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Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero, para conmemorar los 800 años de la Torre del Oro

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viernes, 9 de junio de 2023

Los principales monumentos (Capilla del Niño Jesús; Edificios Civiles; Ermitas de Nuestra Señora del Valle, y de San Roque o de la Virgen de la Victoria; e Iglesia de Nuestra Señora de la Purificación) de la localidad de Manzanilla, en la provincia de Huelva

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte la provincia de Huelva, déjame ExplicArte los principales monumentos (Capilla del Niño Jesús; Edificios Civiles; Ermitas de Nuestra Señora del Valle, y de San Roque o de la Virgen de la Victoria; e Iglesia de Nuestra Señora de la Purificación) de la localidad de Manzanilla, en la provincia de Huelva.
Ubicación
     Situada en la Comarca del Condado a una altitud de 164 metros del nivel del mar.
Reseña histórica breve
     Los restos encontrados corresponden a la época romana, con columnas de mármol dispersas por toda la zona.  Se han encontrado también monedas con la leyenda de Ostur (villa romana), pavimentos y sillares.
     Durante la dominación árabe estuvo sujeta al Reino de Niebla con el nombre de Maxalia. Tras la Reconquista, Manzanilla pasará a pertenecer al Señorío de Sevilla.
     Cuando Alfonso X la conquistó en 1253, pasó a pertenecer al Concejo de Sevilla y posteriormente, una gran parte de su territorio formó parte del Donadío de Huégar, actual Valle de Manzanilla, que perteneció al Marquesado de Alcalá de la Alameda, lo que supuso un auge económico para la zona, especialmente en la producción de vinos.
     En 1833 se incorporó a la provincia de Huelva.  Sufrió en el siglo XX una importante epidemia de filoxera y otros problemas en sus viñedos que hizo decaer la producción y la economía de la zona.
Patrimonio cultural y artístico
     En la plaza existe un monumento característico denominado "El Moravito".
     Son especialmente destacables su Iglesia Parroquial, con la imagen renacentista de la Virgen de la Purificación
     La Ermita de Nuestra Señora del Valle.
     La Ermita de San Roque.
     La Ermita de Nuestra Señora de la Victoria.
Fiestas y tradiciones
     En Febrero se celebra el Carnaval donde es costumbre ir al campo.
     Feria del Valle dedicada a la Patrona de Manzanilla la Virgen del Valle, junto con la Feria del ganado, en la primera quincena de junio.
     Fiestas Patronales de San Roque y de la Virgen de la Victoria en agosto.
     Romería de El Palmito, el domingo anterior de la Cuaresma.
     En Mayo las cruces: Cruz Camino del Puerto y del Campo.
Gastronomía
     Destacan sus vinos.  Entre los platos destacan las calderetas y los guisos (Diputación Provincial de Huelva).
     La denominación Manzanilla procede de la voz mozárabe mansanêlla, que un botánico anónimo hispanomusulmán cita como designación de la camomila. En el Libro del Repartimiento, de 1253, aparece como Machaniella, Mançaniella, y en Fernando Colón, 1517, como Mançanylla. Manzanilla se encuentra asentada en un pequeño montículo de 164 m. de altitud, a 54 km. de la capital. Cuenta con una población de 2.384 habitantes, dedicados principalmente a la agricultura aunque también obtiene parte de sus recursos en pequeñas industrias de transformación. La exportación de sus vinos a América a través del puerto de Sanlúcar de Barrameda, hizo que el nombre de manzanilla pasara a denominar a los vinos criados a la desembocadura del Guadalquivir. Situada en el histórico Campo de Tejada, pasó a ser villa de realengo, tras la Reconquista y ulterior repartimiento de 1253, dependiendo jurisdiccionalmente de la ciudad de Sevilla, hasta la formación de la provincia de Huelva, en 1822 (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).

Capilla del Niño Jesús
     La ermita del Dulce Nombre de Jesús, se encuentra en la calle Santo Cristo, próxima al templo parroquial. Su popularidad se debió a un he­cho portentoso, que incluso provocó un cambio en la titularidad de la misma. Tras el saqueo e incendio perpetrados en la ermita el 22 de julio de 1936, quedó muy dañada. Nuevamente ha sido rehabilitada y abierta al culto en 1996. En la actualidad, la capilla presenta una sola nave, cubierta hasta 1960 por bóveda de cañón. Interiormente conserva la imposta de cuyos pliegues, provistos de doblados y pareados pinjantes, arrancarían los arcos fajones, también doblados y pareados, que subdividirían en tres tramos el abovedamiento. En los laterales de cada uno de ellos aparecerían sendos lunetos.
     La nave, propia de fines del Setecientos, en­laza con el presbiterio a través de un elegante arco triunfal de medio punto. La capilla mayor, de planta cuadrada, se cubre con bóveda semiesférica sobre pechinas. Hoy sólo se conserva parte del retablo mayor, fechable en el primer tercio del Setecientos.
     Consta de un cuerpo único. Se conservan el púlpito de hierro forjado, los pescantes que debían soportar sendas lámparas para alumbrar las imágenes, y un exuberante motivo floral en la clave de la media naranja.
     Al exterior se refleja la distribución interior del espacio. En el imafronte se abre la puerta de acceso y la ventana coral. Está exornada, a base de ladrillo en limpio y cerámica. Diseñada a modo de retablo, presenta dos cuerpos y ático. El fron­tis responde a las construcciones de los comedios del siglo XX, desvirtuando la construcción barroca anterior (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).

Edificios civiles
     El Ayuntamiento de Manzanilla se encuentra situado en la Plaza de Andalucía, esquina a la calle Santo Cristo, ocupando la antigua ermita de la Soledad, levantada en 1708. En enero de 1929, el aparejador de Huelva, Diego Otero y Sánchez, proyecta retocar la fachada, construyendo un frontis para darle carácter de edificio público. En 1994 se acometen las obras de rehabilitación total, según proyecto de don Francisco José López Amate.
     El pósito, denominado popularmente como El Mesón, se encuentra situado en la Plaza Mayor. Por un lado conserva una serie de pilares de sección poligonal idénticos a los de la cilla de Morón de la Frontera (Sevilla), obra del siglo XVIII; y por otro, varios arcos sobre pilares de ladrillo, con sus correspondientes alfices.
     Situada en la calle Presbítero Rafael de la Haba Ossorno, antes Ataúlfo, está la casa rectoral, que podría datarse hacia 1787. La portada, al centro, severa y elegante, es un vano adintelado, que se ennoblece con dos pilastras dórico-toscanas, en­tablamento, friso dórico con triglifos y metopas, y cornisa. Sobre la cornisa monta una saliente ventana con rejas de hierro forjado, entre dos remates laterales, cuyos basamentos cajeados ex­hiben sendos emblemas cerámicos del Cabildo Catedral de Sevilla. El total resultante, de nota­ble armonía, deja sentir un fuerte sabor neoclásico. Los molinos se ubican al fondo del patio. El complejo viene a dar, en su parte trasera, a la calle Santa María. Desde ella se ven las torres de los molinos.
     Una de ellas presenta, en los laterales, pilastras con recortados pinjantes, y se remata con elemento piramidal al centro, con su correspondiente cruz de cerrajería, entre cuatro pedestales con jarros de cerámica polícroma en azul y blanco. La otra, contigua, con remate trilobular, ostenta un relieve con el escudo del Cabildo Catedral de Sevilla. En la calle Manuel Félix Os­sorno, está la casa principal del Brigadier. Tiene dos cuerpos con portada principal compuesta por pilastras dobladas, moldurón con orejetas, cornisa dotada con moldura que pende del centro hasta la clave de la puerta. El ático, compues­to por pilastras dobladas, eses contrapuestas y recortados remates en los extremos, que centran la composición. Se corona con sendas flores de lis. El ático, cobijado por cornisa ondulada y de­corada con guirnaldas de flores, ostenta el blasón de los Ossorno.
     Entre las torres de los viejos molinos del cas­co poblacional de Manzanilla, reclama especial atención la que se conserva  en la calle Domínguez Garrido. Es una de los de mayor calidad formal de la Tierra Llana de Huelva, siendo una acertada combinación de elementos barrocos.
     En la calle Hospital perdura una antigua bodega sobre cuya puerta trasera se conserva un azulejo dedicado a Nuestra Señora del Valle, fechado en el año 1758. Su fachada principal abre a la calle Pozo Nuevo, hoy calle Chucena (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
Casa Rectoral.
Vivienda de grandes propietarios, de plano perfectamente regular. El número de plantas es dos, sólo que en este caso una parte de la planta alta estaba dedicada a vivienda, quedando sólo la parte posterior para soberao. Otra novedad de esta casa -que demuestra que responde más a los modelos imperantes en el obispado en la época en que se mando hacer, que a los convencionalismos de la comarca- es que consta sólo de dos crujías, paralelas al muro de la calle. Es decir, la casa cuenta sólo con tres muros de carga, sobre los que asientan las vigas de madera de los techos. Más allá de eso, es difícil hacerse una idea de la distribución que pudieran tener las dependencias, pues, como apuntamos, los tabiques interiores fueron tirados y rehechos en disposición diferente. La planta de la casa ocupa unos 17 m de anchura por 7,5 de profundidad, contando con un patio posterior, hoy cubierto de maleza, de proporciones parecidas.
     La fachada de la casa es la parte más singularizable de la misma y la de mayor interés, especialmente en el presente, ya que el interior ha sido radicalmente transformado y se encuentra bastante deteriorado. La fachada es bastante larga (16 m) y de menor altura comparativamente (6,5 m), es decir, con el efecto achatado que estamos acostumbrados a ver en el Condado, efecto que se contrarresta con la estudiada menor proporción de los vanos de la planta superior, así como por la existencia de unos cartones o falsas pilastras que se distribuyen a lo largo de la fachada regularmente, lo que crea un logrado equilibrio de vanos y paños de muro. Las rejas de las ventanas de la planta baja sobresalen del plano de la fachada unos 20 cm, espacio que lo salva el típico dosel, aunque carecen de pedestal. De especial interés es el enmarque de la puerta, con dos pilastras con capiteles dóricos, que distribuyen pequeñas canaladuras horizontales. Los capiteles parecen soportar todo un entablamento, con su arquitrabe, su friso y su cornisa, plegándose con bastante rigor a los cánones clásicos. Sobre la fina cornisa asientan dos figuras cerámicas, también incrustadas en la pared, provistas ambas de unos azulejos que reproducen la Giralda (símbolo de que la casa pertenece a la diócesis de Sevilla). El tejado es visto y el ángulo entre éste, sobresaliente unos veinte centímetros, y el plano de fachada lo ocupan tres sencillas molduras corridas que se destacan por su color rojizo. La separación entre plantas está también señalada en la fachada, por una doble moldura que es la prolongación de la cornisa descrita en el entablamento de la puerta. No podemos terminar la descripción de la fachada sin aludir a otra característica bien novedosa en la comarca, como es la ausencia de encalado o blanqueado de la misma, sustituido por un color ocre de fondo sobre el que destacan por sus tonalidades más intensas una sucesión a todo lo largo y alto de los entrepaños de triángulos dispuestos asimétricamentre. Sólo que en el tramo perteneciente a la planta baja estos dibujos y su coloración de fondo permanecen ocultos bajo una capa de cal dada con posterioridad, que descubre en sus desconches el fondo al que aludimos.
     Los elementos sustentantes son muros de carga de ladrillo, dispuestos a soga y tizón, y los tabiques originarios (algunos de los que hoy vemos han sido hechos con posterioridad y empleando materiales industriales) de ladrillo cocido tradicional colocado de canto.
     Los elementos sostenidos son: techos de vigas de madera y tablazón machihembrada, aunque una tablazón de mayor grosor de lo que es normal en la mayoría de las casas de esta comarca, tablazón que forma el suelo de la segunda planta, que fue en parte soberao y en parte vivienda. La cubierta es a dos aguas -calle y patio posterior-, del tipo boquituerta, aunque cuenta sólo con dos soleras, por contar la casa sólo con dos crujías. Los pares son rollizos y sobre ellos asienta la tablazón machihembrada, la capa de terrizo y relleno y las tejas, que son del tipo que llaman en la comarca "naturales", es decir, de ángulo más cerrado.
     Los suelos de la planta baja que vemos hoy no tienen demasiada antigüedad, pues, aunque no es el terrazo que puede encontrarse actualmente a la venta, se trata de losas blancas unas y negras otras que debieron ser colocadas en los años sesenta, según opinión del viejo sacristán, que conoce la casa desde hace muchos años y que la recuerda aún cuando estaba habitada por los curas. Los suelos del soberao o planta alta los constituyen la misma tablazón que forma el techo de la planta baja, muy bien terminada, de forma que queda un suelo perfectamente plano, al que sólo haría falta un barnizado para que quedase incluso estético.
     Los vanos son todos adintelados, quedando sólo los de la puerta y ventanas de la calle y el de la puerta entre el zaguán y la segunda crujía; los de la fachada son de doble hoja, de madera de nogal; la puerta está reforzada con remaches dorados y las ventanas tienen doble cierre, acristalado el exterior y y macizo y de nogal el interior; la puerta del zaguán es de las mismas dimensiones que la puerta del zaguán, pero de una sola hoja, constando ésta de una pequeña puerta a modo de postigo, por el que pueden pasar las personas sin necesidad de abrir el portón (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Casa del Brigadier
. Corresponde a una vivienda de gran propietario. La portada de la casa tiene evidentes influencias barrocas, como lo demuestra la moldura quebrada que enmarca en primer término el dintel y las jambas, o las pilastras, que culminan en el entablamento, de sucesivas molduras, entre las que debe destacarse, por el primor de su ejecución y por lo que resalta estéticamente en el conjunto, una que es realizada a base de pequeños ladrillos alternos que dan lugar a una forma dentada. La cornisa del entablamento parece sostener el gran escudo que preside la fachada, de los Marqueses de Osorno. Tiene la fachada, como se ve, poca altura, pues el remate del escudo está ya unido a la cornisa sencilla que da
paso al alero.
     Algunos de los elementos arquitectónicos de la fachada los veremos continuarse en el estilo arquitectónico de las fachadas de las centurias posteriores, como es, por ejemplo, las falsas pilastras enmarcando las jambas, o la forma saliente de las rejas, salvada con el dosel por arriba y con un pedestal, que puede adoptar diversas formas, abajo (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Ermita de Nuestra Señora del Valle
     La ermita de la Virgen del Valle se halla extramuros de la villa, a un cuarto de legua de la misma, en El Valle, denominación  geográfica que tomó como advocación la venerada imagen. La primitiva ermita de la Virgen fue reedificada y engrandecida, en los primeros decenios del s. XVIII, por la devoción de don Gonzalo José Ossorno, canónigo de Sevilla, y de su sobrino Fernando Cristóbal Ossorno, quienes además costearon su retablo y la dotaron de completo equipamiento litúrgico. Años después, la ermita fue nuevamente ampliada, con la adición del crucero y capilla mayor, por gratitud del varilarguero don José Daza Moreno. Los maestros alarife y carpintero que intervinieron en la obra fueron Pedro Martínez y Juan  Herrera.
     En 1822, los hermanos don Miguel y doña Clara Ossorno levantaron el atrio con su azotea, y costearon un nuevo retablo, medallones con los santos protectores de la familia, un gran lienzo de Cristo crucificado, y una espléndida cajonera para la sacristía, procedente de la iglesia sevillana de San Basilio. Nuevas obras realizó en 1854 doña Clara de Ossorno y Paz, como figura en la lápida del lado de la epístola.
     El 24 de diciembre de 1992 terminó un largo proceso de restauración integral del edificio que había comenzado en 1981. Todo el pórtico delantero se hizo de nuevo, con las mismas formas y dimensiones que tenía el antiguo. Se hace nueva la bóveda de la nave del Santuario. Se accede a la ermita por una alameda, interesante espacio público destinado a recinto ferial. Presenta la ermita un soportal de dos arcos de medio punto sobre columna de tipo genovés y pedestal. Sobre ella, una terraza a modo de capilla abierta, como las que solía situarse en las iglesias de mercado. Bajo el soportal, un azulejo de la Virgen, de P. Navia.
     La presencia de las dos grandes banderas del regimiento de Triana, ofrecidas por el brigadier Manuel Félix Ossorno en memoria de sus victorias militares en la Guerra de Sucesión, mar­can la primera impresión del visitante. La ermi­ta presenta planta de cruz latina con bóveda de media naranja sobre pechinas en el crucero. La capilla mayor se cubre con bóveda de cañón con lunetos, al igual que los brazos del crucero.
     Preside la ermita la Virgen del Valle en un retablo-camarín del siglo XVIII, que procede de la iglesia del Divino Salvador de Carmona, donde estaba dedicado a la Coronación de la Virgen, y que fue trasladado a Manzanilla en 1938. Consta el retablo de un cuerpo y ático, por tres calles, separadas por columnas de fuste acanalado; todo él decorado con rocallas, y rema­tado por moldurón con el acrónimo de María resplandeciente. Al centro del banco del retablo se abre una urna con un Niño Jesús dormido, del s. XVII, que junto con el retablo, una corona de plata y dos imágenes laterales vinieron de Carmona. En un fanal se halla un San Antonio pequeño, en madera policromada y arco con flores de talco, del s. XIX. La imagen de la titular, de candelero para vestir, obra de Antonio Castillo Lastrucci realizada en 1940 tiene la ráfaga de plata con los punzones de Cárdenas y Guzmán, junto con los habituales de Sevilla. Es patrona canónica de Manzanilla por decreto de la Congregación de Ritos, fechado en Roma el 24 de julio de 1967.
     Varios lienzos de factura muy popular decoran los paramentos. En las dependencias interiores se conserva una colección de exvotos, pintados en lienzo, de los siglos XVIII y XIX, entre los cuales se encuentran varios de aceptable factura. De sorprendente calidad son las piezas de orfebrería que se conserva en la ermita del Valle. En primer lugar, un cáliz de plata dorado de la primera mitad del s. XVIII. Unas vinajeras de la misma época presentan repetidamente el punzón de Domínguez. Por último, un cáliz de bronce dorado, de época neoclásica, con el escudo de los Ossorno en el interior de la basa y decoración de palmetas (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
     Se encuentra situada a los afueras del casco urbano de Manzanilla, en un lugar conocido como Vado de San Nicolás, zona próxima a un antiguo Santuario de la misma advocación.
     El inmueble, que se encuentra exento, destaca por el juego de volúmenes que sobresalen de su planta de cruz latina, con respecto a las restantes edificaciones adosados al muro de la Epístola. En el imafronte de la nave principal, se alza la espadaña, la cual resalta de la cubierta de teja del templo.
     El interior presenta planta de cruz latina de una nave y crucero cubierto con bóveda semiesférica sobre pechinas. El presbiterio, a mayor altura que el resto de la nave, muestra cabecera plana donde se abre el camarín que alberga la imagen titular. En el muro de la Epístola se encuentran adosados otras dependencias, en torno a un patio exterior, y la casa de la santería.
     Al exterior, el inmueble presenta tres portadas. La de los pies, de construcción moderna, se estructura mediante un atrio con dos arcos de medio punto enmarcados en alfiz, y apoyados en una columna de mármol.
     La Ermita de Nuestra Señora del Valle se encuentra situada en el territorio denominado en el repartimiento de Sevilla como "donadía de Huegar" y perteneció al señorío de los Duques de Alcalá. Desde fines del siglo XV el lugar era conocido como Vado de San Nicolás por existir allí una ermita dedicada a este santo. Esta ermita era tan pequeña que sólo podía albergar al sacerdote y demás ministros cuando se decía la misa. La ermita de Nuestra Señora del Valle, sustituyó a ésta pasado el tiempo.
     Según la tradición la devoción hacia la imagen surge a fines del siglo XV, contándose que fue debida a que el animal transportaba la imagen de la virgen desde Sevilla al pasar por la actual ubicación de la ermita se quedó inmóvil sin poder avanzar. La fama de la imagen fue muy grande teniendo devotos de toda la comarca. Asimismo se sabe que la hermandad de Nuestra Señora del Valle pudo surgir en el siglo XVI ya que el 17 de diciembre de 1608 fue confirmada canónicamente. Pero pocas noticias más se conocen de la ermita anteriores a la Guerra de Sucesión Española. En ésta, la población de Manzanilla formó parte del regimiento de Infantería de Triana que se colocó bajo la advocación de la Virgen del Valle. El triunfo de Felipe V trajo la concesión de la realización de una feria de tres días en Pascua de Pentecostés, el 21 de diciembre de 1719, y que se viene celebrando desde entonces, por lo que goza de una gran fama como mercado de ganado.
     La primitiva ermita fue reedificada y engrandecida, en los primeros decenios del siglo XVIII, por la devoción de don Gonzalo José Ossorno, canónigo de Sevilla, y de su sobrino Fernando Cristóbal Ossorno, quienes además costearon su retablo y la dotaron de complemento litúrgico. Años después, la ermita fue nuevamente ampliada, con la adición del crucero y capilla mayor, por gratitud del varilarguero don José Daza Moreno. Los maestros alarife y carpintero que intervinieron en la obra fueron Pedro Martínez y Juan Herrera.
     En 1822, los hermanos don Miguel y doña Clara Ossorno levantaron el atrio con su azotea, y costearon un nuevo retablo.
     Nuevas obras realizó en 1854 doña Clara de Ossorno y Paz, como figura en la lápida del lado de la epístola.
     El 24 de diciembre de 1992 terminó un largo proceso de restauración integral del edificio que había comenzado en 1981.
     Todo el pórtico delantera se hizo nuevo, con las mismas formas y dimensiones que tenía el antiguo. Se hizo nueva la bóveda de la nave (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Ermita de San Roque o de la Virgen de la Victoria 
     Situada en la entrada de la villa por la carretera de Villalba. Su posición nos recuerda la función apotropaica de la advocación de San Roque como abogado contra las epidemias de peste. De planta rectangular, su arquitectura es muy sencilla y popular. El aspecto actual de la capilla mayor se debe a la reforma de 1999. En la horna­cina central se venera a la Virgen de la Victoria, imagen de candelero para vestir obra de José Merino Román, de 1938. San Roque, en madera policromada, es también de José Merino, del mismo año. Se representa con hábito de peregrino, y porta una vara de plata con decoración de rocallas, de fines del XVIII (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
      
Iglesia parroquial de Ntra. Sra. de la Purificación
 
     La  actual configuración de la iglesia parroquial se debe a las obras que, en la segunda mitad del s. XVIII, modificaron profundamente su primitivo aspecto mudéjar, aunque no su traza.
     Se compone de tres naves longitudinales, con bóvedas de cañón con lunetos sobre pilares y pilastras, crucero con bóveda de media naranja, y capilla mayor; la nave central, más alta y ancha que las contiguas. Tras la actual capilla mayor del templo se yergue esbelta la singular torre.
     Tras el incendio del 22 de julio de 1936, el templo quedó reducido tan sólo a un montón de ruinas y a unos muros calcinados. El edificio perdió la cubierta de la nave central, crucero, presbiterio y nave de la epístola. Se conservó la nave del  evangelio con sus bóvedas muy dañadas.
     Por fortuna, permaneció en pie la media naranja. Las obras realizadas respetaron el estado anterior de la fábrica. Únicamente se ampliaron las dependencias, construyendo un salón, a la derecha del presbiterio. 
     La actual iglesia tiene tres naves, crucero y ca­pilla mayor. La nave central, más alta y ancha que las contiguas, se cubre con bóveda de cañón con lunetos y las laterales con bóvedas de aristas. Las bóvedas dieciochescas originales, debido a su armazón de madera, sucumbieron en el in­cendio de 1936. Las actuales son más elevadas. Cada arquería divisoria de la nave se compone de dos arcos de medio punto sobre pilares rectangulares con imposta. Por las bandas que dan a la nave mayor, exhiben pilastras toscanas adosa­ das sobre pedestales cuadrados, disposición frecuente en Figueroa. Sobre los capiteles cabalgan sendos fragmentos de entablamento, decorados con triglifos. Y una gruesa cornisa, marcadamente longitudinal, indica el arranque de las bóvedas. Los arcos moldurados lucen en sus enjutas sendos resaltes triangulares. Los tramos de las naves quedan delimitados por los arcos fajones, que en la nave central son de medio punto, y en las laterales son peraltados y descargan sobre pilastras adosadas a los pilares que llegan hasta la imposta de los arcos formeros.
     La nave mayor conserva a los pies la puerta principal del templo, hoy cegada, y sobre ella la tribuna del coro alto con arco de medio punto y antepecho de hierro. Al final de la nave de la epístola se halla la capilla bautismal, cuyo arco de medio punto se clausura con verja de hierro fundido. Tiene bóveda de arista. En el centro está la pila de mármol blanco sobre dos gradas hexagonales, cuya solería es de cerámica de arista polícroma. Su iluminación lateral se efectúa por el costado meridional gracias a un ojo de buey.
     El crucero no sobresale del conjunto. La media naranja, al centro, voltea sobre pechinas decoradas con triángulos esféricos en resalto. Su quebrado y rítmico entablamento origina ocho pliegues simétricos que finalizan en sendas molduras colgantes. De los citados plegamientos arrancan ocho pilastras que se unen en un círculo central, símbolo de la divinidad. Esta bóveda semiesférica, que, como sabemos, construyó en 1728 Ma­nuel Pedrero, y en la que se trabajaba en 1781 bajo la dirección de Antonio Matías de Figueroa, no se desplomó en el incendio de 1936. El crucero se ilumina mediante dos ventanales laterales, abiertos muy en alto.
     Por su flanco septentrional ingresamos en la capilla sacramental a través de un arco de medio punto, protegido también con verja de hierro fundido.
     La capilla mayor es cuadrada y se cubre con bóveda de cañón con lunetos y finaliza en teste­ro plano. La imposta que indica el arranque de la bóveda, en el testero frontal, describe un arco mixtilíneo. Desde el presbiterio se ingresa en la sacristía por el lado de la epístola y por el del evangelio en el despacho parroquial.
     La distribución espacial del templo determina su morfología externa. En ella se advierten los valores estructurales del volumen de gran rotundidez y simplicidad. La nave central se cubre con tejado a dos aguas, de tejas árabes, que perdió pendiente en la restauración efectuada después de 1936. De ahí que los huecos de las mansar­das quedaran exentos, como si fueran espadañas laterales y que el remate triangular de la fachada principal despuntara notablemente del conjunto. En la restauración de 1998 ha recuperado sus primitivas formas. La media naranja del crucero se trasdosa en una composición octogonal cubierta con ocho paños de curvadas tejas. Las alas del crucero, capilla mayor y capilla sacramental, se cierran a tres vertientes, mientras que la sacristía mayor y la del sagrario lo hacen sólo con una.
     Al lado del evangelio de la capilla mayor hay un patio con aljibe. Dicho patio está cerrado por una almenada cerca con ángulos achaflanados. En cada chaflán hay una hornacina con un paño cerámico: el izquierdo representa a las Ánimas del Purgatorio; y el derecho, la coronación de la Virgen por la Trinidad.
     La portada principal, llamada del Sol, tiene dos cuerpos. En el inferior se abría un arco rebajado, hoy cegado, sobre el cual campea el escudo pontificio, flanqueado por dos pilastras dobladas con ménsulas a guisa de capitel. Sobre ella se dispone un frontón triangular partido, decorado en sus vertientes con sendos pináculos rematados con bolas. En el interior del frontón hay un rombo en resalto con la inscripción: «Año de 1685». En el ático luce una hornacina central sin imagen, flanqueada también por pilastras y cartones laterales con pináculos piramidales. Todo el conjunto queda amparado bajo un frontón curvo.
     Las portadas laterales, construidas en ladrillo, son semejantes. Tienen un arco de medio punto con rosca moldurada y triángulos rehundidos en las enjutas, entre dos elementos de sostén que so­portan un entablamento con triglifos y metopas de acusado sabor mudéjar. Sobre él se dispone un vibrante frontón triangular, en cuyo interior asoma un pinjante. En el vértice superior y en las vertientes hay dados con jarros. Una y otra se diferencian fundamentalmente en los soportes. La de la epístola emplea pilastras cajeadas, y la del evangelio semicolumnas adosadas. La portada lateral del evangelio, de corte neoclásico, se puede atribuir a José Álvarez.
     La torre barroca, obra de Lucas Cintora y Fran­cisco Díaz Pinto, puede considerarse, sin lugar a dudas, como una de las más bellas de la provincia de Huelva. Se encuentra ubicada en la cabecera del templo. Se compone de caña, dos cuerpos de campanas, superpuestos y decrecientes, y un chapitel. Todo el conjunto tectónico, de gran riqueza ornamental, está construido en ladrillo limpio, tal lado, con azulejos embutidos. Los dos cuerpos de campanas, trabajados en ladrillo lim­pio, se enriquecen con verduguillos azules. El in­ferior, -con banco y antepecho de pedestales y balaustres ondeados, abre por cada flanco un vano con arco mixtilíneo flanqueado por pilastras de orden jónico. En los ángulos achaflanados aparecen sencillas columnas jónicas. Pilastras y columnas que soportan un movido entablamento sobre el cual monta el citado antepecho. El cuerpo superior adopta semejante distribución, pero en sus ángulos achaflanados lucen colum­nas salomónicas pareadas de orden corintio, quizás los ejemplares más tardíos de este tipo de soportes.
     El chapitel, de curioso formato, contrasta vivamente con la riqueza ornamental de los dos cuerpos de campanas. Sus recortados perfiles y acusadas estrangulaciones configuran su singular morfología que difiere, a simple vista, del sentido artístico del resto de la torre, confirman­do la diferente autoría.
     Actualmente, a los pies de la nave del evange­lio, hallamos un lienzo, que representa a la Virgen del Valle, firmado por Tovar 29. En los pilares, lienzos murillescos populares de la Virgen Dolorosa y de la Soledad. Tras pasar el cancel, hay una mesa de altar con dosel de terciopelo rojo, bajo el cual se expone una nueva imagen, realizada en 1993 por el escultor sevillano Francisco Berlanga de Ávila, a la que se ha dado el nombre de la titular del templo, Ntra. Sra. de la Purificación. Se trata de una escultura en madera para vestir, sedente, con el Niño Jesús sobre su regazo. Viste toda de blanco y lleva corona de plata del siglo XVII.
     La Capilla del Sagrario, cubierta con bóveda vaída, está decorada con pinturas murales re­cientes, medallones de rocallas y motivos eucarísticos; tiene zócalo de reflejos metálicos y solería hidráulica. La preside una imagen del Sgdo. Corazón de Jesús, en un retablo de Joaquín Mo­reno Daza, contratado el 7 de agosto de 1956. La portezuela del tabernáculo es de plata. El retablo de la Inmaculada es de José Geronés Vallés.
     En la capilla mayor, ocupa el testero plano un Cristo crucificado, de 1965, obra de José Lemus, escultor que residió en Manzanilla. Una figura de la Inmaculada, del siglo XVIII, con gran revuelo de paños, ocupa una repisa lateral. En otra repisa, aparece un Niño Jesús, interesante escul­tura en madera policromada del círculo de Juan de Mesa, s. XVII. Hay, además, en el presbiterio dos lienzos de la Inmaculada, uno sobre la puerta que accede a la sacristía, de factura popular murillesca del s. XIX; el otro, de mayor calidad, sobre la puerta  que accede al despacho parroquial, de un seguidor de Murillo.
     En el lado meridional del crucero, se halla el retablo de San José, obra también del escultor palmerino Moreno Daza, de 1957. Le sigue el retablo de la Dolorosa. La imagen actual es obra de Antonio Delgado Jiménez, escultor de Bollu­llos del Condado, realizada en 1937. Decoran el retablo pinturas de San Juan y la Magdalena y un relieve de la Santa Faz en el ático.
     El cuadro de Ánimas es una pintura sobre lienzo firmado por J. Montes, en 1957. Sobre la mesa de altar, con peana de eses contrapuestas, se alza una Inmaculada, escultura en madera policromada de sabor dieciochesco.
     A los pies de la nave se abre el Baptisterio con solería antigua de azulejos sevillanos de aristas. Decora la capilla un azulejo del Bautismo de Cristo, firmado por A. Chaves, del taller de Ramos Rejano, Sevilla. En el sotocoro se halla un Cristo yacente en su urna, al parecer de principios del siglo XVII, que estaba articulado para la ceremonia del Descendimiento. Vemos también la corpulenta imagen de Jesús Nazareno, traído por el sacerdote de Manzanilla D. Rafael de la Haba y Ossorno, de la parroquia de San Vicente de Sevilla. Luce potencias de plata de mediados del s. XVIII. Junto a él, una Virgen Dolorosa con corona de plata de fines del XVIII, situada sobre una mesa de altar de fines del Setecientos.
     En el coro alto se conserva un lienzo de la Stma. Trinidad, del siglo XVIII. Distribuidos por la iglesia hay otros óleos, todos populares. Puede verse en el despacho parroquial un nota­ble lienzo de un autor sevillano del último tercio del siglo XVII, próximo a Matías de Arteaga, que representa la aparición de la Virgen a San Bernardo.
     Es importante el conjunto de ornamentos bordados. Dos casullas de imaginería enriquecen su culto: la primera, de terciopelo rojo, presenta en el bordado de la banda central anterior, a San Agustín, San Pedro y San Andrés. En la parte posterior, la Virgen Madre sosteniendo al Niño en su regazo; al centro San Pablo y en el registro inferior, Santiago el Mayor. Todas las figuras se hallan flanqueadas por balaustres. En el libro 19 de Bautismos se recoge esta noticia: «El terno encarnado de terciopelo bordado en oro y seda, se estrenó el año de 1654». La otra casulla tam­bién se dedica a la Virgen, que aparece, en la banda de la espalda, como Inmaculada con el Niño, de pie sobre la luna y luciendo ráfaga de rayos agudos y flameantes. Al centro, San Pedro y en la parte inferior, San Francisco de Asís estigmatizado. En la cara delantera se representa el Ecce Homo, con caña y manto rojo; San Juan Evangelista; y abajo un santo religioso con palma y edificio como atributos, demasiado genéricos para su identificación.
     No menos notable es su orfebrería. Un cáliz de plata, de hacia 1530, de reminiscencias góti­cas. Cáliz de plata del último cuarto del s. XVI, de estilo bajorrenacentista. Sus dos cruces parro­quiales son del último cuarto del siglo XVI. Cruz parroquial de plata, del círculo de Francisco de Alfaro. Una cruz procesional de plata, de menor tamaño, pertenece también al Bajo Renacimiento. En el mismo estilo manierista pueden situarse unas crismeras de plata. Un portapaz de bronce dorado en forma de retablito del Bajo Renacimiento. Hacia 1600 pudo labrarse un cáliz de plata, en el mismo estilo. De comienzos del XVII hay dos cálices que continúan el estilo del Bajo Renacimiento. Un rico copón de plata dorada, decorado con asitas en el nudo y cabujones de esmalte denotan su factura propia de la primera mitad del XVII. Del estilo barroco, de principios del XVIII, es un ostensorio de plata sobredora­da. De mediados del mismo siglo es un cáliz de plata. De la segunda mitad del Setecientos es el pie de un ostensorio de plata. Y una demanda de plata, de formas lisas, aunque con motivos in­cisos de rocalla. Ya del XIX es un portapaz de plata con el punzón cordobés de Vega, y un por­taviáticos de plata en forma de venera (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
     Aunque se trata de un edificio exento, la existencia de dependencias anejas en torno al presbiterio y la excesiva proximidad del caserío circundante dificultan en buena medida la completa percepción de su potente volumetría.
     La actual iglesia es de planta basilical con tres naves de dos tramos cada una, crucero y capilla mayor de testero plano.
     La nave central, más alta y ancha que las laterales, se cubre con bóveda de cañón con lunetos y las laterales con bóvedas de aristas.
     Las tres naves se encuentran separadas por arcos formeros de medio punto, moldurados, que descansan sobre pilares rectangulares con impostas. En las enjutas de estos arcos se establecen sendos resaltes triangulares. Hacia la nave central se adosan pilastras toscanas que descansan en pedestales cuadrados. Sobre los capiteles cabalgan sendos fragmentos de entablamento decorados con triglifos. Una gruesa cornisa marcadamente longitudinal indica el arranque de las bóvedas. Los tramos de las naves quedan delimitados por los arcos fajones que en la nave central son de medio punto y, en las laterales, de medio punto peraltados que descargan sobre pilastras adosadas a los pilares de los arcos formeros.
     A los pies de la nave central se ubica el coro el cual conecta con la misma a través de un vano de medio punto sobre el que apoya la tribuna superior compuesta con antepecho de balaustres de hierro. A ella se accede mediante una escalera situada a los pies de la nave del Evangelio.
     A los pies de la nave de la Epístola se ubica la capilla Bautismal, de planta rectangular cubierta con bóveda de arista. La zona central de la capilla la ocupa la pila bautismal, realizada en mármol blanco dispuesta sobre una solería compuesta de dos gradas hexagonales. Se trata de un conjunto de piezas cerámicas polícromas del siglo XVI, de estilo renacentista, realizadas con la técnica de arista y decoradas con motivos geométricos que alternan con otros vegetales de colores azules, verdes, marrones y negros. Las piezas colocadas de cantoneras son planas, se decoran con motivos vegetales de
tonos azules, son barrocas y datan del siglo XVIII.
     El crucero está cubierto de cúpula sobre pechinas que apoyan sobre cuatro arcos torales compuestos de pilastra adosadas en sus frentes. Los brazos del crucero, que no sobresalen en planta, se cubren mediante bóvedas de cañón con lunetos. El brazo izquierdo comunica con la capilla Sacramental la cual es de planta cuadrangular cubierta con bóveda baída. En el brazo derecho se abre el camarín de Nuestra Señora de la Soledad.
     La capilla mayor, que se encuentra a mayor altura que el resto de la iglesia, tiene planta cuadrangular y está cubierta también con bóveda de cañón y lunetos. A ambos lados se sitúan las dependencias parroquiales; a la izquierda comunica con la sacristía, recinto de planta rectangular, compartimentada, que conecta a través de un corredor con el despacho parroquial y tiene acceso además al patio del aljibe, antiguo cementerio del templo.
     En el exterior, la fachada de los pies del templo destaca por su gran sencillez y originalidad. Se compone de un alzado de dos cuerpos; el inferior se encuentra centrado por una portada denominada del Sol, construida en ladrillo visto sobre el paramento liso de la fachada. Se estructura con dos cuerpos; el primero se compone de un vano central escarzado, con ménsula en la clave, que actualmente se encuentra tapiado, y en las enjutas muestra el escudo pontificio. El conjunto está flanqueado por altas pilastras dobladas, con ménsulas a modo de capitel, y frontón triangular partido, interrumpido por un rombo de resalto en cuyo centro presenta la inscripción «año de 1685». En ambos extremos de esta composición se ubican pirámides de bolas sobre pedestales.
     El segundo cuerpo consta de una hornacina central flanqueada con cartones y espirales terminados en pináculos piramidales y frontón curvo partido, coronado con tres pilastras con bolas.
     El trazado del segundo cuerpo y el contorno general de la fachada traduce la visión espacial del interior del templo. Está compuesta de un cuerpo central más alto que se corresponde con el hastial de la cubierta de la nave central de la iglesia.
     El conjunto está decorado en ladrillo visto, dispuesto en arcadas de medio punto, almohadillado y de carácter geométrico.
     La fachada de la Epístola, de gran sencillez, se compone de la portada y del volumen poligonal del camarín de Nuestra Señora de la Soledad, el cual se estructura con pilastras toscanas elevadas sobre un basamento y terminadas con un entablamento decorado con triglifos y metopas, interrumpido en la zona central por un óculo que proporciona iluminación a la capilla. Corona el conjunto una cornisa y antepecho dispuesto con dados en correspondencia con las pilastras y un remate trifolio en el centro. La portada se abre en el segundo tramo de la nave de la Epístola. Realizada en ladrillo visto, se compone de un vano de medio punto, moldurado, con clave resaltada y triángulos rehundidos en las enjutas. El conjunto se encuentra flanqueado por pilastras cajeadas, que sostienen un entablamento con triglifos y metopas bajo un movido frontón triangular coronado con jarrones.
     La fachada del Evangelio hace las funciones de principal tras el cierre de la portada de los pies. En ella se aprecian los diferentes volúmenes que la conforman: a la izquierda se ubica el patio del aljibe, antiguo cementerio de la iglesia, delimitado por un grueso muro coronado con merlones de capuchón. En los ángulos achaflanados de dichos muros se establecen dos retablos de azulejos realizados en el último tercio del siglo XVIII, con la representación de las Almas del Purgatorio. El primero muestra sobre las Ánimas a Cristo Resucitado, a la Virgen del Carmen y a San José con el Niño. El segundo, la Coronación de la Virgen y a la Santísima Trinidad. La portada da acceso al interior del templo a través del segundo tramo de la nave del Evangelio. Está considerada como una de las portadas del más puro estilo neoclásico.
     Construida en ladrillo visto se estructura mediante un vano de medio punto con ménsula en la clave, flanqueado con medias columnas adosadas, de fustes estriados en la zona inferior, que descansa sobre un pedestal cajeado, entablamento superior compuesto de metopas y triglifos, coronado con frontón triangular movido rematado con jarrones.
     La torre se encuentra adosada y situada detrás de la cabecera del templo. Tiene dos accesos; uno interior que abre a la altura del primer cuerpo de campanas, a través de una escalera de caracol ubicada tras el testero de la iglesia y comunicada con el salón parroquial; y otro exterior, abierto al patio del aljibe. La torre se compone de caña, dos cuerpos de campanas superpuestos decrecientes y chapitel superior. Todo el conjunto tectónico, de gran riqueza ornamental, está construido en ladrillo visto tallado y azulejos embutidos. La caña de gran altura, compuesta de un basamento de piedra, muestra los ángulos redondeados y decorados en la zona superior a modo de capitel. En tres de sus frentes y dispuestos en eje, se abren balcones semicirculares con antepecho de balaustres, vanos trilobulados, pilastras dobladas y entablamentos con pinjantes y frontones partidos. Asimismo, presentan óculos moldurados y decorados en la zona superior con diversos motivos. También aparecen un retablo de azulejos con la representación del Sagrado Corazón de Jesús, así como una lápida de mármol con una inscripción alusiva al año en que se inicia la construcción de la torre, 1760.
     El primer cuerpo de campanas se compone de banco y antepecho de pedestales y balaustres ondeados. Abre por cada flanco un vano con arco mixtilíneo flanqueado por pilastras de orden jónico. En los ángulos achaflanados se encuentran sencillas columnas jónicas, pilastras y columnas que soportan un sencillo entablamento sobre el cual se establece el antepecho.
     El cuerpo superior presenta también los ángulos achaflanados y columnas salomónicas pareadas de orden corintio. El chapitel se compone de recortados perfiles y acusadas estrangulaciones que configuran su singular morfología.
     Parece ser que la más temprana construcción del templo corresponde a una traza mudéjar y se remonta al siglo XV, llevándose a cabo a partir de entonces diferentes modificaciones, sobre las que se conservan escasas noticias documentadas. La más antigua de todas ellas, en relación con la construcción del templo, se trata del contrato firmado el 4 de marzo de 1555 por el albañil Bartolomé Ruiz y el carpintero Alonso Ruiz, obligándose ambos a labrar un costado o nave de la iglesia. El siglo XVII también ofrece algunos datos aislados en torno a la construcción de la iglesia y la ultimación de su equipamiento mueble. 1685 es finalmente la fecha que aparece grabada en el frontis de la portada de los pies de la iglesia, único vestigio que subsiste en el actual conjunto de su etapa anterior al terremoto de 1755, suceso que ocasiona graves daños en la estructura del edificio, subsanados con una importante reconstrucción del mismo a lo largo de la segunda mitad de la centuria.
      El mayor volumen de referencias documentales sobre el proceso constructivo del inmueble corresponde al siglo XVIII, especialmente a su segunda mitad, momento al que se debe sin duda el aspecto del edificio que hoy contemplamos. En 1710 se llevan a cabo diversas reparaciones en el cuerpo de la torre y la cubierta de la nave central. Igualmente sabemos que, en 1722, el arquitecto Diego Antonio Díaz informa sobre la techumbre de la iglesia, y el 31 de marzo de 1728 dicta nuevas condiciones para levantar unas tres varas su capilla mayor, con el objeto de equilibrar su altura con la del resto del templo, obra de la que se encargaría el maestro albañil Manuel Pedrero.
     Hacia mediados del setecientos, se inicia una etapa completamente nueva en el edificio. Los graves desperfectos sufridos por el terremoto de 1755, llevan al Arzobispado hispalense a plantear la reconstrucción del inmueble, que tiene lugar a partir de 1759. Pedro de Silva, en calidad de maestro mayor de obras, reconoce la deteriorada fábrica y presupuesta una obra básica, con la sustitución de la espadaña por una torre. Aprobado por el Cabildo metropolitano, la empresa de la torre se llevaría a cabo, estableciendo Pedro de Silva algunas directrices para el emplazamiento de la torre.
     Las obras comienzan el 4 de mayo de 1760, bajo la dirección del maestro Lucas Cintora, paralizándose el 19 de febrero de 1762, cuando sólo se había llegado hasta el segundo cuerpo de campanas. En 1777, Pedro de Silva volverá a reconocer el estado de las obras del edificio. Tras varios años de paralización, el 10 de junio de 1778 se vuelven a reanudar las obras, esta vez a cargo del maestro Francisco Díaz Pinto, que trabaja hasta el 17 de abril de año siguiente, culminando el segundo y último cuerpo de campanas.
     Ultimada la torre, se afronta inmediatamente la tarea de erigir de nuevo el templo, esta vez bajo las trazas de Antonio Matías de Figueroa. El propio Matías de Figueroa reconoce el edificio y en julio de 1780 dirige las obras. Posteriormente, entre 1782 y 1783 dirige las obras José Álvarez, realizando la neoclásica portada de la nave del evangelio. En 1784 corresponde al arquitecto Fernando Rosales inspeccionar la marcha de los trabajos y, por fin, el 18 de febrero de 1787 se inaugura la nueva iglesia, fundiéndose en este mismo año las campanas, a cargo de Vicente Falcón. Al año siguiente, Antonio de Figueroa culmina el proceso, con el reconocimiento del edificio recién terminado.
     A partir de la terminación, a finales del setecientos, no se tiene ninguna noticia más sobre el templo hasta el desafortunado incendio que, el 22 de julio de 1936, ocasiona su completa ruina, tanto en lo que se refiere a su aspecto arquitectónico, como a los bienes muebles, de los que no pudo salvarse ninguno. Aurelio Gómez Millán firma un proyecto de intervención el 15 de agosto de 1939, donde defiende la necesidad de reconstruir por completo el inmueble, respetando su concepción primigenia (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

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