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Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero, para conmemorar los 800 años de la Torre del Oro

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lunes, 26 de junio de 2023

Los principales monumentos (Iglesia de Santiago; Casa de las Cadenas; Iglesia de San Agustín; Diputación Provincial; y Plaza de España - Monumento a las Cortes) de la localidad de Cádiz (V), en la provincia de Cádiz


     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Cádiz, déjame ExplicArte los principales monumentos (Iglesia de Santiago; Casa de las Cadenas; Iglesia de San Agustín; Diputación Provincial; y Plaza de España - Monumento a las Cortes) de la localidad de Cádiz (V), en la provincia de Cádiz.

Iglesia de Santiago
          Originariamente existió en su lugar una ermita bajomedieval dedicada a este Santo, donde se estableció la Compañía de Jesús en 1564, cuyo primitivo edificio fue destruido durante el asalto anglo-holandés de 1596. La construcción actual fue trazada por Alonso Romero en 1635, dentro de los cánones arquitectónicos de tipo manierista y con los rasgos propios de los edificios jesuíticos, apreciándose en algunos de sus detalles ornamentales la influencia de la personalidad artística de Francisco Bautista .
     Tiene planta de cruz latina inscrita en un rectángulo y consta de tres naves. La prin­cipal se divide en tres tramos mediante pilastras de capitel mixto, toscano y corintio, y sobre las laterales se disponen tribunas que se abren a la nave mayor por medio de arcos de medio punto. Las cubiertas son de bóvedas vaídas y de aristas, levantándose en el crucero una cúpula semiesférica sobre pechinas rematada por linterna. El coro alto, que ocupa el primer tramo, se sitúa a los pies de la nave.
     El exterior tiene sus paramentos articulados por pilastras toscanas de orden gigante, entre las que se sitúan vanos y hornacinas. La portada principal, inscrita en un gran arco de medio punto, está realizada en mármol y fue importada de Génova, respondiendo su traza a las formas de tradición manierista. El vano está enmarcado por pilastras jónicas, de fuste estriado, remata­das por un frontón roto, en cuyo centro se dispone un segundo cuerpo con el escudo real dieciochesco, que suplanta el primitivo jesuítico. La portada lateral, que responde a la misma estética que la principal, es obra fechable a mediados del siglo XVII y está realizada en mármol blanco. Se articula en dos cuerpos sustentados por columnas dóricas pareadas, que flanquean sendos vanos superpuestos con escudos a los lados del segundo y rema­te en frontón triangular. En el ángulo de confluencia de las dos fachadas se eleva la torre, dividida en dos cuerpos; el primero fue construido en las mismas fechas que el templo, por lo que continúa la articulación apilastrada de la zona inferior, mientras que el segundo fue realizado a mediados del siglo XVIII, por lo que sus formas, barrocas, son más movidas. Tiene planta octogonal con pilastras en los ángulos y cubierta de chapi­tel bulboso y su resolución recuerda los trabajos de Torcuato Cayón.
     El retablo mayor, de madera dorada, fue realizado entre 1651 y 1653 por el entallador Ale­jandro Saavedra, ejecutando su dorado Juan Gómez Couto en 1670. Es una pieza barroca de grandes proporciones en la que se advierte un acentuado contraste entre la articulación de sus cuerpos, de marcado sabor manierista, que van sustentados por columnas entorchadas, y las dos grandes columnas salomónicas de orden gigante y profusamente decoradas con pámpanos, en clara alusión eucarística, que enmarcan todo el con­junto. Las hornacinas dispuestas en sus tres calles se alternan con vitrinas  de reliquias, habiendo sufrido una reforma, la principal, a mediados del siglo XVIII, ocupada desde entonces por una talla de la Inmaculada, que responde a la estética habitual en la obra de Pedro Duque Cornejo. A ambos lados, en las calles laterales, se sitúan las imágenes de San Joaquín con la Virgen Niña y San José con el Niño Jesús, obras contemporáneas del retablo, atribuibles a José de Arce. El segundo cuerpo tiene en el centro un grupo escultórico que representa a Santiago en la batalla de Clavijo y a los lados las tallas de Santa Isabel y Santa Ana, rematando todo el conjunto un calvario también de talla. Todas estas esculturas son obras de escuela sevillana, de cronología similar a la del retablo. Los laterales del presbite­rio presentan portadas de mármol, sobre las que van dos tribunas superpuestas a cada lado, cuyos antepechos se decoran con rocallas de madera dorada. Cuatro ángeles lampareros flanquean este ámbito; son cuidadas tallas policromadas, de movidas líneas dieciochescas, vinculables a la producción de Pedro Duque Cornejo.
     En los testeros del crucero se sitúan dos gran­des retablos gemelos, obras realizadas por Juan González de Herrera en 1674. Se componen de banco, un cuerpo dividido en tres calles por columnas salomónicas y ático; toda su superficie está adornada con una rica decoración polícroma, que puede atribuirse a Juan Gómez Couto. Las hornacinas están ocupadas por imágenes de santos jesuitas, contemporáneas de los retablos, si bien algunas de las que ocupan el retablo del lado de evangelio evidencian una intervención dieciochesca en las cabezas y manos, que pudo estar a cargo de Duque Cornejo. Por su parte, el San Francisco Javier que preside el del lado de la epístola pudo ser realizado hacia 1728 por José Montes de Oca.
     Formando conjunto con estos retablos se si­túan otros dos en los muros frontales, cuyas características son similares a las de los anteriores; en el banco del situado en el lado de la evangelio hay un busto del «Ecce-Homo», obra sevillana del siglo XVIII, cercana a Montes de Oca, y en la hornacina una talla dieciochesca, de candelero, de la Virgen del Poder Divino. En el retablo del lado derecho hay un expresivo crucificado, tam­bién de escuela sevillana, que debió ser realizado por José de Arce en torno a 1660. Sobre estos retablos van dos lienzos ovalados que representan a San Pedro y San Pablo, que están enmarcados por yeserías y molduras doradas, todo ello de mediados del siglo XVII.
     En el segundo tramo de la nave del evange­lio, hay un retablo neoclásico con la imagen de candelero del Cristo de la Humillación, obra de fines del siglo XVII, vinculable al círculo roldanesco. El último tramo está ocupado por la ca­pilla de la cofradía del Cristo de la Piedad, que perteneció al gremio de los panaderos. El grupo escultórico representa un calvario, con las imá­genes contemporáneas de candelero; la Virgen de la Consolación, de Luis González Rey (1997), San Juan y la Magdalena, de Francisco Buiza, quien también talló en 1958 la imagen de la Virgen de las Lágrimas. El crucificado de la Piedad, es una notable obra del genovés Francisco María Maggio, que la talló en 1754, correspondiendo la policromía al también genovés Francisco Ma­ría Mortola.
     En el lado de la Epístola el segundo tramo tiene un retablo rococó de madera dorada con la imagen de la Virgen del Carmen, obra de candelero de factura contemporánea, y el siguiente está ocupado por una dolorosa, también con­temporánea, del escultor granadino Domingo Sánchez Mesa (1955).
     En la nave central hay cinco pequeños retablos de madera dorada, adosados a las pilastras con decoración rococó y fechables a mediados del siglo XVIII. Dos de ellos contienen los grupos escultóricos de Tobías y el Ángel y la apari­ción de la Virgen del Pilar a Santiago, de factura genovesa. El frontero al púlpito tiene un lienzo que representa la Trinidad, obra manierista de procedencia inglesa, con especial significación histórica, pues fue salvada de las persecuciones que tuvieron lugar bajo Enrique VIII y en 1596 sufrió diversas cuchilladas durante el asalto anglo-holandés a la ciudad. El púlpito es una destacable pieza italiana, en mármoles de colores, con decoración a base de taraceas, que recuerda los trabajos florentinos. El tornavoz y la escalera están realizados en madera tallada y policromada y se decoran con esculturas y relieves, con­junto realizado a mediados del siglo XVIII en estilo rococó.
     Entre las piezas de artes suntuarias conservadas en este templo, cabe destacar las vestiduras bordadas en oro a fines del siglo XVIII y del XIX, que pertenecen a las imágenes de la cofradía del Cristo de la Piedad (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
     La iglesia se construyó hacia 1563 y pertenecía al Colegio de Jesuitas. Fue destruida en 1596 cuando el saqueo inglés.
     Posteriormente fue restaurada. Al exterior, sobre un zócalo de sillería visto que recorre toda esta fachada, se alzan pilastras que compartimentan todo el paramento. En cada extremo dos columnas pareadas flanquean dos ventanas: la del piso bajo muy sencilla, bajo frontón triangular y sobrepuesta, otra de frontón quebrado con volutas coronado por carteles. La portada se halla descentrada en un lateral de la iglesia. Esta es adintelada y se flanquea por columnas gemelas de orden toscano. Sobre el entablamento se abre un hueco de ventana que repite parecida composición a menor escala y con frontón quebrado. Sobre una cornisa saliente existe una ventana rematada en frontón de volutas albergando cartela. Esta se encuentra bajo una cornisa en ángulo que debió ser el remate del primitivo hastial. La torre se alza en la esquina se compone de dos cuerpos cuadrangular, el primero y rematado por airosos pináculos en esquinas y ochavado el segundo, coronado por chapitel en piedra de perfil bulboso.
     El interior consta de tres naves adornadas con retablos de rocalla. La nave central posee bóveda de cañón reforzado por arcos fajones. Los laterales tienen bóveda aristas.
     Posee además un sótano primitivo cementerio de la Compañía cuya cubierta es de bóveda de cañón. El material es la piedra vista (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     Este templo se encuentra en la misma plaza de la Catedral, haciendo esquina con la calle Compañía. Su edificación, que data de 1635, se llevó a cabo sobre las ruinas de otro anterior levantado en 1564 y destruido en 1596 por la escuadra anglo-holandesa.
      La fachada que da a la plaza es la lateral. Su fábrica se organiza mediante pilastras toscanas de orden gigante, entre las que se inscriben ventanas, hornacinas y la portada. Ésta se compone de dos vanos a dintel y enmarcados por pares de columnas dóricas. La portada principal da a la calle Compañía. Es manierista y consiste en un gran arco de medio punto en mármol de Génova en el que se inscribe el vano de acceso, enmarcado a su vez por pilastras corintias coronadas por un frontón partido sobre el que se sitúa el escudo real.
     En la unión de ambas fachadas, se alza la torre, que tiene dos cuerpos, uno inferior, de base cuadrada y del momento de la construcción del templo, y el otro, en el que van las campanas, octogonal, rema­tado por un chapitel bulboso, datando su construcción del siglo XVIII.
     El interior presenta cruz latina, con tres naves y crucero, sobre el que se alza una voluminosa cúpula de media naranja obre pechinas. Una cornisa perimetral recorre la nave central y los brazos del del crucero a la altura de la que parten las bóvedas, baídas. Por debajo de esta cornisa se abren sobre la nave central tribunas con arcos de medio punto. El manierista retablo mayor es una sólida pieza alzada entre dos colum­nas salomónicas de orden gigante sumamente decoradas, entre las que se abren tres calles, con hornacinas y relicarios, enmarcadas a su vez por columnas entorchadas. Su ejecución se fecha en 1653, siendo el artista Alejandro Saavedra. El dorado lo realizó Juan Gómez Couto en 1670. En la hornacina principal se sitúa una imagen de la Inmaculada del siglo XVIII de magnífica mano, posiblemente la de Pedro Duque Cornejo, la misma que, casi sin duda, talló los ángeles lampareros que se ven en el presbiterio. A José de Arce se atribuyen el San Joaquín con la Virgen niña y el San José con el Niño Jesús que, desde sus correspondientes horna­cinas, flanquean a la Inmaculada.
     En la nave del evangelio se sitúa la capilla del Cristo de la Piedad, perteneciente a la cofradía del mismo nombre que, antaño, era la del gremio de los panaderos. El Crucificado, de solemne a la par que notable estampa, es obra del imaginero genovés Francisco María Maggio, quien lo dio por concluido en 1754. El resto de las imágenes son contemporá­neas, aunque no por ello menos artísticas. La Virgen de la Consolación la talló Luis González Rey en 1997, en tanto Francisco Buiza es el autor de San Juan, de la Mag­dalena y de la Virgen de las Lágrimas, fechada en 1958 (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).

Casa de las Cadenas
     Este edificio, actualmente sede del Archivo Histórico Provincial, fue levantado por iniciativa de Don Manuel de Barrios a finales del siglo XVII. El origen de su construcción radica en una curiosa historia ocurrida durante la procesión del Corpus de 1692, cuando cayó una fuerte tor­menta de agua que obligó a refugiar la Custodia en esta casa. Manuel de Barrios, decidió levan­tar una nueva casa de aspecto más suntuoso en el mismo emplazamiento. La fachada, que sufrió algunas reformas en el período neoclásico, conserva una monumental portada barroca de már­moles genoveses cuyo vano de acceso se flanquea por columnas salomónicas pareadas, situándose sobre el dintel una lápida conmemorativa del suceso antes citado. El segundo cuerpo enmarca un vano por pilastras jónicas pareadas y se remata por un frontón curvo, cuyo tímpano está decorado con un bajorrelieve alegórico de la Eucaristía. El patio presenta cuatro crujías divididas en dos cuerpos con arcos rebajados, sustentados por columnas toscanas de mármol blanco en cada frente, y la escalera, que es de tipo conventual, se cubre por bóveda elíptica sobre pechinas, con decoración calada a base de yeserías, en las que aparecen motivos eucarísticos. El edificio tiene una torre-mirador articulada por pilastras toscanas, en cuyo friso se lee la siguiente leyenda realizada con pintura de almagra: «Doy gracias y alabo al Santísimo Sacramento del altar». Remata el conjunto una balaustrada de mármol blanco firmada por Ponsonelli, a quien también se atribuye la ejecución de la portada (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
     El edificio posee cuatro pisos, construidos en sillarejo de piedra ostionera, revocada y encalada a partir de la planta noble.
     Su portada en mármol es de un barroco exuberante. Las columnas son salomónicas, pareadas con capiteles corintios.
     Estas flanquean la puerta adintelada, que lleva una gran lápida de mármol, donde se lee una inscripción. Sobre los capiteles gravitan entablamentos reducidos que contornan la lápida y que a su vez, sustentan un balcón protegido con antepecho de balaustres de piedra. Sobre éste se abre la ventana del segundo cuerpo de la fachada que queda flanqueada por dos pilastras jónicas a cada lado con estrías en sus fustes. Los huecos entre pilastras se llenan con cabezas de niños y guirnaldas, motivo que se repite en los extremos de las pilastras que se rematan en volutas sobre el barandal.
     Un original frontón curvo cubre toda la composición.
     La torre mirador con que se corona este palacio es de estilo casi herreriano, con altas pilastras toscanas adosadas que acentúan la impresión de verticalidad.
     Con vistas a su adecuación como archivo, se conservaron aquellos elementos considerados de mayor valor: la fachada barroca, el patio con cuatro columnas toscanas y arcos carpaneles junto a su galería acristalada, la escalera principal, de dos tramos y cubierta con una excepcional cúpula, y la torre. El resto del edificio fue demolido y reconstruido.
     La intervención contemporánea fue una apuesta por la legibilidad del edificio, y se basó en la apertura, mediante un arco, de un nuevo patio anexo al original, que desde la planta baja permite la observación de la torre a través de una montera de vidrio. De esta manera, el corazón del edificio se inunda de luz, gana en transparencia y permite la contemplación de una vista completamente inesperada.
     Este patio anexo, recubierto con una celosía de madera pintada en blanco, sirve de apoyo en el desempeño del nuevo programa, localizándose en él el acceso a las nuevas estancias de servicio, aseos y las nuevas salas de archivo situadas en el fondo del solar. La introducción de este patio adicional compone un espacio central ambiguo y de enorme riqueza, que sirve de acceso a las dos estancias de mayor representatividad que se localizan en la planta baja de la crujía de fachada: el salón de actos, al que se accede por el nuevo patio, y la sala de laboratorio y tratamiento de papel, a la que se accede desde el patio principal. Ambas estancias son de doble altura, debido a la supresión de la entreplanta de la antigua casa.
     A través de la escalera barroca situada en la esquina del patio original, se accede a la planta noble de la casa, en la que destaca el cierre vidriado de la galería. En ella se albergan los usos administrativos y públicos, que son localizados asimismo en la crujía de fachada. El acceso desde la galería a esta área lleva a un espacio distribuidor, que cuenta con estanterías de madera de dos metros y medio de altura en sus cuatro lados, en las que se integran las puertas de paso a la biblioteca y a los diferentes despachos, que se iluminan naturalmente desde la fachada a la calle. Por encima de la estantería, vidrios hasta el techo permiten la entrada de luz a este distribuidor.
     El espacio cuenta con suelo de corcho y con un falso techo de escayola, en el que se abren foseados circulares para integrar la iluminación artificial. Suelo, techo y estanterías se repiten en la biblioteca, que se sitúa encima del espacio del salón de actos, y se abre hacia el nuevo patio y hacia la fachada. En la biblioteca es de destacar la presencia de mobiliario originalmente diseñado por los arquitectos; la mesa del bibliotecario y las mesas de consulta, en madera y con detalles de acero inoxidable en sus pies. Una mesa de similares características, aunque de menor tamaño, se sitúa en el distribuidor anteriormente mencionado.
     La estructura de la intervención busca resolver los requerimientos de sobrecargas propios del nuevo uso, así como a las necesidades de espacios diáfanos. Para ello, se recurre a un forjado reticular de hormigón armado, que queda visto y pintado en blanco en los laboratorios, mientras que en el salón de actos se recubre con un techo acústico de placas de corcho. Los elementos portantes de la nueva estructura, de gran sección, se integran de manera natural en la nueva distribución. En las dos plantas superiores se localizan los depósitos de documentos, a los que se accede a través de los nuevos núcleos de escaleras asociados a los patios. Por necesidades de espacio, estos archivos se sobreelevan respecto a la altura original del edificio, si bien este remonte no es perceptible desde lo angosto de la calle.
     El Archivo Histórico Provincial de Cádiz se ubica en un edificio que fuera propiedad de D. Diego Barrios de la Rosa, conocida como "Casa de las Cadenas", bello ejemplo de lo que tipológicamente en la arquitectura gaditana se denomina "Casa del Cargador de Indias". En el año 1987, culminaron una serie de actuaciones encaminadas a la reforma y adaptación del edificio para su uso como Archivo, ello ha hecho posible que actualmente cuente con 14 kilómetros de estanterías que contienen más de 85.000 unidades que lo hacen ser uno de los archivos de esta naturaleza de mayor volumen de Andalucía, continuamente sus fondos se ven incrementando con los documentos que ingresan las distintas Consejerías y Organismos (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     En el número 12 de la calle Cristóbal Colón aparece la casa de las Cadenas, sede hoy del Archivo Histórico Provincial. Este extraordinario palacio barroco lo construyó el arquitecto italiano Juan Antonio Ponzanelli para el prócer Diego de Barrios. Este magnate del comercio ordenó derribar la casa en la que vivía y construir ésta, mucho más ostentosa, después de que el día del Corpus de 1692 la custodia se refugiara en su domicilio como consecuencia de una aparatosa tromba de agua. Esta circunstancia confirió a la vivienda el privilegio de lugar sagrado, por lo que, al igual que ocurría en las iglesias, no se podía detener a nadie que en ella se refugiara. En memoria de estos hechos, el nuevo edificio tuvo durante bastante tiempo unas cadenas en la fachada, de las cuales procede el nombre por el que es conocido. La fachada, de tres plantas, fue retocada siguiendo pautas neoclásicas, pero conserva intacta la portada. Conformada en dos cuerpos, presenta en el inferior un dintel enmarcado entre sendos pares de airosas columnas salomónicas sobre firmes pedestales y, en el segundo, un gran balcón abalaustrado entre pilastras jónicas estriadas, sobre las que cabalga un frontón curvo de considerables dimensiones en cuyo tímpano figura un relieve con una alegoría de la Eucaristía. En el interior, es memorable el patio, con cuatro crujías a base de amplios arcos rebajados sobre columnas toscanas, y la espléndida escalera, cubierta con una cúpula elíptica sobre pechinas, en cuya decoración de yeserías aparecen de nuevo los motivos eucarísticos. Corona el conjunto una torre mirador con pilastras toscanas que soportan un friso en el que aparece el siguiente rótulo pintado a la almagra: "Doy gracias y alabo al Santísimo Sacramento del altar" (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).

Iglesia de San Agustín
     El Convento de San Agustín, fundado en 1617, ha sufrido diversas reformas a lo largo de su his­toria. Las dependencias conventuales, que fueron exclaustradas en el siglo XIX y actualmente están ocupadas por un Instituto de Secundaria, se organizan en torno a un claustro. Presenta planta cuadrada con tres cuerpos, el primero con arcos de medio punto, sustentados por columnas toscanas de mármol, reflejando todo el conjunto el gusto decorativo de la segunda mitad del siglo XVII.
     Construida en la primera mitad de dicho siglo, la iglesia presenta planta de cruz latina, inscrita en un rectángulo con tres naves. La nave principal tiene cinco tramos, separados por pilastras toscanas y sobre las naves laterales se disponen tribunas abiertas a la principal por medio de balcones; se cubre con bóveda de medio cañón con lunetos y arcos fajones, mientras que las laterales presentan bóvedas de aristas. En el crucero se dispone una cúpula de media naranja con lune­tos sobre pechinas; el coro, situado en alto, ocupa los dos primeros tramos de la nave.
     En la fachada principal se abre una portada de mármol, mandada construir en Génova por el vasco Sancho de Urdanibia en 1647, cuyas trazas pueden obedecer a un diseño de Alejandro de Saavedra. Se articula en dos cuerpos; el primero tiene pilastras pareadas de fuste cajeado, que sustituyen los capiteles por ménsulas, y está rematado por frontón curvo roto, que alberga un segundo cuerpo centrado por una hornacina con la imagen de San Agustín, rematándose el conjunto por frontón triangular. Al lateral derecho se abre otra puerta secundaria, también en mármol, de sencilla composición con la imagen de San Nicolás de Tolentino.
     Todo el interior presenta hoy gran sobriedad, como resultado de una sustancial reforma realizada en época neoclásica, si bien se pueden observar algunos restos de la primitiva decoración barroca, a base de yeserías  en la cúpula y en el sotocoro. Casi todos los retablos corresponden también a la citada reforma. El mayor, de elegantes formas academicistas, fue realizado a partir de 1783 por Pedro Ángel Albisu, autor a quién también se atribuyen el resto de los retablos neoclásicos de la iglesia. Está realizado en madera policromada imitando mármoles, constando de un cuerpo dividido en cinco calles por grandes columnas y pilastras compuestas de fuste estriado. En los laterales se sitúan pinturas de Domingo Álvarez Enciso, que representan escenas de la vida de Santa Rita y San Agustín y tallas de santos de la orden agustiniana, que, al igual que las situadas en el ático, pertenecieron al anterior retablo y fueron realizados en 1666 por Alonso Martínez, aunque aparecen repintadas imitando bronce dorado. En la hornacina central se sitúa una imagen contemporánea de la Virgen del Buen Consejo. El conjunto se remata por un arco abocinado, decorado con casetones en cuyo centro hay una gran ráfaga con el Espíritu Santo. Flanquean el ámbito del presbiterio dos ángeles lampareros de madera policromada, realizados a mediados del siglo XVIII y de probable origen genovés. En los muros frontales del crucero se sitúan dos retablos neoclásicos de idéntica traza, realizados en mármoles de colores a finales del siglo XVIII. Sus hornacinas están ocupadas por el Cristo de la Humildad y Paciencia en el de la izquierda, talla realizada por Jacinto Pimentel en 1638, cuya policromía es obra probable de Francisco de Zurbarán. Es titular de una cofradía penitencial, fundada por los vizcaínos residentes en la ciudad, quienes obtuvieron a finales del siglo XVII el patronato de la capilla mayor de templo, como queda reflejado en los escudos de las provincias vascas situados en las pechinas que sustentan la cúpula. El del lado derecho cobija a la Virgen del Mayor Dolor, talla de candelero de la escuela neoclásica gaditana, realizada a finales del siglo XVIII. Los áticos presentan dos lienzos atribuidos a Juan Rodríguez «el Panadero».
     El testero del lado izquierdo del  crucero lo ocupan dos lienzos, anteriormente  situados en el coro, que representan escenas de la vida de San Agustín. Son copias de Murillo atribuidas a Bernardo Lorente Germán. Las dos primeras capillas del lado del evangelio tienen retablos neoclásicos idénticos, de los que el primero contiene el grupo escultórico de la Sagrada Familia, obra en madera policromada realizada por el es­cultor genovés Antonio Molinari en 1752, titular de la antigua cofradía de los carpinteros que tuvo su sede en el desaparecido Convento de la Candelaria. La siguiente tiene un Corazón de Jesús contemporáneo en la hornacina principal y un Nazareno caído en el banco, talla relacionable con la producción del escultor barroco napolitano Nicolás Fumo. El siguiente tramo también tiene un retablo neoclásico, en cuya hornacina va una talla policromada del siglo XVIII de la Virgen de la Consolación, de escuela genovesa; en la vitrina del banco hay un pequeño grupo escultórico que representa la visión de San Antonio, atribuible a Luis Salvador Carmona. En la siguiente capilla se sitúa un retablo de movida composición barroca, realizado en mármoles genoveses a me­diados del siglo XVIII, cuya hechura puede relacionarse con la producción de Alessandro Aprile y está presidido por la talla policromada de San Nicolás de Tolentino, de cronología similar. La última capilla tiene un retablo neoclásico, con una imagen dieciochesca de candelero que representa a Santa Rita.
     En la nave de la epístola, la capilla situada a los pies posee un retablo en madera dorada de mediados del siglo XVII, que contenía originalmente un lienzo de la Virgen de Regla y en la actualidad está presidido por la imagen de candelero de la Virgen de la Amargura, obra contemporánea de Sebastián Santos (1967).
     A continuación se sitúa un retablo, también barroco, decorado con estípites, de mediados del siglo XVIII, presidido por la imagen contemporánea de Santa Mónica. Las dos capillas siguientes presentan retablos neoclásicos, de iguales características, que albergan las imágenes de la Virgen del Carmen, obra contemporánea, y San Juan Bautista, talla de la escuela sevillana, realizada en las décadas centrales del siglo XVII.
     En el testero del lado derecho del crucero, bajo un sencillo dosel, se sitúa el Cristo de la Buena Muerte, crucificado de madera policromada rea­lizado en 1649 para presidir la capilla de enterramiento de los frailes, por lo que originalmente se le conocía como Cristo de Ánimas o de San Agustín. Su perfecto estudio anatómico y barroquismo compositivo, hacen que esté considerada como una de las obras cumbres de la escultura española del siglo XVII, cuya resolución evidencia la inspiración en modelos rubenianos, a la vez que se hace eco de las innovaciones escultóricas de Bernini. De autor desconocido, los especialistas coinciden en señalar que su estética se halla próxima a maestros cercanos a las formas de plenitud del barroco, como Alonso Cano, Fe­lipe de Ribas, Alonso Martínez o José de Arce.
     En el coro se sitúan dos cajas de órgano, realizadas a mediados del siglo XVIII, con decoración rococó y en los muros hay diferentes pinturas barrocas. De otras dependencias cabe destacar una interesante colección de azulejos holandeses y una cruz de carey y plata, realizada en la segunda mitad del siglo XVII (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
     La portada lateral es de estilo manierista realizada en 1647. La puerta adintelada se flanquea por pares de pilastras cajeadas. El entablamento presenta cartela con escudo del Sagrado Corazón. Sobre él va un frontón curvo albergando en su centro una hornacina bajo venera con imagen del santo. Un frontón triangular, con flores remata la composición. En planta la Iglesia presenta tres naves con cinco tramos. Las cubiertas son de cañón en la nave reforzada con arcos fajones y de arista las laterales. La cúpula del crucero está decorada por fajas en ella se elevan lunetos en los que se han colocado las ventanas. Pilares cruciformes son los soportes utilizados. Sobre las naves laterales se asientan las tribunas.
     El Coro está sobre los dos últimos tramos de los pies.
     La Torre tiene tres cuerpos, el primero rectangular con ventanas adinteladas en las que la clave se utiliza como elemento ornamental, el segundo y tercer cuerpo está ochavado colocando en sus chaflanes pilastras cajeadas, se remata con pequeña cúpula.
     El antiguo convento hoy patio del instituto presenta arquería en sus cuatro frentes en el piso bajo, de medio punto que cabalgan sobre columnas toscanas Una parte de estos arcos han sido cegados para acondicionar habitaciones adicionales, en cuyos muros se abren óculos (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     Hacia abajo, la calle Cristóbal Colón desemboca en la calle Nueva. Si se dobla a la izquierda, esta calle se prolonga enseguida en la calle de San Francisco, vía principal del casco antiguo, hoy peatonal, con una larga historia sobre ella, que tiene también notables edificios. Uno de ellos es el número 3, levantado en el siglo XIX por Torcuato Benjumeda, con sus fachadas ricamente dotadas de pilastras. En el número 14, del siglo XVII, sobresale la portada en mármoles de Génova y el patio con arcos de piedra sobre columnas de idéntico mármol. En el número 21, lo mejor es el patio, también barroco y del mismo siglo.
     Caminando calle arriba, enseguida se llega a la preciosa plaza de San Agustín, enchinada y con su farola en el centro, en la que se levanta la iglesia de igual nombre, templo que fuera del desaparecido convento de San Agustín, fundado en 1617, desamortizado en el siglo XIX y reconvertido actualmente en centro de enseñanza. El templo es barroco, aunque sufrió una profunda reforma que lo adaptó al neoclásico. A la plaza ofrece una sencilla fachada a base de sillares de piedra, en parte enfoscados, en la que sobresale el alero, sobre ménsulas que recuerdan capi­teles toscanos y la portada. Donada en 1647 por el comerciante vasco Sancho de Urdanibia, quien la mandó traer de Génova, dicha portada tiene dos cuerpos: el inferior, compuesto por dos pares de pilastras cajeadas entre las que se abre el dintel de acceso, y el superior; coronado por un frontón curvo partido en el que se encaja una hornacina con la imagen de san Agustín. A la derecha, en la esquina, se eleva la torre, cuyo cuerpo inferior forma parte de la fachada, prolongándose por encima de ésta en otros tres, de base cuadrada, pero los dos superiores girados cuarenta y cinco grados con respecto al primero. El inte­rior inscribe una cruz latina sobre una superficie rectangular, con tres naves, la principal con balconcillos y bóveda de cañón con lunetos sobre arcos fajones, y las laterales con bóvedas baídas. El crucero se cubre con una cúpula semiesférica sobre pechinas, encontrándose el coro a los pies y en alto. En el presbiterio, el altar mayor es una pieza de líneas academicistas ejecutado por Pedro Ángel Albisu hacia 1783 en madera policromada que imita el mármol. Lleva cinco calles en el cuerpo principal, con una hornacina en la central en la que se sitúa la Virgen del Buen Consejo, imagen contemporánea de autor anónimo. Las pinturas de los lados muestran escenas de la vida de san Agustín y santa Rita. Fueron realizadas por Domingo Álvarez Enciso para el retablo anterior que ocupó este mismo sitio. Sobre el ático, en el que se ven otras pinturas, éstas pertenecientes a Alonso Martínez y fechadas en 1666, también originales, se dispone un gran arco abocinado con casetones en cuya clave se ve al Espíritu Santo. En los brazos del crucero se veneran dos imágenes de muy buena factura. En el del lado de la epístola, la Virgen del Mayor Dolor, talla de candelero, de autor anónimo, aunque perteneciente a la escuela neoclásica gaditana de finales del XVIII. En el lado del evangelio, el Cristo de la Humildad y Paciencia, obra de Jacinto Pimentel fechada en 1638. La mejor imagen de este templo es el Cristo de la Buena Muerte*, considerada como la talla barroca más importante que la ciudad atesora, obra principal de la imaginería española del siglo XVII, cuyo autor se desconoce, aunque se relaciona con Alonso Cano, José de Arce, Alonso Martínez o Felipe Ribas (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).

Diputación Provincial
     El actual palacio de la Diputación provincial de Cádiz fue construido entre 1770 y 1784, según diseño del ingeniero militar Juan Caballero, como sede de la Aduana. Formaba parte de un proyecto de mejora urbana, que pretendía aprovechar el espacio delimitado por los baluartes de Santa Cruz y San Antonio para construir dos grandes edificios dedicados a la administración comercial de la ciudad, la Aduana y la Casa de la Contratación. De ellos sólo se construyó el primero, que contemplamos en un contexto muy diferente al original tras el derribo de las murallas que lo ceñían.
     Por su porte monumental fue elegido como palacio de la Regencia durante el asedio de las tropas napoleónicas y años más tarde, en 1862, sirvió de residencia a la reina Isabel II durante su visita a la ciudad. El 19 de marzo de 1812 fue el punto de partida de la procesión cívica que proclamó la Constitución y ante él se realizó la primera lectura pública del texto constitucional. En 1978 se constituyó en su salón regio la Junta de Andalucía.
     El conjunto está concebido con la sobriedad característica del academicismo castrense. Tiene planta rectangular y organiza sus dependencias en torno a dos patios cuadrangulares. En el exterior las fachadas van articuladas por medio de pilastras gigantes de fuste estriado, dispuestas sobre un alto zócalo que engloba la planta baja, entre las que se abren vanos rematados por frontones. Los frentes Este y Oeste presentan una calle central, con triple arcada de acceso al interior, sobre la que se sitúan balconadas abalaustradas, rematándose por un ático con inscripciones relativas a la construcción del edificio. Entre las dependencias interiores destaca el Salón Regio, realizado bajo la dirección de Juan de la Vega en 1862, con motivo de la visita de la reina Isabel II. Está profusamente decorado, siguiendo el gusto ecléctico, con elementos de talla realizados por Juan Rosado y pinturas de Juan Bautista Vivaldi.       En los jardines de Canalejas, ante una de las fachadas de la Diputación, se sitúa actualmen­te el triunfo de la Virgen del Rosario, levantado por la ciudad tras el maremoto de 1755, cuyo primitivo emplazamiento fue la explanada del Hospicio, lugar por donde penetraron las aguas. El proyecto es obra de Torcuato Cayón y en él trabajaron el tallista Gonzalo Pomar y el escultor genovés Jácome Vaccaro. La imagen de la Virgen va sobre una columna salomónica con zócalo de decoración rococó, todo ello realizado en mármol blanco (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
     La Diputación Provincial de Cádiz se encuentra emplazada en la antigua aduana. Pertenece al estilo neoclásico, de época de Carlos III. Es un edificio de planta cuadrangular, con tres plantas de altura, la baja en sillería almohadillada y las restantes enlucidas y encaladas, salvo pilastras y cornisas en piedra vista. Los huecos se distribuyen simétricamente en las tres plantas. En la primera o planta noble, se protegen con balaustrada de piedra y se rematan en frontones triangulares y muros alternadamente.
     Sendas pilastras dividen la fachada en distintos ejes verticales. Las de la planta baja son almohadilladas y las superpuestas que se prolongan hasta la cornisa de la última planta, son estriadas y continúan la línea estriada de piedra vista hasta el remate del antepecho de la azotea.
     El interior del palacio posee un patio también neoclásico en torno al cual se articulan las diversas dependencias.
     En dicho edificio estuvieron situados los despachos del Consejo de Regencia, representantes del monarca ausente durante los años de la Guerra de Independencia, coincidiendo con el periodo en el que las Cortes se reunieron en la ciudad de Cádiz (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     Junto a la plaza de España, pero ya en la avenida de Ramón de Carranza, se encuentra la Diputación Provincial, un solemne edificio, de gusto neoclásico castrense, construido por el ingeniero militar Juan Caballero entre 1770 y 1784 para sede de la Aduana. El proyecto inicial, encuadrado en la reforma de la muralla del puerto, incluía la construcción del Consulado y de la Casa de Contratación, aunque al final, por distintos motivos, sólo se edificó la Aduana. En 1810, durante el cerco de las tropas francesas, se utilizó como palacio de la Regencia y, posteriormente, en 1862, fue residencia de Isabel II durante su visita a la ciudad. El edificio, de tres plantas y azotea, se organiza sobre una superficie rectangular en torno a dos patios cuadrangulares. Levantado en piedra ostionera, la sobria fachada se articula a base de pilastras estriadas de orden gigante que enmarcan los distintos vanos, un trío de arcos para el acceso y ventanas con arcos rebajados en la planta baja, balcones con frontón triangular y balaustres en la primera y ventanas cuadradas en la segunda. Con ocasión de la citada visita de Isabel II, el interior fue reformado y embellecido a fondo. Prueba de ello es el magnífico salón Regio, que se conserva tal y como quedó tras la restauración realizada por Juan de la Vega. De planta rectangular, muestra una rica decoración de carácter ecléctico, en la que se mezclan sin recato elementos renacentistas y manieristas, plasmados en las pinturas del techo, los mármoles del suelo y el mobiliario, a base de espejos, relojes, candelabros, lámparas y el trono. Gran interés tienen también el salón de Recibo, el salón de Carlos IV y el antiguo salón de Plenos (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).

Plaza de España. Monumento a las Cortes
     El derribo de las murallas en la zona del puer­to, a comienzos del siglo XX, permitió crear este amplio espacio ajardinado, que consolidó su configuración en 1929, coincidiendo con la in­auguración del Monumento conmemorativo de la Constitución de 1812. Su entorno urbano está integrado por edificios significativos de la evolu­ción experimentada por la arquitectura civil gaditana a lo largo del siglo XVIII, como lo muestra el conjunto barroco de las casas de las Cuatro y Cinco Torres, en contraste con los sobrios diseños academicistas de la antigua Aduana (Diputación Provincial) o el barrio de San Carlos.
     Los diputados integrantes de las Cortes de Cádiz, conscientes de la trascendencia histórica del documento que habían redactado, propusieron levantar un monumento que perpetuase su memoria en un lugar destacado de la ciudad. Tuvieron que pasar muchos años para que esta idea se pusiera en marcha y la ocasión surgió con motivo de la conmemoración del primer centenario de la Constitución. Se eligió entonces un diseño realizado por el arquitecto Modesto López Otero, con esculturas de Aniceto Marinas.
     Está concebido como un gran hemiciclo, en cuya zona central se alza un alto pilar a modo de triunfo. Todo su repertorio iconográfico está ideado como un homenaje a la labor de las cortes. En el centro del  hemiciclo, bajo el escudo real, un trono con las armas de la familia Borbón simboliza la legitimidad de Fernando VII. Ante él una tribuna con el nombre de Argüelles evoca al redactor del articulado y sirve de base al triunfo de la Constitución, identificada con la Justicia.
     Dos figuras ecuestres en bronce, que simbolizan la Guerra y la Paz, enmarcan todo el conjunto y a ambos lados del pilar central se sitúan los grupos escultóricos de los ciudadanos marchando a la guerra y los frutos de la paz, acom­pañados de otros grandes relieves que recuerdan hechos significativos relacionados con las Cortes. En la zona trasera completa el conjunto la figura de Hércules, representando  a la ciudad de Cádiz, y otros elementos iconográficos e inscripciones que recuerdan a los diputados y la dimen­sión americana del acontecimiento.
     En las cercanías de la plaza se localizan diver­sas muestras interesantes de arquitectura civil.
     El tramo de la Avenida Ramón de Carranza, frontero a la Diputación Provincial, presenta varias casas de estilo isabelino, entre las que sobresale la número 11-12, vivienda burguesa del siglo XVIII, reformada en 1840 por José Armario. En la calle Doctor Zurita 1, se levanta una vivienda dieciochesca con sencilla portada de mármoles y patio, al que se abre una compleja escalera barroca. El número 18, de la calle Manuel Rancés, se construyó a finales del siglo XVII, con portada barroca de mármol importada de Génova y patio de galerías con grandes vigas de madera (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
     Se trata de un monumento de estilo ecléctico, realizado en mármol, piedra caliza y bronce. De gran envergadura, aúna escultura y arquitectura en sus formas. Es un gran espacio que presenta planta de media luna, simulando un hemiciclo con gradas presidido por un trono vacío. Tras él, se eleva un monolito central de gran altura, resuelto por cuatro pilastras adosadas, y coronado por figuras alegóricas sobre pedestal que sostienen el texto constitucional. Repartidos por todo el monumento encontramos relieves, grupos escultóricos y elementos decorativos clasicistas con inscripciones alusivas a la Constitución de 1812 y nombres de algunos de los diputados que participaron en las Cortes que se pasan a describir:
     El cuerpo central del conjunto presenta cuatro enormes pilastras jónicas coronadas por un entablamento con cornisa volada y rematado por cuatro figuras que sostienen sobre sus cabezas el texto constitucional. En el centro se encuentra el sillón vacío sobre tribuna decorado con tres flores de lis en relieve, que alude a la figura del monarca exiliado, que se eleva sobre la escalinata donde se puede ver una inscripción en bronce en la que se lee ¿Argüelles¿. Tras el sillón aparece una estatua sobre pedestal, en el cual se puede leer ¿Constitución¿ y el relieve del escudo de las Cortes. Representa una matrona clásica con unos atributos que simbolizan la época de la Constitución y la Guerra como son la ley escrita en la mano derecha y la espada en la izquierda. Lleva la imagen un prendedor para sujetar la túnica con el escudo de España, y sería esta estatua y el trono, el eje que articula simétricamente el monumento.
     Los grupos escultóricos que flanquean este eje principal están dispuestos para que a la izquierda aparezcan los grupos que tienen un carácter bélico, mientras que las de la derecha sean figuras con un componente más político y de Paz. El grupo escultórico de la izquierda corresponde con la ciudadanía, con personajes de distinta clase social que marchan a la guerra. Una figura femenina con el pelo suelto guía con fuerza el caballo, que lleva un jinete con casaca. También se ve un soldado portando un tambor, un abanderado, y una mujer con niño despidiendo a su marido que marcha a la guerra. En la parte posterior del grupo aparece una cartela donde se pueden leer algunos logros constitucionales como son:
     DERECHOS DE CIUDADANÍA - ABOLICIÓN DEL SANTO OFICIO - LIBERTAD DE IMPRENTA.
     A la derecha otro grupo que corresponde con la Agricultura, donde un par de bueyes tiran de un carro triunfal gobernado por una figura femenina, que corresponde con Ceres, diosa de la agricultura en la mitología griega, la cual aparece coronada con espigas. Tirando de los bueyes aparece un campesino en actitud decidida, así como una mujer a cada lado, donde destaca una de ellas amamantando a su niño, símbolo de la fecundidad de la tierra. Este grupo escultórico alude a la agricultura como uno de los principales recursos de la economía española, y uno de los grandes temas de la constitución de Cádiz. Estas medidas legislativas aparecen detrás del grupo en una cartela donde se lee: 
     ABOLICIÓN DE LOS SEÑORÍOS - ORGANIZACIÓN DE LA HACIENDA - PROTECCIÓN DE LA AGRICULTURA.
     A ambos lados y en la parte cóncava del monumento se encuentra un altorrelieve con dos temas diferenciados. La parte de la izquierda donde se ofrece una obra inspirada en el cuadro de ¿La Junta de 1810¿ de Rodríguez Barcaza, donde se ofrece el momento de la jura contra los franceses delante de la fachada del ayuntamiento gaditano. En la parte de la derecha, aparece el acto de la Jura de Constitución por parte de los diputados delante del Oratorio de San Felipe Neri el 19 de marzo de 1812, y donde aparecen numerosos personajes conocidos como los diputados Muñoz Torrero o Argüelles, y con letras de bronce aparece escrito: 
     LAS CORTES DECLARAN SOLEMNEMENTE QUE EN ELLAS RESIDE LA SOBERANIA NACIONAL.
     A ambos lados del hemiciclo, aparecen dos figuras alegóricas a caballo que simbolizan la Paz y la Guerra. La Paz, situada a la izquierda del hemiciclo se representa portando una cruz con su mano derecha y las riendas del caballo, que aparece con una actitud reposada, con la izquierda. Por su parte, a la derecha aparece la Guerra, un personaje masculino ataviado como Marte que porta una Victoria Alada en su mano derecha, y el caballo que aparece en una posición más tensionada, a galope. El cañón que aparece bajo sus pies no hace sino acentuar esa posición bélica de caballo y jinete.
     La parte trasera del conjunto es un homenaje a la importancia de Cádiz y América en la Cortes. Para ello se debe destacar en primer lugar la figura central de Hércules y los leones, símbolo de la ciudad. A la derecha de éste, un relieve donde aparecen representados personajes como Cristóbal Colón e Isabel la Católica. Los personajes indianos que aparecen en este lado quieren hacer ver la idea de la importancia del papel desarrollado por América no sólo en las Cortes gaditanas, sino también durante el Sitio, ya que de allí seguían llegando aprovisionamiento a la ciudad, vital para el aguante y desarrollo de la guerra. Al otro lado de Hércules, aparecen diputados vestidos a la usanza de la guerra que simbolizarían a la ciudad de Cádiz. A ambos lados, y en la parte convexa de los brazos del hemiciclo, aparecen cartelas con los nombres de algunos diputados.
     El 27 de marzo de 1812 el Municipio gaditano solicitó su construcción al Congreso Nacional, siendo la petición leída y aprobada en la sesión de Cortes que tuvo lugar al día siguiente. Con este Monumento se querían conmemorar los trascendentales acontecimientos para la vida política española que por aquellas fechas se habían desarrollado en Cádiz.
     Durante la Guerra de la Independencia, ante el avance de las tropas francesas, la Junta Central de Gobierno se trasladó a Cádiz en 1810, realizándose la inauguración de las Cortes en la Isla de León (San Fernando), el 24 de septiembre del mismo año. Posteriormente pasan a la capital gaditana donde reanudan sus sesiones y elaboran la Constitución de 1812.
     La ciudad de Cádiz fue elegida como sede de las Cortes debido a que sus poderosas murallas la hacían prácticamente inexpugnable y, también, por el ambiente liberal que en ella se respiraba. El ejército francés sitió la ciudad en febrero de 1810 y, tras sucesivos e infructuosos ataques, hubo de retirarse el 24 de agosto de 1812. Así pues, en esta ciudad sitiada es donde se desarrolló el capítulo más importante de la Edad Contemporánea española.
     Con la construcción del Monumento el Municipio gaditano quería eternizar en piedra estos hechos. Sin embargo, los posteriores acontecimientos políticos de la Nación impidieron su realización. Había de transcurrir un siglo y ello no fue factible hasta el año 1910 en que la Comisión Provincial de Monumentos y la Real Academia Hispano-Americana de Cádiz pidieron al Gobierno el cumplimiento de lo dispuesto.
     Con este fin se convocó en Madrid, en 1911, un concurso de proyectos, exigiendo la convocatoria que en su realización fueran asociados un arquitecto y un escultor, estableciéndose el premio en un millón de pesetas. El concurso debió ser bastante reñido y, el Jurado llegó a plantearse dejarlo desierto. Su emplazamiento fue elegido en parte por ser un lugar abierto al mar que permitiría que el símbolo de la libertad fuera visto desde el mar por los barcos que llegaban al puerto de Cádiz (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     Gran espacio ajardinado, creado a principios del siglo XX gracias al derribo de parte de las murallas de San Car­los para la ampliación del puerto, un espacio que se enriqueció poderosamente en 1929 con la erección del monumento a las Cortes de 1812. Este monumento fue dise­ñado en 1912 por el arquitecto López Otero, procediendo a su ejecución el escultor Ani­ceto Marinas. Consiste en un gran hemici­clo en el centro del cual se alza un elevado triunfo coronado por unas figuras alegóricas que sostienen el texto constitucional. Debajo, una gran matrona representa el triunfo de la Constitución, a la que se iden­tifica con la Justicia, mientras a sus pies, bajo el escudo real, aparece un trono con las armas de los Barbones, simbolizando la legitimidad de Femando VII. En los muros del hemiciclo, a un lado a y otro de la columna, una sucesión de relieves repre­sentan a ciudadanos que van a la guerra y los frutos de la paz, simbolizados en su conjunto por los dos jinetes a caballo, en bronce, que aparecen en los extremos sobre robustos basamentos. En la parte trasera se alza la figura del Hércules gaditano, así como una serie de inscripciones y de figuras que homenajean a los diputados, al tiempo que recuerdan la importancia que en esta Constitución se le daba a la América colonial.
     La plaza reúne además un espléndido caserío, en el que destaca la casa de las Cinco Torres, conjunto barroco de la segunda mitad del siglo XVIII que, como en el de las Cuatro Torres, constituye una edificación unitaria, gracias, principalmente, a la unión de unas casas con otras mediante muretes y pretiles mixtilíneos (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).

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