Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte la localidad de Guadalema de los Quintero (Utrera), en la provincia de Sevilla.
Hoy, sábado 30 de septiembre, como todos los sábados, se celebra la Sabatina, oficio propio del sábado dedicado a la Santísima Virgen María, siendo una palabra que etimológicamente proviene del latín sabbàtum, es decir sábado.
Y que mejor día que hoy, para ExplicArte la localidad de Guadalema de los Quintero (Utrera), en la provincia de Sevilla, cuya iglesia parroquial está dedicada a Nuestra Señora de las Veredas.
Textos y fotografías recogidos de: Ricarda López González, y Rosa M. Toribio Ruiz, Los pueblos de colonización de la provincia de Sevilla. Arquitectura y Arte. Diputación de Sevilla y Colegio Oficial de Arquitectos de Sevilla. Sevilla, 2020.
En el término municipal de Utrera, en el entorno del pantano de Torre del Águila, el INC construyó tres pueblos Trajano, Pinzón y Guadalema de los Quintero. Este último fue el primer proyecto del Instituto de la Zona Regable del Bajo Guadalquivir. El diseño del año 1955 se debe al arquitecto Aníbal González Gómez. Pertenece a la zona paisajística de la comarca de la Campiña, se construyó en la finca Mudapelo, junto a la carretera N-IV, a 20 km de Utrera y 46 de Sevilla. Guadalema llegó a tener más de 3.000 habitantes, pero hoy día no llega a los 500, ha perdido poder económico, autonomía y han desaparecido muchos servicios.
Su nombre es un homenaje a los hermanos Álvarez Quintero, Serafín y Joaquín, dramaturgos y poetas nacidos en la localidad de Utrera. Las calles y plazas del poblado reciben los nombres de obras de Los Quintero o de personajes literarios de su creación.
Aníbal González proyecta Guadalema de los Quintero basándose en el arquetipo de pueblo andaluz creado durante la Exposición Iberoamericana de 1929. Una imagen muy castiza y tradicional, que raya lo folklórico, sus calles son de un gran tipismo costumbrista acorde con la obra de los hermanos Quintero. Las casas de paramentos blancos, ventanas cierro de ménsulas barrocas, rejas verdes y cubierta de tejas moriscas, se ven adornadas con zócalos y enmarques de vanos de color amarillo calamocha, macetas y naranjos. Prevalece totalmente la arquitectura popular sobre la racionalista.
El arquitecto se ha decantado por un trazado urbanístico de tipo ortogonal que quiebra sus calles para evitar las perspectivas infinitas. Ha respetado la doble circulación separando las calles de peatones de las de vehículos, carros y bestias. Está estructurado mediante grandes manzanas, delimitadas por un viario mixto, que encierran en su interior plazoletas peatonales, que facilitan la convivencia de los vecinos. Se diseñaron varios modelos de viviendas de colonos de una o dos alturas y una solo para los obreros de tipo barracón. Las casas de Guadalema son muy parecidas a las de La Barca de la Florida y Majarromaque de la provincia de Cádiz.
La Plaza de los Quintero es el corazón del pueblo, en él se sitúan los edificios representativos del Ayuntamiento y la Iglesia, las artesanías, la escuela, las casas de los maestros, el mayoral y el dispensario médico. Son bellos los pórticos adintelados de un lateral de la plaza y los dobles pórticos de arcos que dan acceso a zonas peatonales. Hoy día, la Plaza es un espacio desestructurado, algo desangelado al estar atravesada por la carretera que comunica Guadalema con el Palmar de Troya, la instalación de una rotonda y el asolamiento del espacio, antes ajardinado. Destaca por su monumentalidad el edificio del Ayuntamiento de dos plantas, apaisado, con doble pórtico que aligera la pesadez de la fachada, reloj y espadaña de inspiración barroca con volutas.
Pero, sin duda, el edificio más monumental y emblemático es la iglesia de Nuestra Señora de las Veredas. Su fachada sirve de fondo escenográfico a la calle Eladio del Río, la principal de acceso al pueblo.
Exteriormente es un edificio muy tradicional inspirado en la arquitectura barroca popular andaluza o en el estilo colonial. Su fachada con cubierta a dos aguas es muy sencilla, presenta una portada adintelada, enmarcada por baquetón mixtilíneo, flanqueada por pilastras que sostienen un pequeño entablamento, sobre el que asienta una hornacina ciega. En el hastial una espadaña eleva y estira el frontis a la vez que oculta la cubierta. Todos los elementos decorativos se resaltan con amarillo calamocha, que tanto contrasta con el blanco de sus paramentos.
Adosada al lado del evangelio, la torre campanario de planta cuadrada, avanza hacia la plaza y parece proteger al templo de menor altura. El cuerpo de escalera de aspecto macizo y cerrado está horadado por saeteras y balcones que le aportan luz. Dos moldurones y un friso corrido en amarillo calamocha separa este primer cuerpo del de campanas, abierto a los cuatro vientos por ventanas geminadas. Se remata con pináculos y chapitel con decoración cerámica de color blanco y azul en zig-zag.
Desde la pequeña Plaza de la Escuela podemos observar el sentido rítmico de las arcuaciones del bello pórtico de la casa rectoral y la escuela, el cimborrio que cubre el presbiterio y la portada de San Isidro, similar a la de Santa Ana en el lado de la epístola, que repiten el esquema compositivo que hemos descrito en la fachada principal. Son singulares los óculos y ventanas decorados con orejetas barrocas en amarillo calamocha.
El interior contrasta vivamente con el exterior, el predominio del blanco es absoluto, nos sorprende por su belleza y austeridad parecida a una mezquita almohade. Aníbal González ha sabido crear un espacio de una gran plasticidad y espiritualidad. Juega con la combinación y contraste entre los arcos apuntados de los pórticos, que estructuran la nave, y los arcos formeros de medio punto que sostienen los muros. Los ventanales, cubiertos con sencillas vidrieras en forma de cruz, crean bellos efectos de luces y sombras que se refractan en paredes y bóvedas. El presbiterio, verdadera qubba, concentra la mirada de los fieles. De planta poligonal, está cubierto por una bóveda de paños, en la que se abren unos óculos que inundan de luz el espacio sagrado a través de unas sencillas vidrieras.
Un magnífico mural en forma de tríptico pintado al óleo ocupa todo el testero poligonal del presbiterio. Representa el Sermón de la Montaña tal como lo describe el Evangelio de San Mateo, Jesús de Nazaret se dirige a sus discípulos y a una gran muchedumbre para trasmitirles el Padrenuestro y las Bienaventuranzas. Sobre un fondo paisajístico andaluz muy geométrico y esquemático, se representa a Cristo en el centro de la composición, joven e imberbe, sentado sobre una piedra, rodeado de una multitud atenta a sus palabras. Son campesinos y campesinas, que bien podrían ser retratos de los propios colonos, como hizo Manuel Rivera en el mural de la adoración a la Virgen del Pilar en Majarromaque, Cádiz. Estos rodean a Jesús en actitud orante conformando una verdadera mandorla, mientras otros se sitúan al fondo, de pie, de forma muy abigarrada. En las alas unas campesinas arrodilladas, cubiertas con largos mantos negros al estilo de las cobijadas de Vejer, cierran la composición. Esta obra, realizada al óleo sobre tabla está firmada por Santiago del Campo en 1957, artista muy polifacético conocido por el gran mural del estadio del Ramón Sánchez Pizjuán y los seis paneles de cerámica que decoran la Depuradora de Cuartillos de Jerez.
A ambos lados del arco triunfal podemos observar las imágenes de la Virgen del Rosario y San Isidro. Situadas ante unas hornacinas ojivales decoradas con un fondo paisajístico con flores de lirios blancos para la Virgen y con espigas de trigo en el caso de San Isidro, que en cierta manera amplían y continúan el tríptico del ábside. La Virgen del Rosario es una talla aportada por los Talleres de Arte Granda, que podemos atribuir por sus similitudes formales y estilísticos a la artista Teresa Eguibar. Representada de cuerpo completo y canon alargado, posee cierto movimiento debido a un ligero contraposto, los brazos flexionados para unir sus manos en oración rompen con la verticalidad de las formas. Necesita una restauración que elimine los repintes y devuelva la obra a su estado original. En Torremelgarejo, Cádiz, existe una imagen similar con la advocación de María Inmaculada.
En el lado de la epístola, San Isidro Labrador es una talla atribuida a Lorenzo Frechilla, que trabajó para los Talleres de Arte Granda, un artista, que, como muchos otros de su generación, colaboró casi de forma anónima para el INC. Originalmente sin policromar, ha sido repintada de forma tan burda que ha perdido su belleza original. Se representa a San Isidro robusto y fuerte, con un ligero contraposto que le aporta cierto movimiento, mirada al cielo dando gracias a Dios por la buena cosecha, mientras sostiene una gavilla de trigo en la mano izquierda. Contrasta vivamente la suavidad de las formas del rostro con el geometrismo de los ropajes. Esta imagen es una de las más representadas en los pueblos de colonización tanto en Extremadura como en Andalucía, por ser un ejemplo a seguir para los campesinos.
La iglesia de Nuestra Señora de las Veredas ha conservado de la dotación original, entregada por el Instituto, el mobiliario original, sencillos y austeros bancos, el confesionario original de puertas de cuarterones, las benditeras de cerámica verde en forma de concha, la pila bautismal situada hoy día en el presbiterio, los apliques de iluminación de hierro de bella decoración de flores horadadas, y un viacrucis realizado en placas de cerámica que narran las escenas de la pasión con un sencillo y nervioso dibujo en azul que hace juego con el zócalo que recorre toda la nave.
Guadalema de los Quintero es una obra de Aníbal González Gómez, fruto de la empresa colonizadora franquista, que debemos preservar y poner en valor. Tarea que se ha propuesto el Ayuntamiento de Utrera a través del PGOU, que destina un capítulo a la protección, valoración patrimonial, estado y mantenimiento de la arquitectura contemporánea de su término municipal, en la que incluye sus tres pueblos de colonización Guadalema de los Quintero, Pinzón y Trajano. Debemos seguir esta línea y difundir este patrimonio tan desconocido. Hay que preservar su bellísima iglesia, para que no pierda su sentido litúrgico y espiritual, que conserva una de las obras murales más importantes y desconocidas de Santiago del Campo, una verdadera joya de la pintura figurativa de vanguardia de los años cincuenta del siglo pasado (Ricarda López González, y Rosa M. Toribio Ruiz, Los pueblos de colonización de la provincia de Sevilla. Arquitectura y Arte. Diputación de Sevilla y Colegio Oficial de Arquitectos de Sevilla. Sevilla, 2020).
Conozcamos mejor la Biografía de Aníbal González Gómez, arquitecto y autor de las trazas de Guadalema de los Quintero;
Aníbal González Gómez era hijo del famoso arquitecto regionalista Aníbal González Álvarez Osorio. Nació en 1912, se título en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid en 1940, se inscribió en el Colegio de Arquitectos de Sevilla en ese mismo año, causando baja en 1974, seguramente por fallecimiento. Fue funcionario por oposición del Instituto Nacional de Colonización desde 1948 hasta 1963.
Aunque realizó numerosos proyectos para la ciudad de Sevilla y su área metropolitana sus obras son bastante desconocidas. De la información aportada por la fundación FIDAS podemos destacar los cines de verano Cine Ideal, Terraza Cinema y Cine Rex, hoy desaparecidos; el antiguo mercado de la Encarnación; el chalet Marymar en Nervión, las viviendas de la calle Mª Auxiliadora, 10 y 12 para Ana Gómez Millán y para el propio Aníbal y hermanos respectivamente; los proyectos realizados para Reader's Digest en la Cuesta del Rosario, 12 o para el Consulado de la República de Cuba en la Avenida de la Victoria, s/n; de las construcciones escolares el Colegio Ramón Lulio y las casas para maestros de las barriadas El Plantinar, San Jerónimo y de la Cruz patrocinadas por el Ministerio de Educación y Ciencia. Son interesantes la barriada de casas ultraeconómicas de Mairena del Alcor y las viviendas subvencionadas de Marinaleda, Mairena del Alcor, Montellano, Mairena del Aljarafe y Albaida del Aljarafe.
El profesor Manuel Calzada Pérez en su tesis doctoral de 2006 "La Colonización Interior en la España del siglo XX. Agrónomos y arquitectos en la modernización del medio rural" recoge la información de los proyectos realizados por Aníbal González para el Instituto. No fueron construidos los pueblos de Arroyo Salado de 1948 y Esquivel de 1951, cuyo proyecto fue rechazado por José Tamés, jefe del Servicio de Arquitectura del INC, adjudicándoselo al arquitecto Alejandro de la Sota.
Son obra ejecutada los pueblos de colonización de San Ignacio del Viar de 1954,Guadalema de los Quintero de 1955 y el adicional de El Viar de 1957 y de Esquivel de 1958. También realizó el trazado urbano de El Trobal en 1962, encargándose José Luis Fernández del Amo del proyecto de las viviendas y el centro cívico (Ricarda López González, y Rosa M. Toribio Ruiz, Los pueblos de colonización de la provincia de Sevilla. Arquitectura y Arte. Diputación de Sevilla y Colegio Oficial de Arquitectos de Sevilla. Sevilla, 2020).
Conozcamos mejor la sobre el Significado y la Iconografía de la Virgen con el Niño;
Tal como ocurre en el arte bizantino, que suministró a Occidente los prototipos, las representaciones de la Virgen con el Niño se reparten en dos series: las Vírgenes de Majestad y las Vírgenes de Ternura.
La Virgen de Majestad
Este tema iconográfico, que desde el siglo IV aparecía en la escena de la Adoración de los Magos, se caracteriza por la actitud rigurosamente frontal de la Virgen sentada sobre un trono, con el Niño Jesús sobre las rodillas; y por su expresión grave, solemne, casi hierática.
En el arte francés, los ejemplos más antiguos de Vírgenes de Majestad son las estatuas relicarios de Auvernia, que datan de los siglos X u XI. Antiguamente, en la catedral de Clermont había una Virgen de oro que se mencionaba con el nombre de Majesté de sainte Marie, acerca de la cual puede dar una idea la Majestad de sainte Foy, que se conserva en el tesoro de la abadía de Conques.
Este tipo deriva de un icono bizantino que el obispo de Clermont hizo emplear como modelo para la ejecución, en 946, de esta Virgen de oro macizo destinada a guardar las reliquias en su interior.
Las Vírgenes de Majestad esculpidas sobre los tímpanos de la portada Real de Chartres (hacia 1150), la portada Sainte Anne de Notre Dame de París (hacia 1170) y la nave norte de la catedral de Reims (hacia 1175) se parecen a aquellas estatuas relicarios de Auvernia, a causa de un origen común antes que por influencia directa. Casi todas están rematadas por un baldaquino que no es, como se ha creído, la imitación de un dosel procesional, sino el símbolo de la Jerusalén celeste en forma de iglesia de cúpula rodeada de torres.
Siempre bajo las mismas influencias bizantinas, la Virgen de Majestad aparece más tarde con el nombre de Maestà, en la pintura italiana del Trecento, transportada sobre un trono por ángeles.
Basta recordar la Madonna de Cimabue, la Maestà pintada por Duccio para el altar mayor de la catedral de Siena y el fresco de Simone Martini en el Palacio Comunal de Siena.
En la escultura francesa del siglo XII, los pies desnudos del Niño Jesús a quien la Virgen lleva en brazos, están sostenidos por dos pequeños ángeles arrodillados. La estatua de madera llamada La Diège (Dei genitrix), en la iglesia de Jouy en Jozas, es un ejemplo de este tipo.
El trono de Salomón
Una variante interesante de la Virgen de Majestad o Sedes Sapientiae, es la Virgen sentada sobre el trono con los leones de Salomón, rodeada de figuras alegóricas en forma de mujeres coronadas, que simbolizan sus virtudes en el momento de la Encarnación del Redentor.
Son la Soledad (Solitudo), porque el ángel Gabriel encontró a la Virgen sola en el oratorio, la Modestia (Verecundia), porque se espantó al oír la salutación angélica, la Prudencia (Prudentia), porque se preguntó como se realizaría esa promesa, la Virginidad (Virginitas), porque respondió: No conocí hombre alguno (Virum non cognosco), la Humildad (Humilitas), porque agregó: Soy la sierva del Señor (Ecce ancilla Domini) y finalmente la Obediencia (Obedientia), porque dijo: Que se haga según tu palabra (Secundum verbum tuum).
Pueden citarse algunos ejemplos de este tema en las miniaturas francesas del siglo XIII, que se encuentran en la Biblioteca Nacional de Francia. Pero sobre todo ha inspirado esculturas y pinturas monumentales en los países de lengua alemana.
La Virgen de Ternura
A la Virgen de Majestad, que dominó el arte del siglo XII, sucedió un tipo de Virgen más humana que no se contenta más con servir de trono al Niño divino y presentarlo a la adoración de los fieles, sino que es una verdadera madre relacionada con su hijo por todas las fibras de su carne, como si -contrariamente a lo que postula la doctrina de la Iglesia- lo hubiese concebido en la voluptuosidad y parido con dolor.
La expresión de ternura maternal comporta matices infinitamente más variados que la gravedad sacerdotal. Las actitudes son también más libres e imprevistas, naturalmente. Una Virgen de Majestad siempre está sentada en su trono; por el contrario, las Vírgenes de Ternura pueden estar indistintamente sentadas o de pie, acostadas o de rodillas. Por ello, no puede estudiárselas en conjunto y necesariamente deben introducir en su clasificación numerosas subdivisiones.
El tipo más común es la Virgen nodriza. Pero se la representa también sobre su lecho de parturienta o participando en los juegos del Niño.
El niño Jesús acariciando la barbilla de su madre
Entre las innumerables representaciones de la Virgen madre, las más frecuentes no son aquellas donde amamanta al Niño sino esas otras donde, a veces sola, a veces con santa Ana y san José, tiene al Niño en brazos, lo acaricia tiernamente, juega con él. Esas maternidades sonrientes, flores exquisitas del arte cristiano, son ciertamente, junto a las Maternidades dolorosas llamadas Vírgenes de Piedad, las imágenes que más han contribuido a acercar a la Santísima Virgen al corazón de los fieles.
A decir verdad, las Vírgenes pintadas o esculpidas de la Edad Media están menos sonrientes de lo que se cree: la expresión de María es generalmente grave e incluso preocupada, como si previera los dolores que le deparará el futuro, la espada que le atravesará el corazón. Sucede con frecuencia que ni siquiera mire al Niño que tiene en los brazos, y es raro que participe en sus juegos. Es el Niño quien acaricia el mentón y la mejilla de su madre, quien sonríe y le tiende los brazos, como si quisiera alegrarla, arrancarla de sus sombríos pensamientos.
Los frutos, los pájaros que sirven de juguetes y sonajeros al Niño Jesús tenían, al menos en su origen, un significado simbólico que explica esta expresión de inquieta gravedad. El pájaro es el símbolo del alma salvada; la manzana y el racimo de uvas, aluden al pecado de Adán redimido por la sangre del Redentor.
A veces, el Niño está representado durante el sueño que la Virgen vela. Ella impone silencio a su compañero de juego, el pequeño san Juan Bautista, llevando un dedo a la boca.
Ella le enseña a escribir, es la que se llama Virgen del tintero (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Conozcamos mejor la historia de la Sabatina como culto mariano;
Semanalmente tenemos un culto sabatino mariano. Como dice el Directorio de Piedad Popular y Liturgia, en el nº 188: “Entre los días dedicados a la Virgen Santísima destaca el sábado, que tiene la categoría de memoria de santa María. Esta memoria se remonta a la época carolingia (siglo IX), pero no se conocen los motivos que llevaron a elegir el sábado como día de santa María. Posteriormente se dieron numerosas explicaciones que no acaban de satisfacer del todo a los estudiosos de la historia de la piedad”. En el ritmo semanal cristiano de la Iglesia primitiva, el domingo, día de la Resurrección del Señor, se constituye en su ápice como conmemoración del misterio pascual. Pronto se añadió en el viernes el recuerdo de la muerte de Cristo en la cruz, que se consolida en día de ayuno junto al miércoles, día de la traición de Judas. Al sábado, al principio no se le quiso subrayar con ninguna práctica especial para alejarse del judaísmo, pero ya en el siglo III en las Iglesias de Alejandría y de Roma era un tercer día de ayuno en recuerdo del reposo de Cristo en el sepulcro, mientras que en Oriente cae en la órbita del domingo y se le considera media fiesta, así como se hace sufragio por los difuntos al hacerse memoria del descenso de Cristo al Limbo para librar las almas de los justos.
En Occidente en la Alta Edad Media se empieza a dedicar el sábado a la Virgen. El benedictino anglosajón Alcuino de York (+804), consejero del Emperador Carlomagno y uno de los agentes principales de la reforma litúrgica carolingia, en el suplemento al sacramentario carolingio compiló siete misas votivas para los días de la semana sin conmemoración especial; el sábado, señaló la Santa María, que pasará también al Oficio. Al principio lo más significativo del Oficio mariano, desde Pascua a Adviento, era tres breves lecturas, como ocurría con la conmemoración de la Cruz el viernes, hasta que llegó a asumir la estructura del Oficio principal. Al principio, este Oficio podía sustituir al del día fuera de cuaresma y de fiestas, para luego en muchos casos pasar a ser añadido. En el X, en el monasterio suizo de Einsiedeln, encontramos ya un Oficio de Beata suplementario, con los textos eucológicos que Urbano II de Chantillon aprobó en el Concilio de Clermont (1095), para atraer sobre la I Cruzada la intercesión mariana.
De éste surgió el llamado Oficio Parvo, autónomo y completo, devoción mariana que se extendió no sólo entre el clero sino también entre los fieles, que ya se rezaba en tiempos de Berengario de Verdún (+962), y que se muestra como práctica extendida en el siglo XI. San Pedro Damián (+1072) fue un gran divulgador de esta devoción sabatina, mientras que Bernoldo de Constanza (+ca. 1100), poco después, señalaba esta misa votiva de la Virgen extendida por casi todas partes, y ya desde el siglo XIII es práctica general en los sábados no impedidos. Comienza a partir de aquí una tradición devocional incontestada y continua de dedicación a la Virgen del sábado, día en que María vivió probada en el crisol de la soledad ante el sepulcro, traspasada por la espada del dolor, el misterio de la fe.
El sábado se constituye en el día de la conmemoración de los dolores de la Madre como el viernes lo es del sacrificio de su Hijo. En la Iglesia Oriental es, sin embargo, el miércoles el día dedicado a la Virgen. San Pío V, en la reforma litúrgica postridentina avaló tanto el Oficio de Santa María en sábado, a combinar con el Oficio del día, como el Oficio Parvo, aunque los hizo potestativos. De aquí surgió el Común de Santa María, al que, para la eucaristía, ha venido a sumarse la Colección de misas de Santa María Virgen, publicada en 1989 bajo el pontificado de San Juan Pablo II Wojtyla (Ramón de la Campa Carmona, Las Fiestas de la Virgen en el año litúrgico católico, Regina Mater Misericordiae. Estudios Históricos, Artísticos y Antropológicos de Advocaciones Marianas. Córdoba, 2016).
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