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Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero, para conmemorar los 800 años de la Torre del Oro

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martes, 6 de junio de 2023

Los principales monumentos (Capillas de la Santa Cruz de la calle Arriba, y de la calle Malva; Iglesia de San Vicente mártir; y Monasterio de Nuestra Señora de la Luz) de la localidad de Lucena del Puerto, en la provincia de Huelva

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Huelva, déjame ExplicArte los principales monumentos (Capillas de la Santa Cruz de la calle Arriba, y de la calle Malva; Iglesia de San Vicente mártir; y Monasterio de Nuestra Señora de la Luz) de la localidad de Lucena del Puerto, en la provincia de Huelva.
Ubicación
     Situado en la zona del Condado de Huelva, parte de su término municipal está incluido en el Parque natural de Doñana.
Reseña histórica breve
     Los primeros pobladores de la zona llegaron en el Paleolítico superior, según restos obtenidos en la superficie del yacimiento de la Dehesa, donde también se han hallado restos del Neolítico y de la Edad de Bronce.
     También se han encontrado restos romanos en torno a Valbuena y el Cortijo de la Luz.
     El lugar de la población actual se asentó bajo la dominación árabe.
Patrimonio cultural y artístico
     Monasterio de Nuestra Señora de la Luz, también conocido como Convento de la Luz, del siglo XV, de estilo gótico mudéjar y catalogado como Bien de Interés Cultural en 1985.
     Iglesia Parroquial San Vicente Mártir, del siglo XVI, de estilo gótico mudéjar.
     Castillo El Bosque, catalogado como Bien de Interés Cultural en 1985, en el paraje conocido como El Bosque.
     Torre del Río del Oro, conocida popularmente por Torre del Loro, del siglo XVII.
     Capillas de las Cruces de Mayo, como la Capilla de la Santa Cruz de la Calle Malva y la Capilla de la Santa Cruz de Arriba.
     demás podemos disfrutar de parajes como el Pinar de Santa Catalina, Majada de Andrés, Arroyo Gil, Pinar de la Cruz y Casa Forestal.
Fiestas y tradiciones
     Fiestas de San Vicente Mártir, el día 22 de enero.
     Fiestas de la Virgen de la Luz, el 15 de mayo.
     Cruces de Mayo, sábado siguiente a la Ascensión.
     Romería el Romerito, fin de semana siguiente al domingo de Pentecostés.
Recursos económicos y sociales
     La zona vive de la agricultura.
Gastronomía
     Destaca la tradicional tostá, los revoltillos de cordero y la caldereta de liebre.
     Caballas asadas, que suelen acompañarse del tradicional tostón, consumido en todos los pueblos de la zona, es un pan de masa dura tostado que se frota con ajo y se le añade aceite y que suele ser el acompañamiento perfecto para caballas y sardinas asadas o buen trozo de bacalao.
     Revoltillos de cordero con tomate
     En repostería son famosos los pestiños, roscos, tortas de manteca, empanadillas y amarguillos (Diputación Provincial de Huelva).
     El topónimo de Lucena procede, con toda probabilidad, del nombre de una villa romana, que significaría la villa de Lucio. Se trata de una formación de antropónimo romano, Lucius, seguido del sufijo -ena, indicativo de la propiedad. El apelativo del Puerto hace referencia al pequeño puerto sobre el río Tinto, del que hay constancia ya en 1440: se hallaba situado a las faldas de la loma en la que se asien­ta la población. Lucena del Puerto es una población situada a 24 Km. de Huelva. Desde la autopista del Quinto Centenario se puede ver su blanco caserío sobre la cadena de suaves lomas que dejó el río Tinto al profundizar su cauce. Y más cercano a Moguer se eleva la majestuosa edificación del que fuera Convento de Jerónimos de Nuestra Señora de la Luz.
     Cuenta con 2.283 habitantes, dedicados mayoritariamente a la agricultura, especializada en el cultivo y comercialización del fresón. Históricamente Lucena corre la misma suerte que Niebla, como aldea de su alfoz. Primero, como tierra de realengo, y luego, desde 1368, como señorío y condado de Niebla, perteneciente a la casa de Guzmán, duques de Medina Sidonia (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).

Capilla de la Santa Cruz de la calle Arriba
     En la calle Arriba se ha edificado la capilla de la Santa Cruz. El madero es de plata y terciopelo, de hacia 1957 (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).

Capilla de la Santa Cruz de la calle Malva
     En la calle Malva, nº 36, se levanta la Capilla para la Cruz de Mayo, que recibe el nombre de la calle, obra del arquitecto Francisco J. Ramón Girón y el perito José María Sáez Guzmán, en 1992. Destaca en su portada la cerámica pintada de Cristóbal Rodríguez y Juan Aragón. La Cruz, de plata y carey, es de Seco Velasco (1955) (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
      
Iglesia parroquial de San Vicente Mártir
     Este templo es gótico-mudéjar con aditamentos barrocos. La iglesia se compone de una sola nave cubierta con techumbre mudéjar en forma de artesa con tirantes. La única nave, de cinco tramos marcados por otras tantas pilastras, flanqueada por tres capillas laterales por banda, enlaza con la capilla mayor gracias a un arco triunfal apuntado. Dicha capilla luce bóveda de nervadura gótica estrellada, que recuerda las del templo del cercano ex-monasterio de Ntra. Sra. de la Luz, de principios del siglo XVI.
     Las capillas laterales, de estructuras autónomas, construidas y adosadas posteriormente a la nave del templo, insisten en la cuadralidad de nuestra arquitectura.
     Externamente, los volúmenes del edificio dejan presentir la disposición espacial del recinto interior. La primitiva fábrica gótico-mudéjar queda enmascara­da, en parte, por la adición de las posteriores construcciones. El cuerpo de la iglesia, de una sola nave, se cubre a dos aguas con tejas árabes. El perfil inferior de la vertiente izquierda se alteraba, formando un suave ángulo, testimonio inequívoco de la portada lateral de 1759-60, hoy perdida. Más tarde, al edificarse las capillas laterales, surgen las cubiertas contiguas, también de tejas árabes, a una sola agua. La izquierda, que cubre no sólo las capillas de ese flanco, sino también la actual sacristía, oculta la facetada cabecera del templo por ese costado. En cambio, el costado opuesto, al carecer de tales dependencias, queda exento, y luce un original contrafuerte.
     En el contorno, destaca la portada principal del templo, hoy cegada. Se sitúa a los pies del templo, junto a la torre parroquial. Es una puerta adintelada con frontón triangular. La torre parroquial, obra de Pedro de Silva (1759-60), despunta a los pies del templo, en el ángulo suroeste de su única nave. Se compone de caña, cuerpo de campanas y chapitel. El cuerpo de campanas es lo más estudiado del conjunto. Presenta por cada flanco un solo arco de medio punto con impostas, flanqueado por dos pilastras cajeadas, que reciben un esquemático entablamento. Sobre él se alza un antepecho de idéntico formato. Remata el total resultante un chapitel revestido de azulejería sevillana. En su vértice exhibe una bola y una cruz de cerrajería.
     A los pies de la nave central, tras la puerta ciega, hay una capilla dedicada a la Virgen del Rocío. La titular imagen de candelero para vestir, realizada y firmada por A. León Ortega, en 1942, es venerada en un delicioso tem­plete dieciochesco de madera dorada, de­corado con rocallas y querubines, que perteneció a la Virgen de la Luz en su convento de jerónimos, de donde vino poco antes de 1866. La ráfaga, corona, cetro y media luna, que ostenta la Virgen del Rocío, son de Seco Velasco, de 1978.
     Contigua, también bajo el coro alto, se ubica la capilla bautismal, en cuyo centro se conserva la antigua pila, de 1694, de mármol rojo jaspeado. Preside la capilla, en un gran nicho, la Virgen de Consolación en sus Dolores, imagen de vestir, titular de la Hermandad de Ntro. Padre Jesús del Gran Poder, realizada por León Ortega en 1948. En el paramento derecho hay una urnita con un Niño Jesús del siglo XIX. En el otro paramento, con banco adosado revestido de azulejos de aristas, se encuentra la taca, con puerta de lacería, para los óleos bautismales. En el muro derecho de la nave central se encuentran los lienzos de la Lanzada y San Juan Bautista con el Agnus Dei, ambos del siglo XVII, y la Aparición de la Virgen de la Luz, del siglo XVIII, procedentes del Mo­nasterio de la Luz.
     A los pies de la nave de capillas del lado del evangelio se halla un lienzo del siglo XVII, muy interesante desde el punto de vista iconográfico, que representa el juicio o la Sentencia de Jesús. La primera capilla del lado del evangelio, bendecida en 1865, está dedicada a la Virgen de los Dolores, obra anónima catalana de hacia 1900, transformada por León Ortega en 1950. El retablo dorado en el que se encuentra la imagen puede datarse en el primer tercio del siglo XVII, con mesa de fines del XVIII. El reta­blo se decora con dos altorrelieves de arcángeles que portan sendas cornucopias: San Gabriel y San Miguel, del círculo de los Ocampo. Sobre el plan de altar una urna de madera y cristal con el Cristo yacente, escultura del primer tercio del siglo XVII, adaptada para funciones de descendimiento de la cruz. La capilla central de la pseudo-nave del evangelio está consagrada a las Ánimas del Purgatorio. Preside, pues, un retablo marco de la primera mitad del siglo XVIII, con el lienzo de Ánimas.
     Por último, la capilla del Cristo de la Sangre. Un retablo de 1783, policromado en tonos celestes verdosos y fileteado en oro, enmarca el Crucificado. El retablo presenta símbolos pasionarios y elementos ornamentales del rococó. El Cristo es una escultura en madera policromada del se­gundo tercio del siglo XVI, del círculo de Roque Balduque. Tiene tres potencias de plata, de principios del XVIII. Sobre las repisas laterales, las pinturas sobre lienzo de la Dolorosa y San Juan, de la época del retablo.
     Sobre la mesa de altar del Cristo de la Sangre, se halla situada la escultura de la Virgen de la Piedad con Cristo en su regazo. Es obra de la primera mitad del siglo XVI, remodelada por Francisco González Guisado entre 1783-1790. Procede del antiguo hospital e iglesia de la Misericordia. La corona de plata muestra, la decoración de rocallas, propia del último cuarto del siglo XVIII. En un nicho, en la pared frontera al cuadro del Juicio de Cristo, se venera la imagen del Nazareno, Ntro. Padre Jesús del Gran Poder, imagen de vestir, obra de León Ortega realizada en 1948.
     Ya en el cuerpo de la nave principal, adosa­do al pilar derecho del arco triunfal, se encuentra el púlpito de hierro forjado, con antepecho facetado, decorado con flores, granadas y eses contrapuestas, realizado en 1754 por el maestro herrero y cerrajero de San Juan del Puerto, Ignacio Ibáñez.
     La capilla mayor comprende dos tramos. En el primero, al lado del evangelio, se encuentra el primitivo retablo de San Vicente Mártir, de hacia 1560. Se compone de banco, dos cuerpos y ático. Está  decorado  con  pinturas  al óleo sobre tabla, de estilo manierista, que representan: en el banco, los cuatro Evangelistas y los cuatro Padres de la Iglesia latina. En el primer cuerpo, a un lado, San Pedro con un clérigo donante, y al otro San Pablo, ambos flanqueando la hornacina central, en la que se venera actualmente la ima­gen de la Virgen de la Luz. En el segundo cuerpo, San Juan Bautista, la Resurrección y San Lorenzo, diácono y mártir. Y en el ático, un tondo con la Anunciación. La arquitectura del retablo, de orden jónico, presenta medias columnas adosadas, con el tercio inferior decorado con putti, hermes, figuras femeninas, tarjas, etc., y el resto acanalado; los frisos del entablamento están decorados con figuras de querubines y tarjas; todo ello recuerda el quehacer retablístico de Bautista Vázquez el Viejo y su entorno.
     La imagen de la Virgen de la Luz asume la advocación a la que fue dedicado el Monasterio de PP. Jerónimos, de Parchilena, por voluntad de los fundadores. Se trata de una escultura en pasta de madera y fibra vegetal de hacia 1503; ima­gen de una serie de la que hemos podido identificar otros ejemplares en Villarrasa, Antequera (Málaga), Prádanos de Bureba (Burgos) y Hornillos (Valladolid). La obra, concebida como altorrelieve, se compone según la tradición tardogótica, con la incurvación característica, marcada por los angulosos pliegues del manto y contra­ pesada por la inclinación de la cabeza y por las sinuosas y simétricas curvas contrapuestas de la silueta. La tradición, recogida por Fray Felipe de Santiago, relaciona esta efigie con las dificultades de la comunidad para asentarse en tierras del Conde de Niebla. Atribulado el P. Prior Juan Bautista de Siruela, acudió a la Stma. Virgen pi­diendo luz para tan difícil situación, lo que dio lugar a la hermosa leyenda de su invención. La imagen luce corona, media luna y ráfaga de plata de hacia 1800.
     La capilla mayor queda presidida por el retablo de San Vicente (1782), obra de Francisco González Guisado, quien hizo también el retablo de la iglesia de la Misericordia. Se compone de sotobanco, banco, único cuerpo con tres calles y ático. Se decora con columnas y estípites corintios, jaspeados, rocallas y filetes dorados sobre fondo celeste verdoso.
      El ático está presidido por un manifestador entre dos grandes cornucopias, que enmarcan el cuervo y la parrilla, símbolos del santo. En la hornacina principal se venera la imagen del titular de la parroquia y patrón del pueblo, San Vicente mártir, talla en madera policromada, de hacia 1560. Viste ornamentos de diácono. En el libro que porta en la mano puede leerse que se restauró en 1891. Tras su cabeza brilla una diadema de plata, de principios del siglo XVIII. Junto a la mesa de altar, hay un Cristo crucificado, de madera policromada, del siglo XVIII. En sus paredes laterales se admiran dos lienzos, de cuidada factura, que representan la Visitación y la Presentación de la Virgen, del XVIII.
     El muro del ábside se decoraba con pinturas murales, algunos de cuyos fragmentos han aparecido en mayo de 1998, al restaurarse la capilla mayor. En el lado del evangelio aparece la escena de la Oración del Huerto. En la pared contigua, figuran arrodillados los donantes. Continúan otras pinturas decorativas, irreconocibles. En el lado de la epístola puede verse parte de la Cena Eucarística. Pueden datarse en el último tercio del siglo XVI , dentro del estilo manierista.
     De nuevo en el plano inferior de la capilla mayor, frontero al retablo de la Virgen de la Luz, se encuentra el retablo tabernáculo de la Virgen del Rosario, con decoración de rocallas y filetes dorados sobre fondo blanco, obra de fines del siglo XVIII. Tiene banco, un solo cuerpo con hornacina central y ático con lienzo de la Virgen con el Niño. La Virgen del Rosario es una escultura polícroma, obra anónima sevillana de hacia 1600. Lleva corona imperial, y el Niño las tres potencias, todas de plata con decoración de rocallas, con punzones de Cárdenas, Guzmán, y la Giralda, de 1816.
     En el lado de la Epístola está el altar de la Inmaculada, que hace de capilla sacramental. En un muro lateral se cuelga el lienzo del Llanto sobre Cristo muerto, obra del siglo XVII, procedente de la iglesia de la Misericordia. Preside el retablo la Inmaculada, sobre fondo azul, rocallas, flores, querubines, etc., de hacia 1778. Se decora con dos óvalos, en cuyas pinturas figuran San Francisco de Borja y Santa Gertrudis. Debajo, sobre sendas ménsulas, dos esculturas diecio­chescas de San Francisco de Asís y San Antonio de Padua. Sobre la mesa de altar, un crucifijo pequeño, del XVIII.
     En la capilla contigua, separada de la anterior con verjas de hierro, preside el retablo de San José, dorado, obra de la primera mitad del XVIII, que se compone de banco, cuerpo único y copete. La hornacina central está flanqueada por sendos estípites. Se decora con hojarasca, guirnaldas de flores y frutos, jarros de flores, veneras, etc. En el copete campea el escudo de la Orden Tercera de San Francisco. El Patriarca, con el Niño acunado entre sus brazos, responde a la iconografía roldanesca. Porta vara de plata con decoración de rocallas y flores de talco. Esta imagen, costeada por los vecinos de Trigueros, fue realizada en 1778.
     En el paramento derecho de la nave central, hay dos lienzos: San Jerónimo escribiendo en su celda, del XVII, procedente del Monasterio de la Luz, restaurado por José Vázquez en 1978, y con marco de Luis Barrios, de la misma fecha; y el Cruci­ficado de la Expiración, del XVIII. Debajo del San Jerónimo se encontraba el ya referido cuadro, que representaba la aparición de la Virgen de la Luz, y que debía ser de mayor tamaño. Distribuido por la parte alta de la nave principal, se encuentra un Apostolado, serie de pinturas al óleo sobre lienzo, del siglo XIX.
     La sacristía, con su antigua cajonera, está presidida por un Crucificado, escultura en madera policromada, de tres clavos sobre cruz arbórea, del XVII.
     La orfebrería que sirve para la liturgia sacramental cuenta con algunas piezas muy notables. Destaca, sobre todas, la cruz parroquial, de hacia 1580, del círculo de Francisco de Alfaro, labrada en estilo bajorrenacentista, con una rica iconografía que alude al titular del templo, San Vicente Mártir, y al otro mártir diácono San Lorenzo, junto con San Pedro y San Pablo. Los Evangelistas, con sus respectivos símbolos, el Padre Eterno, y tres Doctores de la Iglesia, la Virgen María, al reverso y en el anverso, la ciudad  de Jerusalén. En los óvalos intermedios, figuras de virtudes, de diseño miguelangelesco, y santos mártires.
     A esta época, fines del XVI, pertenece un portapaz de bronce dorado, en forma de retablito, con la Virgen entronizada portando al Niño en sus brazos. Pudiera corresponder a estos años la concha de bautismo, en forma de hoja de parra, que descansa sobre pámpanos.
     El gusto purista del protobarroco se ve representado por un cáliz de plata, de los comienzos del siglo XVII, liso, y otro de plata sobredorada, de la primera mitad del s. XVII, con sobria ornamentación geomé­trica grabada a buril. Las crismeras, de doble vasija unidas por mango horizontal, y las vasijas para el óleo de los enfermos, de mayor tamaño, a juego con las anteriores, son de principios del XVII. Un pequeño ostensorio de plata, del mismo periodo, presenta rayos agudos y llameantes en torno al viril. Antes de 1730 fue hecha la naveta de plata. De 1815 es el cáliz de plata sobredorada, con el punzón distintivo de la ciudad de Barcelona. Hacia 1957, el orfebre sevillano Félix Pozo hizo una gran custodia de plata dorada (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
     Iglesia de nave principal separada de dos secundarias más pequeñas mediante tres arcos de medio punto a cada lado.
     La cabecera de la Iglesia posee una bóveda nervada separada de la nave principal por un arco toral apuntado.
     El espacio central se cubre con un artesonado con tirantes de madera.
     Posee un único acceso por el lado de la Epístola ya que la portada de los pies está cegada y por el lado del evangelio hace medianería con las casas del pueblo.
     El sotocoro presenta tres huecos de medio punto, uno de ellos cegado y con una puerta que da acceso al coro y a la torre situada en el ángulo izquierdo según se mira, y los otros que conforman dos capillas, una de ellas la Bautismal (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Monasterio de Nuestra Señora de la Luz
     Está situado a 3 kilómetros de Lucena del Puerto, en su término municipal. Se fundó en 1500 a expensas del caballero moguereño Diego de Oyón, veinticuatro de Sevilla y de su mujer, María de Cárdenas. En el testamento del citado Diego de Oyón, otorgado en Sevilla a 26 de agosto de 1491, y ratificado por su codicilo de 16 de agosto de 1498, se dispone la construcción de un convento jerónimo, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Luz, en su hacienda de Parchilena. La Orden Jerónima aceptó la fundación en el capítulo general del año 1492. Sin embargo, ésta no se realizó hasta 1500, tras el fallecimiento de María de Cárdenas y Diego de Oyón, ocurrido en 1497 y en 1498, respectivamente.
     El sector residencial se dispone en torno a tres bellos claustros. El ingreso al cenobio desde el exterior se efectúa a través de una sobria galería columnada que abre al campo. Atravesando el pórtico, se ingresa en el patio de la portería. En el flanco meridional se alza la portería, edificación dieciochesca de doble planta. Cada una de ellas aparece subdividida en cinco paños por seis pilastras superpuestas. El piso alto perfora sus res­pectivos paños con una ventana, a excepción del central, que exhibe sobre el arco de ingreso una hornacina barroca, flanqueada por pilastrillas y movidos cartones laterales de ladrillo tallado y policromado. Tiene por base un gran pinjante, y por remate una quebrada moldura con una cruz entre jarras de flores.
     La  portería conduce directamente al claustri­llo de la Procuración. Queda adosado a los pies del templo con el que comunica a través de una puerta abierta en el muro de poniente. Tiene planta rectangular, y consta de dos cuerpos superpuestos. Ambos se componen de cuatro crujías, que han quedado reintegradas a su primitiva disposición en la restauración de 1987. El cuerpo inferior, impregnado de mudejarismo, presenta dos arquerías. El segundo cuerpo claustral, semejante al inferior, se alza sobre una cornisa decorada con canecillos. Las arquerías abarcan tres arcos por cada lado. Todos apean sobre pilares facetados, al igual que los del piso bajo, pero a diferencia de éstos tienen los triángulos de las enjutas rehundidos. Las galerías superiores dejan ver por el interior los arcos con rosca, moldura en la clave y triángulos rehundidos en las enjutas. En los ángulos noroeste y suroeste se trazan sendos arcos rampantes. Por el flanco oriental de la galería septentrional de este segundo cuerpo se enlaza con la tribuna superior de la  iglesia, que, a modo de triforio, permitía a los monjes asistir a los oficios divinos. Las cu­biertas de ambas plantas son de madera.
     El Claustro principal, de grandes dimensiones, se dispone al mediodía del templo con el que comunica por la nave lateral izquierda. Esta pieza, realizada totalmente en ladrillo, consta de dos cuerpos superpuestos y decrecientes. Así queda configurada una arquitectura que superpone el dintel al arco con rosca y resaltos triangulares en las enjutas.
      En el centro del patio, entre cuatro palmeras, hay un pozo con brocal de ladrillo revocado y arco de cerrajería, rematado por dos eses contrapuestas a un eje central en forma de cruz, entre dos granadas.
     El segundo cuerpo, de menores proporciones que el inferior, repite idéntico esquema compo­sitivo. La nota diferenciadora radica en los arcos superiores, que son rebajados. Las cuatro galerías altas, al igual que las bajas, se cubren con bóveda de cañón rebajada. Sin embargo, difieren entre sí al surgir en cada ángulo del piso superior un tramo de bóveda de aristas. Curiosamente, estos cuatro tramos quedan más bajos que el citado abovedamiento de las crujías adyacentes. De ahí que queden delimitados por dos arcos re­bajados, transversales a las galerías que conver­gen en cada esquina.
     Las dos plantas del claustro se unen mediante una espléndida escalera trazada junto al ángulo noroeste del mismo. En este lugar se abre en el muro un arco conopial, que conduce a la gran escalera. Frente por frente a esta puerta, hay otra cegada, que unía el claustro grande de la Luz con el denominado Patio de las Muñecas. La caja aparece coronada por una bóveda semiesférica sobre pechinas. La media naranja está subdividida por doce pilastras que se unen al centro y apean sobre otros tantos plegamientos de la vibrante imposta. Debajo de cada uno de ellos surge un querubín, excepto en el central del costado meridional, que ostenta una custodia. Un poco más abajo, en el mismo paramento, hay un moldurón mixtilíneo, con el monograma de María, que enmarcaba un azulejo, hoy desaparecido. Las pechinas lucen también centradas y caprichosas molduras mixtilíneas.
     Desde la galería que antecede al intercolum­nio, conforme desembocamos por el vestíbulo, a la izquierda, hallamos una puerta que comunica con una pequeña estancia o sacristía, a través de la cual ingresamos en lo que fue capilla particular de este cortijo.
     El Patio de las Muñecas se compone de dos cuerpos superpuestos, unidos verticalmente por pilares con semicolumnas adosadas de orden gigante. Es un armonioso y sobrio ejemplar de la segunda mitad del siglo XVIII. Sin embargo, los contrafuertes pilares con semicolumnas adosadas de orden gigante debieron construirse en fecha posterior, quizás en las postrimerías de dicha centuria, toda vez que rompen bruscamente la rítmica sucesión de los resaltos rectangulares que animan el entablamento del primer cuerpo claustral.
     La espléndida iglesia del monasterio de Nuestra Señora de la Luz está considerada, y con justicia, como la más bella construcción de fines del gótico-mudéjar en la provincia de Huelva, con algunos aditamentos barrocos. La iglesia, de planta rectangular, reproduce el típico modelo conventual. Consta, pues, de una sola nave de cinco tramos con crucero y cabecera facetada. Su planta, de cruz latina, se complementa con capillas laterales entre los contrafuertes, comunicadas entre sí, que abren a la nave principal por medio de arcos apuntados. Disposición que confiere al total el aspecto de un esquema basilical de tres naves, subrayado por la inclusión de la galería o triforio, que discurre sobre dichas capillas. Todo el conjunto se cubre con bóvedas de crucería estrelladas tardogóticas, de variados y ricos diseños.
     En resumen, la primitiva fábrica del templo emplea el ladrillo y la piedra en los muros, mientras que se sirve únicamente del ladrillo para los pilares y arcos. La sacristía, ubicada en el costado de la epístola, se cubre con bóvedas de aristas, con florones de yesería barroca en las intersecciones de las aristas diagonales y transversales.
     El camarín, de la segunda mitad del siglo XVIII, esta adosado a la capilla mayor del templo. La cámara se cubre con bóveda semiesfé­rica sobre pechinas. La media naranja arranca de una gran imposta decorada con dentículos, y luce en la clave un voluminoso moldurón de rocallas, semejante a los de la sacristía. Todos los paramentos interiores estuvieron enriquecidos con pinturas murales. Los fragmentos conserva­dos dejan ver carnosas hojarascas de tonos rojos, verdes, azules, etc. En la clave del arco del transparente, que perfora el muro al que se adaptaría el retablo, surge una paloma rodeada de áureo resplandor, símbolo del Espíritu Santo. Las oficinas presentan una morfología típicamente dieciochesca. Datación que confirma el antiguo molino del convento. Su cúbica torre, cubierta a cuatro aguas, ostenta una placa de barro cocido con la siguiente inscripción: «Año de 1735». Posteriormente, ya en el siglo XIX, se construyó junto a él otro molino de aceite (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
     A 3 kilómetros, al Oeste-Suroeste del casco urbano, en la Hacienda de la Luz. El conjunto está formado por restos líticos de época paleolítica (lascas, útiles de cuarcita y sílex), restos romanos (tegulae, ladrillos y fragmentos de cerámica) y un convento del s. XIV- XV.
     Entre los materiales más significativos: sillares, fustes y piedras de molino, también tejas y ladrillos.
     El convento como tal posee planta rectangular y una sola nave; aunque a los lados de ella se abren naves de capillas, tres en cada lado, que ocupan hasta el tercer tramo del templo. Va rematada por un ábside que se compone de un tramo poligonal de cinco lados y consta asimismo de crucero.
     Las capillas poseen planta cuadrada y se abren a la nave por medio de arcos apuntados; excepto las dos últimas que en la actualidad sólo se abren a la misma nave a través de una puerta rectangular realizada posteriormente.
     Después de las dos primeras capillas, a ambos lados de la nave mayor, se abren dos puertas; en el lado del Evangelio, este vano es uno de los utilizados para penetrar al interior de la iglesia; y en el de la Epístola, la puerta comunica con el segundo y más amplio claustro del monasterio.
     Por encima de las dos naves de capillas aparece un triforio que comunica con la nave a través de unas ventanas de arcos apuntados y de una ventanita de arco conopial; estas características son comunes tanto para el lado del Evangelio como para el de la Epístola.
     El templo se cubre con bóvedas de crucería góticas, del tipo de terceletes; pero con la particularidad de que a los lados del espinazo, toda la bóveda del templo es recorrida por dos nervios que van formando un dibujo geométrico en el centro del espacio abovedado. En el primer tramo los nervios se amplían hasta llegar a convertir el espacio en una verdadera retícula. En la zona del crucero y el ábside la complicación alcanza ya su culmen convirtiéndonos este espacio en una figura estrellada de gran belleza.
     Todas las claves de esta bóveda aparecen resaltadas, y el espinazo, en el último tramo del ábside se desvía un poco. Las claves de esta zona y las del crucero van adornadas con escudos, rosetas de diferente dibujo, letras y un rostro humano.
     El resto presentan el resalto, pero han perdido el adorno.
     El ábside muestra su bóveda asentada sobre cinco arcos apuntados y sólo posee una ventanilla abierta en el lado del Evangelio; en el de la Epístola, el hueco aparece tapiado. En los paramentos de esta capilla mayor se ven arcos rehundidos y cegados.
     Los brazos del crucero presentan bóvedas de crucería en las que los centros de cada lado del cuadrado en el que van inscritas aparecen unidos por otro nervio que a su vez forma en el centro una especie de cuadrado con los vértices muy alargados. La zona del crucero situado en el lado del Evangelio muestra una ventanilla similar a las que aparecen en el ábside; mientras que en la zona de la Epístola sólo se ve el hueco pero cegado.
     El sistema de apoyos de esta parte del templo consiste en una serie de ménsulas adornadas a base de angelitos, flores, conchas, etc. En el ábside son iguales las dos del centro y las de los extremos, aunque estas son un poco mayores. Las dos ménsulas que aparecen en los brazos del crucero son diferentes.
     La comunicación del ábside con la nave se realiza a través de un gran arco toral sostenido por pilares de sección cuadrada con medias columnas adosadas de diferente tamaño y con pilastras, también adosadas, de modo que el perfil de estos apoyos va mostrando concavidades y convexidades. Los capiteles muestran una decoración a base de ovas, dibujos y elementos geométricos.
     El primer tramo de bóveda de la nave apoya en sus dos extremos anteriores en ménsulas que van adosadas al pilar; y en los dos posteriores el apoyo se hace sobre pilastras de iguales características que las anteriores; y por último, los tres tramos en que termina lo hacen sobre ménsulas. A la altura de los capiteles y de las ménsulas todo el templo se ve recorrido por una línea de imposta que en algunas zonas se quiebra.
     En cuanto a las cubiertas de las capillas nos encontramos con que las primeras del lado de la Epístola así como las del lado del Evangelio, tienen bóvedas de lunetos con claves resaltadas a base de elementos vegetales y ménsulas en forma de antorchas en las esquinas. La segundas bóvedas son de crucería simples con claves y ménsulas en los ángulos muy curiosas, adornadas con elementos heráldicos, vegetales, y con veneras; este último elemento aparece muy repetido en casi todas las ménsulas y capiteles de este templo. Las dos últimas capillas se cubren con bóvedas vaídas. En el triforio se da la bóveda de crucería del tipo que ya hemos analizado para el resto del templo y sus claves aparecen resaltadas. Al último tramo del triforio se pasa a través de un arco apuntado y éste no se cubre ya con bóveda de crucería.
     Toda la iglesia está construida en ladrillo y blanqueada. Presenta dos puertas de entrada, una a los pies y otra en el lado del Evangelio. Exteriormente todo su perímetro se ve reforzado con contrafuertes, aunque los del cuerpo de la iglesia no llegan hasta el suelo, sino que apoyan en le techumbre del triforio. En el ábside apreciamos una construcción adosada que debe ser posterior al resto de la iglesia.
     La portada del lado del Evangelio es ya del siglo XVIII. El vano rectangular va encuadrado por pilastras muy planas que sostienen el entablamento, este va rematado por un frontón partido que, presenta a los lados dos remates terminados en triángulos. En el centro aparece una hornacina cuadrada y coronándola se ve asimismo otro frontón partido que cobija una cruz. Por detrás de esta portada podemos ver en el muro el arranque de una arco cegado, que posiblemente fuera el de una portada anterior.
     La puerta de los pies del templo no presenta ninguna característica digna de resaltar; desemboca en un claustro cuadrado muy pequeño, mudéjar y enormemente reconstruido; sólo conserva de su primitivo estado sus pilares de ladrillo que recuerdan a los del claustro mudéjar de La Rábida.
     El pavimento de la iglesia es de ladrillo.
     En el presbiterio, así como en el resto del templo se observan huellas de la existencia de un zócalo pintado al fresco.
     La sacristía de la iglesia va adosada al lado de la Epístola.
     Se trata de un monasterio de Jerónimos que ostenta el mismo título. El Padre Ortega afirma sobre él; se encuentra "cerca de Moguer, término municipal de Lucena del Puerto, en el campo. Pertenece a los primeros años del siglo XVI y significa la fundación del mismo monasterio. Una familia de Palos, Pardo de Quirós Auñón, inicia la obra, con dinero y en terrenos de su propiedad.
     Por influencia de los Portocarrero de Moguer viene a perfeccionar el monasterio y con carácter de primer prior, el P. Juan Bautista de Sirvel (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

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