Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Málaga, déjame ExplicArte los principales monumentos (Convento de Santa Eufemia, Iglesia de Santiago, Convento de Belén, Puerta de Granada, Dólmenes de Menga, Viera, y El Romeral) de la localidad de Antequera (VI), en la provincia de Málaga.
Unas casas junto a la ermita de Santiago acogieron originalmente a las religiosas Mínimas, que llegaron en 1601. El convento, dedicado a Santa Eufemia, copatrona de la ciudad junto a San Cristóbal, contaba con una primitiva iglesia a mediados de esta misma centuria. Esta edificación, muy pequeña, fue sustituida por la actual, levantada entre 1739 y 1763. Las similitudes estilísticas que guarda con la fachada vecina de Santiago y con la iglesia de Madre de Dios, así como su planta polilobulada, hacen pensar en Cristóbal García como autor. La planta centralizada organiza su perfil octogonal a partir de entrepaños alternos, cóncavos y rectos. Los tramos mayores se reservan para colocar en eje la capilla mayor de diseño cuadrado y abierta en su testero con un pequeño camarín -desde el presbiterio se accede además a la sacristía y al enterramiento de los Uribe-, y a los pies, los coros alto y bajo, sin que ninguno de estos elementos obstaculice la unidad espacial. Bóvedas semiesféricas, de diferentes tamaños y decoración, cubren los distintos ámbitos. En alzado se dispone un orden gigante de pilastras, cornisa de gran vuelo y arcos de descarga de medio punto y escarzanos en disposición alterna. Todos estos elementos hacen de este interior un espacio donde se conjuga compensadamente lo dinámico y lo sobrio.
El exterior presenta un interesante juego de volúmenes al no traducir la disposición centralizada de forma uniforme. Mientras en los cuerpos bajos se oculta, por la adición de la sacristía, el enterramiento de los Uribe, el camarín, suspendido en altura, trasluce un imponente contorno. La portada, abierta en el lado de la Epístola, es un arco de medio punto practicado en un resalte rectangular. Participa del juego volumétrico exterior una sencilla espadaña.
Preside el camarín de la capilla mayor la imagen titular, una escultura de Santa Eufemia, del s. XVIII, atribuida a Andrés de Carvajal o a su taller. El gran predicamento de la santa, como copatrona de Antequera, comenzó en los días inmediatos a la toma cristiana de la ciudad, al poner bajo amparo divino los territorios conquistados, siguiendo la tradición de escoger como figura protectora aquélla cuya festividad coincidiera con la fecha de la conquista. El 16 de septiembre planteaba varios de ellos, por lo que fue finalmente el azar el que decidió mediante sorteo, el nombre de esta mártir nacida en Calcedonia. Desde entonces recorre en procesión las calles de la ciudad, teniendo la Cofradía de la Gloriosa Santa Eufemia, Virgen y Mártir su sede canónica en el templo.
Entre los retablos e imágenes que cubren los muros del octógono destacamos, en el lado del Evangelio, el de San José, cuya hornacina central se ocupa con la imagen titular atribuida a Andrés de Carvajal; el de la Virgen de los Dolores, frontero al cancel de la calle, notable ensambladura rococó de movido perfil, realizado en 1771, que cobija una singular Dolorosa de vestir, de escuela sevillana de 1745; y en la exedra inmediata a la capilla mayor, las esculturas de San Francisco de Paula, del siglo XVII y atributos de plata del XVIII, y de San José, del siglo XVIII. El retablo del lado de la Epístola presenta una imagen de la Virgen del Rosario de comienzos del XVII, repolicromada posteriormente, y un San Juan bautizando, de barro policromado, de la escuela granadina del siglo XVIII.
La sillería del coro bajo está presidida por una escultura de tamaño natural de la Virgen del Socorro, realizada en 1771 por Andrés de Carvajal. Del estilo de este autor parece el San José que se guarda en una urna dorada, en posición simétrica con la ocupada por una Inmaculada del mismo siglo. En este espacio cuelgan los lienzos de Santa Teresa, atribuida a Mohedano, y sendos óleos de Santa Eufemia y Santa Bárbara, copias del siglo XVIII de las santas Justa y Rufina de Murillo (Rosario Camacho Martínez [dirección], Aurora Arjones Fernández, Eduardo Asenjo Rubio, Francisco J. García Gómez, Juan Mª Montijano García, Sergio Ramírez González, Francisco José Rodríguez Marín, Belén Ruiz Garrido, Juan Antonio Sánchez López, y María Sánchez Luque. Guía artística de Málaga y su provincia. Tomo II. Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
El interior presenta planta central, octogonal con entrepaños cóncavos y desiguales de dos en dos, estableciéndose en un mismo eje la reducida capilla mayor -de planta cuadrada y cubierta con bóvedas semiesférica sobre pechinas- y los coros alto y bajo. El gran espacio centralizado de la nave desarrolla en alzada un orden gigante de pilastras sesgadas y cornisas de gran vuelo en las que se mezclan elementos del dórico y del jónico; se cubre todo de una gran bóveda de gajos que al descansar sobre los entrepaños cóncavos generan una especie de casquetes. En el testero de la capilla mayor se abre un reducido camarín de planta irregular y cubierto con bóveda semiesférica.
El exterior es, así mismo, de gran originalidad. La portada, situada en el lado de la Epístola, presenta arco de medio punto.
En el muro de los pies del lado de la Epístola sobresale la espadaña de dos cuerpos con un vano de medio punto superpuesto.
Aunque la fundación de este convento data del año 1601, la fábrica actual de la iglesia correspondiente a los años 1739-1763 (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
La iglesia actual, levantada entre los años 1739 y 1763, probablemente trazada y comenzada por el maestro Cristóbal García, llama exteriormente la atención por el gracioso juego de volúmenes y tejados. Su planta octogonal, de gran altura, queda oculta debido a los volúmenes bajos adosados correspondientes a la capilla mayor, sacristía y enterramiento de la familia Uribe.
Dentro de su sencillez recuerda a la arquitectura nazarí destacando la espadaña y el camarín suspendido de la santa titular. Su alzado es de aire neoclásico.
La capilla mayor, coronada con cupulita de yeserías rococó, está presidida por una imagen de Santa Eufemia obra de Andrés de Carvajal o de su taller. A un lado, en un retablito encontramos un diminuto y encantador San José de finales del dieciocho.
Otros retablos interesantes son el de la Virgen de los Dolores de estilo rococó de 1771 y el de San José, el de más fina ejecución en esta iglesia.
En el capítulo pictórico citaremos una Santa Teresa atribuida a Mohedano (Diputación Provincial de Málaga).
El germen de un espacio sacralizado, dedicado al apóstol Santiago, fue una ermita edificada junto al camino de Granada en 1519. En la primera mitad del siglo XVIII se construyó el templo actual, concluyendo la fachada el maestro Cristóbal García en 1745. No obstante, para la proclamación parroquial habría que esperar al año 1822. La iglesia es la sede de la Hermandad de la Virgen de la Salud y Santiago Apóstol.
En la sencilla planta única de la iglesia, cubierta con bóveda de cañón con arcos fajones y lunetos, queda marcado el ámbito presbiterial, de planta cuadrada, a través de un arco triunfal y una bóveda semiesférica escarzana. Obra arquitectónica singular es el camarín de la Virgen de la Salud, abierto en el testero en 1765, según trazas de Martín de Bogas, con planta octogonal y decorado con una rica y esmerada labor de jugosas yeserías. Desde el tercer tramo del lado del Evangelio se accede a la capilla bautismal, ceñida por bóveda de arista, con un pequeño camarín de perfil hexagonal del estilo de Cristóbal García. Lo más destacado de la iglesia es su fachada principal. En el centro, entre dos óculos, y sirviendo como pórtico de acceso, se antepone una capilla-tribuna de dos cuerpos de ladrillo, elevados sobre pilares de piedra continuados en altura por pilastras almohadilladas, que trazan en cada lado inferior tres arcos alabeados y otros tantos en el superior de contorno sinuoso sobre paños cóncavos, resultando tres balcones limitados por balaustrada de hierro; muy interesante resulta la bóveda del pórtico bajo, compuesta por complicados casquetes y nervios trilobulados, relacionada con la obra documentada de Cristóbal García en la bóveda de la iglesia del convento de Madre de Dios. Remata el conjunto un frontón triangular, taqueado, coronado por una espadaña de movido contorno. El resultado es una original y bien resuelta combinación entre fachada-espadaña y capilla-tribuna votiva, que ha hecho pensar a la crítica en modelos indianos y mudéjares.
La capilla mayor se ocupa con un retablo realizado con elementos barrocos procedentes del convento de las Descalzas, y en el ático la escultura de San Luis Rey de Francia. En el camarín un templete rococó cobija a la imagen de la Virgen de la Salud, pequeña talla de vestir del siglo XVIII.
Vistosas pinturas al temple decoran los muros laterales del templo, jalonados asimismo de varios altares. En el coro, entre los dos óculos de la fachada, se sitúa Santiago en la batalla de Clavijo, interesante lienzo de finales del siglo XVI, considerado el primitivo titular de la iglesia. En la capilla bautismal, del lado del Evangelio, se encuentra la Virgen de Belén, notable lienzo atribuido a José Risueño, hacia 1710-20; el camarín está presidido por la Dolorosa de los Trabajos, con posible autoría de Miguel Márquez. La escultura titular del templo, Santiago Apóstol de Peregrino, obra de Andrés de Carvajal, se encuentra en el siguiente altar de este mismo lado, en un retablo-marco de mediados del siglo XVIII. Lienzos de este mismo siglo son La Virgen del Rosario, representación de la famosa imagen venerada en Santo Domingo, San Francisco y El Martirio de San Bartolomé, ambos copias de José de Ribera. En el lado de la Epístola es de señalar un altar que enmarca un gran lienzo de Los Desposorios místicos de Santa Catalina, a partir del original de Murillo, y en el siguiente dos óleos: San Blas, del siglo XVII, y Jesús Caído bajo la Cruz, pieza local del siglo XVIII. La sacristía guarda algunas piezas de platería, manieristas y barrocas, como un portaviril, de comienzos del siglo XVII y una naveta, dedicada a la Virgen de la Salud, fechada en 1743 (Rosario Camacho Martínez [dirección], Aurora Arjones Fernández, Eduardo Asenjo Rubio, Francisco J. García Gómez, Juan Mª Montijano García, Sergio Ramírez González, Francisco José Rodríguez Marín, Belén Ruiz Garrido, Juan Antonio Sánchez López, y María Sánchez Luque. Guía artística de Málaga y su provincia. Tomo II. Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
El interior resulta extremadamente sencillo, de una sola nave cubierta con bóveda de medio cañón y capilla mayor con media naranja algo escarzana. Recorre toda la nave central una amplia cornisa con decoración mixta en el entablamento del que penden todo un amplio y variado conjunto de placas recortadas.
En el retablo mayor, de traza sencilla, se abre un importantísimo camarín barroco -dedicado a la Virgen de la Salud-, precioso habitáculo rococó de blancas y rizadas yeserías, terminado en 1.765.
En el lateral del Evangelio de la nave se abre una capilla de planta cuadrada y bóveda de arista; también tiene camarín de fines de siglo XVIII.
Este templo que ha llegado hasta nosotros debió levantarse hacia mediados del siglo XVIII, siendo obra probablemente de Cristóbal García o Alejandro de Vegas. Particularmente interesante es su exterior, ene el que se fusionan con raro acierto la fachada-espadaña con una especie de capilla-tribuna simplificada, que se sitúa delante (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
La Iglesia de Santiago, erigida como ermita en 1519, se fue reedificando durante la primera mitad del siglo dieciocho.
Su fachada, que data de 1745 y es obra del maestro Cristóbal García, resulta particularmente interesante. En ella y con reminiscencias mudéjares, se fusionan la fachada-espadaña con una especie de capilla-tribuna.
El interior resulta extremadamente sencillo, de una sola nave cubierta con bóveda de medio cañón y capilla mayor con media naranja. En el retablo mayor, rehecho modernamente con elementos barrocos procedentes del convento de las Descalzas, se abre el camarín de la Virgen de la Salud, precioso habitáculo barroco, obra de Martín de Bogas.
El resto de la iglesia está vistosamente decorado con pinturas al temple imitando cortinajes y otros motivos.
Actualmente presenta cuatro altares y una capilla bautismal (Diputación Provincial de Málaga).
El convento, en su origen fundación de los padres Carmelitas Descalzos, quienes lo habitaron hasta la desamortización de 1836, está ocupado desde 1859 por las religiosas Clarisas. La historia del asentamiento de los Carmelitas en Antequera sigue el habitual peregrinar por diversos lugares hasta lograr el definitivo emplazamiento. Así, dedicaron primero una ermita a la Virgen de Belén en el camino de Granada, y se mudaron dos veces más antes de establecerse en el lugar definitivo, en el mismo camino. La construcción del templo se dilató entre el último tercio del siglo XVII y 1709, estando documentada la participación del portugués Gonzalo Yáñez.
En planta, el edificio estructura la cruz latina con tres naves, que en realidad son capillas que se comunican entre sí para conformar la longitudinalidad, y crucero, cuyos brazos no sobresalen. Su anchura y la grandiosa cúpula que lo cierra, de media naranja, rematada en linterna, marcan el espacio inmediato a la capilla mayor, de esquema cuadrangular y cabecera plana. La nave central se cubre con bóveda de cañón, articulada con arcos fajones y lunetos, y en las laterales se combinan cúpulas y bóvedas variadas. Añadidos dieciochescos son los dos camarines. En el crucero del lado de la Epístola, se abre el del Cristo del Consuelo o Jesús Caído, de 1742-1744, cuya profusa labor ornamental en yeso policromado fue dirigida por fray Manuel de la Cruz; su planta cuadrada se cubre con bóveda de gajos sobre pechinas a partir de una movida molduración de perfil mixtilíneo. El de la Virgen de los Dolores, del último tercio del siglo XVIII, relacionado con el estilo de Cristóbal García, se eleva en la capilla del tercer tramo de la nave de la Epístola; hexagonal, muy dinámico en alzado y entre paños cóncavos separados por estípites, se cubre con una complicada bóveda gallonada revestida de una exuberante decoración de estucos. Otro espacio de interés es el que acoge la sacristía, de planta rectangular.
Su fachada responde al esquema común de las iglesias carmelitanas. Después de atravesar las tapias del compás, restauradas en fecha reciente, nos encontramos con la severa fachada, cuya fábrica combina piedra y ladrillo. El diseño carmelitano impone tres calles y tres cuerpos insertos en un rectángulo mayor ceñido por pilastras gigantes lisas y coronado por frontón triangular y óculo en el tímpano; el acceso se practica a través de una sobria portada tripartita, abriéndose en el segundo cuerpo tres hornacinas desnudas, y en el tercero, una ventana rectangular flanqueada por tramos rehundidos. En los laterales, arcos de medio punto enlazados.
Capítulo aparte merece el extraordinario programa decorativo de yeserías, que reviste los elementos arquitectónicos interiores. Pechinas, arcos, lunetos, paños, nervios, capiteles, entablamentos y enmarcaciones se cuajan de hojas, guirnaldas, placas recortadas y macollas. De este modo, se consigue un espacio orgánico, contradictorio en teoría por la dicotomía entre lo rígido y lo flexible, lo duro y lo blando, y, sin embargo, en perfecto maridaje. Por analogías con el trabajo en San Juan de Dios, se atribuye la traza de los estucos a Tomás de Melgarejo, estando documentada su ejecución por el escultor y estuquista Francisco Asencio Carrizo, en 1704.
La capilla mayor la ocupa un raro retablo, mezcla de arquitectura fingida, con ilusionistas composiciones pictóricas, y real, de finales del siglo XVIII. Es destacado el conjunto escultórico de sus repisas: Santa Clara, atribuida a José Medina, San Bruno, variante del modelo creado por José de Mora para la Cartuja de Granada, San Miguel Arcángel, de sabor italiano, y San Juan de la Cruz, del estilo de Mena. Por encima de este conjunto se sitúa el gran lienzo que corona: La adoración de los pastores, obra destacada de mediados del siglo XVII, de fray Domingo. Completan el testero dos cuadros, con San Joaquín y la Virgen Niña y San José con el Niño. Los muros de la nave central y parte del crucero sirven de soporte para el despliegue de un ciclo pictórico, atribuido a fray Juan Ventura de San José a comienzos del siglo XVIII. Siete lienzos emplazados encima de los arcos, embutidos entre marcos de jugosa yesería, narran episodios de la vida de San Juan de la Cruz.
Entre las obras destacadas de la nave del Evangelio encontramos la Virgen de la Soledad, copia del cuadro de Alonso Cano, de la catedral de Granada, un lienzo de San Isidro Labrador de finales del siglo XVII y una singular escultura de Andrés de Carvajal, Cristo atado a la columna. En los otros tramos, ocupados por los retablos de Santa Ana y la Virgen del Carmen, resultan más interesantes las frontaleras pintadas de estilo rococó. Ya en el crucero, sobre la puerta de acceso al convento, se encuentra otro cuadro de grandes dimensiones con la representación de la Virgen del Carmen entre Santa Teresa y San Juan de la Cruz, de Manuel Farfán, de la primera mitad del siglo XVIII. La pieza más importante de este ámbito es la que preside el retablo de estilo rococó con estípites: San José con el Niño, talla atribuida a Miguel de Zayas, de la primera mitad del siglo XVIII.
En el lado opuesto del crucero, un retablo de similares características, dentro de la tradición antequerana de este momento, forma la embocadura del camarín que acoge la imagen del Cristo del Consuelo o Jesús Caído, importante obra documentada en la producción de José de Mora. En realidad el autor granadino la talló, antes de 1688, como imagen de candelero en posición orante, pasando a la iconografía de Nazareno caído, de cuerpo entero, tras la intervención de Andrés de Carvajal entre 1742 y 1744. En el muro frontal del crucero, en el acceso a la sacristía, se halla una imagen de Santa Teresa, en el estilo de Pablo de Rojas, de comienzos del siglo XVII, y un lienzo de grandes dimensiones, con la curiosa iconografía de los Fundadores de las órdenes religiosas bebiendo de la Fuente de la Vida, de comienzos del XVIII. En los siguientes tramos de la nave sendas esculturas de San Francisco, atribuida a Miguel Márquez, y un antiguo Cristo de la Salud Crucificado de mediados del siglo XVI; la Magdalena a sus pies es posterior relacionada con el taller de Carvajal. Especial mención merece la capilla contigua, en la que se abre el camarín de la Virgen de los Dolores, a través de una embocadura decorada por un retablo rococó de 1789. La imagen titular importante talla de vestir de Miguel Márquez, de 1817, se procesiona el Jueves Santo por la Venerable Cofradía de Servitas, junto al Señor atado a la Columna y al Señor caído. La Virgen cuenta con valioso ajuar de platería y bordados de piezas procesionales. En los pies de la nave cuelga una destacada representación pictórica, de gran tamaño, de la Virgen del Consuelo, fechada hacia 1779.
El rico patrimonio conventual se completa con las obras custodiadas en la clausura (Rosario Camacho Martínez [dirección], Aurora Arjones Fernández, Eduardo Asenjo Rubio, Francisco J. García Gómez, Juan Mª Montijano García, Sergio Ramírez González, Francisco José Rodríguez Marín, Belén Ruiz Garrido, Juan Antonio Sánchez López, y María Sánchez Luque. Guía artística de Málaga y su provincia. Tomo II. Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
La Iglesia de Belén se encuentra en la entrada de Antequera por la antigua puerta de Granada dando su fachada principal a un espacioso compás (c/ de Belén), limitado por el Convento a la izquierda y la c/ Fresca a la derecha.
La fachada principal, de piedra arenisca y ladrillo, sigue las líneas estilísticas de las iglesias barrocas madrileñas. Se compone de cinco arcos de medio punto, de los que tres se encuentran entre dos grandes pilastras dóricas que soportan el inclinado frontón de la cubierta.
La planta es basilical con tres naves separadas por arcos de medio punto sobre pilares, las laterales a modo de capillas.
El crucero se prolonga hasta las naves laterales y soporta la cúpula, no estructural y de yeso, sobre pechinas. Su cabecera es rectangular.
Al templo se le añadieron una serie de camarines y cuerpos añadidos. La imagen exterior está dominada por el cimborrio que cubre la cúpula del crucero, estando la nave central cubierta a dos aguas con teja curva y las naves laterales a una sola agua.
Del convento hay que destacar, el claustro con doce arcos de ladrillo. Es también destacable la bóveda que cubre la escalera que es lobulada (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Magnífico templo carmelita de principios del siglo diecisiete que desde 1859 es residencia de las Religiosas Clarisas.
La iglesia presenta una sobria fachada labrada en piedra y ladrillo. La planta es de cruz latina, con capillas laterales comunicadas entre sí, cabecera plana y elevada cúpula en el crucero.
Su extraordinario interés se lo otorga la riquísima decoración de yeserías barrocas, fondeadas de azul, de las más antiguas del conjunto antequerano.
En la capilla mayor, decorada de manera singular a base de elementos ilusionistas que se mezclan con reales, son destacables cuatro imágenes: San Miguel Arcángel, Santa Clara, Santa Bárbara, San Juan de la Cruz y San Braulio. Coronando este testero, se halla un enorme lienzo de La adoración de los pastores de mediados del siglo diecisiete.
En los retablos colaterales del crucero, típicos de la retablística rococó antequerana de finales del dieciocho, destaca el Jesús Caído en el Monte, obra de José Mora (cabeza, manos y pies) de antes de 1688 que posteriormente fue reformada y completada por Andrés de Carvajal.
En el crucero, resultan curiosos dos grandes cuadros embutidos en yesería atribuidos a Manuel Farfán.
Otras obras destacables son: un Cristo atado a la columna de Andrés de Carvajal; el Lienzo de la Virgen del Consuelo, del siglo dieciocho; una escultura del Cristo de la Salud de 1624; el órgano del coro alto, de estilo seudoclasicista o la primitiva imagen de Santa Teresa de Jesús.
Finalmente, nos detendremos en la capilla de la Virgen de los Dolores donde destaca el camarín. De planta hexagonal y bóveda de complicada articulación su decoración, supone el último estado evolutivo al que llegaron los motivos ornamentales en yeso dentro del barroco antequerano. La bella imagen de vestir que preside la capilla es obra de Miguel Márquez García estando fechada en 1817 y que cuenta con un interesantísimo ajuar de orfebrería y bordado (Diputación Provincial de Málaga).
Ya en el siglo XVIII, dentro del programa de embellecimiento urbanístico emprendido por el corregidor de la villa, Rodrigo Navarro de Mendoza, se levantó la Puerta de Granada, cuya ejecución tuvo lugar en 1748 según trazas del alarife Martín de Bogas; la imagen actual, más monumental, se debe a la restauración planteada y dirigida en 1942 por José María Fernández, y a la ejecutada en 1998, que la convierte en un hito, descargado de su función, al evitar el paso de vehículos por el arco, y contextualizado en un espacio lúdico y ajardinado (Rosario Camacho Martínez [dirección], Aurora Arjones Fernández, Eduardo Asenjo Rubio, Francisco J. García Gómez, Juan Mª Montijano García, Sergio Ramírez González, Francisco José Rodríguez Marín, Belén Ruiz Garrido, Juan Antonio Sánchez López, y María Sánchez Luque. Guía artística de Málaga y su provincia. Tomo II. Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
La construcción de este arco se llevó a cabo el año 1748, dirigido por el maestro alarife Martín de Bogas, en un tiempo récord de dos meses.
El aspecto actual del arco, no se corresponde plenamente con el que ofrecía en el momento de su inauguración, pues una moderna restauración, dirigida por Don José María Fernández, en 1942 cambió bastante su silueta. Sobre todo el ático, que fue notablemente rehecho.
Toda esta serie de cambios practicados con cierta alegría y libertad restauradora, dieron un innegable empaque al monumento, del que antes carecía (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
La construcción de este arco data de 1748 siendo dirigidas las obras por el maestro alarife Martín de Bogas, quien levantó el monumento en el tiempo récord de dos meses. A ambos lados del frente exterior fueron labrados los escudos de Fernando Sexto y de Antequera por el picapedrero José Rodríguez.
En 1942 es restaurado pues su aspecto llegó a ser lamentable. El cuerpo principal no sufrió modificación, pero el ático sin embargo fue totalmente rehecho. La hornacina central, que tenía arco escarzano, se hizo de medio punto y los aletones laterales adoptaron una ligera curvidad. Además se añadieron otros ornatos como la cruz de hierro del coronamiento y los jarrones de los extremos.
En la hornacina del coronamiento se encuentra la imagen en terracota de la Virgen del Rosario de Santo Domingo (Diputación Provincial de Málaga).
La Zona Arqueológica de los Dólmenes de Antequera está formada por los dólmenes que le dan el nombre, así como por una serie de yacimientos directamente relacionados con esta necrópolis.
La primera particularidad de esta necrópolis megalítica es que los tres sepulcros que la integran conservan el túmulo original, circunstancia que no es frecuente en el megalitismo malagueño. La segunda gran característica es que entre sí, cada uno de ellos, presenta claras diferencias técnicas y formales, lo que obliga a una descripción de forma individualizada.
El dolmen de Menga es una de las cumbres de la arquitectura adintelada en la prehistoria europea. Su grandiosidad radica precisamente en su carácter arquitectónico, en la creación de un espacio interno realmente asombroso que difícilmente encuentra parangón en otros casos del megalitismo europeo. A esta circunstancia se añade la magnitud de las losas empleadas en su construcción y el túmulo que, con un diámetro de 50 metros, cubre con 3.000 metros cúbicos de tierra y rocas toda la construcción. Para levantar Menga se aprovechó un ligero promontorio o amesetamiento en el que se realizó, sobre la roca virgen, una fosa ancha y alargada que ya tendría las dimensiones de lo que después sería el propio sepulcro y en cuyo interior se irían colocando, verticalmente, los ortostatos; sobre ellos, y con posterioridad, se colocarían las descomunales losas de cobija y los tres pilares interiores.
Formalmente, se pueden distinguir en el sepulcro de Menga tres zonas: Un atrio, un corredor y una gran cámara funeraria.
La diferencia entre corredor y cámara está muy poco marcada pero, en cualquier caso, se considera como un "sepulcro megalítico de corredor", aunque parece en transición a otras formas conocidas como "sepulcros de galería". La longitud total del conjunto alcanza los 27,5 metros. El atrio, propiamente, es una parte más del corredor pero, al tener forma trapezoidal y con la base más ancha mirando hacia el exterior, recuerda a una especie de soportal o "recibidor". Es posible que, parcial o totalmente, estuviera sin cubrir. En Menga, se conservan de él, restos de varios ortostatos desmochados a cada lado de la entrada, aunque las dimensiones reales y la naturaleza constructiva de dicho atrio quedan por precisar. Por su parte, el corredor es relativamente corto y estaría compuesto sólo por tres ortostatos a izquierda y derecha, cubiertos con una sola losa o cobija.
Por otro lado, un ligero estrangulamiento que, sólo queda marcado por la distinta orientación de los dos primeros ortostatos que la configuran, marca el paso hacia la gran cámara funeraria. Esta supone casi tres cuartas partes del edifcio conservado, con planta alargada y tendencia oval, está compuesta por siete ortostatos en cada lateral y una gran losa que configura, al fondo, la cabecera del sepulcro. Estos ortostatos pueden alcanzar hasta 4,7 metros de altura, incluido el metro aproximado que queda introducido en la zanja de cimentación, y tienen un grosor en torno al metro y medio. En lo alto, el espacio se cierra con cuatro descomunales losas de cubierta.
La altura general del sepulcro va aumentando desde los 2,7 m de la entrada hasta los 3,5 metros de la cabecera; mientras que su anchura máxima alcanza los 6 metros. Pero lo que, sin duda, más llama la atención son los tres grandes pilares que se alinean a lo largo del eje longitudinal de la cámara, coincidiendo con la unión de las cuatro losas de cubierta. Se trata de un recurso constructivo excepcional en el megalitismo europeo. Se puede decir que no responde a patrones generalizados en otras zonas o regiones. La ubicación estratégica que hace descansar en cada pilar dos losas de cubierta, anima a pensar que se trata de un recurso constructivo orientado a consolidar la estructura y evitar derrumbes: al menos, los últimos estudios apuntan en esa línea. En recientes trabajos realizados en 2005 se descubrió, en el último tramo de la cámara de Menga, tras el tercer pilar, un profundo y estrecho pozo. La relación que dicho pozo pudo tener con el resto del edificio funerario es, por el momento, cuestión por aclarar, pues resulta una singularidad que no encuentra paralelos en Europa.
El dolmen de Viera, también está construido parcialmente en una elevación suave del terreno. En tal elevación o promontorio natural, se practicó, longitudinalmente, una zanja en cuyo interior se fueron colocando, verticalmente, los ortostatos. Sobre la parte superior de dichos ortostatos descansan las lajas de cubierta y todo el conjunto se cubre con un túmulo que alcanza los cincuenta metros de diámetro. La forma definitiva de la planta permite clasificarlo dentro del tipo "sepulcro megalítico de corredor". Así, presenta un largo pasillo de diecinueve metros de longitud segmentado en dos tramos por una puerta, con una cubierta configurada por diez u once losas o cobijas. Desde dicho corredor se accede a una pequeña cámara o habitáculo cuadrangular de 1,6 metros de anchura y 2 de altura, configurado por cuatro losas verticales y la losa de cubierta.
En el Tholos del Romeral tenemos dos espléndidos ejemplos de cámaras realizadas con el recurso de la falsa cúpula.
Exteriormente el túmulo no parece diferir de los otros dos. No obstante, en su construcción se empleó la mampostería como elemento principal de paredes y bóvedas (las lajas de piedra se reservaron sólo para las cubiertas y puertas). Su planta y distribución interior también ofrecen peculiaridades. Así, un largo corredor de 26 metros, configurado por dos largos testeros con un manifiesto vuelo o inclinación, da acceso a través de una puerta muy elaborada, a una gran cámara funeraria. Se trata, sin duda, de uno de los mejores ejemplos de empleo de la técnica de falsa cúpula en la Prehistoria de la Península Ibérica.
La planta de la cámara es circular, con un diámetro en la base de 5,20 metros, mientras que el vano superior, cerrado por una laja de piedra, es mucho menor, con tan sólo 2,20 metros de diámetro máximo. Esto supone que el vuelo de las paredes curvadas presenta una desviación, con respecto a la vertical, aproximadamente de 1,5 metros. Mientras que la altura total de la cámara ronda los 4 metros.
Desviado unos 10 grados con respecto al eje longitudinal del sepulcro, desde la gran cámara se abre un pequeño corredor o pasillo, de construcción similar a la del gran corredor, que da acceso a una segunda cámara. Ésta, aunque está también construida con la misma técnica de aproximación de hiladas, es considerablemente más pequeña que la anterior. Tiene tan sólo 2,34 metros de diámetro y su altura máxima es de 2,40 metros. Por tanto, el vuelo que se observa en las paredes será de unos 70 centímetros (la mitad del que se apreciaba en la gran cámara). Llama la atención que el suelo de esta cámara esté ocupado, casi en su mitad, por una gran losa de caliza de 20 centímetros de espesor, que frontalmente parece fracturada y, en su fondo, se encaja en la pared. Todo el sepulcro se encuentra incluido en un túmulo artificial, a base de capas de barro y lajas de piedra, de forma aproximadamente circular, con 85 metros de diámetro y una altura máxima de 10 metros.
La grandeza de los contenedores descritos no ha podido ser completada con una buena documentación de sus contenidos funerarios. Apenas si se han podido recuperar algunos cuencos de cerámica, pequeñas herramientas realizadas en sílex, varias hachas de piedra pulida y algún punzón de cobre en el interior de estos tres sepulcros. Por ahora se desconoce el ritual funerario utilizado, así como el número de individuos que pudo haber sido depositado en cada tumba megalítica.
Por otro lado, las construcciones monumentales de Antequera han guardado en sus paredes algunos interesantes ejemplos de arte esquemático. Concretamente, algunos ortostatos del corredor de Viera aparecen cubiertos de oquedades o "cazoletas" muy típicas del arte esquemático. Mientras que, en un ortostato del corredor de Menga, se puede apreciar la existencia de unos motivos antropomorfos muy esquematizados en forma de cruz, que fueron labrados con un grueso trazo sobre la pared. El conjunto se ve completado con otro motivo, ahora, con forma de estrella.
Sobre algunos de los motivos aparecidos en Menga se ha discutido mucho, estando los investigadores divididos, por una parte los que consideran que son de época prehistórica y por otra parte, los que atribuyen su presencia, al menos de alguno de ellos, a la ocupación posterior que ha tenido el lugar durante muchas fases de la Historia.
En las inmediaciones de los dólmenes de Antequera se encuentra el asentamiento del Cerro de Antequera. Las primeras noticias sobre la existencia de este yacimiento se deben a un primer estudio, publicado en 1977 por Juan Antonio Leiva Rojano y Bartolomé Ruiz González, en el que se daba a conocer la presencia del yacimiento en la proximidad de la necrópolis megalítica de Antequera. Un estudio posterior de materiales de superficie permitió caracterizar el yacimiento como un pequeño poblado calcolítico ya entrado en la etapa campaniforme, identificándose como elementos más significativos algunas fuentes con los labios ligeramente exvasados y ápice plano decorado con motivos campaniformes incisos (zig-zag rellenos de líneas oblicuas), asimilables a los tipos relacionados tradicionalmente con los tipos Palmela.
Otro yacimiento incluido y en parte relacionado con el asentamiento del Cerro de Antequera por ocupar parte del espacio de éste, se corresponde con una villa romana cuyo elemento más destacado es la presencia de un ninfeo.
La UNESCO (https://whc.unesco.org/en/list/1501) en su declaración como patrimonio mundial dice que, este sitio está integrado por los tres monumentos megalíticos: el Dolmen de Menga, el Dolmen Viera y el Tholos de El Romeral, y dos monumentos naturales, La Peña de los Enamorados y El Torcal de Antequera. Construidos durante el Neolítico y la Edad de Bronce a partir de grandes bloques de piedra que forman cámaras y espacios con cubiertas adinteladas (Menga y Viera) o falsas cúpulas (El Romeral), los megalitos de Antequera son ejemplos ampliamente reconocidos de Megalitismo europeo. Las estructuras megalíticas se presentan bajo la apariencia del paisaje natural (enterradas debajo de los túmulos de la tierra) y su orientación se relaciona con dos monumentos naturales: La Peña de los Enamorados y El Torcal. Estos son dos puntos de referencia visuales indiscutibles dentro del área declarada como patrimonio mundial.
La escala colosal de los megalitos caracterizada por el uso de grandes bloques de piedra atestigua la excepcional planificación arquitectónica de quienes los construyeron y crearon formas arquitectónicas únicas. La interacción íntima de los monumentos megalíticos con la naturaleza, que se ve en lo profundo del interior de Menga y en la orientación de Menga y El Romeral hacia montañas presumiblemente sagradas (La Peña de los Enamorados y El Torcal), enfatiza la singularidad de estas construcciones funerarias. Las tres tumbas, con la singularidad de sus diseños, y las diferencias técnicas y formales, reúnen las grandes tradiciones arquitectónicas megalíticas ibéricas y la variedad de tipos arquitectónicos,
Entre los criterios que han primado para su declaración como patrimonio mundial, están:
I.- El número, tamaño, peso y volumen de los bloques de piedra transportados y ensamblados en la cuenca de Antequera, utilizando tecnología rudimentaria, y las características arquitectónicas de los monumentos formados por estos tres megalitos, hacen de los Dólmenes de Antequera uno de las más importantes obras de ingeniería y arquitectura de la prehistoria europea y uno de los ejemplos más importantes y conocidos del megalitismo europeo. Como tales, los dólmenes de Menga y Viera y el tholos de El Romeral representan un excelente ejemplo del genio creativo de la humanidad.
III.- Ofrece una visión excepcional de las prácticas funerarias y rituales de una sociedad prehistórica altamente organizada del Neolítico y la Edad de Cobre en la Península Ibérica. Los Dólmenes de Antequera materializan una extraordinaria concepción del paisaje megalítico, siendo exponentes de una relación original con los monumentos naturales a los que están intrínsecamente vinculados. Al diferenciarse de las orientaciones canónicas hacia la salida del sol, los monumentos megalíticos muestran orientaciones anómalas: Menga es el único dolmen en Europa continental que se enfrenta a una montaña antropomórfica como La Peña de los Enamorados; y el Tholos de El Romeral, frente a la cordillera de El Torcal, es uno de los pocos casos en toda la Península Ibérica donde la orientación es hacia la mitad occidental del cielo.
IV.- Es un ejemplo sobresaliente de un conjunto monumental megalítico, compuesto por los tres monumentos megalíticos (Menga, Viera y El Romeral), que ilustran una etapa significativa de la historia humana cuando se construyeron los primeros grandes monumentos ceremoniales. Los tres tipos de arquitectura megalítica que se ven en este conjunto de dólmenes, que son representativos de las dos grandes tradiciones megalíticas ibéricas (arquitectura adintelada en los casos de Menga y Viera y la arquitectura del falso techo de cúpula de El Romeral), y la relación única entre los dólmenes y el paisaje circundante de Antequera (los tres monumentos megalíticos están enterrados bajo los túmulos de la tierra y dos megalitos están orientados hacia los monumentos naturales de La Peña de los Enamorados y El Torcal).
DÓLMEN DE MENGA. El dolmen de Menga es una de las cumbres de la arquitectura adintelada en la prehistoria europea. Su grandiosidad radica precisamente en su carácter arquitectónico, en la creación de un espacio interno realmente asombroso que difícilmente encuentra parangón en otros casos del megalitismo europeo. A esta circunstancia se añade la magnitud de las losas empleadas en su construcción y el túmulo que, con un diámetro de 50 metros, cubre con 3.000 metros cúbicos de tierra y rocas toda la construcción. Para levantar Menga se aprovechó un ligero promontorio o amesetamiento en el que se realizó, sobre la roca virgen, una fosa ancha y alargada que ya tendría las dimensiones de lo que después sería el propio sepulcro y en cuyo interior se irían colocando, verticalmente, los ortostatos; sobre ellos, y con posterioridad, se colocarían las descomunales losas de cobija y los tres pilares interiores.
Formalmente, se pueden distinguir en el sepulcro de Menga tres zonas: Un atrio, un corredor y una gran cámara funeraria.
La diferencia entre corredor y cámara está muy poco marcada pero, en cualquier caso, se considera como un "sepulcro megalítico de corredor", aunque parece en transición a otras formas conocidas como "sepulcros de galería". La longitud total del conjunto alcanza los 27,5 metros. El atrio, propiamente, es una parte más del corredor pero, al tener forma trapezoidal y con la base más ancha mirando hacia el exterior, recuerda a una especie de soportal o "recibidor". Es posible que, parcial o totalmente, estuviera sin cubrir. En Menga, se conservan, de él, restos de varios ortostatos desmochados a cada lado de la entrada, aunque las dimensiones reales y la naturaleza constructiva de dicho atrio quedan por precisar. Por su parte, el corredor es relativamente corto y estaría compuesto sólo por tres ortostatos a izquierda y derecha, cubiertos con una sola losa o cobija.
Por otro lado, un ligero estrangulamiento que, sólo queda marcado por la distinta orientación de los dos primeros ortostatos que la configuran, marca el paso hacia la gran cámara funeraria. Ésta supone casi tres cuartas partes del edificio conservado, con planta alargada y tendencia oval. Está compuesta por siete ortostatos en cada lateral y una gran losa que configura, al fondo, la cabecera del sepulcro. Estos ortostatos pueden alcanzar hasta 4,7 metros de altura, incluido el metro aproximado que queda introducido en la zanja de cimentación, y tienen un grosor en torno al metro y medio. En lo alto, el espacio se cierra con cuatro descomunales losas de cubierta.
La altura general del sepulcro va aumentando desde los 2,7 metros de la entrada hasta los 3,5 metros de la cabecera, mientras que su anchura máxima alcanza los 6 metros. Pero lo que, sin duda, más llama la atención son los tres grandes pilares que se alinean a lo largo del eje longitudinal de la cámara, coincidiendo con la unión de las cuatro losas de cubierta. Se trata de un recurso constructivo excepcional en el megalitismo europeo. Se puede decir que no responde a patrones generalizados en otras zonas o regiones. La ubicación estratégica que hace descansar en cada pilar dos losas de cubierta, anima a pensar que se trata de un recurso constructivo orientado a consolidar la estructura y evitar derrumbes: al menos, los últimos estudios apuntan en esa línea. En recientes trabajos realizados en 2005, se descubrió, en el último tramo de la cámara de Menga, tras el tercer pilar, un profundo y estrecho pozo. La relación que dicho pozo pudo tener con el resto del edificio funerario es, por el momento, cuestión por aclarar, pues resulta una singularidad que no encuentra paralelos en Europa
DÓLMEN DE VIERA. Representa el tipo de dolmen de sepulcro de corredor, con tres puertas al principio y al final, que da entrada a una cámara de forma cúbica. La primera puerta está a 3 metros de la entrada, en un hueco cuadrado de 77 x 90 centímetros. La parte del corredor está formada por ocho ortostatos a la derecha y siete a la izquierda, de 1,85 a 2 metros de alto, cubriendo una longitud de 9,6 metros con cuatro grandes cobijas. La anchura es de 1,15 metros a la entrada y de 1,35 metros al fondo. La cámara está formada por cinco grandes losas, cuatro que forman las paredes y una cobija a nivel con el corredor (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
La provincia de Málaga concentra una gran cantidad de estructuras colectivas megalíticas para enterramientos colectivos, pero destacan por su tamaño y complejidad los Dólmenes de Antequera, declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
DÓLMEN DE MENGA. Se trata del más grande e importante de los dólmenes del conjunto. Mide 25 metros de largo y 7 de ancho. Es una cámara funeraria formada por inmensos monolitos, uno de los cuales de casi 200 toneladas.
Puede ser fechado alrededor del año 2500 antes de Cristo. Se trata de una gran cámara ovalada formando una galería cubierta con un pequeño estrechamiento en la entrada. La cámara está formada por siete grandes monolitos cuadrados en cada lado y una enorme piedra que forma la cabecera, cubriéndose con cinco gigantescas losas. Es el único de los tres dólmenes que tiene unas inscripciones de figuras antropomórficas, situadas en la primera losa de entrada a la izquierda. Al visitante le llamará la atención las dimensiones de la cobija, o losa de cubierta del fondo, de 6 metros de longitud y 7 metros de lado, con un peso aproximado de 180 toneladas. Para sostener estas losas, el dolmen presenta tres pilares de sección cuadrada, aunque sólo uno cumple realmente esta función. El conjunto se cubre con un túmulo de 50 metros de diámetro.
DÓLMEN DE VIERA. El más pequeño de los tres dólmenes que forman el conjunto es de los llamados "de corredor". Puede ser fechado aproximádamente sobre el año 2000 antes de Cristo.
Se trata de un sepulcro de galería cubierta, formada por un corredor de acceso y una cámara de sección cuadrada a la que se accede por medio de una puerta labrada en un monolito. El corredor se conserva completo en un espacio formado por ocho ortostatos a la derecha y siete a la izquierda. La cubierta estaba formada por siete losas, de las que sólo quedan cuatro. La cámara es una habitación formada por cinco grandes losas, cuatro que forman las paredes y una cobija a nivel con el corredor (Diputación Provincial de Málaga).
Descubierto en 1905, en el Dolmen del Romeral hay dos espléndidos ejemplos de cámaras realizadas con el recurso de la falsa cúpula.
Exteriormente, el túmulo no parece diferir de los otros. No obstante, en su construcción se empleó la mampostería como elemento principal de paredes y bóvedas (las lajas de piedra se reservaron sólo para las cubiertas y puertas). Su planta y distribución interior también ofrecen peculiaridades. Así, un largo corredor de 26 metros configurado por dos largos testeros con un manifiesto vuelo o inclinación, da acceso a través de una puerta muy elaborada, a una gran cámara funeraria. Se trata, sin duda, de uno de los mejores ejemplos de empleo de la técnica de falsa cúpula en la Prehistoria de la Península Ibérica.
La planta de la cámara es circular, con un diámetro en la base de 5,20 metros, mientras que el vano superior, cerrado por una laja de piedra, es mucho menor, con tan sólo 2,20 metros de diámetro máximo. Esto supone que el vuelo de las paredes curvadas presenta una desviación con respecto a la vertical, aproximadamente de 1,5 metros. Mientras que la altura total de la cámara ronda los 4 metros.
Desviado unos 10 grados con respecto al eje longitudinal del sepulcro, desde la gran cámara se abre un pequeño corredor o pasillo, de construcción similar a la del gran corredor, que da acceso a una segunda cámara. Ésta, aunque está también construida con la misma técnica de aproximación de hiladas, es considerablemente más pequeña que la anterior. Tiene tan sólo 2,34 metros de diámetro y su altura máxima es de 2,40 metros. Por tanto, el vuelo que se observa en las paredes será de unos 70 centímetros (la mitad del que se apreciaba en la gran cámara). Llama la atención que el suelo de esta cámara esté ocupado, casi en su mitad, por una gran losa de caliza de 20 centímetros de espesor, que frontalmente parece fracturada y, en su fondo, se encaja en la pared.
Todo el sepulcro se encuentra incluido en un túmulo artificial, a base de capas de barro y lajas de piedra, de forma aproximadamente circular, con 85 metros de diámetro y una altura máxima de 10 metros (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
El más moderno de los tres es el dolmen de El Romeral, perteneciente ya a un cobre final, y fechable en el año 1800 antes de Cristo. Su curiosidad es que presenta la primera falsa cúpula de la historia arquitectónica.
Es una edificación más reciente y que presenta algunas novedades. Se trata de un dolmen de tipo "Tholos" con corredor, en el que se pueden distinguir dos partes claramente diferenciadas. En primer lugar, un largo corredor de acceso; a continuación se encuentra la cámara sepulcral o "Tholos" resuelta mediante la construcción de una falsa bóveda por aproximación de hileras. El paso del corredor a la cámara sepulcral se hace mediante una puerta adintelada. Por último, nos encontramos con una segunda cámara, más pequeña. Su destino sería presentar ofrendas.
Destaca la gran losa del suelo, a modo de altar, bajo la cual se encontró parte del ajuar de este dolmen. La novedad en el aspecto constructivo reside en la utilización de aparejo pequeño para realizar el corredor y la falsa bóveda. Será por tanto en la cubrición donde se utilicen las grandes piedras (Diputación Provincial de Málaga).
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