imagen titular, la Virgen de Monteagudo. Es de pequeñas dimensiones y planta hexagonal y apreciable desde el exterior al quedar colgante sobre la calle. Sobre la puerta de comunicación con la sacristía hay una pequeña tribuna sobre placa decorada con un mascarón de estética rococó. El arco triunfal, trilobulado al igual que los fajones, ostenta en la clave un gran escudo rodeado de yeserías vegetales. 
     Adosado al pilar del arco triunfal está el púlpito, de hierro forjado con tornavoz de madera dorada y policromada, datable en el último tercio del siglo XVIII. 
     En el lado del Evangelio, junto al coro, hay una pequeña capilla-comulgatorio, de planta cuadrada y cubierta de cúpula sobre pechinas con decoración de yeserías. A su lado, se con- forma un retablo a base de urnas de distintos tamaños en las que se albergan las esculturas de Santa Ana y la Virgen, San Nicolás de Tolentino, San Antonio y la Virgen del Pilar. En el segundo tramo de este lado de la iglesia abre la puerta que comunica con la calle que se protege por cancel. 
     Siguiendo hacia el presbiterio se hallan el retablo de San Agustín, el de la Virgen de Valvanera y el de la Inmaculada. En el lado de la Epístola, contiguo al coro, destaca el retablo de la Virgen del Rosario. Le siguen, en dirección al presbiterio, los retablos dedicados a Santa Rita de Casia, al Cristo de las Limpias y la Dolorosa y a San José. Al exterior sorprende la altura de los muros de ladrillo sobre los que aún emergen los volúmenes de la cubrición de la cúpula de la capilla mayor, de forma octogonal y coronamiento con chapitel a ocho vertientes de tejas curvas, y la torre que, situada a los pies de la nave del Evangelio, constituye un muy interesante ejemplar de torre barroca andaluza. De planta cuadrada, tiene cuatro cuerpos de los cuales los dos bajos, que alcanzan la altura del buque de la iglesia, sirven de basamento a los superiores en donde se alojan las campanas. Sobre una base estrangulada se elevan estos últimos cuerpos, produciendo el efecto óptico de que fuesen de mayor anchura en un desafío a las leyes de la gravedad. Se remata con un agudo chapitel de gran pendiente. 
     La portada, sobre el muro de ladrillo, destaca por la riqueza de sus mármoles polícromos. Fechada en 1751, se compone de arco de medio punto, entre dos pilastras cajeadas corintias con altos pedestales, con puntas de diamante en las enjutas y, sobre el entablamento, una gran cartela con el anagrama de la Orden envuelto en hojarasca. En el cuerpo superior, un frontón partido y enrollado flanquea el ático compuesto por una gran placa recortada que encierra un escudo agustiniano. A la izquierda de la portada se abre una hornacina de pared de carácter votivo en la que se guarda un lienzo del siglo XVIII con el tema de la Huida a Egipto.
     El Convento de las Agustinas de Antequera se dedicó a la devoción de Nuestra Señora de Monteagudo a principios del siglo XVII cuando recibió la donación de una imagen de dicha advocación, originaria de Scherpenheuvel o Montaigu en los Países Bajos, difundida por la infanta Isabel Clara Eugenia, gobernadora de esos territorios, como símbolo del triunfo cristiano sobre la herejía protestante. 
     Destruido en el incendio de 1745 buena parte del convento levantado en el siglo XVI, se llevó a cabo entre 1747 y 1761 la reestructuración del inmueble actual siguiendo el proyecto del alarife Cristóbal García (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     Obra singularísima del barroco andaluz considerada como una de las iglesias de monjas más bellas de España. Levantada entre los años 1747 y 1761 según proyecto del alarife Cristóbal García. Actualmente ya no quedan monjas y el convento se encuentra cerrado permanentemente.
     El buque exterior de este edificio sorprende por la enorme altura de sus muros de ladrillo destacando como volumen autónomo muy definido la torre-cúpula de la capilla mayor y la bellísima torre-campanario ubicada en el otro extremo de la fachada principal. La portada está realizada a base de jaspes de distintos colores.
     El interior de la iglesia que parte de un modelo muy sencillo consigue a base de juegos de curvas, superficies cóncavas y simpleza ornamental uno de los conjuntos espaciales más originales de toda la arquitectura española, logrando a base de entrepaños cóncavos y bóvedas dispuestas en complicados casquetes gran sensación de movimiento. Resulta también interesante la disposición de los coros alto y bajo dentro de un indefinido tono oriental.
     La cúpula de la capilla mayor es la pieza más lograda de esta iglesia llena de logros. Sobre cuatro pechinas, ricamente decoradas con escudos, angelitos y motivos rococós se asienta en un anillo mixtilíneo que da paso a una triple cúpula de estructura francamente compleja.
     En el retablo mayor, de estilo neogótico y único elemento no muy acertado, encontramos la imagen de la Virgen de Monteagudo, escultura llena de gracia y movimiento de acento rococó y obra del escultor José de Medina del año 1748. Otra escultura interesante es una Inmaculada situada frente a la sacristía atribuida a Diego Márquez.
     En la nave del Evangelio llama la atención una especie de retablo formado por varias urnas acristaladas en las que se guardan esculturas de interés como la de Santa Ana. En esta misma nave son también destacables la imagen del retablo de San Agustín o la de la Virgen de Valvanera atribuida a Miguel Márquez y que se encuentra en un retablo rococó de compleja estructuración.
     En la nave de la Epístola veremos la escultura de San José atribuida a Andrés de Carvajal; una Dolorosa de vestir del siglo dieciocho o la bellísima imagen de la Virgen del Rosario cuyo retablo es el mejor de los que existen en esta iglesia (Diputación Provincial de Málaga).

Palacio del Marqués de Villadarias

     El palacio del Marqués de Villadarias, en calle Lucena, incoado BIC, estaba iniciado en 1711, colocándose la portada en 1716; se trata del edificio con mayor empaque de Antequera, materializado en sus dimensiones, con tres plantas y seis ejes verticales, la monumental portada de tres cuerpos en caliza roja del Torcal y la magnificencia acorde de su interior. Se escogió como residencia real durante la estancia de Felipe V, en 1730 (Rosario Camacho Martínez [dirección], Aurora Arjones Fernández, Eduardo Asenjo Rubio, Francisco J. García Gómez, Juan Mª Montijano García, Sergio Ramírez González, Francisco José Rodríguez Marín, Belén Ruiz Garrido, Juan Antonio Sánchez López, y María Sánchez Luque. Guía artística de Málaga y su provincia. Tomo II. Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).  
     El edificio destaca por su monumental fachada que responde a unas proporciones inusuales en Antequera, la cual presenta una estructura formal exterior de tres plantas separadas por dobles líneas de imposta, con seis cuerpos laterales verticales asimétricos organizados por los vanos y en la que sobresale, ubicada en un eje no central, la portada principal. Presenta como innovación arquitectónica el hecho de tratar la última planta con las mismas características que la planta baja o la principal, no dándole tratamiento de ático como es lo tradicional. En los vanos abiertos a fachada alternan los de la planta baja, con rejería y sin jambas ni dinteles, de carácter popular y con cierros de maderas tradicionales, con los de las plantas altas, enmarcados por sobrias pilastras cajeadas con capitel y decoración de rocalla vegetal con cabezas antropomorfas en su centro. Los paramentos están realizados con piedra caliza del Torcal y del Cerro de la Cruz.
     En la fachada el elemento que más destaca es la portada, la cual se ha resuelto mediante un concepto muy barroco en su composición aunque es sobria y clasicista en sus elementos tectónicos. El primer cuerpo, que invade plenamente la calzada, dispone cuatro columnas toscanas con capiteles muy estilizados ubicadas sobre plintos en planos verticales distintos y fondeadas por pilastras cajeadas, sobre él se abre el amplio balcón del piso noble cuyo vano está guarnecido por pilastras cajeadas y por un sencillo entablamento sin apenas resalte que contrasta enormemente con el cuerpo inferior, se remata con un frontón curvo guarnecido de roleos y pirámides. El resto de la fachada, salvo la cornisa que recibe el tejado, fue remodelada en el siglo XIX. La decoración con escudos heráldicos convierten a esta significativa fachada en una arquitectura parlante, que pone en primer orden la importancia que en aquella época tenía la exposición pública de los blasones como distintivos de una alcurnia que se manifestaba de forma conclusiva a través de la exhibición de sus signos de poder y subraya la intencionalidad del propietario de demostrar la fidelidad del marquesado de Villadarias a la dinastía borbónica, además de resaltar su propio prestigio nobiliario. 
     El interior del edificio es de una magnificencia acorde con su monumental portada. A través del zaguán, que conserva los escalones laterales para el paso de los carruajes, se accede al cuerpo principal de la casa mediante un bello cancel de hierro, sin parangón en Antequera, realizado a finales del XVIII o principios del siglo XIX, tras el que se encuentra el patio.
     El patio, de planta cuadrada y con proporciones mayores a lo habitual, se desarrolla en la planta baja mediante arcos de ladrillo que apoyan sobre doce columnas toscanas de piedra del Torcal, tres a cada lado, siguiendo la composición habitual de la arquitectura palaciega antequerana. Las galerías de las plantas altas se abren al patio mediante balcones enmarcados con arcos rebajados con pretiles de cerrajería, composición debida a la intervención efectuada en el siglo XIX. 
     La escalera principal, ubicada en el lateral izquierdo, es de planta rectangular y está organizada en cuatro tramos, aunque el segundo y el cuarto se encuentran poco desarrollados; la recorre en toda su longitud una baranda de hierro forjado decorada en sus cuatro ángulos con bolas de mármol rojo y se cubre mediante cúpula elíptica sobre pechinas decorada con yeserías, de estilo más acorde al granadino que al antequerano, que la divide en ocho plementos con sus nervios resaltados y decorados con guirnaldas vegetales. En el muro del segundo tramo se encuentra un bello marco de yeserías con ornamentación barroca tardía en el que está inserto un lienzo de la Virgen de Guadalupe, obra del pintor mejicano Juan Correa.
     Es curioso el motivo que justifica la presencia de los cilindros de piedra y las cadenas que flanquean la puerta principal. 
     Estos elementos son el signo indicativo de que el Rey residió en este edificio.
     El Palacio de los Marqueses de Villadarias, popularmente conocido como "Casa de las Columnas", es uno de los ejemplos más representativos de la arquitectura civil y doméstica de Antequera del siglo XVIII. El palacio es un testimonio excepcional de la evolución tipológica, arquitectónica y ornamental de las casas palacios barrocas que se ha consagrado en varios ejemplos actualmente presentes en la ciudad.
     La construcción del palacio se remonta a la primera década del siglo XVIII debido a la voluntad de Francisco del Castillo y Fajardo, segundo Marqués de Villadarias, quien entre otros títulos ostentó el de Capitán General de los Ejércitos de su Majestad en Andalucía y Valencia. 
     El edificio, de estilo barroco aunque con elementos neoclásicos relacionados con los proyectos arquitectónicos de corte borbónico que en la época se realizaban en Madrid, presenta un estilo innovador en la trayectoria de la arquitectura civil antequerana. Destaca por la concepción de su fachada con una portada principal de dimensiones inusuales que avanza sobre la calzada flanqueada por grandes columnas realizadas con los materiales locales característicos de El Torcal y del Cerro de la Cruz, y por la disposición central del balcón, un elemento exponencial de su jerarquía social, oligárquica y dominante, con la inclusión de los escudos heráldicos, una forma de traducir el binomio arquitectura y representatividad del poder que se exterioriza en la calle, signo urbano que mejor define a la sociedad del siglo XVIII. 
     En el palacio también es de resaltar la riqueza de sus espacios, como el bellísimo patio principal, de planta cuadrangular y con columnas toscanas de piedra en la planta baja, la escalera, cubierta con cúpula sobre pechinas y decorada con yeserías de influencia granadina, o la rejería, de gran calidad artística y técnica, realizada entre los siglos XVIII y XIX.
     A nivel urbanístico, por su ubicación, el palacio es un ejemplo más de la decisiva voluntad de la nobleza antequerana de asentarse en la zona llana de la ciudad. Su accesibilidad y proximidad a alguno de los monasterios más representativos, como el de Madre de Dios, muestran la estrecha relación existente entre la sacralización del espacio público y la impronta nobiliaria (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     De estilo barroco, es el mejor en su género de los que se levantaron en Antequera. Palacio mandado construir por don Francisco del Castillo y Fajardo, segundo Marqués de Villadarias, que entre otros títulos tuvo el de Capitán General de los Ejércitos de su Majestad en Andalucía y Valencia.
     Levantado a principios del siglo dieciocho, su fachada se organiza en seis ejes fenestrados y tres plantas, siendo el elemento que más destaca en ella la monumental portada barroca de tres cuerpos en caliza roja del Torcal. En el primero de ellos, dispone de cuatro columnas toscanas con capiteles ovados, en el segundo de un amplísimo balcón y el tercero se remata con frontón curvo guarnecido de roleos y pirámides. El resto de la fachada fue remodelado en el siglo diecinueve.
     Curioso motivo justifica la presencia de cilindros de piedra y cadenas que flanquean la puerta principal. En 1730, Felipe Quinto y toda su corte se hospeda durante cinco días en este palacio. Transcurridos veinte años, el tercer marqués de Villadarias solicita permiso para colocar los cilindros y cadenas "para que de este honor haya memoria en la posteridad".
     Al acceder al interior del palacio nos encontramos con un zaguán en el que aún permanecen los escalones laterales para bajar de los carruajes y que está separado del cuerpo de casa por un bellísimo cancel de hierro, obra del siglo diecinueve. El patio de la casa tiene planta cuadrada y desarrolla arcos de ladrillo sobre doce columnas toscanas de caliza del Torcal.
     La caja de la escalera tiene plana rectangular, se cubre con bóveda elíptica sobre pechinas que se decora con yeserías al estilo del siglo diecisiete. En la pared del segundo tramo, se admira un marco de yeserías en el que se inserta un lienzo de la Virgen de Guadalupe de Méjico, obra de Juan Correa (Diputación Provincial de Málaga).

     Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Málaga, déjame ExplicArte los principales monumentos (Capilla-Tribuna de la Cruz Blanca, Iglesia de San Pedro, Convento de la Trinidad, Ermita de la Vera Cruz, Convento de Madre de Dios de Monteagudo, y Palacio del Marqués de Villadarias) de la localidad de Antequera (VIII), en la provincia de Málaga. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la provincia malagueña.

Más sobre la provincia de Málaga, en ExplicArte Sevilla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario