Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero

Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero, para conmemorar los 800 años de la Torre del Oro

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domingo, 17 de septiembre de 2023

Los principales monumentos (El Misterio de Jerez - Museo del Vino; Palacio del Tiempo - Museo de Relojes; Museo Taurino; Real Escuela Andaluza de Arte Ecuestre - Museo de Enganches; Centro de Congresos y de Convenciones; Palacio de Exposiciones y Ferias Comerciales; Plaza de Toros; y Monasterio de la Cartuja) de la localidad de Jerez de la Frontera (y VIII), en la provincia de Cádiz

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Cádiz, déjame ExplicArte los principales monumentos (El Misterio de Jerez - Museo del Vino; Palacio del Tiempo - Museo de Relojes; Museo Taurino; Real Escuela Andaluza de Arte Ecuestre - Museo de Enganches; Centro de Congresos y de Convenciones; Palacio de Exposiciones y Ferias Comerciales; Plaza de Toros; y Monasterio de la Cartuja) de la localidad de Jerez de la Frontera (y VIII), en la provincia de Cádiz.


El Misterio de Jerez - Museo del Vino
 El Palacio de la Atalaya, construido por la familia Sánchez Romate en el siglo XIX, y en el que, en medio de un delicioso jardín, se ubican el Museo del Vino y el Museo de los Relojes, este último con una colección de alrededor de trescientas piezas de los siglos XVIII y XIX, todas ellas en funcionamiento (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008). 

Palacio del Tiempo - Museo de Relojes
       Ubicado en el Palacio de La Atalaya, recreo construido por la familia Sánchez-Romate a mediados del XIX, el origen de este museo se remonta al momento en que la Fundación Zoilo Ruiz Mateos adquirió parte de la colección de más de 120 relojes que la condesa viuda de Ga­via conservaba en El Puerto de Santa María; más tarde se le unieron 75 relojes de la colección de don Pedro León, ampliándose  posteriormente con otros 100 procedentes del mismo coleccionista. Tras la expropiación del holding RUMASA en 1983, el museo pasó a depender de la Fundación Andrés de Ribera.
     Los aproximadamente 300 relojes que constituyen actualmente la colección son de los siglos XVIII y XIX y son mayoritariamente franceses e ingleses, si bien también los hay procedentes de Austria, Suiza, Italia y Alemania. Muchas de estas piezas aparecen firmadas por prestigiosos re­lojeros como Robin, Le Roy, Berthoud, Lepaute, Knifton, Prior, Markham o Frodsham. Los materiales más habituales en que  están  realizados los relojes son el bronce «ormolú» dorado con oro molido, el mármol de Carrara, el lapislázuli y el cristal de Baccarat. Son de tipología muy variada: de columnas y péndulo o long case, de sobremesa, carillones o de bolsillo. Los relojes de historia son quizá los más interesantes, desde el punto de vista artístico, ya que en ellos se desarrollan escenas mitológicas o personajes alegó­ricos muy del gusto del momento (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005). 
     Finca de recreo construida en 1869, situada en el extremo occidental del barrio de Santiago. En el conjunto destaca la vivienda, concebida a modo de palacete rodeado de jardines, que ocupaba una vasta extensión hasta que en el siglo XX fue mermando ante las construcciones adyacentes. Tras la cancela de entrada, un paseo de trazado semicircular conduce al palacete. A ambos lados de éste se distribuyen caminos terrizos que desembocan en fuentes y glorietas.
     A partir de la segunda mitad del siglo XIX, los jardines perdieron parte de la frondosidad que caracterizaba a este tipo de fincas de recreo, al perder parte de su extensión. frente a la fachada principal del palacete la vegetación se ordena mediante zonas de césped, plantas y árboles, mientras que la zona trasera muestra una mayor frondosidad, con espacio arbolado.
     Los jardines de interés cultural que han pervivido en Cádiz y su provincia pertenecen, en su mayoría, al ámbito público (parques, paseos y plazas) aunque existen también una buena representación de los ligados a los grandes edificios palaciegos, a viviendas burguesas o a espacios de trabajo, como es el caso de algunas bodegas. Desgraciadamente, los fuertes procesos de transformación que han sufrido muchos de los edificios conventuales ocasionado que queden escasos ejemplos de esta tipología. La muestra que ha pervivido pertenece a muy distintas épocas remontándose el más antiguo que se conserva al siglo XVI y existiendo un predominio de los que tienen su origen en el siglo XIX.
     Los estilos más frecuentes son el Romanticismo (Historicista, Pintoresco, Paisajista y Morisco), Francés (Geométrico), Modernista, Regionalista y Clasicista. 
   Son muchos los jardines de Cádiz de los que se desconoce su autor. Los autores conocidos provienen en algún caso de la vida pública (Eduardo Genovés y Puit que fue Alcalde de Cádiz) pero predominan los del mundo de la arquitectura (Guillermo Thompson, Juan Talavera, Juan de la Vega). Planimétricamente, presentan una variada tipología sin que pueda hallarse una tónica predominante adaptándose a los espacios urbanos en los que se ubican (alamedas, paseos, vacíos urbanos que se destinan a este uso). Encontramos así plantas rectangulares, trapezoidales, rectangulares, cuadradas, etc.
     Los elementos decorativos son de muy distintas naturalezas y estilos predominando el monumento tradicional (al Marqués de Comillas, al aviador Durán González, a Rubén Darío, a la Duquesa de la Victoria, a José María Pemán, a Félix Rodríguez de la Fuente, a César Vallejo y a Castelar), los bustos de personajes históricos, esculturas clásicas y de temática religiosa (Beato Fray Diego de Cádiz, Santa Rosa de Viterbo, San José y San Pedro) y elementos de mobiliario urbano como farolas y bancos.
     Entre las especies vegetales, las autóctonas están en mescolanza con otras de todo el planeta: Acacias, acebuches, adelfas, aguacates, alcornoques, naranjos, limoneros, aligustres, araucarias, Árbol del amor, Árbol de los dioses, cipreses, macrocarpas, eucaliptos, fícus, grevillea, hibisco de china, jacaranda, laurel, nogal americano, olmos pumila, palmera canaria, pinos (pinsapos), magnolios, pitos porum, jacarandas, celindos, jazmines, etc. (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Museo Taurino

Real Escuela Andaluza de Arte Ecuestre - Museo de Enganches
     Se trata de un hotel, rodeado de fuentes y jar­dines, levantado en la década de los años sesenta del siglo XIX por el bodeguero don Julián Pemartín. Se desconoce el autor de las trazas del palacio, aunque muy probablemente se trate de algún arquitecto francés. El edificio consta de bodegas, tres plantas y ático. Exteriormente destaca la crujía principal, con sus torres octogonales en los ángulos, así como la fachada trasera porticada y la capilla, de estilo neorrománico. Todo el edificio está realizado en ladrillo y piedra de las canteras de martelilla. En su decoración exterior abundan los mascarones coronados por volutas y las esculturas, realizadas a finales del siglo XIX por el francés Charles Auguste Lebourg y que re­presentan personajes mitológicos como Hércu­les, Baco o Mercurio, así como a los promotores de la obra. Cabe destacar en su interior, la escalera y los diversos salones con estucos, carpintería y pinturas murales de la época (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).   
     Se trata de una finca de recreo en lo que fue extrarradio de la ciudad. El origen francés de la familia Pemartí, motivó la intervención del arquitecto galo Charles Garnier. El palacio es un magnífico exponente del eclecticismo de base clasicista francés, aunque el neomedievalismo también está presente en la antigua capilla, de trazado neorrománico. Los jardines contribuyen a realzar el edificio, rodeándolo, frente a cuya fachada principal está el núcleo más importante, en cuyo centro se sitúa la fuente. Desde la entrada los jardines otorgan una interesante perspectiva al conjunto, muy característica del modelo francés.
     La inexistencia de glorietas, bosques o laberintos contribuye a realzar aún más el edificio.
     En la actualidad forma parte del complejo de la Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre.
     Los jardines se reducen hoy al espacio que rodea el palacio. Hasta la primera mitad del siglo XX el espacio vegetal presentaba mayor superficie, propio de las fincas de recreo decimonónicas del extrarradio, con la existencia de bosquecillos y vegetación más exuberante. En la actualidad tras la reordenación de todo el sector -con la creación de la Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre- los jardines situados frente a la fachada posterior del palacio fueron transformados, para la instalación del picadero al aire libre. La vegetación se presenta más frondosa a la entrada, frente a la fachada principal del palacio (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     El Recreo de las Cadenas está en la avenida del Duque de Abrantes, no muy lejos de aquí. Se trata de un fantástico palacio de estilo francés mandado cons­truir para su residencia por el bodeguero Julián Pemartín y Lafargue, en medio de un gran parque arbolado y amplias praderas de césped. Consta de sótano y tres plantas, llamando la atención inmediatamente la cubierta curva de pizarra, con ojos de buey que señalan la existencia de un ático, y las dos aguzadas cúpulas late­rales. Todo él de sillería, su fachada se articula a base de ventanas a dintel entre pilastras, con hornacinas en las que aparecen diferentes estatuas, medallones o tondos en la última planta y un gran alero apoyado en canecillos. Por sí mismo, el edificio ya merece una visita. Pero es que, de titularidad pública desde 1976, en la actualidad sirve de albergue para el Museo del Enganche, en el que se da cita una buena colección de vehículos tirados por caballos; el Museo del Arte Ecuestre, de carácter histórico; y, sobre todo, la Real Escuela Andaluza de Arte Ecuestre, en la que, en distintos días de la semana, se des­arrolla el espectáculo Cómo bailan los caballos andaluces, inolvidable exhibición de las habilidades de los caballos cartujanos, un ballet ecuestre en el que los caballos llevan a cabo asombrosas danzas a los acordes de piezas de música española (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).

Centro de Congresos y de Convenciones
     
Palacio de Exposiciones y Ferias Comerciales
     
Plaza de Toros
     En Jerez se pone de manifiesto la claridad alcanzada en la disposición de los ejes que ordenan la plaza en planta. La apertura de la calle Nueva, permite coincidir el eje urbano con el eje presidencia-toriles y el eje sol-sombra. La planta se construye sobre tres anillos poligonales y concéntricos de dieciséis lados, con un ruedo de 53 metros de diámetro, un callejón de 1,50 metros, un tendido de gradas de 8,50 metros y una crujía de porticada de columnas de hierro, que sostienen una cubierta de teja cerámica plana y que entesta a los muros de fábrica que conforman la galería posterior. El anillo exterior de piedra, sólo se conserva en planta baja, disponiendo en planta alta una terraza en la que sobresalen los cuatro cuerpos de escaleras y la portada, coincidente con la presidencia al interior.
     En la sección, la grada de tendidos adopta mayor preponderancia que la galería porticada, cuya cornisa y su propia liviandad la hacen menos presente que la grada en la conformación del espacio interno y le dan una cierta imagen de inacabada.
     Su aforo es de 11.500 localidades. Se encuentra en muy buen estado de conservación y las corridas principales se celebran en la feria de mayo.
     Existen testimonios desde la Reconquista de celebración en Jerez de corridas juegos de cañas, que tuvieron como escenario principal la plaza del Arenal. En 1785 se levantó una primera plaza en El Ejido y en 1839 se constituyó una sociedad para la construcción de otro coso de madera, un polígono de dieciséis lados y dos pisos que tenía una capacidad para 11.000 espectadores.
     Este último coso sufrió varios avatares y reconstrucciones, es el origen de la actual plaza de Jerez, surgida de la reforma efectuada por D. José Hernández Rubio (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Monasterio de la Cartuja
     Situada a cuatro kilómetros de Jerez sobre la margen derecha del río Guadalete, su fundación se debe al noble Álvaro Obertos de Valeto, que hizo venir a los primeros monjes en 1476 a una ermita existente en unos terrenos conocidos como El Sotillo, donde se había librado una batalla contra los moros en 1368, cuya victoria se atribuyó a la intervención de la Virgen que actuó en «defensión de los cristianos», por lo que se decidió dedicar esta cartuja a Santa María de la Defensión.
     Durante todo el siglo XVI y hasta la década de 1620, se estuvo levantando casi todo el monasterio; posteriormente, y gracias a las cuantiosas rentas de que gozaba, comenzaría el proceso de enriquecimiento general del mismo, mediante la inclusión de yeserías, pinturas murales y retablos. De en­tre éstos, hay que reseñar muy especialmente el que ocupó su capilla mayor, lamentable­mente desaparecido, y que aglutinó a artistas como Alejandro de Saavedra, José de Arce y Francisco de Zurbarán. Con la invasión francesa y los procesos desamortizadores, toda la grandiosidad pasada quedaría profundamente mermada hasta que, en 1948, con la nueva fundación por parte de los cartujos, arquitectos como Francisco Hernández-Rubio, Félix Hernández o José Menéndez-Pidal, fuesen devolviendo al monumento, en la medida de lo posible, su primitivo esplendor.
     El monasterio está formado por las dependencias que satisfacen las particulares exigencias de la vida cartujana; la unión de la vida cenobítica con la eremítica y la marcada división entre padres y legos, tanto en la liturgia como en el trabajo. Cuenta asimismo con otro tipo de edificaciones destinadas al sostenimiento económico del monasterio, como lagares, bodegas, almace­nes y cuadras, donde se ocupaban los trabajado­res vinculados al monasterio.
     El acceso a la Cartuja se realiza a través de una colosal portada exenta, construida en 1571 por el arquitecto Andrés de Ribera. Está concebida como un gran arco de triunfo con dos pares de columnas dóricas de orden gigante, sobre plintos que sostienen un entablamento con friso de triglifos y metopas. Sobre éste, en una gran venera situada entre ménsulas, la imagen de Dios Padre. Bajo el arco se abren tres hornacinas con las imá­genes de la Virgen, San Bruno y San Juan Bautista y en sus enjutas se sitúan las armas reales y las del fundador.
     Cerca de esta portada se encuentra la Cruz de los caminantes, un crucero levantado en la década de los años sesenta del siglo XVI. En su base cuadrangular están labrados los símbolos de la pasión; sobre ésta base se alza una columna de orden corintio y, sobre su capitel, la cruz con la representación del Crucificado y de la Virgen con el Niño.
     Atravesando la fachada se accede al atrio, a cuya izquierda se encuentra en primer lugar el Patio de la hospedería, construido en ladrillo. En él se encuentra una escultura en mármol de San Bruno, realizada por Pedro Laboria, en 1761, que proviene de la entrada al corredor de la procura. Lindando con este patio se encuentra la llamada Capilla de los Caminantes, construcción de mediados del siglo XVIII, de una nave y atrio de arcos de medio punto sobre columnas de mármol.
     La fachada de la iglesia, trabajada en piedra de las canteras de Martelilla, fue ejecutada bajo las trazas del cartujo fray Pedro del Piñar, entre 1662 y 1667. Se trata de un gran imafronte de estructura retablística de dos cuerpos y ático, divididos en tres calles por columnas corintias pareadas. El programa  escultórico  fue contratado en su totalidad al escultor sevillano Francisco de Gálvez en 1664; en él se representan a la Inma­culada, San Bruno y Dios Padre, en la calle central y a San Juan Bautista y otros santos de la orden en el ingreso y calles laterales.
     La iglesia presenta una nave rematada con cabecera poligonal; fue comenzada pocos años después de la fundación del monasterio, y ya en 1482 estaban levantados sus muros hasta la altura de las cornisas. A partir de esta fecha se producen una serie de vicisitudes con los herederos del fundador, que hacen que se paren las obras, para volver a retomarlas en los primeros años del siglo siguiente. La iglesia está cubierta con bóvedas góticas de nervios, estando las de la cabecera -estrelladas de cinco claves- concluidas en 1527 y las del resto de la nave -ya con multi­tud de claves y combados- en 1534.
     Durante los siglos XVII y XVIII la iglesia se barroquiza mediante una redecoración general de sus bóvedas y paramentos. En primer lugar, en los años sesenta del siglo XVII, durante el mismo periodo constructivo en que se lleva a cabo la fachada de la iglesia, fray Pedro del Piñar dispone, a la altura de la cornisa, los apliques en yeso que conforman el friso y las ménsulas, de las que cuelgan cartelas rodeadas de hojarasca. Ya en el siglo XVIII, se colocan los pinjantes de las claves y se decoran las plementerías de las bóvedas, simulando la bóveda celeste.
     La distribución del espacio en la iglesia está íntimamente ligada a la liturgia cartujana. A los pies, en el tramo reservado para los trabajado­res del monasterio, se disponen dos retablos en sendos arcos solios. El del lado del evangelio fue realizado por Juan de Oviedo y de la Bandera en 1624 y procede del antiguo Convento de la Merced Descalza de Sanlúcar de Barrame­da. Es un retablo sencillo, que alberga un lienzo decimonónico de San Pedro y se corona por un frontón semicircular con la representación del triunfo de la Eucaristía. El que se encuentra en el lado contrario, es una copia del anterior, que alberga dos interesantes pinturas del siglo XVII; la inferior, una Sagrada Familia atribuida a Sebastián de Llanos y Valdés y la superior, la Exaltación de la Santa Cruz, atribuida a Fran­cisco de Herrera «el Viejo». Los frontales de am­bos altares fueron realizados, a finales del siglo XVII, por Andrea y Juan Antonio Andreoli, en mármoles intarsiados rojos, amarillos y negros. En este tramo destacan también la pila del siglo XVIII, realizada en jaspe negro, el banco corrido con azulejos de arista, del siglo XVI y el delicado cancel de taracea, realizado en 1743, en madera de ciprés y caoba, con el escudo del fundador en la crestería.
     Una magnífica reja dorada de barrotes torneados, realizada por los sevillanos Marcos de la Cruz y Francisco de la Chica, en 1673, separa este tramo del segundo, destinado a coro de legos. Está apoyada sobre un basamento de mármol negro y compartimentada en dos cuerpos y riquísima crestería rematada por ángeles, que portan los atributos de la Pasión. Además de estos ángeles, son elementos sobresalientes de su iconografía, el friso corrido de su cornisa superior y la apoteosis de San Bruno y el escudo cartujano de los atributos de la pasión, en la cartela situada sobre los batientes, en cuyos peinazos se representan a la reina Ester desvaneciéndose ante el rey Asuero, Absalón en su huida enredándose la cabeza en un árbol, el juez de Israel Jefté rasgando sus vestiduras ante la llegada de su hija y David con la cabeza de Goliat. En este recinto destaca la sillería adosada a los muros de la nave, donde los legos participaban de la liturgia segregados de los padres, como era pre­ceptivo en la regla cartujana. Fue realizada en madera de roble en los primeros años del siglo XVII y consta de 18 sitiales con respaldo, dosel y crestería. Igualmente, hay que destacar en este lugar el muro de entrecoros, al que se adosan dos sencillos retablos gemelos, ejecutados en 1690: el del lado del evangelio acoge un lienzo que representa la Aparición de San Pedro a San Bruno y compañeros, atribuida a Lucas Valdés y el de la epístola, una pintura moderna de la Asunción de la Virgen. Entre uno y otro retablo se abre la llamada portada de entrecoros. Ésta es una interesante obra renacentista, ejecutada en 1538, conformada por pilastras cajeadas de orden corintio sobre plintos que flanquean un arco semicircular. Especial interés presenta la profusa decoración plateresca que contiene, donde se incorpora un complejo programa iconográfico de densa significación. En los basamentos aparecen las imágenes de San Jerónimo y la Asunción de la Magdalena; en las pilastras hay relieves con escenas bíblicas: David y Goliat, la Resurrección de Cristo, la Ascensión y la Conversión de San Pablo, además de los evangelistas y otras representaciones. Las enjutas están ocupadas por las imágenes de Adán y Eva. El friso, con ángeles afrontados portando guirnaldas, está flanqueado por los bustos de San Pedro y San Pablo y, en la clave del arco, el escudo de los atributos de la pasión, vinculado a la Orden. Las hojas de madera que cierran el arco fueron realizadas entre los años 1624 y 1630 y contienen cuatro relieves que representan a San Bruno, San Hugo de Lincoln, San Antelmo de Belley y San Hugo de Grenoble.
     El coro de los padres conforma el tercer espacio de la iglesia. Su sillería fue realizada entre 1547 y 52 por los entalladores Jerónimo de Valencia y Cristóbal Voisín, siendo en su género una de las obras más interesantes del Renacimiento español. Se compone, tras la reubicación efectuada por Francisco Moreno Anguita en 1953, de 42 sitiales, que descansan sobre un basamento de piedra caliza labrada con decoración de grutescos y escudos del fundador. Estos estalos están separados por columnas abalaustradas y compuestos de altos respaldos con dosel, con mediorrelieves de santos y un friso sobre el que campean cartelas, con bustos de personajes, entre pináculos tornea­dos. Delante de los sitiales se dispone un reclina­torio corrido formando recuadros, con relieves entre balaustres. En los respaldos de los sitiales se representan apóstoles, fundadores de órdenes religiosas, mártires, y santos eremitas, comen­zando por la figura de la Virgen, en el primer respaldo de la derecha y la figura del Salvador, en el mismo lugar de la izquierda. A este repertorio de imágenes sagradas se une otro dedicado a temas profanos de grutescos, temas militares, de la música, y alegorías del amor y la justicia, además de los angelotes dispuestos a lo largo del friso y de los tableros de los reclinatorios. La crestería situada sobre la puerta de entrecoros, que une cada una de las dos pandas del coro, muestra los relieves de la Virgen y el arcángel San Gabriel en los extremos, formando la Anunciación y Dios Padre en el centro.
     Contiguos al coro se encuentran dos pinturas, un «Ecce Homo» de escuela sevillana del siglo XVIII y La Trinidad, de Pedro Atanasio Boca­negra, de la segunda mitad del XVII: a conti­nuación, a ambos lados del antepresbiterio, hay dos retablos, procedentes de la Merced de Sanlúcar de Barrameda, que fueron realizados por Juan de Oviedo y de la Bandera hacia 1624. Se levantan sobre mesas de altar, con frontales de mármoles intarsiados, de finales del XVII, y cuentan con un sólo cuerpo dividido en tres calles y ático. El del muro del evangelio alberga un grupo escultórico dieciochesco de San José y el Niño, y una Santa Faz, copia de Zurbarán, en el ático. El del lado de la epístola alberga la imagen de Santa Teresa, del siglo XVII, flanqueada por las pinturas de Santo Domingo y San Francisco. Entre estos dos retablos se encuentra la intere­sante lauda sepulcral del fundador. Debió de ser ejecutada poco tiempo después de la muerte de éste. Está realizada en mármol y representa inciso a Obertos de Valeto yacente, vestido de guerrero con coraza y empuñando la espada con un león en sus pies, el escudo de su linaje y el casco. La inscripción que enmarca la figura nos informa sobre su condición y fecha de fallecimiento.
     A ambos lados del presbiterio se sitúan dos portadas adinteladas coronadas por frontón. Fueron realizadas en 1743 en mármol gris y negro y sobre ellas se sitúan esculturas de piedra dorada que representan las virtudes teologales y la lectura, la meditación y la oración, atribui­bles a José de Mendoza. La portada del lado del evangelio comunica con la sacristía,  mientras que la de la epístola no es tal, tratándose de un purificador.
     El retablo, situado en la cabecera, procede del Convento de Mercedarios Descalzos de Sanlúcar y fue donado en los años setenta del siglo XX, junto con  los otros de menor tamaño que han sido citados, por doña Luisa Isabel Álvarez de Toledo y Maura, Duquesa de Medina Sidonia. Este retablo, realizado por Juan de Oviedo y de la Bandera entre 1619 y 1629, consta de banco, tres cuerpos divididos por columnas corintias entorchadas y ático. Las pinturas son copias de obras de Zurbarán, realizadas cuando se trasladó a la ciudad. En el retablo se reubica­ron además las imágenes de San Bruno, realizadas por José de Arce en 1641, y los santos Hugo de Grenoble y de Lincoln, procedentes del Capítulo de padres y realizados por Pedro Roldán en 1677. En la hornacina central se encuentra la imagen academicista de la Virgen de la De­fensión, patrona del monasterio, que había sido realizada por el valenciano José Esteve Bonet en 1794 y qué ocupó durante algún tiempo el reta­blo anterior.
     El Sagrario está situado tras el presbiterio, como en el resto de cartujas españolas. Este con­junto fue donado por Pickman en 1948, tras la última vuelta de los cartujos a Jerez. Procede del Sagrario de la Cartuja de Santa María de las Cuevas de Sevilla, donde quedó inaugurado en 1677. Se trata de un pequeño recinto de planta cuadrada que, a modo de baldaquín sobre colum­nas salomónicas, está coronado por una cúpula en cuyas pechinas se representan los evangelistas. En su cara principal cuenta con un tabernáculo semicircular con columnas salomónicas. En las hojas de ésta se representa el escudo cartujano de los símbolos de la pasión y el del fundador de la Cartuja sevillana, y sobre el dintel, la inscripción del Apocalipsis :
«Ecce tabernacvlvm dei cum hominibvs et habitabit cum eis»
     «He aquí el tabernáculo de Dios entre los hombres y erigirá su tabernáculo entre ellos». En los laterales de la capilla se representan La Sagra­da Cena y La Cena del Cordero, realizados en relieve con particular estudio de la perspectiva, debido al reducido espacio en que se encuen­tran. La labor de talla fue realizada en ébano por Bernardo Simón de Pineda, las esculturas por Pedro Roldán, siendo el dorado trabajo de Miguel Parrilla.
     La Sacristía, fue comenzada a finales del siglo XV, contemporáneamente a la iglesia. Consta de dos tramos cubiertos por bóvedas de crucería góticas. En 1650 se barroquizó esta estancia, mediante las labores de decoración en yeso que lle­vó a cabo fray Sebastián de Saavedra, quien dispuso un friso con decoración vegetal y cabezas de ángeles a la altura de la cornisa y decoró las ventanas con marcos flanqueados por volutas y guirnaldas de frutos. Preside la Sacristía un retablo de Juan de Oviedo y de la Bandera, de hacia 1619, también procedente de la Merced sanlu­queña. Enmarca un lienzo, atribuido a Juan de Roelas, que representa el juicio final. En el mobiliario, realizado tras la última venida de los monjes, se incorporan piezas de interés, como el zócalo renacentista en que apoya el armario, procedente del coro de los padres, con una cartela con la fecha de 1550; y el pequeño retablo ubicado sobre las cajoneras, con una tabla de un «Ecce Homo», anónimo del siglo XVI.
     Al  claustrillo  se  accede  desde  el  lado  de  la epístola de la iglesia, a través de una portada barroca levantada en 1743. Ésta presenta unos batientes de fina labor de taracea, semejante al cancel de la iglesia. El claustro, construido entre 1529 y 1531, en estilo gótico, está cubierto con bóvedas de crucería, cuyos arcos apuntados presentan una rica crestería calada. Es de resaltar la alternancia de soportes: pilares góticos en las arcadas centrales y columnas de mármol con capiteles de pencas en las esquinas. La fuente, situada en el centro, fue diseñada por el arquitecto Torcuato Cayón, en la segunda mitad del siglo XVIII. Desde este claustro se accede al refectorio y los capítulos. El Refectorio tiene acceso mediante una portada plateresca, concebida a partir de dos columnas abalaustradas sobre plintos que sostienen un entablamento, en la que se combi­nan motivos religiosos con putti y bustos. Levantado entre 1535 y 1537 se trata de una gran nave alargada cubierta por bóvedas de terceletes con combados que descansan en ménsulas a la altura de la cornisa.
     En la parte superior de los muros, sobre los bancos corridos, se encuentra actualmente el magnífico apostolado y crucificado, que tallara José de Arce a partir de 1637 para el primitivo retablo mayor de la iglesia. El refectorio se en­cuentra, como la iglesia, dividido por una panta­lla que segrega el espacio de los padres del de los legos. Adosado al muro de la parte de los padres se encuentra el púlpito, interesante pieza de piedra, de planta poligonal y decoración plateresca con  hornacinas.
     Al Capítulo de legos, que también tiene entrada desde el coro de éstos, se accede desde el Claustrillo a través de una pequeña portada gótica de arco rebajado coronado por un gablete conopial, en el que aparece el escudo cartujano. La sala es gótica, levantada alrededor de los años treinta del siglo XVI. Consta de dos tramos y áb­side, los dos primeros cubiertos por bóvedas de terceletes; el ábside, más bajo que el resto de la nave, presenta a media altura trompas en los án­gulos, que convierten su planta en poligonal cubierta con bóveda estrellada . Es de destacar en la sala, la decoración cerámica sevillana del siglo XVII del banco corrido adosado al muro.
     Al Capítulo de padres se accede a través de una portada manierista de finales del XVI. De estilo gótico y cubierto con bóvedas de terceletes, está decorado con profusas yeserías barrocas de los siglos XVII y XVIII. En la parte baja de los dos muros corre un banco con respaldo de cerámica sevillana del siglo XVII y sobre él, un apostolado pictórico de escuela holandesa del siglo XVII. En el testero se encuentra un retablo barroco de estípites, de la primera mitad del siglo XVIII , procedente de la sacristía y presidido por la imagen academicista de la Virgen de la Compasión, piedad realizada por José Esteve Bonet en 1793. Tras este retablo permanece oculta una hornacina gótica de cantería, que contiene pinturas mu­rales con temas relativos a la pasión.
     También desde el Claustrillo se accede a dos pequeños oratorios gemelos. De éstos, el inme­diato al capítulo de padres alberga en su altar una imagen de San Juan Bautista realizada por José de Arce, en el segundo cuarto del siglo XVII. El claustrillo comunica igualmente con el Patio de los Jazmines, al fondo del cual se en­cuentra la Celda prioral, del siglo XVII. Ésta es de mayores proporciones que las demás y está precedida por un pórtico de triple arcada, con semiesferas cerámicas en las enjutas y columnas de mármol blanco.
     El ámbito donde se encuentra el Claustro de los legos fue comenzado a edificar en 1616 por el hermano cartujo Martín Galíndez, que organi­zó el terreno, levantando algunas de las celdas, así como la procura, la barbería y la fuente que aún hoy se conserva. El claustro en sí fue diseñado, en 1620, por Juan Martínez Montañés y ejecutado por el maestro Mateo Rodríguez. Se trata de un claustro de medianas dimensiones, con pandas de arcos de medio punto sobre columnas y bóvedas de arista.
     El Claustro grande, también llamado de los arrayanes o del cementerio, por ser el lugar donde se llevaban a cabo los enterramientos de los monjes, es el de mayores dimensiones y en torno a él se desarrolla la vida eremítica de los padres cartujos. Tiene unas dimensiones extraordinarias, de 80 metros por crujía, en cada una de las cuales se distribuyen 18 arcadas góticas sostenidas por pilares y contrafuertes al interior del mismo. Su construcción comenzó en torno a los años veinte del siglo XVI, retrasándose su terminación, debido a sus grandes proporciones, hasta los primeros años del siglo XVII. Se desconocen los arquitectos que dieron sus trazas, aunque está documentada la labor, ya a finales del siglo XVI, de los maestros Esteban Martín y Gi­nés Martínez de Aranda, ambos en la crujía Sur. A pesar  de su dilatado periodo constructivo se aprecia en él gran unidad estilística en todas sus partes. Las galerías se cubren mediante bóvedas góticas de crucería, simples en la mayoría de los casos, cuyos nervios descansan en ménsulas voladas. Aneja a este claustro se encuentra la Torre del Reloj, construcción del siglo XVI atribuida a Andrés de Ribera.
     Las 29 Celdas de los padres se conciben, según el modo de vida cartujano, como eremitorios de doble altura en que los monjes desarrollaban su vida laboral y parte de la espiritual. El ingreso a estas celdas se realiza a través de un pequeño arco escarzano desde el que se accede a la llamada Sala del Ave María, al comedor, y al huerto, situado en la parte trasera. En el piso alto se si­túa el oratorio, el dormitorio y el aseo (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).   
     Se halla el Monasterio situado a 8 km. de la población de Jerez de la Frontera, en un espacio situado entre el río Guadalete y la carretera que conduce desde esta población a la de Medina Sidonia.
     El monasterio de la Cartuja de la Defensión responde tipológicamente a las características comunes de todas los cenobios cartujos. Se trata de un recinto amurallado de grandes proporciones fruto de un amplio proceso evolutivo.
     Para una mejor comprensión de las distintas estructuras que conforman la Cartuja, distinguiremos dos zonas: la monumental y la de labor.
     Tras acceder al conjunto por la puerta principal, se ingresa en un patio de planta rectangular, el Atrio del Rosario, denominado así por encontrarse en su lado norte la Capilla del Rosario o de los Caminantes. Esta presenta un pórtico a modo de porche, con cinco arcos, el central escarzano y los laterales de medio punto sobre columnas de mármol y vano adintelado de cantería como acceso. A ambos lados de la puerta existen paneles de azulejos con la imagen de la Virgen de la Merced, patrona de Jerez. El pórtico se cubre exteriormente a un agua, apareciendo sobre el mismo, a la derecha una sencilla espadaña de ladrillo, con vano de medio punto, ménsula en la clave, frontón triangular y cruz y veleta como remate. Su interior ofrece planta rectangular con bóvedas vaídas como cubierta, divididas en tres tramos mediante arcos fajones en resalte. A ambos lados y conformando los distintos tramos aparecen pilastras cajeadas, poseyendo ventanas molduradas como iluminación. Se cubre al exterior mediante tejado a dos aguas. Adosada al lado del evangelio de esta capilla se ubica la Hospedería, compuesta por varias habitaciones de planta rectangular, las cuales están precedidas por un pequeño patio rectangular con pórtico de ingreso mediante dos arcos escarzanos sobre columna toscana de mármol que apoya sobre pedestal.
     A los lados, también existen arcos escarzanos que apoyan en pilares, donde se abren amplios ventanales. A la derecha de la capilla, se abre una puerta con arco rebajado, rematada en merlones, que comunica con un espacio abierto donde se localiza una de las dos galapagueras con las que cuenta la comunidad. A continuación del atrio del Rosario, separado por un pequeño muro que culmina en crestería con especies de pináculos, se localiza el Atrio de la Iglesia, de planta rectangular muy alargada, en cuyo enlosado aparece trazada una montea para la construcción de una cúpula. Como culmen de este espacio se levanta la fachada principal de la Iglesia, la cual domina todo el conjunto. Concebida a modo de retablo, se estructura en dos cuerpos y ático, y tres calles principales, más dos de carácter secundario. Sirve de base un basamento ornamentado con escudos y temas forales. Las calles quedan compartimentadas mediante dobles columnas corintias, entre las que se disponen hornacinas aveneradas en las que figuran esculturas. La calle central, más ancha que las laterales, presenta en su primer cuerpo la puerta de acceso, adintelada, retranqueada respecto al resto de la portada, formando una especie de zaguán o atrio, con hornacinas laterales, quedando rematada mediante frontón recto partido con decoración de grifos sobre el que apoyan dos angelotes que cobijan el escudo cartujo. Aún en el primer cuerpo se localiza un tímpano en el que se abre una hornacina que cobija la escultura de la Virgen. En el segundo cuerpo, aparece una tribuna abalaustrada donde se abre el rosetón que ilumina la nave. El ático incluye una hornacina con la imagen de San Bruno, y un altorrelieve del Padre Eterno. Las calles laterales poseen hornacinas, dos en el primer cuerpo y una en el segundo. A ambos lados de estas calles, se añade otra, flanqueada por las columnas y una pilastra acanalada, con ornamentación a base de roleos, y una voluta en el segundo cuerpo. Toda la portada remata en jarrones y pináculos.
     Las fachadas laterales presentan muros sencillos, con contrafuertes que contrarrestan el empuje de las bóvedas, sólo horadados por las ventanas, siendo muy interesante la balaustrada que culmina el muro, así como los jarrones que rematan los contrafuertes. En la cabecera se localiza la denominada torre del reloj, la cual presente muro sencillo, solo horadado por dos pequeñas ventanas que rematan en frontón triangular. Rematándola aparece un friso con triglifos y metopas y una espadaña de vano peraltado, entre balaustres, que a su vez culmina en otro friso con triglifos. Sobre la cabecera del templo, se localiza otra espadaña, con la misma estructura que la anteriormente descrita. La cubierta exterior es de tejas a dos aguas.
     En el interior, el templo presenta planta rectangular, con una sola nave y cuatro tramos perfectamente definidos, culminando en ábside pentagonal, hoy tras el retablo mayor. Aquel tuvo por cada uno de los lados del polígono una ventana, en la actualidad perdida. Se cubre mediante bóvedas de nervaduras, siendo estrelladas con terceletes los dos tramos de la cabecera, mientras que los demás presentan traza más complicada, con nervios que se curvan y se ligan, en esquemas circulares y ovalados. En los muros laterales, entre los haces de nervios y sobre la línea de imposta, se abren ventanas de (delgados parteluces y fina tracería) sencilla estructura, con vano apuntado. Aún conservan las bóvedas pintura mural azul, que en su tiempo estuvieron totalmente recubiertas de estrellas. A los pies de la nave subsiste el rosetón gótico. Conviene destacar aquí la potente cornisa de yeso que, a modo de entablamento con profusa labor, interesantes ménsulas y especies de coronas que ocultan el apeo de los nervios de las bóvedas. Penden a modo de colgantes de las claves ellas, con esferas, hojas de acanto y frutas.
     Los distintos tramos de la iglesia quedan perfectamente configurados en el espacio, siguiendo la tradición cartujana, con la interposición de elementos que a modo de pantalla los separan. Son, la reja de hierro que separa la parte de fieles varones o familiares y el coro de los legos, y la portada de entrecoros, que divide el de los legos y el de los padres. Esta portada presenta vano de medio punto entre pilastras cajeadas sobre podios, rematada en entablamento con cornisa volada, que se retranquea en su parte central. Toda la portada ofrece una interesantísima ornamentación. Así el entablamento presenta guirnaldas, aves y niños desnudos, figurando al centro el vaso de la virtud. En sus extremos figuran los bustos de San Pedro, a la izquierda, y el de San Pablo, a la derecha. Muy interesantes son las figuras de Adán y Eva que se localizan en las enjutas.. La rosca del arco queda decorada con cabezas de querubines, figuras fantásticas, candelabros y temas forales platerescos.
     En el presbiterio, en el lado del evangelio existe una portada adintelada rematada en frontón recto con esculturas que representan a las Virtudes Teologales. Frente a ésta se ubica una hornacina con las Virtudes Cardinales. A través de aquella se accede a la sacristía. De planta rectangular, se cubre con bóveda de crucería de nervios en resalte decorados con perlas. Sobre la cornisa, se simulan ventanas con volutas, frutas y cartelas. Al lado oeste de la sacristía, se adosa una pequeña dependencia, muy transformada, con planta casi cuadrada y techumbre plana, con columna toscana al centro como soporte. En el ángulo noreste se abre una portada que comunica con la iglesia. A la misma anteceden dos tramos cubiertos con bóvedas de terceletes. De vano de medio punto, presenta una profusa decoración, tanto en la rosca del arco adovelado, donde aparecen cabezas de angelotes, como en las pilastras que la enmarcan, en las que se observan motivos vegetales y figurativos, estos últimos en especie de hornacinas. Esta portada posee en las pilastras la inscripción "AÑO 1743".
     El claustro de la iglesia o claustrillo, adosado al lado de la Epístola de la iglesia, ordena las salas y capillas más importantes en la vida de los monjes. Es por así decirlo, el claustro monástico por excelencia. Ofrece planta cuadrada, con bóvedas de nervaduras como cubierta, cuyos nervios apoyan en ménsulas en la galería, mientras que al patio apoyan en los pilares. Presenta cuatro galerías de arcos apuntados que descansan en pilares con contrafuertes que rematan en pináculos, si bien en los ángulos los soportes son columnas de "pencas", de mármol, con especies de cimacios ornamentados con temas vegetales como nexo de unión entre le propio soporte y el juego del arco. Muy interesantes son las gárgolas de desagüe, así como la crestería con pináculos que culmina el patio.
     Alrededor de este patio se organizan las principales dependencias del conjunto. En el lado oeste, perpendicular a la Iglesia, se ubica el refectorio. Al mismo se accede a través de una portada con arco de medio punto como acceso, flanqueado por balaustres que apoyan en pedestales ornamentados con bustos. Las enjutas quedan decoradas con medallones que contienen cabezas. Sobre ella, un entablamento con roleos, puttis y escudos, y decoración de ovas, da paso al remate donde dos leones sostienen el escudo del fundador. Su interior es de planta rectangular y bóvedas de nervaduras con terceletes y combados, como cubierta de sus cuatro tramos. Las claves aparecen ornamentadas con discos de temas forales. Los nervios descansan en ménsulas. Este espacio arquitectónico queda dividido en dos partes desiguales, por medio de un muro de unos dos metros de altura, con vano escarzano y rematado por una crestería con formas muy interesantes. La parte norte, más cercana a la iglesia y de mayor proporción, es el refectorio de los monjes, mientras que la zona sur la constituye el de los legos. Exteriormente el refectorio presenta la misma estructura observada en la iglesia, con sistemas de contrafuertes, ventanas de sencilla traza e interesante crestería y jarrones como remate.
     En el lado norte del claustrillo se abre el Capítulo de los legos. Al mismo se accede mediante una interesante portada con arco conopial, apoyado sobre jambas con molduras poligonales, rematando en especie de alfiz. El conopio culmina en escudo heráldico. En el interior existe un primer tramo cuadrado cubierto con bóveda de crucería simple, desarrollándose hacia la derecha el resto de la estancia, de planta rectangular, con dos tramos de bóvedas de terceletes, con claves decoradas con rosetas. En el muro derecho se abren dos ventanas, una por tramo, que iluminan el recinto. El ábside es rectangular, con arco de medio punto como separación de rosca moldurada. En las esquinas aparecen trompas que hacen que el espacio pase de ser rectangular a pentagonal. Su bóveda es estrellada, con clave central decorada con temas vegetales y una estrella de ocho puntas, mientras que las secundarias presentan rosetas.
     En el ala este del patio, se localiza el Capítulo de los monjes o Sala Capitular. Al mismo se accede a través de una sencilla portada adintelada, flanqueada por pilastras y rematada en friso con triglifos, frontón curvo roto, en cuyo centro se coloca un edículo que contiene un escudo y que, a su vez, remata en frontón triangular. De planta rectangular y cubierta con bóvedas de terceletes, con nervios festoneados y de cuyas claves penden interesantes yeserías. Por debajo de la línea de imposta se desarrolla un entablamento, con escudos cartujanos y del fundador, alternando con medallones. Destaca en este recinto el alto zócalo y banco corrido, cubiertos de azulejos sevillanos blancos, verdes, negros, azules y nielados.
     Contiguas a la Sala Capitular, se abren dos pequeñas capillas, las de San Bruno y San Juan Bautista. Sus portadas son adinteladas, entre pilastras cajeadas sobre pedestales ornamentados con rombos. Sobre el dintel y pilastras corre una especie de friso almohadillado, rematado en frontón triangular roto con escudo al centro. Al interior presentan planta cuadrada, cubiertas con pequeñas cúpulas con óculo central a modo de linterna y círculos como adornos.
     Al lado sur del claustro se adosa el Patio de los Jazmines, que incluye la celda prioral y la biblioteca. La celda del prior presenta un pórtico de tres arcos de medio punto que apean en columnas, cubriéndose con bóvedas de arista. El vano de acceso es adintelado, presentando a los lados ventanas. Exteriormente se cubre, el pórtico con tejado a un agua, mientras que la celda lo hace a dos aguas. Al norte del patio, se levanta un muro que culmina en magnífica balaustrada. A la izquierda del mismo se abre una alargada galería, con dieciséis tramos cubiertos con bóvedas de crucería, presentando como única iluminación cuatro ventanas y un óculo, abiertos en los últimos tramos del oeste. Esta galería conecta la cocina y el refectorio.
     Paralela a esta galería se desarrollan las cocinas. De planta rectangular, presenta tres tramos cuadrados separados por potentes arcos apuntados y cubiertos, en sus extremos, con bóvedas de crucería simple y claves con el escudo del fundador, mientras que en la central los nervios configuran un espacio cuadrado, con claves decoradas con fitomorfos, que se constituye como chimenea. Perpendicular a la cocina, adosada al muro oeste se localiza la despensa, espacio rectangular con bóveda de cañón como cubierta, precedida de otro espacio cuadrado donde se abre una escalera de sencilla traza, con baranda de madera.
     Desde el muro sur de las cocinas se accede a un espacio abierto, el Patio de la Cocina, percibiéndose en los ángulos arranques de arcos que permiten suponer la anterior existencia de un sistema abovedado. En el mismo se aprecian varias puertas que comunican con las cocinas y que debieron estar conectadas con la posible galería. Además se observan los potentes contrafuertes, así como la ventana de medio punto abierta en el tramo más occidental de la cocina. A través de este patio se accede al Claustro de los legos. Presenta planta cuadrada con galerías de arcos de medio punto sobre columnas de mármol toscanas, presentando las enjutas decoradas con especie de pinjantes en resalte, así como la clave con ménsulas. Las distintas galerías se cubren con bóvedas de arista. Al exterior el patio posee tejado a un agua sobre las galerías. Adosadas al ala oeste y sur del claustro se localizan una serie de celdas, con dobles estancias rectangulares, repartidas en dos pisos y jardín al fondo. Exteriormente se cubren con tejado a dos aguas. Al norte de estas celdas se localizan la antigua procuración y la puerta de la clausura, en estado ruinoso.
     El gran espacio arquitectónico, en cuanto a dimensiones, del conjunto monástico, lo constituye el Claustro grande, también denominado como del Cementerio o de los Arrayanes. Es de planta cuadrada, con aproximadamente 80 metros de lado, con fuente al centro y un crucero en uno de los laterales. Presenta galerías con dieciocho arcos apuntados en cada uno de sus lados, que apoyan sobre pilares redondeados reforzados con especie de estribos rectangulares. Cubre sus galerías mediante bóvedas de crucería con claves dentadas. Las angulares adquieren una mayor complejidad. En el muro, los nervios descansan en ménsulas. Sobre la galería corre una terraza que circunda el claustro. Alrededor de él se distribuyen celdas que ofrecen las mismas características que la señalada del claustro de los legos. En su origen llegaron a contabilizarse hasta 29, actualmente su número es menor. Se estructuran en dos plantas, con pequeños espacios rectangulares para la oración, el estudio y el descanso, ofreciendo normalmente bóvedas de cañón en planta baja, y artesonado de sencilla estructura en la alta. Al exterior presentan tejado a dos aguas.
     Analizada la zona monumental, pasaremos a la que denominaremos como zona de labor. Tras franquear la puerta abierta en el muro sur del citado Atrio del Rosario, se ingresa en el Patio de las Oficinas, espacio este de planta irregular que, en su lado este conecta con la parte monumental del inmueble y un espacio abierto ajardinado junto a la iglesia, mientras que en su lado oeste se abren todas las dependencias dedicadas a las labores de la comunidad, hoy en práctico estado de abandono. En este patio, se localiza una especie de estanque para caballos, y un pequeño templete.
     En el lado oeste de este patio existe un gran vano de medio punto. Tras flanquearlo, a la derecha se localizan las cuadras, las que ofrecen tres largas naves rectangulares conformando una "U", con cubiertas de sencilla viguería con ladrillo por tabla, habiéndose habilitado la crujía que corre de este a oeste, como portería. Presenta puertas de madera con vanos rebajados como acceso al interior. La cubierta exterior es a un agua. Frontera a estas cuadras, se localizan dos interesantes edificaciones, en forma de "L". La primera que se desarrolla de norte a sur, presenta planta rectangular con dos naves separadas mediante cinco arcos de medio punto. Actualmente poseen cubiertas planas, que esconden un buen artesonado con vigas que culminan en interesantes canes. En planta alta subsisten antiguas celdas que han compartimentado totalmente el espacio, presentando plantas cuadradas y rectangulares, y cubiertas planas.
     Exteriormente posee un tejado a dos aguas. La segunda que corre de oeste a este, ofrece la misma estructura y cubrición que la anteriormente descrita, si bien los arcos y cubiertas han quedado embutidas en los muros. En el ángulo noroeste de esta última estancia, existe una puerta de cantería de arco de medio punto e impostas marcadas. Actualmente aparece horadada por una ventana.
     Tras estas estancias descritas y siguiendo hacia el oeste, se localiza la actual carpintería, espacio cuadrado con sencilla cubierta de viguería de ladrillo por tabla. Después de pasada esta dependencia, se pasa a otro espacio abierto, que conecta con la portada del campo. Allí se encuentran, al norte un edificio de planta rectangular, con sencilla viguería como cubierta y tejado a un agua. En el ángulo noroeste de este patio se localiza otra edificación, denominada como cuerpo de guardia, de planta rectangular, compartimentada por un arco de herradura de ladrillo y cubierta exterior a un agua. En el ángulo sureste existe otra estructura, de planta rectangular con sencilla viguería como cubierta y tejado a un agua.
     Tras franquear una portada de cantería con arco de medio punto, rematada en cruz de forja, se accede a otro patio de planta irregular, que contiene varias edificaciones. En el lado norte se localizan los graneros, con planta rectangular y dos largas naves separadas por pilares de ladrillo sobre las que voltean nueve arcos de medio punto, cubriéndose con bóvedas de aristas. A la planta alta se accede a través de un rampa localizada al este. Presenta la misma estructura que la baja, si bien la cubierta es de sencilla viguería. En el lado oeste, se localiza otra estructura de planta rectangular con arcos de medio punto sobre pilares de ladrillo con cubierta de sencilla viguería. Perpendicular a ella, en su lado norte, se ubica un pequeño almacén de planta rectangular, con dos naves separadas por arcos apuntados sobre pilares de ladrillo, poseyendo cubierta de viguería con ladrillo por tabla. Estas edificaciones presentan como cubierta exterior, un tejado a dos aguas.
     Por último habría que añadir aquí, a pesar de encontrarse al sur del claustro de los legos, el molino de aceite y la casa del guarda de la huerta. El primero, en estado de abandono, responde a la estructura de molino de hacienda de olivar, con una nave rectangular para la viga y un espacio cuadrado que corresponde a la torre de contrapeso. Al exterior, destaca el volumen de esta última, con tejado a cuatro aguas y especie de pináculos como remate. La casa del guarda por su parte, posee planta rectangular, con sencilla viguería como cubierta. Al exterior presenta sus muros ornamentados con arcos en resalte de ladrillo y decoración de triángulos con azulejos en sus enjutas. La cubierta exterior es a dos aguas.
     Como último elemento a tener en cuenta en el edificio conviene señalarse el humilladero, el cual presenta una sencilla estructura octogonal con cuatro alturas distintas a modo de escalones, que culmina en un cuerpo circular con casquetes y otro hexagonal, y finalmente una cruz, hoy inexistente (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     A unos 4 km de la ciudad, aproximadamente, por la antigua carretera de Medina, a orillas del Guadalete, se levanta este imponente monasterio que fundara Álvaro Obertos de Valeto y Moda, caballero jerezano nacido en 1427 y descen­diente por vía materna de la familia genovesa de los Fieschi, entre cuyos miembros más relevantes se encuentra Sinibaldo de Fieschi, quien subió al trono pontificio en 1243 con el nombre de Inocencio IV. Hom­bre piadoso donde los hubiera, Álvaro estaba decidido a plantar en el término de Jerez un cenobio que siguiera la regla fundada por San Bruno en 1084.
     La primera piedra de la nueva institución se puso el 17 de diciembre de 1478, aunque poco de la obra pudo ser lo que viera el caballero Moda, ya que falleció el 12 de marzo de 1482, no sin antes instituir al nuevo monasterio como heredero universal de sus bienes. La construcción se prolongaría durante casi siglo y medio, a lo largo de todo el XVI y hasta 1620.
     Además del voto de silencio, por el que sólo abrían la boca para rezar y para comer; los frailes tenían voto de pobreza, pero el monasterio fue desde sus orígenes extraordinariamente rico, una riqueza que no cesó de aumentar a lo largo de su historia con donaciones y herencias. Poseyó incalculables propiedades agrícolas, la famosa yeguada que dio origen a los actuales caballos jerezanos y hasta una ganadería de reses bravas, si bien parte de sus ingresos se repartían de distintos modos entre los jerezanos más necesitados.
     Los frailes vivieron en paz y armonía en el cenobio justamente hasta el 20 de agosto de 1835, fecha en que, un día des­pués de la publicación del correspondiente edicto en el Boletín Oficial del Estado, tuvieron que abandonarlo por imperativos de la Desamortización. El monasterio permaneció entonces en un práctico abandono, hasta que algo más de un siglo después, en 1948, los monjes regresaron, logrando en poco tiempo devolverle su antiguo esplendor. En 2002, los cartujos han vuelto a marcharse, en esta ocasión, oficialmente, para crear nuevos monasterios en América, siendo sustituidos por la orden femenina de la Virgen de Belén. El monasterio jerezano es una obra imponente. Se aprecia ya desde la misma puerta de entrada, un gran arco triunfal concebido por Andrés de Ribera en 1571, con robustas columnas dóricas sobre altos basamentos, entablamento y frontón avenerado con la imagen de Dios Padre. Al otro lado de la puerta, al lado de un amplí­simo patio enlosado de mármol, se sitúa la capilla de los Caminantes, de mediados del siglo XVIII, y enfrente la hospedería. Al fondo del patio aparece la iglesia, con la fachada tipo retablo levantada a base de sillares de piedra. Data de 1667, habiendo sido proyectada por el hermano Pedro Piñar, y tiene cuatro cuerpos, los dos primeros articulados a base de colum­nas corintias, con estatuas de monjes car­tujos en los intercolumnios, llevando en el segundo cuerpo un gran balcón abalaustrado. El tercer cuerpo presenta otro balcón, más pequeño, presidido por otra estatua de gran tamaño. El cuarto cuerpo es el ático, coronado por un frontón circular. El interior de la iglesia es de estilo gótico. Posee una sola nave con bóveda de crucería, cubierta en parte con yeserías barrocas añadidas en el siglo XVIII. El retablo mayor, manierista, fue donado por la duquesa de Medina Sidonia para sustituir a otro anterior, de 1639, labrado por José de Arce y decorado por Francisco Zurbarán. Lo preside la Virgen de la Defensión y en él aparecen también san Bruno con dos cartujos a los lados y diversas pin­turas, copia de las que pintara Zurbarán. Al lado de la iglesia se encuentra el claustrillo, espacio de planta cuadrada en el que se conjugan los estilos gótico y rena­centista. A este patio asoman el capítulo de los padres, decorado con yeserías barrocas y con un banco corrido de azulejos sevillanos; el refectorio, gótico, con bóveda de crucería y con un apostolado tallado en los muros, y otras dependencias.
     Del claustrillo se pasa al claustro grande, conocido como patio de los arra­yanes, un cuadrado de 60 m de lado con arquerías góticas a cuyo alrededor se abren las celdas de los monjes, veintinueve en total. De este claustro, a través de un por­tal con columnas de mármol, se pasa al patio prioral o patio de los jazmines, en el que está la celda del prior, y al claustro de los legos. Diseñado por Juan Martínez Montañés en 1620, cuenta con arcos de medio punto sobre columnas dóricas de mármol y bóvedas de arista (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).

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