Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la calle Cardenal Cervantes, de Sevilla, dando un paseo por ella.
Hoy, 24 de mayo, es el aniversario (24 de mayo de 1426) del nombramiento del Cardenal Cisneros, como purpurado de la iglesia española, de ahí que hoy sea el mejor día para Explicarte la calle Cardenal Cisneros, de Sevilla. dando un paseo por ella.
La calle Cardenal Cervantes es, en el Callejero Sevillano, una calle que se encuentra en el Barrio de Santa Catalina, del Distrito Casco Antiguo; y va de la confluencia de la calle Francisco Carrión Mejías y plaza de San Leandro, a la calle Santiago.
La calle, desde el punto de vista urbanístico, y como definición, aparece perfectamente delimitada en la población histórica y en los sectores urbanos donde predomina la edificación compacta o en manzana, y constituye el espacio libre, de tránsito, cuya linealidad queda marcada por las fachadas de las edificaciones colindantes entre si. En cambio, en los sectores de periferia donde predomina la edificación abierta, constituida por bloques exentos, la calle, como ámbito lineal de relación, se pierde, y el espacio jurídicamente público y el de carácter privado se confunden en términos físicos y planimétricos. En las calles el sistema es numerar con los pares una acera y con los impares la opuesta.
También hay una reglamentación establecida para el origen de esta numeración en cada vía, y es que se comienza a partir del extremo más próximo a la calle José Gestoso, que se consideraba, incorrectamente el centro geográfico de Sevilla, cuando este sistema se impuso. En la periferia unas veces se olvida esta norma y otras es difícil de establecer.
A finales del s. XV era conocida como calle del Hospital del Cardenal, por el allí fundado por el Cardenal Cervantes bajo la advocación de San Hermenegildo, también llamado de los Heridos. Al menos desde la segunda mitad del s. XVII era conocida como calle del Cuerno y, según cuenta González de León, sus veladas alusiones al honor conyugal dieron lugar a un duelo, de resultas del cual murió un hombre. A partir de entonces, comienzos del XVIII, se le empieza a llamar San Miguel, arcángel representado sobre la puerta del Hospital, o Ángel, denominación con la que figura a lo largo de todo el s. XVIII y hasta 1845, fecha en la que es rotulada como Cardenal en memoria de Don Juan de Cervantes (+ 1453), arzobispo de Sevilla. En 1900 se acuerda darle la denominación de Cardenal Cervantes, que ha conservado hasta hoy. En el plano de Olavide (1771) se comete el error de intercambiar la rotulación de esta calle con la de la Lanza, paralela a ella.
La calle es de mediana anchura y posee un trazado marcadamente rectilíneo. En gran medida, éste es el resultado de la demolición, en la década de 1960, del antiguo hospital, como consecuencia de la cual se abrió Francisco Carrión Mejías y se retranqueó prácticamente toda la acera impar de esta calle, siendo testigo de su antigua alineación las casas que la cierran, en la confluencia de Santiago. Sorprende que no se procediera a su expropiación y a la alineación completa de la calle, cuando desde mediados del s. XIX existía un proyecto de demolición de este ángulo. Posee calzada de asfalto y aceras de losetas en buen estado de conservación, y una zona ajardinada e hilera de naranjos ante la fachada retranqueada de los impares. Se ilumina mediante farolas de báculo adosadas a las fachadas. Todavía conserva algunas viviendas tradicionales de tres plantas, ya muy degradadas e incluso deshabitadas, pero en general el caserío histórico ha sido sustituido en las últimas décadas por bloques de pisos de cuatro plantas.
La vida de esta calle ha estado presidida, desde el s. XV, por el Hospital del Cardenal. De él, ya decía Peraza en su Historia de Sevilla (1536): "Son tantas estas rentas que me han certificado personas dignas de fe, que ha acontecido estarse curando juntamente trescientos pobres en el dicho hospital, a los quales curan con gran caridad los servidores para ello señalados, y con mucha limpieza". En 1837 fue convertido en Hospicio de San Fernando y más tarde en asilo de mendicidad; de él merecía ser destacado su amplio patio central con arquería en sus cuatro frentes. Desaparecido el asilo, la calle se limita a cumplir una tranquila función residencial, apenas registra tráfico rodado y sólo algún comercio y unos pocos almacenes están establecidos en sus plantas bajas. Antaño fue testigo de pedreas entre niños, mitad juego, mitad batalla campal, como la que recogía la prensa en 1873: "En la noche del viernes último y en sitio tan concurrido como la calle del Cardenal, gran número de niños divididos en dos bandos trabaron una furiosa contienda a pedradas sirviéndose de hondas para lanzarlas. Como acontece en estos casos, los transeúntes estaban resguardados en los huecos de las puertas mientras duró la contienda..." (La Andalucía, 28-V- 1873).
Con un cierto aire de silenciosa, solitaria y fría, ha sido vista por R. Laffón que, por haber vivido allí, debió conocerla bien: "La calle Cardenal Cervantes, en fin, que a ninguna parte obligada conducía, era, por eso, una calle inefable, así hay que describirla. Al embocar en la plazuela de San Leandro, una portada de piedra, árida e indefinible para mí entonces, ostentaba un rótulo de fondo azul celeste que prometía: 'Asilo de Mendicidad de San Fernando'... En la calle del Cardenal se estrangulaba el silencio emparedado". O bien: "La calle, yacente en la soledad, era tan poco soleada que parecía anticipar fríos de noviembre y sus primeros espeluznos. Los vecinos guardaban relaciones de buena crianza con las hermanitas que regentaban el asilo frontero, niños y ancianos de la casona vetusta que fue del Cardenal Cervantes" (Sevilla del buen recuerdo, 1900) [Josefina Cruz Villalón, en Diccionario histórico de las calles de Sevilla, 1993].
Cardenal Cervantes. En esta calle existió hasta fecha reciente el edificio que albergó al Hospital de San Hermenegildo o del Cardenal, fundado en el siglo XV por el Cardenal Cervantes, y convertido en el siglo pasado en Hospicio de San Fernando. Desde su fundación hasta el siglo XIX sufrió constantes reformas. Destaca su patio central, con arquerías superpuestas en sus cuatro frentes, así como grandes naves divididas también por arquerías, destinadas a enfermería. En éstas se utilizaron capiteles aprovechados, uno de los cuales, visigótico, pasó al Museo Arqueológico (Colección Arqueo lógica Municipal) [Francisco Collantes de Terán Delorme y Luis Gómez Estern, Arquitectura Civil Sevillana, Excmo. Ayuntamiento de Sevilla, 1984].
Juan de Cervantes, (Sevilla, 1382 – 25 de noviembre de 1453). Canónigo, arcediano de Sevilla, obispo de Ávila y de Segovia, arzobispo de Sevilla y cardenal de San Pedro ad Vincula y luego de Ostia.
Juan de Cervantes fue hijo de Gonzalo Gómez de Cervantes, veinticuatro de Sevilla, y de Beatriz Bocanegra. Su linaje, de ascendencia sanabresa pero instalado en Andalucía desde el siglo XIII, estaba muy vinculado a la Orden de San Juan de Jerusalén y poseía propiedades e intereses en Lora del Río, señorío de dicha orden militar, lo que a veces ha hecho suponer el nacimiento del futuro cardenal en esa localidad sevillana.
El joven Cervantes estudió Artes y Derecho en la Universidad de Salamanca, siendo bachiller en leyes y maestro en Teología. Comenzó su carrera eclesiástica como abad de Hermida (prebenda palentina), y luego arcediano de Calatrava (1415, prebenda toledana). Actuó como embajador de la reina Catalina de Lancaster ante Benedicto XIII en 1417, cuando la embajada regia estaba ya en Constanza. En 1419 fue enviado por Juan II ante Martín V, logrando la absolución por la anterior embajada a un papa cismático.
Desde entonces pasó al servicio pontificio en la Curia, no regresando a Castilla hasta al menos 1438. Allí recibió diversos títulos, prebendas y sedes episcopales. En 1423 era arcediano de Sevilla y familiar pontificio, sirviendo en Curia y recibiendo otras prebendas (como abad de Sales, prebenda burgalesa). En esa situación participó en el Concilio de Pavía-Siena, actuando como presidente de la natio hispana hasta la incorporación de Juan Martínez Contreras en junio de 1423.
En 1426 fue nombrado por Martín V cardenal con el título de San Pedro ad Vincula, junto a otra prebenda toledana. En noviembre de 1430 recibió la administración de la sede tudense, donde nunca llegó a incorporarse, al rechazarla su primo Pedro de Bocanegra (deán de Cuenca).
En 1432 se incorporó al Concilio de Basilea, donde, como cardenal, pasó a tener un importante papel examinando las bulas pontificias como iudex fidei. En julio de 1434 fue nombrado legado conciliar ante el papa, junto al también cardenal Albergati, y marchó a Florencia donde estaba Eugenio IV refugiado ante el cariz de la situación en Roma. Cervantes permaneció junto al Papa y en marzo de 1436 se reincorporó al Concilio como legado ad latere, junto con el cardenal Albergati, recibiendo plenos poderes para designar la sede del futuro concilio. En 1437 recibió la administración de la sede abulense. En los meses siguientes Juan de Cervantes se vio envuelto en las turbulencias conciliares, cuando un nuevo cisma amenazó con producirse y los padres conciliares se dividían en dos grupos enfrentados, uno en Ferrara y otro en Basilea, excomulgándose recíprocamente. El cardenal sevillano, “un español austero y santo”, como lo denomina en sus memorias su secretario, Eneas Silvio Piccolomini, intentó mantener su imparcialidad en todos estos conflictos, pero es posible que esas circunstancias le animasen a regresar a España, lo que ya había intentado en otras ocasiones sin conseguir la autorización del Papa.
No se sabe la fecha de su regreso, pero en 25 de noviembre de 1437 fue nombrado obispo de Ávila, sede de la que tomó posesión en 1438. Desde entonces permaneció en Castilla, donde volvió a ser colaborador regio.
En 1440 consta ya como miembro del Consejo Real, siendo el oficiante de la boda del príncipe Enrique con la princesa navarra Blanca, en Valladolid, el 15 de septiembre de 1440. En julio de 1441 permutó este obispado por el de Segovia con fray Lope de Barrientos. El 7 de marzo de 1446 fue nombrado obispo cardenal de Ostia, dejando el título de San Pedro ad Vincula, y tres años después, el mismo día y mes de 1449, fue nombrado administrador perpetuo del arzobispado de Sevilla por el cabildo catedralicio, aunque no pudo tomar posesión hasta el 7 de abril del año siguiente a causa de la oposición del condestable Álvaro de Luna, que pretendía la mitra para su primo Rodrigo de Luna. El papa Nicolás V le concedió también el poder vestir de pontifical y utilizar el palio, aunque fuese obispo ostiense.
En los pocos años en que ocupó el arzobispado de Sevilla dio muestras de su gran celo y de su sabiduría, así como de sus virtudes y espíritu caritativo. Prueba de esto último es la fundación que realizó del hospital de San Hermenegildo, llamado del Cardenal, destinado a la curación de heridos y durante siglos uno de los más importantes de los existentes en Sevilla. Fue instalado en unas casas de su propiedad, herencia de sus antepasados, que se encontraba en la collación de San Ildefonso, en la calle que hoy lleva el nombre del fundador.
El hospital fue instituido por una de las cláusulas de su testamento otorgado en Sevilla el 16 de noviembre de 1453 ante Pedro Martín de Palma, notario apostólico.
En él, tras dejar importantes legados a parientes y obras pías, declaró heredera universal de sus bienes a la fábrica de la Iglesia sevillana, entonces empeñada en la construcción del templo catedralicio. Esta disposición, sin embargo, fue causa de litigio posterior entre el cabildo y su sucesor en el arzobispado, Alonso de Fonseca, por entender éste que había dispuesto de bienes pertenecientes a la mesa arzobispal de los que no podía desprenderse. Hubo acuerdo entre las partes, que se cerró en marzo de 1455 y que consistió en la entrega al nuevo prelado de todos los libros de la excelente biblioteca de Juan de Cervantes, renunciando Alonso de Fonseca a cualquier otra pretensión.
El cardenal Cervantes murió el 25 de noviembre de 1453 en medio del general sentimiento. Fue enterrado en la capilla que dedicó a san Hermenegildo, por el que sintió gran devoción, en la catedral sevillana, que él mismo había dotado. En ella yace todavía en un magnífico sepulcro de alabastro, obra de Lorenzo Mercadante de Bretaña, fechado en 1458, en el que junto con su bulto y armas se labró un epitafio latino, traducido así por Ortiz de Zúñiga: “Después que el Reverendísimo Señor Don Juan de Cervantes, con eximio resplandor de virtudes mereció muy bien el Capelo, con título de San Pedro Advincula, y dio por el mundo dignísimos frutos, porque fue juzgado puerta de toda Eclesiástica honestidad, obtuvo la Iglesia de Ostia, y administrando al fin, ya en la edad más anciana la Metrópoli de Sevilla, dexó heredera a su Iglesia (como a Prelado conviene) y entre obras de gran aprobación, edificó primeramente un Hospital famoso y muy dotado en la ciudad de Sevilla: falleció a 25 de Noviembre, año del señor de 1453”.
Todo el conjunto del mausoleo es de un virtuosismo magistral en el tratamiento escultórico. La figura del cardenal está revestida de pontifical, con mitra, casulla, túnica, guantes y báculo, pero lo mejor es el rostro, de extraordinaria expresividad, probablemente tomado del natural o de la mascarilla cadavérica.
El prestigio del cardenal Cervantes se pone de manifiesto no sólo en el general respeto con que su figura ha sido siempre tratada por la historiografía sevillana y el feliz recuerdo dejado en la Iglesia hispalense, sino de forma elocuente en el hecho de que, tras su muerte, y al menos durante tres generaciones, se sucedieron los canónigos, arcedianos y otras dignidades de su apellido en el Cabildo catedralicio sevillano, perpetuándose, también de ese modo, su memoria (Rafael Sánchez Saus, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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La calle Cardenal Cervantes, al detalle:
El desaparecido Hospital del Cardenal
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