Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la calle Amor de Dios, de Sevilla, dando un paseo por ella.
Hoy, 16 de junio (viernes posterior al Corpus Christi), Solemnidad del Sacratísimo Corazón de Jesús, que, siendo manso y humilde de corazón, exaltado en la cruz fue hecho fuente de vida y amor, del que se sacian todos los hombres [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
Y que mejor día que hoy para ExplicArte la calle Amor de Dios, de Sevilla, dando un paseo por ella.
La calle Amor de Dios es, en el Callejero Sevillano, una vía que se encuentra en los Barrios de la Feria, y Encarnación-Regina, del Distrito Casco Antiguo; y va de la confluencia de las calles Javier Lasso de la Vega, con Tarifa, a la confluencia de las calles Barco, con Conde de Torrejón.
La calle, desde el punto de vista urbanístico, y como definición, aparece perfectamente delimitada en la población histórica y en los sectores urbanos donde predomina la edificación compacta o en manzana, y constituye el espacio libre, de tránsito, cuya linealidad queda marcada por las fachadas de las edificaciones colindantes entre si. En cambio, en los sectores de periferia donde predomina la edificación abierta, constituida por bloques exentos, la calle, como ámbito lineal de relación, se pierde, y el espacio jurídicamente público y el de carácter privado se confunden en términos físicos y planimétricos. En las calles el sistema es numerar con los pares una acera y con los impares la opuesta. También hay una reglamentación establecida para el origen de esta numeración en cada vía, y es que se comienza a partir del extremo más próximo a la calle José Gestoso, que se consideraba, incorrectamente el centro geográfico de Sevilla, cuando este sistema se impuso. En la periferia unas veces se olvida esta norma y otras es difícil de establecer.
La mayor parte de esta vía, hasta la Alameda de Hércules, es conocida desde el s. XIII como la calle de la Pellejería por situarse en ella los de este oficio; todavía algunos documentos de principios del XIV continúan denominándola así, pero ya alterna con el que actualmente conserva, por el hospital del Amor de Dios allí establecido; en 1845 pasó a llamarse oficialmente calle del Hospital, pero no prosperó y en el plano de Sartorius (1848) figura como Amor de Dios. El corto tramo comprendido entre la Alameda de Hércules y Barco era denominado Pasaderas de Europa (v. Correduría) hasta 1845, fecha en la que pasó a llamarse calle de la Correduría; hacia 1870 quedó incorporado a Amor de Dios. Según Santiago Montoto, en el s. XVII fue también conocida como calle de Don Pedro Ortiz de Sandoval, que tenía allí su residencia, extremo que no ha podido ser confirmado documentalmente. En 1911 se acordó rotularla Sales y Ferré, en 1936 se propuso darle al último tramo el nombre de Juan de Mesa, y de nuevo en 1953 hubo un intento de sustituirlo por el de Dr. Letamendi, pero ninguna de estas propuestas prosperó. Al final de la calle, en la acera de los pares subsiste una barreduela que hasta la reforma general del nomenclátor de 1845 mantuvo el nombre de Nevería.
Calle relativamente larga, se inicia con un trazado curvilíneo, y desde la confluencia con García Tassara es sensiblemente más ancha y rectilínea como resultado de procesos de alineación, particularmente el que se llevó a cabo hacia 1860 tras el derribo del convento de San Pedro de Alcántara (v. Cervantes) y el hospital del Amor de Dios. Por su baja cota y proximidad a la Alameda de Hércules quedaba inundada en las frecuentes avenidas del Guadalquivir, debiéndose circular incluso con barcas. A ella confluye por la acera de los pares, además de García Tassara, Morgado y Europa; por la de los impares San Miguel, Delgado y un pasaje de reciente apertura situado a mitad de la manzana denominado Esperanza Elena Caro. Hay noticias de su empedrado desde 1611 hasta 1868; fue adoquinada con anterioridad a 1883, dotada de aceras de losetas en las dos primeras décadas de la presente centuria y asfaltada en la década de 1970. Todavía en 1853 poseía alumbrado de aceite, sustituido por el de gas en 1855, y hoy la iluminación eléctrica se apoya en farolas de báculos adosadas a las fachadas. Contó con una pila de agua en la confluencia con la Alameda de Hércules desde finales del s. XVI, un puesto de agua junto al teatro Cervantes en el último tercio del XIX y un urinario público en el mismo lugar Es vía de intenso tráfico rodado, ya que pone en comunicación la Campana con Feria y a través de ésta con el sector norte de la ronda histórica a la altura de la Macarena; tuvo línea de tranvía desde que se introdujo en la ciudad en la década de 1880. En la edificación alternan las viviendas unifamiliares de la segunda mitad del XIX, de tres plantas, con las construcciones de la segunda mitad del XX, de cuatro alturas; la renovación ha sido más generalizada en la primera mitad de la calle, en las proximidades de la Campana, y en cambio el caserío tradicional se conserva preferentemente en la zona próxima a la Alameda. Es de destacar el núm. 6, casa-palacio construida en el s. XVII y profundamente remodelada en el XIX, residencia de los marqueses de Nervión; posee una austera fachada, en la que ni siquiera la portada ha sido realzada.
A principios del s. XVI se encontraba en esta calle un denominado Mesón de la Almeja. En 1587, por iniciativa del arzobispo Don Rodrigo Caro, se procedió a la reunificación de pequeños hospitales concentrándose una parte de ellos en el del Amor de Dios, que ocupaba gran parte de la manzana comprendida entre Trajano, Delgado y ésta (plano de Olavide, 1771); a decir de González de León (1839), "era grande y diáfano, con dilatadas cuadras, suficientes a muy gran número de enfermos, preparadas para invierno y verano", y disponía de una pequeña iglesia; este hospital subsistió hasta la reunificación que se hizo en 1837 en el Hospital Central de la Macarena. El edificio fue derribado hacia 1860 y sobre su solar construido un circo-teatro llamado Lope de Rueda, cuyo ambiente describe L. Montoto en De re literaria: "El público que allí acudía era maleante y bullicioso, de ordinario compuesto de estudiantes, criadas de servicio, niños, y soldados... Allí donde por vez primera se bailó el bailecito que con el nombre de Kan-Kan nos regalaron los franceses; baile obsceno, como la vieja zarabanda... Las obras que allí se representaban correspondían a las condiciones materiales del escenario, a la índole de las compañías y al carácter del público que, más que gozar de los halagos de la Talia española, iban a pasar un rato de broma y zambra". En 1873 fue inaugurado el teatro Cervantes, hoy cine Cervantes, al que en 1877 asistió el rey Alfonso XII a una función de gala, y en el que actuó la renombrada actriz Margarita Xirgú, representando la Marianela de Pérez Galdós. En los años veinte de la presente centuria, Amor de Dios se caracterizaba por ser lugar donde se concentraban locales de vida nocturna: "...durante siglos calle de hospital y conventos, se desmelenó en llegando los años veinte, cuando la ciudad tenía puerto concurrido y entre señoritos y forasteros gastosos era posible la Sevilla de noche, pesadilla de bienpensantes. El Olimpia, el Variedades, el Barrera, el Maipú y la Pianola mantenían el fuego non sacro del cabaret bullanguero" (M. Ferrand, Las calles de Sevilla).
En 1835 se estableció en Amor de Dios la Administración General de Correos. Otras instituciones que allí tuvieron su sede en la pasada centuria fueron la Escuela Superior Industrial, el Salón Filarmónico, el Círculo Hispano Ultramarino de Sevilla y su Provincia, que tenía por objeto "la conservación de la integridad del territorio español y estrechar los lazos de unión entre las provincias de ultramar y la madre patria" (Guía de Gómez Zarzuelaa, 1875) y un consultorio de niños de pecho y gota de leche. Asimismo, sobre el solar del convento de San Pedro de Alcántara se construyó el instituto de enseñanza media San Isidoro, que fue el único que hubo en la ciudad hasta la década de 1930. También se ha registrado en Amor de Dios cierta actividad artesanal e industrial: desde el establecimiento de los pellejeros en la Edad Media, a una fábrica de hilados y tejidos, otra de corcho y una de ebanistería en el s. XIX. Actualmente, junto a la funciones residenciales y de tránsito, Amor de Dios se caracteriza por una importante actividad comercial y de negocios, que cubre una gama muy diversa y especializada: desde salas de cine, comercios de jaulas para pájaros o papelerías técnicas especializadas, a funerarias, marmolistas y tiendas de flores [Josefina Cruz Villalón, en Diccionario histórico de las calles de Sevilla, 1993].
Amor de Dios, 6. Esta casa perteneció, en el siglo XVII, a los marqueses de Valencina, y en la actualidad a los de Nervión. Es un edificio de dos plantas con patio de columnas, con capiteles corintios, que sostienen arcos de medio punto en la planta inferior.
Amor de Dios, 22. Casa de tres plantas del siglo XIX con cancela fechada en 1854.
Amor de Dios, 24. Casa de dos plantas y ático. La fachada está dividida en calles por pilastras pareadas. El cuerpo bajo ha sido alterado al instalarse locales comerciales. Posee un pequeño patio de columnas toscanas y arcos semicirculares en tres de sus frentes [Francisco Collantes de Terán Delorme y Luis Gómez Estern, Arquitectura Civil Sevillana, Excmo. Ayuntamiento de Sevilla, 1984].
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía del Sagrado Corazón de Jesús:
Aunque no se trate más que de una devoción tardía que, a diferencia de la Inmaculada Concepción de la Virgen, no ha engendrado ninguna obra de arte de primer orden, hay que decir aquí algunas palabras acerca de este tipo iconográfico de Cristo que en el culto católico ha acabado por suplantar a todos los otros.
Los precedentes de esta devoción pueden buscarse muy lejos. El corazón humano siempre ha sido un símbolo de amor carnal o místico. En sus sermones San Bernardo habla sin cesar del «muy dulce corazón de Jesús (cor Jesu dulcissimum)», a partir del siglo XII. Del culto de las cinco llagas, y especialmente de la llaga del costado, que se desarrolló hasta finales de la Edad Media, debía naturalmente pasarse al culto del corazón. Bajo la influencia de éste, la herida del costado de Cristo crucificado se trasladó de derecha a izquierda, es decir al sitio del corazón, que se supone fue atravesado por la punta de la lanza de Longinos.
Una curiosa xilografía de Lucas Cranach de 1505 representa la Adoración de Jesús crucificado e inscrito en un corazón, por la Virgen, San Juan, San Sebastián y San Roque.
No obstante, fue a finales del siglo XVI cuando afloró en la imaginería popular el corazón de Jesús atravesado por tres clavos y engastado en una corona de espinas. A principios del siglo XVII, el grabador flamenco A. Wierix representó rosarios de corazones abiertos o cerrados, de gusto deplorable. Esas imágenes ilustraban los libros de mística piedad para uso de los conventos. No nacieron de la devoción del Sagrado Corazón sino que, por el contrario, las imágenes engendraron el culto por el bien conocido mecanismo de las visiones inspiradas, más o menos inconscientemente, por imágenes grabadas en la memoria.
Al contrario de lo que postula una opinión muy difundida, no fueron las visiones de la borgoñona Marguerite, llamada Marie Alacocque, del convento de las salesas de Paray le Monial, las que constituyeron el origen de esta devoción, patrocinada sobre todo por los jesuitas. El verdadero iniciador del culto litúrgico del Sagrado Corazón de Jesús y de María es un normando: el Bienaventurado Jean Eudes, fundador de los eudistas.
Las fechas no dejan duda alguna acerca de su prioridad. El P. Eudes compuso en 1668 el Oficio del Sagrado Corazón y en 1670 publicó La Dévotion au coeur adorable de Jésus. En cuanto a Marie Alacocque, profesó más tarde, en 1672, en el convento de la Visitación, donde tuvo su primera revelación en 1673. Por lo tanto, es necesario reconocer orígenes eudistas a la devoción del Sagrado Corazón.
Todo cuanto se puede conceder a la visionaria salesa es que el padre Eudes no separaba el Corazón de Jesús del Corazón de María, al tiempo que el fervor femenino de Marie Alacocque se orientó hacia el de Cristo solo. Ella contó que durante el ofertorio del Santo Sacramento, Cristo se le apareció en el altar con sus cinco llagas brillantes como cinco soles. Su pecho se abrió dejando al descubierto el corazón, que era la fuente viva de esas llamas. Cristo la mentó la ingratitud de los hombres que ignoraban su amor, y le pidió que tomara la iniciativa de un culto de reparación.
Esta nueva devoción, consagrada oficialmente en 1685, acordaba con la política del catolicismo romano que quería afirmar por medio de ese símbolo del corazón abierto, al encuentro del protestantismo y del jansenismo, el amor de Dios hacia todos los hombres, sin excepciones. El culto contó con las mujeres, especialmente con la piadosa reina María Leczynska, que lo hizo introducir por la asamblea episcopal en todas las diócesis de Francia, y que lo recomendó a los obispos de Polonia, propagandistas ardientes de esta devoción, que en 1765 aprobó el papa Clemente XIII.
A partir del siglo XVIII, las custodias de cristal de roca que servían para exponer el Santo Sacramento, ya no tuvieron la forma redonda, tradicional, de una hostia, sino la de un corazón.
Se conoce la brillante fortuna que tuvo el culto en Francia, en el siglo XIX. Después de los desastres de 1870, los católicos pusieron la reconstrucción bajo la égida del Sagrado Corazón y levantaron en su honor, en la cumbre de la colina de Montmartre, la basílica del Exvoto nacional. Montmartre se convirtió así, después de Paray le Monial, en el centro mundial de la devoción al Sagrado Corazón.
En España, después de la guerra civil, Barcelona siguió el ejemplo de París y edificó en la cima del Tibidabo una iglesia expiatoria del Sagrado Corazón.
Iconografía
A pesar de los progresos de este culto a partir del reinado de Luis XIV, fue necesario esperar a finales del siglo XVIII para que el tema del Sagrado Corazón de Jesús entrara definitivamente en el repertorio de la iconografía católica.
Fue por una mujer, la reina de Portugal, que se pintó la primera imagen del Sagrado Corazón, obra del italiano Pompeo Batoni en 1780. Ésta representa a Cristo cardióforo que tiene un corazón en llamas en la mano izquierda rematado por una pequeña cruz y rodeado por una corona de espinas.
Esta fórmula ha sido rechazada, y hasta prohibida, por la Congregación de Ritos, de manera que en la actualidad los editores de estatuas de yeso pintado del barrio Saint Sulpice sólo pueden elegir entre dos modelos:
1. El corazón en llamas de Jesús es aplicado exteriormente sobre su pecho.
2. Rayos de luz emanan de una incisión practicada en el pecho de Jesús, del lado del corazón.
Las estatuas del Sagrado Corazón que se multiplicaron a partir del siglo XIX, proceden casi todas de la figura de Cristo esculpido por el danés Thorvaldsen para la iglesia de Nuestra Señora de Copenhague.
Esas imágenes «cordícolas» son de gusto dudoso, y muchos fervientes católicos no dejaron de lamentar su vulgaridad o insipidez. Lo menos que puede decirse, es que honran poco al arte religioso moderno. No obstante, debe hacerse una excepción con el Sagrado Corazón del pintor G. Desvalieres, que evoca al Cristo coronado de espinas arrancándose con las dos manos el corazón del pecho, en la gigantesca vidriera de la catedral del Cristo Rey, en Casablanca (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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La calle Amor de Dios, al detalle:
Edificio calle Amor de Dios, 22.
Edificio calle Amor de Dios, 24.
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