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miércoles, 22 de noviembre de 2023

La pintura "El niño del violín", de García Ramos, en la sala XII del Museo de Bellas Artes

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la pintura "El niño del violín", de García Ramos, en la sala XII del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
   Hoy, 22 de noviembre, Memoria de Santa Cecilia, virgen y mártir, que, según la tradición, consiguió la doble palma por amor a Jesucristo en el cementerio de Calixto, en la vía Apia de Roma. El título de una iglesia en el Transtíber romano lleva desde antiguo su nombre (s. inc.) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
     Y que mejor día que hoy para ExplicArte la pintura "El niño del violín", de García Ramos, en la sala XII del Museo de Bellas Artes, de Sevilla, puesto que Santa Cecilia es la patrona de la música.
     El Museo de Bellas Artes (antiguo Convento de la Merced Calzada) [nº 15 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 59 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la Plaza del Museo, 9; en el Barrio del Museo, del Distrito Casco Antiguo.
   En la sala XII del Museo de Bellas Artes podemos contemplar la pintura "El niño del violín", de José García Ramos (1852-1912), siendo un óleo sobre lienzo, de estilo costumbrista, realizado hacia 1905, con unas medidas de 0'93 x 0,57 m., y procedente de la donación de don Alfonso Grosso, en 1945.
     Es un auténtico retrato de la picaresca, tema de gran tradición dentro de la pintura andaluza desde el Siglo de Oro. El artista representa, con gran acierto, a un expresivo niño acompañado de un perro callejero. Lleva un zurrón colgado y un violín entre sus brazos, elementos que acentúan la intencionada melancolía y realismo de la obra (web oficial del Museo de Bellas Artes de Sevilla).
     Pocas veces en la historia un pintor ha estado tan identificado con el ambiente popular que le rodeaba como José García Ramos. Nacido en Sevilla en 1852, fue alumno de la Escuela de Bellas Artes y también de José Jiménez Aranda cuyo taller frecuentó y con quien se trasladó a Roma en 1872. Alternó después viajes entre Roma, París y Sevilla hasta que en 1882 se asentó definitivamente en su ciudad natal; aquí murió en 1912.
   Artista de refinada sensibilidad orientó su pintura hacia la descripción de escenas costumbristas que captó de forma excepcional a través de su intuitiva visión del temperamento popular; nadie como él tradujo la vitalidad y la alegría con formas y expresiones tan naturales y convincentes. La vida cotidiana fue su fuente de inspiración y en ella encontró un repertorio inagotable de tipos populares, cigarreras, gitanos, pícaros, estudiantes calaveras y mendigos. Característica de su producción son escenas de enamorados pelando la pava ante una reja, serenatas ante un balcón, escenas de cante y baile, en patios, tabernas y figones. Otros temas salidos de su paleta son bodas, bautizos o procesiones narrado todo ello con acierto y gracia. 
   Su principal mérito artístico fue el dibujo, que manejó con destreza y le permitió caracterizar con facilidad a sus personajes. Su pincelada fue suelta y vivaz lo que ofrece testimonios elocuentes de su virtuosismo técnico que, unido a sus dotes de observación y su sentido del humor, le permitieron crear obras de siempre grata contemplación.
   Su prolífica actividad no le produjo nunca la riqueza, sino una vida en todo caso discreta y bien acomodada que le permitió sentirse como un artista distinguido. Pero su popularidad no alcanzó nunca el reconocimiento oficial y a pesar de que presentó sus obras con insistencia a las exposiciones nacionales nunca obtuvo en ellas más que recompensas secundarias. Por ello pudo darse cuenta personalmente de que su talento no fue reconocido más que a un nivel local y amistoso. Sus últimos años, complicados con desgracias familiares, fueron para él tristes y desencantados al advertir que su obra no había alcanzado trascendencia alguna.
   Un grupo de catorce pinturas de García Ramos que se conserva en el Museo es realmente un buen testimonio de su obra que refleja el nivel artístico que consiguió alcanzar. Comenzamos señalando retratos de Una señora y el de Una joven con vestido blanco, en los que se evidencia que tuvo buenas dotes para el retrato nunca bien explotadas.
   Sigue después una serie de seis pinturas en las que García Ramos trata temas cervantinos tanto del Quijote como de Rinconete y Cortadillo. De tema taurino son escenas denominadas Entrando a matar y Citando a banderillas. Características suyas y de gran calidad son varias escenas costumbristas como Baile por bulerías, Pareja de baile y Hasta verte, Cristo mío!.
   De su última época es un magnífico estudio de apagado color pero de intensa emotividad denominado El niño del violín. Coincide esta pintura con una época en que la melancolía de su ánimo apagó su paleta y entristeció los temas salidos de sus pinceles (Enrique Valdivieso González, Pintura, en Museo de Bellas Artes de Sevilla, Tomo II. Ed. Gever, Sevilla, 1991).
Conozcamos mejor la Biografía de José García Ramos, autor de la obra reseñada
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     García Ramos es uno de los maestros más importantes de la pintura de género sevillano de fines del siglo XIX.
     Nació en Sevilla el 2 de marzo de 1852 y recibió su instrucción artística en la Escuela de Bellas Artes, donde fue alumno de Eduardo Cano y discípulo de José Jiménez Aranda, con quien se trasladó a Roma en 1872.
     Durante su estancia en esa ciudad el arte de Fortuny dejó una profunda impresión en él, lo que daría lugar a un virtuoso «preciosismo» y un uso brillante del color en su pintura. García Ramos fue además un incansable viajero. Regresó a Italia en 1877 y cuatro años después permaneció un trimestre en París con Jiménez Aranda, volviendo a Sevilla en 1882, donde sería nombrado académico de Bellas Artes en 1893.
     Fue un artista extraordinariamente prolífico que participó con éxito en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes. Por ejemplo, obtuvo una tercera medalla en 1884 por su obra El raptor y un segundo premio por Hermanos, ¡cada uno por sí mismo! en 1901. Un año antes, en 1900, había ganado un tercer premio en la Exposition Universelle de París. Murió en Sevilla el 2 de abril de 1912.
     García Ramos se convirtió en uno de los grandes pintores de su época gracias a la maestría y espontaneidad con que recreaba las escenas típicas de su Andalucía natal. Sus pequeños cuadros inundaron el mercado. Era un pintor muy hábil en la distribución de la composición y en el dibujo. También realizó escenas de «casacón» y obras de carácter anecdótico (José Luis Díez, en la web oficial del Museo Carmen Thyssen de Málaga).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de Santa Cecilia, virgen y mártir;
LEYENDA
     Joven patricia procedente de la familia romana Caecilia, cuyo nombre derivaría de caecus, ciego. Con santa Inés, santa Cecilia es la más popular de las mártires romanas.
     En verdad, su Passio, que se remonta a finales del siglo V, es sólo una novela edificante, y su patronazgo sobre la música, que apareció a finales del siglo XV, se funda en un despropósito.
     La mayoría de los rasgos de sus leyenda se copiaron de la Historia de la persecución vándala, de Bernardo de Vite, escrita hacia 486.
     Forzada por sus padres a casarse con Valeriano, en la habitación nupcial ella convirtió a su marido al ideal de la castidad cristiana: el joven se hizo bautizar por el papa san Urbano junto a su hermano Tiburcio, y ambos fueron condenados a muerte.
     Como se negó a ofrecer sacrificios a los dioses, fue condenada a morir aho­gada por el vapor en un caldario (caldarium: sala para tomar baños de vapor) sobrecalentado, pero un rocío celestial la refrescó.
     Entonces un lictor recibió la orden de cortarle la cabeza. Emocionado o torpe, éste le asestó tres mandobles en la nuca sin conseguir que la cabeza se separara del tronco. Como la ley romana prohibía al verdugo seguir golpeando al condenado después de dar tres golpes sin haber terminado con su vida, la santa sobrevivió tres días con el cuello cortado a medias, extendida en la sala de las Termas. Expiró en presencia del papa Urbano y fue sepultada en el cementerio de Calixto.
CULTO
1. Lugares de culto
     El principal centro del culto de santa Cecilia era Roma, naturalmente. Desde el cementerio de San Calixto sus reliquias fueron transferidas en el siglo IX (821) a la basílica de Santa Cecilia del Trastevere, que se edificó sobre el palacio donde ella vivía.
     Su culto se difundió en el norte de Italia: en Bolonia, donde la capilla puesta bajo su advocación en la iglesia de San Giovanni in Monte estaba decorada con el célebre cuadro de altar de Rafael; en Parma, en Verona y en Padua. En Francia, el santuario más célebre de la santa es la catedral de Albi, puesta bajo su advocación, que conservaba en su tesoro un brazo relicario (scrinium S. Caeciliae) donado por el papa Pablo II. Debe admitirse que la dedicatoria no está en armonía con la arquitectura militar de esta iglesia fortaleza, que resultaría más apropiada para san Jorge.
     París, Beauvais y Tours se disputaban la posesión de la cabeza de santa Cecilia. Y puesto que ya había otras dos en Roma, la santa habría tenido al menos cinco cabezas. En la catedral de Cambrai se mostraba su anillo nupcial.
     En el siglo XVI, Carlos de Lorena, obispo de Metz, que era cardenal con el título de Santa Cecilia, difundió su culto en Lorena.
     En Montserrat y Urgell, Cataluña, había conventos puestos bajo la advocación de Santa Cecilia.
     Por último, Alemania también participó en el culto de la mártir romana. Colonia le dedicó una de sus iglesias. La catedral de Hildesheim estaba puesta bajo la advocación de santa Cecilia y sus dos compañeros, Valeriana y Tiburcio. Esta devoción se extendió hasta Mecklemburgo, a orillas del Báltico, y está probada en Güstrow por un relicario de plata y un retablo.
2. Patronazgo de los músicos
     Santa Cecilia está muy lejos de ser tan rica como santa Bárbara en patronazgos corporativos; pero la protección a la música que se le atribuye, en especial a la música religiosa (Música sacra), basta para asegurarle una gran popularidad.
     Además de los músicos, cantores y organistas, es patrona de los fabricantes de órganos e instrumentos de cuerda.
     Aunque lo cierto es que se trata de un patronazgo tardío, puesto que no apareció hasta finales del siglo XV, en las postrimerías del arte de la Edad Media. Y además, tal como lo demostrara en 1732 el abad Lebeuf, y como lo probaron, después de él, el presbítero Delelaye y Dom Quentin, dicho patronazgo reposa en uno o varios despropósitos.
     En la Passio legendaria de santa Cecilia se leía, efectivamente, la siguiente frase: «Cantantibus organis, Caecilia in corde suo soli Domino decantabat, dicens: Fiat cor et corpus meum immaculatum!». Es decir,  mientras se conducía a Cecilia a la casa de su novio el día de su boda, «al son de los instrumentos musicales, ella invocaba en su corazón sólo a Dios, para pedirle la gracia de conservar inmaculados su corazón y su cuerpo».
     Así, si se interpreta correctamente ese fragmento, Cecilia no es músico, no toca el órgano ni otro instrumento cualquiera, sino que cierra los oídos a la marcha nupcial ejecutada en su honor, para concentrar el pensamiento sólo en Dios, e implorar la salvaguarda de su virginidad. Ella habría sido antes melófoba que melómana.
     ¿Cómo es posible que en tales circunstancias se la haya tomado por una amiga de la música? Sin duda porque en la antífona extraída de su Passio, al suprimir las palabras cantatibus organis, y eliminar in corde suo se desnaturalizó el sentido de la frase. Y se acabó por comprender que Cecilia cantaba al son de su instrumento, e incluso que se acompañaba con el órgano. En verdad organa no significa órgano y decantabat debe leerse en sentido figurado. Por lo tanto, la fábula de santa Cecilia músico, y su patronazgo usurpado de la música religiosa tendrían un origen litúrgico. 
   Nunca se la representa entre las santas curadoras, como santa Águeda o santa Apolonia. Sorprende, teniendo en cuenta la desmedida afición de los clérigos a los juegos etimológicos, que no se le haya atribuido, como a santa Clara y santa Lucía, el patronazgo de los ciegos (caeci) y la curación de la ceguera.
3. La renovación del culto de santa Cecilia
     En el último año del siglo XVI se produjo un acontecimiento que dio un nuevo impulso al culto de la santa y que renovó su iconografía.
     Al abrir el féretro donde el papa Pascual I había guardado en 821 las reliquias de santa Cecilia para transportarlas desde el cementerio de Calixto a la basílica del Trastévere, se recuperó intacto el cuerpo de la santa, acosta­da sobre el lado derecho, con la cabeza cortada a medias.
     El papa Clemente VIII quiso que una estatua perpetuase el recuerdo de la macabra visión, y encargó al escultor Stefano Maderno que reprodujese fielmente el espectáculo al que asistiera.
ICONOGRAFÍA
     En su origen, santa Cecilia, como la mayoría de las mártires, no lleva ningún atributo identificatorio. En la catacumba de san Calixto, en Roma, está representada en Orante. Sobre los frisos en mosaico de Rávena, nada la diferencia de las otras santas que avanzan en procesión sosteniendo todas una corona.
     Fue a finales del siglo XV cuando la convirtieron por error en patrona de los músicos, que recibió como atributo un instrumento musical.
     Dicho instrumento es un órgano portátil (Handorgel) o fijo, a causa del texto de la Passio y de la antífona litúrgica: Cantatibus organis que ha sido comprendida de manera disparatada, puesto que organa en latín, significa instrumentos musicales de toda clase.
     Es un órgano lo que le atribuye Rafael en su célebre cuadro de Bolonia pintado en 1516. Pero su ejemplo está muy lejos de haber sido seguido por cuantos le sucedieron, que han puesto en sus manos los más diversos instrumentos: clave (Rubens), arpa (Mignard), laúd (Gentileschi), violín (Cavallino), violoncelo (Dominichino).
     Por otra parte, Cecilia suele olvidar la ejecución de su instrumento para oír la música celestial, con los ojos elevados al cielo, como arrebatada en éxtasis.
     Con frecuencia es un ángel músico quien, sentado a sus pies, ejecuta en su lugar sobre el teclado del órgano, o tañe las cuerdas de un laúd. El angelito algunas veces sirve de pupitre y presenta a la santa un cuaderno de música.
     A falta de instrumento musical, santa Cecilia se caracteriza por la herida que lleva en el cuello, y por una corona de rosas y lirios.
     Su iconografía es mayoritaria y casi exclusivamente italiana (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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