Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la pintura Los Desposorios de la Virgen, en el Palacio Arzobispal, de Sevilla.
Hoy, 26 de noviembre, Solemnidad de los Desposorios de Santa María Virgen con San José, en las iglesias hispanas, puesto que en el resto de la cristiandad se celebran el veintitrés de enero [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
Y que mejor día que hoy, para ExplicArte la pintura Los Desposorios de la Virgen, en el Palacio Arzobispal, de Sevilla.
El Palacio Arzobispal [nº 5 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla, y nº 5 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la plaza de la Virgen de los Reyes, 1; en el Barrio de Santa Cruz, del Distrito Casco Antiguo.
En una de las estancias del Palacio Arzobispal podemos contemplar esta pintura al óleo de finales del siglo XVII, anónima italiana, y con unas medidas de 1,72 x 1,17 mts. Es una obra pictórica en la que se representa Los Desposorios de la Virgen siguiendo la iconografía habitual.
La escena se desarrolla en el interior de una estancia enmarcada por un gran cortinaje que se recoge a la izquierda de la composición. En el centro de la misma se representan los tres protagonistas de la obra; la Virgen, a la izquierda, el sumo sacerdote, en el centro, y San José, a la derecha. Se trata de figuras de gran tamaño dispuestas de perfil que ocupan la mayor parte de la composición.
La Virgen aparece vestida con túnica de color rosáceo cubierta por manto azul con el que también cubre su cabeza. Extiende su mano ya que es el momento en el que San José le coloca el anillo nupcial. De rostro bello y delicado, observa la escena con actitud elegante y serena.
En el centro se encuentra la figura del sumo sacerdote, testigo de éstos desposorios. Se sitúa sobre unas pequeñas escalinatas, y viste túnica, capa y aparece tocado por una pequeña mitra. Se convierte en el eje central de la composición en la que se adopta una forma piramidal.
A la izquierda aparece San José representado como un anciano de barba blanca y vestido con túnica y un gran manto de color amarillo anudado al pecho. Se acerca a la mano de la Virgen para situar en su dedo el anillo nupcial, y con su otra mano sustenta la vara florecida, elemento que le designó como futuro esposo de María.
En un segundo plano aparecen una serie de personajes que observan la escena sobre un fondo neutro.
Destaca la obra por la elegancia reflejada no sólo en las actitudes de los personajes, sino también en el tratamiento de sus ropajes (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Lienzo de escuela barroca italiana, 1,70 x 1,18 mts. Para Valdivieso y Serrera, "es obra anónima de finales siglo XVII, que evidencia el conocimiento de su autor de los esquemas compositivos y modelos físicos de Carlo Maratta". La Virgen, figurada de perfil, tiene una enorme hermosura, siendo elegantísimo el gesto de su mano, que se tiende a a instancias del Sumo Sacerdote, para que San José le coloque el anillo (Juan Martínez Alcalde. Sevilla mariana, repertorio iconográfico. Ediciones Guadalquivir. Sevilla, 1997).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de los Desposorios de Santa María Virgen;
Los Evangelios canónicos no dicen nada acerca de este tema. Los artistas siguen el relato de los Evangelios apócrifos y de la Leyenda Dorada.
Cuando María, criada en el Templo, alcanza la edad de catorce años, el sumo sacerdote quiere darle un esposo para cumplir con la ley de Moisés.
Convoca al son de la trompa a todos los descendientes de David, solteros o viudos. Aquel a quién roce su vara será el esposo de María.
Es José el designado por el roce de su vara, sobre la cual se posa, por añadidura, la paloma del Espíritu Santo. José aduce ser muy viejo y se niega, dice que ya tiene hijos y que no desea en absoluto ser objeto de burla de los israelitas. Pero el sumo sacerdote le explica que no debe transgredir la voluntad de Dios, claramente manifestada por un milagro. «Dios te ha elegido para esposo de la Virgen. Tómala.»
El tema a veces aparece resumido, y otras desarrollado. Cuando alcanza su pleno desarrollo, como en los manuscritos bizantinos de las Homilías del monje Santiago (siglo XII) y en el ciclo de Giotto en la Arena de Padua, se divide en tres escenas: la Prueba de los pretendientes, los Desposorios celebrados por el sumo sacerdote y el Cortejo nupcial.
A) El florecimiento de la vara de San José
La reunión de los solteros y de los viudos se convocó al son de la trompa. Sorprendido en plena faena, José, que trabajaba en el armazón de un techo, dejó caer el hacha y descendió precipitadamente por una escalera (Homilías del monje Santiago). Los pretendientes llevan al templo cada cual su vara que depositan sobre el altar, y se arrodillan a esperar el signo divino que señalará al elegido.
Es la rama de almendro del viejo José la que florece. El sumo sacerdote se la alcanza, a menos que no sea designado por una paloma que se posa sobre su vara o su cabeza.
El despecho de los jóvenes despojados por ese vejete se expresa de manera más o menos violenta: uno de ellos parte su vara sobre la rodilla; otro se adelanta con el puño levantado para golpear a su rival, más confuso que triunfal.
La Contrarreforma rechaza el milagro de la vara florecida, tomado del repertorio del Antiguo Testamento, y que honraba al sumo sacerdote Aarón. No obstante, ese tema legendario no desapareció totalmente del arte cristiano y pueden advertirse vestigios suyos en el siglo XVII, en los bajorrelieves de las sillas del coro de Notre Dame de París.
B) Los desposorios
José que lleva vara florecida
Desposa a la Virgen María
Entre los judíos, el matrimonio era un simple contrato civil y no un rito religioso. Pero la escena está adaptada a las costumbres de Occidente, y como éstas no eran las mismas en Francia y en Italia, la ceremonia se representa de dos maneras muy diferentes.
En el arte francés, los novios, de pie o arrodillados, se dan simplemente la mano frente al sumo sacerdote que los bendice. Es lo que se llama en derecho romano Dextrarum junctio o Conjunctio manuum, gesto simbólico de la unión conyugal.
En el arte italiano, por el contrario, San José que tiene como cetro su vara florecida rematada con la paloma del Espíritu Santo, coloca el anillo nupcial en el dedo de la Virgen. Dicho anillo se consideraba conservado en Perussa, Italia. Por esa razón los Desposorios de la Virgen se convirtieron en uno de los temas preferidos de la escuela de Umbría, como lo prueban los cuadros de Spagna y de Rafael.
El anillo no es de oro ni de plata u otro metal, sino tallado en una piedra preciosa ahuecada: ónix o amatista.
El rasgo común de todas estas representaciones es que la composición tiene como eje un grupo ternario, generalmente escalonado en pirámide, con tres actores principales: el sumo sacerdote, la Virgen y José.
Aunque la leyenda no mencione la presencia de los padres de la Virgen, Joaquín y Ana, los artistas suelen invitarlos por su propia cuenta para que asistan a la ceremonia.
Se les agregan las compañeras de María y los pretendientes despojados.
Aunque la ceremonia concuerde con los usos de Occidente, el decorado permanece fiel a las costumbres de los judíos para quienes el matrimonio no era un sacramento. La escena no tiene lugar en una iglesia o capilla sino al aire libre, frente al templo de Jerusalén donde la Virgen se había criado.
C) El cortejo nupcial
La Leyenda Dorada habla de un cortejo de siete vírgenes que llevan antorchas, y de músicos que tocan trompetas y violines, y conducen a la desposada a la casa de José.
En las Homilías del monje Santiago se ve a la pareja, muy desigual, al llegar a la casa donde la esperan los cuatro hijos de José.
Este tema, muy infrecuente, ha sido retenido por Giotto que lo representó en la capilla de la Arena de Padua. Los esposos van precedidos por los músicos que se dirigen hacia la casa sobre cuya ventana pende una gran palma (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Conozcamos mejor la Solemnidad de los Desposorios de Santa María Virgen;
Jean Charlier, llamado Gerson, discípulo de Pierre d'Ailly, Canciller de la Universidad de París (+1420), propagador de la devoción en honor de San José por influencia de su maestro, intentó instituir una fiesta votiva especial el jueves de témporas en Adviento para conmemorar los esponsales virginales de María y José, lo que parece que logró con un legado de un canónigo de la Catedral de Chartres, Henri Chicoti, para la cual compuso un Oficio. Tras este intento medieval, pasamos al primer dato seguro de esta fiesta que data del veintinueve de agosto de 1517, también en el ámbito francés, en que León X Médici la otorgó, junto a otras nueve fiestas marianas, a las monjas de la Anunciación, fundadas por Santa Juana de Valois. Se celebraba el veintidós de octubre como doble de segunda clase. Pero ya no está centrada, como la de Gerson, en la figura de San José, sino en la de la Virgen. Con este enfoque de fiesta mariana les fue concedida a los Menores el veintiuno de agosto de 1537 para el siete de marzo como doble mayor, y por el mismo tiempo a los servitas para el día siguiente, ocho de marzo. Se recitaba el Oficio de la Natividad sustituyendo la palabra nativitas por desponsatio. Arras fue la primera diócesis que la adoptó por decreto del veintitrés de enero de 1556. Fue compuesto un Oficio propio por el dominico Pierre Doré (+1569), confesor del Duque Claudio de Lorena. En él, volviendo a la línea de Gerson, se exaltaba la figura de José junto a la de María. En 1546 suplicó sin éxito a Paulo III Farnese la extensión de esta fiesta a toda la Iglesia Latina. A pesar de todo se siguió extendiendo. Desde que el Papa San Pío V Ghislieri abolió el Oficio de Pierre Doré e introdujo el oficio moderno, es otra vez fiesta de María. La conmemoración de San José en la Misa, laudes y vísperas sólo se puede hacer por un privilegio especial establecido en el decreto del 5 de mayo de 1736. Durante algún tiempo no se aprobó la adopción de la fiesta; así en 1655 se le negó al Rey de España. Pero se volvieron a aprobar peticiones en el último tercio del XVII: se le concedió a Austria el veintisiete de enero de 1678 para el veintitrés enero, a España el trece de julio de 1682 trasferida al veintiséis de noviembre (porque el veintitrés de enero estaba ocupado por San Ildefonso de Toledo), a todo el Imperio Germano en 1680, en 1689 a Tierra Santa, en 1702 a los cistercienses, en 1720 a la Toscana y en 1725 a los Estados Pontificios. En nuestros días se celebra el veintitrés de enero, y en los países hispanos el veintiséis de noviembre (Ramón de la Campa Carmona, Las Fiestas de la Virgen en el año litúrgico católico, Regina Mater Misericordiae. Estudios Históricos, Artísticos y Antropológicos de Advocaciones Marianas. Córdoba, 2016).
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Más sobre la Capilla de San José, en ExplicArte Sevilla.
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