Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Huelva, déjame ExplicArte los principales monumentos (Monasterio de Santa Clara; Casa natal Juan Ramón Jiménez; Casa Museo Zenobia y Juan Ramón Jiménez; y Convento de San Francisco, o de Nuestra Señora de la Esperanza) de la localidad de Moguer (II), en la provincia de Huelva.
El monasterio de Santa Clara fue fundado por don Alonso Jofre Tenorio, almirante de Castilla y I señor de Moguer y por su esposa doña Elvira Álvarez, entre octubre de 1337 y abril de 1338, para religiosas franciscanas, que habitaron su clausura hasta 1903, en que la ocuparon las Esclavas Concepcionistas del Divino Corazón. Desde 1956 hasta 1975 residieron en él los Padres Capuchinos. En la actualidad es sede del Museo Diocesano de Arte Sacro de Huelva. Santa Clara es uno de los edificios capitales de la arquitectura andaluza. A lo largo de la historia fue objeto de preferencia para los Portocarrero, sus patronos, que convirtieron su iglesia en panteón familiar. Es por ello que los señores de Moguer lo colmaron de sustanciosas concesiones, aumentadas por donaciones reales y particulares. En Santa Clara, el 16 de marzo de 1493, al volver de su primer viaje al Nuevo Mundo, cumplió Cristóbal Colón un voto hecho en la travesía.
Desde el punto de vista arquitectónico, el monasterio se compone de dos cuerpos: el sector conventual y el templo. La iglesia constituye el último ejemplar de toda una serie de templos gótico-mudéjares derivados de la arquitectura alfonsí. El resto del edificio amalgama piezas de diferentes estilos: claustros mudéjares, salones y arquerías renacentistas, linternas y portadas barrocas, etc. Sin embargo, a pesar de su diversidad y a veces de su pobreza de medios, constituye la expresión del mundo religioso de las clarisas y el alma popular de la Tierra Llana de Huelva.
La entrada al cenobio se efectúa por el compás, en el ángulo suroeste del edificio, que presenta un soportal mudéjar en forma de «L», con alfices que apean sobre pilares ochavados de capiteles estalactíticos. Los arcos rebajados de la galería central descargan sobre una columna de mármol blanco. Su techumbre es de ladrillo por tabla. En el compás se alzan también, por el lugar que primitivamente se completaba el soportal, sendas casas de fachada barroca, de las mandaderas de las monjas. A través de la puerta reglar se ingresa en un pequeño claustro mudéjar, de plata cuadrangular, con tres arcos ojivales con alfices por cada flanco, que responden al afán de cuadratura de la arquitectura hispanomusulmana. Los arcos apean sobre pilares ochavados con capiteles estalactíticos. La techumbre es también de ladrillo por tabla. Tanto el compás, como este claustro se pueden datar en el siglo XV. A través de la crujía abierta en el flanco occidental se accede a la enfermería, del siglo XVI, con dos plantas, que conforme a la tipología de estas construcciones se divide en dos naves por una elegante arquería central con columnas de mármol, de origen genovés, con capiteles de castañuelas y basas de garras.
Desde el claustrillo mudéjar se accede al claustro grande o de las Madres, a través de dos pasillos abovedados. El claustro de las Madres, de planta casi cuadrada, tiene dos cuerpos. El bajo ostenta, por cada lado, siete arcos de ojiva inscritos en peraltados alfices, sobre gruesos pila res. Las cuatro galerías se cubren con bóveda de cañón corrido. Este claustro, de tradición almohade, debe fecharse en el siglo XIV. Está considerado como el claustro más viejo de Andalucía. El cuerpo superior, remodelado en 1589, es el contrapunto ideal del inferior, por su frágil y aireada arquería. Los arcos rebajados, los alfices y el hecho de que los pilares fueran sustituidos por columnas de mármol nos remiten a la época de los Reyes Católicos. La arquería, por influjo de la arquitectura palatina sevillana, discurre sólo por los flancos norte y este, para no restar sol invernal a la planta baja. La influencia arquitectónica de este claustro y la luminosidad de su blanco encalado es apreciable en claustros de Hispanoamérica. Alrededor del claustro de las Madres se dispone el entramado de dependencias principales de la clausura: sala capitular, cocina, refectorio abovedado, sala de profundis con techumbre mudéjar del siglo XVI, dormitorios construidos en 1589, etc.
En el muro occidental de la planta baja del salón-dormitorio, situado en el lado septentrional del claustro de las Madres, se conserva un mural del Padre Eterno sobre un fondo arquitectónico, que responde al modelo imperante a finales del siglo XVI. En la sala de las abadesas se encuentra un óleo sobre lienzo, de finales del siglo XVII, de fuerte sabor popular que representa a Santa Clara de Asís. En la galería oriental del cuerpo superior del claustro grande hay un mural, consistente en un dibujo, que no pasa de ser un mero esbozo, de San Cristóbal. La esquemática composición, propia del gusto barroco, está realizada en líneas de color sanguina.
Siguiendo la orientación litúrgica de la arquitectura cristiana, hacia el este u oriente, el recinto eclesiástico se alza siguiendo una dirección ortogonal a la del claustro de las Madres. Es el núcleo coordinador de las partes públicas y privadas del monasterio, al tiempo que constituye la joya artística del mismo. En el templo, cada una de las partes se subordina y articula perfectamente en el total resultante. Es una edificación de estilo gótico con elementos mudéjares, patente en el interior. Por el exterior, sin embargo, responde al tipo de iglesia-fortaleza. Sus obras comenzaron en 1338. En 1405 hay constancia de que estaba abierto al culto, aunque su construcción se demoraría a causa de las graves epidemias de 1348, 1374 y 1384. Su ábside nos remite al último cuarto del siglo XIV. El templo, totalmente abovedado, consta de tres naves cubiertas con bóvedas de crucería sexpartita, elevadas casi a la misma altura, y ábside poligonal, como corresponde a las iglesias de planta y alzado de salón. El templo, que carece de crucero y triforio, al adoptar la tipología parroquial, constituye una notable excepción en el concierto de iglesias conventuales andaluzas.
En la organización interior las bóvedas de crucería, con espinazo a la burgalesa, apoyan sus nervios en ménsulas, originando una arquitectura suspendida al estilo del Císter. A las tres bóvedas centrales corresponden cinco en cada lado. Las ménsulas están ornamentadas con cabezas de atlantes, hojas de vid, etc. Y las nervaduras góticas se enriquecen con puntas de diamantes, dientes de sierra, etc. En la fábrica sólo se usa el ladrillo, por la influencia mudéjar, a excepción de los rosetones, ventanales del ábside, nervios góticos de la nave central y espinazo a la burgalesa de las laterales trabajados en piedra. Los estribos exteriores, concebidos a modo de aletas, sirven para contrarrestar empujes. Su disposición nos recuerda las del mudéjar aragonés o las del renacimiento granadino. Entre ellos se ubican las capillas laterales, de acusada autonomía espacial, que manifiestan la ascendencia almohade en sus bóvedas de cañón trespuntados con aristas. Sus troneras, con base escalonada y bovedita cónica rampante, son de clara tradición románica. En la capilla lateral de los pies de la nave de la epístola hay una lápida episcopal, tallada en granito, de sabor medieval. En el pavimento de la nave lateral del evangelio, otra lauda, ésta de mármol, señala el enterramiento de Pedro Gupil de Herrera. Es del año 1682.
El ábside facetado, del tipo sevillano de la repoblación, cegó sus tres ventanales góticos al instalarse, en el presbiterio, el magnífico retablo mayor manierista, ejecutado por Jerónimo Velázquez entre 1635 y 1640. El retablo consta de mesa de altar, banco, -en el que hay lienzos con varios santos y escenas de la vida de Cristo-, dos cuerpos de tres calles y dos entrecalles y ático. En su hornacina principal preside la titular, Santa Clara, escultura en madera policromada de Francisco Zamudio, de finales del siglo XX. Entre los elementos usados en la ejecución de esta pieza de fuerte influencia montañesina destacan las columnas corintias entorchadas. Los frontones y entablamentos presentan varios tipos, siendo triangulares en los extremos del primer cuerpo, curvos en el segundo y partidos en el ático, excepto en la calle central, donde son partidos en los dos primeros cuerpos y en el ático se sustituye por un copete, bajo el que está un Crucificado del círculo de Pedro Millán, de h. 1500. La decoración del retablo es muy sobria, sólo a base de volutas, guirnaldas, dentellones, cartelas, etc. Los vanos de las calles laterales y entrecalles lo ocupan lienzos con la temática de escenas apocalípticas, de los que se conservan sólo ocho de los doce originales. El resto está ocupado por lienzos de otras épocas y temáticas.
En el interior de la capilla mayor se ubican los enterramientos de los fundadores del monasterio y de sus descendientes, los Portocarrero, cuyas estatuas yacentes recuerdan las exequias de corpore insepulto. El túmulo central y el se pulcro del lado del evangelio, de estilo gótico, se datan en 1518. Y el del lado de la epístola, de estilo renacentista italiano, fue labrado por Gian Giacomo della Porta, con la colaboración de Giovanni María da Pasallo, a partir de 1549. El hecho de ser utilizada esta iglesia como panteón familiar de los señores de Moguer explica la magnificencia de la misma y la erección en el siglo XVI de este ciclo de sepulturas tan singular en la Andalucía occidental. Al entrar en la capilla mayor, a la izquierda, destaca el púlpito de cerrajería, procedente del convento de San Francisco, obra anónima de marcado formato barroco.
En la cabecera de la nave de la epístola se encuentra un retablo dedicado a la Virgen Franciscana, compuesto de los despojos de otros retablos antiguos y que consta de mesa de altar y un cuerpo, en el que se expone una tabla de la Virgen con el Niño, del último cuarto del siglo XVI. En el lado opuesto, ocupando la cabecera de la nave del evangelio, está otro retablo, también realizado con trozos de otros antiguos, en el que se exhibe una pintura hispano-flamenca del Descendimiento de Cristo, obra anónima del círculo de Juan de Campaña, del segundo tercio del siglo XVI.
En la nave de la epístola se puede contemplar una pintura mural de San Cristóbal, del último cuarto del siglo XV, y en el intradós del primer arco de la nave lateral izquierda vemos un mural de la Santísima Trinidad, de la misma época. A los pies del templo, en el primer pilar de la arquería lateral izquierda, otra pintura mural representa una alegoría de la muerte. Es también obra del último cuarto del siglo XV. A los pies de la nave del evangelio está un retablo, dedicado a la Inmaculada, que es obra anónima sevillana de h. 1740. En el ático hay un relieve polícromo de la Misa de San Gregorio Magno. En la hornacina de su único cuerpo se venera una talla de la Purísima, del círculo de Duque Cornejo, de la segunda mitad del siglo XVIII.
A lo largo de los muros de las naves laterales se exhiben algunas obras pictóricas de interés, como una tabla de la Anunciación procedente de la iglesia de San Francisco, obra anónima de h. 1500. Otra Anunciación, esta vez pintada al óleo sobre lienzo, es de las postrimerías del siglo XVII, de la escuela de Valdés Leal. De principios del siglo XVIII es el lienzo de la Dormición de la Virgen, firmado por Arellano. El óleo de Jesús camino del Calvario es una pintura sobre lienzo firmada por José Reinoso en 1816, copia inspirada en un grabado de Rubens.
Entre las dependencias auxiliares del templo, la sacristía carece de interés artístico. Sin embargo, ocurre todo lo contrario en el coro de doble planta, dispuesto a los pies del recinto sacro. Las puertas del coro bajo, cuyas deliciosas pinturas son una lograda síntesis de la espiritualidad franciscana, se fechan a finales del siglo XV. Reproducen, pues, misterios de la infancia y de la pasión y muerte de Cristo. A la derecha de la reja del coro está el comulgatorio, realizado en madera dorada y policromada, de estilo rococó. Ya dentro del coro llama la atención su espléndida sillería, con decoración nazarí, que está datada hacia el tercer cuarto del siglo XIV. Su ornamentación pictórica es posterior, del último cuarto del siglo XV Encima del comulgatorio está una pintura mural de Santa Úrsula, que se puede fechar en la época de los otros murales de la iglesia. En esta estancia coral se pueden ver expuestos dos imágenes cristíferas. La primera, es un Ecce Homo en alabastro con restos de policromía, anónimo de la Escuela de Nottingan. El segundo es un Varón de Dolores o Cristo de los Remedios, del siglo XVIII. Y la pintura sobre tabla de la Sagrada Estirpe, del círculo de Pedro Villegas Marmolejo, de hacia 1560-1570, en la que aparecen los padres y familiares de la Virgen María.
En el pavimento hay algunas laudas sepulcrales. Del siglo XVI son las de Pedro Portocarrero, X señor de Moguer y la de Juana de Cárdenas, VIII señora de la ciudad; y del siglo XVII la de Andrés de Vaias, visitador general del Arzobispado. Sobre la puerta que comunica el coro con el antecoro, bajo la bóveda de medio cañón hay una pintura mural de finales del siglo XVI, que representa a la Virgen y a San Juan Evangelista que flanqueaban una escultura del Crucificado, componiendo un calvario rodeado de hojarasca y ángeles pasionarios pintados en el siglo XVIII. Las puertas están decoradas con escudos heráldicos, pertenecientes a las religiosas profesas de este monasterio.
En el antecoro encontramos diversas piezas artísticas, algunas de ellas de considerable mérito. Hay dos retablos de azulejos, uno instalado frente a la puerta de acceso y otro en el lateral izquierdo, entrando desde el coro. Los dos tienen idéntica traza, en formato rectangular decorado con cerámica polícroma plana, con abundancia de azules sobre fondo amarillo, obras del círculo de Hernando de Valladares, de hacia 1600. Uno de estos retablos está presidido por el relieve, en madera de cedro policromado, de la Presentación de Jesús en el Templo y Purificación de María, obra de Juan Martínez Montañés de 1606, procedente de la antigua iglesia de San Francisco de Huelva, que fue restaurada por Francisco Arquillo Torres en 1986. Expuestos en esta sala están el popular Niño de las lágrimas, obra anónima sevillana, tallado en madera policromada en el siglo XVIII; las imágenes de los llamados vulgarmente los «Santos Pelones» de los comedios del siglo XVI. Y la Virgen del Subterráneo o del Soterraño, imagen de madera y telas encoladas del siglo XVIII. Asimismo se exhiben los libros de coro, miniados en papel de nonato, de los siglos XV al XVII. El antecoro se cubre con cubierta mudéjar de formato cuadrangular, de finales del siglo XVI.
Ejemplar muy destacado de la orfebrería de la provincia de Huelva es el ostensorio de plata sobredorada, que ahora está expuesto en el coro, pieza de orfebrería sevillana de entre 1500 y 1525, con la marca de la primitiva Giralda. El basamento y el astil son de clara factura gótica, sin embargo el sol es obra del siglo XVIII. De plata dorada es un copón rococó con una inscripción del año 1784.
Entre los ejemplares de las artes suntuarias de este monasterio hay que señalar los ornamentos bordados al romano sobre terciopelo carmesí en el siglo XVII. Destaca el llamado erróneamente «terno de los Reyes Católicos», compuesto de casulla y capa pluvial de imaginería, así como de dalmáticas con el escudo heráldico de los Portocarrero. Se conservan también las dalmáticas del «terno de San Francisco», de la misma época, con el escudo de la Orden seráfica.
El monasterio de Santa Clara es un edificio espacioso, rodeado por una alta y almenada cerca. Tras este muro se extienden huertas y jardines a la manera musulmana. Esta significativa construcción del mudéjar andaluz, antiguo monasterio de clarisas, es un conjunto arquitectónico que resulta de la yuxtaposición de estancias y patios de distintas épocas, constituyendo un ejemplar de planificación española siguiendo una directriz quebrada con atrio, claustro e iglesia en un flanco (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
Desde el punto de vista arquitectónico, el monasterio se compone de dos cuerpos: el sector conventual y el templo. La iglesia constituye el último ejemplar de toda una serie de templos gótico-mudéjares derivados de la arquitectura alfonsí.
El resto del edificio amalgama piezas de diferentes estilos: claustros mudéjares, salones y arquerías renacentistas, linternas y portadas barrocas, etc. Sin embargo, a pesar de su diversidad y a veces de su pobreza de medios, constituye la expresión del mundo religioso de las clarisas.
La entrada al cenobio se efectúa por el compás, en el ángulo suroeste del edificio, que presenta un soportal mudéjar en forma de "L", con alfices que apean sobre pilares ochavados de capiteles estalactíticos. Los arcos rebajados de la galería central descargan sobre una columna de mármol blanco. Su techumbre es de ladrillo por tabla. En el compás se alza también, por el lugar que primitivamente se completaba el soportal, sendas casas de fachada barroca, de las mandaderas de las monjas. A través de la puerta reglar se ingresa en un pequeño claustro mudéjar, de planta cuadrangular, con tres arcos ojivales con alfices por cada flanco, que responden al afán de cuadratura de la arquitectura hispanomusulmana. Los arcos apean sobre pilares ochavados con capiteles estalactíticos. La techumbre es también de ladrillo por tabla. A través de la crujía abierta en el flanco occidental se accede a la enfermería, con dos plantas, que conforme a la tipología de estas construcciones se divide en dos naves por una elegante arquería central con columnas de mármol, de origen genovés, con capiteles de castañuelas y basas de garra.
Desde el claustrillo mudéjar se accede al claustro grande o de las Madres, a través de dos pasillos abovedados. El claustro de las Madres, de planta casi cuadrada, tiene dos cuerpos. El bajo ostenta, por cada lado, siete arcos de ojiva inscritos en peraltados alfices, sobre gruesos pilares. Las cuatro galerías se cubren con bóveda de cañón corrido. Este claustro está considerado como el más viejo de Andalucía. El cuerpo superior, remodelado en 1589, es el contrapunto ideal del inferior, por su aireada arquería. Alrededor del claustro de las Madres se dispone el entramado de dependencias principales de la clausura: sala capitular, cocina, refectorio, sala de profundis con techumbre mudéjar, dormitorios, etc.
Siguiendo la orientación litúrgica de la arquitectura cristiana, hacia el este oriente, el recinto eclesiástico se alza siguiendo una dirección ortogonal a la del claustro de las Madres. Es el núcleo coordinador de las partes públicas y privadas del monasterio, al tiempo que constituye la joya artística del mismo. El templo es una edificación de estilo gótico con elementos mudéjares. Se encuentra totalmente abovedado, y consta de tres naves cubiertas con bóvedas de crucería sexpartita, elevadas casi a la misma altura, y ábside poligonal, como corresponde a las iglesias de planta y alzado de salón. La iglesia carece de crucero y triforio, al adoptar la tipología parroquial, constituye una notable excepción en el concierto de iglesias conventuales andaluzas. En la organización interior, las bóvedas de crucería, con espinazo a la burgalesa, apoyan sus nervios en ménsulas, originando una arquitectura suspendida al estilo del Císter. A las tres bóvedas centrales corresponden cinco en cada lado. Las ménsulas están ornamentadas con cabezas de atlantes, hojas de vid, etc. Y las nervaduras se enriquecen con puntas de diamantes, dientes de sierra, etc.
En la fábrica sólo se uso el ladrillo, por la influencia mudéjar, a excepción de los rosetones, ventanales del ábside, nervios de la nave central y espinazo de las laterales.
Los estribos exteriores, a modo de aletas, sirven para contrarrestar empujes y entre ellos se ubican las capillas laterales.
El Monasterio de Santa Clara fue fundado por don Alonso Jofre Tenorio, almirante de Castilla y I señor de Moguer, y por su esposa doña Elvira Álvarez, entre octubre de 1337 y abril de 1338, para religiosas franciscanas, que habitaron su clausura hasta 1903, en que la ocuparon las Esclavas Concepcionistas del Divino Corazón. Desde 1956 hasta 1975 residieron en él los Padres Capuchinos.
En la actualidad es sede del Museo Diocesano de Artes Sacro de Huelva. A lo largo de la historia fue objeto de preferencia para los Portocarrero, sus patronos, que convirtieron su iglesia en panteón familiar. Es por ello que los señores de Moguer lo colmaron de sustanciosas concesiones, aumentadas por donaciones reales y particulares. En Santa Clara, el 16 de marzo de 1493, al volver de su primer viaje al Nuevo Mundo, cumplió Cristóbal Colón un voto hecho en la travesía (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
En la calle Ribera se ubica la casa natal del Nobel, bello ejemplar de sabor neomudéjar (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
La casa natal de Juan Ramón Jiménez se sitúa en la esquina de las calles Zenobia Camprubí y de la Ribera. Es una edificación de dos plantas, tres crujías y patio posterior. Los cuatro muros de carga que la sustentan discurren paralelos a la fachada principal. El acceso desde la calle hasta el patio central se corresponde con el eje central de la vivienda, a ambos lados del cual aparecen diversas estancias de uso variable. La planta alta, por su parte, alberga dormitorios y salas de estar, como era normal en este tipo de edificaciones burguesas. Como es tradicional, a esta estructura básica de vivienda se le añade un cuerpo posterior lateral situado en el patio trasero y donde se localizaban los zonas de servicio de la casa.
La fachada principal, historicista, presenta un esquema compositivo propio del siglo XIX; está compuesta en base a una simetría de grandes huecos, coronada por un pretil de cerrajería. En planta baja destaca la portada que enmarca el vano de acceso. Sobre ésta se apoya un amplio balcón encima del cual se abre un hueco de inspiración neomudéjar. Conviene destacar la existencia de otros dos balcones laterales, protegidos por cierres metálicos, así como potente cornisa que remata todo el frente.
La casa donde nació Juan Ramón Jiménez, sita en la calle de la Ribera, fue construida por el padre del poeta hacia 1874, fecha que aparece como testimonio en el tímpano de la cancela del zaguán, cuando los negocios familiares todavía marchaban bien y no había de que preocuparse: los viñedos producían uva suficiente y muchos lagareros la pisaban cada vendimia en las cuatro bodegas que Víctor Jiménez tenía en Moguer. En esta casa vivió Juan Ramón hasta la edad de seis años en que se trasladó con su familia a la casa número 10 de la calle Nueva que Víctor Jiménez, padre del poeta había alquilado a su hermano Gregorio. Esta casa estaba mejor situada y su distribución, también dos plantas con azotea, resultaba mucho más cómoda que la vivienda que Víctor Jiménez había construido en la esquina de la calle Ribera con la de las Flores.
La casa de la calle Ribera fue cuartel de la Guardia Civil con los herederos de Domingo Paniagua. Posteriormente fue vendida, en 1978, al Ayuntamiento de Moguer, conforme al acuerdo plenario adoptado previamente por la corporación municipal. Casi un siglo estuvo la Benemérita ocupando la casa natal de Juan Ramón, hasta que el Ayuntamiento decidió la compra del inmueble, animado por la cercanía del centenario del poeta. El edificio fue sometido, con posterioridad, a una intensa restauración para devolverlo a su estado original: entre 1984 y 1986 se ejecutaron las primeras obras, financiadas por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía en colaboración del Ayuntamiento de Moguer, y en 1990, el arquitecto José María de Reyna se encargó, en una tercera fase, del proyecto de restauración integral.
Finalizadas las obras de rehabilitación la Casa Natal fue destinada a los talleres municipales de artes plásticas y, en los últimos años de la década de los noventa, a sede administrativa de las escuelas-taller. Actualmente es la sede provisional del Museo de Zenobia y Juan Ramón y de la Fundación que se encarga de la gestión de la Casa Museo, mientras duran las oras de restauración del inmueble, sito en la calle Nueva. Todos los muebles, cuadros y objetos personales del matrimonio Jiménez, así como la biblioteca y hemeroteca del poeta se encuentran expuestos en las plantas alta y baja.
La zona de oficinas se localiza también la planta baja. En torno al patio se encuentran unas dependencias que fueron construidas en la última intervención, con acceso directo por la calle Zenobia Camprubí o de las Flores, que son utilizadas como aula municipal de teatro, sala multiuso, aseos y almacén.
Juan Ramón, al referirse a la casa donde nació, obvia al autor del proyecto, aunque menciona a un tal maestro Garfia, que debió trabajar por la zona. Se trata de un apellido frecuente en Moguer y es posible que tuviera que ver en la construcción de la casa de la calle de la Ribera que al poeta no le gustaba por los toques árabes de su fachada, además de otras razones que llevaron la la familia Jiménez-Mantecón a trasladarse a la casa de la calle Nueva, mejor situada y más en consonancia con su status. Del mismo modo pudo ser obra de cualquier otro arquitecto o maestro alarife relacionado con la construcción de las estaciones de trenes de la línea Huelva-Sevilla (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
La casa-museo «Zenobia y Juan Ramón», es un perenne homenaje al poeta moguereño de fama universal, cuya visita es obligada al albergar interesantes recuerdos y documentos de la vida familiar y literaria de Juan Ramón Jiménez (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
Es una vivienda del tipo casa-patio construida en 1885, de dos plantas, de influencia netamente sevillana, organizada alrededor de un patio central de mármol con un aljibe en medio.
La fachada es lisa, de cal, tiene un portón de entrada con dos hojas de madera; las ventanas se cierran con herrajes salientes de hierro macizo forjado.
En la planta alta aparece un balcón corrido.
La Casa Museo, sita en la antigua calle Nueva, hoy denominada calle Juan Ramón Jiménez, número 10, es donde el poeta moguereño vivió con su familia hasta que les sobrevino la ruina económica y posterior embargo del patrimonio. Desde este recinto, que había sido construido a finales del siglo XVIII, dejaba pasar la vida creando personales y nutridas evocaciones de este espacio familiar y proyectaba hasta lo universal el paisaje urbano y agreste de su pueblo. Juan Ramón comentaba en una carta en Hato Rey, en abril de 1954, y dirigida a la revista Caracola, de Málaga, que había vivido en esta casa hasta sus veinte años, cuando murió su padre y él se fue a Madrid. Esta casa fue la que «llenó de experiencia que luego serían entes y sombras, mi niñez y primera juventud». Si el «azul» era el color de la casa de la calle de la Ribera, el «amarillo» fue el color que Juan Ramón eligió para referirse a la casa de la calle Nueva. Con los años, ya en el exilio, el matrimonio Jiménez apoyó la creación de la Casa Museo en el inmueble que la Diputación Provincial de Huelva adquirió en 1956 para albergar los muebles, libros y objetos personales que habían donado al pueblo de Moguer.
La casa, es uno de los edificios de tradición barroca, del último tercio del siglo siglo XVIII, que destaca por su volumen y tipología edilicia en su lugar de emplazamiento, donde existen otros inmuebles de indudable interés histórico y artístico y que conforman el entorno inmediato de la Casa-Museo. La fábrica original fue ampliada con posterioridad, ocupando del solar contiguo de una vieja bodega, en fecha que se desconoce, aunque es posible que se ejecutara a mediados del siglo XIX, con una nueva crujía que la comunica con la planta baja. Estamos ante un típico edificio de la arquitectura doméstica que representa el modelo de casa-patio, de estilo barroco y en conexión con otros ejemplares similares existentes en la localidad y otras poblaciones de la comarca y bahía de Cádiz. No se han podido identificar a los artífices del edificio, por lo general eran maestros de obras afincados en la localidad los encargados de levantar los planos y ejecutar la construcción según el canon al uso en la época (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Don Alonso Jofre Tenorio (+ 1340), almirante de Castilla y I señor de Moguer y doña Elvira Álvarez, su mujer, fundaron dos conventos de frailes y monjas franciscanos, entre octubre de 1337 y abril de 1338. En 1482, don Pedro Portocarrero y doña Juana de Cárdenas, construyeron un nuevo edificio conventual, más amplio, a escasos metros de distancia del anterior, bajo la advocación de Ntra. Sra. de la Esperanza.
Las obras de mayor envergadura corresponden a los siglos XVI y XVII. La iglesia se concluyó en el último tercio del Quinientos, gracias a las importantes aportaciones económicas del vecindario y muy especialmente de los indianos. Respecto al sector residencial se sabe que, en 1584, el carpintero Gaspar Ruiz obtuvo 35 vigas para el entresuelo del refectorio. Y, en 1598, Bernardo García y Alonso García Lobo consolidaron y repararon el claustro, caja de la escalera principal y dependencias anexas a la iglesia.
El terremoto de 1755 produjo graves daños en su fábrica. En 1766 dio comienzo la reedificación. El edificio, se conserva al noroeste de la ciudad, en la antigua calle de San Francisco, que conduce directamente al muelle. Aún subsisten, y es fácil apreciar, los dos cuerpos principales del monumento que nos ocupa: la vivienda conventual y la iglesia.
El claustro central, obra del último cuarto del siglo XVI, en torno al cual se disponían las principales dependencias del cenobio, se compone de dos cuerpos. En el inferior presenta, por cada costado, cinco arcos de medio punto, moldurados, que apean sobre columnas de mármol blanco sustentadas por elegantes y altos pedestales. En las enjutas aparecen sendos discos de cerámica azul cobalto vidriada, elemento ornamental muy difundido por Hernán Ruiz. Remata todo el conjunto un entablamento, cuyo friso está decorado con triglifos, que mantiene el espíritu clasicista del mismo. Las techumbres lígneas de las crujías presentan casetones y vigas decoradas con trenzados.
El segundo cuerpo ostenta una arquería por cada flanco exceptuando el oriental. Su arquitectura es semejante a la inferior, pero las columnas carecen de basamento y los arcos son rebajados. Se cubre con techumbre de madera del tipo denominado de colgadizo. El antepecho es de cerrajería. Por el contrario, el lateral que queda sin arquería tiene antepecho de material perforado con cinco gárgolas.
Por el costado septentrional abre un arco palladiano, con decoración almohadillada, del que arranca la solemne escalinata de traza manierista, que accede al cuerpo superior y al coro alto de la iglesia. Se compone de dos tramos. En el rellano, a la derecha, hay tres arcos, también almohadillados, que apean sobre dos columnas de mármol blanco y capitel dórico. El barandal es de madera tallada. Y el zócalo, de pintura mural incisa en tonos rojo, amarillo y negro. En tan fragmentada y arcaizante ornamentación pictórica se combinan figuras geométricas y florales.
En el ángulo sureste, hay un pozo con brocal de ladrillo; y en el ángulo opuesto un aljibe con pileta octogonal, decorada con losanges grises sobre fondo rojo. Este claustro, inmerso en la tradición de los seguidores de Hernán Ruiz, puede fecharse entre 1575 y 1600. Por el flanco norte se accedía al refectorio; por el sur, a la iglesia; por el este, a la portería, y por el oeste a las celdas.
Contiguas al convento se hallaban la hospedería, la bodega, los establos, el granero y la huerta de más de 30 hectáreas de extensión, con su noria. Actualmente, esta zona la ocupa el colegio público «Pedro Alonso Niño» y parte de las viviendas municipales de la actual Plaza de San Francisco.
El templo, dispuesto al costado meridional del convento, es «de cajón puro». Sus robustos contrafuertes le confieren un sello personal a su fisonomía externa. La iglesia, de sabor manierista, se compone de capilla mayor y de una sola nave sin capillas laterales. A los pies, se dispone el coro alto, cuyo sotocoro de arco rebajado es de la misma tipología arquitectónica. Abarca los dos últimos tramos y también tiene lunetos. La tribuna superior al igual que ocurre en la iglesia de la Merced de Huelva, avanza por los laterales en dos alas. El barandal es de madera.
La bóveda elíptica, ubicada ante el presbiterio, es típicamente manierista. Descarga sobre pechinas. En ellas están representados los cuatro pontífices de la Orden de San Francisco: Alejandro IV; Nicolás V, Sixto IV; y Sixto V. En el centro de la bóveda se alude a la Estigmatización del serafín de Asís. Estas pinturas murales pueden datar se hacia 1700.
Al presbiterio se accede gracias a una amplia escalinata. Debajo del cual se halla la cripta. A nivel de la solería del templo hay dos ventanucos con rejillas que son los respiraderos de la misma. Tanto la escalera, como el frontal del presbiterio están recubiertos de cerámica. Aún conserva restos de la espléndida azulejería de tradición sevillana, de h. 1600, destacando un San Sebastián y un San Roque.
La capilla mayor, acabada en testero plano, se cubre con bóveda de cañón. Su gran retablo, labrado en madera dorada y policromada, es obra atribuible al sevillano Manuel García de Santiago, de h. 1760. Desgraciadamente fue mutilado en 1936. Se compone de sotobanco, banco, un solo cuerpo con estípites y ático semicircular. En la calle central aparece el camarín de la Virgen de la Esperanza, imagen de candelero para vestir, realizada por Joaquín Moreno Daza en 1952 y remodelada posteriormente por Antonio León Ortega en 1962. Más arriba, en el manifestador, se exhibe una escultura de San Francisco de Asís, obra del citado León Ortega.
En las calles laterales se exponían sobre sendas repisas a Santo Domingo de Guzmán y a San Francisco de Asís. Sobre dichas repisas campean dos medallones con Santa Clara de Asís y Santa Inés. Dos ángeles rematan los estípites laterales. En el ático, al centro, hay una cruz sobre la ciudad de Jerusalén, en cuyo lugar se dispondría en origen un calvario. Por último, se incluyen sobre ménsulas laterales a San Bernardino de Siena y a San Juan de Capistrano. Preside el total, el escudo de la Orden seráfica. La frontalera del altar es nueva. Se colocó entre septiembre y octubre de 1960.
Sobre el pavimento perduran varia laudas sepulcrales que corresponden a ciertas familias linajudas de la localidad, ya extinguidas. En el antepresbiterio encontramos una lápida con la heráldica de don Gonzalo Prieto de Tovar y sus sucesores, fallecido en 1575. En el tramo anterior del templo subsiste la lápida del enterramiento de Cristóbal de Abre(...) y de sus herederos. En el tramo siguiente está la losa sepulcral de don Diego Serrano, de su mujer y descendientes, fechada en 1575.
La portada principal del templo, trabajada en piedra, adopta un esquema clasicista de hacia 1580. Junto a ella, una lápida recuerda que la cofradía de Ntra. Sra. de la Soledad surgió a mediados del siglo XVI en este convento, en cuyo atrio contó con capilla propia desde 1585. Todo ello prueba que la iglesia fue labrada en el último tercio del siglo XVI. Sin embargo, el buque del templo responde al gusto arquitectónico de la segunda mitad del siglo XVIII.
Por último, destaca, en todo el conjunto monumental, la airosa espadaña. Se compone de dos cuerpos superpuestos, con sendos arcos de medio punto. El inferior presenta un frontón triangular partido. El superior otro completo. Se decora con recuadros y discos de cerámica vidriada, inspirado en la órbita de Hernán Ruiz. Es obra anónima de finales del siglo XVI.
En el interior de la iglesia se conservan también otras obras de arte. En el paramento del lado del evangelio, a los pies del templo, se expone sobre una mesa de altar la Virgen del Rosario, imagen de candelero para vestir, obra de Antonio Valentín, de 1992, reformada por Ángel Rangel en 2005. Pasada la puerta que accede al claustro conventual, sobre otra mesa de altar, se sitúa el grupo escultórico formado por el Cristo del Amor de la Entrada Triunfal en Jerusalén y por Zaqueo, esculturas de vestir, realizadas por Moreno Daza en 1952. Más tarde, en 1972, la efigie cristífera fue remodelada por Antonio León Ortega, que incluso realizó una nueva cabeza. A continuación, colgado del muro, hay un óleo de Santa Ángela de la Cruz, firmado por Dolores Morales en 2005. Luego, sobre su correspondiente mesa de altar, se exhibe una escultura de vestir de San Juan Evangelista, obra de Elías Rodríguez Picón en 2005. Y, después, destaca sobre el muro otro óleo sobre lienzo de Cristo flagelado, firmado por José Joaquín Mora Cruzado. En el flanco de la epístola se ubica una escultura de vestir de San Pedro, ejecutada por el citado Rodríguez Picón en 2004. Finalmente, sobre una mesa de altar, está el Santo Cristo del Remedio, escultura de vestir gubiada por Ángel Rengel en 2000 (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
Se trata de un complejo conventual fundado entre 1337 y 1338, muy destruido por las ocupaciones posteriores, del que sólo permanece la iglesia y el claustro.
Varios sucesos coinciden en el tiempo con la desmembración y destrucción del patrimonio artístico del convento: el saqueo perpetrado por los franceses (1810); la exclaustración e inmediata desamortización eclesiástica (1836); el abandono secular del edificio; y, finalmente, la guerra civil de 1936. Desde el exterior destaca la severidad de los muros de la iglesia con su sistema de contrafuertes.
El claustro central, obra del último cuarto de siglo XVI, en torno al cual se disponían las principales dependencias del cenobio, se compone de dos cuerpos. En el cuerpo inferior presenta por cada lado cinco arcos de medio punto, moldurados, que apean sobre columnas de mármol blanco sustentadas por elegantes pedestales. En las enjutas aparecen discos de cerámica vidriada azul cobalto, elemento ornamental muy difundido por Hernán Ruiz. Remata el conjunto un entablamento, cuyo friso está decorado con triglifos, que mantiene el espíritu clasicista del mismo. Las techumbres lígneas de las crujías presentan casetones y vigas decoradas con trenzados.
El segundo cuerpo ostenta una arquería por cada flanco exceptuando la oriental. Su arquitectura es semejante a la inferior, pero las columnas carecen de basamento y los arcos son rebajados. Se cubre con techumbre de madera del tipo de colgadizo. El antepecho es de cerrajería, y en el lateral que queda sin arquería el antepecho es de material perforado con cinco gárgolas.
Por el costado septentrional abre un arco palladiano, con decoración almohadillada, del que arranca la escalinata de traza manierista, que accede al cuerpo superior y al coro lato de la iglesia. Se compone de dos tramos. En el rellano hay tres arcos almohadillados que apean sobre dos columnas de mármol blanco y capitel dórico. El barandal es de madera tallada y el zócalo de pintura mural incisa en tonos rojo, amarillo y negro.
En el ángulo sureste hay un pozo con brocal de ladrillo, y en el ángulo opuesto un aljibe con pileta octogonal. Este claustro puede fecharse entre 1575 y 1600. Por el flanco norte se accedía al refectorio, por el sur a la iglesia, por el este a la portería y por el oeste a las celdas.
Contiguas al convento se hallaban la hospedería, la bodega, los establos, el granero y la huerta con su noria. Actualmente esta zona la ocupa el colegio público Pedro Alonso Niño y parte de las viviendas municipales de la actual Plaza de San Francisco.
El templo, de estilo manierista, y dispuesto al costado meridional del convento, es de planta de cajón. Posee una sola nave con capilla mayor y sin capillas laterales. A los pies se dispone el coro alto, cuyo sotocoro tiene arco rebajado.
Abarca los dos últimos tramos y también tiene lunetos. La tribuna superior avanza por los laterales con un barandal de madera.
La bóveda elíptica, ubicada ante el presbiterio es típicamente manierista y descarga sobre pechinas, en las que están representados los cuatro pontífices de la Orden de San Francisco. En el centro de la bóveda se alude ala estigmatización de San Francisco de Asís. Se accede al presbiterio por una amplia escalinata, y bajo este se la cripta. Tanto la escalera como el frontal del presbiterio se hallan recubiertos de cerámica. La capilla mayor, acabada en testero plano, se cubre con bóveda de cañón.
La nave se caracteriza por su desnudez: los retablos fueron trasladados a la parroquia después de 1936, a excepción del retablo mayor. Igual suerte corrieron otros objetos de arte, hoy expuestos en el monasterio de Santa Clara, sede del Museo Diocesano de Arte sacro.
La portada principal del templo, de piedra, adopta un esquema clasicista hacia 1580. La iglesia fue labrada en el último tercio del siglo XVI sin embargo el buque del templo responde al gusto arquitectónico de la segunda mitad del XVIII.
Destaca de todo el conjunto la airosa espadaña que se compone de dos cuerpos superpuestos con arcos de medio punto. El inferior presenta un frontón partido y el superior otro completo. Se decora con recuadros y discos de cerámica vidriada, inspirada en la obra de Hernán Ruiz. Es obra anónima de finales del siglo XVI.
En el último tercio del siglo XV el convento franciscano del Corpus Christi resultaba insuficiente para una comunidad de frailes en aumento incapaz de atender las demandas sociales y religiosas de la población. Por este motivo, los señores de Moguer, Pedro Portocarrero y su mujer Juana de Cárdenas, mandaron construir a su costa el nuevo Convento de San Francisco.
Los franciscanos se trasladaron al mismo en 1482. El nuevo edificio conventual llegó a albergar a un número respetable de religiosos.
En 1836 tendría lugar la exclaustración, pasando todos sus bienes, incluida la residencia conventual, con la única excepción de la iglesia, a dominio público. Los franciscanos ejercieron en Moguer a través de una escuela de niños y cátedra de gramática un apostolado religioso y cultural relevante. Por otro lado, la proximidad al monasterio de Santa Clara revela la estrecha relación que existió entre ambos desde su fundación.
La notable influencia que la orden de San Francisco ejerció sobre la población ayudó al mantenimiento del convento.
Subsistía gracias a una serie de rentas y, sobre todo, a los donativos y limosnas de los particulares y señores de Moguer.
El importe se destinaba a finales concretos: sustento de la comunidad, reparos y ampliación del edificio, adquisición de objetos de culto, obra social y educativa, servicio litúrgico, jornales de los empleados, etc. Otros ingresos procedían de las capellanías y memorias fundadas en la iglesia del convento, de los sermones y misas de difuntos, y de las cofradías instituidas en dicho cenobio.
Las obras del edificio conventual se iniciaron en las últimas décadas del siglo XV, aunque las intervenciones más importantes se llevaron a cabo en la centuria siguiente Queda algún rasgo de la época de los Reyes Católicos en la base de la espadaña. A lo largo de los siglo XVI y XVII el convento fue sometido a numerosas reparaciones, realizadas por alarifes locales. En 1584 Gaspar Ruiz, carpintero, se comprometió por 90 ducados a labrar treinta y cinco vigas para el entresuelo del refectorio nuevo. En 1598 Bernardo García y Alonso García Lobo procedieron a la reparación y afianzamiento de parte del claustro, caja de la escalera principal y dependencias anexas al templo. Este cenobio llegó a contar con la biblioteca más rica de toda la provincia de Huelva durante la Edad Moderna.
La reconstrucción de la iglesia tras el terremoto de Lisboa de 1755 fue la actuación más importante. En 1818 los invasores franceses lo saquearon. En el momento de la exclaustración definitiva (1836) el conjunto contaba con una amplia residencia y terreno de huerta que más tarde pasó a dominio público. Madoz comenta en su diccionario el aspecto de ruina y precariedad que presentaba el edificio a mediados del siglo XIX.
Después de la marcha de los frailes la zona residencial del convento fue reconvertida en función a las necesidades de la población: las dependencias circundantes al claustro, y parte de éste, se usaron como viviendas; en el solar que ocupó la huerta se construyeron las escuelas públicas, accediéndose a ellas por la plaza de la Soledad, antiguo atrio del convento.
Igualmente y en paralelo al muro de la huerta, se edificaron once viviendas de protección oficial.
En 1961 la crujía del refectorio fue demolida construyéndose en su lugar el antiguo centro de salud. En 1991 y dentro del convenio Colón 92, este centro de salud fue demolido para construir en su lugar la Biblioteca Iberoamericana y Archivo Histórico, también se restauró la iglesia y el claustro del primitivo convento (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Huelva, déjame ExplicArte los principales monumentos (Monasterio de Santa Clara; Casa natal Juan Ramón Jiménez; Casa Museo Zenobia y Juan Ramón Jiménez; y Convento de San Francisco, o de Nuestra Señora de la Esperanza) de la localidad de Moguer (II), en la provincia de Huelva. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la provincia onubense.
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