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viernes, 8 de septiembre de 2023

Los principales monumentos (Iglesia San Juan de los Caballeros; Iglesia de San Lucas; Museo Arqueológico Municipal; e Iglesia de San Mateo) de la localidad de Jerez de la Frontera (VI), en la provincia de Cádiz

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Cádiz, déjame ExplicArte los principales monumentos (Iglesia San Juan de los Caballeros; Iglesia de San Lucas; Museo Arqueológico Municipal; e Iglesia de San Mateo) de la localidad de Jerez de la Frontera (VI), en la provincia de Cádiz.



Iglesia de San Juan de los Caballeros
     La parroquia de San Juan de los Caballeros es una más de las fundadas tras la Reconquista cristiana en 1264. Dedicada al apóstol y evangelista San Juan, tradicionalmente ha sido denominada con el sobrenombre «de los caballeros» por haberse congregado en esta parroquia los caballeros de las órdenes militares, cuyos escudos se encuentran en algunas de las claves de sus bóvedas. La iglesia presenta una imagen medieval que fue en parte conseguida tras la restauración estilística que sufrió entre 1884 y 1895, llevada a cabo por el arquitecto José Esteve y López. El hecho más destacado de esta intervención, además de la destrucción del coro, fue el cerramiento de los arcos de comunicación de las capillas anejas al presbiterio y la creación de dos portadas neomudéjares a un lado y otro.
     Al exterior destacan la torre-fachada, las por­tadas laterales, la casa rectoral, del siglo XIX y el ábside. La fachada principal se compone de dos cuerpos, uno inferior de principios del siglo XVII, quizás trazado por Alonso Vandelvira, compuesto por columnas de orden gigante y una portada de orden toscano. Quizá lo más interesante de esta zona sea la escalera interna, una insólita «Vía de San Gil», de sorprendente este­reotomía que corrobora la atribución de toda la obra al citado Vandelvira. Los tres cuerpos restantes de la torre fueron levantados por Antón Martín Calafate, con anterioridad a 1644 y el cupulín en 1656. En los laterales del templo se levantan sendas portadas similares en cronología y estilo. Se trata de dos obras de la segunda mitad del siglo XVI, atribuidas a Hernán Ruiz II, com­puestas de semi-columnas de orden corintio en cuyo frontón, la del evangelio, acoge un correcto busto de San Juan. Por último destaca el ábside, una pieza poligonal con contrafuertes coronados por merlones que, si bien podrían haber sido añadidos en el siglo XVIII, dan una imagen sugerentemente medieval.
     En el interior se advierten tres tramos claramente diferenciados que responden a las distintas etapas constructivas de la parroquia. La capilla mayor, de dos tramos rectangulares y otro semicircular, coronados por bóvedas góticas y espinazo central, está ligeramente en esviaje con respecto al resto de la iglesia. Este espacio fue mandado levantar en la segunda mitad del siglo XV por Juana Fernández Zacarías «La Dueña» para enterramiento de su familia, cuyos restos son recordados por las laudas sepulcrales del alcalde mayor Giraldo Gil Zacarías y sus padres que aquí se encuentran.
     La nave de la iglesia se compone de dos tramos, el primero cubierto por una bóveda gótica estrellada de hacia 1530, en cuyo lado sudeste, de ladrillo, se aprecia exteriormente una ventana polilobulada con alfiz, quizá del siglo XIV.
     El tramo de los pies, de estilo renacentista, parece que fue trazado por Hernán Ruiz II en 1562; se cubre con bóveda vaída, conteniendo en su centro una imagen del Salvador. Una lápida a los pies nos indica la fecha de su conclusión en el año 1591. 
     La capilla de Ánimas es la primera del lado del evangelio. Cuenta con un retablo del siglo XVII al que le fue sustraído el lienzo con la representación de las ánimas del purgatorio. A continuación, se sitúa el tránsito hacia la puerta del evangelio, en el que destaca la interesante bóveda renacentista acasetonada decorada con florones y bichas.
           En el muro del evangelio se encuentra desde finales del siglo XIX, el que fue retablo mayor de la iglesia. Se trata de una pieza barroca en el que se aprecian diferentes fases de ejecución.
     La parte baja, correspon­diente al banco y primer cuerpo, se concertó en 1698 con el retablista Francisco Antonio de Soto, mien­tras el cuerpo superior no sería finalizado hasta 1733. Destacan en este retablo dos interesantes imágenes anónimas de San Pedro y San Pablo del siglo XVII y la Virgen de la Paz, en el centro, una imagen del siglo XVI de gran devoción histórica, aunque desfigurada tras una restauración decimonónica.
     La capilla mayor se encuentra hoy desprovista de casi todo elemento mueble, tras la restauración aludida de fines del siglo XIX y la del XX, emprendida esta última para reparar los destrozos que causó un rayo en 1981. Aún así se encuentran en ella el Cristo de la Vera Cruz, talla procedente del desaparecido Convento del mismo nombre, obra de escuela sevillana de mediados del siglo XVII, atribuida al escultor Sebastián Rodríguez y el púlpito, pieza del siglo XVIII, procedente de la antigua iglesia de Santa Ana de la Compañía de Jesús.
     Frontero al antiguo retablo mayor antes descrito, se encuentra la capilla de los Zarzana, cuya manierista portada de acceso fue trazada en 1596 por  el arquitecto milanés y entonces maestro mayor del Arzobispado de Sevilla, Vermondo Resta. Se trata de una potente fachada almohadillada coronada por frontón curvo, que da acceso a una estancia cuadrada cubierta por bóveda estrellada. Junto a la portada, en la nave de la iglesia, se halla un lienzo decimonónico de Rodríguez de Losada que representa a San Juan Evangelista, procedente del presbiterio; parejo a éste es otro de San José, de idéntica autoría en el interior de la capilla de los Zarzana.
     A continuación, hacia los pies se encuentran dos espacios cuadrados con bóvedas vaídas, el primero es el tránsito a la portada lateral y el siguiente una antigua capilla, hoy sin dedicación, en la que se conserva el antiguo templete neomudéjar con que contaba el templo. Esquinera con ésta, a los pies del templo, se sitúa la capilla bautismal, una pequeña estancia cuadrada, en la que cabe destacar la reja dieciochesca que la cierra.
     La capilla de los Tocino, también conocida como «de la Jura», se encuentra junto a la cabecera si bien no es accesible desde ella.
     Dedicada en origen a Santa Catalina, su sobrenombre le viene por la leyenda de que fue precisamente en este lugar donde los caballeros jerezanos pidieron auxilio a Sancho IV en 1325 por estar sitiada la ciudad. Se trata de una pieza cubierta con bóveda estrellada de mediados del siglo XV o principios del XVI, en la que también destaca la decoración de lacería mudéjar de los arcos de sus muros.
     En el sagrario, al que se accede desde la capilla de los Zarzana y la sacristía, destaca la bóveda gótica del segundo tercio del XVI, en cuyas claves se encuentran los escudos de las órdenes militares que dan el sobrenombre a esta parroquia. La sacristía, que en origen fue capilla de la familia Carrizosa, tiene su ingreso por una de las puertas neomudéjares del presbiterio y está cu­bierta por una bóveda gótica de crucería estrellada de la primera mitad del XVI. Destaca en ella el sepulcro en piedra de don Diego López de Carrizosa y Perea, realizado en 1617 por Antón Martín de Burgos y relacionable con la imagen orante de Pedro Fernández Laiguarda de la igle­sia de San Juan Bautista de los Descalzos.
     Asimismo conserva una interesante imagen de Crucificado del siglo XVIII cuya procedencia, atendiendo a sus características estilísticas, es difícil de establecer.
     La iglesia cuenta además con un numero de piezas sin ubicación fija; como un San Cristóbal, de la primera mitad del siglo XVIII, del círculo de Camacho de Mendoza y una imagen de San Judas Tadeo, del siglo XVII. Proceden­tes de esta parroquia es también el grupo de la Virgen de los Remedios y San Juan, hoy en una pequeña capilla frente a la portada del lado del evangelio, obras de la primera mitad del siglo XVIII, cercanas a las del escultor Francisco Camacho de Mendoza.
   Del tesoro con que cuenta la iglesia, destaca la custodia procesional, obra barroca del primer cuarto del siglo XVIII, en la que destaca la imagen de oro del pelícano con sus crías y el sol, de la segunda mitad del siglo XVIII (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).   
         Interiormente está constituida la iglesia por una sola nave de gran amplitud que obedece a tres ejes, correspondientes a otras tantas épocas de su construcción.
        - El ábside consta de siete lados, estando los nervios flanqueados por la típica decoración de dientes de sierra y descansando en columnas cuyos capiteles nos recuerdan los primeros tiempos del gótico.
        -Las partes que restan, se remontan a la última época del gótico y siglo XVI respectivamente.
     Exteriormente, las portadas son de relativo interés artístico, rematándose la principal por un cuerpo de torre. De las otras dos portadas, la más notable es la del Evangelio, obra de la segunda mitad del XVI.
     Es de interés artístico e histórico la Capilla de la Jura, ubicada en el lado del Evangelio, y cubierta por una bóveda estrellada sobre trompas (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     Detrás de Santa María de Gracia está la plaza de Melgarejo, en la que se levanta la iglesia de San Juan Evangelista, que muchos jerezanos y más de un erudito tratadista confunden con San Juan de los Caballeros, siguiendo el error que en su Historia de Jerez cometió el jerónimo fray Esteban de Rallón. El templo tiene también su origen en la conquista castellana de la ciudad. Exento en la placita, alza al aire su torre, elevada sobre la fachada principal, de dos cuerpos: el superior, obra probable de Alonso de Vandelvira, y el inferior, en el que se inscribe la portada principal. Tiene otras dos portadas late­rales, ambas, como la principal, de estilo renacentista, atribuidas a Hernán Ruiz II. El interior muestra una sola nave de más de 30 m de longitud dividida en tres tramos, que responden en el estilo a los distintos momentos de su construcción, siendo lo más llamativo el ábside, de estilo mudéjar. Muy ligera de adornos, en la capilla mayor sólo se ve el Cristo de la Vera Cruz, un impresionante crucificado procedente, casi con toda seguridad, del taller de Juan de Mesa (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008). 

Iglesia de San Lucas
      Se trata de una más de las seis parroquias fundadas tras la Reconquista cristiana sobre una antigua mezquita, tal y como se recoge en el Libro del Repartimiento. Al exterior denota un claro aspecto mudéjar con cubierta a dos aguas. Para salvar el desnivel sobre la plaza, el templo se alza sobre un sencillo reducto, construido en el siglo XVIII. La portada principal, quizás del último tercio del siglo XIV, es abocinada y apuntada y soporta el cuerpo de la torre, fruto de la in­tervención de Adrián Baptista en 1729. De esta fecha es también la hornacina que contiene la imagen barroca del titular del templo. Más interesante es la portada del lado del evangelio, de idéntica cronología y estilo que la principal, aunque conservando un característico tejaroz a dos aguas y extradós polilobulado. El interior de la parroquia ofrece una sugerente mezcla de aspectos góticos, mudéjares y barrocos, fruto de las reformas que en ella acometieron Bartolomé y Adrián Baptista entre 1714 y 1730, bajo la supervisión del maestro mayor del arzobispado, Diego Antonio Díaz. Se trata de una iglesia de tres naves divididas en tres tramos por pilares y cabecera poligonal. A ambos lados, del evangelio y la epístola, se disponen capillas así como la sacristía y otras estancias parroquiales. Los cuatro pilares de la iglesia se hallan revestidos de barrocas yeserías decorativas. Asimis­mo, en la parte superior de la nave central se dispone una gran cornisa de la cual nacen unas sugerentes bóvedas estrelladas de apariencia gótica de gran complejidad. La cabecera, conserva la bóveda original gótica, destacando sus nervios dentados y las ventanas ciegas polilobuladas entre los nervios. Se trata de un interesante espacio seguramente levantado durante la segunda mitad del siglo XIV, cuando Alfonso García de Vera acometió la gran reforma de la primitiva parroquia, de la que sólo reaprovecharía algunas es­tructuras. Estas bóvedas conservan hoy pinturas murales de los evangelistas y emblemas marianos del siglo XVIII.
     A los pies del lado del evangelio, se encuentra la pequeña capilla bautismal, cuadrada y cubierta por cúpula de yesería de 1728. En su interior se conserva un grupo escultórico de San Francisco Javier bautizando a un indígena, del siglo XVIII, procedente de la antigua iglesia de la Compañía de Jesús.
     Se accede a la portada del evangelio a través de un cancel rococó de la segunda mitad del siglo XVIII; junto al cancel, se conserva empotra­do en el muro, un relieve de piedra policromada procedente del trascoro y junto a éste, la capilla de Ánimas, antigua capilla de la familia Gatica y Martínez de Cuenca. A través de un arco apuntado se accede a un espacio cuadrado cubierto por bóveda esquifada. Preside la capilla un interesan­te retablo de ánimas, concertado en 1725 con el escultor jerezano Francisco Camacho de Mendoza. Se halla hoy desprovisto de los soportes laterales, previsiblemente estípites, que sostendrían el remate superior, de amplios roleos, centrado por la imagen de Dios Padre, el Espíritu Santo y la Caridad. Lo más interesante es, sin embargo, la escena central, un altorrelieve con la representación de las ánimas del purgatorio en el plano inferior, que son redimidas por un ángel de una gran calidad de ejecución. En el plano superior se encuentran la Virgen con el Niño y San Lucas, titular de la parroquia.
     Paredaña a la capilla de Ánimas se halla la de Camporreal, obra concluida en 1582 por el arquitecto Andrés de Ribera y fundada por el co­mendador Pedro Benavente Cabeza de Vaca, cuyos emblemas se encuentran a la entrada de la capilla. Del origen renacentista de esta capilla poco es apreciable tras las sucesivas reformas sufridas durante los siglos XVIII y XX. En su in­terior, se conserva la imagen de la Virgen de los Dolores, interesante obra de vestir de escuela genovesa del siglo XVIII y el Cristo de la Salud, un crucificado de tamaño natural del siglo XVIII, atribuido al escultor Diego Roldán.
     La cabecera del lado del lado del evangelio constituye una qubba cuadrangular, cuya cúpula se asienta sobre un polígono de dieciséis lados y doble sistema de trompa. Lo preside el retablo rococó de Santa Ana, construido en la década de los setenta del siglo XVIII a expensas de don Juan Álvarez, familiar del Santo Oficio, según reza la lápida que se encuentra a sus pies. En el camarín central se encuentran las imágenes de Santa Ana y la Virgen y bajo éste la de San Joaquín; a un lado y otro San Benito y San Juan Nepomuceno.
     El retablo mayor fue realizado por el entallador Francisco López en 1723. Se trata de una obra barroca, de soportes salomónicos, cuya planta ochavada se adapta al perfil de la cabecera. Preside el retablo la Virgen de Guadalupe, cuya primitiva imagen fue donada a esta parroquia por el rey Alfonso XI, tras la decisiva victoria en la Batalla del Salado. A un lado y otro de esta imagen se sitúan las de San Fernando y San Isidoro, contemporáneas del retablo. En la parte superior se encuentra el manifestador, bajo una pieza trilobulada con un relieve de San Lucas, flanqueado por las imágenes de San Sebastián y San Juan Bautista, todo coronado por una gran peineta. A destacar el tabernáculo, obra rococó realizada en plata por el orfebre jerezano Francisco Montenegro en 1764.
     La cabecera del lado de la epístola es un espacio creado hacia 1714, fecha en que se reconstruye el pilar más cercano, a imitación de la cabe­cera del evangelio. Se trató de crear un espacio parejo a la qubba del evangelio, levantando una falsa bóveda en yeso y acortando el espacio de la primitiva cabecera gótica. Se encuentra en ella un retablo obra de Matías Navarro de 1764 en cuyo centro se halla la imagen de San José y a los lados Pedro y Pablo, todo coronado por San Ca­yetano. Esquinero con este retablo se encuentra un interesante lienzo de la Virgen con el Niño, obra anónima de mediados del siglo XVIII.
     La capilla del sagrario, en el muro de la epístola, se cubre con dos tramos de bóveda de crucería. En ella se conservan restos de cerámica a la cuerda seca del siglo XV en los zócalos y el altar, mientras que el comulgatorio y reja son de principios del siglo XVIII. La preside un pequeño re­tablo rococó de San Rafael, de la segunda mitad del siglo XVIII. Junto al zaguán de ingreso de la portada de la epístola, se encuentra un retablo rococó de la segunda mitad del siglo XVIII, que enmarca un lienzo de San Nicolás de Bari.
     El frontal de altar, con la representación del mismo Santo, es de azulejería sevillana de en torno al año 1700.
     A los pies del templo, sobre una tribuna realizada en 1723 que muestra las armas reales, se encuentra el órgano, una pieza barroca del primer tercio del XVIII, cuya caja corona un ángel trompetero. Bajo esta tribuna se conserva el facistol del coro parroquial que desapareció en los años sesenta del pasado siglo. Se trata de una pieza barroca de la primera mitad del XVIII co­ronada con una imagen del rey David tañendo el arpa, atribuida a Diego Roldán. Otras piezas conservadas en la iglesia son el cuadro de gran­des dimensiones del apóstol Santiago en la Batalla de Clavijo, obra del XVII, procedente de un altar desaparecido de la iglesia y el lienzo de San Lucas pintando a la Virgen, del XVIII.
     La antigua capilla de Lorenzo Fernández Villavicencio, se encuentra hoy sin acceso desde el templo, ya que en parte, sobre ella, se encuentra la actual cabecera del lado de la epístola, más corta que la originaria. Se trata de una capilla gótica de mediados del siglo XV, con bóvedas de crucería y espinazo central. Destaca la  decoración pictórica de sus plementos y nervios, de los siglos XV y XVI.
     Las estancias que componen la Sacristía fueron levantadas por Bartolomé Baptista en 1715. Desde el interior del templo se accede por una interesante portada barroca levantada en 1724, quizá por el mismo maestro, destacando sus batientes de madera que contienen dos pequeñas imágenes de San Pedro y San Pablo, obras probables de Diego Roldán. De su interior cabe destacar un lienzo del Martirio de Santa Inés, sobre las cajoneras y el alfarje del siglo XVIII que cubre una de las salas. Se conserva un interesante apostolado en piedra del siglo XVIII que coronaba los muros del coro.
     Del tesoro con que cuenta la parroquia me­recen ser destacadas las piezas que componen el ajuar de la Virgen de Guadalupe, algunas de ellas de procedencia mexicana, como el águila imperial, obra marcada en 1763, la corona de la Virgen, de principios del siglo XVIII o la media luna, del tercer cuarto del siglo XVIII (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).   
        La iglesia de San Lucas de Jerez de la Frontera, situada en la Plaza de San Lucas, es de estilo gótico-mudéjar y presenta una planta de tres naves divididas en tres tramos y ábside poligonal, con capillas laterales adosadas a lo largo de los años, que han ampliado y ocultado, en gran medida, la planta original del templo. En el lado del Evangelio se adosaron: la capilla dedicada a la Virgen del Rocío, antigua capilla bautismal, de planta rectangular y que prolonga el edificio hacia los pies; la capilla de las Ánimas, de planta cuadrangular; y la capilla de la Hermandad de Jesús de las Tres Caídas o capilla de los Dolores, de planta rectangular; en el lado de la Epístola, detrás de la cabecera y con planta cuadrada se ubica la antigua sacristía, junto a la que se construyó la actual sacristía, de planta rectangular, con acceso desde la sede de la Hermandad de las Tres Caídas, una dependencia anexa reciente de planta rectangular; en los pies del templo, rectangular y subdividida en dos tramos, se encuentra la capilla sacramental; finalmente, una vivienda de planta rectangular, sin uso determinado, completa el conjunto de dependencias anexas de la iglesia de San Lucas de Jerez de la Frontera.
     Interiormente, la nave central se separa de las laterales mediante dos pares de pilares con pilastras adosadas, decoradas con yeserías y capiteles corintios, sobre las que voltean arcos de medio punto, rematados por un entablamento decorado con ovas, dardos y modillones que sustentan la falsa bóveda de aristas, con decoración de yesería, y a cuyos lados se abren falsas tribunas o balconcillos, todo ello obra del siglo XVIII, y que oculta la primitiva armadura mudéjar.
     El tramo anterior al presbiterio se cubre mediante una bóveda de crucería gótica organizada en dos tramos de crucería simple con cuatro lunetos, en los que se conservan pinturas murales de los santos evangelistas San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan, todo ello alzado sobre arcos apuntados que separan este tramo del resto de las naves del templo.
     La intensa decoración barroca del antepresbiterio se completa con cabezas de querubines ubicadas, a modo de ménsulas, en los arranques de las nervaduras. Finalmente, el ábside, de planta poligonal de seis lados, esta cubierto por una bóveda de nervadura gótica con ocho gruesos nervios, toda ella decorada, nuevamente, con pinturas murales de estilo barroco.
     Las naves laterales, terminadas en testero plano, se cubren, en sus dos primeros tramos, mediante bóvedas de aristas decoradas con yeserías de motivos geométricos de estilo barroco. Los tramos correspondientes a las cabeceras laterales presentan bóvedas semiesféricas sobre pechinas. Éstas, al igual que la nave central, forman parte del conjunto de remodelaciones llevadas a cabo en el siglo XVIII, y que ocultan las originales armaduras de madera.
     El retablo mayor, obra barroca del siglo XVIII, de Francisco López, se estructura en un cuerpo central dividido en tres calles mediante cuatro columnas salomónicas, sobre un amplio banco, en cuyo centro se encuentra el Sagrario cerrado por puertas y coronado por un ático, obra de Francisco Montenegro. Frente a este, a los pies de la nave principal, sobre la puerta, se dispone una nueva tribuna que sustituyó a la antigua tribuna real sobre la que se inscribe el escudo de armas de Felipe V, inserta en el paramento, y a la que se tiene acceso desde una dependencia adosada a la iglesia y que la amplían hacia los pies de la nave del Evangelio.
     El conjunto de la iglesia, se completa con un importante número de capillas adosadas a la primitiva iglesia mudéjar, que albergan importantes retablos de estilo barroco.
     A los pies de la nave del Evangelio se encuentra la capilla de la Virgen del Rocío, originalmente capilla bautismal.
     Presenta una cubierta de bóveda semiesférica sobre pechinas, decorada con pinturas murales y yeserías de motivos vegetales de estilo barroco. En el paramento frontal, se abre una ventana rectangular con una vidriera contemporánea, y fijadas al paramento, entre molduras de yeso.
     La portada del Evangelio se encuentra oculta hacia el interior del templo con un interesante cancel de madera, obra rococó del siglo XVIII, con decoración de lacería estrellada y una saliente cornisa terminada por un frontón mixtilíneo en cuyo centro se representa una alegoría de la Eucaristía, rematado por un florón y flanqueado por volutas coronadas por jarrones decorativos.
     Avanzando hacia la cabecera, en el segundo tramo de la nave del Evangelio, se abre una sobria portada de sillería formada por un arco apuntado sobre impostas destacadas y enmarcado por un alfiz, en cuyo centro, y coincidiendo con la clave del arco, se ubica un escudo nobiliario de la familia Gatica y Martínez de Cuenca. Ésta da acceso a una de las capillas más antiguas de la iglesia, la capilla de las Ánimas. El interior de la portada presenta una interesante decoración en relieve de estilo gótico en la rosca y jambas. El arco se cierra con una verja con forma apuntada.
     Junto a la capilla de las Ánimas, otra portada pétrea da acceso a la capilla de la Hermandad de las Tres Caídas o capilla de los Dolores, la cual se compone de un arco de medio punto enmarcado por alfiz e impostas resaltadas que descansa sobre pilastras adosadas sobre basas, elevadas a su vez, por altos pedestales. El arco se cierra con una verja de hierro con decoración de rosetas doradas. Cubierta por una bóveda de cañón sencilla, el interior de la capilla se divide en dos tramos mediante grada. El último tramo del lado de la Epístola, obra de Matías Navarro en el año 1714, imita la cabecera del lado del Evangelio.
     Junto a la capilla de San José se abre otra portada pétrea de estilo barroco que da acceso a la actual sede de la Hermandad de las tres Caídas, antigua capilla de la Misericordia. La portada se resuelve mediante un vano adintelado flanqueado por pilastras cajeadas apoyadas sobre pedestales con rombos tallados en su centro. Sobre éstas, apoya un ancho friso con decoración mixtilínea y un relieve central que representa el toro alado, símbolo de San Lucas. La portada se corona por un frontón partido en su centro por un ojo de buey coronado por una jarra, y rematado en sus laterales con jarrones. Interiormente, esta dependencia se cubre mediante bóveda de cañón con lunetos, con un sector cuadrangular, al fondo, cubierto por armadura de madera y ladrillo, de inspiración mudéjar.
     En el paramento derecho, se abre una puerta que comunica con la nueva sacristía, cubierta por bóveda de aristas, y en cuyo muro derecho se abre una decorada ventana de estilo barroco. Obra del siglo XVI es la capilla del Sagrario, en el segundo tramo de la nave de la Epístola, se abre a través de un arco de piedra apuntado, enmarcado por una arquivolta con molduras con baquetón e impostas resaltadas, con una verja decorada con rosetas doradas superpuestas y una custodia flanqueada por dos ángeles de chapa dorada recortada, en el hueco central de la parte superior. El interior se cubre con dos tramos de bóveda de crucería simple, y esta presidida por un retablo-hornacina de estilo rococó siguiendo el modelo de los retablos de Santa Ana y San José.
     La iglesia de San Lucas se levanta sobre un potente podio que salva el desnivel del terreno, abierto por una escalinata que asciende directamente hacia la portada principal del templo, y que la destaca dentro del entramado urbano en que se inserta. El templo se abre al exterior mediante tres fachadas, la principal en los pies del templo y otras dos laterales. La fachada trasera, que corresponde a la cabecera y antigua sacristía, permaneció oculta por la presencia de edificaciones anexas. En la última década del siglo XX, con motivo de una reforma urbanística, ha quedado liberada parcialmente, dejando al aire parte de la estructura correspondiente al presbiterio y a la antigua y nueva sacristía, reforzada por un par
de contrafuertes, y coronada por la antigua espadaña del templo.
     La fachada principal, abierta a los pies de la Iglesia, presenta una portada abocinada y apuntada sobre la que se abre una hornacina con la imagen barroca del santo titular. Sobre ésta, se levanta una torre- espadaña, obra del siglo XVIII, compuesta por dos cuerpos separados por un pequeño alero, el primero, abierto en el centro con dos arcos peraltados cerrados por una barandilla de hierro donde se ubican las campanas, y el segundo, correspondiente a la espadaña, que consta a su vez de dos cuerpos, el primero abierto por dos huecos de medio punto que albergan campanas y el segundo, con un solo vano central enmarcado por aletones cóncavos, coronado por un pequeño frontón triangular rematado por una cruz sobre orbe con veleta de hierro. Todo ello oculta la fachada mudéjar original y otorga un sentido ascensional al templo.
     De la misma época que la portada principal, la portada del lado del Evangelio o portada de «las Ánimas», conserva la estructura gótico- mudéjar original. Adelantada respecto al paramento de la fachada, se resuelve mediante un arco apuntado abocinado, con extradós polilobulado y cubierto por un tejaroz a dos aguas, de estilo cordobés, todo ello, rematado con un alero horizontal. Sin embargo, la portada de la Epístola, de gran sobriedad estructural y decorativa, se resuelve mediante un vano adintelado, enmarcado por un arco apuntado enmarcado por un alfiz.
     En el lado de la Epístola, formando ángulo con la cabecera del Sagrario, se abre una última portada, correspondiente a la casa de la Hermandad, compuesta por un vano rectangular enmarcado mediante molduras, en la que se puede leer «A RENOVO AÑO DE 1888», sobre la que apoya un entablamento con arquitrabe en el que aparece la inscripción «AÑO DE 1720», y friso de casetones con decoración vegetal, sobre el que discurre una saliente cornisa. Encima de la cornisa, una ventana rectangular con baquetones flanqueada por volutas completa el conjunto de dicha portada.
     Inserta en la trama urbana del Conjunto Histórico de Jerez, y formando parte del amplio conglomerado de iglesias jerezanas, cabe destacar la iglesia de San Lucas. Este templo, de estilo gótico-mudéjar, es una de las seis parroquias edificadas intramuros, sobre antiguas mezquitas, durante los primeros años de la conquista cristiana (hacia 1264), según aparece recogido en el Libro de Repartimiento de Alfonso X del año 1266.
     Artística y estilísticamente, la iglesia de San Lucas de Jerez de la Frontera presenta una estructura mudéjar de tradición sevillana que concilia con elementos constructivos propios del gótico cordobés, y que se completa interiormente, hacia el siglo XVIII, con un rico e importante programa decorativo de estilo barroco vinculado a la figura del santo evangelista. En este edificio podemos observar como estilos muy distintos se superponen y combinan de forma enriquecedora, tanto a nivel artístico como histórico, convirtiéndola en un singular ejemplo de la arquitectura religiosa gaditana y andaluza.
     En la actualidad la iglesia de San Lucas desempeña un destacado papel en la vida religiosa de los jerezanos, ya que en ella se custodia la venerada imagen de Jesús de las Tres Caídas, obra de Ramón Chaveli.
     La innegable presencia de valores artísticos, históricos, arquitectónicos y etnológicos en la iglesia de San Lucas, en Jerez de la Frontera, justifican su reconocimiento como integrante del Patrimonio Histórico Andaluz (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     En la plaza de San Lucas, donde está la iglesia del mismo nombre. Este es uno de los lugares de mayor sabor popular de Jerez, con el gran oratorio de vetusta estampa en el centro, elevado sobre la cota de la calle, a modo de viejo castillo, y a su alrededor casas de una o dos plantas, de sencilla arquitectura, que guardan una impronta remota y extraordinariamente entrañable. La parroquia es una de las seis que se constituyeron tras la conquista cristiana de Jerez, aunque la edificación se realizó en el siglo XIV. Aunque en el siglo XVIII sufrió una profunda reforma, muestra aún cla­ras muestras de sus orígenes mudéjares. La portada principal es un vano ojival con arquivoltas y sobre él se sitúa la imagen del titular, en una hornacina, y la maciza torre campanario. El interior tiene tres naves, la principal, más alta y más ancha que las laterales, cubierta con complicadas bóvedas de estrella, siendo de nervios dentados la de la cabecera. Presidiendo el retablo mayor está la Virgen de Guadalupe, imagen que fue donada al templo por Alfonso XI tras su victoria en la batalla del Salado. Una capilla importante es la de Santa Ana, en la cabecera de la nave de la epístola, cubierta con una cúpula que carga sobre un polígono de dieciséis lados apoyado en trompas. Otra, la llamada de Ánimas, construida por la familia Gatica, tiene un buen retablo con un relieve de las ánimas del purgatorio, obra del jerezano Francisco Camacho de Mendoza (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).

Museo Arqueológico Municipal
      Está situado en la histórica plaza del Mercado, centro neurálgico del barrio de San Mateo, en un edificio de principios del siglo XIX, con patio central de arcadas con columnas y capiteles blasonados. Anejo a este edificio se encuentra la denominada sala Julián Cuadra levantada por José Esteve y López en 1890.
     El origen de la colección se remonta a 1873, fecha en que se crea el Depósito arqueológico municipal con piezas encontradas en los yacimien­tos arqueológicos cercanos a Jerez. En 1935, tras haber sido clasificados sus fondos y ampliada la colección, se abre al público la Colección arqueológica municipal pasando a convertirse en Mu­seo arqueológico municipal en 1963.
     El museo cuenta con piezas que van desde el periodo paleolítico hasta la Edad Moderna, pa­sando por una rica muestra de obras romanas, procedentes en su mayor parte del yacimiento de Mesas de Asta, visigodas o del periodo islámico. Posee igualmente una interesante colección numismática de todos los periodos históricos y conserva además una amplia colección de em­blemas y escudos de piedra procedentes de palacios y casas nobiliarias desaparecidas.
     Del periodo paleolítico se conservan en el museo un grupo representativo de las diferentes industrias líticas del periodo, así como una reproducción de las pinturas rupestres de la Cueva de las Motillas, ya del paleolítico superior. Del neo­lítico el museo cuenta con piezas cerámicas con decoración incisa, procedentes de las cuevas de la Dehesilla y el Parralejo.
     Del periodo Calcolítico o de la Edad del Co­bre, (a partir del III milenio a.C.), se conservan varias piezas de gran importancia, como los ídolos cilíndricos, entre los que cabe destacar el procedente del Cerro de las Vacas. Otras piezas de este periodo son las puntas de sílex y los útiles de cobre y puntas de bronce, así como algún ejem­plar de vaso campaniforme.
     Del periodo prerromano, a partir del bronce final (I milenio a.C.), se conservan piezas como las espadas, que confirman un gran desarrollo de la técnica del metal en la zona y piezas cerámicas tartésicas, aunque sin duda la obra más importante es el casco griego del siglo VII a.C., hallado a orillas del río Guadalete. Se trata de una pieza realizada en bronce y excelente conservación.
     De gran importancia es la colección romana en la que destacan piezas escultóricas de primera calidad como las cabezas masculina (siglo I a.C.) y femenina (II d.C.) o el interesante busto de Hermes representando a Baco, (siglo I d.C.). Son también interesantes la serie de togados, así como el Torso varonil, obra de gran calidad  del siglo I d.C. La colección romana se completa asimismo con algunas piezas de mosaico polícromo, ánforas, inscripciones funerarias y el Ara de Sicinia Tuscila, también del siglo I d.C.
     De época visigoda destaca el Sarcófago del cortijo de la Peñuela, obra en piedra de producción local y el pequeño capitel protojónico, quizás procedente de un parteluz. La colección numis­mática posee monedas de extraordinario valor que van desde ejemplares hispano-cartagineses hasta las del siglo XIX, pasando por otras roma­nas, musulmanas y medievales cristianas.
     De la Edad Media existen piezas tanto islá­micas como cristianas. De entre las primeras se conservan piezas procedentes de las murallas y puertas de la ciudad, como la inscripción cúfica de la Puerta Real o el friso decorado con una estrella de ocho puntas de la Puerta de Sevilla.
     Otras piezas son cerámicas, como el ataifor de decoración cúfica en cuerda seca del siglo XII. De época cristiana destaca un relieve gótico de alabastro, del siglo XV, de la escuela de Nottingham (Inglaterra), procedente de la fachada­ de la iglesia del Hospital de la Sangre y citada por Francisco Pacheco, en su Arte de la pintura. Por último hay que señalar la existencia de un ambón de piedra de mediados del siglo XVI procedente de la parroquia de San Miguel, relacionable con la obra del maestro Pedro Fernández de la Zarza (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).   
     Museo creado a partir de la Colección Arqueológica, cuyo origen fue la creación en 1873 del denominado Depósito Arqueológico Municipal. Las instalaciones actuales ocupan el espacio acondicionado para las funciones museísticas de una casa tradicional jerezana del siglo XIX y un colegio construido a finales del mismo siglo. Entre los fondos que se exponen, fechados desde el neolítico, se encuentran un curioso ídolo cilíndrico en mármol y el casco griego del siglo VII a.C. encontrado en el río Guadalete y que pasa por ser el vestigio heleno más antiguo de los existentes en España.
     En un principio, el Museo estuvo ubicado en el edificio del Cabildo. En 1873, después de que el Cabildo se trasladara a otro edificio de proporciones más acordes con sus necesidades, se habilitó el edificio para alojar la Biblioteca Municipal y, como anejo a ella, la Colección Arqueológica. Sus primeros fondos fueron obtenidos a través de donaciones particulares, viéndose luego incrementadas por los hallazgos de excavaciones emprendidas en la zona. La instalación definitiva de la colección y su apertura al público tuvo lugar el 22 de Abril de 1935. Por Orden del M.E.C. de 9 de Septiembre de 1968 se autorizó a denominar a la Colección Arqueológica como Museo Arqueológico Municipal. Posteriormente, el Museo se ha trasladado a una casa tradicional jerezana del siglo XIX y un colegio construido a finales del siglo XIX (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     El palacio que ocupa actualmente el Museo Arqueológico, construido a finales del siglo XVIII. El museo es muy interesante. Reúne colecciones de piezas que se remontan al neolítico, siendo las más representativas las encontradas en el yacimiento de Mesas de Asta. Cuenta con biblioteca, sala de audiovisuales y departamentos de investigación, restauración y acción cultural, además de numerosas maquetas y textos explicativos (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).

Iglesia de San Mateo
     San Mateo es una de las parroquias fundadas tras la Reconquista y, según la tradición, sobre una mezquita musulmana. Se trata de una iglesia gótica de importantes proporciones y una sola nave de gran anchura. La collación de San Mateo contó hasta el siglo XVI con importantes familias nobles que engrandecieron su parroquia: aún hoy se advierte claramente en la arquitectura y bienes con que cuentan sus capillas.
     Al exterior, destaca la portada principal; se encuentra cegada tras los desperfectos causados por el Terremoto de Lisboa en el año 1755, cuando cayó la torre. Se trata de una portada gótica de finales del siglo XV, cuyo esquema procede de las de cabecera de la catedral de Sevilla. La portada del lado de la epístola, más sencilla, es apuntada y presenta alfiz de lacería mudéjar, de la primera mitad del XV; también al exterior se advierte la espadaña barroca de la segunda mitad del siglo XVIII.
     En el interior, destaca el gran espacio de su única nave, en la que se aprecian diversos periodos constructivos del gótico. El grueso de la obra que hoy apreciamos fue levantado entre la segunda mitad del siglo XV y el siglo XVI, si bien se conservan elementos de difícil datación como el pilar circular, junto a la puerta del lado de la epístola. El espacio del presbiterio sería comenzado a partir de los años treinta del siglo XVI, quizás con la intervención de Diego de Riaño y Alonso de la Oliva; el tramo anterior al presbiterio fue levantado a mediados de siglo XVI por el maestro Fernando Álvarez. Ambos tramos cuentan con amplias bóvedas góticas estrelladas con profusión de terceletes y combados. Los tres tramos de los pies son más bajos y están cubiertos por bóvedas de arpón; el último de ellos, al menos, ha de corresponder a la misma fase constructiva de la portada, finales del siglo XV, y los dos siguientes quizás sean una solución de compromiso, ya de la segunda mitad del XVI.
     El retablo mayor, se asienta sobre algunos elementos arquitectónicos renacentistas que seguramente enmarcarían el primitivo retablo. El actual es barroco, llevado a cabo por el ensamblador Andrés Benítez, a partir de 1766. Consta de banco, un cuerpo y ático, dividido por columnas de orden gigante y cornisas muy movidas. El cuerpo central aloja un manifestador sobre el que se encuentra la imagen de la Inmaculada; a su lado las imágenes de San Pedro y San José, en el lado del evangelio y San Pablo y San Juan Nepomuceno en el de la epístola. En el ático se sitúan las imágenes de San Mateo y sobre éste, entre dos columnas corintias, el crucifica­do. Completan el conjunto las imágenes de los padres de la Iglesia, San Agustín y Santo Tomás junto a dos ángeles.
     A los pies del templo, se ubica el coro, retranqueado hasta aquí tras el Terremoto de Lisboa, que obligó a cerrar la portada principal. Se trata de un coro pétreo, que contiene una sillería en madera de 17 sitiales. La reja es obra de 1866, cuando también se le añadieron los machones neogóticos de los extremos de los muros de cerramiento. Sobre el trascoro se conservan restos de un órgano de finales del siglo XVIII.
     A los pies del lado del evangelio, junto al coro, se encuentra el retablo barroco del Cristo de la Salud, de 1761; se trata de un retablo de un sólo cuerpo que contiene una hornacina cruciforme con el Cristo de la Salud, una pieza de tamaño académico del siglo XVII. Junto a este retablo se conservan algunas pinturas murales, aparecidas tras la última restauración del templo.
     La capilla de San Blas, cubierta con bóveda de crucería simple, contiene un retablo barroco de estípites de la primera mitad del siglo XVIII, que procede de la antigua iglesia de la Compañía de Jesús. La imagen de San Blas data de los mismos años y está relacionada con el círculo del escultor Francisco Camacho de Mendoza.
     La capilla de los Morales Maldonado, del último tercio del siglo XVI, tiene portada compuesta de arco de medio punto cuyas jambas acanala­das apean sobre plintos con relieves de quimera y león rampantes. Sobre la clave del arco y en las enjutas se encuentran los escudos de la familia. Se cierra la portada por una reja, también rena­centista, forjada en 1594 por el herrero de Bornos Felipe Hernández.
     De su interior destaca, además de la interesante bóveda de cañón decorada con círculos tangentes, el retablo barroco de finales del siglo XVIII, del Cristo de las Penas. Éste es una imagen de Cristo sedente y maniatado que data de 1714, del círculo de Francisco Camacho de Mendoza.
     La capilla de la Hermandad del Desconsuelo, paredaña con la anterior, es una obra barroca levantada de nueva planta en 1727 por los maestros Bartolomé y Adrián Baptista, que readaptaron el primer tramo entre los contrafuertes de la fábrica gótica y construyeron el espacio cupula­do del segundo tramo, además de modernizar el ingreso mediante una nueva portada, reciente­mente destruida, sobre el arco gótico originario. Su retablo barroco, configurado por estípites y decorado con motivos de la Pasión, alberga el in­teresante grupo escultórico de vestir de la Virgen del Desconsuelo y San Juan, de 1713 y probablemente obra de Francisco Camacho.
     Completan el retablo las imágenes de San Pedro y San Pablo, todo coronado por Dios Padre. En la capilla se encuentran además pinturas del siglo XVIII como el Camino del Calvario y las prefiguraciones de la pasión en la infancia de Jesús.
     La capilla de los Riquelme, junto al altar mayor, se cubre con bóveda estrellada. La preside el retablo rococó de la segunda mitad del siglo XVIII de la Virgen del Amparo, imagen renacen­tista del siglo XVI. Se conservan además varios lienzos de escuela sevillana del siglo XVII de San Fernando, San Hermenegildo, Santa Bárbara y Santa Catalina. La capilla de los Spínola, en el lado de la epístola, junto al altar mayor, se cubre con bóveda gótica estrellada del segundo tercio del siglo XVI, que conserva las pinturas murales del siglo XVIII con representaciones de ángeles, racimos de uvas y espigas de trigo. En uno de los lados se conserva un interesante retablo manierista de hacia 1640, procedente del desaparecido Convento de Belén. Éste parece estar mutilado en lo que respecta a su parte inferior; lo preside la imagen de vestir de San Ramón Nonato, junto a las pinturas de la Inmaculada y Cristo en la columna; en el ático San Antonio de Padua. En el altar se disponen restos de cerámica sevillana de arista.
     La capilla de los Villacreces, a la que se acce­de a través de una reja del siglo XVIII, procedente del desmantelado coro de la parroquia de San Lucas, responde estructuralmente al modelo qubba, cuya cúpula de paños apea sobre doce trompas. Preside el ámbito un retablo barroco de estípites de la primera mitad del siglo XVIII, que contiene la imagen de la Virgen de la Cabe­za, obra de 1545 atribuida a Roque Balduque. Junto al nicho central se encuentran las imáge­nes de San Antonio y San José y en la parte superior la de San Cristóbal. Conserva esta capilla un interesante lienzo anónimo de la Inmaculada, de escuela sevillana de la segunda mitad del siglo XVII. Las lámparas de plata, al ingreso de la capilla, son obras barrocas de 1748.
     Junto a esta capilla se encuentra la de los To­rres-Gaitán, que conserva un retablo de ánimas del segundo tercio del siglo XVIII, obra de Matías José Navarro. El zaguán del lado de la epístola, junto a esta capilla, se cubre por bóveda de crucería sobre pinjantes de mocárabes.
     La capilla de los López de Mendoza presenta portada manierista del primer tercio del siglo XVII, de arco de medio punto almohadillado y friso de triglifos y metopas que sostienen pirámides sobre bolas. La bóveda, que data de finales del siglo XV, es estrellada y presenta nervios dentados que apean en pinjantes. De similar aspecto y cronología es el baptisterio ubicado a continuación, aunque de menores proporciones. Destaca el cancel que lo cierra, del siglo XVIII, realizado en madera con barrotes torneados del siglo XVIII.
     A los pies del lado de la epístola se conserva un interesante retablo renacentista, realizado en 1622 para el enterramiento de don Alonso Lobatón de la Barrera y Pineda. Contiene la imagen de tamaño académico de San Sebastián, enmarcado por las pinturas de La Virgen con el Niño y La imposición de la casulla a San Ildefonso. El ático lo preside la imagen de la Inmaculada y a cada lado sendos escudos con marcos rococó de la segunda mitad del siglo XVIII.
     Accesibles desde el altar mayor, en el lado de la epístola se encuentran la antesacristía y la sacristía. La primera se cubre con una bóveda gó­tica de crucería y en uno de sus muros se conserva una hornacina con la imagen de San Mateo, obra del escultor Hernando Lamberto de 1591, procedente del primitivo retablo mayor.
     Desde aquí se accede a la sacristía, sala abovedada de mayores proporciones sobre la que se asienta el granero parroquial. Cuenta con una cajonera barroca realizada por Matías José Navarro en 1741.
     El tesoro de la parroquia es rico, debido a que las hermandades Sacramental y del Desconsuelo encargaron obras, sobre todo durante el siglo XVIII, a orfebres locales como Francisco Mon­tenegro, Manuel Guerrero de Alcántara o Manuel Márquez y de la escuela sevillana. De esta última destacan un grupo de ciriales del orfebre Manuel José Domínguez, del segundo cuarto del siglo XVIII. La custodia procesional es una obra neoclásica, ya de principios del siglo XIX con decoración de guirnaldas y figuras alegóricas (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).   
     La Iglesia de San Mateo de Jerez de la Frontera, edificio en el que la sillería de piedra es el material definitorio, presenta una sola nave con tres tramos, más otro que actúa a modo de crucero, aunque no sobresale respecto al ancho de la nave, y del presbiterio. A la nave abren diversas capillas laterales.
     A ambos lados de la cabecera, que es plana, se adosan dos torres, una rematada por chapitel piramidal y la otra mocha.
     Una espadaña de dos cuerpos que alberga tres campanas, se levanta en el lado de la Epístola.
     Respondiendo a dos momentos constructivos en los tres tramos finales de los pies, las bóvedas son de crucería con terceletes y se elevan a menor altura que la que se alcanza en los otros dos tramos, donde las bóvedas son estrelladas con nervaduras ricamente decoradas en sus claves.
     Las capillas laterales ofrecen variedad de abovedamientos. Pueden destacarse la interesante bóveda de medio cañón con decoración de óvalos resaltados, de tipología renacentista, de la capilla del Cristo de las Penas, o la cúpula de doce paños sobre trompas que cubre la Capilla de la Virgen de la Cabeza.
     Sobresalientes son, asimismo, las portadas interiores de acceso a las capillas, varias de las cuales se resuelven con arcos ojivales en cuyas claves aparecen los escudos nobiliarios de las familias fundadoras. La Capilla del Cristo de las Penas ofrece hacia la nave de la portada en arco de medio punto flanqueado por pilastras dóricas que apoyan sobre pedestales ornamentados con leones rampantes en el exterior y grifos en su interior. En las enjutas y en el friso se desarrollan motivos figurativos y forales al modo renacentista. La reja que cierra esta capilla, también con motivos decorativos renacentistas, data de 1594 según consta en la cartela central del friso.
     Dignos de resaltar son los distintos ventanales, algunos cagados, de estilo gótico y ricas tracerías. Asimismo lo son una serie de lápidas sepulcrales de los siglos XVI al XIX distribuidas por toda la iglesia y diversos retablos, rejas y bienes muebles.
     Al exterior destacan dos portadas: la del lado de la Epístola es de tipología mudéjar, aunque se encuentra muy transformada; la de los pies, hoy cegada, es la más interesante y primitiva. De arcos apuntados con gablete se flanquean por dos agujas, a modo de contrafuertes, con nervios y remate de pináculos. Sobre ella corre una crestería horizontal.
     Tanto la composición como la decoración la relacionan con las portadas góticas de la catedral de Sevilla.
     La Iglesia de San Mateo fue una de las seis parroquias establecidas en Jerez de la Frontera tras la Reconquista (1264), ofreciendo su construcción algún elemento de caracteres románicos, aunque básicamente es un edificio gótico, levantado en la transición de los siglos XIV-XV, con incorporaciones renacentistas y barrocas.
     Como iglesia parroquial conformó a su alrededor un barrio situado en el extremo occidental del casco histórico, siendo, con respecto a la trama urbana, el elemento más importante en la articulación de espacios residenciales urbanos con otros industriales representados por la bodegas (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     El templo es un mastodonte pétreo que alza sus poderosos muros como una vieja fortaleza abandonada, en la que arcos, arbotantes, gárgolas y contrafuertes ofre­cen la pátina venerable del tiempo. La tra­dición afirma que se construyó en el solar de una mezquita agarena, realizándose las obras entre los siglos XV y XVI, en estilo gótico. Tiene una sola nave, enorme, de 40 m de longitud por 14 de ancho, bóvedas estrelladas, pilares fasciculados y capillas laterales, la mayoría costeadas en su momento por los nobles de la collación. En la de los Morales Maldonado está el Cristo de las Penas, azotado y coronado de espinas, y en la contigua, la Virgen del Desconsuelo, ambas, pertenecientes a la hermandad de este último nombre (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).

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