Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte el Monumento al Sagrado Corazón de Jesús, de Manuel Delgado Brackembury, en Las Cabezas de San Juan (Sevilla).
Hoy, 16 de junio (viernes posterior al Corpus Christi), Solemnidad del Sacratísimo Corazón de Jesús, que, siendo manso y humilde de corazón, exaltado en la cruz fue hecho fuente de vida y amor, del que se sacian todos los hombres [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
Y que mejor día que hoy para ExplicArte el Monumento al Sagrado Corazón de Jesús, en Las Cabezas de San Juan (Sevilla).
El Monumento al Sagrado Corazón de Jesús, se encuentra en la Plaza de la Constitución, s/n; en Las Cabezas de San Juan (Sevilla).
Resulta casi un contrasentido encontrar esta estatua presidiendo el principal espacio abierto de esta ciudad. Porque el mayor hito de su historia lo protagonizó Rafael Riego cuando en 1820 se pronunció a favor de la primera monarquía constitucional de nuestra historia. Aquí, en la plaza donde reunió a sus soldados para lanzar su célebre discurso no hay ninguna placa, estatua o alusión a esta gesta. Una estatua, junto con unos versos épicos, se hallan en la plaza de los Mártires, en la zona nueva de la población. Pero en el lugar donde los hechos ocurrieron el ayuntamiento decidió instalar un Sagrado Corazón de Jesús. Ni siquiera podría plantearse que lo hizo para agradecer a las órdenes de beneficencia su labor, porque en dicho caso la estatua que debería presidir este espacio debería ser la de Santa Ángela de la Cruz, con convento propio a pocos metros, que se ubicó delante de la parroquia de San Juan Bautista. En realidad obedece a una consigna política, porque la mayoría de los pueblos de la Andalucía campesina del Bajo Guadalquivir ostenta este tipo de estatuas, signo visible de la victoria nacional. La tipología de la estatua es absolutamente conservadora, estando carente de expresividad y de gestualidad. Corresponde a una producción en serie, sin ningún tipo de personalidad artística. Se halla de espaldas al ayuntamiento, lo que también debe ser entendido como símbolo político (Destino Sevilla Rural).
La imagen que en 1930 esculpiera Manuel Delgado Brackembury quien, al año siguiente, en 1931 realizará otra escultura para la localidad de las Cabezas de San Juan, que se encuentra en la plaza de la Constitución. Ambas presentan similar composición, con la mano izquierda señalando su corazón, mientras que con su brazo derecho extendido hacia el espectador parece invitarnos a acercarnos a su amor, simbolizado en su corazón abierto (Archisevilla).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía del Sagrado Corazón de Jesús:
Aunque no se trate más que de una devoción tardía que, a diferencia de la Inmaculada Concepción de la Virgen, no ha engendrado ninguna obra de arte de primer orden, hay que decir aquí algunas palabras acerca de este tipo iconográfico de Cristo que en el culto católico ha acabado por suplantar a todos los otros.
Los precedentes de esta devoción pueden buscarse muy lejos. El corazón humano siempre ha sido un símbolo de amor carnal o místico. En sus sermones San Bernardo habla sin cesar del «muy dulce corazón de Jesús (cor Jesu dulcissimum)», a partir del siglo XII. Del culto de las cinco llagas, y especialmente de la llaga del costado, que se desarrolló hasta finales de la Edad Media, debía naturalmente pasarse al culto del corazón. Bajo la influencia de éste, la herida del costado de Cristo crucificado se trasladó de derecha a izquierda, es decir al sitio del corazón, que se supone fue atravesado por la punta de la lanza de Longinos.
Una curiosa xilografía de Lucas Cranach de 1505 representa la Adoración de Jesús crucificado e inscrito en un corazón, por la Virgen, San Juan, San Sebastián y San Roque.
No obstante, fue a finales del siglo XVI cuando afloró en la imaginería popular el corazón de Jesús atravesado por tres clavos y engastado en una corona de espinas. A principios del siglo XVII, el grabador flamenco A. Wierix representó rosarios de corazones abiertos o cerrados, de gusto deplorable. Esas imágenes ilustraban los libros de mística piedad para uso de los conventos. No nacieron de la devoción del Sagrado Corazón sino que, por el contrario, las imágenes engendraron el culto por el bien conocido mecanismo de las visiones inspiradas, más o menos inconscientemente, por imágenes grabadas en la memoria
Al contrario de lo que postula una opinión muy difundida, no fueron las visiones de la borgoñona Marguerite, llamada Marie Alacocque, del convento de las salesas de Paray le Monial, las que constituyeron el origen de esta devoción, patrocinada sobre todo por los jesuitas. El verdadero iniciador del culto litúrgico del Sagrado Corazón de Jesús y de María es un normando: el Bienaventurado Jean Eudes, fundador de los eudistas.
Las fechas no dejan duda alguna acerca de su prioridad. El P. Eudes compuso en 1668 el Oficio del Sagrado Corazón y en 1670 publicó La Dévotion au coeur adorable de Jésus. En cuanto a Marie Alacocque, profesó más tarde, en 1672, en el convento de la Visitación, donde tuvo su primera revelación en 1673. Por lo tanto, es necesario reconocer orígenes eudistas a la devoción del Sagrado Corazón.
Todo cuanto se puede conceder a la visionaria salesa es que el padre Eudes no separaba el Corazón de Jesús del Corazón de María, al tiempo que el fervor femenino de Marie Alacocque se orientó hacia el de Cristo solo. Ella contó que durante el ofertorio del Santo Sacramento, Cristo se le apareció en el altar con sus cinco llagas brillantes como cinco soles. Su pecho se abrió dejando al descubierto el corazón, que era la fuente viva de esas llamas. Cristo la mentó la ingratitud de los hombres que ignoraban su amor, y le pidió que tomara la iniciativa de un culto de reparación.
Esta nueva devoción, consagrada oficialmente en 1685, acordaba con la política del catolicismo romano que quería afirmar por medio de ese símbolo del corazón abierto, al encuentro del protestantismo y del jansenismo, el amor de Dios hacia todos los hombres, sin excepciones. El culto contó con las mujeres, especialmente con la piadosa reina María Leczynska, que lo hizo introducir por la asamblea episcopal en todas las diócesis de Francia, y que lo recomendó a los obispos de Polonia, propagandistas ardientes de esta devoción, que en 1765 aprobó el papa Clemente XIII.
A partir del siglo XVIII, las custodias de cristal de roca que servían para exponer el Santo Sacramento, ya no tuvieron la forma redonda, tradicional, de una hostia, sino la de un corazón.
Se conoce la brillante fortuna que tuvo el culto en Francia, en el siglo XIX. Después de los desastres de 1870, los católicos pusieron la reconstrucción bajo la égida del Sagrado Corazón y levantaron en su honor, en la cumbre de la colina de Montmartre, la basílica del Exvoto nacional. Montmartre se convirtió así, después de Paray le Monial, en el centro mundial de la devoción al Sagrado Corazón.
En España, después de la guerra civil, Barcelona siguió el ejemplo de París y edificó en la cima del Tibidabo una iglesia expiatoria del Sagrado Corazón.
Iconografía
A pesar de los progresos de este culto a partir del reinado de Luis XIV, fue necesario esperar a finales del siglo XVIII para que el tema del Sagrado Corazón de Jesús entrara definitivamente en el repertorio de la iconografía católica.
Fue por una mujer, la reina de Portugal, que se pintó la primera imagen del Sagrado Corazón, obra del italiano Pompeo Batoni en 1780. Ésta representa a Cristo cardióforo que tiene un corazón en llamas en la mano izquierda rematado por una pequeña cruz y rodeado por una corona de espinas.
Esta fórmula ha sido rechazada, y hasta prohibida, por la Congregación de Ritos, de manera que en la actualidad los editores de estatuas de yeso pintado del barrio Saint Sulpice sólo pueden elegir entre dos modelos:
1. El corazón en llamas de Jesús es aplicado exteriormente sobre su pecho.
2. Rayos de luz emanan de una incisión practicada en el pecho de Jesús, del lado del corazón.
Las estatuas del Sagrado Corazón que se multiplicaron a partir del siglo XIX, proceden casi todas de la figura de Cristo esculpido por el danés Thorvaldsen para la iglesia de Nuestra Señora de Copenhague.
Esas imágenes «cordícolas» son de gusto dudoso, y muchos fervientes católicos no dejaron de lamentar su vulgaridad o insipidez. Lo menos que puede decirse, es que honran poco al arte religioso moderno. No obstante, debe hacerse una excepción con el Sagrado Corazón del pintor G. Desvalieres, que evoca al Cristo coronado de espinas arrancándose con las dos manos el corazón del pecho, en la gigantesca vidriera de la catedral del Cristo Rey, en Casablanca (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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