Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la pintura "Retrato del pintor Uranga", de Zuloaga, en la sala XIV del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
Hoy, 26 de junio, es el aniversario del nacimiento (26 de junio de 1861) de Pablo Uranga, pintor vasco, personaje respresentado en la obra reseñada, así que hoy es el mejor día para ExplicArte la pintura "Retrato del pintor Uranga", de Zuloaga, en la sala XIV, del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
El Museo de Bellas Artes, antiguo Convento de la Merced Calzada [nº 15 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 59 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la Plaza del Museo, 9; en el Barrio del Museo, del Distrito Casco Antiguo.
En la sala XIV del Museo de Bellas Artes podemos contemplar la pintura "Retrato del pintor Uranga", de Zuloagaa (1870-1945), siendo un óleo sobre lienzo, en estilo realista, realizado en 1937, con unas medidas de 1'06 x 0'90 m., procedente del depósito del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, en 1973.
Retrato sobrio y de marcada dignidad en el que se muestra el personaje de forma realista y sin adornos superfluos. Los retratos de Zuloaga y en concreto este en el que se representa al pintor Pablo Uranga Díaz de Arcaya, los realiza con dibujo seguro y con una gran carga psicológica y simbólica (web oficial del Museo de Bellas Artes de Sevilla).
La pintura hispana del siglo XX en su primera mitad tiene una digna representación en el Museo e incluso se cuenta con alguna pieza de excepcional calidad. En este sentido hay que citar la presencia de uno de los más célebres artistas españoles de este periodo: Ignacio Zuloaga (1870-1945) a quien se debe el Retrato de la señora Malinowska firmado y fechado en 1912 y el Retrato del pintor Uranga realizado en 1937. Son retratos que pertenecen a la primera parte de la vida del artista en la que casi siempre sus modelos muestran una presencia digna y sobria, sin ningún tipo de adulación en la puesta de escena, como ocurrió con los realizados en la última parte de su existencia (Enrique Valdivieso González, Pintura, en Museo de Bellas Artes de Sevilla, Tomo II. Ed. Gever, Sevilla, 1991).
Conozcamos mejor la Biografía del pintor Uranga, personaje representado en la obra reseñada;
Pablo Uranga Díaz de Arcaya, (Vitoria, Álava, 26 de junio de 1861 – San Sebastián, Guipúzcoa, 6 de noviembre de 1934). Pintor.
Pablo Uranga forma parte de la llamada Escuela Vasca de Pintura junto con otros nombres importantes como Ignacio Zuloaga, Darío de Regoyos, Julián de Tellaeche o los hermanos Arrúe. Es un artista de formación clásica, imbuido de la tradición pictórica española, que conoce el impresionismo francés de primera mano y lo adapta a su estilo pictórico, especialmente en el uso de la luz y del color.
Pablo Uranga inició su formación académica en la Escuela de Artes y Oficios de Vitoria entre los años 1878 y 1880. Quedó huérfano muy joven, por lo que marchó a Jerez de la Frontera, donde su tío Blas José Díaz de Arcaya era abad de la Colegiata. Allí continuó su formación entre 1881 y 1884 en la Academia de Bellas Artes. Quizá fuera en esta estancia en la ciudad gaditana donde se le despertase la gran afición por el mundo de los toros que le acompañó toda su vida y que tuvo un importante reflejo en su obra. A partir de 1885 se trasladó a Madrid, donde continuó su formación en la Academia de Bellas Artes de San Fernando y acudió frecuentemente al Museo del Prado, lo que le permitió conocer la tradición pictórica española y especialmente las figuras de Velázquez y Goya. En este momento conoció al escultor Paco Durrio (1868-1940), que le animó a ir a París en 1888 y le presentó a Ignacio Zuloaga, con quien mantuvo una gran amistad hasta el final de sus días.
Al no contar con ninguna ayuda oficial, Pablo Uranga desempañó distintos oficios en París (uno de los más conocidos es el de monosabio en la plaza de la rue Pergolesse), pero continuó dedicándose a la pintura y formándose, ya que acudía a la Academia de la Palette en Clichy, donde compartía aula con otros pintores como Zuloaga, Santiago Rusiñol o José María Jordá. En el verano de 1894 en la Exposición Artística de Bilbao presentó una única obra, Retrato de Ignacio Zuloaga (en la actualidad en el Museo Goya de Castres, Francia), obra que le fue adquirida en 1924 por el Gobierno francés para el Museo de Luxemburgo. Es también en este año de 1894 cuando recibió uno de sus primeros encargos, la decoración con paneles al óleo del Casino de Bermeo, obra que realizó conjuntamente con Zuloaga. Sin embargo, a pesar de estas incursiones a España, el pintor continuó residiendo en París; desde 1893 formó parte de la Sociedad de Artistas Independientes, a partir de 1895 expuso, al menos en tres ocasiones, en el Campo de Marte en París y en marzo de 1897 realizó su primera exposición individual en Le Barc de Bouteville con un total de noventa y dos obras.
Sin embargo, ese mismo año de 1897 volvió a España, concretamente a Elgueta, un pequeño pueblo guipuzcoano al que siempre se sintió muy unido afectivamente. De hecho, una de sus obras más conocidas, un autorretrato se titula El bohemio de Elgueta. Su vida artística comenzó una nueva etapa vinculada a Bilbao, el centro artístico más importante de la zona en ese momento. Participó en todas las exposiciones significativas del momento y aparece como socio fundador de la Asociación de Artistas Vascos en 1911.
En 1906-1907 fijó su domicilio en Vitoria, tras haber contraído matrimonio en 1903 con Prudencia Lejarreta. Durante estos años continuó pintando y presentaba sus obras en distintas exposiciones tanto nacionales como internacionales (Exposición en la Galería Silberberg en París en 1902, V Exposición de Arte Internacional de Barcelona en 1907, Exposición del Primer Centenario de la Independencia de México en 1910 o la Exposición de Libre Estética en Bruselas en homenaje a Darío de Regoyos en 1914).
Pablo Uranga abordó todo tipo de temas en su producción artística, y sintió una especial predilección por la pintura de tipos y costumbres y también por el paisaje. No obstante, realizó un número importante de obras de temática religiosa, generalmente por encargo, tanto de pintura de caballete como en la decoración de iglesias y monasterios como en Betoño (Álava), Alsasua (Navarra), Tolosa, Lasarte, Zaldibia y Aránzazu, estas últimas en Guipúzcoa. Otro de los géneros que también cultivó con asiduidad y también por encargo fue la pintura de historia bien en decoraciones murales como las del Palacio Olaso (Vergara) o el de Ibaigane (Bilbao) o en obras de gran tamaño como el tríptico Las Bodas de la Paz realizado por encargo del marqués de Olaso y con el que obtuvo Medalla de Plata en la Exposición Hispano Francesa de Zaragoza en 1908.
En 1918 se trasladó con su familia a San Sebastián y continuó con su producción. Recibió varios encargos de la Diputación de Guipúzcoa para realizar una Inmaculada (1918), y en 1922, para conmemorar el Cuarto Centenario de la Primera Vuelta al Mundo por Juan Sebastián de Elcano, se le comisionó junto con Elías Salaverría e Ignacio Zuloaga para realizar una serie de cuadros conmemorativos. El tema elegido por Uranga fue la Expedición de Loaysa.
En 1924 recibió un homenaje de sus amigos, entre los que destacan Juan Belmonte o José Ortega y Gasset, en el caserío Epeleko-Etxeberri con motivo de la ya mencionada adquisición de su obra por el gobierno francés. A finales de este año partió junto con Zuloaga hacia Estados Unidos y Cuba. En enero de 1925 expuso en las Galerías Ralston de Nueva York junto a Alice Lolita Muth y en la primavera de ese mismo año expuso de manera individual en La Habana con importante éxito, ya que el Museo de La Habana adquirió dos de sus obras.
Tras la vuelta de la aventura americana, Uranga continuó trabajando, acudiendo a exposiciones y actuando como jurado en distintos certámenes. Pablo Uranga falleció en su casa, Villa Urtxo, en el donostiarra barrio de Loyola, el 6 de noviembre de 1934 (Ana Arregui Barandiarán, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
Conozcamos mejor la Biografía de Ignacio Zuloaga, autor de la obra reseñada;
Ignacio Zuloaga y Zabaleta, (Eibar, Guipúzcoa, 20 de junio de 1870 – Madrid, 31 de octubre de 1945). Pintor.
Ignacio Zuloaga es uno de los artistas más célebres de la pintura española de la primera mitad del siglo XX y de mayor reconocimiento en el extranjero. Pintor de paisajes, de tipos españoles y de retratos, su obra, de carácter realista y costumbrista, conectó con la revisión de la España profunda que llevaron a cabo los miembros de la denominada Generación del 98. Acostumbrado a cambiar de residencia con gran frecuencia y a pasar largas temporadas en el extranjero, Zuloaga fue un artista con un gran sentimiento de pertenencia a la cultura e identidad españolas. Un apasionado de nuestro país que, a través de sus paisajes y de sus paisanos, dirigió todo su arte.
Ignacio Zuloaga fue miembro de una familia de artistas, lo que permitió tener un contacto con el mundo del arte desde muy joven. Estudió en París con los jesuitas durante y pasó todos los veranos de su infancia en San Juan de Luz. En 1887 realizó con su padre una primera visita a Madrid, que marcó decisivamente su estilo. En el Museo del Prado descubrió la pintura española del Siglo de Oro y a sus grandes maestros, Velázquez, Zurbarán, Ribera y El Greco, a los que copió incansablemente. De hecho fue Zuloaga el descubridor de El Greco y el gran revalorizador de Goya, para la pintura española de principios de siglo XX.
Con tan sólo diecisiete años se presentó por primera vez a la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid con un lienzo titulado “Un sacerdote rezando” y, al año siguiente participó, casi de forma desapercibida, en la exposición organizada con motivo de las Fiestas Euskaras celebrada en Guernica en el mes de septiembre. De esta época corresponden lienzos pintados en Eibar como “El ciego de Arrate”, “La fuente de Eibar” o “La última muerte”. En 1889 marchó a Roma para completar su formación artística como era habitual en la época. Allí estudió la pintura del Renacimiento y pintó el cuadro “El forjador herido”. Pero al cabo de poco más de seis meses, reacio a la pintura academicista, cambió su estudio de la Vía Margutta por uno en la Ìle de Sant Louis de París.
En la capital francesa asistió como alumno a la Académie Libre y a la Academia Palette, donde estudió con Henroi Gerveux, gran admirador de Manet, con Eugène Carrière y con el pintor simbolista Puvis de Chavannes. En la colina de Montmartre, Zuloaga entró rápidamente en contacto con otros artistas españoles, especialmente con los catalanes Enric Clarasó, Ramón Casas y Santiago Rusignol que, junto con Maurice Utrillo, estaban practicando una pintura próxima al impresionismo. Fue Rusignol el artista español al que más unido estuvo en París y a quién le hizo comprar dos Grecos que descubrió en la capital francesa. Ambos planearon recorrer juntos Italia y publicar un recorrido artístico en La Vanguardia a través de los textos del catalán y los dibujos del vasco. Igualmente, en la capital francesa, Zuloaga se relacionó con Gaguin, Toulouse-Lautrec, Van Gogh y Bernard participando con ellos en dos exposiciones colectivas en la Galerie Le Barc de Bouteville en 1891 y en 1894. Pero, de entre los artistas franceses, a los que más admiró fue a Degas y a Rodin, quien le acompañó en diferentes viajes por España y con quién expuso en ocasiones. En París se hizo amigo también del pintor Maxime Dethomas, con cuya hermana, Valentine, Ignacio Zuloaga contrajo matrimonio en 1899.
Zuloaga alternó su estancia en París con numerosos viajes a la Península Ibérica. En 1891 viajó a Bilbao y fue fundador de la Sociedad Festiva El Escritorio, el famoso Kurding Club, decorando uno de sus muros con el cuadro Amanecer, y en 1895 realizó los frescos del Casino de Bermeo. Al igual que en El País Vasco, sus estancias en Andalucía, especialmente en Sevilla, fueron muy frecuentes. Allí se inició en la captación de tipos populares y pintó algunos de sus más célebres retratos, como por ejemplo, Mujer de Alcalá de Guadaira (hoy en el Museo Zuloaga de Zumaya). Estos retratos andaluces de la primera época son caracterizaciones cargadas de realismo, por influencia directa de Courbet, mezcladas también con recursos propios del impresionismo y del posimpresionismo, que fue abandonando poco a poco a favor de una paleta más oscura.
Pasará también largas temporadas en Segovia, ciudad a la que estuvo muy unido y donde llegó a instalar un estudio, junto con su tío el ceramista Daniel Zuloaga, en la iglesia románica de San Juan de los Caballeros. Segovia y Ávila y, en general, las tierras castellanas rudas y empobrecidas, fueron fuentes de inspiración de paisajes de gran carga psicológica, y retratos de tipos, que entroncaron con lo que se ha ido denominando la España Negra. En ellos existe una clara vocación por la búsqueda de una identidad nacional que conectó, rápidamente, con los presupuestos estilísticos que estaban manejando los literatos de la llamada “Generación del 98”. El tono sombrío de su paleta y el realismo creciente de sus retratos, contrastó con el luminismo imperante en España, representado por la obra de Joaquín Sorolla.
Durante estos años en París, Zuloaga participó en diferentes salones de la ciudad, siendo el primero, en 1890, el Salón de Artistas Franceses donde expuso El forjador herido, pintado en Roma. En el Salón Nacional de Bellas Artes de París de 1894 presentó dos lienzos con cierto éxito: Retrato de la abuela del pintor y El enano Don Pedro, y seis lienzos de temática segoviana en Los Independientes de 1896. Desde París continuó haciendo envíos a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de Madrid, sin recibir todavía ningún reconocimiento, aunque sí obtuvo una primera medalla en 1898 en la IV Exposición de Bellas Artes e Industrias Artísticas de Barcelona.
En 1899 el artista participó en el Salón Nacional de París con el lienzo Mi tío y mis primas, pintado en Segovia, que fue adquirido por el Estado francés para Museo de Luxemburgo (hoy en el Museo de Orsay de París). Ese mismo año, el 18 de mayo, contrajo matrimonio con Valentine Dethomas, a quién retrató con ciertos resabios simbolistas, siendo los testigos de la boda Carrière y Albéniz. El matrimonió realizó un viaje de recién casados por Europa y de regreso a España, se instalaron una temporada en Elgueta, donde Ignacio pintó uno de sus cuadros más conocidos, La enana doña Mercedes, conservado también en el Museo de Orsay de París. Terminó el año con la buena noticia de la adquisición por parte del Estado belga de su cuadro El alcalde de Riomoros, tras su exposición en Salón de Pintura de Gante.
Durante 1900 Zuloaga regresó a Segovia para pintar en la Casa del Crimen y en la Canonjía. Aprovechó igualmente para proponer que su cuadro Antes de la corrida, también conocido como Vísperas de la corrida, fuera incluido en la representación española de la Exposición Universal de París de 1900, pero el jurado lo rechazó. Este tipo de sucesos contrastaron con la gran popularidad que el pintor estaba cosechando en el extranjero, hasta el punto de que este lienzo fue adquirido finalmente por el Estado belga para el Museo de Bellas Artes de Bruselas. A ello se le sumó otro éxito internacional: la gran medalla en la Exposición Internacional de Dresde. El acontecimiento fue celebrado con un número monográfico dedicado a su arte en Le París Ilustré y un homenaje que sus contemporáneos, el Grupo del 98, le ofreció en Madrid. Con el inicio del nuevo siglo, Ignacio Zuloaga siguió cosechando éxitos. En 1902 fue nombrado Societaire de la Exposición Nacional de Bellas Artes de París, pero el fallecimiento de su madre, Lucía Zamora Zabaleta, en Eíbar ese mismo año supuso un duro golpe para el pintor. No obstante el nacimiento, poco después, de su primera hija, Lucía, le alentó. En los últimos meses del año, realizó largas estancias en Segovia, acompañado, esta vez, por el amigo y pintor Pablo Uranga. Su obra siguió exponiéndose en diferentes ciudades europeas como París, Burdeos, Múnich, Budapest Berlín y Düsseldorf, y tras una nueva participación en la Exposición Nacional de París, la prensa del momento le dedicó grandes elogios. Un año más tarde, en 1903, realizó unas pinturas para la iglesia de Nuestra Señora de Arrate, en las proximidades de Eibar, y animó a diferentes amigos franceses, entre otros al pintor Cottet, a desplazarse a Segovia. De aquel momento es uno de sus cuadros más célebres: La familia del torero que más tarde, empezó a conocerse como Gallito y su familia.
A partir de 1905 se sucedieron exposiciones de su obra en París, Praga, Rotterdam, Amberes, Lieja, Venecia, Dresde y Viena. En Berlín recibió el encargo de la Ópera para realizar los decorados de la Carmen de Bizet. Experiencia vinculada con el mundo escénico que repitió ese mismo año en Bruselas en el montaje de la ópera Pepita Jiménez, cuyo autor fue su amigo Isaac Albéniz. En años posteriores realizó otras colaboraciones como la que hizo en 1915 en París para la obra La vida breve de Manuel de Falla, con quién colaboró también el El retablo de Maese Pedro, y en 1917 para la ópera Goyescas de Enrique Granados. Terminó 1905 recorriendo España con Rodin y el coleccionista ruso Tchoukin. El 10 de enero de 1906 nació su segundo hijo, Antonio.
A su regreso a Francia, instaló un nuevo estudio en la calle Caillancourt que alternó con el de San Juan de los Caballeros en Segovia, donde pintó entre 1905 y 1907, sus famosos lienzos Toreros de Pueblo y Celestina (hoy en el Museo Reina Sofía de Madrid), Las brujas de San Millán (Museo de Bellas Artes de Buenos Aires) y El enano Gregorio el Botero (conservado en la actualidad en el Museo del Ermitage de San Petersburgo). En la V Exposición Internacional de Barcelona, celebrada en 1907, disfrutó de una sala entera para exponer su obra y obtuvo dos condecoraciones: el premio del Rey y el diploma de honor. De regreso a París, en 1908, el fundador de la Hispanic Society de Nueva York, el señor Huntington, acudió a su estudio con la idea de celebrar en la institución neyorquina una exposición de sus obras. En su visita le adquirió el cuadro La familia del torero gitano y le nombró miembro de la Hispanic Society. Para celebrarlo Zuloaga organizó una “grande fête espagnole”, a la que asistieron, entre otros, la actriz Lucienne Bréval. En aquella época el artista estaba colaborando nuevamente como diseñador de decorados y vestuario de la obra Carmen en la Ópera-Comique de París, cuyo papel protagonista era encarnado por la actriz. Como resultado de esta experiencia ejecutó el retrato de “Lucienne Bréval en el papel de Carmen” que expuso en el Salón Nacional Francés, entre otros cuadros de temática segoviana, y formó parte, junto con treinta y siete obras más, de las que quince eran de temática segoviana, en la exposición que la Hispanic Society le dedicó en Nueva York un año más tarde.
El interés que causó el retrato de Lucienne Béval en el señor Huntington hizo que lo adquiriese para su colección y lo prestase al Metropolitan Museum of Art de Nueva York, donde permaneció hasta 1922. Sin embargo, pese al entusiasmo de Huntington, su exposición no tuvo el éxito que poco antes había tenido allí la de Sorolla. A Zuloaga, que había cosechado gran fama en el extranjero, se le empezó a criticar su gran dramatismo, a menudo tildado de artificioso, y la oscuridad de sus gamas cromáticas. Su obra se alejaba totalmente de la exitosa representación de la España blanca de Joaquín Sorolla. Diferencia de estilos de la que, además, Zuloaga se sentía orgulloso. Otros lienzos pintados en Segovia, como Mi prima Cándida o Los penitentes, también conocido como Los flagelantes, el efectista y velazquiano Autorretrato o el Retrato de Lucrecia Bori, pasaron a formar parte de la colección de la Hispanic Society de Nueva York. La exposición viajó a continuación a Buffalo y a Boston.
Durante 1910 continuó con su periplo internacional exponiendo su obra con éxito en Venecia (IX Bienal), París, Londres, Méjico, Chile y Argentina. En los meses siguientes, alternó diferentes estancias en el País Vasco (donde compró una finca en Zumaya), con otras en Biarritz, Segovia y París. Un año más tarde, en el mes de abril, acudió fuera de exposición, a la Internacional de Bellas Artes de Roma. El comité español descartó su candidatura, pero fue el gobierno italiano quién le invitó expresamente, dedicándole una sala entera, en la que se exhibieron veinticinco de sus lienzos, catorce de temática segoviana. Obtuvo el Gran Premio de Honor y aprovechó su estancia, para recorrer Italia.
De regreso a París ejecutó los retratos de Larreta, La Malinowska, Maurice Barrés y la Condesa de Noialles, que se sumaron a otros pintados en España como son El cardenal (Museo de Bellas de Artes de Bilbao), Ídolos futuros, también titulado Torerillos en Turégano, Cortesana española o Mi prima Cándida. En Segovia sus amigos y admiradores se volcaron en la celebración de un gran homenaje en 1913.
Con el estallido de la Primera Guerra Mundial, el pintor se adhirió rápidamente al manifiesto español de los partidarios de los Aliados. Es más, donó el lienzo “Mi prima Cándida” para recaudar fondos para las familias más afectadas por la depresión que sufrió la localidad de Eibar, y en 1917 fue distinguido con la condecoración de la Legión de Honor por los muchos méritos que realizó a favor de Francia. Durante la contienda militar, Zuloaga residió principalmente en su recién construida casa de Santiago Etxea. Desde allí envió nuevos lienzos a Nueva York para celebrar con gran éxito su segunda exposición en 1916, que viajó más tarde por Boston, Búffalo, San Luis y Minneápolis.
En 1917 cambió de residencia a Madrid, a una casa del Paseo del Pintor Rosales, donde ejecutó por encargo el Retrato del Duque de Alba y el Retrato del Rey Alfonso XIII, hasta que en 1920 instaló su taller en el castizo barrio de Las Vistillas. En Bilbao celebró una exposición en 1919 en la que el industrial de la Sota le compró el Retrato de Noailles (hoy en el Museo de Bellas Artes de la ciudad) y, un año más tarde, participó con sus obras en la Exposición de Pintura Española de la Royal Academy de Londres. En 1921 viajó a Granada invitado por Manuel de Falla y en 1922 fue nombrado presidente de la Comisión de Arte y Decoración del Museo Vasco de Bayona. Regresó a París en 1923, donde ejecutó los retratos de Miss Kahn y la marquesa Cassaty, hasta que en 1925 celebró con gran éxito una gran exposición en la prestigiosa Reinhardt Gallery de Nueva York. Terminó su periplo americano en Cuba, donde fue recibido con todos los honores. A su regreso, en 1926, el Círculo de Bellas Artes acogió una exposición de sus obras.
Durante la década de 1930 la obra del pintor se consagró definitivamente en los círculos oficiales, ocupando la Presidencia del Patronato del Museo de Arte Moderno de Madrid desde 1931, pero por otro lado, encontró la oposición de los más jóvenes vinculados a las vanguardias. La Guerra Civil, que le sorprendió en Zumaya, supuso una época de recogimiento y de iniciación, también, en el arte de la escultura. En 1938 recibió el Gran Premio de la Bienal de Venecia y en 1941 el Museo de Arte Moderno de Madrid le dedicó una gran exposición. Un año más tarde, celebró la que sería su última muestra individual en vida, en la Sala Argos de Barcelona, que viajó a Oviedo, San Sebastián y Berlín, y entre sus últimos encargos estuvo el del Gobierno español de retratar en 1944 al embajador español en Estados Unidos, el Sr. Carlinston J. Hayés.
El 31 de octubre de 1945, a los setenta y cinco años de edad, Ignacio Zuloaga falleció en su estudio de las Vistillas. Fue enterrado en San Sebastián (Ana Berruguete del Ojo, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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