Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Cádiz, déjame ExplicArte los principales monumentos (Palacio de Congresos - antigua Fábrica de Tabacos; Casa del Almirante; Ayuntamiento; y Teatro Romano) de la localidad de Cádiz (III), en la provincia de Cádiz.
La Real Fábrica de Tabacos de Cádiz fue creada en 1741 por Felipe V y, en principio, se utilizó como sede el edificio de la antigua Alhóndiga, hasta que en 1883 se levantó otro de nueva planta, según diseño de Federico Gil de los Reyes. A finales del siglo XX, tras dejar de cumplir sus funciones fabriles, el edificio fue remodelado para adaptarlo a Palacio de Congresos. La estructura responde al gusto ecléctico del momento y está realizada en ladrillo visto con cubiertas de cerámica vidriada. Sobre la puerta principal se conserva el escudo barroco de la primitiva fábrica, realizado en mármol blanco en 1741, y en el interior se conservan diversas estructuras de hierro, entre las que sobresale el patio principal, cubierto por una gran montera acristalada. Decora las dependencias un conjunto de pinturas realizadas por artistas contemporáneos gaditanos. Contigua a la antigua Fábrica de Tabacos se abre la plaza de Sevilla, amplio espacio creado tras el derribo de las murallas. En su entorno se levanta la antigua Estación de Ferrocarril, diseñada en 1890 por Agustín S. de Jubera, armonioso edificio de arquitectura de hierro y ladrillo visto con elementos eclécticos. Ante su fachada principal se construyó, en 1950, la nueva sede de la Aduana, cuyo diseño responde a la estética oficial del régimen franquista, evocando las formas clásicas. Su estructura busca armonizar con el edificio de la antigua Aduana, situada en el otro extremo del puerto, dotando así de un cierre simétrico a este espacio urbano. Ante el se sitúa el monumento a Segismundo Moret, levantado en 1906 por Agustín Querol y Subirats (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
La planta es irregular. La entrada principal da a la calle Plocia, tras el zaguán de ingreso al que abren varias dependencias.
Existe un vestíbulo en el que se encuentran las escaleras de acceso a los pisos superiores. Tras esta vestíbulo se encuentra el patio principal. Este va cubierto por una montera de cristales e hierro.
En el lateral izquierdo se colocan los almacenes de productos elaborados. La parte trasera poseía en tiempos un corredor que rodeaba esta zona de la fábrica, en la actualidad se usan como talleres.
Las dependencias dan al patio principal. Las ventanas y puertas del primer piso son adinteladas, las del segundo son de medio punto. Los soportes del patio son columnas de fuste liso.
La fachada exterior tiene tres puertas. La puerta de ingreso principal es de medio punto. La tapia exterior tiene decoración de sebka y remates en almenas entre los que recorren rejas.
La decoración es a base de ladrillo vista, con aparejo inglés (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Desde la puerta de Tierra, la amplia cuesta de las Calesas lleva en leve curvatura hasta la plaza de Sevilla. En la confluencia de la cuesta con la plaza se alza el Palacio de Congresos, en la que fuera hasta no hace mucho la Real Fábrica de Tabacos de Cádiz, creada por Felipe V en 1741, aunque el edificio data sólo de 1833. Levantado en ladrillo rojo visto y con cubierta de cerámica, responde al gusto ecléctico de la época. Junto al edificio, un conjunto en bronce muestra a dos mujeres, una sentada y otra de pie. Es un homenaje a las antiguas cigarreras.
La plaza de Sevilla da al puerto comercial y en ella se sitúa también la estación de ferrocarril, edificación igualmente ecléctica, de ladrillo y hierro, cuyo proyecto se debe a Agustín de Jubera (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).
Construida en 1685 por Don Diego de Barrios, almirante de la flota de Indias, es uno de los ejemplos más significativos entre las casas de cargadores a Indias conservadas en la ciudad. Consta de tres cuerpos rematados por dos torres-miradores, que pueden considerarse entre las más antiguas de las conservadas en la zona. Destaca su gran portada barroca, realizada en mármoles rojizos de origen genovés, que está compuesta por dos cuerpos; el inferior enmarca el vano de entrada por columnas toscanas pareadas, situadas en diferente plano; el segundo utiliza columnas salomónicas para enmarcar el balcón central, sobre el que se sitúa un gran frontón curvo que alberga el escudo de la familia Barrios. El interior se organiza en torno a un patio de tres crujías con arcos de medio punto, sustentados por columnas toscanas de mármol rojizo en su primer cuerpo y vanos rectangulares enmarcados por pilastras, también toscanas, en el segundo. Se conservan dos brocales de pozo en mármol blanco, con los frentes decorados por máscaras. La escalera, de tipo conventual y desarrollada en dos tramos hasta la planta principal, va cubierta por una cúpula con decoración de yeserías (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
La Casa del Almirante, en Cádiz, se encuentra ubicada en el centro del barrio del Pópulo, casco histórico de la ciudad. El inmueble presenta forma irregular y un alzado de cuatro plantas. Su disposición interior está centrada por un patio en torno al cual se distribuyen las diferentes dependencias. La zona baja destinada para almacén, la segunda o entreplanta a oficinas, a continuación la planta noble que habitan los propietarios y la cuarta utilizada para vivienda del servicio.
Se accede al interior del inmueble a través de un amplio zaguán que comunica directamente con el patio. Este se encuentra descentrado hacia su lado derecho respecto a la entrada, tiene planta rectangular y está formado, en dos de sus lados, por galerías que descansan en dos arcos de medio punto sobre columnas de capitel toscano y cimacio superior, ambos realizados en mármol rojizo importado de Génova. Los arcos están decorados con molduras geométricas y ménsulas en la clave con motivos vegetales. El tercer frente del patio presenta la misma arquería pero adosada al muro, en el que se abren dos vanos adintelados cubiertos de reja. El cuarto lado que conforma al patio se corresponde con un muro de medianera en el cual se abren balconadas a la altura de la primera planta. Sobre estas arcadas que conforman los tres lados del patio, se levanta una amplia y moldurada cornisa sobre la que se eleva la fachada de la planta noble del edificio. Esta presenta en cada frente dos vanos adintelados o balcones, enmarcados con molduras planas rectangulares y ménsulas en la clave. Entre los citados vanos se adosan al muro pilastras que conectan con otra cornisa superior sobre la cual se levanta un pretil que delimita una azotea, compuesto de pilares que alternan con antepecho de hierro. El cuarto piso se encuentra retranqueado respecto a los anteriores, en sus muros se abren vanos adintelados, asimétricos y de diferentes medidas. En un lateral del patio se ubican dos brocales de pozo, ambos realizados en mármol blanco. Cada uno de ellos presenta planta ochavada, cuatro de sus ocho paños se decoran con relieves de mascarones que alternan con otros cuatro con el paramento liso.
El acceso a la planta principal se realiza a través de una escalera monumental, de tipo conventual que parte de la galería que conforma al patio en su costado izquierdo. Se resuelve en una caja rectangular cubierta con bóveda ovalada sobre pechinas, decorada con gallones de yeserías que convergen en un florón central, asimismo, las pechinas muestran cartelas y decoración vegetal. La escalera se compone de dos tramos, con peldaños de mármol y baranda de madera de caoba torneada. Bajo el primer tramo se dispone una estructura abovedada centrada por una columnilla de mármol. Las distintas dependencias conservan su estructura original, cubiertas con sencillas techumbres de viguerías de madera, salvo la estancia que se abre paralela a la fachada principal, en la planta noble, que se cubre con techo raso de yeso en cuyo centro aparece, pintado al fresco, el escudo de armas de la familia, rodeado de cintas y motivos vegetales.
En el exterior el inmueble presenta tres fachadas. La fachada principal se abre a la plaza de San Martín, los muros del primer y segundo cuerpo y los ángulos del tercero están realizados con piedra ostionera. El resto de la fachada se encuentra actualmente enfoscada y pintada de color almagra. Consta de un alzado de cuatro plantas separadas mediante cornisa, salvo las dos primeras que están englobadas en una sola. La tercera planta que se corresponde con la zona noble es de altura superior a las del resto del edificio. La fachada está ordenada mediante un eje de simetría centrada por la portada. Todos los vanos son rectangulares, los de la planta baja de acceso y los restantes en forma de balcones cubiertos con antepecho de hierro. La cuarta planta presenta dichos vanos con ménsulas en la clave y flanqueados por pilastras pareadas de orden toscano, cuyos fustes se decoran con esgrafiados imitando fábrica de ladrillos. Sobre este último cuerpo, en los extremos de la fachada, se elevan dos torres-miradores, sus plantas rectangulares repiten la misma disposición de la cuarta planta.
La portada destaca por su monumentalidad. Está realizada en mármoles rojizos de diferentes tonalidades importados de Génova. Consta de dos cuerpos, el primero ocupa la zona central de las dos primeras plantas del edificio. Se compone de un vano adintelado, con marco moldurado, flanqueado en sus laterales por sendas columnas pareadas de orden toscano, sobre altos pedestales y un cuerpo central troncocónico decorado con incrustaciones, sobre los que descansa el voladizo del balcón superior del segundo cuerpo, dispuesto con ante- pecho de balaustres de mármol blanco. La zona superior de la portada se dispone en torno a un vano central, adintelado, con marco moldurado, flanqueado con columnas salomónicas y sendas pilastras terminadas en roleos. En la zona superior remata un frontón curvo partido, en cuyo tímpano alberga el escudo de armas de la familia. Termina la portada una decoración compuesta de motivos vegetales y flameros.
La Casa del Almirante toma su nombre del rango militar de su constructor. Tiene su origen en 1685, en que el capitán D. Diego Barrios decidió levantar esta casa para su morada, en el interior de la antigua villa medieval de Cádiz. Desde su construcción ha estado dedicada a la habitación, en principio de la familia Barrios, siendo subdividida ya en nuestro siglo en varios pisos habitados por diferentes familias.
La estructura del inmueble no ha sufrido a lo largo del tiempo transformaciones de envergadura, de modo que podemos considerar que ésta se conserva prácticamente en sus estado original, aunque con un alto grado de deterioro. En los años sesenta de nuestro siglo sufrió una intervención en el transcurso de la cual se recuperaron las simulaciones de ladrillos de las pilastras de la última planta (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
La Casa del Almirante, que aparece nada más cruzar el arco, en la plazuela de San Martín. Más que casa, es palacio, un palacio imponente, pues no en vano su primer propietario, don Diego de Barrios, fue almirante de la flota de Indias. Se trata de uno de los mejores ejemplos de las viviendas privadas de cargadores a Indias que aún se conservan en Cádiz. De sillares de piedra ostionera es, una vez más, su fachada, vista en la plata baja y enlucida de mortero en las dos superiores. En ella destaca la portada. Concebida a modo de retablo, se compone de dos cuerpos. El inferior consiste en un vano a dintel de mármol rojo de Génova, enmarcado por dos pares de columnas toscanas del mismo material sobre altos basamentos. Un cornisón mixtilíneo da paso al segundo cuerpo, consistente en un balcón abalaustrado, con columnas salomónicas que soportan un frontón curvo en el que se inscribe el escudo de la familia. Dos torres mirador coronan el conjunto. En la actualidad, esta casa está siendo restaurada y acondicionada para su transformación en hotel (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).
Estuvo situado inicialmente en el interior del recinto murado medieval, trasladándose a su actual emplazamiento en el siglo XVI. A fines del siglo XVII se reformó el edificio, que fue sustituido por el actual a partir de 1799. La obra responde a proyectos de Pedro Ángel Albisu y Torcuato Benjumeda, en los que se sigue la estética academicista imperante en la época, completándose el conjunto entre 1864 y 1865 por Manuel García del Álamo, que realizó la ampliación de la zona trasera. La fachada se eleva sobre un pórtico avitolado, sustentado por arcos de medio punto y está centrada por una gran balconada con columnas jónicas de orden gigante, rematada por frontón triangular. Los laterales se articulan por pilastras de las mismas características, entre las que se abren dos cuerpos de vanos. La torre reproduce los rasgos de la situada en el edificio anterior, obra manierista diseñada por Alonso de Vandelvira, que había sido reformada a inicios del siglo XVIII por Jerónimo de Balbás y completada entre 1716 y 1720 por Blas Díaz. Tiene tres cuerpos, el primero de planta cuadrada, sobre el que va otro octogonal, rematado por un templete sustentado por columnas jónicas y cúpula semiesférica, donde se sitúa la campana. Toda la fachada del edificio está decorada con diversos elementos que aluden a la historia y al carácter comercial de la ciudad. Sobre los vanos laterales van reproducciones de monedas antiguas gaditanas; la balconada central tiene en el frontón un relieve de Hércules, el fundador mítico de la ciudad, y sobre el vano central del paramento interior, el escudo real, en alusión a ser Cádiz ciudad de realengo, mientras que sobre los vanos van esculturas de Neptuno y Mercurio, como evocación de la actividad marítimo-comercial de los gaditanos. Flanqueando la torre se sitúan las imágenes, en mármol, de los patronos, San Servando y San Germán, obras italianas del siglo XVII.
En el interior, las dependencias se organizan en torno a un patio de planta cuadrada, con crujías por cuatro columnas de mármol sobre las que descansan arcos rebajados. Sobre este cuerpo se dispone otro retranqueado, que articula sus paramentos mediante pilastras jónicas de mármol. Al patio se abre una escalera de tipo conventual, que puede fecharse, al igual que el primer cuerpo del patio, a finales del siglo XVII. En una de las crujías del patio hay una escultura en mármol blanco que representa a Hércules, obra que formó parte de la que, por mucho tiempo, fue única fuente pública de la ciudad. Realizada por Antón Martín Calafate, se situaba originalmente en la plaza de San Juan de Dios, siendo trasladada más tarde a la Alameda. En la escalera se sitúan dos grandes lienzos, uno de los cuales representa a los patronos de la ciudad y es obra del último tercio del siglo XVII realizada por Diego Melgarejo, mientras el otro, que procede del Convento de Santo Domingo, conmemora el milagro de la Virgen del Rosario durante el maremoto que asoló a Cádiz en el año 1755.
El actual despacho de la alcaldía es de planta elíptica, con hornacinas en los muros, que contienen las esculturas de Balbo y Columela, obras neoclásicas del escultor gaditano José Fernández Guerrero. El salón de sesiones es de planta rectangular, con los ángulos redondeados y está profusamente decorado con mármoles, estucos y pinturas al fresco de estilo isabelino, realizado todo ello en 1870. La bóveda está pintada al fresco, imitando en los laterales una decoración en relieve a base de medallones con bustos de gaditanos ilustres; en la zona central, escenas de la historia de Cádiz. Destacan en el conjunto dos grandes lámparas de cristal veneciano.
En la zona trasera del edificio, correspondiente a la ampliación decimonónica, se dispone una escalera de tipo imperial, en la que hay un gran lienzo que representa una alegoría de España y Filipinas, obra de Juan Luna Novicio fechada en 1888. Desde los tramos superiores de esta escalera es visible un cubo de la muralla medieval, que sobresale entre los edificios adosados (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
"La fisonomía que presenta la fachada principal del Ayuntamiento es el resultado de dos importantes reformas; una neoclásica, obra de Benjumeda y otra isabelina que llevó a cabo Manuel García del Álamo en 1.861". Su composición está basada en un cuerpo central de gran tamaño, compuesto de cuatro columnas jónicas, con guirnaldas entre las volutas y base ática. El basamento va almohadillado y los cuerpos laterales decorados con pilastras del mismo orden que flanquean dos hileras de venas. Sobre los horizontales guardapolvos y entre pares de guirnaldas rampantes presenta discos con relieves que reproducen motivos de monedas fenicias.
Sobre el cuerpo central se abre un frontón, cuyo vértice superior sobrepase la línea del antepecho. En el centro se eleva la torre de tres cuerpos, cuadrado primero, con un vano en cada frente. Una balaustrada con remates sirve de tránsito al segundo, de planta octogonal. Remata el conjunto otra balaustrada con ocho columnas que sustentan una pequeña cúpula hemiesférica.
Además de ser un excelente ejemplo de la arquitectura de la época, puesto que su construcción comenzó en los últimos años del siglo XVIII, también fue la sede del gobierno municipal gaditano, y desde su entrada se realizó la jura de lealtad a Fernando VII, que simbolizaba la ruptura con la monarquía josefina impuesta por el imperio francés (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
El edificio del Ayuntamiento hunde sus raíces en el siglo XVI, cuando se trasladó aquí desde el interior de la ciudadela medieval. La construcción actual data de finales del siglo XVIII, con añadidos de la segunda mitad del XIX. De grandes proporciones, solemne y con una gran pureza de líneas, responde a dos momentos estéticos: el academicista del proyecto inicial de Pedro Albisu y Torcuato Benjumeda, y el isabelino de la finalización del XIX, redactado por Manuel García del Álamo. La fachada principal se compone de una parte inferior, formada por un pórtico a base de arcos de medio punto almohadillados, y otra superior constituida por una gran balconada central con columnas jónicas de orden gigante, coronada por un frontón triangular, y dos cuerpos laterales con dos plantas, articulados con pilastras, igualmente jónicas, entre las que se abren balcones abalaustrados en la parte inferior y ventanas en la superior. En el centro se levanta un torreón con un cuerpo inicial de planta cuadrada y un segundo cuerpo octogonal rematado por un gracioso templete con columnas jónicas y cúpula semiesférica. A un lado y a otro de la base de esta torre figuran dos estatuas, que corresponden a los patronos de la ciudad. Una serie de tondos con relieves, repartidos por la fachada, además de adornarla, igual que los guardapolvos y las guirnaldas, hacen referencia a la historia de la ciudad y a su larga vocación comercial. En el frontón aparece un relieve de Hércules, legendario fundador de la ciudad. Un patio de planta cuadrada con columnas de mármol es el núcleo alrededor del cual se distribuyen las dependencias interiores. Éstas responden en su mayor parte a la remodelación de 1861, destacando, en primer lugar, el salón de Sesiones, de planta rectangular, con profusión de mármoles y de frescos y abundante decoración de yeserías. Gran interés reviste también el despacho del Alcalde, de planta elíptica y con unas hornacinas en los muros que albergan las estatuas de los gaditanos Columela y Balbo el Menor, ambas de estilo neoclásico y del artista también gaditano, José Fernández Guerrero (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).
El teatro romano de Cádiz se construyó hacia los años 70 o 60 a.C. cuando el gaditano Lucio Cornelio Balbo «el Mayor», amigo y consejero de César, decidió junto a su sobrino Balbo «el Menor» ampliar el perímetro urbano de Gades, construyendo la Neápolis. En este nuevo barrio se levantaron un anfiteatro y un teatro, localizado este último en 1980 bajo el barrio del Pópulo. A finales del siglo XVI aún eran visibles restos importantes de la estructura del anfiteatro, mientras que del teatro se perdió la memoria, aunque algunos textos clásicos confirmaban su existencia. El edificio se abandonó a finales del siglo III d.C. y fue saqueado a partir de la centuria siguiente, aunque en época tardorromana, islámica y cristiano-medieval, los restos de su potente estructura fueron utilizados como almacenes, cuadras, parte de viviendas, etc.
También sirvió de base a la fortaleza islámica, citada en fuentes de la época, como «Castillo del teatro», reconstruida posteriormente por Alfonso X el Sabio, tras la conquista de la ciudad y más tarde, en el siglo XV, por el marqués de Cádiz. En el siglo XVIII el castillo acogió a la Escuela de Guardiamarinas y al primer Observatorio Astronómico de la Armada, derribándose finalmente a mediados del siglo XIX.
Las excavaciones realizadas durante los últimos años han sacado a la luz parte del teatro, que puede considerarse el más antiguo y uno de los mayores de la Península. Su estructura tiene rasgos muy arcaicos, similares a los que presentan algunos teatros helenísticos tardíos, con cavea de planta en forma de herradura y gradas de perfil parabólico, para conseguir buena acústica, distribuidas en varios sectores, «cunei». Bajo ellas discurre la amplia galería de distribución, cubierta con bóveda anular de cañón, realizada, como la mayoría del edificio, en hormigón, opus caementicium. La cavea se asentó sobre un desnivel del terreno y para construir la galería hubo que recortar la roca natural, que forrada de hormigón da forma a la pared interna, mientras que el muro exterior se levantó a base de sillares perfectamente labrados y en él se abren distintos vanos que comunican con el graderío, entre los que se disponen lucernarios.
Cuando el edificio aún estaba en construcción, fue necesario realizar una reforma en el diseño de la galería, que originalmente tenía el pavimento a un nivel más bajo. Al principio se construyeron unos escalones en los accesos, para salvar la diferencia de altura con las gradas, pero en un momento determinado, cuando se decidió elevar el nivel del pavimento de la galería, posiblemente por problemas en la evacuación de las aguas pluviales, fue necesario cubrir los escalones con rampas de inclinación más suave.
La zona más monumental del conjunto, es decir la escena y el pórtico que se abriría tras ella, no han sido excavados y sus ruinas permanecen ocultas bajo el caserío del barrio del Pópulo (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
Las estructuras excavadas y actualmente visitables del Teatro Romano de Cádiz se sitúan en el sector sureste del barrio del Populo, extendiéndose el resto bajo las construcciones contiguas y ocupando gran parte de la superficie del mismo.
En el interior de la Casa Estopiñan se puede acceder a las galerías radiales.
La fecha de construcción del Teatro era conocida por referencias literarias de autores romanos como Cicerón y Estrabón, que la situaban en el año 44 a.C. Las excavaciones arqueológicas que se iniciaron tras su descubrimiento en 1980 han corroborado esta datación, aunque todo parece indicar que el aspecto que ofrecen los restos excavados del Teatro proviene de una importante remodelación posterior, ya en época de Augusto (29 a.C.-14 d.C.).
El Teatro se levanta dentro de un proceso de urbanización de la ciudad auspiciada por la familia gaditana de los Balbo, algunos de cuyos miembros alcanzaron las mas altas magistraturas del Estado romano. La actividad constructiva de este periodo no se limita a la edificación del Teatro, sino que también se tiene constancia de la construcción de un Anfiteatro, situado en el actual barrio de Santa María, y de una importante ampliación de la ciudad. De este modo, Cádiz cobraría un aspecto mucho más acorde con el de otras ciudades importantes del Imperio, dejando atrás un pasado fenicio que había marcado hondamente los usos y costumbres de la población gaditana.
Las estructuras conservadas del Teatro corresponden a un sector de la cavea o graderío donde se situaban los espectadores. La cavea, cuyo diámetro se calcula en unos 120 metros, se construyó con hormigón, resultante de la mezcla de cal y cascotes, y con un enlucido exterior. En la actualidad pueden verse restituidos algunos tramos de las gradas que proporcionan una imagen aproximada de su aspecto original.
Se ha descubierto también un amplio tramo de la galería, por la cual los espectadores accedían a la cavea. Se encuentra en unas óptimas condiciones de conservación, destacando la bóveda de cañón que la cubre, el aparejo de piedra ostionera del muro interior, los lucernarios que la proveían de luz natural y los vomitorios que la comunicaban directamente con el graderío y de los cuales solo uno es accesible actualmente.
No se conocen, sin embargo, la orientación, características y estado de conservación de la scena, donde se situaban los actores para representar las obras. Esta zona se dotaba de los elementos constructivos más llamativos y monumentales en los teatros. La realización de sondeos o excavaciones arqueológicas futuras podrán aportar una valiosa información que permita su mejor conocimiento.
La antigüedad del Teatro y sus dimensiones, que superan en un tercio al resto de los conocidos en la Península, son los elementos que le confieren una especial relevancia. Sobre él se construyeron posteriormente edificios tan significativos para la historia de la ciudad como fueron el Castillo medieval, la antigua Catedral, la casa de Marquina, la casa de Estopiñan o la Posada del Mesón. En una campaña de excavación se ha detectado la cimentación del Castillo de la Villa, bajo una guardería (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
La fachada posterior de la iglesia de Santa Cruz se asoma al mar por el campo del Sur. A la izquierda del templo, colindando prácticamente con él y haciendo esquina con la calle Obispo Félix Soto, se sitúa este teatro romano, probablemente el mayor de España y, sin duda, el primero de los construidos.
El teatro data del siglo I a.C. y se edificó como parte de la ampliación de la ciudad fenicia llevada a cabo por los Balbo, tío y sobrino. Es uno de los pocos de los que se tienen noticias escritas, encontrándose citas del mismo en autores de la época y del prestigio de Cicerón o de Estrabón. Estuvo en uso hasta el siglo III. Más tarde, aunque fue expoliado en parte, se construyó sobre él la alcazaba agarena, que autores musulmanes citan como castillo del Teatro. El marqués de Cádiz, en el siglo XV, reconstruyó este castillo que después, en el XVIII, sería Escuela de Guardiamarinas y Observatorio Astronómico de la Armada. En el siglo XIX se derribó el castillo, pero aún fue necesario esperar hasta 1980 para que los restos del teatro fueran sacados a la luz.
Desde aquel momento hasta hoy, se ha recuperado parte de la cávea o graderío, la galería de distribución, un formidable pasadizo anular con bóveda de cañón con fábrica de sillares de piedra y del célebre y casi indestructible hormigón romano, y algún vomitorium o salida a las gradas, así como parte del muro que cerraba el graderío. Se sabe que tanto el escenario como el pórtico que tras él se abría se encuentran aún bajo las edificaciones del barrio del Pópulo. No obstante, la zona visitable hasta el momento impresiona por su monumentalidad. Se trataba de un teatro descubierto, por lo que, dado que las representaciones tenían lugar de día, estaría dotado de toldos para proteger del sol a los espectadores. Las representaciones, generalmente de muy larga duración, se prolongaban de la mañana al atardecer y, naturalmente, el público acudía pertrechado de comida y bebida para alimentarse de cuando en cuando. Eran además verdaderas fiestas. Los espectadores manifestaban sin rubor sus impresiones y aplaudían, gritaban o pateaban en función de lo que les ofrecía la escena. El espectáculo de aquellos gaditanos enardecidos al borde mismo del mar, asistiendo a la representación de Medea o de Las Moscas, o de cualquier otra obra de autor romano o griego, debía resultar memorable (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).
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