Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la glorieta de Más y Prat, en el Parque de María Luisa, de Sevilla.
Hoy, 2 de mayo, es el aniversario de la inauguración (2 de mayo de 1924) de la glorieta de Más y Prat, escritor, al que está dedicada la glorieta reseñada, así que hoy es el mejor día para ExplicArte la glorieta de Más y Prat, en el Parque de María Luisa, de Sevilla.
El Parque de María Luisa [nº 64 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla], se encuentra en la glorieta de San Diego, s/n (entrada principal, aunque tiene entradas por el paseo de las Delicias y las avenida de María Luisa, y de la Borbolla), en el Barrio del Prado - Parque de María Luisa, del Distrito Sur.
La Glorieta de Más y Prat [nº 24 en el plano oficial del Parque de María Luisa] se encuentra en el Parque de María Luisa, y se sitúa entre la Glorieta de Mario Méndez Bejarano, la Glorieta de la Concha, y la Glorieta de Doña Sol.
Inaugurada en 1924, la iniciativa de dedicarle una glorieta a Benito Más y Prat se debe a Enrique Real Magdaleno, quien fomenta para ello una suscripción popular. La arquitectura corrió a cargo de Aníbal González, que recurre -una vez más- al ladrillo agramilado, y a una doble hilera de bancos, con respaldares de hierro, terminados en pináculos, y dispuestos en forma semicircular. En las caras de éstos (bancos y pináculos), se encuentran los anaqueles para libros, que reproducen en cuadros de azulejería, escenas costumbristas "...a las rejas de la cárcel", "todos se van", "Susona", "Este queré de nosotros...", "A la viajera que vestía de negro" y "La bordadora", que pertenecen a ilustraciones que hizo el pintor José García Ramos, copiadas por el pintor ceramista Enrique Orce Mármol y realizadas en los alfares trianeros de Ramos Rejano. La preside, en una hornacina, el busto en mármol blanco del escritor, dramaturgo, periodista y poeta ecijano, obra del escultor sevillano Antonio Castillo Lastrucci. Restituido el busto (ausente durante algunos años), la azulejería se está deteriorando (Teresa Laffita, Sevilla turística y cultural, Fuentes y monumentos públicos. ABC de Sevilla, 1998).
Este recuerdo a Benito Más y Prat fue levantado por la iniciativa del profesor Enrique Real Magdaleno y costeado por suscripción popular. El proyecto es de Aníbal González y su inauguración tuvo lugar el 2 de mayo de 1924. Enmarcada con sóforas y construida con ladrillo agramilado, su forma es semicircular, delimitada por dos bancos con respaldo de hierro, rematados con pináculos. En dichos pilares se abren dos anaqueles para libros, y en sus otras caras figuran, en azulejos, escenas costumbristas sevillanas originales del pintor José García Ramos, copiadas por el también pintor y ceramista Enrique Orce y realizados por la Fábrica de Ramos Rejano. Todo ello presidido por un cuerpo más elevado donde se expone un busto de Mas y Prat, labrado por el escultor Antonio Castillo Lastrucci. En ese mismo cuerpo, también en un azulejo, de mayor tamaño, se representan los emblemas de Sevilla y de Écija, sostenidos por dos amorcillos. Toda la obra cerámica de esa glorieta la decoró Enrique Orce Mármol (1885-1952).
Benito Mas y Prat, poeta, escritor costumbrista, periodista y autor teatral nació en Écija en 1846 y falleció en la misma ciudad en 1892. Hijo de unos comerciantes de origen catalán y padre del novelista José Mas, Benito vino por primera vez a Sevilla para trabajar como dependiente de comercio. Entonces dio a conocer su afición literaria al colaborar en los periódicos más importantes de la capital. Se introdujo en la vida literaria sevillana, trató a las mejores figuras de la cultura y del periodismo locales y dirigió al Ayuntamiento de Sevilla una petición para trabajar de temporero en el Archivo Municipal, a lo que éste accedió. Fruto de esas nuevas relaciones conoció al propietario de El Eco de Andalucía, don José Lamarque de Novoa, quien le confió la dirección del periódico en el que estuvo desde 1879 hasta 1890.
En el Eco de Andalucía se publicaron sus obras poéticas "Brisas del Genil", "Hojas secas" y "Nocturno", el drama "La Cruz del hábito", y "La Tierra de María Santísima", "Fantasías", "Estudios literarios", "Estudios y bocetos" y "La Dama Blanca". También Mas y Prat colaboró en otras publicaciones como "La Ilustración Española y Americana", "La Ilustración Artística", "La Ibérica", "Bética" y "El Liceo Sevillano". En 1890 dejó de escribir por motivos de salud; diez años antes, la Academia de Bellas Letras le había premiado su composición La Feria de Sevilla. "La Tierra de María Santísima" es una de las más atractivas semblanzas de Andalucía creadas por la literatura del siglo pasado, como colofón para este recuerdo, se ofrece un inspirado fragmento de la misma obra.
"El piropo, al que yo llamaría la estela que pasa, engendra el requiebro, que no es más que la ampliación de aquel, o buscando una imagen más gráfica, el piropo diluido en agua de rosa". He aquí la prueba:
El que muere sin probá
La gracia de una morena,
Se va de este mundo al cielo
Sin saber lo que es canela.
En pasando mi morena,
Tropieza too el que va etrás;
Que va yenando la caye
De terronsillo é sal.
Eres como la verbena
Que en el campo verde nace;
Eres como el caramelo
Que en la boca de deshace.
En cuanto a la vegetación, podemos observar en los alrededores de esta glorieta, durillos de flor (Viburnum tinos), sóforas (Sophora japonica), acantos (Acanthus mollis), fotinias (Photinia glabra), adelfas (Nerium oleander), una dombeya (Dombeya x cayeuxii) y un aligustre (Ligustrum japonicum). Junto a setos de bonetero (Euonymus japonicus), árboles de Júpiter (Lagerstroemia indica), nandinas (Nandina domestica), ciruelos japoneses (Prunus cerasifera var. Pisardii), un ombú (Phytolacca dioica) y un membrillero japonés (Chaenomeles japonica).
El durillo de flor, Viburnum tinus, es un arbusto con grupos de flores, pequeñas, blancas o rosadas muy vistoso en Primavera. La sófora, Sophora japónica, o acacia de Japón, es originaria de China y Japón. Muy fácil de identificar por sus frutos que son legumbres con un aspecto similar al de un rosario. Se utiliza mucho en vías urbanas. La adelfa, Nerium oleander, es una especie mediterránea con vistosa floración en los meses de verano, muy utilizada en medianas de carreteras y para la formación de setos o borduras sin recorte. La dombeya, es un arbusto que alcanza gran altura con llamativas flores en forma de grandes bolas. El membrillero japonés, Chaenomeles japónica, es también un arbusto procedente de Japón y China con bonitas y grandes flores rosas, que antes de las hojas dan un agradable aspecto a la totalidad del conjunto. El bonetero de Japón, Euonymus japonicus, es un arbusto muy utilizado para la formación de setos tal y como lo vemos aquí. Un poco más allá observamos robinias y pitosporos (Pittosporum tobira).
La Glorieta de Benito Más y Prat fue restaurada en el año 2002 según proyecto del arquitecto D. Francisco González de Canales (www.sevilla.org)
Conozcamos mejor la Biografía de Aníbal González, autor de la obra reseñada;
Aníbal González y Álvarez-Ossorio, (Sevilla, 10 de junio de 1876 – 31 de mayo de 1929). Arquitecto.
Fue el primero de los tres hijos del matrimonio formado por José González Espejo y Catalina Álvarez- Ossorio y Pizarro. Se tituló como arquitecto en 1902 en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid, superando la reválida de sus estudios con el número uno de su promoción. Su formación respondió a los fundamentos tradicionales entonces imperantes, provenientes del origen académico de ese título, y que se puede constatar por la naturaleza de sus trabajos escolares que se han conservado. Figuras clave de esa formación fueron Ricardo Velázquez Bosco y Vicente Lampérez y Romea, arquitectos esenciales del panorama español de entonces.
Su vocación arquitectónica se manifestó tempranamente y se vio acrecentada con los años. Daban prueba de ello tanto su biblioteca como sus viajes, siempre vinculados a los intereses disciplinares, y se aprecia con plena nitidez en el éxito de sus estudios y en su temprana actividad, aun cuando era estudiante, en el pabellón que llevó a cabo en la Exposición de Pequeñas Industrias que, en 1901, se celebró en el Retiro madrileño. Al siguiente año realizaría un anteproyecto para Palacio de Exposiciones de Bellas Artes en los sevillanos jardines del Cristina. También en ese año de 1902 redactó una Memoria acerca de la reorganización del servicio de incendios de Sevilla, que presentó al alcalde de la ciudad, siendo acompañado por Nicolás Luca de Tena, a cuya familia estaba ligado por lazos familiares, lo que resultaría ser decisivo para su vinculación tanto a la sociedad y las instituciones sevillanas como a los gobiernos del reinado de Alfonso XIII. Por otra parte, su matrimonio con Ana Gómez Millán, hija del constructor y maestro de obras José Gómez Otero, significaría su conexión con una de las sagas arquitectónicas más prolíficas de Sevilla.
Los arquitectos activos entonces eran pocos, y la disposición y cualidades que adornaban al joven González, le habilitaron, junto con las circunstancias referidas, para una pronta fortuna en el ejercicio de la arquitectura. De inmediato se le encargó llevar a término un proyecto de cárcel celular, y estuvo en disposición de iniciar sus primeros encargos privados de diverso tipo, especialmente viviendas, que le ocuparon ya durante la primera década del novecientos. Así, las casas de la calle Alfonso XII y Almirante Ulloa; la reforma del edificio de la calle Monsalves, la de Martín Villa esquina a Santa María de Gracia; la desaparecida central térmica del Prado de San Sebastián y la subcentral de la calle Feria, para la naciente Compañía Sevillana de Electricidad, o la fábrica de la calle Torneo, hoy rehabilitada como Instituto de Fomento de Andalucía; el grupo escolar Reina Victoria en Triana; panteones en el cementerio de San Fernando, o sus primeros proyectos en Aracena debidos a su vínculo con la familia Sánchez-Dalp, como el casino Arias Montano.
En esa primera década no permaneció ajeno a las corrientes innovadoras que entonces afloraban en Europa, y que en España se reconocen en el modernismo catalán. Algunas de las obras citadas lo manifiestan, pero tal experimentación estilística se inscribía dentro de las habilidades que su formación y la cultura predominante configuraban bajo un eclecticismo historicista, en el que, como un estilo más, llevó a muchos de los arquitectos jóvenes de entonces a ensayar formas que pudieran identificarse con el espíritu de los tiempos nuevos. No obstante, el carácter conservador de las ideas subyacía, y la obra de Aníbal González estaba destinada a figurar destacadamente dentro del panorama nacional de la arquitectura de intención tradicional que, más allá del historicismo, contribuyó a procurar una salida a la crisis del noventa y ocho en el filón de las identidades diversas de los pueblos de España, dando lugar a lo que se conoce como regionalismo, teniendo en la arquitectura una de sus manifestaciones más notables, especialmente en la dualidad del norte y del sur de la Península, la arquitectura montañesa y vasca, por una parte, y por otra lo que vino en denominarse “estilo sevillano”, en el que Aníbal González se reconoció y fue reconocido en toda España, por más que otros arquitectos locales, como Juan Talavera o José Espiau, contribuyeran igualmente a fortalecerlo.
Esa construcción cultural, si fuera de Sevilla produjo admiración, en la ciudad propició una rara identificación social con la arquitectura. Y para ello, el acontecimiento que lo canalizó fue la Exposición Iberoamericana, celebrada en 1929 pero iniciada como objetivo ciudadano veinte años antes, tras los festejos “España en Sevilla”, organizados en la primavera de 1909, y a cuya conclusión lanzaría la idea Luis Rodríguez Caso. El objetivo de una Exposición Hispano-Americana, como fue originalmente denominada, se traduciría en un concurso convocado en 1911, y del que resultaría ganador Aníbal González, bien es cierto que con una muy escasa participación, ausentes los demás arquitectos sevillanos.
Su vida, que se vio truncada poco antes de que tuviera lugar la inauguración del certamen, el 31 de mayo de 1929, quedó vinculada al proyecto general y a las obras que resultarían más relevantes: la plaza de América y la plaza de España. Supo compaginar una amplísima actividad profesional, centrada en Sevilla, pero con ejemplos diseminados por distintas poblaciones, especialmente de la baja Andalucía, aunque también fuera de ella, como el edificio proyectado para ABC en la Castellana de Madrid, cuya fachada sobrevive como muestra definitiva de la admiración y apoyo que siempre encontró en la familia Luca de Tena.
Su trayectoria en Sevilla es difícil de resumir: proyectos urbanísticos (como el del cortijo Maestrescuela, que originaría el barrio de Nervión); viviendas aisladas en áreas de crecimiento de la ciudad (en el Porvenir o en la Palmera); casas familiares urbanas (por ejemplo, en la calle de San José esquina a Conde de Ibarra, calle de Almansa esquina a Galera o calle de Monsalves esquina a Almirante Ulloa); numerosas casas de renta (paseo de Colón, cuesta del Rosario, calles Cuna, Cuesta del Rosario, Tetuán, Francos o actual avenida de la Constitución); “casas baratas” (Portaceli, Ramón y Cajal o avenida de Miraflores); edificios religiosos (para la Compañía de Jesús en la calle de Trajano, la capillita de la Virgen del Carmen en el Altozano o la basílica de la Inmaculada Milagrosa cuya construcción se interrumpió tras su fallecimiento); panteones (como los de los Luca de Tena, Peyré o González) y otros muchos proyectos y obras, que se pueden cerrar con la referencia a la reforma de la plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería y su sede en el paseo de Colón. Una serie ingente que, junto a la de otros arquitectos regionalistas, cambió la fisonomía de Sevilla, en ocasiones mediante las alteraciones de aperturas interiores, desde la Campana a la Avenida, en incrementos de alturas y cambios de tipos formales del caserío que, en conjunto, significó una renovación intensa de la ciudad.
Hay que volver a la Exposición Iberoamericana para comprender sintéticamente la evolución producida en la arquitectura de Aníbal González y completar la glosa de este sevillano. Basta comparar el proyecto premiado en 1911 con los desarrollados posteriormente, incluido el frustrado de la Universidad Hispano Americana, tercera de las grandes obras que se pretendió vincular a la Exposición. Sobre todo, basta comparar la arquitectura de la plaza de América (1911-1919: Pabellón de Arte Antiguo, Pabellón Real y Pabellón de Bellas Artes, con sus jardines) con la de la plaza de España (1914-1928), para apreciar la transición de una concepción pintoresca a otra más monumental; por más que en ambas se contengan las habilidades del dominio ecléctico de los estilos del pasado español y en ambas se desarrollen las aplicaciones múltiples de los oficios y artesanías tradicionales recuperados y potenciados al amparo de las prolongadas obras de la Exposición. De manera que si tuviésemos que elegir un desenlace de su evolución, quizá éste radicara en el virtuosismo con que se desenvolvieron las obras de Aníbal González, en especial las aplicaciones del ladrillo en limpio y su talla.
La donación a la ciudad de la mayor parte de los jardines desarrollados por los duques de Montpensier y la acertadísima intervención de J. C. N. Forestier, renombrado jardinero y urbanista parisino, en la configuración del parque de María Luisa, constituyen el acontecimiento matriz para el desencadenamiento de la transformación urbana que comportó la Exposición Iberoamericana. Lo que finalmente fue el certamen, por el impulso final producido bajo la dictadura de Primo de Rivera, contravino la idea unitaria que Aníbal González había soñado completar. Pero, por más que aquella quiebra trajera la desilusión, la enfermedad y la muerte de nuestro arquitecto, al apreciar hoy el interés de muchas de las obras proyectadas por otros arquitectos (el casino de la Exposición y el teatro Lope de Vega, de Vicente Traver, o varios pabellones americanos, como los de Argentina de Noel, Chile de Martínez, Perú de Piqueras o México de Amábilis), ello no impide percibir la identidad sustancial que se reconoce a la Exposición de 1929 tres cuartos de siglo después.
En años de fuerte convulsión social, el fallido atentado contra Aníbal González en 1920 debe ser leído en clave de su extraordinaria relevancia como figura pública. Lamentable en cualquier caso, ese acto respondía a la rara popularidad del arquitecto, intensificándose la identificación de la ciudad con él durante la década final de su vida. Poco antes de morir pronunciaba su conferencia, impresa entonces, sobre La Giralda; el máximo símbolo arquitectónico de Sevilla era descrito con su verbo comedido. La manifestación de duelo popular que le acompañó a su muerte, sólo comparable entonces con la de los ídolos de la tauromaquia, contribuyó a otorgarle la aureola de mito contemporáneo de la ciudad.
Puede afirmarse que Aníbal González es el arquitecto más estimado en Sevilla a lo largo del siglo XX.
La consideración popular por sus obras, especialmente las de la Exposición Iberoamericana de 1929, se manifiesta en el modo como se han integrado en el paisaje urbano comúnmente reconocido, y en la valoración que de ellas hacen tanto los sevillanos como los forasteros que visitan la ciudad (Víctor Pérez Escolano, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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Más sobre el Parque de María Luisa, en ExplicArte Sevilla.
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