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Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero, para conmemorar los 800 años de la Torre del Oro

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sábado, 6 de agosto de 2022

La Iglesia de El Salvador, de Pedro Romero, en Carmona (Sevilla)

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte la Iglesia del Salvador, de Pedro Romero, en Carmona (Sevilla).
     Hoy, 6 de agosto, Fiesta de la Transfiguración del Señor, en la que Jesucristo, el Unigénito, el amado del Eterno Padre, manifestó su gloria ante los santos apóstoles Pedro, Santiago y Juan, con el testimonio de la Ley y los Profetas, para mostrar nuestra admirable transformación por la gracia yen la humildad de nuestra naturaleza asumida por Él, dando a conocer la imagen de Dios, conforme a la cual fue creado el hombre, y que, corrompida en Adán, fue renovada por Cristo [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
     Y qué mejor día que hoy para ExplicArte la Iglesia del Salvador, de Pedro Romero, en Carmona (Sevilla).
   La Iglesia del Salvador, se encuentra en la plaza de Cristo Rey, s/n; en Carmona (Sevilla).
     Tiene planta de cruz latina con tres naves, cru­cero y capilla mayor de testero plano. Sobre las naves laterales se disponen tribunas, situándose la sacristía tras el presbiterio. Las naves laterales se cubren con bóvedas de arista y la central, brazos del crucero y capilla mayor con bóvedas de cañón con lunetos. En el crucero aparece una cúpula elevada sobre un tambor y rematada por una linterna. La iglesia posee dos portadas, una en la nave derecha y otra en la fachada de los pies, con dos cuerpos cada una, siendo la segunda de ellas la de mejor diseño. Presenta un arco de medio punto entre columnas adosadas, una potente cornisa y un ático con pilastras en el que aparecen el escudo real y flameros. En el ángulo derecho de esta fachada se aprecia el arranque de la torre, cuyo cuerpo de campanas nunca llegó a construirse.
     La construcción de esta iglesia, erigida en sustitución de otra más antigua fundada por la Compañía de Jesús en 1619, se inició en el año 1700 siguiendo los diseños del arquitecto Pedro Romero. A este arquitecto le sucedió su hijo Félix, quien se encargó de la construcción de las bóvedas, tribunas y anillo de la linterna. A partir de 1712 y hasta 1720, en que se concluyeron las obras, figuró al frente de las mismas Pedro Romero, hermano del anterior, encargándose especialmente de la cúpula y de la decoración interior. En la construcción de las portadas colaboró el maestro Francisco Gómez Septién, cono­ciéndose la ejecución de diversas obras y reformas en el edificio entre los años finales del siglo XVIII y los primeros del XIX.
     El retablo mayor fue realizado en 1722 por el maestro carmonés José Maestre. En la hornacina principal figura una escultura del Salvador, apareciendo sobre ella una imagen de San Teodomiro. Las calles laterales están ocupadas por las esculturas de los arcángeles San Miguel y San Gabriel, situándose en el ático cuatro figuras alegóricas de virtudes y un relieve con la Aparición de Cristo a San Ignacio. En los muros laterales del presbiterio figuran los lienzos fechables en el primer tercio del siglo XVIII que representan a la Inmaculada y a Cristo con la Samaritana.
     El brazo izquierdo del crucero  está ocupado por un retablo fechable en el segundo cuarto del siglo XVIII y atribuido al círculo de Maestre­ Guisado, que está presidido por una imagen de candelero de la Dolorosa. En el ático y calles laterales aparecen santos franciscanos. En el muro se sitúa un lienzo con la Aparición de la Virgen a San Ignacio realizado entre 1634 y 1637, obra atribuible al pintor Juan del Castillo. En el lado derecho del crucero se halla un retablo moderno con una escultura barroca del Crucificado y una imagen de la Dolorosa, del siglo XVIII. A continuación aparece la imagen del Cristo de la Esperanza, extraordinaria escultura que representa a Jesús atado a la columna y que se atribuye a Pedro Roldán.
     En la sacristía se conservan un lienzo de mediados del siglo XVII, representando a San Ignacio y San Francisco Javier, y varias piezas de orfebrería. Entre éstas destacan un copón de plata decorado con rocallas, fechable en el último tercio del XVIII; un cáliz de fecha aproximada al anterior, punzonado en México, y dos cálices neoclásicos: uno cordobés, punzonado Vega, y otro sevillano, que presenta los punzones García y Méndez (Alfredo J. Morales, María Jesús Sanz, Juan Miguel Serrera y Enrique Valdivieso. Guía artística de Sevilla y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2004).
     La fundación del Colegio de San Teodomiro de la Compañía de Jesús se llevó a cabo gracias a la intervención de D. Pedro de Hoyos y Escamilla, escribano público, y a su esposa Doña Apolonia Barba, quienes decidieron fundar un "Patronato para casar doncellas pobres, vecinas de Carmona y un Colegio de la Compañía de Jesús con escuelas de gramática".
     La construcción de esta iglesia se inició en el año 1700 siguiendo los diseños del arquitecto Pedro Romero, el Viejo, tras desecharse los planos de Leonardo de Figueroa. A este arquitecto le sucedió su hijo Félix Romero, quien se encargó de la construcción de las bóvedas, tribunas y anillo de la linterna. Tras el fallecimiento de éste se hizo cargo de las obras su hermano Pedro Romero, el Joven, a partir de 1712 y hasta que se concluyeron las obras en 1720, encargándose de la cúpula y la decoración interior. En las obras de decoración participó el Hermano Ignacio de Espejo, con la realización de azulejos y ladrillo cortado.
     Para la construcción de las portadas fue contratado el maestro arquitecto Francisco Gómez Septién, natural de Sevilla.
     Antonio de Quirós realizó los cuatro evangelistas para las pechinas de la cúpula, que fueron pintados y estofados por Lucas Valdés, obras que colocó en su lugar Juan Luis Gatica, maestro de Carmona. También participaron maestros de la talla de José Maestre, Pedro Duque Cornejo, etc.
     Tras la expulsión de la Compañía en 1767 el colegio fue convertido en Escuelas reales y su iglesia su oratorio privado. En 1779, tras ser derribada la Iglesia parroquial del Salvador, situada en la misma plaza mayor de la localidad, la parroquia fue trasladada a esta iglesia siendo suprimida la advocación de San Teodomiro por la del Divino Salvador.
     Desde esta fecha y prácticamente hasta principios del siglo XX la iglesia sufrió diferentes remodelaciones, con la pérdida de mobiliario litúrgico. En la actualidad la iglesia del Salvador es filial de la parroquia mayor de Santa María y sede de la Hermandad de la Esperanza, y el colegio se de del Ayuntamiento de la ciudad de Carmona.
     Se encuentra ubicada en uno de lo enclaves más importantes de la ciudad, en un extremo de la plaza mayor, a la que abrían sus puertas el antiguo colegio de San Teodomiro, fundado por la Compañía de Jesús en 1619. Forma parte del conjunto monumental de Carmona, contando con la proximidad de la Iglesia de Santa María y otras fundaciones religiosas.
     La monumentalidad y altura de esta iglesia resalta del entorno del caserío, así como en la distancia, de la que sobresale su esbelta cúpula del resto de edificios de la población. En ella se aprecia la superposición de volúmenes, sus elevados muros realizados en piedra con cubiertas planas, una fachada con una única torre inacabada y una airosa cúpula con tambor que cubre el crucero.
     Del conjunto edilicio que formaba el colegio y la iglesia, sólo se conserva unida a ésta la sacristía, que se encuentra situada tras el presbiterio.
     La iglesia es del tipo de planta de salón con crucero y capilla mayor de testero plano. El cuerpo de la iglesia cuenta con tres naves divididas en cuatro tramos. Sobre las naves laterales se disponen tribunas corridas abiertas a la nave mediante arcos de medio punto, desapareciendo en el crucero y continúan en los laterales de la capilla mayor. Estas tribunas se unen en el primer tramo de la nave central a la tribuna del órgano conformada mediante un gran arco escarzano. Las naves se encuentran separadas por arcos de medio punto sobre pilares rectangulares. Cada uno de los pilares presenta una gran pilastra con capitel compuesto que supera el primer cuerpo de las naves laterales, sobre la que apoya un pronunciado entablamento, con gran desarrollo de la cornisa de la que parten las bóvedas. Esta cornisa se continúa en todos los muros interiores de la fábrica.
     Las naves laterales se cubren con bóveda de arista y la nave central, los brazos del crucero y la capilla mayor con bóveda de cañón con lunetos. El crucero se cubre con cúpula sobre pechinas con tambor y rematada por una linterna.
     El templo cuenta con dos portadas de acceso, la principal situada a los pies de la nave central y otra situada en el cuarto tramo de la nave de la Epístola.
     La primera de ellas forma parte de la gran fachada principal en la que conjugan la portada de ingreso flanqueada por dos torres, de las que una de ellas se encuentra inacabada y la otra no llegó a ejecutarse. La portada consta de dos cuerpo y se estructura en torno a un vano de medio punto con decoración en la clave. Éste se encuentra flanqueado por una media columna dórica con fuste acanalado sobre pedestales, en las que apoya el entablamento, alternándose en el friso triglifos y metopas. Sobre la cornisa se inicia el segundo cuerpo parte de un altorrelieve central bajo que representa el escudo real bajo arco escarzado flanqueado por pilastras cajeadas rematadas por una cornisa curva en cuyos extremos se colocan sendos remates coronados por bolas situándose al centro un gran óculo moldurado que aporta luz al coro alto y la nave central. Este cuerpo se encuentra flanqueado por grandes copetes rematados en llamas, flameros.
     Esta portada se presenta flanqueada por tres pilastrones a cada lado, que simulan el fuste de cada una de las dos torres con que fue diseñada, éstos se elevan hasta la cornisa que rodea exteriormente al edificio. En el la do de la Epístola se sitúa la única torre inacabada del conjunto. El cuerpo de campanas es de planta cuadrada con antepecho, presentando en cada uno de sus frentes dos vanos de medio punto flanqueados por pilastras cajeadas. 
   La portada del lado de la Epístola cuenta con una estructura similar a la anterior. Se estructura verticalmente en dos cuerpos y ático. El cuerpo bajo se articula en torno a un vano de medio punto con decoración en la clave flanqueada por pilastras cajeadas elevadas sobre pedestales. Sobre ellas se asienta el entablamento con friso liso y decoración de metopas sobre las pilastras. El segundo cuerpo se conforma mediante un frontón curvo partido que en sus lados se corona con pilares con remates piramidales terminados en bola. Del centro emerge un altorrelieve del escudo real bajo un arco de medio punto flanqueado por pilastras sobre las que se asienta el arquitrabe rematado por un frontón curvo partido, con pilares rematados en bolsas, que en su centro alberga un vano rectangular moldurado con orejeras (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     La primera iglesia de “El Salvador” estuvo situada en el testero sur de la plaza de San Fernando. Era un templo parroquial mudéjar, que en el siglo XVIII estaba en estado de ruinoso. Tras la expulsión de los jesuitas, la iglesia del Colegio de San Teodomiro quedó libre, se optó entonces por demoler la antigua parroquia y trasladarla a este templo de mayor tamaño y construcción más reciente.
     En 1620, la comunidad jesuita de Carmona había obtenido autorización para fundar colegio e iglesia. Para ello, compraron unas viviendas cerca de la iglesia de Santa María, donde construyeron su primitivo conjunto de iglesia y colegio. En 1701 se inician las obras de los nuevos edificios con el diseño del arquitecto Pedro Romero, que son los que se mantienen en pie hasta hoy en día.
     El templo se organiza interiormente según una planta de cruz latina de tres amplias naves, la mayor es la más alta y está cubierta con una bóveda de cañón con lunetos, las laterales de menores dimensiones con bóvedas de arista. Sobre el crucero se eleva una majestuosa cúpula sobre tambor, decorada con imágenes de los evangelistas y rematada por linterna.
     El retablo mayor del S. XVIII realizado por el maestro carmonense José Maestre, muestra en la hornacina principal una imagen del Divino Salvador.
     Exteriormente cuenta con dos imponentes portadas realizadas en un barroco clasicista de porte noble, en ellas intervino el maestro Francisco Gómez Septién.
     La principal, situada a los pies de la nave central, abre a la plaza de Cristo Rey y la otra lateral, situada en la nave de la Epístola, da a la calle Salvador.
     En el ángulo noroeste puede verse el comienzo de la torre, con un cuerpo de campanas que no llegó a terminarse.
Hermandades
 «Real e Ilustre Hermandad de Nuestro Padre Jesús de la Coronación de Espinas, María Santísima de la Esperanza y San Juan Evangelista«.
     Fundada y aprobadas las primeras reglas en 1.566.
     Nuestro Padre Jesús de la Coronación de Espinas, S.XVII, anónimo. Atribuido al Círculo de Pedro Roldán
     María Santísima de la Esperanza, XVIII, anónimo
     El Santísimo Cristo de los Desamparados, S.XVIII, Anónimo
     El Domingo de Ramos procesionan Nuestro Padre Jesús de la Coronación de Espinas y María Santísima de la Esperanza. 
   En su salida procesional, los nazarenos del paso de Misterio visten túnica y capa blanca, con antifaz de terciopelo morado y cíngulo blanco y morado; los que acompañan al paso de palio visten túnica y capa blanca, antifaz de terciopelo verde y cíngulo blanco y verde. Realiza su estación penitencial esta hermandad por el casco histórico de la ciudad, pudiendo destacar el paso por la Iglesia mudéjar de San Felipe. El paso de Misterio es portado por 44 costaleros y el de Palio también por 44 hermanos costaleros.
     El Santísimo Cristo de los Desamparados realiza su estación de penitencia el Viernes Santo siendo portado por 29 costaleros. Destacable es el momento de paso por el Torno de Santa Clara.
     El Salvador se levanta sobre una antigua ermita dedicada al patrón local, San Teodomiro. En 1699, se encomendaron a Leo­ nardo de Figueroa las trazas de una nueva Iglesia, sin embargo, fue Pedro Romero el que la diseñó con planta de salón y tres naves. 
     Romero  realizó  los cimientos, encargándose su hijo Félix de levantar y cubrir la Iglesia, rematando la obra su hermano, también llamado Pedro.
     Esta Iglesia fue el antiguo colegio de San Teodomiro, de afiliación jesuítica, y que junto al edificio del actual Ayuntamiento conformaban el complejo conven­tual de dicha orden.
    El Retablo Mayor fue trazado en 1722 por el carmonense José Maestre. En él se encuentra el Divino Salvador, imagen que da nombre al templo (Agustín Perea, 1696). En los muros laterales cuelgan dos lienzos que representan a la Purísima Concepción y a Jesús con la samaritana, de principios del s. XVIII.
     En los roleos superiores están representadas las cuatro alego­ rías: la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza.
     El altar de San Juan Nepomuceno, de mediados del s. XVIII, consta de interesante imaginería de la época, entre la que destaca San Antonio de Padua (derecha), San Fernando (izquierda), la Virgen del Pilar (parte inferior), un lienzo con la Virgen Madre (parte superior), y San Juan Nepomuceno en el centro.
     También destaca el retablo de la Dolorosa de la Orden Seglar de los Siervos de la Bienaventurada Virgen María Dolorosa, devota imagen de vestir con los dedos entrelazados, atribuida a Cayetano da Costa (1784).
     La cúpula tiene forma de media naranja con linterna y el borde orlado. En las hornacinas del tam­bor hay colocadas efigies de los cuatro Evangelistas (San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan), realizadas por Antonio de Quirós en 1714.
     Las pechinas están decoradas con pinturas de los Padres de la Iglesia latina: San Agustín de Hipona, San Gregorio Magno, San Ambrosio de Milán y San Jerónimo de Estridón. Las realizó Juan Luis Gatica con dibujos de Lucas Valdés, también en 1714.
    
1. Retablo Mayor. Retablo barroco del s. XVIII. En la calle central se puede ver el Sagrario, el Divino Salvador y San Teodomiro. En el primer cuerpo se pueden contemplar los Arcángeles San Miguel y San Gabriel, mientras que en el segundo, dos medallones con los bustos de los Apóstoles Pedro y Pablo, así como las cuatro alegorías. En el áti­co, la visión de Storta.
    2. Altar de Nuestro Padre Jesús de la Coronación de Espinas. Nuestro Padre Jesús de la Coronación de Espinas, titular de la Hermandad de la Esperanza, que procesiona el Domingo de Ramos. Es una escultura del s. XVII, con potencias del s. XVIII, atribuida a Pedro Roldán.
    3. Retablo de María Santísima de los Dolores. Retablo barroco con la Virgen de los Dolores (Orden Seglar de los Siervos de la Bienaventurada Virgen María  Dolorosa, procesiona el Viernes de Dolores), bajo un San Felipe Benicio. Está ubicada entre dos santos Franciscanos.
    4. Simpecado. Simpecado procesional de la Hermandad del Rocío, una obra realizada en el taller del carmonense Antonio López.
    5. Santísimo Cristo de los Desamparados. Bajo un dosel de terciopelo se encuentra el Santísimo Cristo de los Desamparados. Se trata de una talla anónima del s. XVIII, perteneciente a la antigua capilla Sacramental de la Iglesia del Divino Salvador.
    6. Torre. La torre se encuentra inacabada tras la expulsión de los Jesuitas por la pragmática de Carlos III (1767).
    7. Nuestro Padre Jesús de la Divina Misericordia. Nuestro Padre Jesús de la Divina Misericordia, obra del imaginero Jesús Iglesias (1998).
    8. Retablo de San Juan Nepomuceno. Retablo barroco del s. XVIII, que preside San Juan Nepomuceno.
    9. Altar de Nuestra Señora de la Esperanza. María Santísima de la Esperanza y San Juan Evangelista, dos imágenes anónimas del s. XVIII que también procesionan el  Domingo de Ramos (Ayuntamiento de Carmona).
     Se encuentra ubicada en uno de los enclaves más importantes de la ciudad, en un extremo de la plaza Mayor, a la que abrían sus puertas el antiguo colegio de San Teodomiro, fundado por la Compañía de Jesús en 1619.
     La monumentalidad y altura de esta iglesia resalta del entorno del caserío, así como en la distancia, de la que sobresale su esbelta cúpula del resto de edificios de la población. En ella se aprecia la superposición de volúmenes, sus elevados muros realizados en piedra con cubiertas planas, una fachada con una única torre inacabada y una airosa cúpula con tambor que cubre el crucero. El templo cuenta con dos portadas de acceso, la principal situada a los pies de la nave central y otra situada en el cuarto tramo de la nave de la epístola. El retablo mayor es del siglo XVIII. 
     Tras la expulsión de la Compañía en 1767 el colegio fue convertido en escuelas reales y su iglesia su oratorio privado. En 1779, tras ser derribada la iglesia parroquial del Salvador, situada en la misma plaza mayor de la localidad, la parroquia fue trasladada a esta iglesia siendo suprimida la advocación de San Teodomiro por la del Divino Salvador. 
     Desde esta fecha la iglesia sufrió diferentes remodelaciones, con la pérdida de mobiliario litúrgico. En la actualidad la iglesia del Salvador es filial de la parroquia mayor de Santa María y sede de la Hermandad de la Esperanza, y el colegio sede del ayuntamiento de la ciudad de Carmona (Turismo de la Provincia de Sevilla).
Conozcamos mejor la Leyenda, Historia, Culto e Iconografía de la Solemnidad de la Transfiguración del Señor;
   En los Evangelios sinópticos y en la liturgia de la Cuaresma, la Transfiguración está presentada como un acontecimiento de la vida pública de Jesús que habría ocurrido durante su ministerio en Galilea, antes de la Pasión. Se trataría entonces de una Cristofanía «ante mortem».
   Pero esta escena no parece estar en su sitio. Se integra mal en la vida de Jesús donde da la  impresión de ser una interpolación. Todo parece indicar que esta visión estaba originalmente, al igual que la Pesca milagrosa, entre las Apariciones de Cristo resucitado.
   En cualquier caso, desde el punto de vista iconográfico, corresponde clasificar el tema en el ciclo de la Glorificación, antes de la Ascensión, de la que es una suerte de anticipo o de bosquejo, y con la cual acaba confundiéndose.
l. El tema
     Mateo, 17: 1-13; Marcos, 9: 1-12; Lucas, 9: 28-36.
   La Transfiguración de Cristo sobre el monte, donde su divinidad se revela a lo ojos deslumbrados de sus discípulos, se narra más o menos en los mismos términos en los tres Evangelios sinópticos.
   « (...) después tomó Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan, su hermano, y los llevó aparte, a un monte alto. Y se transfiguró ante ellos; brilló su rostro como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías hablando con Él.
   «Tomando Pedro la palabra dijo a Jesús: Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, haré aquí tres tiendas: una para ti, una para Moisés y otra para Elías. Aún estaba él hablando, cuando los cubrió una nube resplandenciente, y salió de la nube una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo mi complacencia; escuchadle.»
   La fuente de este relato se encuentra en el Antiguo Testamento.
   La Transfiguración  de Cristo está copiada de la que experimenta Moisés descendiendo del monte  Sinaí (Éxodo, 24: 9; 34: 29). Esta filiación está indicada por la Aparición del Redentor entre Moisés y Elías, que simbolizan la Ley y los profetas. Y, además, porque ambos se consideran arrebatados hacia el cielo. Se trata de un nuevo ejemplo de la consumación de la Antigua Ley en el Mesías.
   Para los teólogos como San Agustín y Santo Tomás de Aquino, la transfiguración presenta otro aspecto: es una teofanía, como el Bautismo, una manifestación de la Santísima Trinidad. Dios Padre hace oír nuevamente su voz para proclamar que Jesús es su Hijo, en medio de una nube luminosa que simboliza al Espíritu Sanie (Spiritus fuit nubes lucida in die Transfigurationis).
   La Transfiguración  no sólo recuerda la Revelación del Sinaí y la Teofanía del Bautismo, sobre todo hace juego con la Oración en el monte de los Olivos. En ambos casos, Jesús lleva con él a los tres apóstoles que prefería: Pedro, Juan y Santiago, para orar retirados. En el Tabor, como en Getsemaní, los discípulos se durmieron mientras el Maestro hablaba con Dios. Las dos escenas son absolutamente paralelas, como la estrofa y la antistrofa, con esta única diferencia, que una pertenece al ciclo de la Pasión y la otra al de la Glorificación. Después de la Agonía, la Apoteosis.
   Los exegetas racionalistas niegan, como es natural, la historicidad de la Transfiguración, que sólo consideran una visión extática de san Pedro. La Aparición de Cristo resucitado en una mandorla -in gloriae- más tarde habría sido transformada por los evangelistas en una manifestación del carácter mesiánico de Jesús, que se sitúa a continuación de la que corresponde al Bautismo.
2. El culto
   En la Iglesia griega, la Transfiguración o Metamorfosis de Cristo se ha clasificado a partir del siglo VI entre las Doce grandes Fiestas y nunca ha perdido popularidad.
   La Iglesia principal, o Protaton del monte Athos, está consagrada a ella. Por eso en el arte bizantino este tema es mucho más precoz y difundido.
   En Occidente, por el contrario, la fiesta de la Transfiguración, probada por primera vez en España, en el siglo IX, difundida por la orden de Cluny, debió esperar hasta mediados del siglo XV, hasta 1457, para que el papado la declarase universal. El 21 de julio de 1456, el húngaro Janos Hunyadi había liberado Belgrado sitiada por el sultán Mahomed II. La noticia llegó a Roma el 6 de agosto, y el papa Calixto III, para conmemorar la victoria de la cristiandad sobre los turcos, decretó que la fiesta de la Transfiguración se celebraría en esta fecha a partir de entonces.
   La orden de los carmelitas se empeñó en popularizar esta fiesta en especial, porque su pretendido fundador, el profeta Elías tenía un papel en la Transfiguración, junto a Cristo.
   En la Edad Media, la corporación de los tintoreros había adoptado el patronato del Cristo de la Transfiguración, sin duda porque éste había cambiado de color y su rostro había adquirido tono dorado.
3. Iconografía
   Dificultades de la traducción plástica. Este tema imaginado en Oriente, país de los espejismos, era difícil de traducir plásticamente.
   La descripción imprecisa de los Evangelios no simplificaba la tarea de los artistas. El lugar de la Transfiguración ni siquiera está determinado. Se habla sólo de «un monte alto» (mons excelsus). La aparición ha sido localizada por la tradición cristiana en el Tabor, monte sagrado de Galilea, cercano a Nazaret, donde los franciscanos construyeron una basílica; y por la crítica moderna, en el Hermón, cuya cima está cubierta de un blanco manto de nieves eternas. El epíteto de excelsus no se co­rresponde con el Tabor, un «globo» de sólo quinientos sesenta metros de altura. La cima nevada del Hermón, que se eleva hasta los dos mil ochocientos metros, parece un decorado más a la medida de una teofanía.
   Estas localizaciones conjeturales fueron evidentemente sugeridas por el Salmo 89, donde se dice, hablando de Dios: «el Tabor y el Hermón saltan (al oír) tu nombre.»
   Las expresiones Metamorfosis, que emplean los griegos, o Transfiguración, que emplean los latinos, son ambiguas. En verdad no se trata de un cambio de forma o de figura. El cuerpo y el rostro de Cristo conservan su apariencia terrenal, su cuerpo mantiene las mismas dimensiones y su fisonomía los mismos rasgos. No hay sustitución de persona sino cambio de sustancia. El cuerpo del Hombre Dios se envuelve durante un momento en un esplendor desacostumbrado; escapa a las leyes de la gravedad, se desmaterializa o espiritualiza. Se convierte en eso que los místicos llaman un cuerpo glorioso, cuyas carnes, que se han vuelto transparentes, pierden sus contornos y se diluyen en la luz. El problema consistía en crear la ilusión de un cuerpo «desencarnado».
   Los recursos de la pintura medieval sólo permitían dos soluciones: la aureola y el dorado.
   En una miniatura del manuscrito bizantino de las Homilías de Gregorio Nacianceno (B.N., París), el cuerpo de Cristo está rodeado por una aureola amari­llo rosada, de acuerdo con la expresión de San Crisóstomo, que compara a Cristo con «el sol naciente» .
   Como resultaba complicado expresar la transmutación de un cuerpo humano en un cuerpo astral, los artistas de la Edad Media se contentaron, en la mayoría de los casos, con la copia de la puesta en escena de los Misterios.
   Sabemos, en efecto, que en el teatro, Cristo transfigurado aparecía en la escena cubierto con una túnica blanca y el rostro de color amarillo dorado. La Pasión de Gréban y la de Jean Michel dan a este tema indicaciones concordantes. «Aquí, las ropas de Jesús deben ser blancas y su rostro resplandeciente  como el oro.»
   «Aquí, entra Jesús en el monte para vestir la túnica más blanca que se pueda y tener la cara y las manos de oro bruñido.»
   Los pintores del siglo XV se adecuaron a estas indicaciones de director escénico con tanta docilidad como los actores. Hubo que esperar a los grandes maestro del Renacimiento, virtuosos del color y del claroscuro, para superar esta fase primitiva.
   Los evangelistas no dicen que Jesús fuera visto planeando en el aire. Pero muy temprano se produjo una contaminación entre el tema de la Transfiguración y el de la Ascensión. El célebre cuadro de Rafael en la Pinacoteca Vaticana sólo consagra un tradición  que se remonta a Giotto.
   Observemos, además, que a causa de la influencia del Evangelio de Mateo, donde los dos relatos son sucesivos, Rafael, y después de él. Rubens, agregaron a la Transfiguración el Milagro de la curación de un joven poseído, que operó Cristo al descender del monte. Se trata de un medio de corregir la superposición de dos grupos de tres figuras.
La evolución del tema
   En la evolución histórica del tema pueden distinguirse tres fases:
   1. La Transfiguración simbólica. Al igual que la Crucifixión, la Transfiguración ha sido en principio evocada de manera indirecta, en forma simbólica.
   En el mosaico del ábside de San Apolinar in Classe, cerca de Ravena (siglo VI), Cristo no aparece in figura sino mediante el emblema de una cruz gemmada aérea, inscrita en un gran círculo y destacándose sobre un campo de estrellas que simbo­liza el cielo. Encima de la cruz se lee Ikhtus, en los extremos del travesaño, Alfa y Omega, debajo, en latín, Salus Mundi. A derecha e izquierda, los bustos de Moisés y de Elías emergen de las nubes. Los tres apóstoles están simbolizados por tres corderos.
   Este ejemplo es único. A partir del siglo VI, en la iglesia de los Santos Apóstoles de Constantinopla y en el convento de Santa Catalina, en el monte Sinaí, Cristo transfigurado y sus tres discípulos están representados en persona.
   2. Jesús está de pie sobre la cima del monte. Está rodeado por una mandorla. Es la fórmula que se impondrá en el arte de Occidente hasta el siglo XIV.
   3. Jesús planea encima del monte con las manos extendidas. Esta nueva versión que se explica por una contaminación con los temas de la Resurrección y de la Ascensión, también es de origen bizantino. Se introdujo en la pintura italiana a partir de Giotto. Pero no triunfó sin resistencia. La primera fórmula se mantuvo en la escuela veneciana (Giovanni Bellini)  hasta finales del siglo XV.
   La actitud de los otros cinco personajes, los dos profetas, Moisés y Elías, y los tres apóstoles, Pedro, Santiago y Juan, puede  ser brevemente bosquejada.
   Moisés y Elías a veces aparecen en busto o medio cuerpo. Cuando planean flanqueando a Cristo transfigurado, no suelen estar envueltos en la misma aureola (Tetraevangelio de Iviron); generalmente la mandorla se reserva a Cristo, y los dos profetas están iluminados por los rayos que emite ésta. A finales de la Edad Media, Moisés se representaba con dos cuernos luminosos en la frente.
   Los tres apóstoles, despertados con brusquedad, cegados por la luz deslumbrante que irradia la Aparición y como «fundidos por el fuego», se aplastan contra el suelo. Juan y Santiago se protegen los ojos con la mano en visera. Sólo Pedro se atreve a levantar la cabeza un momento después, y se enardece hasta el punto de proponer al Señor la construcción de tres tiendas de ramas.
   En conmemoración de esas tres tiendas (tria tabernacula), los cruzados habían edificado sobre el Tabor tres pequeñas basílicas recordatorias, son los tres edículos que se ven representados en un capitel románico de Saint Nectaire (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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