Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la calle Zaragoza, de Sevilla, dando un paseo por ella.
Hoy, 15 de junio, es el aniversario del inicio del Sitio de Zaragoza (15 de junio de 1808), así que hoy es el mejor día para ExplicArte la calle Zaragoza, de Sevilla, dando un paseo por ella.
La calle Zaragoza es, en el Callejero Sevillano, una vía que se encuentra en los Barrios del Arenal, y del Museo; del Distrito Casco Antiguo, y va de la confluencia de las calles Gravina, y San Pablo, a la confluencia de las calles Gamazo, Jimios, y Joaquín Guichot.
La calle, desde el punto de vista urbanístico, y como definición, aparece perfectamente delimitada en la población histórica y en los sectores urbanos donde predomina la edificación compacta o en manzana, y constituye el espacio libre, de tránsito, cuya linealidad queda marcada por las fachadas de las edificaciones colindantes entre si. En cambio, en los sectores de periferia donde predomina la edificación abierta, constituida por bloques exentos, la calle, como ámbito lineal de relación, se pierde, y el espacio jurídicamente público y el de carácter privado se confunden en términos físicos y planimétricos. En las calles el sistema es numerar con los pares una acera y con los impares la opuesta.
También hay una reglamentación establecida para el origen de esta numeración en cada vía, y es que se comienza a partir del extremo más próximo a la calle José Gestoso, que se consideraba, incorrectamente el centro geográfico de Sevilla, cuando este sistema se impuso. En la periferia unas veces se olvida esta norma y otras es difícil de establecer.
Al menos desde el s. XIII está documentada con el nombre de Pajería, que parece aludir al hecho de que allí se ubicaba el mercado de la paja de la ciudad. Esa denominación, que en realidad designaba a todo el espacio próximo a la laguna (v. Gamazo y Castelar) y no sólo a la calle, se mantuvo hasta 1845, en que se rotuló con la de la ciudad aragonesa como homenaje a su heroico sitio durante la guerra de la Independencia. González de León afirma haberla visto nombrada en escrituras antiguas como Mesón de los Caballeros, tal vez por un noble de ese título que habitaba en la calle. No hay, sin embargo, constancia documental de que tal nombre fuese un topónimo, y en todo caso tendría que haber coexistido con el de Pajería, a juzgar por la abrumadora documentación que recoge éste último entre los siglos XIII y XIX, sin solución de continuidad.
Es una calle larga, de anchura media, que discurre en forma curvada y levemente serpenteante. Ese carácter se acentúa a partir del cruce con Madrid. Desembocan en ella, por la derecha, el pasaje que enlaza con Santas Patronas, Cristóbal de Morales, Fray Bartolomé de las Casas y Doña Guiomar; y por la izquierda, Moratín, Carlos Cañal, Madrid y Badajoz. Varios derribos de casas, desde el mismo s. XVI, y algunas rectificaciones de líneas (1865, 1874, 1933), patentes aún en edificios retranqueado y en algunas rinconadas, han ensanchado algo un espacio que siempre fue bastante angosto, sobre todo en su parte inicial. Los vecinos se quejaban a comienzos del s. XVIII de que los ejes de los carruajes dañaban con frecuencia las fachadas. En 1875 protestan por la doble dirección del tráfico rodado y en 1877 piden expresamente que se ensanche la calle. Hasta la segunda mitad del XIX desembocaba en ella el llamado callejón de San Buenaventura (v.), después taponado por las casas limítrofes. A las incomodidades producidas por su intenso tráfico y su estrechez hay que añadir las derivadas de la cercana laguna de la Pajería, que provocaba avenidas de agua y lodo. Las molestias no cesaron del todo después de la desecación de la misma en el s. XVIII, pues las siguió ocasionando un husillo o atajea que discurría por el centro de la calle. En 1854 el periódico El Porvenir dice que ese husillo era conocido en Sevilla como "la roca Tarpeya". Aludiendo a los malos olores de este y otros husillos del casco, el mismo periódico pide su cierre al Ayuntamiento en estos jocosos términos:
"Hágalo por caridad,
excelente Ayuntamiento;
o al ver tal fragilidad,
un voto de apestamiento
os fulmina la ciudad" (26-VII-1856).
Desde 1602 hay noticias del pavimento de la calle, que se empiedra en diversas ocasiones a lo largo del XVII. Se manda adoquinar en 1913, aunque en la actualidad ofrece la habitual capa asfáltica y aceras de losetas, en algunos puntos muy estrechas y en mal estado. En 1922 se sustituyó el viejo alumbrado de gas por el eléctrico, hoy suministrado por farolas sobre brazos de fundición adosados a las fachadas. El caserío es rico y heterogéneo, y en general ofrece un aceptable estado de conservación y cuidado. Abundan las casas tradicionales sevillanas, con patios y cierros a la calle, de tres y cuatro plantas, construidas en la primera mitad de nuestro siglo. Alternan con ellas otros edificios de más porte, verdaderas casas-palacio de los siglos XVIII y XIX; otras de escalera. y algunas de reciente construcción, de cuatro y cinco plantas, destinadas a viviendas o a oficinas, sobre todo en las proximidades de San Pablo y de la Plaza Nueva. En medio de esa variedad son muchos los ejemplares interesantes que merecen citarse. La casa núm. 8, de dos plantas y rica portada de piedra con columnas corintias, es la sede de una Escuela de Artes Aplicadas (actualmente sede de la Consejería de Presidencia de la Junta de Andalucía). La núm. 13, dieciochesca, ofrece dos plantas avitoladas y ático con vanos de medio punto, y en su interior un bello patio con galería de columnas en ambas plantas. Hoy está deshabitada y su fachada en mal estado. La 14, obra de Vicente Traver (1919-21), es un bello ejemplo de la arquitectura regionalista y fue edificada para sede central de la Sociedad Anónima de Construcciones. En la núm. 20, decimonónica, y cuyo jardín linda con Fray Bartolomé de las Casas y Adolfo Cuéllar, nació en 1861 el poeta Juan Antonio Cavestany, como reza una placa conmemorativa en su fachada. Tiene tres plantas y un patio de columnas. Especial valor poseen las núms. 21, 23 y 25, tres casas que forman parte de un conjunto unitario construido en el XVIII por la misma propiedad. Las dos primeras están hoy en fase de rehabilitación para viviendas. La núm. 32 es tal vez del mismo siglo, pues ofrece una curiosa muestra del añadido que Olavide mandó poner en los balcones por razones de seguridad. La núm. 48 es regionalista, obra del arquitecto Pedro Sánchez Núñez (1925), con numerosos elementos barrocos y neomudéjares. En la actualidad está instalada en ella una tienda de antigüedades. Pero sin duda el ejemplar más conocido de toda la calle es la llamada popularmente en Sevilla Casa de Santa Teresa (núm. 60), por haber residido en ella la comunidad carmelita fundada por la santa, después de su primera sede de la calle de Armas (actual Alfonso XII). Allí estuvieron, en efecto, las monjas entre 1576 y 1586, antes de su definitivo traslado al convento del barrio de Santa Cruz. El edificio actual se asienta sobre el solar del primitivo, que al parecer fue demolido para construirlo. A principios de nuestro siglo el arquitecto Vicente Traver lo remodeló a su vez y diseñó la fachada basándose en un grabado que aparece en la edición de Las Moradas de Santa Teresa publicada por el cardenal Lluch a fines del XIX. La casa es de gran porte y amplísima fachada, con bello patio interior de columnas. En estos últimos años han residido en ella los alumnos de un programa universitario norteamericano. El edificio da prestancia a este tramo final de la calle, en el que se conserva una armonía de construcción en gran parte rota por la fachada trasera de un establecimiento bancario de la plaza Nueva, de mármol blanco y diseño geométrico.
La importancia histórica de Zaragoza se revela en la abundancia de instituciones y servicio que allí se han dado cita a lo largo de los siglos. En la Edad Media hubo dos hospitales, el de San Clemente, fundado por Fernando III y agregado en 1587 al del Espíritu Santo, y el de San Cristóbal, donde residió el convento de Madre de Dios hasta 1486. Después el edilicio pasó a la Hermandad de Santa Justa y Rufina, lo que sin duda avivó la leyenda de que allí habían habitado las dos santas sevillanas. No es ésta la única leyenda asignada a la calle, pues también se ha dicho que en ella se localizó un supuesto palacio de San Hermenegildo. Allí tuvieron su taller los impresores dieciochescos Juan y Francisco Sánchez Reciente, y en el núm. 14 residieron durante algunos meses, en 1878, las Hermanitas de los Pobres. En la casa num.44 murió el erudito y escritor Justino Matute en 1830. Y en la 62 estaba la antigua Cochera Sevillana de José Pazos, un establecimiento que ya a mediados del XIX se dedicaba al alquiler de coches de caballos y que hoy, quizás con la misma disposición interior de entonces, se utiliza como garaje. Según una información de prensa de 1854, debe tratarse del mismo establecimiento que se construyó entonces "donde estuvo el circo de Mr. Tourniaire" (El Porvenir, 27-VI-1854). En otra casa de Zaragoza, próxima a Doña Guiomar, estuvieron hasta fecha reciente las taquillas de la empresa de la plaza de toros, por cuyo motivo se formaban en la calle largas colas.
Siempre fue Zaragoza un espacio de mucho tránsito rodado y peatonal, en especial a partir de la segunda mitad del XIX, en que se acentúa el valor comercial de la recién creada Plaza Nueva y sus aledaños. Canalizaba el acceso al centro a partir de la Puerta de Triana, situada casi en su embocadura, entre las actuales Julio César y Santas Patronas. De ahí su carácter comercial, que sigue manteniendo, aunque también cumple una función residencial. Abundan en ella los bares y los pequeños comercios de corte muy variado (modas, muebles, alimentación, como una antigua e interesante tienda de ultramarinos en el núm. 16; librería, antigüedades, agencias de viajes, galerías de arte, etc.), así como algunas oficinas en las proximidades de la Plaza Nueva. Todo ello proporciona abundante trasiego humano, lo que unido al intenso tráfico rodado que soporta, la convierten en un espacio de cierta incomodidad en las horas diurnas. Fuera del horario comercial y de oficinas la calle ofrece un carácter diferente, de sosiego y relativa soledad. Como otras calles del casco antiguo, ha dejado sentir su presencia en la literatura del pasado; no en vano estaba próxima a los enclaves de la Laguna y la Mancebía (v. Gamazo), tan citados por los grandes escritores de nuestro Siglo de Oro. De modo directo aparece mencionada en El viaje entretenido (1603) de Agustín de Rojas. Y más recientemente por Alejandro Pérez Lugin en su novela La Virgen del Rocío ya entró en Triana (1929) [Rogelio Reyes Cano, en Diccionario histórico de las calles de Sevilla, 1993].
Zaragoza, 8. Esta casa, de dos plantas, posee una portada de piedra con columnas neocorintias y sus correspondientes entablamentos. En el segundo cuerpo se abre un balcón con jambas decoradas con molduras de dados y ovas, rematado por un frontón curvo, que cobija un escudo de armas. En el interior destaca el patio de columnas, de planta trapezoidal, en uno de cuyos ángulos se encuentra la escalera.
Zaragoza, 13 y 13 acc. Casa de dos plantas, avitoladas, y ático con vanos de medio punto separados por pilastras, construida en el siglo XVIII. La portada va resaltada sobre pilastras toscanas. En el interior posee un patio con galerías de columnas en ambas plantas.
Zaragoza, 20. Casa del siglo XIX, de tres plantas y patio de columnas. Conserva un amplio jardín al fondo del edificio.
Zaragoza, 21. En esta casa hay que destacar el patio de columnas; la escalera, cubierta con un hermoso artesonado; dos cancelas, la del zaguán y la que comunica con el segundo patio ; y varios mosaicos.
Zaragoza, 23. Posee esta casa un patio de columnas con arcos de distinta luz. En el zaguán existen resto de una bóveda de cañón con lunetas.
Conozcamos mejor la Historia del Sitio de Zaragoza, efemérides que da nombre a la vía;
El 15 de junio de 1808 las tropas de Napoleón Bonaparte iniciaron el Primer Sitio de Zaragoza durante la Guerra de la Independencia Española. Tras las derrotas en los días previos en Tudela, Mallén y Figueruelas, el ejército francés del general Lefebvre llegó ante los muros (más bien tapias) de Zaragoza. La ciudad estaba apenas guarnecida con poco más de 1.400 hombres del ejército regular, y sus defensas apenas constaban de unas tapias maltrechas, del castillo de la Aljafería, y los ríos Ebro y Huerva. Lefebvre vio fácil la victoria, pensando que en ese mismo día podría tomar la ciudad con un asalto general. Pero lo que no contaba era con el pueblo, que se había levantado en armas en defensa de “la religión, la patria y del rey legítimo, don Fernando VII”. Todo el mundo, clero, labriegos, burgueses, tenderos, hombres de armas, estaba dispuesto a participar en la defensa de la ciudad y, al fin y al cabo, lo que con más fiereza se defiende; sus familias y sus casas.
La noticia en la mañana del 15 de junio alarmó a todo el vecindario y se hicieron llamamientos para que de la forma que se pudiera todo el mundo participara para incomodar lo máximo posible el avance enemigo. Ya de mañana, las tropas napoleónicas asomaron desde los montes de Torrero y avanzaron hacia las puertas de Zaragoza en formación de batalla. Mientras bajaban por las lomas, los defensores comenzaron a recibirles con fuego de artillería desde las Puertas del Portillo, el Carmen y Santa Engracia, hacia donde se dirigía el asalto. Pero en una decisión muy controvertida, el general Palafox y su plana mayor abandonan la ciudad en el peor momento posible, defendiendo su marcha a Belchite para establecer allí el cuartel general y reclutar tropas para defender la ciudad. Como líder de la defensa quedó Vicente Bustamante, en su calidad de teniente del rey.
Poco antes de la una de la tarde, las tropas francesas estaban ya junto a las puertas de la zona sur, prestas a comenzar el asalto. Se produce entonces la llamada Batalla de las Eras en toda la zona entre las puertas del Carmen y el Portillo. Los franceses consiguen superar a los defensores e incluso entran en la ciudad a través de ambas puertas. A punto de hacer irreversible la brecha en las defensas y tomar la ciudad, los zaragozanos respondieron con furia y valentía, y con el poco armamento del que disponían lograron rechazar la ofensiva. De destacar es que, al contrario de lo que se venía haciendo de forma tradicional, en los Sitios el papel de la mujer logra una posición de enorme importancia, en la que se destaca a las defensoras como heroínas, y no como un mero protagonista secundario e incluso irrelevante, como venía siendo habitual. Las fuentes, como la del famoso “Diario de los Sitios de Zaragoza” de Faustino Casamayor, nos hablan de que ese día los franceses perdieron más de 700 hombres, por lo que Lefebvre ordenó la retirada mientras empezaba a digerir que la toma de Zaragoza quizás no iba a ser tan sencilla. Comenzaba así el primer sitio, que duró dos meses y costó a los franceses entre 3.000 y 4.000 hombres, por unos 2.000 de la parte defensora.
Zaragoza, que por entonces era conocida como la “Florencia de España” por su inmenso patrimonio (palacios, monumentos, etc.), sería devastada, su población diezmada y tardaría décadas en recuperarse de lo que Goya llamó “los desastres de la guerra”. Pero también hizo mundialmente famosa a la capital del Ebro, mostrada como ejemplo de la resistencia frente al invasor. Quizás los franceses trajeran valores de libertad, igualdad y fraternidad, y desde luego no es que nos fuera mucho mejor con el felón Fernando VII, pero como ya había dicho Robespierre, “nadie quiere a los misioneros armados”. Los Sitios de Zaragoza han aparecido mencionadas en multitud de obras, incluso algunas tan inmortales como en “Los Miserables” de Víctor Hugo o “Guerra y paz”, de Tolstói (Sergio Martínez Gil, en Historia de Aragón).
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Más sobre el Callejero de Sevilla, en ExplicArte Sevilla.
La calle Zaragoza, al detalle:
La Casa de los Leones
Edificio c/ Zaragoza, 14
Edificio c/ Zaragoza, 23
Edificio c/ Zaragoza, 25
Edificio c/ Zaragoza, 32
Edificio c/ Zaragoza, 48
La Casa de Santa Teresa
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