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viernes, 17 de noviembre de 2023

Los principales monumentos (Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción; Ermita de San Vicente Mártir; Ermita del Santo Sepulcro; Ermita de la Divina Pastora; Ermita de San Blas; Estación Nueva; y Casa Cilla) de la localidad de Zalamea la Real (I), en la provincia de Huelva

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte la provincia de Huelva, déjame ExplicArte los principales monumentos (Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción; Ermita de San Vicente Mártir; Ermita del Santo Sepulcro; Ermita de la Divina Pastora; Ermita de San Blas; Estación Nueva; y Casa Cilla) de la localidad de Zalamea la Real (I), en la provincia de Huelva.
Ubicación
     Situada en la Cuenca Minera, comarca natural del Andévalo,
Reseña histórica breve
     En torno a esta localidad se han creado diversas leyendas como la que hace referencia a la fundación de la población por unos mercaderes del Rey Salomón, en el primer milenio antes de Cristo, quienes la llamaron en su honor "Salomea" o la que habla de que una hija de este Rey se bañó en la Fuente del Fresno.
     Hay indicios de establecimientos de población se remontan del Período Calcolítico, como el yacimiento arqueológico de los "Dólmenes de El Pozuelo", de monumentos megalíticos de carácter funerario, que datan del 2.800 y el 3.000 a.C.
     En la época romana, la población se denominó "Callenses Aenanicci" (lugar en el camino del cobre) por la cercanía de las Minas de Riotinto.
     Durante la dominación árabe se llamó "Salamun" o "Salameh" (lugar saludable).
     Reconquistada en tiempos de Fernando III el Santo, en el siglo XIII, fue invadida por los musulmanes en varias ocasiones, hasta que Alfonso X el Sabio la ganó y donándosela al Arzobispado de Sevilla. Su nombre se castellanizó pasando a ser "Zalamea".
     En el siglo XVI el rey Felipe II le otorgó una Carta de Privilegios, y pasó a llamarse Zalamea la Real.
     Zalamea se convirtió en cabecera de una gran comarca, con actividades agrícolas, ganaderas y una floreciente industria artesanal de cueros, cera y lino.
     Durante el siglo XIX, se independizó el poblado minero de Minas de Riotinto y la aldea de Riotinto.  En este siglo las explotaciones mineras produjeron numerosos enfrentamientos por la "cuestión de los humos de Huelva", que culminó en una manifestación de agricultores y mineros, que se encontraban en ese momento en huelga, que fue duramente reprimida por el ejercito, produciéndose centenares de muertos y heridos.
     En el siglo XX tuvo un auge demográfico debido fundamentalmente al auge de la agricultura y la ganadería, así como a  la explotación de las minas de Riotinto.  Durante la II República, en 1931, se emancipó la aldea de El Campillo.
Patrimonio artístico y cultural
     Los Dólmenes de El Pozuelo, del 3000 d.C.
     Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, del siglo XVII.
     Ermitas de S. Vicente, S. Blas, Divina Pastora, Santo Sepulcro.
     Ermita de la Pastora.
     Ermita de San Silvestre.
     Plaza de Toros de Zalamea la Real.
Fiestas y tradiciones
     Fiestas de San Vicente, fin de semana cercano al 22 de enero.
     Fiestas de San Blas, en febrero.
     Semana Santa. Marzo-Abril.
     Fiestas de El Romerito, segundo fin de semana de mayo.
     Verbena de San Juan, el 25 de julio
     Feria de Zalamea, primer fin de semana de septiembre.
     Día de las Candelas, el 7 de diciembre.
Recursos económicos y sociales
     La ganadería, la cría de caracoles, las fábricas de aguardiente las de chacinas junto con un creciente turismo rural conforman la base de la economía del lugar.
Gastronomía
     Destacan las migas y el potaje de gurumelos. La repostería zalameña ofrece las rosas del Buitrón, las torrijas, los buñuelos y los roscos (Diputación Provincial de Huelva).
     Es esta localidad la de mayor tradición histórica de la comarca y corresponden sus testimonios más antiguos al conjunto dolménico de «El Pozuelo», uno de los más importantes de la provincia, datable en el III milenio a. de C. La riqueza minero-metalúrgica atrajo a los romanos desde el siglo II a. de C, que explotaron intensivamente las minas con el empleo de esclavos y tecnología muy desarrollada. Así lo atestiguan los yacimientos de La Mimbrera, Buitrón, Corchito, Cabezo de la Cebada, Las Esparragueras, etc.
     Del periodo musulmán data su topónimo Salamun o salameh que viene a significar algo así como lugar pacifico o saludable. Reconquistada a mediados del siglo XIII, es cedida en 1280 por el rey Alfonso X «El Sabio» al Arzobispo de Sevilla, denominándose entonces Zalamea del Arzobispo. Bajo dominio eclesiástico permanecerá  hasta el año 1592, en que los vecinos compraron su independencia y se anexionan a la Corona, añadiendo a su topónimo el de «Real». Había sido el XVI, siglo de gran prosperidad para Zalamea, conservándose de 1535 unas Ordenanzas Municipales muy precisas para el gobierno de la villa. Las guerras con Portugal, en el siglo XVII, truncaron este periodo de bonanza, huyendo parte de sus vecinos a poblaciones más seguras en el interior. La recuperación se inicia a comienzos del siglo XVIII continuando en la segunda mitad del XIX, tras la ocupación francesa y las desamortizaciones, con la eclosión minera que comienza en 1873, una etapa trascendental cuando un consorcio británico, compra al Estado las minas de Riotinto y las convierte en uno de los mayores complejos mineros del mundo (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
     Zalamea la Real, fue en su día el núcleo a partir del cual surgieron todas estas poblaciones.
     Es, como todos los de la zona, un pueblo esencialmente minero. La población se extiende sobre unas lomas rodeadas de encinas. Entre los tejados rojos de las casas sobresale la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, templo construido entre los siglos XVI y XVII. Tiene plaza de toros y en sus proximidades se encuentran los dólmenes del Pozuelo y el poblado de Chinflón, del Bronce final.
     En Zalamea se produce un excelente aguardiente con el que matan el "gusanillo" mañanero los mineros de toda la comarca.
     La carretera prosigue ahora por un territorio sensiblemente más llano. Quedan atrás las minas y reaparecen los ralos bosques de pinos y de eucaliptos.
     A un lado y a otro surgen bifurcaciones que llevan hasta pequeñas aldeas de apenas un par de cientos de habitantes dependientes de Zalamea: Membrillo Alto, El Pozuelo, El Buitrón. Son núcleos de población cuyo único interés es el paisaje (Rafael Arjona. Guía Total, Andalucía. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2005).


Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción
     Se trata de una iglesia columnaria de tres naves cubiertas con bóvedas a la misma altura, con testero plano, disponiéndose la torre a su derecha y la sacristía y la capilla sacramental a la izquierda. Es excepcional en el edificio el gran desarrollo longitudinal de la planta, que incluye hasta seis tramos, y la gran esbeltez de las columnas tosca­nas de su interior.
     La historia constructiva de este edificio es compleja y no se conoce con detalle. En origen, debió existir un primer templo mudéjar, que a mediados del siglo XVI comenzó a remodelarse. Las obras se iniciaron, como es habitual, por la cabecera, donde se empleó como aparejo constructivo una buena mampostería reforzada con sillares. Integraron este sector los dos primeros tramos de la iglesia actual, con sus bóvedas ner­vadas sobre columnas toscanas de cantería y sus correspondientes pilastras murales, elementos todos ellos vinculables estilísticamente con la labor del arquitecto Hernán Ruiz II o de sus inmediatos sucesores.
     Esta primera etapa concluyó con la construcción de la monumental torre, cuyo campanario sigue simplificadamente el esquema de la Giralda en la compartimentación de los vanos y en el empleo de azulejos como refuerzo decorativo del diseño arquitectónico. En el dintel de una de sus ventanas bajas aparece la inscripción «1606 AÑO».
       A mediados del siglo XVII las obras debieron interrumpirse, quedando este sector como cabecera del antiguo templo medieval aún no derruido. Así permanecería el edificio hasta finales de esta centuria. Sabemos que en 1699 la iglesia antigua se encontraba ruinosa. Por ello en 1701 el maestro mayor del Arzobispado Pedro Romero se desplazaba hasta la población para reconocer el estado del edificio. En su informe declaraba que dos de las fachadas se habían desplomado y que los tejados amenazaban ruina. No obstante, advertía que se conservaban bien la media na­ranja, la capilla mayor, el sagrario y la torre. De ello se desprende, que sólo estaba en buen esta­do el sector renovado en la segunda mitad del siglo XVI.
     Posteriormente, varios alarifes, entre ellos Pascual González, maestro de obras de Fregenal (Badajoz), consideraron poco aprovechable la obra y muy costosa su restauración, por lo cual se decidió derribar la parte antigua y continuar el plan de la iglesia renacentista columnaria. Los trabajos se iniciaron en abril de 1704 pero se interrumpieron en 1708. Posiblemente, la falta de recursos económicos y la celeridad del proceso provocaron la mala calidad técnica de esta reconstrucción, cuyas columnas ya no se labraron en cantería, sino en mampuesto revocado y en cuyos muros se integraron fragmentos completos de materiales de derribo aún hoy visibles. Igualmente, las cubiertas se resolvieron con un simple tejado a dos aguas, oculto desde el interior por bóvedas de tabicado.
     En este sector se emplearon estribos de planta semicircular, que tal vez reproducían los del primitivo templo mudéjar, y se labraron las portadas laterales de ladrillo y sencillo diseño clasicista, formadas por vanos adintelados entre pilastras y entablamento con frontón y pináculos.
     En el año 1743 se añadió una nueva sacristía en el lado izquierdo de la cabecera, que vino a sustituir a la antigua, localizada bajo la torre. Consistió en un ámbito rectangular constituido por dos tramos cubiertos con bóvedas vaídas y rehundidos perimetrales para alojar las cajoneras y armarios.
     En 1772 se hallaba arruinada la bóveda del coro, reconstruyéndose de acuerdo a las condi­ciones presentadas por el alarife Francisco Márquez. También por estos años probablemente debió completarse el edificio con la capilla sacramental, adosada en el lado izquierdo y cubierta con una bóveda de media naranja.
     Como ocurrió con las restantes iglesias de la comarca, el templo fue saqueado en el año 1936, perdiendo gran parte de sus bienes muebles.
     El retablo mayor es mo­derno, incluyendo algunos elementos antiguos reaprovechados, siendo el banco y el cuerpo principal obra del imaginero Antonio Bidón y el ático, de Antonio Barbero. Preside su hornacina central una imagen de la Inmaculada, realizada por el citado Bidón en 1940.
     Ocupa el tes­tero de la nave la­teral izquierda el retablo neobarroco de la Virgen del Rosario, realizado, al igual que su titular por Antonio Bidón en 1940. En él se conserva un Niño Jesús, del siglo XVII y en el acceso y pavimento de su camarín un conjunto de azulejos sevillanos de tipo Delft, del siglo XVIII. En el testero de la nave derecha, en un retablo neobarroco, se encuentra un Calvario, del cual el Cristo crucificado y la Virgen de la Soledad son obras del imaginero Antonio Bidón, realizadas en 1941 y el San Juan Evangelista, del artista local Manuel Domínguez Rodríguez.
     De nuevo en la nave izquierda, flanquean la puerta de la sacristía, una imagen de San Blas, datable hacia 1600, restaurada y repolicromada recientemente y la interesante escultura de la Virgen de Ureña, obra anónima sevillana, del último tercio del siglo XVI, aunque muy intervenida y repolicromada recientemente por el citado Domínguez Rodríguez.
     La imagen de San José con el Niño en brazos, es obra del imaginero Sebastián Santos.
     Preside la capilla sacramental el retablo neobarroco del Sagrado Corazón de Jesús, realizado por Antonio Barbero. También aquí se alojan una imagen de Jesús Nazareno y otra de la Virgen de los Dolores, ambas realizadas por Manuel Domínguez Rodríguez en 1957. La escultura de San Antonio es obra de Sebastián Santos.
     Tras la imagen moderna de San Antonio de Padua, llegamos a la capilla bautismal, cuyo acceso se realiza a través de una reja de forja de finales del siglo XVII, procedente de la capilla de la Divina Pastora. En su interior encontramos una pila de cantería, que integra un pie de finales del siglo XVI.
     En la nave de la derecha, adosada a una columna frente a la puerta de entrada, se encuentra una interesante pila de agua bendita, de cantería popular, de principios del siglo XVIII. Pre­senta fuste abalaustrado y taza decorada con el emblema de María flanqueado por dragones. En el ala incluye una inscrip­ción hoy ilegible.
     A continuación, cuelga de la pared, en un marco neobarroco, el lienzo de la Virgen del Carmen con las Ánimas Benditas y San Francisco, firmado por Juan Antonio Rodríguez.
     En la sacristía se conserva un rico conjunto de ornamentos litúrgi­cos, entre los que des­tacan algunas piezas de orfebrería, como son un cáliz gótico de finales del siglo XV y una gran corona de plata repujada para el Monumento del Jueves Santo, de esti­lo barroco, de la primera mitad del siglo XVIII. También citaremos dos frontales de brocado de seda y oro del siglo XVIII y en la pared sobre el aguamanil una placa de mármol blanco de can­tería popular barroca (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
         El templo tiene planta de salón con tres naves, siendo la central más ancha que las colaterales, todas ellas separadas por arcos de medio punto ligeramente peraltados y apoyados con columnas toscanas sobre basamento octagonal rectangular. Presenta cabecera plana.
     La capilla mayor correspondiente al presbiterio se abre a la nave central mediante un arco de medio punto, cubierta por bóveda nervada igual a la del crucero, conformado por tres brazos iguales. Las naves laterales se cubren con bóvedas nervadas vaídas y en la que corresponde al ala del Evangelio se abre una pequeña capilla cubierta por bóveda semiesférica calada sobre trompas.
     Transversal a las tres naves se distinguen tres tramos marcados exteriormente mediante contrafuertes rematados con ábside recto. El central, más profundo que los laterales, lleva una cubierta a dos aguas que prolongan sus faldones a las naves laterales. A los pies de la iglesia se encuentra el coro en dos niveles; el coro bajo que se sitúa en la nave central y el coro alto en las naves laterales, comunicándose a través de una pequeña pasarela. Bajo el coro en el ala del Evangelio existe una capilla cubierta por bóveda de arista.
     La torre se encuentra junto a la cabecera en el lado de la Epístola, y es uno de los elementos más destacados del conjunto. Destaca el cuerpo de campanas, cuyos vanos presentan una composición de tipo serliano con un arco de medio punto flanqueado por vanos adintelados menores. Consta de cuatro ménsulas en cada uno de sus flancos, que se corresponden con sendos pedestales y pilastras con incrustaciones cerámicas que flanquean los vanos. Tras el friso y el antepecho abalaustrado con remates decorativos, el chapitel se apea sobre tambor octogonal y está decorado con azulejos blancos y azules.
     Exteriormente las dos portadas se sitúan en el segundo tramo. La del lado sur presenta un vano adintelado flanqueado por pilastras toscanas, friso sin decoración y frontón partido rematado por dos pedestales. La portada del lado del Evangelio es de características similares aunque con amplio dintel, frontón curvo y triple remate decorativo. Hay una tercera portada sin elementos decorativos que da acceso a la sacristía. Todas está realizadas en ladrillo visto.
     La Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción se encuentra ubicada en la zona más elevada del núcleo urbano de Zalamea la Real, proporcionándole una situación de privilegio en relación a su entorno. Es un edificio de una gran complejidad estilística.
     En primer lugar habría que señalar que el templo se encontraría en el origen del núcleo urbano, por lo que podría presentar restos de diferentes épocas, sin embargo, el resto más antiguo detectado es la puerta compuesta de un arco conopial que se sitúa a los pies de la iglesia, y que puede ser fechada a principios del siglo XVI.
     La historia constructiva de este edificio es compleja y no se conoce con detalle. En origen debió existir un primer templo mudéjar, que a mediados del siglo XVI comenzó a remodelarse.
     La fase más importante de la edificación es de fines del siglo XVI, que la dotó de mayores dimensiones y una nueva configuración espacial, según la estética manierista, presentando como elementos más destacados los pilares de sección curva y las bóvedas de la cabecera, que derivan de modelos implantados por Hernán Ruiz II desde mediados del siglo XVI. La torre se erige en 1606 por Vermondo Resta. Hacia 1631 la obra estaba finalizada.
     Desde finales del siglo XVII y principios del XVIII se acomete una segunda fase constructiva para diversas reparaciones.
     En la segunda mitad del XVIII se rehace la torre, arreglo motivado por un movimiento sísmico, y también se intervienen la sacristía y las bóvedas del coro (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Ermita de San Vicente Mártir
     Se trata de un edificio de tradición mudéjar de una sola nave, con cuatro tramos separados por arcos transversales rebajados y presbiterio de planta cuadrada con arco toral ligeramente apuntado. La fachada principal  está precedida por un pórtico de arcos de medio punto y coronada por una espadaña de dos vanos entre pilas­tras revestidas de azulejos. En el lado izquierdo se adosan la sacristía y la casa del santero.
     La ermita es conocida documentalmente desde la primera mitad del siglo XV, aunque su aspecto actual es el resultado de profundas re­modelaciones posteriores. Como consecuencia del Terremoto de Lisboa de 1755, fue reparada por el alarife local Juan Martín Buitrón. Años después, tras el nombramiento de San Vicente Mártir como patrón del pueblo, el edificio fue de nuevo intervenido, añadiéndose en  1787 la espadaña y reformando su fachada los albañiles Manuel y Domingo Rodríguez. Finalmente, en 1794 se le añadió la sacristía.
     En 1929 se colocaron los paños de azulejos que constituyen el zócalo interior y en el exterior del presbiterio, un panel de cuerda seca con la imagen del santo titular. También entonces se desmontó la bóveda de la capilla mayor, sustituyéndose por la actual cubierta adintelada para poder colocar un retablo neobarroco procedente de un oratorio sevillano.
     La imagen de San Vicente es obra de Agustín Sánchez Cid, renovada en 1950 por Manuel Domínguez Rodríguez. En el presbiterio también se encuentra un cuadro representando a San Juan Nepomuceno, del siglo XVIII.
     Posee la ermita algunas piezas de orfebrería, como un cáliz sevillano de estilo neoclásico, además de la diadema y rastrillo del titular, de estilo rococó, de finales del siglo XVIII (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
     Se trata de un edificio de tradición mudéjar de una sola nave con cuatro tramos separados por arcos transversales rebajados y presbiterio de planta cuadrada con arco toral ligeramente apuntado.
     La fachada principal está precedida por un pórtico de arcos de medio punto y coronada por una espadaña de dos vanos entre pilastras revestidas de azulejos. En el lado izquierdo se adosan la sacristía y la casa del santero.
     La ermita es conocida documentalmente desde la primera mitad del siglo XV, aunque su aspecto actual es el resultado de profundas remodelaciones posteriores. Como consecuencia del terremoto de Lisboa de 1755, fue reparada por el alarife local Juan Martín Buitrón. Años más tarde, tras el nombramiento de San Vicente como patrón del pueblo el edificio fue de nuevo intervenido, añadiéndose en 1787 la espadaña y finalmente en 1794 se le añadió la sacristía.
      En 1929 se colocaron los paños de azulejos del zócalo interior y en el exterior del presbiterio, un panel de cuerda seca con la imagen del santo titular. También entonces se desmontó la bóveda de la capilla mayor, sustituyéndose por la actual cubierta adintelada para colocar un retablo neobarroco.
     Nos encontramos ante la ermita más antigua de Zalamea la Real, construida a principios del siglo XV. Interesante edificio mudéjar, de arcos transversales, característico de la sierra de Huelva, sufrió numerosas restauraciones en el siglo XVIII, y más recientemente en 1929 y 1972.
     En la actualidad sigue siendo punto de referencia de los devotos del Patrón de Zalamea la Real, puesto que en su interior se encuentra la imagen actual de San Vicente Mártir. En el mes de enero se celebra su festividad, siendo esta ermita uno de los lugares principales de los actos alusivos a dicho evento.
     De sus tres primitivas naves, actualmente tan solo queda una. Sufrió una reforma muy importante en 1760, momento en el que con toda probabilidad adoptó el aspecto actual.
      En 1777, según acreditan algunos documentos, fueron traídas desde Roma unas reliquias de San Vicente Mártir, y colocadas éstas en una custodia de plata.
      En 1936, con el inicio de la Guerra Civil, la ermita sufrió un grave incendio, destruyéndose un retablo del siglo XVI y la imagen titular del Santo Patrón postrada en su interior (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Ermita del Santo Sepulcro
         Se construyó en el año 1775 a instancias de don Gabriel Alejandro Sanz, contador de las reales Minas de Riotinto, como última estación -Deposición de Cristo en el Sepulcro- de un Vía Crucis erigido veinticinco años antes por el franciscano Mateo de Alda.
     El edificio consiste en un espacio cuadrado, cubierto con media naranja, repitiendo simplificadamente el esquema del Santo Sepulcro de Jerusalén, precedido de un pequeño pórtico al exterior. Incluye una espadaña de un solo vano, rematado en frontón triangular. La campana contiene la inscripción: GABRIEL ALEJANDRO SANZ, AÑO 1776.
     En su interior, sólo se conserva una urna con una imagen de Cristo yacente, escultura de An­tonio Barbero Medina, tallada tras la Guerra Civil.
     Junto a la ermita, en un pequeño montículo, se sitúa un pedestal rematado en tres almenas con cruces de forja que representa el Calvario, restos del vía-crucis primitivo levantado en 1750. Ésta y algunas de las restantes estaciones están hoy marcadas por unos relieves de terracota neobarrocos, fechables en la primera mitad del siglo XX, procedentes de la parroquia del Sagrario de la Catedral de Sevilla (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
     La Ermita se construyó en el año 1775 a instancias de D. Gabriel Alejandro Sanz, contador de las reales Minas de Riotinto, como última estación de un Vía Crucis erigido veinticinco años antes por el franciscano Mateo de Alda.
     El edificio consiste en un espacio cuadrado, cubierto con media naranja, repitiendo simplificadamente el esquema del Santo Sepulcro de Jerusalén, precedido de un pequeño pórtico al exterior. Incluye una espadaña de un solo vano, rematado en frontón triangular. La campana contiene la inscripción : GABRIEL ALEJANDRO SANZ, AÑO 1776.
     En su interior sólo se conserva una urna con una imagen de Cristo yacente, escultura de Antonio Barbero Medina, tallada tras la guerra civil.
     Junto a la ermita, en un pequeño montículo, se sitúa un pedestal rematado en tres almenas con cruces de forja que representa el Calvario, restos de vía crucis primitivo levantado en 1750 (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Ermita de la Divina Pastora
     Se trata un antiguo edificio gótico mudéjar de una sola nave, compartimentada en cuatro tramos mediante arcos transversales de perfil apun­tado que apean en pilares rectangulares achaflanados. El presbiterio es de planta rectangular y a él se adosan, en el testero, un camarín, a la derecha, la sacristía y, a la izquierda, una pequeña capilla.
     La nave se cubre con una estructura de madera a dos aguas, renovada recientemente, mientras el presbiterio y la sacristía lo hacen con un alfar­je que, en este último ámbito, conserva caneci­llos tallados barrocos.
     En el exterior, su fachada principal incluye una portada formada por un vano adintelado enmarcado por pilastras toscanas y rematada por una espadaña de un solo vano, que corresponde a una reforma de época barroca posterior posiblemente, la documentada en 1649, cuando se añadió a su advocación el título de San Juan Bautista. Hace sólo algunos años ha sido completamente restaurada la ermita.
     Preside el camarín del presbiterio la imagen de candelero de la Divina Pastora, obra realiza­da por Sebastián Santos Rojas en el año 1939; flanqueada por un San Juan Bautista y un San Sebastián, modernos.
     Junto al arco toral, en el interior de un pequeño camarín, en el lado izquierdo, se encuentra el grupo escultórico de la Oración en el Huerto, obra de talleres levantinos de la primera mitad del siglo XIX.
     En la sacristía y en la misma nave se conservan dos columnas salomónicas, talladas con pámpanos de vid, posible resto de algún antiguo retablo de la segunda mitad del siglo XVII y un manto de la Virgen del Rosario, de brocado, del siglo XVIII (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
     Se trata de un antiguo edificio gótico mudéjar de una sola nave, compartimentada en cuatro tramos mediante arcos transversales de perfil apuntado que apean en pilares rectangulares achaflanados. El presbiterio es de planta rectangular y a él se adosan, en el testero, un camarín, a la derecha, la sacristía y a la izquierda, una pequeña capilla.
     La nave se cubre con una estructura de madera a dos aguas renovada recientemente, mientras el presbiterio y la sacristía lo hacen con un alfarje que, en este último ámbito, conserva canecillos tallados barrocos.
     Al exterior, su fachada principal incluye una portada formada por un vano adintelado enmarcado por pilastras toscanas y rematada por una espadaña de un solo vano, que corresponde a una reforma de época barroca posterior, posiblemente documentada en 1649, cuando se añadido a su advocación el título de San Juan Bautista. Hace algunos años fue completamente restaurada la ermita.
     Esta sencilla y bonita ermita es la única ermita de Zalamea la Real que se encuentra dentro del casco urbano del pueblo, comenzó su construcción en 1699, a raíz de una epidemia que asoló Zalamea la Real a finales del siglo XVII.
     A mediados del siglo XVIII, posiblemente a consecuencia del mal estado del edificio, sufrió una importante reforma.
     En 1746 se colocó en su interior el camarín para albergar la imagen de la Divina Pastora, con lo que el número de advocaciones de esta ermita aumentó en número, predominando actualmente ésta última.
     En el año 1936, a consecuencia de los acontecimientos bélicos, se quemó una importante talla de San Miguel atribuida a Juan de Mesa. De sus puertas sale la romería de El Romerito, puesto que su titular, la Divina Pastora, es llevada en procesión desde la propia ermita hasta la finca donde se celebra tal evento (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Ermita de San Blas
     A la salida del pueblo, en el extremo de un amplio valle poblado de encinas y con fértiles huer­tas de frutales, se localiza la antigua ermita de Nuestra Señora de Ureña, hoy dedicada a San Blas. Se trata de un edificio de nave única, dividida en tres tramos mediante arcos transversales rebajados, que sostienen una simple cubierta de madera a dos aguas, y presbiterio de planta cuadrada, cubierto con bóveda de media naranja sobre pechinas, en cuyos ángulos aún son visibles arranques de nervaduras. En el lado izquierdo se adosa una pequeña sacristía junto a otras dependencias añadidas recientemente.
     La fachada principal consta de un vano adintelado entre pilastras y se remata con una pequeña espadaña de un solo vano.
     La presencia de enormes sillares de piedra en el entorno parecen indicar la existencia de un antiguo edificio romano, sobre el que pudo haberse edificado la actual ermita, cuya primera referencia documental data del siglo XV, aunque la apariencia de edificio corresponde estilísticamente a la primera mitad del siglo XVI.
     Sabemos que la ermita sufrió graves desperfectos con el Terremoto de Lisboa de 1755, teniendo que ser trasladadas sus imágenes, años después, a la iglesia parroquial. Fue reconstruida a comienzos de la década de los setenta, termi­nándose las obras en 1775, año que consta en una cartela en el arranque de la bóveda del presbiterio. Todo el conjunto ha sido cuidadosamen­te restaurado en los últimos años a expensas de los vecinos de Zalamea.
     Preside la capilla mayor un retablo recompuesto con elementos de la segunda mitad del XVII, en cuya hornacina central se venera la imagen de San Blas, cuyas manos, cabeza y policromía fueron realizadas, tras la Guerra Civil, por el imaginero local Manuel Domínguez (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
     A la salida del pueblo, en el extremo de un amplio valle poblado de encinas, se localiza la antigua ermita de Nuestra Señora de Ureña, hoy dedicada a San Blas.
     Es un edificio de una sola nave, dividida en tres tramos mediante arcos transversales rebajados, que sostienen una simple cubierta de madera a dos aguas y presbiterio de planta cuadrada, cubierto con bóveda de media naranja sobre pechinas, en cuyos ángulos aún son visibles arranques de nervaduras. En el lado izquierdo se adosa una pequeña sacristía junto a otras dependencias añadida recientemente.
     La fachada principal consta de un vano adintelado entre pilastras y se remata con una pequeña espadaña de un solo vano.
      La presencia de enormes sillares de piedra en el entorno parecen indicar la existencia de un antiguo edificio romano, sobre el que pudo haberse edificado la actual ermita, cuya primera referencia documental data del siglo XV, aunque la apariencia del edificio corresponde estilísticamente al siglo XVI.
     Preside la capilla mayor un retablo en cuya hornacina central e venera la imagen de San Blas.
     Esta ermita data de finales del siglo XV, siendo la segunda más antigua erigida en Zalamea la Real, después de la ermita de San Vicente. En sus inicios estuvo dedicada a Santa María de Ureña, tal como se recoge en las Ordenanzas Municipales de Zalamea la Real, del año 1534. Posiblemente la advocación a la santa perduró hasta principios del siglo XVIII.
     A mediados del siglo XIX, los documentos que citan a dicho edificio ya lo hacen con el nombre de Ermita de San Blas, omitiéndose ya el de Santa María de Ureña. Actualmente sigue dando culto en su interior a este Santo.
     Sabemos que la ermita sufrió graves desperfectos con el terremoto de Lisboa de 1755, teniendo que ser trasladadas sus imágenes a la iglesia parroquial. Fue reconstruida a comienzos de la década de los setenta, terminándose las obras en 1775, año que consta en una cartela en el arranque de la bóveda del presbiterio.
     Todo el conjunto ha sido restaurado en los últimos años a expensas de los vecinos de Zalamea (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Estación Nueva
     Comenzó a construirse en 1903 para regular el tráfico de viajeros entre Minas de Río Tinto y Zalamea la Real, inaugurándose el 20 de junio de 1904. En 1905 se construyó el ramal que unía el F.C. de Río Tinto y el F.C. del Buitrón. El edificio consta de dos plantas. El cuerpo central es el más alto, contando con las dos planta principales, mientras que los cuerpos extremos sólo poseen una única planta. En el apeadero se sitúa una amplia visera que se sustenta por pilastras metálicas. Posee una marquesina en la fachada principal, sobre cerchas metálicas. El edificio está construido con materiales tradicionales, mezclando el ladrillo con la madera y partes de metal, lo que da una combinación de coloridos y unas tonalidades características de las demás estaciones ferroviarias de la zona. La Estación Nueva estuvo en servicio hasta 1968 cuando finalizó el transporte de viajeros, en 1987 pasó a formar parte de los activos de Fundación Río Tinto. Fue cedida al Ayuntamiento de Zalamea en 2008 (Ayuntamiento de Zalamea la Real).

Casa Cilla
     Nos encontramos ante un edificio cuyo origen lo hallamos en sl siglo. XVIII, aunque entendemos que, por su localización en pleno corazón del núcleo urbano, y por su funcionalidad, debío de erigirse con antelación. Estuvo destinado originalmente a guardar el trigo y demás cereales destinados al pago del diezmo al Arzobispado de Sevilla, señor jurisdiccional de Zalamea desde 1279 hasta 1579.
     Estamos ante una casa de una sola planta construida en piedra encalada, con un vano adintelado en la fachada. Posee un voladizo de madera en el tejado. Cabe destacar la decoración en ladrillo visto, tan típica de la zona de la Cuenca Minera. En su interior alberga un lagar de cera del siglo XIX. Actualmente se utiliza como salas de exposiciones (Ayuntamiento de Zalamea la Real).

     Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Huelva, déjame ExplicArte los principales monumentos (Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción; Ermita de San Vicente Mártir; Ermita del Santo Sepulcro; Ermita de la Divina Pastora; Ermita de San Blas; Estación Nueva; y Casa Cilla) de la localidad de Zalamea la Real (I), en la provincia de Huelva. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la provincia onubense.

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