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lunes, 19 de junio de 2023

Los principales monumentos (Castillo) de la localidad de Moguer (I), en la provincia de Huelva

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Huelva, déjame ExplicArte los principales monumentos (Castillo) de la localidad de Moguer (I), en la provincia de Huelva.
Ubicación
     Situada en la margen izquierda del Tinto, a escasos kilómetros de su desembocadura y a 51 metros sobre el nivel del mar
Reseña histórica breve
     El territorio donde se encuentra Moguer fue un foco de atracción de población del interior y pueblos del Mediterráneo oriental desde la Antigüedad, según se desprende de los restos arqueológicos de origen neolítico, fenicio y romano.
     Los primeros contactos con Roma debieron producirse entre los años 150 -114 a. C. Los hispanorromanos establecieron sus industrias de salazones a lo largo del mítico río Urium o Tinto, vía natural de comunicación y comercio de las distintas culturas que lo utilizaron. En su origen Moguer fue una villa romana con su torre, reconvertida más tarde en alquería por los musulmanes. Esta pequeña entidad rural fue conquistada por la Orden de Santiago hacia 1239 – 1240 junto con otros enclaves del Algarve histórico, siendo anexionada a Castilla.
     El término de Moguer fue delimitado en 1.264. Tras un paréntesis en que formó parte de la jurisdicción del Concejo de Niebla fue entregada por Alfonso XI en señorío a su almirante Alonso Jofre Tenorio en 1.333. Esta villa marinera se transformó en muy poco tiempo en una de las más importantes de Andalucía, gracias sobre todo a la política de atracción demográfica que pusieron en práctica sus Señores.
     Las instalaciones portuarias moguereñas llegaron a su máximo esplendor a partir de 1.439, cuando los Reyes Católicos concedieron su seguro a las embarcaciones que arribaban a su puerto procedentes de Europa, Canarias y África
     Este ambiente marinero explica la participación de Moguer y su puerto en el Descubrimiento de América. Moguer aportó una carabela: “la Niña”, construida en los astilleros moguereños por la familia Niño, de ahí su nombre. Tres fueron los Niño que acompañaron a Cristóbal Colón en el primer viaje, Pedro Alonso, piloto mayor de la flotilla, que viajaba junto al almirante en la nao Santa María; Juan y Francisco, que comandaban el barco de su propiedad, y con ellos, decenas de moguereños, hasta una tercera parte de la tripulación de las naves..
     A partir del s. XVII en Moguer se incrementa el cultivo de la vid, que se convierte en motor económico de la villa, desde cuyo puerto parten los ricos caldos de la comarca hasta los mercados del norte de Europa. Proliferan las bodegas y tonelerías y Moguer se convierte en un bullicioso centro económico. La plaga de filoxera que arrasó los viñedos a principios del siglo XX y el aterramiento del río Tinto sumió a la localidad en un profundo letargo del que no comenzó a despertar hasta la década de los sesenta, cuando se instala en Huelva el Polo Industrial, y comienzan a ponerse en marcha explotaciones agrícolas de cultivos de primor.
     Actualmente Moguer es una ciudad próspera con una economía basada en el cultivo de la fresa, producto que se exporta a muchos países europeos. En sus 204 Km2 de término municipal, unas 2.500 hectáreas están dedicadas al cultivo del fresón (más del 30% del total provincial. Junto a esta pujanza del sector agrícola, el futuro de Moguer pasa por el desarrollo equilibrado y racional de las enormes posibilidades turísticas que ofrece tanto su riqueza monumental y artística, como la belleza y variedad de sus espacios y parajes naturales, y especialmente de uno de los tramos costeros más hermosos y vírgenes de Europa, como es Mazagón.
Patrimonio cultural y artístico
     El 23 de diciembre de 1881, a las doce de la noche, y en la calle Ribera esquina a la de las Flores, nacía el más ilustre de los moguereños, Juan Ramón Jiménez Mantecón, poeta universal y Premio Nóbel de Literatura en 1956.
     Juan Ramón tuvo siempre presente a su ciudad natal como inspiración y referente. "Te llevaré Moguer a todos los lugares y a todos los tiempos, serás por mí, pobre pueblo mío, a despecho de los logreros, inmortal". Esta frase del poeta nos muestra su rotundo y constante amor a la tierra que lo vio nacer y a la que, sin duda, elevó a la categoría de inmortal, desde los colores malvas, amarillos y azules de su paleta poética.
     Tal fue la devoción que el poeta profesó a la “blanca maravilla”, que sus últimas palabras antes de expirar el 29 de mayo de 1958 en el hospital Minimaza de Santurce, en Puerto Rico, fueron “Moguer,…madre,…Moguer”
     MONASTERIO DE SANTA CLARA
     S. XIV-XVI Gótico- mudéjar y Renacentista. En el interior de la iglesia se encuentran los sepulcros en mármol y alabastro de sus fundadores. Claustro de las Madres y Sillería de estilo nazarita. Sede del museo provincial de arte sacro y escenario del “Voto Colombino”
     CONVENTO DE SAN FRANCISCO
     S. XV-XVIII, Renacentista y Barroco. Destaca en el conjunto su claustro manierista. En él se encuentran el Archivo histórico Municipal y la Biblioteca Iberoamericana
     IGLESIA PARROQUIAL NTRA. SEÑORA DE LA GRANADA
     S. XVIII. Uno de los templos más presentativos del Barroco sevillano. De aspecto catedralicio consta de cinco naves y es el mayor templo de la provincia. Su torre, del XIV, se asemeja a la de la Giralda.
     CASA MUSEO ZENOBIA-JUAN RAMON
     S. XIX Gótico-mudéjar. Hermosa casa solariega en la que habitó el Premio Nóbel de Literatura Juan Ramón Jiménez. Sede de la Fundación que vela por el legado del poeta, en sus salas se recrea la vivienda original del Andaluz Universal y se muestran al público libros, manuscritos, muebles, enseres y otros muchos elementos relacionados con Juan Ramón y su esposa Zenobia.
     CASTILLO
     Construcción militar almohade, ampliada y transformada en el s. XIV, cuyo origen fue una torre defensiva romana. Digno de visitar el Aljibe en el Patio de Armas. Oficina de Recepción e Información Turística.
     CASAS CONSISTORIALES O AYUNTAMIENTO
     S. XVIII. Barroco. Exponente de la arquitectura civil de la época. Obra del italiano Tomás Bottani. Ampliado y remodelado en el siglo XX.
     CAPILLA HOSPITAL CORPUS CHRISTI
     S. XIV Gótico-mudéjar. Perteneció al antiguo convento franciscano, en cuyo solar se levanta el Teatro Municipal Felipe Godínez: su fachada de azulejería sevillana perteneció a la estación enológica que se instaló en Moguer en 1915.
Fiestas y tradiciones
     Romería de Ntra. Sra. de Montemayor: 2º Fin de Semana de Mayo, en Moguer. La más multitudinaria y pintoresca de todas las fiestas moguereñas. Se celebra en honor a la Patrona de Moguer, alrededor de su Ermita en el paraje que lleva su nombre. Durante tres intensos días los asistentes combinan la devoción con la fiesta, viviendo en chozos de eucalipto construidos por ellos mismos durante varias jornadas. La hospitalidad del lugareño en su fiesta grande, es la característica más destacable.
     Fiestas Patronales (Velada) de Ntra. Sra. de Montemayor: 8 de Septiembre. Una semana intensa de programación cultural y de festejos en el recinto ferial moguereño.
     Semana Santa (fecha variable). Actualmente son 8 las Cofradías que procesionan en Moguer. Desde el Domingo de Ramos al Sábado Santo, Moguer se viste de Nazareno, culminando la Pasión en el tradicional “Domingo de borregos”, como popularmente se denomina a la rifa popular de borregos que se realiza cada Domingo de Resurrección en Moguer.
Recursos económicos y sociales
     A pesar de la gran apertura a las nuevas tecnologías que el mercado impone al municipio, Moguer ha sabido alternar el progreso con la tradición, combinar lo nuevo y lo antiguo, la tecnología y la artesanía. Prueba de ello son los productos artesanales que dan fama al municipio: los pastelillos finos moguereños elaborados con productos naturales por confitería La Victoria, el vino de naranja y el vermuth de la prestigiosa firma Sáenz.
Gastronomía
     La gastronomía moguereña puede ofrecer al visitante, platos tan exquisitos como el bacalao con tomate, el choco con habas, el gazpacho de cilantro, los fritos y asados de pescado fresco de la costa, -lenguados, acedías, corvinas...- o las exquisitas gambas y coquinas, que son capaces de satisfacer el paladar más exigente. Los Vinos del Condado son el complemento perfecto a la hora de regar estos manjares. Y como postre, las exquisitas quesadillas de almendra de Santa Clara, nuestras naranjas, melocotones y sobre todo, nuestro fresón, cuyo cultivo y comercialización se ha convertido en los últimos años en el verdadero motor de la economía local (Diputación Provincial de Huelva).
     La ciudad de Moguer se alza sobre una colina, situada a la margen izquierda del río Tinto. Su término municipal consta de 204 km2 que incluyen parte de las antiguas playas de Castilla, en lo que hoy es Mazagón. Es cabeza de partido judicial y se encuentra a 20 km. de la capital de la provincia. Su población asciende a 12.500 habitantes. La economía de Moguer está basada en la agricultura. Históricamente estuvo centrada en el viñedo, pero ahora lo está en el cultivo de la fresa, con una proyección industrial a nivel nacional e internacional.
     Hay testimonios prehistóricos de ocupación humana. De época tartésica, romana y árabe se pueden encontrar en los parajes del Monturrio y El Moral. En época musulmana fue una alquería de Niebla. Es desde entonces cuando se conoce a la localidad con el nombre de Moguer, que proviene del topónimo árabe «mugar», que significa caverna, cueva.
     Tras la reconquista de la zona, entre 1262 y 1264, se convierte en aldea de Niebla, separándose definitivamente de la misma cuando Alfonso XI crea el señorío de Moguer, concediéndoselo al almirante mayor de Castilla D. Alonso Jofre Tenorio. Desde entonces, será villa señorial de los Tenorio y sus herederos los Portocarrero, marqueses de Villanueva del Fresno y Barcarrota, hasta la supresión de los señoríos jurisdiccionales en el siglo XIX. En 1642, el rey Felipe IV le otorga el título de ciudad y, en 1779, Carlos III le concede los de «Muy Noble y Muy Leal».
     Durante la Baja Edad Media, Moguer se convirtió en una de las principales villas de Andalucía. Llegó a alcanzar en el siglo XV una población de 3.500 a 4.000 habitantes. Sus vecinos se dedicaban a la agricultura, a la pesca y al transporte marítimo. La villa poseía un amplio término municipal con diversas dehesas y montes concejiles. A finales de dicha centuria, vivió con mucho protagonismo el acontecimiento del Descubrimiento del Nuevo Mundo, su evangelización y conquista. De sus astilleros salió la carabela Santa María o Niña y numerosos moguereños, con la familia Niño al frente, participaron en este trascendental acontecimiento. Cristóbal Colón, el 16 de marzo de 1493, cumplió un voto, hecho en la travesía descubridora, en la iglesia del monasterio de Santa Clara (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
     El Centro Histórico de Moguer se encuentra en la provincia de Huelva, Está situado a una altitud de 51 metros y a 19 kilómetros de la capital, y a 80 km. de la ciudad de Sevilla. Está muy cercana al vecino municipio de Palos de la Frontera.
     Moguer está ubicado al sudoeste de la Península Ibérica, en la denominada Tierra Llana de la provincia de Huelva. Al norte es colindante con el río Tinto, los municipios de Huelva, Niebla y de San Juan del Puerto, al sur con el océano Atlántico y Palos de la Frontera, al oeste el Río Tinto y Palos de la Frontera, y al este con los términos municipales de Almonte y Lucena del Puerto. Pertenece a la Comarca Metropolitana de Huelva.
     Tres unidades constituyen su paisaje: la marisma, la costa y la campiña. El Río Tinto y su marisma ocupan el paisaje predominante al norte del término municipal. Al sur se extiende 13 kilómetros de Playas vírgenes coronadas por barrancos arenosos. El resto del territorio lo constituye la campiña, surcada por los arroyos Galarín y Montemayor que mueren en el Río Tinto; Arroyo de Angorrilla, de la Monjas, Cañada del Peral y Grulla en el estero Domingo Rubio, y el de las Madres en la Laguna de las Madres. Cortando las capas superiores y en los interfluvios aparecen formas onduladas o "cabezos".
     El núcleo histórico de Moguer representa el conjunto urbano de mayor entidad dentro de los Lugares Colombinos. En cuanto a su larga historia, las investigaciones arqueológicas prueban su ocupación desde época romana e islámica bajo el control de Niebla, constituyéndose en Señorío en 1333 a favor de Alonso Jofre Tenorio, Almirante Mayor de Castilla, que después pasará por vía matrimonial a la Casa de los Portocarrero quienes la dotaron de servicios y edificios religiosos y civiles que la hacen uno de los conjuntos más interesantes de la provincia de Huelva.
     Entre sus monumentos destacan los Conventos de Santa Clara y San Francisco, las ruinas del antiguo castillo, la Iglesia parroquial, el Ayuntamiento, el antiguo Hospital del Corpus Christi, la Casa Muso de Zenobia-Juan Ramón, la casa natal del poeta y un importante conjunto de viviendas y bodegas, que van desde el siglo XV al XX.
     Como rasgo general se indica que en el ámbito delimitado como sector de Moguer aparecen diversas tipologías constructivas de carácter histórico, junto con una estructura urbana consolidada ya en el siglo XV, enriquecida considerablemente por el comercio con las Américas a lo largo de los siglos, plasmándose en la articulación de viviendas de carácter culto y popular y de bodegas de diverso porte que imprimen a la trama urbana su seña de identidad.
     Dicha trama se desarrolla en torno a los caminos que comunicaban el pueblo con las localidades aledañas desde la antigüedad, siendo en torno a estos ejes donde se formó el núcleo, lugar en el que se encuentra el Castillo-fortaleza, de gran valor patrimonial por su significado urbano.
      En líneas generales el espacio urbano de Moguer, formado en torno al castillo, responde a las características y el desarrollo de un núcleo urbano radial. La plaza pública es el centro donde confluyen todas las calles, aunque existen otros puntos nucleares como la parroquia el monasterio de Santa Clara y el convento de San Francisco, con sus respectivas plazas. En la antigua plaza pública, porticada hasta bien entrado el siglo XVIII, tenía lugar una importante feria semanal desde 1333, año en el que Alonso Jofre Tenorio otorgó a su villa dicho privilegio. Los soportales de la plaza pública albergaban un buen número de tiendas donde el vecindario podía conseguir los productos más variados. La fisonomía actual responde a los cambios producidos después del terremoto de 1755. Esta plaza pública conectaba con el puerto a través de la calle de la Ribera, antigua arteria principal de Moguer.
     Las calles, en su mayoría espaciosas, en esta época se encontraban sin pavimentar. En periodos anteriores las viviendas eran en su mayoría de una planta, con portal, azotea y soberado, de aspecto pobre, construidas de barro, tapial y madera.
     El centro urbano conserva algunas viviendas de mejor calidad de fines del siglo XV y del XVI con predominio mudéjar. En la calle nueva se confirma este rasgo mudéjar en patios y fachadas, siendo un buen ejemplo de construcciones del XVI la que se ofrece en la esquina de las calles Nuera-Molino de Coba, en otra época posada que sirvió de hospedaje al escritor romántico Washington Irving. Los beneficios con el tráfico americano y el comercio trajeron como consecuencia una fiebre constructora que es testigo de la próspera economía local durante época moderna.
     A lo largo del primer tercio del XVII se mantiene la morfología uniforme del XVI con plantas regulares. Tras el terremoto de 1755, que afectó considerablemente a todas las construcciones de la población, se realizaron obras de ampliación en sus calles y plazas, motivando la aparición de una ciudad barroca en cuyo espacio aparecieron uniformes edificios acordes con la nueva mentalidad. La estética dominante en la parroquia de Santa María de la Granada y el nuevo Ayuntamiento sirvieron de modelos a muchas fachadas del centro de la ciudad.
     Otro momento destacado en la conformación de este núcleo histórico es el que se produce a partir de la segunda mitad del XVIII, coincidiendo con el comercio y el auge vinatero. La falta de terreno para edificar en el casco urbano y las dificultades para la extensión de la población, provocó la urbanización integral del campo del Castillo. La mayor parte de los solares se destinaron a construir viviendas y sobre todo bodegas cuyo número superaba las trescientas en la época conocida como edad de oro para los vinos del Condado. Esta tipología constructiva se afianza como seña distintiva del núcleo histórico de Moguer ya que durante mucho tiempo Moguer desempeñará la función de centro exportador de los vinos del Condado hasta la construcción del ferrocarril. El trazado urbano en este momento adquiere importantes mejoras, continuándose con esta política urbanística hasta su culminación ya en la segunda mitad del XIX, con las medidas de saneamiento y exorno público.
     En los últimos años los esquemas de fachadas barroca y decimonónica en las viviendas se han extendido, reproduciéndose como línea estilística dentro del núcleo histórico. Predomina la vivienda unifamiliar entre medianeras de una sola planta con doblado o de dos plantas que mantienen un buen estado de conservación. La cubierta de estas viviendas suele estar resuelta con azotea transitable, aunque en las construcciones más actuales hay una tendencia a cubiertas inclinadas de tejas a una o dos aguas. Existen fachadas de tapias que cierran los corrales traseros de las viviendas (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     Moguer es el último de los llamados lugares colombinos. De Moguer procedía una parte de los marineros que na­vegaron en las carabelas del Descubrimiento. En Moguer residía Inés Enríquez, abadesa del convento de Santa Clara, que apoyó el proyecto de viaje e hizo gestiones en instancias influyentes de la Corte. En los astilleros de Moguer fue construida La Niña. En el convento de clarisas cumplió el almirante un voto hecho durante la travesía.
     Pero Moguer es una población que no sólo tiene establecidos vínculos con la gesta de Colón. Otros ele­mentos poseen entidad suficiente como para atraer el interés del viajero: la riqueza monumental, la belleza de sus calles y el poso de poesía dejado por el Nobel Juan Ramón Jiménez. Junto a un castillo, dos conventos y un templo parroquial, aporta edificios decimonónicos que reflejan el esplendor de una burguesía refinada y agrícola. Y el conjunto de rejas, fachadas y patios se halla perfumado por una prosa que destila luz y esencias, densidad en el silencio.
     Un letrero proclama a la entrada de la villa que Moguer es "la luz con el tiempo dentro". Nuestros pasos se encaminan a descifrar el significado de la frase. Comienza el recorrido en el castillo, espacio que parece haber sufrido la devastación que producen la incuria y los años. De la fortaleza levantada en el siglo XIV sobre una construcción militar almohade, que dibuja un cuadrado irregular con torres en las esquinas, quedan unos grandes lienzos de tapial, corroídos por la lluvia y el aire, y dos únicas torres. En el interior se ha instalado la Oficina de Turismo.
     Adorna uno de los lados de la plaza del Cabildo el edificio del Ayuntamiento, inmueble neoclásico que se ordena alrededor de un patio central y muestra una fachada engalanada con dos galerías de arcos. En la superior se localizan los dibujos de un artesonado mudéjar que se ve desde la calle. Desde la plaza y siguiendo la calle Andalucía se llega al convento de santa Clara. Pero antes conviene detenerse ante la capilla del hospital del Corpus Christi, que formó parte de un recinto mo­nástico fundado en el siglo XIV y convertido más tarde en hospital de pobres. Tras el terremoto de Lisboa, sólo quedó la iglesia, cuyo interior fue destrozado en la Guerra Civil. En los terrenos monacales se construyó una estación enológica cuyos vistosos azulejos sevillanos de 1915 decoran la fachada del teatro Felipe Godínez. El convento de monjas clarisas, que es uno de los monumentos más relevantes de la provincia de Huelva, concentra una notable riqueza artística. Fue fundado en el siglo XIV por don Alonso Jofre Tenorio, almirante de Castilla, y su esposa doña Elvira Álvarez. Habitado por religiosas franciscanas hasta 1903, alberga el Museo Diocesano de Arte Sacro. Después de franquear la entrada, se accede a un claustro mudéjar de ladrillo con cuatro galerías de arcos apuntados (siglo XV). A continuación, el claustro Grande o de las Madres, cuya construcción se inició en el siglo XIV, despliega una sucesión de arcos, apuntados en la planta baja y renacentistas en la superior, y forma un espacio luminoso gracias a la cal que los recubre. Alrededor de este claustro de grandes dimensiones se ordenan diversas estancias monacales como la sala capitular y el refectorio. La sala llamada De profundis guarda un artesonado mudéjar del siglo XVI.
     En la iglesia conventual, que fue levantada en el siglo XIV, es posible contemplar un interesante conjunto de pinturas murales, un retablo manierista de Jerónimo Velázquez terminado en 1640 y un grupo de sepulcros góticos y renacentistas. Forman una especie de panteón que guarda los restos de los fundadores del monasterio y sus descendientes. En el centro, frente al altar mayor, se alinean cinco figuras yacentes. Y una pareja en cada una de las dos tumbas laterales. Abadesas y señores cruzan los brazos sobre el pecho mientras hacen ostentación de nobleza y calidad en los ropajes.
     Tanto en el antecoro como en el coro se concentra un conjunto de obras artísticas de excepcional relieve. En el primero destacan el artesonado de madera (siglo XVI), las puertas con pinturas del XV y el relieve de la Purificación, obra de Martínez Montañés. Y en el segundo, las dos joyas del convento: la extraordinaria sillería nazarí (siglo XIV) que destaca por la fineza de labra y el despliegue de una policromía capaz de iluminar los escudos heráldicos que llenan los asientos, presentes porque las monjas procedían de familias nobiliarias; y las puertas del coro bajo, que actúan como elemento separador entre este espacio y la iglesia y están cubiertas por unas valiosas pinturas del siglo XV.
     Junto a Santa Clara se levanta el convento de San Francisco, que fue fundado en 1482 por don Pedro Portocarrero, octavo señor de Moguer, y su esposa dona Juana de Cárdenas. Lo más destacado es su claustro manierista (último cuarto del siglo XVI), que concentra la belleza de lo imperecedero. Doble galería de arcos peraltados y escalera señorial. Hermoso y bien ornamentado, produce una gozosa sensación estética al contemplar los colores y los discos de cerámica que engalanan las enjutas y los arcos. Alberga el Archivo Histórico Municipal y la Biblioteca Iberoamericana.
     Moguer, ciudad blanca de luz y cal, de patios y zaguanes, de rejas y balcones, de azulejos y cancelas, es un escenario perfecto para las deambulaciones. Pasear por sus calles es sumergirse en las esencias de una Andalucía elegante y señorial, de fachadas que trazan simetrías y componen un haz de pentagramas entre las rejas y las paredes blancas. Conviene recorrer las calles de Juan Ramón Jiménez, Sor Ángela de la Cruz o Diezmo Viejo.
     Persiguiendo la esencia de la luz y el tiempo se desem­boca en la plaza de Nuestra Señora de Montemayor. Allí se encuentra la iglesia parroquial de la Granada. Dice Juan Ramón Jiménez que "la torre de Moguer, de cerca, parece una giralda vista de lejos". Este juego de perspectivas no impide columbrar el empaque y armonía de volúmenes que define la fábrica de este templo levantado en el siglo XVIII. En el último cuerpo de la torre se concentran los elementos decorativos propios del barroco de inspiración sevillana. En la llamada puerta del Sol, abierta en la fachada principal, se ponen de manifiesto las hechuras barrocas y su configuración a manera de retablo. La iglesia de Moguer, en su interior, es alta, grande, luminosa, casi catedralicia. Un conjunto de retablos, lienzos, imágenes y rejas embellece las naves. Conserva piezas de orfebrería y ornamentos litúrgicos de época barroca.
     En la misma plaza, al comienzo de la calle A. H. Pinzón se puede ver la fachada de la casa del almirante Hernández Pinzón, que se pone como ejemplo de vivienda decimonónica con reminiscencias nobiliarias. En ella murió el almirante que rindió la flota española a los americanos.
     Otro detalle característico de Moguer es la atmósfera poética que envuelve el caserío. El aliento de Juan Ramón Jiménez todavía está presente en plazas y callejas, reviviendo la página vital que él resumió en su Platero y yo. Escritas en azulejos, en muchas fachadas se expo­ nen frases evocadoras del Moguer que el poeta conoció. Porque el Nobel de literatura nació y vivió un tiempo en Moguer. Nació en una casa de la calle Ribera, ejemplo de vivienda burguesa de finales del siglo XIX que exhibe fachada con sabor neomudéjar y se ha convertido en el Museo casa Natal de Juan Ramón Jiménez. Y luego, a los seis años, se trasladó a la calle entonces llamada Nueva y hoy conocida con su nombre, a una mansión blanca de cal con vanos enrejados y simétricos, que responde a los modelos establecidos por las familias pudientes. Esta vivienda, más grande que la anterior, es recordada por el poeta en diferentes momentos: "casa de cal, cristal y mármol, la casa blanca con su balcón verde(...) donde yo crecí". Tiene un balcón corrido de tres huecos, un "largo balcón de quince metros con su guarda de pizarra negra y hierro verde". En este inmueble está instalada la casa-Museo Zenobia y Juan Ramón, centro que reúne la biblioteca, los muebles y los objetos personales del poeta.
     La visita a Moguer se completa acercándose a los siguientes lugares: el Museo Cofrade, ubicado en la er­mita de san Sebastián, que ofrece objetos e imágenes de diversas cofradías; la bodega Sáenz que elabora un vermú con sabor a hierbas aromáticas de acuerdo con una fórmula que se remonta a 1770, así como vino de naranja y de fresa; la confitería La Victoria, donde se recomienda proveerse de los famosos pasteles de Mo­guer; el muelle de la Ribera, lugar donde se construyó La Niña; y, finalmente, la casa campestre de Fuentepiña, ubicada a unos 2 km de Moguer. En Fuentepiña escribió Juan Ramón Jiménez su Platero y yo. Desde allí se ve Moguer como un retablo blanco iluminado por la luz, una luz que envuelve casas y palabras. una luz necesariamente mortal, que lleva el tiempo dentro (Pascual Izquierdo, Un corto viaje a Huelva. Guíarama compact. Anaya Touring. Madrid, 2012).
     La villa natal de Juan Ramón Jiménez aparece sobre una pequeña colina en la margen izquierda del río Tinto, en la franja central de la comarca onubense conocida como la Tierra Llana. 
Historia
     Villa de origen prehistórico, formó parte del territorio tartesso y más tarde, durante la dominación romana, perteneció a la Bética. Los musulmanes la llamaron Mugar, que quiere decir "caverna", y la colocaron bajo la cora de Niebla .Por entonces, la ciudad no era más que una alquería. La conquista cristiana corrió a cargo de Alfonso X hacia el año 1264, entrando a formar parte del señorío de Niebla.
     En 1333, Alfonso XI donó el señorío de Moguer a don Alfonso Jofre Tenorio, almirante mayor de Castilla. A partir de este momento, el villorio comenzó a cobrar importancia, convirtiéndose pronto en villa señorial. Entre los siglos XVI al XVII formó parte del marquesado de Villanueva del Fresno y, a partir del XVIII, de la casa de Alba. Moguer fue villa de vocación marinera desde la Edad Media, época en la que existía un activo comercio marítimo con el norte de África. Son esta vocación y el hecho de fraguarse buena parte del descubrimiento de América en la cercana Rábida las circunstancias que le permiten unirse al primer viaje de Colón, mediante la aportación de la carabela la Niña. El descubrimiento produjo en Moguer un efecto contrario al esperado, ya que, a pesar de que el oro llegaba abundantemente en forma de donaciones a la iglesia y ayuda de los marineros establecidos en América a sus familiares, se produjo una masiva emigración al nuevo mundo, descendiendo la población y con ello, la economía.
     En 1642, Felipe IV le concedió el título de ciudad. En el siglo XVIII, con la introducción de los cultivos de la vid y de las primeras bodegas, la economía goza de un nuevo impulso, impulso que frenaría el ataque de la filoxera a los viñedos en los primeros años del presente siglo. Hacia los años sesenta, el Polo de Desarrollo de Huelva provoca un relanzamiento de la zona, que se acentúa aún más con la adopción de nuevos cultivos agrícolas como el fresón.
Gastronomía
     La cocina moguereña mezcla platos de la Tierra Llana y de la costa, como, por ejemplo, el potaje de castañas, las habas enzapatás, habas cocidas con sal, y la raya en pimentón o el cazón con tomate. La ciudad cuenta con el vino de naranja y con un exquisito vermuth y en sus bodegas pueden degustarse deliciosas tapas de carnes y pescados asados sobre leña de encina. Los famosos pastelillos constituyen un delicado postre.
Artesanía
     Se practica la cerámica de diseño con variados y bellos modelos de todo tipo de objetos de decoración, lámparas, jarrones, vasos, etc. Son muy interesantes los trabajos en madera, principalmente, muebles para el hogar, y en piel, a base de artículos de complemento, bolsos, carteras, billeteros, etc.
Fiestas
     La Semana Santa reúne interesantes pro­cesiones, que salen todos los días desde el Domingo de Ramos al Sábado Santo.
     El segundo domingo de mayo tiene lugar la romería de Montemayor, siendo, tras la del Rocío, una de las más colorista de la Baja Andalucía.
     En Pentecostés se produce la participación de la Hermandad de Moguer en la romería del Rocío. El día del Corpus Christi se engalanan las calles con altares, juncias y colgaduras. En torno al 8 de septiembre se celebran las fiestas patronales de Nuestra Señora de Montemayor.
Visita
     La geometría blanca de Moguer se extiende suavemente por la breve colina sobre la que se asienta. Al norte, en la orilla del río Tinto, se encuentra el embarcadero desde el que se botó La Niña. Desde aquí hacia el centro del pueblo se va por la calle Ribera en cuya esquina con la de Zenobia Camprubí se levanta la casa natal de Juan Ramón Jiménez, palacete burgués de una familia que fue al mismo tiempo marinera y bodeguera. En la actualidad ha sido restaurada y su uso es tanto expositivo, acerca del poeta, como educativo, con la escuela taller municipal.
     El pueblo sigue inmerso en la memoria de Juan Ramón. El poeta no vivió mucho tiempo en esta casa, hacia los ocho años se mudó con su familia al número 10 de la que hoy lleva su nombre, transformada actualmente en Casa­ Museo Zenobia y Juan Ramón*, en la que vivió parte de su juventud y a la que regresaba, al principio solo y luego en compañía de Zenobia, siempre que podía.
     Es ésta una bella casa andaluza de familia acomodada, de dos plantas. La baja, a la que se accede tras pasar el zaguán y una polícroma cancela-cristalera, tiene patio y corral y la alta, luminosas galerías y una hermosa balconada corrida en la fachada. Aquí se guardan, junto a manuscritos, libros, dibujos y pinturas del propio Juan Ramón, recuerdos del Premio Nobel y de su mujer, Zenobia, objetos entrañables que acompañaron su vida, retratos de familia y de amigos. La visita tiene un perfume nostálgico que acentúan las detalladas explicaciones de los excelentes guías.
     El recuerdo de Juan Ramón prosigue en la casa campestre de Fuentepiña, a 2 km de la localidad en dirección a Mazagón, en la que escribió Platero y yo, el libro en el que cuenta las andanzas del célebre burrillo, y junto a cuyo pino gordo está enterrado el borrico real. Juan Ramón y Zenobia están enterrados en el cementerio de la ciudad, junto a la avenida de los Hermanos Niño. Sus restos fueron traídos desde Puerto Rico en 1958, tras la muerte del poeta y dos años después de la muerte de su mujer.
     A un paso de la Casa-Museo, en la plaza de Nuestra Señora de Montemayor, se localiza la iglesia de Nuestra Señora de la Granada, construida en 1783 sobre los restos de otra anterior destruida por el terremoto de Lisboa. Se trata de un gran templo de cinco naves en el que sobresale su sobriedad y la torre, muy pare­cida a la de la Giralda de Sevilla.
     En la plaza de Juan Ramón Jiménez se sitúa el Ayuntamiento, buena muestra de la arquitectura civil moguereña. La fachada muestra en dos plantas sendas arcadas de medio punto, sostenidas en columnas dóricas la planta de abajo y jónicas la de arriba.
     Muy cerca del Ayuntamiento, en la serena plaza de las Monjas, se sitúa el convento de Santa Clara*, sede actual del Museo de Arte Sacro de Huelva, obra cumbre de la arquitectura de Moguer y aún de la provincia onubense. Fue fundado en 1333 por el almi­rante Jofre Tenorio, iniciándose la construcción en 1337. La zona residencial posee tres preciosos claustros, el del Compás, con pilares de ladrillo y arcos apuntados; el de las Madres, blanco, luminoso, de dos plantas con arcos de medio punto, la baja descansando sobre pilares y la alta, sobre columnas, y el Claustrillo, mudéjar, muy parecido al de La Rábida. Pero lo más interesante del conjunto es la iglesia*. De estilo gótico mudéjar, tiene tres naves, planta de salón sin crucero y cubierta de bóvedas de crucería. Un ábside poligonal remata la cabecera de la nave central, cuyo retablo mayor, obra de Jerónimo Velázquez, es de gran belleza.
     Tras el de Santa Clara aparece el convento de San Francisco, fundado en 1482 por Pedro Portocarrero, octavo señor de Moguer. Tras el terremoto de 1755 sufrió una profunda reconstrucción que borró prácticamente las huellas de la primera edificación. Posee un hermoso claustro renacentista y una airosa espadaña de ladrillo del siglo XVII. En él se encuentran instalados el Archivo Histórico Municipal y la Biblioteca Iberoamericana (Rafael Arjona. Guía Total, Andalucía. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2005).

Castillo
     El antiguo castillo de Moguer, situado en la calle Castillo, es una fortaleza de planta cuadrangular, flanqueada en sus esquinas por cuatro torres. De su primitiva fábrica, construida en tapial, subsisten dos torreones incompletos y al­gún lienzo de muralla. En el siglo XIV existía ya esta fortaleza, siendo posiblemente anterior su construcción. En los últimos años se ha realizado una restauración parcial del conjunto (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
     El Castillo de Moguer se encuentra situado en una pequeña colina, en la zona más elevada del actual pueblo. El paso del tiempo y el abandono en que se ha tenido, hacen que su estado de conservación sea bastante deficiente.
     Esta fortaleza aparece documentada por vez primera en 1362 (s. XIV), aunque posiblemente date de fechas anteriores.
     Ha sido el núcleo originario de la ciudad, sirviendo de defensa a su población y a su puerto, y fue residencia temporal de los señores de Moguer, los Portocarrero.
     Al ser abolido el régimen señorial en las Cortes de Cádiz de 1812 (s. XIX), este castillo fue utilizado como bodega y almacén.
     Es de reducidas proporciones, aproximadamente 45 metros de lado, ocupa una de las cotas más elevadas de la población, dominando gran parte del término y desembocadura del río Tinto. Actualmente se encuentra dividido en dos por la calle Amparo.
     Es de planta cuadrada imperfecta y en sus esquinas se elevan cuatro torres salientes, también de base cuadrada. Su construcción es de tapial a base de argamasa de grava, arcilla y cal aplicada con moldes. El ladrillo, aunque escaso, aparece en las bóvedas de las torres así como reforzando parte del exterior de estas últimas. Cada una de las cuatro torres contenía dos cámaras, siendo la situada en el nivel inferior de mayor altura.
     El interior se cubre con bóveda vaída de rosca de ladrillo, tipología que se repite luego en la cocina del monasterio de Santa Clara y que árabes y mudéjares usaron con cierta frecuencia. Las cámaras superiores de las cuatro torres que se comunicaban entre sí a través del paseo de ronda, reciben decoración de pintura mural con motivos vegetales típicos del siglo XIV, según se desprende por los hallazgos realizados en la torre Sur, única que ha soportado las inclemencias del tiempo y los cambios históricos. Los torreones estuvieron rematados, como el resto del castillo, con almenas.
     La plaza de armas era amplia y diáfana. Dentro del recinto existían edificaciones adosadas a los muros. En la mitad Norte aparece un aljibe de gran interés y en buen estado de conservación, que servía para abastecer de agua al contingente de la fortaleza.
     Esta obra recuerda a construcciones árabes de características similares. El acceso al castillo se hacía por el costado Noroeste. Una cava o foso rodeaba parte del recinto; dicho desnivel del terreno se conocía en el siglo XIX, y aún en épocas recientes, como gavia del Castillo (Plano de Moguer por Francisco Coello, 1869).
     Hay documentación relativa al uso de una de las torres como cárcel hasta el s. XVIII. Actualmente ocupan el interior del castillo dos manzanas de casas y está atravesado por la calle Amparo.
     Se encuentra en estado de ruina, aunque recientemente se ha recuperado parte de él, dedicándolo a actividades culturales.
     En su patio de Armas se encuentra la Oficina de Turismo.
     Es de cronología bajomedieval, construido tras la conquista cristiana en una fecha situable entre la segunda mitad del siglo XIII y la primera mitad del siglo XIV. Está construido sobre un asentamiento romano bajoimperial.
     Se encuentra en la actualidad absorbido en el interior de dos manzanas del casco de Moguer y son numerosas edificaciones asociadas, residenciales e industriales. La calle que lo cruza probablemente siga el trazado de sus puertas
principales (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

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